Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Los Psiconautas

Los psiconautas

.

"I'm a spy in the house of love

I know the dream, that you're dreamin' of" - The Doors

.

En alguna parte de Nagarjun, Nepal

1970

.

La noche estrellada se extendía majestuosa sobre su cabeza hasta donde la vista alcanzaba, Aiacos estaba recostado sobre el césped al pie de la alta montaña que se levantaba imponente por encima del poblado sintiendo el frescor de la noche en su rostro y sus brazos desnudos. Estar ahí a solas y en silencio era una de esas bendiciones de las que pocas veces podía disfrutar al año, le agradaba la compañía de sus colegas en el Tribunal del Silencio, no obstante llegaba un momento en que quedaba verdaderamente fastidiado del sonido de sus voces, de lo ruidosos que podían llegar a ser.

Ese par de días lejos del inframundo eran justo lo que necesitaba para respirar un poco de paz, sin más se reacomodo en su posición; los brazos por detrás de la cabeza sintiendo el contacto con el frio césped bajo él totalmente recostado recargando una pierna sobre la otra y, a su lado, tenía un plato con la comida tradicional de una festividad llevada a cabo en el poblado más cercano. Moría por un buen y gran plato de Dal Bhat o Momos , pero a esa hora ya no encontraría ningún sitio donde los sirvieran y no quedaba más que esperar a mañana. Si, aquella noche era perfecta sin duda y no quería pensar ni por un momento en la tonelada de documentos a revisar o las conciliaciones mensuales que sus dos colegas tenían pendiente por entregar. No deseaba pensar en el trabajo.

—¿Te diviertes? —una voz suave y melodiosa se dejó escuchar por encima de su cabeza, al abrir los ojos se encontró con la mirada avellanada de Minos, quien lo observaba hacia abajo sonriente dejando que su cabello le cayera por un costado— Veo que te gusta subir a este sitio tan aislado —tomo asiento a su lado contemplando el firmamento estrellado, maravillado de la imponente vista delante de él.

—Si amigo, este lugar es perfecto para relajarse y pensar en silencio —se incorporó sentándose a su lado ofreciéndole un poco del alimento que estaba en el plato— ¿Viniste solo o trajiste a Radamanthys contigo?

—Lo deje en casa —respondió sin darle más importancia—. Se quedó a cargo de todo mientras ambos estamos ausentes.

—¿Crees que pueda con los juicios y todas las actividades del día?

—Si claro, otras veces se ha quedado al frente sin ayuda. No pasara que el Inframundo esté de cabeza cuando hayamos vuelto —dijo sonriente.

Aiacos lanzo una sonrisa mientras ambos se quedaban en silencio por un momento.

—Escucha —Minos rompió el silencio solo unos momentos después— ¿Te gustaria elevarte un rato?

—¿Elevarme? —pregunto sin entender mirándolo con duda— ¿A que te refieres? No entiendo el concepto.

—Sé de un sitio donde podemos elevarnos sin que nadie nos moleste. Ya sabrás de qué se trata.

—¿Cómo?

—Vamos, será divertido —le tendió la mano poniéndose de pie, aunque el juez de la Garuda lo miraba extrañado decidió seguirlo abandonando su cómoda posición y uniendose a Minos en aquel extraño viaje.

.

California, Estados Unidos

1970

Aiacos no estaba seguro de a donde se dirigían, sin embargo aquello no se lo esperaba sin duda. Minos se ocupaba de los juicios provenientes de las tierras de América, su jurisdicción iba desde el Ártico hasta la Patagonia y, al ser el espectro de mayor rango podía moverse a sus anchas al subir al mundo mortal, por lo que llegar a un sitio como el que estaban no era extraño. Ambos iban sobre la arena de las playas de Venice beach con el brillante sol sobre sus cabezas, el joven juez no se quejaba pues si bien le gustaba mucho el frio de los Himalaya, la calidez de las playas no le iba nada mal.

