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La invitada de Mr Warwick, p2

La invitada de Mr. Warwick


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La noche paso sin novedad para ambos, Warwick estuvo largo rato analizando la carta que estaba por redactar porque, lo cierto era que, la presencia de Frau Heinstein lo inquietaba ya que no estaba seguro de que tan lejos podría llegar esa mujer en su ambición de querer volverse sirviente de un dios que no estaba próximo a renacer considerándola inutil, siendo honestos, y lo tenía ya consternado desde hacía tiempo.

Frau Heinstein, descendiente de la joven Pandora y sirviente del dios Hades, lo había buscado desde hacía tiempo para pedir, casi implorar, que la dejara formar parte de las filas del dios. Ella misma fue hasta Warwick Manor exactamente dos años atrás llamando a la puerta pidiendo ver a Radamanthys en persona. Él jamás se imaginó que Pandora hubiera documentado su domicilio en alguna carta, pero así fue, ya que de otra forma Frau Heinstein jamás habría dado con él.

—Y hela aquí —se dijo girando sobre su cama por tercera vez —, insistiendo por un tema que no puede ser aún. No, en realidad se trata de una fugitiva que huye de sus captores por haber cometido algún crimen de alto perfil —observó la bujía encendida mirando detenidamente como la flama bailaba en el pabilo—, tan solo vino aqui a esconderse aprovechando el viaje de su esposo.

El la visitó en el Castillo Heinstein hacía no mucho siendo recibido con todas las comodidades que se pudieran dar a un cansado viajero. En aquel entonces Frau Heinstein acaba de contraer matrimonio con su actual marido, el tercero luego de enviudar dos veces, y apenas lo vio supo que aquel pobre desdichado acabaría igual que sus antecesores: su esposa se encargaría de este o alguno de los criminales que tenía por hermanos.

—Una familia tan despreciable es la benefactora de un pueblo entero —se dijo en aquella ocasión mirando por la ventana de la amplia estancia donde esperaba a su anfitriona esa noche, obvservando los negros nubarrones y algunos rayos que se dejaban ver por la lejanía anunciando una tormenta—. Este mundo si que es una burla aunque estaré encantado de juzgarlos apenas lleguen a las puertas del inframundo.

Ella misma lo había revelado. Uso esa mala fama como carta de presentación tratando de impresionarlo esperando lograr sus favores como si Mr. Warwick fuera una especie de deidad que concede deseos a criminales como ellos.

Los diarios locales hablaban sobre las constantes desapariciones de sus habitantes o bien de los visitantes o viajeros que iban de paso, Radamanthys no tenía que ser detective para darse cuenta de que esas desapariciones no eran producto de la casualidad y, menos, del asesino en serie que tanto se nombraba en los diarios alemanes tapando la realidad. Una realidad en la que los Heinstein eran una familia de homicidas que hacían lo que les venía en gana con el poblado bajo su castillo.

—Me alegra que se haya tomado un tiempo para visitarme —Frau Heinstein entró en la estancia vestida tan recatadamente como cualquier mujer de su posición, llevando el cabello recogido incluso—. Se que este lugar está lejos de su natal Inglaterra y aprecio el esfuerzo por venir aquí.

—Salir de casa, de vez en cuando, es bueno para la salud. No me molesta conocer lugares nuevos y diferentes. Le agradezco la invitación a su casa y me gustaría saber el motivo de esta.

—Es para mostrarle esto. Si mal no recuerdo, aquel día que lo visité en su residencia, un año atrás, usted no me creyó cuando le dije ser descendiente de la mujer que sirvió al dios Hades así que aquí tengo los documentos que lo respaldan.

—¿Cómo dice? —la miro sorprendido tratando de mantenerse ecuánime.

Ella llevaba una serie de cartas apiladas sobre una bandeja y sujetas con un cordón que Warwick examinó cuidadosamente encontrándose que la caligrafía desordenada de Pandora estaba en cada folio, la ancestro de Frau Heinstein había mandado varias cartas a su hermana quien habitaba en una ciudad lejana del castillo narrando la batalla Santa con lujo de detalles. Según este analizó su anfitriona era descendiente por la línea de esa hermana.

