El horror que escapó del Inframundo
El horror que escapó del inframundo
1
"Si vis ad infernum ingredi, serva haec mandata"
Winchester, Inglaterra
1882
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Ya pasaban de las once aquella noche despejada de luna llena mientras seguía vaciando la botella de Whisky paulatinamente desde hacia un par de horas. Una buena bebida no se podía despreciar pues nada de eso había en lo profundo del Inframundo, allá no se destilaban licores de ningún tipo. Radamanthys, Warwick en el mundo mortal, observaba el vaso sobre la mesa tan atentamente que parecía estaba a punto de levitar tan solo dejándose llevar por el agradable mareo del whisky.
Sin embargo, algo lo hizo levantar la mirada, algo se aproximaba a su residencia. Dejo el vaso sobre la mesita poniéndose de pie de la silla de alto respaldo donde estaba sentado yendo con paso lento al vestíbulo donde encontró a su mayordomo dirigiéndose hacía la puerta con pasos veloces, aquel espectro menor también había detectado que algo o alguien se aproximaba a la casa.
—Yo atenderé amo —indico educadamente esperando a un lado de la puerta a que sonara la campanilla y, pasados unos dos minutos, sono dos veces seguidas dejando a ambos hombres un tanto sorprendidos.
—¿Quién podrá ser a esta hora? —se preguntaba Radamanthys observando a su alrededor con desconfianza.
James, el mayordomo, se apresuro a abrir una de las hojas de la entrada principal dejando ver al otro lado a un cansado e inesperado viajero. Los dos hombres lo miraron con sorpresa pues no esperaban su visita a esa hora de la noche.
—El joven Hoffstad —indico el mayordomo.
—Señor... le pido me disculpe por presentarme en su casa a esta hora y sin previo aviso. Debí notificarle por telegrama mi llegada —un jovencito solo conocido por el nombre de Lune estaba al pie de la puerta quitándose el sombrero de copa visiblemente agitado.
—Déjalo pasar —indico Warwick quien, más tranquilizado, se hizo a un lado mientras el recién llegado entraba haciendo una leve reverencia a su anfitrión—. Buenas noches Lune, ¿que te trae hasta acá a esta hora de la noche? —lo miro de soslayo visiblemente consternado de su inesperada aparición— ¿qué es tan urgente que no puede esperar a mañana simplemente?
—Nuevamente le pido me disculpe, he venido a verle pues no conozco en estas tierras a nadie más a quien pueda solicitar apoyo.
—¿Apoyo?
Lo llevo al salón al lado del vestíbulo pues el jovencito parecía tener mucho que decir ya que su semblante preocupado y actitud agitada no parecían encontrar consuelo. Lune se quitó la gabardina oscura, los guantes y el sombrero de copa dejándolos a un lado mientras tomaba asiento en una silla de alto respaldo frente a su anfitrión quien, impaciente, esperaba lo que este tuviera que decir. El juez trató de no mirarlo con rudeza ya que el visitante era un "aprendiz" básicamente y no sabía mucho del mundo y las formalidades.
—¿En qué necesitas apoyo?
—El Señor Minos me ha mandado a este país a corregir un error de otro espectro. Verá un horror se escapó del inframundo, una cosa espeluznante y sin nombre anda vagando por las calles de Londres —atropellaba las palabras y evitaba mirar al juez ya que la vergüenza se le notaba a leguas—. Yo no cometí el error, solo me mandaron a resolver el problema.
—¿Minos te mandó aquí a resolver un asunto que concierne a otro espectro?
—Es correcto —indicó Lune sin dejar de tocarse las manos con preocupación—, uno de sus asistentes fue el responsable pero como soy "el novato" me dijo que sería bueno para mi el tomar cartas en el asunto y arreglar el inconveniente.
—Vaya... —Warwick echó la cabeza para atrás sobre el respaldo del sofá donde estaba sentado mirando al techo con actitud desaprobatoria— No es raro de Minos el mandar a novatos a recoger el desastre que su gente ocasiona, ¿qué es ese horror al que te refieres, qué escapó del inframundo?
—Aún no lo sé bien Señor Warwick, no se me dieron más detalles al respecto, simplemente que lo sabré apenas lo vea. Seguramente ha de ser uno de esos seres que ocasionan disturbios como los vampiros o los monstruos de agua.
—En lo personal no me preocuparía tanto por esas pestes —respondió cortante—, no veo cómo puedes necesitar que yo te ayude.
—La verdad... no conozco estas tierras, pude llegar a su casa por mis propios medios. No recuerdo donde queda Londres, si está cerca o lejos de aquí y pensé que Usted, que sabe cómo conducirse entre su gente, me podría ayudar a llegar a la ciudad. Una vez allá me las arreglaré como pueda —evitaba mirarlo pues se le veía visiblemente apenado por importunar.
—¿Qué dices? —lo observó con los ojos muy abiertos sin creer del todo la solicitud— Desde aquí hasta Londres son, aproximadamente, sesenta millas* viajando en tren podrías llegar en medio día más o menos. ¡Aunque es poco tiempo de viaje no tengo tiempo para acompañarte hasta allá!
—Entiendo. Bien, siendo así, no quisiera quitarle más tiempo pues es tarde. Si me pudiera decir como llegar a la estación del tren sería de gran ayuda —quizás lo mejor para él era retirarse pues su anfitrión, su mala actitud y aspecto desaliñado lo empezaban a incomodar.
