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La sombra sobre el Inframundo, p2

La sombra sobre el Inframundo, p2

Providence, Rhode Island

1921

Tras discutir acaloradamente en la sala de trabajo, Minos exigió a Lune y Aiacos buscar sus sombreros ya que subirían la ciudad costera ubicada en Rhode Island. Los cuatro llegaron a la desolada ribera del río Seekonk aquella mañana buscando un sitio donde planear sus movimientos. Fue así que su camino los llevó hasta el cementerio antiguo de Blackstone, ubicado en el lado este de la ciudad y el más desértico. Aiacos y Lune caminaban escépticos detrás de los dos jueces sintiendo que nada de aquello tenía sentido.

—Increíble que estemos perdiendo el tiempo en este lugar cuando tenemos mucho trabajo —se quejaba el juez de la garuda acomodando su sombrero y la corbata de su traje.

—No me gusta dejar un reporte a la mitad, pierdo la concentración —respondió Lune desalentado—, sospecho que esto no se quedará aquí. Los dos nos llevarán a dar un recorrido hasta que les reconozcamos que tienen razón. Será un largo día.

—Muy largo por lo visto —respondió Aiacos lanzando un largo suspiro de cansancio.

Al llegar al cementerio, notaron como Minos y Radamanthys iban muy seguros de sí mismos siguiendo un sendero repleto de tumbas cuya antigüedad iba en aumento conforme se internaban en el espeso bosque, unos minutos más tarde los cuatro llegaron a una zona donde las tumbas eran muy antiguas y los obituarios apenas se distinguían pues estaban desgastados por el paso el tiempo borrando nombres e inscripciones.

Minos y Radamanthys se detuvieron delante de una lápida desolada cuyo nombre apenas se distinguía entre la erosión de la piedra. Aiacos trató de leer el grabado pero le costaba trabajo, solo distinguía levemente algo como "J... Curw..." o algo así.

—Joseph Curwen —indicó Minos muy serio—. Fue el causante de que uno de los muros de la barrera protectora se derrumbara. En vida se obsesionó con la alquimia buscando el modo de invocar una presencia. Para poder trabajar en sus experimentos y fórmulas, adquirió una granja en las afueras de esta ciudad "Pawtuxet" donde experimentó con el polvo y las cenizas obtenidas del ganado.

—¿Ganado?

—Sí, crió ganado para usarlo reduciendo los cuerpos a cenizas. El estudió mucha alquimia antigua en la que se menciona que el uso de las cenizas obtenidas de ciertas especies le ayudarían a abrir portales y así invocar a las hechiceras de Mnar.

—¿Y por qué hacer eso? —Lune los observó fijamente esperando más información al respecto— ¿Por qué tratar de comunicarse con las hechiceras, por qué no con otro tipo de mago o brujo? O ¿con los primeros pobladores de estas tierras?

—Porque las hechiceras se volvieron las entidades más poderosas de esta nación y, muchas de ellas, fueron consideradas como las más malignas —Radamanthys respondió la pregunta observando a los tres con severidad—. Todas fueron quemadas en los juicios de Salem en 1692 más o menos. Curwen quería establecer contacto con una de las más terroríficas: Keziah.

—¿La hechicera de Innsmouth? —inquirió Aiacos extrañado— No imaginé que fuese tan escalofriante, por lo que ustedes han comentado acerca de ella, parece una dulce ancianita.

—Para nada amigo —intervino Minos—. Keziah no quería tratos con Curwen, es cierto, se resistió todo lo que pudo, según sabemos. Pero, al hacerlo, Curwen sentía más y más obsesión por contactarla, eso detonó en una invocación extremadamente poderosa que terminó con la vida del mortal.

—Vaya... —Aiacos encontró el relato perturbador, aunque tenía cierto sentido.

Salieron del cementerio con dirección al norte, a otro sitio más apartado en las orillas del rio. Ni Aiacos ni Lune habían visto a las hechiceras en todo el tiempo que llevaban en el Inframundo. De los cuatro, quienes habían hablado personalmente con esas mujeres, eran Minos y Radamanthys pues tuvieron tiempo de sobra para conocerlas y entender el mundo en el que vivían, al parecer.