—Los Heinstein tenemos todos estos registros y hemos buscado la caja maldita durante mucho tiempo sin éxito.

—¿Por qué desean abrir la caja, Frau Heinstein? —pregunto sin entender lo lejos que esa mujer deseaba llegar.

—Queríamos obtener los beneficios que nuestra ancestro tuvo, ver a los dioses gemelos y que estos nos den el poder que nos falta para seguir en nuestra privilegiada posición.

—Ustedes son nobles, no necesitan ningún apoyo extra —indicó molesto por ese intento de abuso de poder—. Es innecesario que la busquen pues aun faltan más de cien años para que aparezca por sí misma. Según sé, más o menos pasados unos diez u once años luego de la batalla ese mismo objeto desaparece así que no la encontrarán por ahora. Le pido que pare con esto —respondió molesto.

—Es una pena escuchar semejante revelación —en su voz se dejaba ver una clara muestra de enfado levantándose de la silla repentinamente—, hemos invertido tanto tiempo en su búsqueda —añadió frustrada.

—¿Por qué no me dice el motivo real de semejante obsesión? —la miró con gravedad sin dejar de leer rápidamente cada carta— ¿Es el poder acaso? Si es así, puedo entenderlo.

—Imagine lo poderosos que seríamos los Heinstein en Alemania si sirviésemos a una causa elevada, servir a la corona no es suficiente. Yo quiero más. Estar bajo el mando de un dios antiguo y magnánimo es el deseo que tengo desde que encontré esas cartas.

Warwick no la escuchaba pues deseaba localizar alguna referencia suya en las cartas encontrándose con bastante información ya que Pandora no dejaba de mencionarlo, de describirlo, y de hablar sobre aquella turbulenta relación que tuvieron en su momento. Se avergonzó al leer todo eso puesto que, pensaba que, había sido algo privado pero estaba plasmado del puño y letra de la caprichosa joven y era del conocimiento de toda esa familia.

—Por todo esto es que esa mujer tiene tanto interés no solo en Hades —se decía ya volviendo su mente al presente—, lo de Pandora debía ser un secreto. Continuo sin entender por qué lo tenía que divulgar por escrito.

Había pasado por alto brevemente que esos detalles los tenía su visitante en diversos documentos en su casa.

No era mentira que él no quisiera tener romances con las muchas mujeres que solían acercarse en sus breves visitas al mundo mortal, sin embargo ninguna había logrado conmoverle tanto como Pandora, ni siquiera las mujeres con las que había estado en su vida previa a la de ser un juez pues ella resaltaba sobre las demás por mucho. Había tanto en aquella dama que no podía olvidar, no obstante, al ser solo una mujer mortal su tiempo en la tierra de los vivos era limitado. Luego de 137 años no había podido dejarla atrás. Ninguna otra podría manchar su recuerdo no importaba cuanto tiempo pasara ni cuantas Frauen Heinstein llegaran a su casa presentándole documentos u otras evidencias. Solo había flaqueado por una sola mujer y con eso era suficiente.

Ya más resuelto se quedó profundamente dormido unos minutos después sin embargo, su descanso solo duró unas pocas horas por lo que decidió levantarse apenas el sol se dejara ver por el horizonte. Había un escritorio en esa misma habitación así que solo fue necesario tomar papel, pluma y tinta para comenzar a redactar una carta que necesitaba enviarle a un primo segundo quien vivía varias ciudades más al oeste.

En esa carta, Warwick, le expresa la necesidad de que este fuera a la residencia para ocuparla cuanto antes siendo libre de traerse a toda la familia que considerara necesario pues dadas las circunstancias, y la inesperada muerte de los parientes que ahí vivían, era importante que la casa no se quedara sola pues había que cuidar la residencia y no tenía tanto dinero como para permitirse una ama de llaves recurrente. No deseaba matar a esa familia en cuestión pues era importante que más miembros fueran naciendo y creciendo, si todos morían en un lapso de tiempo breve resultaría sospechoso. A diferencia de los Heinstein, él debía ser discreto por el bien de su secreto.