Se puso de pie con semblante derrotista cosa que a Warwick le desesperaba bastante de aquel chico: debería ser más insistente y no solo aceptar lo primero que le dijeran.
—Te lo diré por la mañana —indicó diplomático—. Quédate a descansar, te daremos una habitación pues ya es tarde y a esta hora no habrá trenes para que viajes. Duerme tranquilo y mañana iré contigo a buscar ese horror.
—¿De verdad?
—Si, no conoces la ciudad y, aunque pudieras llegar, allá te perderás fácilmente; lo único que conseguirás será retrasarte en tus ocupaciones y Minos te castigará por eso, sé bien que le gusta desquitarse con su gente, ¿o no? —Lune no dijo nada limitándose a bajar la mirada y guardar silencio— Eso lo confirma.
Solicitó le dieran la habitación huéspedes y lo necesario para descansar. Lo último que le indico fue que el desayuno se serviría al amanecer pues debían salir a la estación lo más temprano posible.
—Gracias —hizo otra reverencia antes de retirarse a descansar.
Radamanthys dejo pasar a su visitante Lune, Hoffstad en el mundo mortal, la noche y al día siguiente lo acompañaría a quien sabe que disparatada misión. No quería dejarlo a merced de la furia de Minos aunque no debiera apoyarlo pues no estaba bajo sus órdenes pero, con tal de fastidiar a su molesto y prepotente jefe, ayudaría al jovencito.
—Bueno, ya que no podré beber con tranquilidad, me iré a la cama —resopló con fastidio.
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Luego de desayunar y prepararse adecuadamente Warwick y Hoffstad salieron rumbo a la estación del tren South Western lo más temprano posible. Tras revisar el tablón de horarios, y consultar ambos sus relojes redondos de bolsillo, confirmaron que estaban a tiempo para abordar el siguiente tren a Londres. Consiguieron los dos tickets para abordar un carro de segunda clase pues ya no había lugares en el de primera y, se podría decir que estaban bastante cómodos pese a que una estrecha mesa los separara.
Uno quedó frente al otro mientras Warwick observaba como Lune sacaba sus notas releyendolas una y otra vez como si quisiera estar seguro de que no olvidaba nada confirmando que, efectivamente, todas las actividades o tareas encomendadas se estaban cumpliendo al pie de la letra. Así de meticuloso era aquel chiquillo. Al mismo tiempo sacaba de su gabardina un pequeño tintero y pluma.
—Imagino que la cantidad de deberes que te asigna Minos han de ser infinitos —comentó con algo de ironía en la voz.
—Si, a veces me deja más de cien tareas para realizar y deben quedar concluidas en poco tiempo. Si no es así, le quita el látigo a mi surplice y me azota con el.
—¿De verdad?
—Si, lo ha hecho un par de veces pero siempre dice que es por mi bien, para que yo aprenda todo lo que es ser un juez sustituto en caso de que él no esté disponible para cumplir sus funciones.
Warwick no dijo nada limitándose a mirar por la ventana, no quería decir en voz alta que los dos antecesores de Lune no habían aguantado los malos tratos de Minos solicitando se les restaurara su vida en el mundo mortal tan solo para morir apenas tocaran la tierra. Los dos se quitaron la vida en condiciones misteriosas. Uno primero y, a los pocos años, el otro. A pesar de lo rudo que él mismo fuera, Radamanthys, siempre había encontrado cuestionables el modo en que su superior Minos elegía a su gente y en sus tratos para con ellos.
Entendía a la perfección el por qué era necesario tener un suplente disponible, no obstante Minos pasaba demasiado tiempo fuera del inframundo atendiendo asuntos personales varios, no se sabía bien en qué estaba metido pero así era. Entre esos asuntos y sus idas y venidas al mundo mortal fue que dio, en alguna parte de Oslo, con la familia Hoffstad y su miembro más joven quien iniciaba una carrera prometedora en la abogacía.
Minos puso su atención en el bachiller recién graduado esperando pacientemente a que este fuera miembro de una importante firma para que adquiriera experiencia tras el escritorio; Radamanthys reconocía que el chico era realmente bueno con el papeleo y todo tipo de trámites, podía estar sentado todo el día revisando documento tras documento sin cansarse. Lo siguiente que hizo aquel despiadado juez fue hablar con el colegial en persona y prometerle grandes cosas, le habló de la vida inmortal y los importantes casos que presidiría si aceptaba su propuesta de entrar al ejército de Hades.
Tras unos meses logró convencerlo y, fue así, como el jovencito ahora conocido como Lune dejo atrás su vida mortal luego de contraer una oportuna Tisis a la edad de veinte años, solo para entrar a las filas del dios Hades bajo el mando de Minos atando su alma a su surplice. Seguramente la vida prometida no era nada de lo que esperaba pero, Lune hacía lo posible por complacer los deseos de su jefe realizando tareas como esa que tenía entre manos.
Warwick lo miro con detenimiento y, en los ojos del aprendiz, aún se percibía un dejo de inocencia y esperanza en que si se esforzaba lo suficiente, su jefe lo tendría en alta estima. Nada más lejos de la realidad. El juez conocía bien a Minos como para saber que lo único que este quería era alguien a quien delegarle todo el trabajo que él mismo no quisiera realizar para poder largarse al mundo mortal cuando le viniera en gana.