—¿Ya vas a decirme a dónde nos dirigimos? —pregunto mirándolo todo a su alrededor mientras aspiraba el aire salado cubriéndose del sol con una mano puesto que ni una sola nube se dejaba ver por encima de sus cabezas, tan solo el brillante cielo se expandía hasta donde la vista alcanzara.

—A un lugar oculto que tengo por aqui cerca.

Minos se colocó unas gafas de sol redondas mientras se sujetaba el cabello a fin de que no le estorbara, a su lado les pasaban jóvenes que los miraban con una mezcla de curiosidad e intriga dedicándoles sonrisas. Aiacos estaba extrañado por tantas miradas que le llegaban por un costado pensando que, quizás, pudiera ser algo en sus ropas aunque no estaba vestido con prendas extravagantes, solo llevaba unos vaqueros y una camisa blanca de algodón; Minos llevaba ropas más o menos iguales. No obstante, no le desagradaba en absoluto que la gente lo mirara y sonriera.

—Creo que podría acostumbrarme a esto —dijo sonriente escuchando como las olas se rompían a su lado izquierdo mientras iban sobre la arena húmeda y fresca bajo sus pies—. El clima aqui es excelente.

—Y se pondrá mejor —respondió Minos quien dedicaba un par de sonrisas a las personas que le guiñaban el ojo—. Ya casi llegamos.

—No me digas que me trajiste para verte filtrear.

—Nada de eso amigo, hago lo que me da la gana, pero mi regla de oro es jamás involucrarme ya deberías saberlo.

—Si lo sé, solo lo dije para fastidiarte un poco.

Ambos salieron del área de la playa colocándose los zapatos yendo por una calle donde estaba ubicado un restaurante y siguieron de frente hasta la siguiente avenida donde el primer edificio que se dejaba ver tenía tres pisos y se percibía silencioso. Minos camino directo al edificio en cuestión entrando por la puerta principal invitándolo a pasar, así subieron la escalera hasta el tercer piso. Entraron a un pequeño apartamento de una sola habitación y Aiacos observo encantado que aquel sitio tenia el toque elegante de su superior por doquier; el empapelado oscuro en las paredes que quedaba oculto por los varios cuadros colgados aqui y allá, estantes clásicos con muchos libros, butacas de piel oscura así como lámparas de mesa altas cuyas pantallas tenían largos flequillos.

Minos noto como su colega miraba a todas partes como si el decorado de ese apartamento nada tuviera que ver con el soleado exterior.

—Este apartamento si que contrasta con la ciudad. No me esperaba que tuvieras un escondite en este sitio a la orilla del mar.

—Pues necesitaba un lugar donde relajarme en mis visitas al mundo mortal, el deambular por diferentes ciudades ha terminado por cansarme y qué mejor que un sitio con playa para relajarse un poco, ¿no crees?

Minos cerro la puerta ofreciéndole un poco de vino tinto servido en una taza de cerámica, la cual Aiacos aceptó gustoso tomando asiento en otra butaca mientras su colega llevaba una caja vieja y alargada al alféizar de la amplia ventana, suposo que lo que necesitaban para "elevarse" estaba ahí dentro aunque no tenía idea de que iba todo eso. Mirando aquí y allá fue que noto un largo telescopio montado a pocos pasos de ahí, el aparato no apuntaba arriba como los demás sino hacia abajo, la clara evidencia de la más extraña de las aficiones de Minos.

—¿Te apetece escuchar un poco de música?

—Si, supongo que sí. No estaría mal —respondió la Garuda sin quitarle los ojos de encima al telescopio.

La tornamesa estaba cerca de ahí en medio de una pared bajo diferentes cuadros de marcos anchos colocados de forma desordenada uno al lado del otro, entre ellos destacaba una miniatura de la obra "La chica con el pendiente de perla" de Vermeer. En cosa de segundos Minos se movió hasta allá buscando entre los vinilos que estaban acomodados en fila dentro de una caja sacando uno para colocarlo con cuidado, lo siguiente que se escuchó fue una mezcla de sonidos entre una batería, un organillo que tomaba el control de la melodía y la voz suave de un hombre. "Celebration of the Lizard" se dejó oír mientras sus sonidos estridentes inundaban toda la habitación.