Aún no terminaba de escribirla cuando el rostro de Pandora se asomó en su recuerdo, nuevamente estaba ahí la cara de la hermosa joven de piel blanca como la leche y cabellos negros como la noche, cuyos amores solo él podía disfrutar ya que era invitado frecuente en su alcoba y de las tantas confidencias se hacían el uno al otro; sin embargo, el saber que todo eso estaba plasmado en papel y a la vista de toda una familia lo hacía sentir francamente traicionado.

La voz de la joven aún se oía fuerte y clara en sus recuerdos.

—¿Qué es lo que escribes con tanta prisa? —ella estaba recostada sobre la espalda de él usándolo como escritorio mientras deslizaba la pluma sobre un pergamino— ¿y a quién?

—Eso es un secreto... —respondió en voz baja mordiendo sensualmente su dedo meñique sin soltar la pluma— Ya sabes que gusto de escribir largas cartas a mi hermana.

—Debes tener mucho qué decir —respondió sin interés tan solo esperando que se diera prisa en tan tediosa actividad y reanudaran lo que dejaron pendiente.

—Si, así es pero creo que puedo posponerlo por un par de horas —se levanto para dejar la pluma y el pergamino en la mesa más cercana mirando a su amante desde el frente de la cama.

Pandora sentía como aquel hombre llamado simplemente Radamanthys la miraba con deseo y lujuria. Ella estaba cubierta por un largo camisón que, a la luz de las velas, marcaba su voluptuosa silueta por debajo mientras la prenda caía por uno de sus hombros descubriendo su suave piel.

—Ven aquí —le ordenó con voz baja sin dejar de mirarla, sin que el deseo de hacerla suya otro par de horas más lo dejara un segundo siquiera.

Pandora se recostó a su lado acariciando el rostro del juez, apreciando con sus dedos lo afilado de su rostro, sus ojos ámbar y su semblante duro. No era normal que una humana pudiera relacionarse con uno de ellos, solamente alguien bajo el embrujo de Hades era capaz de yacer con alguno de los jueces y ella estaba bajo esa misma influencia desde que fue elegida como asistente del siguiente huésped del dios. Así que mientras llegaba ese momento aprovechaba para pasarlo bien con él.

Esas escenas aún estaban frescas en la memoria del juez, a pesar de que ya hubiera pasado más de un siglo; la voz, las caricias y el abrazo de la joven estaban presentes en sus recuerdos. Pero, a diferencia de Pandora, Frau Heinstein no le despertaba los mismos sentimientos, no estaba bajo el mandato del dios y solo era una mujer mortal y corriente que únicamente tenia deseos de poder ilimitado. Radamanthys estaba seguro de que, aunque esa mujer fuera asistente del dios, no le despertaría pasión alguna.

El mayordomo entró a la habitación tras llamar a la puerta y fue recibido por su amo quien le mostraba un sobre cerrado.

—Has llegar esto a la oficina postal más cercana, necesito que sea enviada cuanto antes.

—Por supuesto.

—¿Se ha despertado ya Frau Heinstein?

—Aún no, amo Warwick —tan solo asintió con la cabeza indicando que fuera a dejar la carta y volviera enseguida—. Como ordene.

Permaneció unos minutos más sentado delante del escritorio con el rostro de Pandora en mente, había pasado mucho tiempo sintiendo el peso de su ausencia sin querer llenarlo de ninguna forma, en parte porque solo podría ocupar alguien bajo el mando de Hades y, por otro lado, por no conocer a nadie que pudiera satisfacerlo. No quería que alguien lo tratara de atar por fuerza.

Minutos más tarde, ya estando listo para comenzar el día, desayunó en la biblioteca de la casa acompañado por Frau Heinstein, quien ahora llevaba puesto un vestido color marrón y el cabello solo sujeto con un medio moño.

—Me gustaría reanudar nuestra charla de ayer —le dijo mordaz—, te escapaste sin responder a mis preguntas.