Su camino los sacó de los límites de la ciudad en medio de senderos rodeados por altos árboles frondosos hasta una construcción en decadencia que se veía más adelante. Eran los vestigios de una granja, del sitio maldito Pawtuxet, por allá estaban los establos y el granero mientras que la casa principal se veía desvencijada de un lado y a punto de derrumbarse.

—No vamos a entrar, ¿o si? —Lune los observó con dudas deteniéndose en seco— Seguro hay alguien en este lugar, estaríamos invadiendo propiedad privada.

—Nadie invadirá nada amigo —respondió Minos—, solo entraremos a curiosear.

Los dos jueces atravesaron la puerta encontrando que estaba entreabierta sin llave, adentro había indicios de que alguien había estado viviendo ahí últimamente pues sobre las mesas había platos, vasos y copas vacíos que parecían llevar mucho en el abandono. Ignorando si al habitante de la casa lo mataría de un susto el ver a tres espectros, Minos fue directo escaleras abajo como si supiera exactamente dónde buscar seguido de los otros tres. Lune estaba extremadamente nervioso como a la espera de que el lugarteniente apareciera de un momento a otro con un revólver en la mano.

—Miren esto —Minos señaló los grabados en las paredes de la granja así como en todos los documentos esparcidos por el suelo—. Lo que está en las paredes.

Aiacos y Lune revisaron cada muro encontrando números, fechas, cantidades, ingredientes y qué hacer con ellos, como prepararlos detalladamente por fecha. Conforme se acercaban al final del muro, se leía el nombre de Keziah y la fecha en la que todo debía ejecutarse en tiempo y forma: 30 de abril.

—La noche de Walpurgis... —dijo Lune tratando de entender todas esas ecuaciones y procesos químicos.

—¿Quién estará detrás de todo esto? —se preguntaba Minos analizando los documentos utilizando otro papel para hacer cuentas rápidamente— El proceso no está completo, le falta un ingrediente y un cálculo a la fórmula —concluyó muy confiado.

—¿Y cómo sabes eso? —preguntó Aiacos observándolo con extrañeza aproximándose a su compañero para revisar sus cálculos.

—He tenido siglo y medio para estudiar todo esto —reconoció orgulloso hablando pausadamente—. Dediqué días enteros al estudio de la alquimia que Joseph Curwen quiso aplicar y la misma Keziah me instruyó al respecto en alguna ocasión. Este "alquimista" está olvidando algo importante y con eso lo detendremos.

—Su nombre es Charles Dexter Ward —intervino Radamanthys tras revisar diversos documentos—, es estudiante de la Universidad Arkham, también parece que es un descendiente lejano de Curwen.

—¿De verdad?

—Eso dice aquí, pero tampoco podemos darlo por hecho —respondió escéptico.

En esos momentos sintieron como la casa se simbraba suavemente, entre los cuatro concluyeron que Charles podría estar en el ático yendo escaleras arriba con pasos veloces. Al llegar al piso más alto de la casa trataron de abrir la puerta encontrando que el cerrojo tenía llave, cosa que para Radamanthys no era impedimento pues este voló la puerta de una patada.

Delante de ellos estaba un joven desaliñado completamente neurótico frente a una serie de instrumentos químicos mezclando ingredientes frenéticamente hablando incoherencias mientras sus manos temblorosas dejaban caer polvos y otras sustancias al suelo. Minos observó al nervioso alquimista aficionado mezclar sustancias al azar aprovechando su frenesí acercándose lentamente.

—¡Charles Dexter Ward! —la voz del dragón heráldico resonó por todo el ático de la casa haciendo que la sangre del nervioso estudiante se helara.

Así, el jovencito dejó lo que hacía girándose sobre sí mismo observando aterrado al hombre, rubio, alto y espectral que estaba detrás de él mirándolo duramente en medio de la oscuridad de esa habitación.

—¿Quien... quien eres?

—La entidad que invocaste, el que responderá a tus plegarias —Radamanthys no podía quitarle la mirada de encima sintiendo cierto regocijo al ver como Ward estaba aterrado hasta los huesos.

—Aún no está completa... quise invocar a una de las hechiceras malditas... A Keziah o Hester, otra de las que murió en Salem hace mucho y que es igual de poderosa.

—A Hester... —pensó molesto dedicándole una mirada iracunda.