—No sabía que te gustaba música como esa.

—Siempre me ha gustado la música —respondió abriendo la caja que seguía sobre el alfeizar de la ventana—. He sido aficionado a las melodías desde hace unos 200 años más o menos. Pero, como todo, la música cambia y mis gustos también —dentro de la caja de madera oscura había una bolsa de plástico, un poco de papel y unos fósforos.

Aiacos trato de no prestar atención a lo que hubiera ahí sino a la música extraña, al sabor del vino en sus labios y la dureza de la butaca de piel así como la luz se oscurecía al intentar cruzar por las cortinas de damasco verde. Minos era una extraña recopilación de contrastes pues sus gustos musicales y sus aficiones nada tenían que ver con el conservador decorado. Fue así que vio como su colega armaba lo que podría ser un cigarrillo colocando un puñado de lo que parecía ser césped acomodandolo en una hojilla de papel para cerrarlo con un poco de saliva. Tras concluir esa operación fue que lo encendió usando los fósforos y dando una larga bocanada, para esto se sentó en el alféizar abriendo un poco la ventana para dejar entrar el aire salado y caliente del exterior.

—Pruébalo —se lo acercó mientras Aiacos lo observaba sin entender.

—¿Debo fumarlo?

—Si, una bocanada para empezar.

—Lo intentaré —Minos no se esperaba que este fuera a toser durante un buen rato luego de tratar de darle una bocanada al cigarrillo pero sonrió complacido ya que, al menos, lo había intentado—. Lo siento, nunca había probado una cosa como esa, tampoco imagine que te gustaban los estupefacientes —tras recuperarse fue que tomó asiento en la butaca nuevamente limpiando el vino que salpicó el mueble.

—Yo creo que no todos los estupefacientes son malos, hace unos años me gustaba elevarme con ácido —confesó recargando la mano con el cigarrillo sobre la pierna derecha que estaba sobre el alféizar— pero encuentro más placer en fumarlo.

—¿Por qué me trajiste amigo? —Aiacos lo observó sirviéndose otra tasa de vino tinto— ¿Necesitas hablar de trabajo algo así?

—No —respondió con lentitud—, solo necesitaba algún colega con quien venir a elevarme un rato porque dentro de poco seremos acuartelados sin poder salir.

—Es cierto, en los registros esta que empezarán los preparativos para la siguiente guerra Santa.

—Si, será un acuartelamiento que durará casi diecisiete años hasta que el evento termine. Entonces decidí salir varios días a disfrutar de la playa, del sol y de un buen cigarrillo con hierba.

—Pensé que te gustaba traer a Radamanthys a estos retiros —comento sonriente sin más acomodándose en la butaca.

—No, a él no le gusta elevarse ni los estupefacientes de ningún tipo —respondió lanzando una larga bocanada—. Solo fuma tabaco y bebe whiskey, bebe y fuma. Es lo único que hace, es lo único que sabe hacer. Nunca intenta este tipo de experiencias, imagino que le causaría terror encontrarse con los demonios que habitan su cabeza si prueba un poco de hierba de vez en cuando.

Minos lanzo una larga bocanada guardando silencio por un instante.

—El viejo dragón cree que si se eleva aunque sea una vez, saldrá corriendo de este apartamento a follarse lo primero que se le ponga enfrente, nada más lejos de la realidad.

—¿Imagino que te has enfrentado a esos demonios desde que fumas esa cosa? —pregunto Aiacos curioso de la respuesta.

—Si, muchas veces, pero no me causa pavor, estoy acostumbrado a los fantasmas asi que prefiero lo sensorial.

Aiacos solo lo observaba con calma, pareciera que la hierba alucinógena ya estaba surtiendo efecto en su colega pues empezaba a hablar con mucha intensidad y, por lo general, Minos solía ser algo bromista y alivianado cuando estaba de buen humor pero escucharlo hablar sobre experiencias, demonios internos y lo sensorial resultaba novedoso en él. Incluso su semblante era más bien sombrío y se percibía algo similar a una profunda soledad emanando de su persona.