—Aún no deseo responderte, Mr. Warwick. No es algo placentero para discutir durante el desayuno, ¿podemos hablarlo más tarde?

—Lo discutiremos mientras damos un paso por los alrededores de la propiedad, antes del té, si te parece.

—De acuerdo —ella lo miro con esos ojos que lo incomodaban, no había quitado el dedo del renglón y no pensaba hacerlo.

Estaba obsesionada. La mente de Radamanthys viajo al momento de aquella visita al Castillo Heinstein cuando la mujer le presentó las cartas atadas, en el momento en que él preguntó por qué tanta insistencia, qué obsesión vivía en la mente de esa mujer. Sin embargo, en ese momento como ahora, no recibió ninguna respuesta que dejara ver intensiones más allá de la sed de poder.

Esa noche ella cambió la conversación hablando de lo mal que estaba el clima y las habladurías del pueblo que los involucraban como familia pero no dijo más.

—Sé que a Ustedes los ingleses, les gusta hablar del clima todo el tiempo —indicó con calma—. Hablemos del clima si lo prefiere.

—Preferiría que respondiera mis preguntas pero, por respeto a Usted, lo dejaremos por ahora. Hablemos del mal clima —accedió a seguir la evasión.

Al final del día, solo era una mortal ambiciosa como otros tantos que había conocido en el pasado, hombres y mujeres, que solo deseaban el poder de Hades sin entender todo lo que ello conlleva. La maldición que era el ser inmortal sin gozar de una gloria real sino basada en las promesas de un dios que había perdido un enfrentamiento tras otro desde la antigüedad arrastrandolos a la miseria con él. Viéndolo de esa forma Frau Heinstein no ocultaba ninguna otra razón real detrás de su silencio.

Aquella mañana mientras desayunaba en compañía de la dama se preguntó si, en algún momento, aquella maldición terminaría. No obstante desechó aquel pensamiento pues sabía que cosas así podrían llegar a los oídos del inframundo no importando que fueran solo pensamientos. Al terminar los alimentos ambos salieron a recorrer la propiedad unos minutos y caminar aprovechando que hacía buen clima y estaba soleado como raras veces.

Warwick Manor era una residencia bastante amplia ubicada en las afueras de la ciudad, lejos de la gente y el bullicio del campo. Estaba separada del camino por largo sendero por donde pasaban los carros hasta la puerta principal. El edificio alargado de dos pisos era de ladrillo rojo y techo teja marrón por donde se abrían paso cuatro altas chimeneas, una en cada esquina de la casa, dejando ver entre una y otra una larga fila de ventanas. Y, en el centro de la planta baja, la enorme puerta principal.

Ambos caminaron por la parte de atrás en silencio. Warwick notaba como ella hacia un gran esfuerzo por mantenerse ecuánime, por no soltar de su pecho todo lo que pensaba de sus constantes rechazos pero estaba por quebrarse, él debía aprovechar esa oportunidad y hacerla hablar. Sacarle toda la verdad.

—Es momento de que me digas lo que quiero saber —dijo él sin miramientos.

—Ya conoces mis intenciones.

—Tus ideas equivocadas te llevaran a la ruina, como ya he mencionado antes, ser el sirviente de un dios no es garantía de éxito financiero o poder ilimitado. Es momento de que elimines esos pensamientos de tu cabeza.

—Dices eso porque no has sabido sacar el suficiente provecho de tu situación. Si te unes a mí, seremos imparables —replicó ella lanzando una mirada feroz—. Nada en este mundo será un límite, haremos lo que queramos por siempre.

—No querida amiga, estás muy equivocada. Yo también pensé eso hace mucho pero... heme aqui. No soy el rey de ningún país, no ostento corona alguna, solo soy un pobre vasallo dueño de nada.

—Deja de rechazarme —dijo al fin molesta tomándolo por el cuello de la chaqueta—. De nada me ha servido buscarme maridos inútiles que no saben más que de dinero y negocios. Este último no es diferente de los demás nobles que se han cruzado por mi camino.

—Y por eso acabará muerto, ¿verdad?

—Indudablemente más adelante ese será su final. ¿Ves como no somos diferentes? Tu asesinas familia y yo esposos.

—¿Y qué impediría que terminases matándome si me matrimoniara contigo? —la miro inquisitivamente, si ella operaba de ese modo, ¿que haría de él una excepción?— Siguiendo tus acciones no veo en que me diferencio del esposo que desprecias.

—Él no tiene tu poder, ni tu portentosa estampa. Nada remarcable. Es una persona que tiene más de ordinario que cualquiera que hayas conocido.

Al escucharla expresarse así de su cónyuge más le apuraba que esa carta llegara pronto a su destino y los daguerrotipos pendientes fueran entregados a la residencia. De verdad que solo deseaba marcharse de ahí cuanto antes y no darle a ella motivos para quedarse más días, lo que la haya hecho ir hasta allá no era problema suyo y debía ser la misma Frau Heinstein quien lo resolviera.

—Un crimen de alto perfil —comenzó a decir pausadamente—. Uno de mis hermanos se propaso con la prometida de un conocido noble, alguien cuya influencia podría hacerlo desaparecer en cuestión de minutos. Mi hermano dejo el castillo al anochecer luego del terrible suceso, luego de hacer que la servidumbre limpiara el desastre y se deshiciese del cuerpo. En cosa de un día nos llego una carta intimidante, yo no tuve nada que ver por supuesto sin embargo al haberse cometido el acto en nuestra casa no hubo más remedio que marcharse ya que el noble seguramente mandaría a su gente para tratar de ajustar cuentas.

—Ya veo.

Ambos se detuvieron por un momento entre los arbustos.

—Esa es la razón por la que vine a verte. Estuvo mal involucrarte en esto pero no tuve a nadie más a quien recurrir.

—¿Qué harás en cuanto yo deba irme de aqui? Como sabes mis estadías son cortas así que no estaré mucho tiempo, ¿qué harás en ese momento?

—Iré a Londres con mi marido, si no tengo otra opción. Él está al tanto de lo ocurrido y sabe que no podemos volver a casa estos días así que se ha procurado una estancia adicional en Hannover y es posible permanezcamos allá una temporada.

—Vaya problema que se ha buscado tu hermano, Frau Heinstein. Y, ya pensando un poco en tu situación, creo que no solo has venido a verme por casualidad ni amabilidad. Veo que buscas mi protección, ¿me equivoco?

—La protección que solo puede dar el sirviente de un dios a la descendencia de la ancestro que le sirvió —respondió con un ligero tono de súplica.

Sintió lástima por ella, no había entendido nada. No dijo más tomando asiento en un banco de piedra que estaba a pocos pasos sacando su cigarrera, bien podría decirle que sus problemas no eran de su incumbencia y lo que ella hiciera poco le importaba pero, encontró una alternativa mejor: divertirse con la mujer, torturarla un poco, quizás, antes de marcharse. Qué importaba que le odiara por siempre. Encendió un cigarrillo sin dejar de pensar en cómo desquitarse.

En ese momento Warwick alzó la mirada para ver algo por encima de la cabeza de su invitada, algo revoloteaba cerca de ellos sin que ella lo notara. Un ser pequeño y brillante cual arcoiris iba de aquí para allá agitando sus pequeñas alas cual mariposa.

—Un hada del inframundo... —pensó— vigilan mis movimientos y esperan, dentro de muy poco, mi regreso.

—¿Sucede algo? —ella tomo asiento a su lado mirándolo con aprehensión.

—Me temo que, dentro de un par de días deberé marcharme. No podrás permanecer aqui en mi ausencia. Vete a la ciudad pues allá espera tu marido.

—No me iré sin haber conseguido algo de ti.

—No conseguirás nada —esbozó una mueca—, carezco de algo para ofrecerte.

Frau Heinstein no dijo más cerrando los puños con fuerza por encima de su vestido, bien se anticipaba él a que la mujer intentara algo impulsivo, sin embargo estaban en la casa de él, si ella quisiera cometer algún crimen no podría salir de ahí invicta. Radamanthys tenía a su fiel sirviente observando los pasos de Frau Heinstein sin que esta lo notara. No se trataba de un mayordomo común y corriente sino uno de los espectros del inframundo que lo asistía de cerca mientras el juez estaba en su templo Caína y que, tomaría las medidas necesarias, si algo malo llegaba a pasarle a su benefactor.

—Amo Warwick —ambos observaron que el mayordomo se acercaba con paso rápido por el camino desde la casa—. Han venido a notificar que sus daguerrotipos estarán aquí mañana temprano.

—Que excelente noticia —respondió esbozando una sonrisa, aquel aviso era realmente oportuno—. Hay que preparar la partida apenas el mensajero del estudio fotográfico llame a la puerta —indicó, el mayordomo hizo una reverencia marchándose de ahí.

—¿Entonces es un hecho que partirás mañana mismo? —la mujer lo observó con reproche.

—Así es, mi tiempo en el mundo mortal es limitado. Debo atender mis propias obligaciones.

—¡Siendo así llevame contigo!

—¿Qué dices? —la miro con ojos furiosos— De ningún modo, no perteneces allá. Aún no. Te pido que pares, esto es... penoso.

—No quiero ir a la ciudad ni volver al Castillo Heinstein pues allá no hay más que deshonra y problemas. El inframundo es el mejor sitio para una persona como yo.

Warwick no dijo nada, se limitó a ponerse de pie luego de consumirse el cigarrillo para volver a la casa apresurando el paso. Aquella plática estaba tomando tintes más bien sombríos en los que no deseaba ahondar, no obstante su invitada no iba a cambiar de tema, no ahora que ella se sentía más cercana a su objetivo.

Frau Heinstein presionaría hasta obtener una respuesta favorable para ella.

—Haré que te traigan un carro —indicó serio—. Es momento de que te marches a Londres.

—No me iré aun —lo tomo de la mano guiándolo hacia las escaleras decidida a llevarlo a su habitación y, solo hasta entonces, accedería a irse—. Me marcharé más tarde si así lo deseas.

Radamanthys supo que tenía dos opciones: deshacerse de ella ahí mismo o seguirle el juego hasta donde quisiera llegar. Espero un poco antes de decidir siguiendola escaleras arriba. Como supuso la joven lo guió hasta su habitación, la pieza destinada a los huéspedes y cuya ventana daba al camino principal. Tras correr la cortina y cerrar la puerta él se quedó ahí de pie, esperando.

—No cesaras en tus intentos, ¿verdad? —pregunto con calma observandola mientras en sus ojos se dejaba ver un brillo escarlata.

—Ya puedes imaginarlo, te haré lo que desee por las malas pues no accediste a mis demandas de buen modo —se recargo en su pecho esperando escuchar algo al otro lado.

Nada. El corazón de este no latía o sus palpitaciones eran tan leves que pasaban inadvertidas.

—No escucho tu corazón... —indico ella en un hilo de voz.

—No lo escucharás, ni hoy ni mañana, ni nunca —la tomo de los hombros arrojándola con fuerza a la cama —mi corazón dejó de latir hace mucho tiempo.

Esta vez ella lo miraba con terror, el miedo estaba presente en sus ojos violáceos y estos suplicaban que se detuviera aunque su voz no saliera de su garganta. Estaba a punto de ahogar un grito cuando Radamanthys se quito la chaqueta con rapidez para arrojarse sobre ella violentamente.

—¿Esto es lo que quieres?

—Si... —respondió con dudas pues ya estaba donde ella lo quería.

—Bien, siendo así —la miro con sed de sangre, sus ojos rojos ardían por el deseo de ver correr la sangre de la mujer. Solo bastaría invocar el surplice del Wyvern y usarlo para abrirla en canal desde el cuello hasta donde empezaban las piernas.

No obstante, algo lo hizo detenerse en seco, observándola con detenimiento recorrió con su mano el camino desde su cuello hasta su vientre. Fue ahí que lo noto, la verdad estaba tan clara como la visión que se dejo ver en su cabeza: de Frau Heinstein nacería la línea de descendencia hasta la siguiente Pandora, hasta la próxima sirviente de Hades por lo que no debía matarla sino dejarla vivir para que todo siguiera su curso.

—Tu esposo ha hecho bien su trabajo —respondió con regocijo apartándose de la joven.

Se levantó de la cama para ponerse la chaqueta y descorrer las cortinas.

—¿Qué quieres decir? —preguntó en un hilo de voz.

—Tendrás un hijo suyo dentro de poco —respondió quitando el paño del espejo para reacomodarse la ropa.

—Eso no puede ser posible... él solo me tomo una vez —ella no cabía en su sorpresa tocándose su vientre una y otra vez—. No puedo tener un hijo suyo, ¡no!

—Será así y, te advierto, que deberás dejarlo nacer y seguir su camino pues, como te mencioné ayer por la noche, será una descendiente tuya quien tome el puesto de asistente del dios Hades. Esto es una advertencia y obedecerás.

La sentencio con sus ojos fríos y feroces sin esperar una respuesta.

—He ahí la línea de descendencia que llegará hasta ella —la señaló con su largo dedo índice—. No puedo correrte de mi casa por hoy así que pasarás aqui la noche y, mañana temprano, llegará el carro que te llevará a donde le indiques.

—Espera...

—Te veré a la hora de la cena —salio cerrando la puerta tras de sí ya que había tenido suficiente de Frau Heinstein por ese día.

Se retiró a la biblioteca para beber un poco sin dejar de pensar en lo que vio en su mente apenas puso un dedo sobre su invitada. Era la silueta de una mujer sin duda, de la persona que tomaría el lugar como "nueva Pandora" aunque no hubiera visto su rostro supo que era ella. El ciclo de la vida seguía su curso y vería la luz dentro de 110 años. Miro el escudo familiar en la pared esperando que la gloria le sonriera en la siguiente guerra Santa.

Tomo asiento delante de la mesita y bebió hasta vaciar la botella de whisky.

—Amo Warwick —la voz del mayordomo llego hasta su cabeza para sacarlo del dulce sopor en el que se encontraba desde hacía varias horas—. La cena ya está servida.

—¿Eh?...

Al abrir los ojos noto que se había quedado profundamente dormido sobre la mesita, había fumado y bebido bastante por lo visto ya que el vaso estaba volteado y la botella en el suelo. La habitación estaba en penumbra y una lluvia furiosa se escuchaba afuera.

—Frau Heinstein ya lo espera en el comedor.

—Enseguida voy...

La cena no se antojo apetitosa en lo absoluto pues sentía el estomago revuelto por solo ver la carne fría sobre el plato acompañado de patatas y pan negro. La cabeza le daba vueltas ligeramente.

—Bebiste demasiado —indico ella indiferente.

—Si, creo que me sobrepase.

Cruzó la mirada con la mujer por un momento encontrándose con su fría indiferencia dejando claro que, todo el plan que esta pretendía llevar a cabo quedó completamente arruinado tras la sorprendente revelación de que la familia Heinstein esperaba un heredero por parte de ella. Ambos cenaron en silencio.

—Todo está listo para mi partida —continuó—. ¿A qué hora llegará el coche?

—Alrededor de las nueve, me parece —el sopor dejado por el exceso de alcohol comenzaba a pasarse pues ya podía articular palabras con más facilidad—. Mi mayordomo suele pedirlos a esa hora, el viaje y tu comodidad corren por mi cuenta.

—Lo agradezco —respondio con voz apenas audible.

Sin agregar nada más ambos terminaron la cena para retirarse a descansar.

.

Radamanthys no tenía mucho que arreglar antes de su salida de Warwick Manor aquella mañana, en realidad se iba con lo mismo con lo que había llegado. Tan solo pidió que se pusiera todo en orden y se preparara el desayuno ya que tanto él como Frau Heinstein partirían en breve.

Ambos estaban a la mesa tomando el desayuno sin decirse palabra alguna, a este no le preocupaba el que ella lo odiara pues lo había anticipado aunque aquel silencio empezaba a ser incómodo; no se dirigían palabra o mirada y tampoco parecieran estar interesados en romper el silencio cuando, un día atrás, charlaban más amenamente pese a las tensiones entre ambos.

La puerta del comedor se abrió rompiendo un poco el silencio y el mayordomo se dejo ver llevando un paquete en las manos que entregó a su amo. Este miró complacido la entrega ya que esperaba el paquete desde hacía dos días. Frau Heinstein percibió el brillo en los ojos de su anfitrión mientras un frio le recorría la espalda

—¿Qué es lo que te trajeron?

—Una obra de arte —respondió con voz melosa.

—¿Obra de arte?

La mujer lo miro sin entender y sin apartar la mirada de aquel empaque pequeño que Mr. Warwick observaba con detenimiento como si contuviera algo muy valioso y preciado. Acto seguido este comenzó a desenvolverlo dejando ver la forma de un marco fotográfico.

—Así se preserva la vida... en la muerte —se lo mostró sin pudor o recato alguno y ella miro horrorizada la imagen de aquella familia a la que acababan de dar sepultura.

—Eso es morboso y de mal gusto —respondió molesta.

—Por supuesto que no, esto es honrar a quienes apreciamos en vida.

Se levanto dejando el desayuno tal cual estaba cruzando el comedor para ir al salon que estaba al otro extremo con la puerta cerrada. Frau Heinstein lo siguió con paso lento mirando como Mr. Warwick sacaba una llave para abrir la habitación donde, previamente, estaban los muertos el día del funeral. Un escalofrío nuevamente le recorrió la espalda haciéndola sentir incómoda ante lo que fuera a ocurrir.

—Mire aquí Frau Heinstein —este abrió la puerta de par en par dejando ver sus paredes oscuras iluminadas por la luz de la mañana.

La mujer se acercó sin dar crédito a lo que veía, al macabro espectáculo delante de sus ojos. En cada una de las paredes estaban colgados los retratos fúnebres de muchas personas, hombres, mujeres y niños de todas las edades.

—¿Estas personas son tu familia?

—Es correcto, una foto por cada miembro muerto, ¿no es precioso? Miralas bien —se adelantó buscando un espacio para su reciente adquisición dejando a su invitada horrorizada sin saber qué decir.

Aquello era demasiado incluso para ella.

—Todos los Warwick estan colgados en la pared, así sus almas sabrán que no los olvidamos. Desde el viejo bisabuelo hasta la querida tía recién fallecida.

—¡Esto es horrible! El que los exhibas de esta manera.

—No es una exhibición ya que nadie más entra en este salón.

Ella lo miraba sin poderlo creer, sin poder entender esa afición grotesca y falta de respeto por sus muertos. Frau Heinstein comprendió que era momento de marcharse de ahí cuánto antes. Se retiro de ahí deseando que el carro llegara en breve, para su buena fortuna el vehículo con dos caballos llego antes de la hora programada y la mujer salió de la casa con prisas apenas si despidiéndose de su anfitrión.

—Te agradezco por dejarme quedar unos días —dijo apenas si esbozando una cortesía—, debo marcharme.

—Buen viaje.

Eso fue todo lo que dijo. Frau Heinstein lo vio desde el carro mientras Radamanthys la miraba impasible sin agitar la mano tan solo la mujer alcanzó a ver el aterrador brillo rojo de sus ojos y conforme se iba alejando su corazón se tranquilizaba.

Radamanthys, Warwick en el mundo mortal, camino un poco sujetando su sombrero de copa con una mano y los guantes con la otra, desde la puerta principal al camino seguido de su mayordomo quien cerraba la puerta principal de la casa. Ambos emprendieron el viaje de regreso al sitio que pertenecían desvaneciendose en la nada aquella soleada mañana delante de Warwick Manor.

.

FIN

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*Notas: Otro de mis experimentos plasmado en papel. Encontré muchos fanarts de los espectros de Hades donde la presencia de los colores negros y morados es abundante, de inmediato me recordaron a las historias góticas que solían escribir Poe o Lovecraft. Me seguiré sobre la misma línea con estos personajes a ver que tal resulta.

Gracias por leer.

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