Minos aprovechó la confusión mezclando los ingredientes fundamentales de Ward derramando adrede el más importante mientras cambiaba unas sustancias por otras, al mismo tiempo, Radamanthys lo observaba de soslayo con sus ojos rojos casi inyectados en sangre esperando a que Minos finalizara esa tarea.

—Bien pues, soy un demonio benevolente —indicó el rubio a su atemorizado interlocutor—. Dejaré que termines lo que estás haciendo, quizás una de ellas aparezca ahora mismo. Una de esas hechiceras que mueres por contactar.

Ward ignoro a todos los presentes volviendo a su mesa de trabajo para finalizar sus mezclas haciendo que una densa humareda saliera de uno de los frascos mientras sus manos temblorosas dejaban caer el contenedor de vidrio al suelo observando todo el desastre histérico.

—¡Está arruinado, está arruinado! Tanto tiempo de trabajo echado a perder —aulló dejándose caer al suelo— La culpa es tuya demonio de ojos rojos.

Fue así que Radamanthys lo tomó por el cuello de la camisa mirándolo fijamente con sus ojos escarlata mientras que Minos lo envolvía con los finos hilos de su técnica.

—Has sido visitado por cuatro demonios que están muy enfadados por tu molesta magia principiante así que, serás castigado.

—No espere, ¡por favor espere!

Por todo Pawtuxet se escuchó el grito desgarrador del joven estudiante.

Minos subió al mundo mortal unos días después. En concreto, visitó el hospital psiquiátrico de Providence donde Charles Dexter Ward estaba recluido debido a unas fuertes alucinaciones insistiendo que cuatro demonios lo perseguían. Esa fue la última vez que escucharon de él.

.

Aiacos y Lune no se sorprendieron al escuchar a Minos hablar sobre la noche de Walpurgis como lo hubieran hecho tiempo atrás. La aventura en Providence ocurrió en 1921. No obstante, estaban en 1969 así que ya no debía ser necesario preocuparse por la magia de algún principiante loco.

—Amigo, ¿crees que esto será como aquella vez en la que mandaron al estudiante al psiquiátrico? —preguntó con calma sobándose una sien.

—La tierra no se ha sacudido como en otras ocasiones y...

—Hay algo que quisiera saber —comenzó a decir Lune pensativo—. No he tenido interés en preguntar esto en todos estos años, pero ¿que es exactamente la noche de Walpurgis? Es decir, ¿por qué es tan importante para la magia y los alquimistas?

—En realidad, es la noche más importante para las hechiceras de Mnar. Es la única noche del año en que aprovechan para fortalecerse y llenarse de energía además, es la única noche en que salen al mundo mortal de cacería. Los alquimistas mortales aprovechan esa fecha para invocarlas y obtener algo de ese poder.

—¿Y qué clase de rituales realizan?

—Me sorprenden —replicó Minos riendo un poco—, tanto tiempo en el inframundo y no lo saben. Sería bueno que tuvieran un poco de interés en saber qué hay a su alrededor aunque, a estas alturas, no importa ya que en cosa de pocos años, el alma del Señor Hades reencarnara y eso restablecerá nuestras fronteras.

—¿Es decir que se cerrará el camino a ese mundo y nada de lo que ocurra allá nos afectará? —comentó Aiacos pensativo.

—Así es, nada de lo que ocurra allá será asunto nuestro asi que —acto seguido observó a Radamanthys con interés— ¿por qué no los llevas a Sarnath al ritual de Walpurgis?

—¿Crees que eso sería una buena idea? No tenemos invitación para asistir —respondió extrañado— Ni tiempo ni...

—Oh vamos, sabes que siempre eres bienvenido allá. Se de buena fuente que una de las hechiceras te encuentra muy "agradable" así que por qué no aprovechar —indicó meloso haciendo que su colega se turbara molesto—. También podrías preguntarle sobre alguna actividad sospechosa.

—¿Ah sí? —respondió filoso— Quizás la misma Keziah en persona esté ahí, ¿por qué no nos acompañas?

—Me encantaría, pero tengo mucho trabajo y no quisiera molestarte.

Radamanthys no dijo nada más pensando por un momento.

—De acuerdo. Será esta noche, iremos con nuestros surplies en caso de que algo salga mal y, lo más importante, no me haré responsable por lo que vean o escuchen estando allá.