A Lune le faltaba habilidad y malicia ya que fue enviado a esa misión por ser demasiado noble y débil para oponerse.
—Hoffstad, tienes que aprender a aullar con los lobos** —dijo de repente.
—¿Cómo dice?
—Lo que acabo de mencionar: aprende a aullar con los lobos y acomódate a seguir el carácter del que más te convenga. Créeme, eso hará tu estancia en el inframundo menos difícil.
—¿Tengo que aprender a aullar con Minos y sus otros allegados? —preguntó con incredulidad— Es eso lo que intenta decirme, ¿verdad?
—Si, él es tu jefe y es mejor que aprendas no tanto lo que te hace realizar sino su persona, aprende de él observándolo en todo para que no te tomen por tonto. ¿Entiendes?
Hoffstad lo observó sin saber qué responder, bien sabía que el juez delante de él era alguien a quien las huestes menores tenían en gran estima por sus capacidades de liderazgo, no así Minos quien lo despreciaba por lo primitivo de su comportamiento y falta de atención a su persona aunque, ahora que lo observaba bien, Radamanthys o Warwick, llevaba sus ropas perfectamente acomodadas y limpias así como se notaba el cuidado en su higiene, pues se le veía el cabello aún húmedo por el baño que tomó por la mañana, antes de bajar a desayunar, e iba perfumado.
No parecía ser la misma persona que lo recibió por la noche y de la que Minos siempre se quejaba, en absoluto. Quizás fuera bueno tener su consejo en mente. El único consejo útil que le habían ofrecido hasta ahora.
No hablaron más el resto del camino. Así que el jovencito abrió el tintero comenzando a escribir en su libreta o diario personal, ahí iba documentando todo a su alrededor desde el clima hasta sus pensamientos. Los grandes tomos del inframundo estaban redactados en latín mientras que él eligió su propia lengua natal para escribir en su diario. Warwick lo observaba en silencio pues era entretenido ver al chico garabatear sobre el papel su caligrafía cursiva, pequeña y apretada, la cual era casi perfecta, e iba totalmente inmerso en su redacción y sus pensamientos.
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Londres
Waterloo Station
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Llegaron a la estación Waterloo antes del mediodía lo que fue conveniente pues así podrían ver las calles de la ciudad de día antes de que la noche los alcanzara. Warwick buscó un carro que los llevara hasta a un sitio más céntrico, como St. Paul's Cathedral y comenzar la búsqueda de lo que sea que estuviesen tratando de localizar.
Lune lo observaba todo a su alrededor, aquella ciudad era verdaderamente ajetreada pues había personas circulando por todas partes, niños que vendían diarios, policías que daban direcciones, vagones abiertos que transportaban a varias personas y que iban de aquí para allá además de conmoción en general. Hacía no mucho había estado, por última vez, en su ciudad natal y no recordaba semejante caos en comparación con la gran urbe inglesa. No obstante eso no parecía impresionar gratamente a su anfitrión quien iba visiblemente irritado por semejante jaleo.
—Creo que no le agradan las calles de la ciudad, ¿es correcto?
—En lo absoluto, por lo mismo, evitó venir aquí en la medida de lo posible. ¡Mira este caos, escándalo y gente por todas partes!
El chico trato de no reír pues Warwick hablaba como un anciano cascarrabias gesticulando con el bastón y apretando aún más su espesa ceja haciendo que sus ojos ambarinos se vieran más pequeños de lo que eran.
El coche se abría paso con dificultad por entre la gente sin embargo, logró hacerlos cruzar exitosamente el Thames para tomar una avenida amplia que los llevaría hasta su destino. Hoffstad confirmó que, de haber caminado hasta allá, habrían perdido tiempo valioso así que aprovechó para sacar de la gabardina su diario y revisar entre sus anotaciones lo poco que pudo escribir sobre lo que estaban buscando.
—Según palabras de un informante, la última vez que el horror fue visto fue cerca de Saint Dunstan... donde ocasionó una gran conmoción.
—¿No dice algo más, por ejemplo, qué aspecto tiene lo que estamos buscando? —pregunto Warwick ya menos irritado pero no del todo complacido por estar en Londres— ¿a qué hora fue visto?
—Por la noche... durante la luna llena —concluyó pensativo.
—¿Luna llena? —dijo sin sorpresa— Maravilloso, todos los monstruos salen de noche —pensó molesto— ¡Solo los malditos dioses saben qué demonios estamos buscando! —no pudo evitar lanzar un resoplido de cansancio—. Aunque... si dices que eso causó conmoción creo saber dónde encontraremos información.
—¿De verdad?
Al bajar justo afuera de St Paul's caminaron hasta uno de esos tantos niños que vendían diarios para comprar uno, Hoffstad iba detrás de Warwick esquivando a las muchas personas que le pasaban por enfrente tratando de no chocar con nadie. Este buscaba información en el diario local pasando las páginas una a una hasta que sus pequeños ojos brillaron pues en una de estas había una columna que hablaba de algo macabro ocurrido muy cerca de la Torre de Londres.
Ambos se alejaron un poco de la gente metiéndose en una calle desierta y miraron el diario.
—Dice que eso apareció por entre las columnas de la edificación asustando a todos los curiosos que pasaban por ahí, se reportaron dos muertos cuyos cuerpos aparecieron despedazados en la madrugada. La policía está investigando pues tras asesinar a dos personas aquello desapareció entre los techos de la ciudad dirigiéndose al Este, según palabras de los oficiales de policía. Esto ocurrió ayer por la noche.
—Debe ser lo que escapó del inframundo.
—Es probable que aparezca hoy aunque no recuerdo cuantas noches dura la luna llena, más o menos, pero estaremos atentos.
—Si Señor.
Buscaron un hospedaje económico para poder estar mientras revisaban lo poco que sabían gracias al diario. Ambos estaban en la sala de estar del hotel releyendo la nota mientras Hoffstad tomaba apuntes de todo lo que Warwick decía.
—El diario indica que ese horror apareció durante la noche y tu afirmas que un dato que te dieron es que salió durante la luna llena.
—Es correcto —paso las páginas hacia atrás para confirmar esa información—, se dejó ver durante la primera noche de luna llena.
—¡Estamos buscando a un endemoniado licántropo! —concluyó molesto mirando a la ventana mientras se quitaba el saco— ¡Maldita sea, de todas las bestias infernales que se pudieron haber escapado justo tenía que ser uno de esos asquerosos seres!
—¿Un hombre lobo? —dijo con temor y apenado por no haberlo deducido desde antes— ¿Usted ha visto alguno?
—Si, son salvajes y muy peligrosos. Matan mortales con mucha facilidad pero es prácticamente imposible encontrarlos durante el día pues se mueven con las fases lunares, tendremos que esperar para ubicarlo y tratar de ver su identidad.
—Asi podemos acorralarlo por la mañana y devolverlo a donde pertenece.
—Es correcto —no podía negar que, pese a la incredulidad que sintió ayer, aquella aventura lo estaba emocionando pues medir fuerzas con un hombre lobo no era algo que hiciera todos los días—. Ya quiero verlo —sonrió con malicia dejando ver un brillo escarlata en sus ojos—, deseo romperle el tórax en dos.
—Mi jefe Minos, me envió con esto —Hoffstad sacó de su gabardina infinita otro objeto envuelto en un paño mostrándoselo—. Solo dijo que me sería de utilidad —lo desenvolvió con cuidado para sorpresa de ambos pues este no lo había hecho desde que saliera con prisas del tribunal del silencio
—¿Qué? —Warwick se acercó observando que Lune llevaba consigo un revolver y tres balas de plata muy pequeñas— Solo te dieron tres balas, no será suficiente para matarlo pero si para debilitarlo por un momento. ¿Sabes dispararla?
—No... —respondió con timidez y algo de miedo en la voz— Jamás aprendí a usar una.
Warwick no se esperaba otra respuesta y bien pudo haberlo reprendido por no sacar el arma desde antes así que, sin perder la paciencia, le indico que la guardara y fueran de regreso a la habitación. Tras cerrar la puerta le pidió que sacara el arma nuevamente.
—Un revólver Webley MK. IV —dijo tras mirarla de reojo—. Esto será una lección express, así es como debes usarla, presta atención —indicó serio y con voz golpeada.
Hoffstad puso toda su atención en la explicación dada por el juez Radamanthys, quien pareciera sabía de todo un poco, dejándolo impresionado ante los detalles sobre el uso del arma: como sujetarla correctamente, como cargarla mientras abría el tambor para colocar las municiones de plata dentro y apuntar jalando el gatillo.
—La llevarás bajo la gabardina pero no la usaras, a menos que yo te lo indique, ¿de acuerdo?
—Muy bien.
—Es muy importante que la sujetes con firmeza, si fuese el caso, pues titubear hará que el licántropo se te vaya encima y aunque no pueda matarte si te dejara herido por un buen rato. No dudes en disparar si te lo ordeno aunque yo esté frente a ti.
—Entendido.
—Vamos a comer algo —dijo de repente lanzando un suspiro—. No hay más que aguardar a que anochezca esperando que salga. El diario dice que se fue al Este, así que nos acercaremos a la zona de Whitechapel y el East End quizás aparezca por allá.
—¿Cree que podamos sentir su presencia?
—Únicamente si nos acercamos a cierto radio de distancia, si, podremos sentirlo con claridad —se colocó el saco junto con el sombrero ajustando las mangas de la camisa por debajo del saco—. Iremos a pie pues no tengo paciencia para subir a otro coche, ¿de acuerdo?
Caminaron hasta las descuidadas y sucias calles de Whitechapel donde buscarían donde comer. Hoffstad estaba agradecido por contar con la ayuda de alguien que sabía como llegar a todas partes y tuviera semejantes conocimientos; sin duda, el juez Radamanthys, era un viejo lobo del que se podría aprender a aullar sin problemas así pues valía la pena prestar atención a todo lo que dijera e hiciera durante esa expedición al East End de Londres.
Lograron encontrar un par de sitios decentes para comer pese a la decadencia que los rodeaba, aún estaban en los límites del East cuando comenzaba a caer la tarde. No faltaba mucho para el anochecer, se detuvieron un momento para fumar muy cerca de Burslem Street donde había un gran jardín, Warwick estaba a la espera de que el horror se dejara ver en las cercanías esperando que no tuvieran que invertir mucho tiempo en la búsqueda pues el tiempo de ambos en el mundo mortal era limitado. Mientras este se fumaba el tercer cigarrillo, Hoffstad nuevamente se hallaba anotando en su libreta examinando el jardín a su alrededor y los oscuros edificios. El juez no dijo palabra dejando que el joven escribiera todo lo que quisiera. Faltaba poco para el anochecer.
Quizás haya sido algo del destino, algún capricho quizás, muy cerca de ambos paso un grupo de personas que iban con paso veloz por la calle haciendo que ambos alzaran la mirada dirigiéndola a aquel grupo que se veía muy consternado.
—Parece que está cerca, vamos.
Los dos se levantaron y fueron detras del grupo, eran unos cuatro hombres que iban por la calle llamando a un tal "Thomas". Iban con paso rápido aunque para los dos enviados del inframundo seguirles el ritmo no suponía complicaciones. Todos se detuvieron delante de un complejo de edificios y, delante del grupo, un hombre gritaba agonizante retorciendose en el suelo. Hoffstad estaba aterrado queriendo retroceder.
—No debes moverte —indico Warwick serio—, está a punto de suceder y tienes que mantenerte con la cabeza fría. ¿Te quedo claro?
—Si... si, Señor —trato de mantener la compostura pero aun a esa distancia, era posible ver todo lo que ocurría.
De hecho, ni siquiera había reparado que la luna llena se dejaba ver en la lejanía aunque no estuviera totalmente oscuro, la sombra de la perla plateada sobre sus cabezas se veía con nitidez. Esta estaba afectando al miembro del grupo conocido como Thomas quien trataba de ser asistido por sus amigos mortales, aunque lo mejor sería que todos se fueran porque si aquel hombre resultaba ser un licántropo los mataría a todos ahí mismo y sin problemas.
El hombre Thomas comenzó a gritar con desesperación mientras su tamaño aumentaba cubriendo su cuerpo de un espeso pelo oscuro, sus facciones se veían más caninas y sus ropas se iban rasgando con dificultad. El grupo empezó a dispersarse corriendo con terror hasta que el hombre lobo logro sujetar a uno de ellos arrancando sus miembros con relativa facilidad ante la mirada horrorizada de algunos espectadores que tuvieron el atrevimiento de acercarse a curiosear desde los edificios cercanos.
—Es nuestro turno —Warwick se adelantó seguido de Hoffstad quien aun no salía de su estupefacción—. No tengas miedo, él no podrá matarte. Quédate varios pasos atrás de mi.
—Claro...
—¡Oye tú, animal!
El engendro lo miro con incredulidad mientras Radamanthys lo observaba desafiante sacándose el saco para dejarlo en un enrejado cercano.
—¡Atrévete a venir por mi! —grito con voz profunda— ¡Serás mi presa!
El animal no se lo pensó dos veces y de un salto largo quedo delante del juez quien logro usar sus piernas para lanzar una patada tan fuerte que lograra noquear al hombre lobo lanzándolo contra una pared sin recibir ni un rasguño. Acercándose con cautela vio como el hombre lobo comenzaba a volver en si mirándolo con furia pues, en ese estado, Thomas no entendería razones. Estaba dominado por un lado animal sobrenatural.
—¡Vamos, ponte de pie y ven por mi, animal!
Nuevamente la bestia rugió al verlo abalanzándose sobre el juez quien ahora no logró esquivar del todo el arañazo haciéndole jirones la manga de la camisa además de dejarle unas heridas profundas en el brazo.
—¿Quiere que dispare ahora?
—No, aún no. ¡Espera a mi señal!
Hoffstad no daba crédito a lo que veía y más cuando el juez lanzo al hombre lobo por los aires una segunda vez dejándolo inconsciente por más tiempo.
—No gastaremos municiones si no es necesario —ambos se acercaron al animal caído.
—Asi que esto es lo que pasa con los mortales cuando tienen contacto con algo salido del inframundo —Hoffstad se olvido de los curiosos sacando un frasquito negro de su gabardina, ahí planeaba llevarse al ente.
—Ten cuidado, no vaya a morderte. Se sabe que si estas criaturas muerden a otro ser lo convertirán en licántropo. Es contagioso.
—Entiendo —al abrir el frasquito necesitaba pronunciar unas palabras para jalar el horror y guardarlo pero, justo en ese instante, el hombre lobo volvió en si. Warwick apenas si logro sujetar al chico del brazo lanzándolo atrás de él.
—¡Espera Thomas!
Otros hombres aparecieron llevando armas, rastrillos de jardinería y otros instrumentos con los que presuntamente podrían parar la furia de aquel engendro. Así fue que el hombre lobo se abalanzó sobre ellos haciendo una gran masacre para después saltar a los altos techos y perderse por en medio del East End. El juez y Lune se quedaron dónde estaban pues no podían intervenir, el rio de sangre y cuerpos destrozados se quedaría en la memoria de Hoffstad por mucho tiempo.
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Ambos se quedaron cerca del hombre lobo hasta entrada la madrugada, no lograron enfrentar de nuevo a esa bestia pues, pareciera, que este sabía que lo seguían así que se mantuvo oculto un rato hasta que Hoffstad logro encontrarlo en medio de un sitio baldío pocos momentos antes del amanecer. Ahí debían esperar a que se le pasaran los efectos.
—En cualquier momento se volverá humano. Esto es lo que haremos: debemos seguirlo una vez que esté normal, ver donde vive y enfrentarlo en su propia casa. Le sacaremos el ente del inframundo aunque sea por la fuerza aprovechando que no puede convertirse en la bestia a voluntad.
Hoffstad solo asintió, aunque no fuera ya mortal sentía el estómago revuelto.
Sin embargo, la aparición de la policía les estropeo el plan pues, pocos momentos después se volvió humano, arrestaron al hombre detenido y acusado de las masacres de esa noche y el día anterior. Lo cubrieron con una manta llevándoselo al carro policial mientras el tipo gritaba ser inocente. El destino era la oficina ubicada en The City.
—Hay que seguirlos.
—Si.
Fueron detrás del carro policial hasta donde pudieron seguirlo, bien podrían tomarse un pequeño descanso pues sabían que el hombre lobo no se iría de esa estación en un buen rato. Warwick no pudo evitar sonreír al pensar lo que ocurriría en ese sitio apenas cayera la noche.
—Esa bestia acabará con todos los policías ahí dentro, no podrán contenerlo —pensó con malicia— ¿crees poderte quedar aquí un rato? Debo volver al hotel a cambiarme la ropa y, te aviso, me debes una camisa.
—Espere Señor —nuevamente Hoffstad metió la mano en esa gabardina que parecía tener bolsos ocultos aquí y allá conectados a un enorme baúl porque sacaba y sacaba cosas sin parar—, tenga —le entregó tres monedas para sorpresa del juez quien lo miraba perplejo—. Es por la camisa que el licántropo le rompió.
—Escucha... —iba a perder tiempo tratando de decirle que eso no estaba bien— lo aceptaré porque no me puedo dar el lujo de regresar con una prenda menos pero, trata de no repetir esto, ¿de acuerdo?
—Si entiendo.
—Quédate aquí un par de horas. Yo volveré y te revelaré para que puedas ir a refrescarte y comer algo. Si ocurre cualquier cosa fuera de lo normal házmelo saber cómo mandamos mensajes estando en el inframundo. No hay tiempo para enviar telegramas y tonterías de esas, ¿entendiste?
Tras afirmar Hoffstad se quedó cerca del edificio policial encontrando un lugar donde poder comer algo pues hambre si sentía. Desde donde estaba sentado tenía vista a la estación y nada pasaba todavía. Pensaba que quizás alguien iría a buscar al tal Thomas o este saldría por la puerta, sin embargo no ocurría.
—El tal Thomas debe ser un pobre diablo —pensó con cansancio—. Le convendría que nos lo llevemos ya que, de quedarse ahí, será sentenciado a la pena máxima por haber matado a todas esas personas aún estando fuera de sus cabales —tras un desayuno ligero, solo té y tostadas, sacó su diario pues deseaba apuntar todo lo ocurrido desde anoche.
En ese momento se dio cuenta de que no hubiera podido él solo contra el hombre lobo, no como Radamanthys lo contuvo, era un sujeto bastante fuerte y confiado en que podría contra aquella furia animal noqueandolo dos veces. Aunque Minos hubiera estado ahí, lo habría dejado a su suerte sin intervenir, su jefe no sabía mucho de trabajo en equipo.
En ese instante noto como, de la puerta de la estación policial, salía Thomas acompañado por una mujer. Hoffstad pago el desayuno saliendo para seguir a la pareja. Se posicionó detrás de ellos siguiéndolos por la ajetreada calle sin que estos notaran su presencia. Pidieron un carro y subieron con prisas. En este caso, Hoffstad se valió de sus habilidades de espectro para poderlo seguir, literalmente, subiendo en la parte trasera del vehículo aprovechando que no podría verlo nadie pues necesitaba conocer su ubicación para hacérsela saber a su superior; eran capaces de comunicarse de mil formas pero el conocer donde estaban era de vital importancia. El carro iba con buena velocidad dejando atrás varias calles con dirección al norte.
Finalmente, se detuvo frente a una casa antigua ubicada a unos 20 minutos de la estación de policía. Cerca se veían fábricas de muebles, Hoffstad tomo nota de la calle como pudo: How's Street y se quedó fuera de la casa ya que ahora sabía el domicilio del hombre lobo y no podían quitarle los ojos de encima hasta que fuera de noche pues no podrían sacarle al "ente" si este no lo invocaba de algún modo pese a que el juez sugiriera que era posible.
Warwick apareció varios minutos más tarde visiblemente refrescado ya que llevaba un traje de otro color y mejor semblante.
—Así que aquí vive la bestia.
—Si Señor, salió de la estación de policía una hora después de que Usted se marcho. Una mujer lo sacó y lo trajo hasta aquí.
—Excelente, bien hecho. Entonces está acompañado —se quedo pensativo por un momento planeando la estrategia—. Vuelve al hotel, te ves cansado yo me quedaré aqui pues seguramente el hombre no saldrá de casa en las siguientes horas.
Hoffstad regreso tan solo a tomar un baño rápido ya que no deseaba perderse ni un minuto de la acción aunque no hubiera dormido nada ni probado otro alimento más que el incipiente desayuno. Tras el baño y cambiarse de ropa regreso a How's Street lo más rápido posible para encontrarse que Thomas era enfrentado por otros dos hombres afuera de su casa.
—¿Qué ocurre?
—No iba a salirse con la suya —dijo Warwick sin quitar los ojos de encima de aquel hombre—, parece que estos son amigos de los sujetos que mato anoche.
Los dos observaron al llamado Thomas, un hombre fornido, alto de aspecto hosco quien se le veía fisicamente lastimado luego de que Warwick lo lanzara a la pared dos veces anoche. Hoffstad lo observó con sorpresa, no había duda de que su aspecto le ayudaba a verse imponente y grande al convertirse en aquella abominación. Thomas hablaba tratando de gesticular con las manos gritando que, lo que haya ocurrido anoche, no fue su intención y culpa, que no quiso matar a nadie ni siquiera supo cómo se desarrollaron los hechos.
El jovencito lo observó desde la distancia, no parecía estar mintiendo aunque no estaba del todo seguro.
—Entraremos en ese edificio —Warwick le mostro un complejo justo frente a la casa de Thomas—, desde ahí lo vigilaremos.
—Muy bien.
Ambos encontraron el modo de entrar y quedarse en el piso vacío vigilando desde la ventana durante el resto del día hasta que cayera la noche.
—Saca el arma pero, no la cargues aun.
Lune lo hizo en el acto retirándose la gabardina.
—Necesito que practiques tu tiro. Dadas las circunstancias, debes ser certero al momento de usarla, no puedes fallar. El piso es lo suficientemente amplio para que puedas practicar y perfeccionar lo más que puedas.
—Si Señor.
Hoffstad obedientemente hizo lo solicitado pues no deseaba decepcionar a su anfitrión quien, no solo lo dejó pasar la noche en su casa, sino que le había ofrecido consejos y enseñanzas esos dos días como nadie desde su reciente llegada al Inframundo. Ya fuera por simpatía, o por la razón que haya sido, el joven aprendiz lo agradecía. Así practico por espacio de una hora más o menos mientras el juez seguía mirando fijamente la ventana, no quitaba su atención de la casa de Thomas.
A Hoffstad le pareció ver a un animal a la caza de otro y, por lo visto, no tenía intenciones de apartarse de ahí por nada del mundo.
—No te detengas —indicó con calma—. Práctica otra hora pues deberé salir por un momento a buscar otro instrumento que nos ayude con la bestia.
—¿Otro instrumento? —pregunto sin entender.
—Si, las balas de plata son de ayuda pero, se necesita más que eso. El animal es fuerte y no se detendrá hasta que, literalmente, caiga desangrado por la cantidad de heridas que se le puedan infringir —lo miraba con semblante tan severo y tétrico que sus ojos parecían perder la poca vida que tenían—. Volveré en un momento, quédate aquí y sigue vigilando.
—Si Señor.
Lune paro un poco yendo a la ventana notando que, a pesar de haber sentido lento el paso del tiempo, estaba ya por caer la tarde. El hombre Thomas no había vuelto a salir pues se encontraba malherido según vio desde la distancia y no parecía querer arriesgarse, así mismo no se le había visto recibir más visitas que las llegadas por la mañana. No sentía simpatía por lo mortales pero, reconocía que aquel hombre debía estar sufriendo por la infección ocasionada por el ente del inframundo que vivía dentro de él.
—¿Qué se sentirá tener algo así dentro del cuerpo? —se pregunto con cierta compasión— ¿estará sufriendo? No es muy justo que ese hombre pague por el descuido de un espectro irresponsable —si bien su trabajo era juzgar almas, no tenía permitido regocijarse con el dolor ajeno. Lo consideraba una práctica reprobable y él debía ser justo y objetivo siempre.
Esa máxima la había aprendido tanto en casa como en el poco tiempo que paso empleado por la firma.
—Es importante que eventos como este no vuelvan a repetirse —alejándose de la ventana volvió a su práctica con el arma sintiéndose más seguro al sujetarla, al presionar el gatillo imaginando al hombre lobo delante de él.
De haber tenido un poco de tiza habría tratado de dibujar una réplica de aquel ser para perfeccionar su disparo y no errar. Independiente de que el juez le hubiera asegurado que no podría herirlo, si era capaz de no dar en el blanco perdiendo inútilmente las municiones de plata que le fueron encomendadas. Quería volverse un espectro fuerte para que otros no le pasaran por encima, para agradecer al juez Radamanthys el tiempo dado, el arma lo hacía envalentonarse de muchas formas.
—Vas bien —Warwick apareció de repente en la puerta del piso vacío tan solo se apreciaba su silueta a la débil luz que se filtraba por la sucia ventana—. Veo que apuntas con firmeza y ya dudas menos.
—He tenido varias horas para practicar.
Se acercó a una mesa pues llevaba algo con él, algo alargado y brillante. Hoffstad observó con cuidado aquella arma reluciente como la plata de gruesa empuñadura cuya hoja, a pesar de lo opaca, aún mantenía cierto lustre.
—Todavía está afilada y eso es lo que me importa —el juez la sujetó por la empuñadura deslizando la hoja sobre su mano abriendo su piel, la cual comenzó a cerrarse y curarse enseguida—. Con esto y el arma podremos detenerlo haciéndole mucho daño pues ayer vi que los golpes solo lo aturden pero no tienen gran efecto en él. Perderemos mucho tiempo tratando de herirlo o buscando con qué.