—Dejame intentarlo de nuevo —Aiacos se levanto de la butaca para sentarse frente a su colega pidiendo le pasara el cigarrillo llevándoselo a los labios para tratar de darle una prolongada fumada dejando que aquella sustancia le llenara el cuerpo percibiendo una sensación difícil de explicar—. No sé como me siento amigo... no sé si esto sea sensorial como dices —solo reía mientras trataba de explicarse.

—Solo déjate llevar, no pienses en nada. Pon tu mente en blanco.

Estuvieron fumando un buen rato acostados sobre el suelo de madera tarareando la canciones del vinilo una tras otra sin poder articular palabra correctamente, la botella con vino se había terminado mientras ambos seguían en el suelo mirando el techo sobre sus cabezas sin pensar en el mañana o en la batalla que empezarían a preparar en cosa de un año.

La tarde empezaba a caer por lo que Minos se levantó por un momento buscando una lámpara de aceite que encendió para que disminuyera un poco la oscuridad interior. Nunca le habían gustado las bombillas eléctricas por eso tenía en casa lámparas de aceite o velas en todo caso.

Escuchó que Aiacos intentaba cantar la pieza de "People are strange" que ahora sonaba en la tornamesa mientras este acomodaba el telescopio en la siguiente ventana del apartamento tratando de observar un poco apuntando justo al edificio frente a él; el apartamento elegido esa noche era uno ubicado en un segundo piso desde donde se podía apreciar a una pareja que tenía relaciones desvergonzadamente con las cortinas abiertas, y este no podía dejar de observarlos más por aquello que no podía hacer el mismo que por fisgón.

No dejaba de mirar las formas de sus cuerpos, los dos sujetos a los que observaba, cómo los dos se fundían en uno solo dejandose llevar en medio de su frenesí de placer ignorantes que el juez los miraba con calma sin moverse ni un segundo, volvería más tarde, quizás en otro apartamento otra pareja hiciera lo propio proporcionandole un rato más de entretenimiento al espía que los observaba en silencio. Dejó el telescopio lanzando un largo suspiro para volver con su colega quien le entrego el cigarrillo que ya iba a más de la mitad.

—Si que es una experiencia fumar esto —le dijo acercándose la tasa que aún tenía un poco de vino.

—Así es y, aunque William Blake decía que "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría"* no nos excederemos demasiado esta noche.

—Como quieras. ¡Creo que lo estoy pasando realmente bien!

Minos lo observo reír largo rato, aun tenía un aire de jovialidad y frescura que tanto él como Radamanthys habían perdido hacía mucho tiempo. No solo Aiacos fue el último de los jueces en llegar al inframundo sino que era el más joven, el que tenía ideas frescas acompañadas de un sazón de números y aritmética; era una delicia verlo usar esa máquina de cálculo con su palanca que sacaba papel y sonaba estruendosamente así como la otra máquina de escribir que se hizo conseguir.

Tanto él como Lune eran los únicos que sabían usar esos extraños aparatos en vez de garabatear en los pergaminos usando la pluma y el tintero. Con todo y que Aiacos solo llevaba 69 años en el inframundo se sentía más actual que todos ellos.

El juez apartó la mirada de su alegre colega mirando al techo con cierta nostalgia, observaba con detalle la araña antigua que colgaba con sus adaptaciones eléctricas y sus bombillas de tungsteno, eran tiempos demasiado modernos ya que ahora todos viajaban en auto, tenían teléfono en casa y un televisor que imitaba al antiguo cinematógrafo al que Minos solía asistir y la tornamesa ocupaba el lugar del teatro de ópera pues ahora toda la música estaba en un disco de vinilo y ya no era indispensable trasladarse a un foro para escucharla en vivo. Había días en los que subía para elevarse y olvidarse de la extraña modernidad que lo rodeaba en el inframundo, para recordar los días antiguos que, a veces, los consideraba más cargados de emoción.