—Yo... no estoy interesado —dijo Lune de pronto muy consternado buscando como zafarse—. Gracias pero creo que no iré, como dijo el Señor Minos, tenemos mucho trabajo y reportes atrasados.

—Yo no tengo problemas —intervino Aiacos—, vayamos y veamos de qué trata todo eso. Estoy preparado para saber de que iba toda esta situación antes de que esa puerta se cierre para siempre.

—Me llevaré a Sylphide para que no seamos solo Aiacos y yo —indicó a Minos quien asintió sin más.

El camino hasta Sarnath desde la sexta prisión consistía en atravesar gran parte del desierto de Zar. La comitiva conformada por Radamanthys, Sylphide y Aiacos cruzo el borde un par de horas después, el elegido para atarse el hilo de la bobina mágica de Minos fue Sylphide y los otros dos se mantuvieron cerca de él en caso de tormenta de arena. En realidad, Aiacos estaba más emocionado de lo que quería aparentar siendo esa la primera vez que recorría el desierto con sus dunas negras y un cielo estrellado sobre su cabeza.

Sintió que caminaron por horas entre la interminable arena que se divisaba hasta donde la vista alcanzara cuando se vieron delante de la duna más alta de todas, literalmente tuvieron que escalarla lo que les llevó un buen rato hasta que, la arena empezó a ceder bajo sus pies haciendo que los tres se deslizaran desde lo más alto de la duna varios metros más abajo.

Parecían estar en un especie de tobogán interminable siendo detenidos por una pared de piedra la cual los frenó en seco ya que los tres se fueron de bruces contra ella.

—Hemos llegado —anunció Radamanthys señalando la enorme edificación frente a ellos.

Sarnath era un palacio en toda la extensión de la palabra, un fuerte amurallado de piedra gris al cual ingresaron cruzando un arco de piedra dejando ver el amplio interior. La construcción era alargada y se encontraba hasta el final de lo que pareciera haber sido un jardín principal. Las luces de la planta baja del palacio se veían desde su posición, se notaba que el evento estaba en su apogeo por lo visto. Sin perder más tiempo, caminaron hacía la puerta principal. Aiacos no sabía qué esperar ya que no había seres hostiles por ningún lado, realmente todo estaba desolado aunque adentro el ambiente prometía ser radicalmente distinto.

Dos hombres bien vestidos que usaban máscaras completas los recibieron amablemente permitiendo el paso a los tres sin cuestionarlos.

—Bienvenido juez —dijo uno de ellos educadamente hablando la lengua franca del mundo mortal invitándolos a entrar.

—¡Oh juez, Radamanthys! Es una sorpresa verlo aquí esta noche, bienvenido. Adelante la celebración de la noche de Walpurgis está por comenzar —el monje ofreció una reverencia exagerada y un tono de voz salamero y casi ridículo.

—Gracias, Ibid.

Aiacos observó al famoso monje de Sarnath con sorpresa. Era un ser de la mitad del tamaño que su colega y, de igual forma, iba ataviado con una máscara que no dejaba ver su rostro, aunque el juez de garuda observó su túnica minuciosamente pues esta parecía ser ceremonial de un color rojo intenso no dejando ver sus brazos ni nada de su piel.

Dejando de lado al monje, Aiacos quedó gratamente sorprendido por el lujo que había en ese sitio: arañas doradas, paredes en tonos claros, alfombra roja y velas aqui y allá iluminaron su camino desde el vestíbulo hasta el gran salón principal donde parecía llevarse a cabo el ritual sin saber con qué se encontraría. El ritual de la noche de Walpurgis había reunido a muchos invitados, todos parecían ser hombres que vestían elegantes trajes color negro, amplias y largas capuchas cubriendo sus cabezas y máscaras en sus rostros.

Todos miraban al círculo frente a ellos, el que estaba al centro del salón: eran mujeres, muchas de ellas, que también usaban largas capuchas las cuales dejaron caer mostrando sus hermosos cuerpos desnudos. Aiacos se turbó un poco observando que, tanto Radamanthys como Sylphide, estaban muy tranquilos como si para ambos aquello no fuera cosa del otro martes. No obstante para él, ver a una mujer desnuda de esa forma delante de cientos de ojos, no le parecía muy correcto. No dijo nada tan solo observando que las damas también llevaban sus rostros ocultos bajo decorados y exóticos antifaces llenos de plumas y encajes.

Una a una rompieron la formación circular buscando a su compañero de esa noche para compartir un intercambio de energía íntimo. De igual forma, los hombres no elegidos se iban retirando hacia los salones cercanos.

—¿Esto es todo el ritual? —inquirió Aiacos discretamente a Sylphide algo decepcionado.

—No, hubo una ceremonia pero nosotros llegamos tarde. Es una ceremonia muy solemne.

—Juez Radamanthys, buenas noches —una de ellas, una joven alta desnuda completamente y de graciosas curvas se aproximó a los tres dibujando una sonrisa en sus labios pintados de rojo—. Es una sorpresa verte en la noche de Walpurgis, pensé que jamás volverías a poner un pie en Sarnath.

—¿Por qué estás aquí, Hester? —pregunto el wyvern molesto.

—Hay que aceptar la invitación de vez en cuando. Se nos convocó a petición de los invitados de esta noche. Pero, si te soy honesta, preferiría pasarlo contigo y no con ellos, no me gusta el pescado, sabes.

—Lo sé pero tengo compañía esta noche —respondió en voz baja señalando a sus dos acompañantes tímidamente.

—Oh ya veo, no deberías preocuparte por ese par de niños grandes. Seguro estarán bien sin ti por un rato —la joven lo tomó de la mano conduciendolo a las escaleras más cercanas.

—¿A dónde va? —preguntó Aiacos sorprendido y algo preocupado.

—No te preocupes por él, estará bien. Vamos a recorrer el palacio.

Se olvidaron de Radamanthys yendo despacio al interior del magnífico palacio ricamente decorado pues, cada salón era de un color y estilo diferente al anterior. Así ambos espectros observaron el lujo que los rodeaba acompañados por el intrigante espectáculo pues, en cada salón, se veían parejas sin ropa teniendo relaciones aqui y allá dejando al juez de garuda sin habla y sumamente incómodo al respecto.

Además había otro detalle. En cada salón por donde cruzaban se percibía un penetrante olor a pescado que comenzaba a ser muy molesto. El juez de garuda trataba de no mostrarse descortés ante semejante peste, pero no podía a pesar de que intentó enfocar su atención en los decorados moriscos y rococó que había en un salón y otro, así como en las arañas y el empapelado de colores.

Aunque no había un sitio donde posar su mirada ya que si no habían personas sin ropa de un lado, las había del otro.

—Te veo muy cómodo en medio de todas estas orgías —susurró al oído de su acompañante.

—He visto esto un par de veces, sabes —respondió Sylphide sin darle más importancia—. La primera vez es desconcertante, pero conforme te acostumbras solo tomas asiento en un cómodo sillón y los observas.

—Pero, todo esto es tan... repulsivo además todos estos hombres tienen algo extraño en la piel, es como escamosa. Como si no fuesen hombres normales.

—No lo son —Sylphide lo observó fijamente por unos segundos—, todos ellos son los hombres del mar. Los habitantes de Innsmouth —Aiacos lo observó sin entender como esperando más información—. Son hombres del mar, ¿entiendes? Son peces con forma de hombre básicamente, no querrás verlos sin máscaras porque son realmente horrendos.

El juez de garuda estaba apunto de vomitar lo que había ingerido los últimos dos días conteniendose ya que, delante de ambos apareció una bella mujer rubia, de hipnóticos ojos azules, sonrisa amplia y sin labial rojo. Iba sin ropa justo como las demás.

—Sylphide, que sorpresa. Hace tanto que no te veía por aquí —dijo en voz melodiosa aunque su tono de voz era más grave que el de la joven que se llevó a Radamanthys—. ¿El juez Minos también los acompaña esta noche?

—Buenas noches Keziah. Minos no está con nosotros, me temo que tuvo mucho trabajo y se quedo en casa.

—Es una pena escuchar eso, me habría gustado charlar con él sobre algo importante. Por cierto, ¿quién es tu amigo? No lo había visto aqui antes —pregunto dedicando una mirada pícara al apenado juez de garuda quien se turbó al observar como ella lo miraba fijamente.

—Es un juez nuevo, tiene poco con nosotros —respondió Sylphide diplomático—. Escucha, si deseas hablar sobre algo, soy todo oídos.