—Comprendo.
Desde que cayo la tarde los estuvieron, literalmente, a la expectativa de la puerta de Thomas esperando a que se produjera cualquier eventualidad, pero nada pasaba. Al mirar al cielo notaron que la luna aún no se dejaba ver pues la tarde era despejada, pasados algunos minutos salieron hacia la calle para plantarse delante de la puerta del hombre para interceptarlo apenas saliera por la puerta sin importarles el que las pocas personas que llegaran a cruzarse por el camino los miraran con extrañeza.
—Falta poco para que aparezca —indicó Warwick muy seguro—, no te distraigas.
—No Señor.
No paso mucho tiempo cuando la débil silueta de la luna llena se dejo ver por el cielo, era la última noche de luna llena y debían acabar con el licántropo ahí mismo. El juez llevaba su arma en la mano y Lune el revolver en la suya sin ocultarlo bajo la gabardina y fue así como se escuchó un estruendo dentro de la casa seguido por el grito desgarrador de una mujer, venido de la misma casa; ambos permanecieron afuera sin moverse esperando a que la bestia saliera por la puerta o por alguna parte del inmueble.
El hombre lobo saltó desde una ventana luego de un gran estruendo venido del segundo piso cayendo delante de ambos espectros. En sus ojos había un brillo sobrenatural que nada tenía que ver con el que un lobo normal y corriente tendría, el brillo en los ojos de este era ambarino y no se veía en el interior del ojo nada más. En cosa de pocos segundos el animal se abalanzo sobre Radamanthys quien, sin mayor problema, pudo medir sus fuerzas en un mano a mano con el licántropo pues era bastante hábil evitando sus garras.
—¡Mantente detrás de mí, de acuerdo! —se recogió las mangas de la camisa listo para el combate.
Lune se posicionó a pocos metros justo detrás del juez apuntando el arma con firmeza, ya no había dudas o temores en su mente, era momento de demostrar su autocontrol como espectro y, futuro, juez sustituto. Warwick estaba delante de él forcejeando con el hombre lobo, el cual cayó fácilmente en la provocación del juez pues este lo llamaba con apelativos ofensivos incitándolo a atacar.
—¡Vamos, ven acá perro sarnoso! —los ojos de Warwick brillaban ante la furia del animal que le lanzaba zarpazos y dentelladas sin hacerle el mínimo daño pues todas sus heridas se cerraban enseguida, sin embargo lo que este hacía era lanzarlo contra las paredes de su propia casa no obstante la bestia se levantaba una y otra vez—. ¡Listo Hoffstad, apunta directo a la cabeza!
—¡Claro! —Lune no lo dudo y sujetando el arma con ambas manos, a pesar de tener a su colega de frente, disparo.
Se escuchó por toda la calle un sonido ensordecedor que atravesó al juez como si este fuera de humo para dar directo en medio de ambos ojos del hombre lobo, la bestia cayó de espaldas por unos momentos antes de volverse a poner de pie aturdido.
—¡Dispara por segunda vez, directo al corazón!
—Si —el segundo disparo fue directo al centro del tórax del animal lanzándolo nuevamente de espaldas a una distancia mayor dejando ver una pequeña fuente de sangre sobre sus ropas, sin embargo de nuevo se puso de pie tras pocos momentos para ir detrás del juez e intentar hacerlo pedazos.
—¡Ven acá pulgoso, te tengo una sorpresa! —Radamanthys dejo ver el arma en su mano derecha abalanzándose sobre su presa para rebanarle de tajo la cabeza la cual salió volando para caer delante de Hoffstad quien trataba de mantener la compostura— ¡Da el tercer disparo al despojo que aún camina!
El cuerpo sin cabeza aun pudo mantenerse en pie por unos momentos antes de caer bajo el ultimo disparo del joven aprendiz quien corrió hacia el cadáver sacando nuevamente aquel frasquito negro. Bastó con enunciar una frase impronunciable en latín para que el horror saliera del animal cortado y volviera a su sitio cerrando la tapa.
—¡Lo logramos! —exclamó triunfante guardando el frasco en su gabardina.
—Lo hiciste muy bien, este no era un oponente fácil.
Delante de ellos estaban los despojos de aquel hombre, conocido simplemente como Thomas, quien fuera poseído por un horror sin nombre escapado del inframundo. La policía llego momentos más tarde confirmando la identidad de este y, tras unos momentos, salir de su propiedad para informar que el cuerpo de la mujer que lo acompañaba había sido cruelmente despedazado.
—Hay que marcharnos —indicó Warwick sin más—, lo que suceda a partir de ahora ya no es nuestro asunto.
—Si —Lune pensó en que tenía mucho que escribir en su diario luego de esa trágica noche.
Ambos caminaron por la desolada calle desvaneciéndose en la nada al mismo tiempo que el arma con la que el juez despedazó al animal regresaba por sí misma al sitio de donde la había tomado prestada.
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FIN
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*Notas:
* Sesenta millas son, más o menos, 97 kilómetros.
**"Aprender a aullar con los lobos", máxima presuntamente escrita por Maquiavelo en un decálogo apócrifo.
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