Una modernidad que lo asustaba un poco, y le intimidaba, aunque no por eso le rehuía como siempre hacía su colega de Wyvern a quien lo moderno le aterraba como las brujas a la Inquisición. Dio otra bocanada al cigarrillo mientras su mente regresaba al tiempo presente, al momento en que tanto él como su amigo eran un par de psiconautas deseando elevarse para sentir sus sentidos al máximo junto con todo lo que los rodeaba.

—¿En que tanto piensas amigo? —preguntó Aiacos ya saliendo un poco del trance.

—En cómo ha cambiado todo y nosotros siempre somos los mismos, ¿qué piensas de los nuevos tiempos? De los inventos y cómo la gente ha evolucionado en todos estos años.

—Me gustan siendo honestos —respondió sonriente con semblante soñador—. Las guerras se han acabado y ya podemos salir a ver el sol de nuevo. Hay tantas cosas que son la versión moderna de muchas otras que vi antes de que el mundo fuera una total locura. No se, estoy muy entusiasmado creo que es a causa del césped alucinógeno que me diste a fumar.

Ambos rieron estruendosamente durante un largo rato.

—¿Estás entusiasmado del acuartelamiento que tenemos en puerta? —Minos le dedicó una larga mirada nuevamente.

Lo consideraba su joven hermano a pesar de no tener lazos de sangre y siempre quería saber qué le pasaba por la mente, aún en esos momentos en los que todo parecía un sin sentido. Aiacos rio un poco más ante la repentina pregunta de Minos, el joven garuda no entendía por qué estaba de tan buen humor pese a que, como decía su colega, se les venía un largo acuartelamiento y una guerra santa estaba en puerta.

—Si, asi es amigo. Estoy emocionado por la guerra santa y lo que se avecina, es la primera que viviré y me causa curiosidad anticipar el desarrollo del evento.

—Si es así... —Minos pensó un poco antes de hablar— Podríamos ver un poco de lo que se avecina, ¿te interesaría?

—¿A que te refieres con ver lo que se avecina?

—Observa bien...

Minos no entró en detalles o dio mayor explicación mientras que daba otra larga y profunda bocanada cerrando los ojos mientras adoptaba una posición más tranquila.

—Es cosa de usar el cosmos y pedir lo que necesites precisamente estando en este estado de conciencia —dijo solemne.

Aiacos lo observó expectante sin quitarle los ojos de encima mientras el cosmos de Minos lo rodeaba poco a poco para sorpresa del juez de Garuda. En una situación ordinaria, el griffon no habría podido lograr lo que pretendía ya que los espectros no pueden elevarse en el Inframundo o usar el cosmos en tierra de los mortales; solo estando bajo la influencia de aquel estupefaciente lograría semejante efecto.

—De esta forma... sabremos aunque sea un poco de lo que nos espera en diecisiete años.

La garuda se vio envuelto en el aura de su colega la cual se expandía como un manto plateado e iluminado por toda la habitación permitiéndoles ver unas cuantas imágenes inconexas que mostraban a caballeros que usaban armadura negra sin ser espectros los cuales cruzaban lo que parecían ser doce templos a la luz de la luna; acto seguido, el manto plateado le permitió ver a cinco jóvenes cruzando lo que parecían ser los caminos del Inframundo encaminandose a las escaleras de lo que podría ser Giudecca.

—Imagino que ellos serán los enviados del enemigo... —pensó la garuda en voz alta sin recibir respuesta.

Aiacos se mantuvo en silencio enfocando su total atención en las siguientes imágenes y un de ellas le atrajo particularmente: en esa visión aparecía un joven que parecía ser oriental vestido una armadura muy sencilla en tonos plateados y azules, algo en su diseño le recordó al juez un fénix, en especial por las plumas rojas que parecían salir de la espalda del sujeto

—Sus ojos feroces y actitud decidida.... —repetía el joven mientras Minos aun continuaba en trance sin responder— ¿cuál es su nombre? y ¿quién es ese hombre?

El espectro se puso de pie lentamente entornando aún más los ojos en los labios del joven en la visión tratando de leerlos.