—Vamos al pasillo por un momento.

Los tres salieron al pasillo desolado más cercano ya que aquella mujer necesitaba hablar de manera confidencial. Aiacos la observó con calma algo contrariado ya que, según sabía Keziah, la hechicera de Innsmouth, era una señora mayor, una ancianita. En cambio, la persona delante de ambos era una mujer exuberante de belleza hipnótica. ¿Sería otra de las condiciones del ritual de esa noche? La belleza de esas mujeres y su voluptuosa sensualidad podría ser una ilusión para complacer a los hombres del mar y a ellas mismas.

—Imagino que el poder de la última invocación ha llegado hasta los muros del Inframundo —comenzó a decir Keziah muy seria aunque sonriente—. Pensé que Minos sería el primero en cruzar el muro para echarme en cara eso.

—Bueno, él y todos nosotros sabemos que te invocan los hombres mortales: Curwen, Ward y otros. No es como que tu causes tanto caos por gusto propio.

—Me ha contactado un hombre llamado Walter Gilman, de Salem, desde hace varias noches ha usado la alquimia para buscarme a través de sus sueños y quería acercarme a Minos y charlar con él sobre esto. Llevo siglos huyendo de los hombres mortales como para que aparezca otro y me arruine esta década.

—Keziah —indicó Sylphide con calma—, sabemos que eres una hechicera dimensional y tienes poderes extraños, ¿por qué no te deshaces de este pegándole un buen susto en su casa? —la joven sonrió al comentario.

—El secuestro a una de mis criaturas, uno de mis roedores especiales y lo quiero de vuelta. Podría subir al mundo mortal esta noche y darle su merecido, pero lo que no quiero es responder a ese llamado. Minos me confió en alguna ocasión que para ustedes es más fácil ir allá y él tiene jurisdicción en la tierra a la que Mnar está vinculado.

—Entonces solo quieres ayuda para recuperar a tu ratón, ¿qué sucederá si el ratón se queda allá arriba?

—Se comerá al mortal y menos podré recuperarlo. Sabes bien el valor que los animales mágicos tienen en este mundo, no puedo permitirme perderlo y tampoco puedo impedir que los mortales me invoquen. Ni siquiera sé por que tengo semejante fama entre ellos, supongo que asi son los hombres, mientras más te niegas más que buscan.

—Bien... escucha, podríamos apoyarte si esa invocación se vuelve un problema para nosotros. No podemos andar libremente por ahí.

—¿Ah no? Y tú ¿podrías quedarte libremente esta noche? Creo que sería mejor estar contigo que con los hombres Del Mar, detesto el pescado.

—Escucha... —Sylphide tomó aire antes de responder mientras Aiacos notaba como, claramente, deseaba aceptar la propuesta.

Estaba claro que el Basilisco y la hechicera se conocían muy a fondo. Y pensar que Sylphide llevaba solo treinta años en el Inframundo y ya se conocía mucho de ese mundo.

—No puedo quedarme esta noche, además estoy esperando a otro colega.

—¿Te refieres al juez que Hester se llevó? No creo que lo veas por el resto de la velada. Además me gusta lo qué haces con tus manos, pensé que Minos era bueno pero tú lo superas.

—Si lo sé... es decir, puedo volver después y buscarte en tu cabaña.

—¿Irás hasta Innsmouth a verme?

Radamanthys apareció por el pasillo aclarándose la garganta observando a los tres.

—Buenas noches Keziah.

—Juez, que gustó verte.

—¿Es cierto que otro mortal anda molestando?

—Si, es cierto —respondió la joven puntual—. Hester me dijo que también la está fastidiando. Se robó a una de mis criaturas.

—Bien, solo eso necesitamos saber. Nosotros iremos de regreso, Sylphide si quieres quedarte, adelante.

Aiacos y Radamanthys regresaron al Inframundo analizando la información que tenían al respecto. Se trataba de un mortal llamado Walter Gilman de Salem, este tenía en su poder una de las criaturas de Keziah, es decir un token, con el que podría llegar a ella o a cualquier hechicera y desatar otra invocación desastrosa.

—¿Crees que deberíamos preocuparnos por esto? —preguntó el Wyvern a Minos horas más tarde— La venida del Señor Hades está cercana, las barreras se restaurarán. No creo que esto pase a mayores, los alquimistas modernos son una burla y no creo que ocurra nada malo.

—Puede que tengas razón, aunque solo buscaría a ese sujeto para salir de la duda. Los animales mágicos de Keziah son aterradores y se que pueden cuidarse por sí mismos aunque, si ella no quiere subir por su rata... yo no se la llevaré.

—Debiste ir con nosotros anoche. Divertirte te habría venido bien y más ahora que tenemos el acuartelamiento a la vuelta de la esquina.

—Es cierto, son casi 17 años de acuartelamiento antes de la gran guerra Santa. Ahora entiendo porque aceptaste la invitación de la hechicera que te conoce. ¿Estás consciente de que, después de que el señor Hades renazca, jamás volveremos a saber de ellas ni de esa tierra?

—Yo lo estoy, la pregunta es ¿tú estás consciente?

—Se acabó la alquimia, los viajes a ese mundo extraño y todo lo que conocemos de el. Debo reconocer que todo esto ha evitado que me vuelva loco —Radamanthys lo observó condescendiente ya que para él también había sido un escape del encierro y la soledad—. Iré a Salem a buscar a ese sujeto y le llevaré a Keziah su horrible ratón. ¿Podrías quedarte a cargo mientras no estoy?

—Por supuesto.

Minos llegó a Salem un par de horas después sintiendo la ola de una invocación reciente. El lugar de origen era una casa de huéspedes, según supo por los vecinos aquel sitio era para estudiantes en su mayoría. Al llegar al lugar, encontró que la policía cercaba el edificio viendo como una ambulancia estaba frente a la entrada del inmueble.

—¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó el grifón a uno de los tantos curiosos que estaban ahí.

—Un estudiante murió, dicen que se lo comieron las ratas de esa casa.

—¿Las ratas?

—Si, dicen que el lugar tiene problemas de plagas o algo así.

—Gracias —Minos observó aquella coincidencia con algo de gracia—. Los animales mágicos ya cobraron su venganza.

Fue así que, entre la gente, notó a una rubia particularmente llamativa que tenía un animal entre las manos. Parecía ser un roedor desde esa distancia. Minos se aproximó con pasos rápidos confirmando que era la misma Keziah en persona.

—Juez Minos, no pensé que estarías aquí. Siempre has detestado a mis roedores.

—Yo también pensé que no subirías. Solo vine a confirmar que todo está bien.

—¿A confirmar? —respondió la joven sonriente.

—Si, a autoconvencerme de que la alquimia ya no es lo que era hace 200 años. Ahora parece una burla barata. Este sujeto Walter Gilman, era otro estudiante universitario al que el experimento le salió mal.

—Ojalá pudiera decir que la magia se ha vuelto una burla barata, pero nosotras estamos obligadas a responder al llamado de una forma u otra.

—No podrás responder a mi llamado —respondió triste.

—Claro que si, aún si las barreras de tu mundo se cierran. Solo ven al mundo mortal y llámame. Sabré que eres tú y subiré a visitarte.

—De acuerdo, ¿te acompaño a casa? Así podrás explicarme con detalle por qué te hiciste de tan mala fama entre jóvenes estupidos como este que murió.

—Ya conoces el dicho, crea fama...

.

El inframundo

1973

El alma del señor Hades renació de acuerdo a los pronosticado, un ligero temblor se sintió en toda la tierra siendo el indicador de que sus fronteras habían sido restablecidas.

—El muro se ha reconstruido —decía Minos a la congregación de espectros reunidos ahí—. Como saben, el secreto de todo lo que ocurrió estos dos siglos es esencial. La puerta hacia Mnar se ha cerrado para siempre y no debe hacer ni un solo registro al respecto. ¿Quedó claro? Bien, es momento de preparar la guerra Santa.

Antes de volver al salón del trabajo, Minos contempló la zona reconstruida del muro por unos momentos deseando que algo extraordinario ocurriera que lo derribara de nuevo.

.

FIN

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*Notas: Estuvo muy largo pero debía contar muchas cosas. Aqui mezcle otros relatos como los fueron "La máscara de la muerte roja" de Poe y tome prestado un personaje de "La letra escarlata" de Hawthorne. Espero que este producto de las drogas duras les haya gustado.

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