—Mis alas de Fenix... —leyó Aiacos con calma— Ikki... ese parece ser su nombre... —se dijo resuelto abriendo mucho más sus grandes ojos notando que este se enfrentaba a un contrincante cuyo sapuris era inesperado— Será mi oponente...

Eso fue lo último ya que un instante después todo se desvaneció mientras Minos se incorporaba respirando con dificultad jalando aire tanto como podía. Aiacos estaba tentado a pedirle que repitiera la experiencia, no obstante para su colega no sería fácil.

—Eso fue increíble —Aiacos se arrodilló junto a él notando como los ojos de Minos se veía más opacos volviendo a su tono natural poco a poco— ¿estás bien?

—No debería hacer esto ya que, si se me va la mano, podría perder mi vida inmortal. Solo te mostré otro de los tantos trucos que sabemos hacer con un poco de práctica.

—Fue impresionante... no tengo palabras para describir lo que vi.

—Lo imagino. Disculpa amigo, quisiera mostrarte más pero ahora tengo un dolor de cabeza monumental.

—No pasa nada, te agradezco. Dejame ayudarte.

Minos se puso de pie dando ligeros tumbos abriendo la ventana en su totalidad para dejar pasar aire fresco. A pesar de las náuseas y los efectos secundarios, elevarse era una actividad que le distraía mucho de sus actividades; la parte negativa era que no podía ver por sí mismo las imágenes mostradas a Aiacos, solo era capaz de producirlas.

—¿Podrías narrarme que fue lo que viste?

—Por supuesto —Aiacos detalló cada imagen lo mejor que pudo a un sorprendido Minos quien lo miraba gratamente sorprendido—. El joven de la armadura de fénix, mirada ardiente y un deseo impresionante de combate me dejaron boquiabierto, jamás imaginé que hoy vería a mi futuro oponente en una imagen producida por un alucinógeno.

—Entiendo, entiendo... Solo no intentes esto con frecuencia o tendrás migraña permanentemente.

—No tenía idea de que pudieramos lograr ver imágenes como estas. Podríamos sacarle más provecho, ¿no crees?

—No. Hades no permite el uso de estupefacientes ya que eso podría estropear nuestro trabajo diario, aún así quise comprobar qué tanto podría lograr, como bien dices, usandolos y tratando de ver el futuro, pero al final no funciona como deseo.

—Ya veo...

Ambos se recostaron nuevamente observando el techo fumando un poco más sin llegar a los niveles exagerados de hacía un rato.

—Como bien dijo William Blake —repitió Aiacos con calma fumando un poco—: creo que esta noche hemos entrado en el palacio de la sabiduría, ¿no lo piensas así?

—Creo que sí y, en teoría, no debía suceder. Solo quería elevarme un rato para despejar mi mente y terminamos siendo un par de psiconautas irresponsables.

Aiacos esbozó una leve sonrisa tratando de rememorar las imágenes de su futuro oponente grabando la mayor cantidad de detalle en su memoria deseoso por enfrentarse a él y por conocerle en persona. Tal vez podría robar un poco del césped alucinógeno para volver a verlo aunque las posibilidades de éxito eran muy pocas.

—Ikki fénix... —repitió pensativo— ¿me pregunto qué clase de contrincante serás?

Se quedaron un momento más fumando hasta terminar el cigarrillo por completo mientras la música de The Doors sonaba suavemente en el aparato de sonido. A pesar de lo extraño de la experiencia, no tenían deseos de volver al encierro del Inframundo por ahora, dejarían pasar varias horas más antes de regresar.


.

FIN

*NotasPsiconáutica: (del ψυχή ( psychē "mente") y ναύτης ( naútēs "marinero / navegante") –un navegante de la mente)​ se refiere tanto a la metodología para describir y explicar los efectos subjetivos de los estados alternos de conciencia, incluyendo los estados inducidos por sustancias que alteran la mente (alucinógenos, drogas o embriaguez), la meditación , como al paradigma de investigación en el que el investigador se sumerge voluntariamente en un estado alterno por medio de estas técnicas para explorar la experiencia y existencia humana.​

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro