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El horror en Boston

El horror en Boston

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El Inframundo

Minos se encontraba en medio de uno de los más amplios y largos pasillos de la Corte del Silencio dando instrucciones a un par de soldados que hacían maniobras varias para colgar en la alta pared un cuadro muy grande y alargado del que se sentía particularmente orgulloso.

—Lo están haciendo bien —los animo a continuar mientras daba instrucciones para ajustarlo un poco más al centro y a la derecha hasta quedar justo donde lo deseaba— ¡Perfecto, luce espectacular!

—Vaya, veo que ya lo mandaste colgar —Aiacos se dejo ver por el pasillo sonriendo al ver a su colega tan alegre luego de haber adquirido semejante pintura en aquella subasta—. Es un cuadro horrible amigo, pero admito que fue una ganga lo que pagaste por él.

—No te fijes en los costos sino en el estupendo trabajo, de verdad es impresionante que un humano mortal haya creado una pieza de esta calidad —decía sin apartar la mirada del lienzo sobre la pared.

El grifón retrocedió unos pasos contemplando la magnífica y terrorífica pintura delante suyo. El y Aiacos salieron al mundo mortal por una tarde terminando, por azares del destino, en una subasta de arte. La terrorífica pieza fue categóricamente ignorada por los demás asistentes debido a que varios de ellos comentaron que les parecía demasiado grotesca, los comentarios fueron de desaprobación mientras las personas cuestionaban molestas el por qué una pieza de ese estilo estaba en posesión de una casa de subastas tan prestigiosa.

Solo Minos se atrevió a ofertar por ella pagando al final una cantidad ridícula.

—No puedo negarlo —comentó Aiacos—, es horrible pero el artista destila talento.

—Por supuesto. Me encantaría saber de dónde obtuvo la inspiración para pintar esta composición, que clase de animales intentó plasmar.

—Pues... parecen lobos muy grandes... ¿hombres lobo quizás? —dijo la Garuda con aire pensativo.

—Tal vez o tal vez no.

Los dos continuaron observando la pintura cuando el sonido de la puerta los sacó de sus mentes siendo Radamanthys quien pasara por ahí a toda prisa llevando papeles y folders varios; de pronto, el juez rubio se detuvo al notar cómo sus colegas miraban la pared tan embelesados. Como sumidos en un trance.

El Wyvern desvió su mirada a la nueva pintura que colgaba sintiendo una mezcla de horror y aversión. Bastaron unos pocos segundos para dibujar en su rostro una mueca que no pasó desapercibida para nadie.

—¡Qué demonios, Minos esta pintura es horrenda! —soltó apenas salió del hechizo— ¿de donde sacaste este cuadro tan repulsivo? —recalcó molesto lanzándoles una mirada perforante señalando la pintura.

—Sabía que harías algún comentario por el estilo. ¡No sabes un demonio de arte! —replicó Minos observando duramente a su colega.

—¡Esto no es arte Minos, son solo un grupo de... ¿perros o lobos? Comiéndose algo!... —Radamanthys dejó de lado su incomodidad analizando el cuadro con un poco más de calma y casi perplejidad.

Parecía que el autor había retratado a un grupo de lobos grandes aunque, sí lo observaba con detalle, no eran lobos sino que parecían ser seres humanoides con rasgos caninos agrupados en jauría devorando algo a la luz de la luna con un cementerio oscuro de fondo. El wyvern bajo la mirada y, pintado sutilmente en medio de las patas de esos animales, se apreciaba una mano humana, los dedos desechos pintados con color carne.

—Parecen hombres lobo —dijo con calma enfocando un poco más la mirada—, pero no estoy seguro. No lucen como seres del mundo mortal.

—Justo comentabamos eso mismo —indicó Aiacos—, aunque no consideré que fueran seres ajenos al mundo mortal, pensé que serían hombres lobo ordinarios.

—Creo que no, pero...

Radamanthys no pudo terminar la frase ya que Sylphide apareció en ese momento con su reporte diario de actividades en las prisiones que tenía asignadas andando por el pasillo con paso despreocupado.

—Jefe vine a reportar que... —de pronto el basilisco se quedó mudo y con los ojos muy abiertos al ver la pintura delante de sus ojos la cual no pasó desapercibida.

Los tres jueces lo miraron de tal forma que al instante entendieron que el espectro sabía o conocía a la perfección a los seres representados en la pintura.

—¿Quién pintó esto? —dijo de pronto observándolos con extrañeza y algo de miedo— ¿cómo consiguieron una pintura hecha en Mnar?

—La trajimos desde Boston —confirmó Minos sin entender—. Explicate, ¿que tiene que ver la tierra de Mnar con esta pintura? —preguntó el grifón con calma.

El basilisco la observó de nuevo corroborando sus sospechas antes de decir nada. Tras lanzar un suspiro dirigió la mirada a los tres magnates.

—Los exploradores los han visto en los bosques de Red Hook, pero no en la parte que más hemos explorado cerca de las costas, sino más allá de las altas colinas de Sentinel Hill, al noreste, cerca de un poblado fantasma llamado Dunwich. Parecen hombres lobo, pero no lo son, una de las hechiceras me previno sobre esos seres.

—¿Estás seguro de que la pintura coincide con las descripciones de los exploradores? —pregunto Radamanthys observando seriamente a su subordinado— No me los he topado en mis recorridos por esas tierras.

—Porque no salen a simple vista jefe, aparecen por las noches y rondan los lugares más oscuros del poblado fantasma.

—¿Y cómo es que un mortal los conoce? —pregunto Aiacos contrariado— Tendría que haberlos visto en Boston alguna vez o él tendría que haber pisado Mnar en todo caso.

—Eso es lo que averiguaremos —Minos se aproximó a la orilla del cuadro revisando con calma y centímetro a centímetro de la base.

Los otros lo observaron también esperando que Minos encontrará la firma del pintor, no era asunto de los jueces lo que ocurriera en aquellas tierras llenas de horrores, no obstante les intrigaba la incansable curiosidad de los mortales por establecer vínculos con los monstruos que habitaban Mnar. De desentrañar sus misterios y entender a los seres que moraban allí sin estar conscientes de lo que eso podría desencadenar.

—¡Lo encontré! —dijo Minos triunfante— El pintor es Richard Upton Pickman.

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Boston

1910

Minos y Aiacos, acompañados por Sylphide, caminaron sin prisas por la calle Newbury en dirección a la casa de subastas. Minos en particular estaba muy interesado en Pickman, el autor de la macabra obra, deseoso por charlar con él en persona cuestionandose si sería algún especie de hechicero o alquimista que hubiera conjurado algo que se escapó de Mnar durante alguna de las muchas fechas que se consideraban malditas.

—Es casi un hecho que ese hombre se comunicó con alguno de los horrores durante la noche de Walpurgis o durante alguno de los ascensos de Saturno —comentó Minos al aire apenas llegaron al edificio de la Casa de subastas.

—Es probable dadas las circunstancias —replicó Aiacos—. Amigo, ¿qué tanto sabes de esas criaturas? —pregunto al espectro que los acompañaba en lugar de Radamanthys quien se quedó a cuidar el trabajo durante su ausencia— ¿Hay algo que debamos tener en cuenta?

—Pues...

Cuando los tres cruzaron la bonita entrada principal, Minos pidió a Aiacos hablar y solicitar los informes necesarios. Era sabido por todo el Inframundo que el grifón era pésimo para ese tipo de tareas, como pedir informes o comprar boletos de tren. Así que Aiacos se adelantó preguntando a la recepcionista si podía hablar con alguien que le diera referencias sobre el pintor del cuadro que compraron.

—¿De qué autor necesita información? —preguntó la mujer algo tajante.

—Del Señor Richard Pickman.

—Espere, le comunicaré al Señor Howard que desea verle.

—Gracias.

Los otros dos permanecieron de pie alejados de los demás mientras Sylphide daba un poco más de información al respecto.

—Esos seres son los antiguos pobladores de Dunwich —dijo en voz baja—. Hace mucho tiempo, antes de los juicios de Salem, uno de los tantos brujos locos de la región invocó algo que repercutió por todo Dunwich convirtiendo a todos los pobladores en monstruos.

—¿Así que son los antiguos lugareños convertidos en lobos? —comentó Minos por lo bajo esperando que Aiacos terminara de hablar con la mujer del mostrador— ¿Y cómo habrá hecho contacto el tal Pickman con ellos?

—Lo único que pudiera ser... —dijo Sylphide pensativo— Es una puerta entre ambos mundos, pero no estoy seguro.

—Ya lo veremos.

Aiacos volvió un momento después indicando que uno de los organizadores de la subasta, que podría darles más información, no deseaba verlos sin indicar las razones de su negativa.

—Pero eso es absurdo —replicó el grifón—, somos los compradores de la pieza y tenemos derecho a conocer la información de quien la pintó.

—El hombre está encerrado en su despacho y no desea vernos, pero... —Aiacos desvió su mirada a un pequeño cartel muy cerca de la pared— Miren, ahi dice que se llevaran a cabo unas sesiones de "Historia del arte" en el Club de Arte de Boston, ¿por qué no vamos ahí, quizás ahí nos den más información sobre el enigmático pintor.

Antes de retirarse, Aiacos pidió informes sobre cómo llegar al club de Arte recibiendo instrucciones detalladas que compartió a sus dos colegas.

—Perfecto. Iremos en tranvía ahora mismo.

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Los tres viajaron en el tranvía calle abajo, rumbo al centro, hasta llegar al prestigioso y exclusivo club de Arte cuya bonita puerta atravesaron sin mayor problema pidiendo informes sobre la sesión de historia del arte al portero. En cuanto los dejaron pasar, se dirigieron al salón principal buscando con quien podían hablar.

Decidieron mezclarse entre la multitud preguntando por Pickman de forma aleatoria a los asistentes recibiendo respuestas más bien extrañas.

—¡Aquí no nos gusta el arte morboso! —dijo un respetable Señor rechoncho y bajito alejándose rápidamente.

—¡Pickman ya no es miembro de este honorable club! —respondió otro molesto.

—Hay cosas —dijo un tercero con un tono entre calmado y molesto—que no van con el club de arte. Cosas que están fuera de lugar, cosas que no cabe imaginarse aquí.

Los tres espectros se juntaron en la esquina del salón muy sorprendidos por las palabras de todos los presentes intercambiando miradas de sorpresa pues, realmente, no entendían la actitud de los hombres a quienes les preguntaron.

—El tal Pickman no gozaba de buena reputación —comentó Sylphide en voz baja—, nadie nos ha dado razón de él. Solo lo malo.

—Hay que ver quién nos puede decir más de ese hombre —añadió Minos observando a su alrededor un poco más a los presentes que charlaban amenamente entre ellos bebiendo un poco.

Un hombre llevaba varios minutos observándolos, hasta él llego que aquellos tres sujetos preguntaban por Richard Pickman levantándose de su cómoda silla dirigiéndose a ellos discretamente. Aiacos noto que un hombre de aspecto extraño se aproximaba sigiloso y en alerta.

—Llego hasta mí que están buscando a Richard Pickman, ¿es cierto? —dijo de pronto sin presentación dejando a los tres un tanto sorprendidos por la rudeza de sus malos modales.

—Si —respondió Minos con la misma mala educación— ¿quién quiere saberlo?

—Mi nombre es Eliot —dijo rápidamente el recién llegado— y les aconsejo que dejen el asunto de Pickman por la paz.

—Escuche —replicó Minos—, compramos una pintura suya y deseamos saber de él. Creo que tenemos derecho a conocer al autor de tan inquietante trabajo.

—Pickman no fue un pintor cualquiera —Eliot tenía el rostro encendido mientras los observaba a través de sus ojos cansados y sus perennes ojeras que adornaban su rostro cetrino y demacrado haciéndole ver unos diez años mayor de lo que realmente era—. Fue un sujeto brillante pero perturbado. El hacer esos cuadros horrendos, las pinturas de esos animales lo llevaron a la locura.

—¿Sabe dónde vive o donde podemos obtener más información sobre él?

—Algunas de sus mejores piezas aún están expuestas aqui, en el segundo piso, sobre su casa... si tanto quieren saberlo, se encuentra en el North End de Boston, sobre la calle Battery. La reconocerán con facilidad pues está al final del callejón, pero él ya no está ahí, desapareció luego de pintar el trabajo de "La Jauría".

—Le agradecemos —indicó Minos sorprendido por saber que tenía en su poder su última obra y quizás la más importante.

—Sin embargo, les recomiendo que se alejen de ese sitio pues está lleno de horrores que no se imaginan.

—Lo tendremos en mente —los tres se despidieron dejando al señor Eliot dónde estaba.

Se encaminaron al segundo piso a fin de averiguar un poco más sobre el enigmático Pickman y la repulsión que todas las personas en ese foro sentían hacia él siendo presas de una extraña curiosidad.

El segundo piso del club de arte exhibía obras regulares de varios de los miembros del club y, para sorpresa de los jueces, si había una que otra obra de Richard Pickman colgada en sus paredes. Así supieron que Pickman era pintor de retratos, durante sus años de juventud se dedicó a pintar retratos de compañeros, de personas importantes del mundo del arte y otros siendo un retratista virtuoso capaz de lograr un efecto casi fotográfico en su trabajo.

—Que impresionante... —comentó Aiacos sin apartar la mirada del retrato delante de él analizando con cuidado el detalle plasmado.

—Dice que Pickman es un egresado de la Universidad Miskatonic y, antes de caer en desgracia, también fue un respetado miembro del club de artes de Boston. Su paradero actual es desconocido —leyó Sylphide en una de las placas al lado del cuadro.

—No sé por qué —dijo Minos—, pero sospecho que este sujeto fue víctima de sus propios demonios. Debemos ir al North End, tengo curiosidad por ver el que fuera su hogar.

Abordaron el tranvía apenas salieron del club siguiendo las instrucciones que la recepcionista les dio. El viaje fue algo largo desde el club hasta el North End, ya a las afueras de la ciudad, descendiendo en la decadente calle Battery; en realidad se trataba de un callejón oscuro, desolado y silencioso donde se dejaban ver casas viejas de vidrios rotos y chimeneas desvencijadas, quizás deshabitadas.

Se trataba de una casa pequeña, una choza que estaba a un estornudo de derrumbarse, las ventanas estaban entabladas, la barda que la rodeaba estaba cerrada con una cadena y candado además de que basura de árboles y descuido en general poblaban el lugar. Estaba ubicada al final de la calle y, por lo visto, no se habían pasado por ahí en mucho tiempo.

—¿Crees que debemos entrar? —Aiacos dudaba si sería buena idea poner un pie adentro pero Minos, claramente, lo ignoró cruzando el portón de un salto.

—Ya estamos aqui, lleguemos al fondo de esto.

Los dos le siguieron andando con dificultad por entre los ladrillos que sobresalían del empedrado hasta la entrada de la casa, la cual también estaba bloqueada por largas tablas que la cubrían de un lado al otro. Entre Aiacos y Sylphide lograron abrir la puerta, la cual reveló un interior digno de un basurero, polvoso y casi derruido. El vestíbulo vacío dejaba ver unos magníficos paneles de roble oscuro desgastados por el infame paso del tiempo y por gusanos cuyos detalles sencillos aún eran visibles, no había mobiliario ni cuadros en las paredes; tampoco nada que les iluminara el oscuro interior.

—Ese aroma —comentó Sylphide al aire mientras los otros dos dibujaban una mueca en su rostro—, se parece mucho al que flota en el límite norte de los bosques de Red Hook, seguramente se trata de esas criaturas del cuadro.

Recorrieron lo que sería el vestíbulo, la sala de estar, la cocina no encontrando algo útil ni rastro del habitante, aunque había efectos personales debajo de la suciedad como trastes, tazas y demás. En el suelo del salón se veían lienzos en blanco y otros con trabajos a medio completar los cuales Minos analizó desde lejos encontrando en uno o dos bocetos de los animes caninos en diferentes posiciones.

—¡Hay un sótano! —Aiacos los mandó llamar desde una puerta izquierda a donde estaban.

Lo siguieron hasta allá sintiendo un aroma a humedad y suciedad salido del cubo de la escalera que daba al oscuro sótano el cual lograron alumbrar gracias a unas cerillas y una lámpara de aceite que estaba en la cocina y que, para su buena fortuna, aún encendía aunque levemente. El sótano era estrecho y sin luz alguna aunque había un detalle interesante e inesperado ubicado justo en el centro del sótano.

—Es un pozo... —Sylphide se acercó observando que el pozo estaba abierto y despedía ese penetrante aroma a perro sucio.

—¡Miren hay muchos cuadros a medio terminar y en todos están esos animales!

Los tres encontraron varias piezas terroríficas, algunas sin concluir y otras solo eran bosquejos aunque Sylphide estaba intrigado por el pozo dedicando un buen rato a tratar de encontrar el fondo. El aroma y las marcas en el interior le decían que por ahí salían esos animales y por ahí volvían a donde sea que vivieran.

—Estoy seguro de que debe tratarse de un túnel —dijo al fin observando al juez de la garuda a su lado—, no creo que sea un pozo ordinario.

—Solo podemos confirmarlo si nos lanzamos y vemos hasta donde llega, pero sería peligroso... ¡Oye, espera! —Aiacos no tuvo tiempo para reaccionar ya que el espectro de basilisco se lanzó al interior sin que Minos o Aiacos pudieran impedirlo.

—¿Por qué saltó así nada más? —Minos se molestó sin embargo, no hubo tiempo ya que Aiacos sugirió que debían seguirlo pues no sabían donde estaba el otro extremo.

—Espera —Minos sacó su madeja de hilo mágico -el que creó usando su técnica "Marioneta cósmica" tiempo atrás- atándolo al pasamanos de la escalera para que pudieran volver rápidamente en caso de peligro—. Vamos, sigamos a ese necio.

Los tres espectros se lanzaron al pozo con todo y lámpara de aceite cayendo varios metros hacía adentro sin tocar el fondo hasta pasados varios minutos en donde tocaron el piso encontrándose con un panorama repleto de lo que parecían ser cuerpos humanos que despedían un olor fétido.

—Sylphide... ¿dónde estás? —Aiacos levantó la linterna lo más que pudo sobre su cabeza recorriendolo todo a su alrededor.

—Este lugar es horrible —dijo Minos—, seguro el tal Pickman ya está entre estos despojos sin vida.

—Es muy probable.

Los dos caminaron hacía el frente tratando de no ver lo que había a su alrededor sino enfocando su atención a que no les salieran los seres caninos, cuando divisaron una sombra que se dirigía hacia ellos a toda velocidad lo que los tuvo tensos unos momentos pues no podían identificar aun de quien se trataba.

—¡Tienen que ver esto! —la sombra resultó ser Sylphide quien les hizo dar un respingo para luego conducirlos por el largo túnel oscuro de sendero irregular, y que iba por debajo de todo el vecindario al parecer, hasta una zona extraña donde se veía como colgaban del techo las raíces de muchos árboles— El camino es por aquí.

El espectro de basilisco los guió por un estrecho sendero improvisado que iba hacia arriba haciendo que ambos tuvieran que ir a gatas pues, se trataba de un túnel de tierra que iba camino arriba a través del cual lograron ver una luz al final. Hacía el final camino lograron divisar un espacio abierto que se abría paso por lo que fuera un mausoleo en el pasado, permitiéndoles ver un jardín amplio repleto de lápidas cuya silueta le iluminaba la brillante luna llena en el cielo.

La potente luz de luna les ayudó a ver como una agrupación infernal estaba reunida alrededor de una serie de tumbas a la espera de que algo sucediera.

Los tres se acercaron al grupo en silencio y con cautela confirmando que se trataba de los seres caninos los cuales parecían estar sobre algo o sobre alguien. Sylphide iba sigiloso aproximándose paso a paso notando que, en realidad, los monstruos estaban devorando algo avidamente mientras los dos jueces lo observaban horrorizados a pocos metros de ahí.

Ni Minos ni Aiacos se atrevían a hacer ruido alguno ya que cualquier sonido enloquecería a los lobos. Sylphide se valió de sus habilidades de espectro intentando abrirse paso por un lado de los animales ya que estaban muy cerca de lo que parecía ser un mausoleo abierto.

—Quizás salen de ahí —pensó el basilisco rodeando a la jauría la cual, aparentemente, no había notado su presencia pues estaba realmente ocupados devorando su presa de esa noche.

El mausoleo abierto revelaba otro túnel que iba hacía abajo, quizás hacía Mnar, se dijo Sylphide con calma percatandose que la jauría había detectado su presencia mirándole con sus ojillos inyectados de sangre mostrando sus afilados y largos dientes.

—¡Es ahora o nunca! —Sylphide no lo pensó dos veces lanzándose al interior del túnel seguro de que los animales irían tras él.

Minos y Aiacos no se movieron hasta que todos los seres caninos fueron tras de Sylphide, hasta ese momento Minos mandó llamar su hilo mágico cuya punta retractible volvio hasta él atándolo a uno de los anchos árboles del camposanto donde estaban, Copp's Hill era el nombre del cementerio el cual parecía ser la conexión entre Mnar y Boston.

—¡Vamos tras de ese tonto! —Aiacos estaba algo cansado de lo impertinente e intrépido que era Sylphide, aunque eso no le prevenía seguirle el paso sin duda— Si ese camino de gusano conecta con Mnar quién sabe qué ocurrirá con él pues no lleva puesto su sapuris.

—Le diré a Radamanthys que lo castigue por eso, pero sigámoslo por ahora.

El túnel abierto era muy amplio y oscuro cuyo camino se miraba profundo y recto, parecía ir en caída libre hacía el centro de la tierra. Los dos jueces se lanzaron tras comprobar que no había más animales alrededor deseosos por llegar al fondo de todo. La caída fue aún más prologada que la del sótano en la casa de Pickman y daba la impresión de que atravesaban dimensiones y espacios desconocidos mientras iban hacía abajo a toda velocidad.

El final del tunel parecía un velo que daba a unos espesos y negros bosques. Sylphide estaba justo frente a ellos luciendo aún más pálido y espectral de lo que era, un aura azulada iluminaba sus grandes ojos.

—Estamos en Mnar —anuncio señalando al frente—, ahí está el poblado de Dunwich.

—No puede ser... creí que nos desintegraríamos por no tener nuestros sapuris con nosotros —indicó Aiacos observándose a sí mismo confirmando que todo estaba en su lugar.

—¿Dónde están los lobos? —Minos sujeto al basilisco por el cuello de la chaqueta observandole con dureza— ¿por qué saltaste así sin más y sin consultarnos?

—Lo siento Minos, debía actuar con rapidez. Perdí a los lobos en el edificio que fuera la iglesia del pueblo, los encerré y se quedarán ahí por un rato. No lograron herirme, pero mi piel está descarapelándose.

—Así que estarán encerrados en la iglesia... —comentó Minos pensativo.

Los tres observaron el poblado en la lejanía por un instante sumido en total oscuridad pues nunca salía el sol en Mnar. El grifón se aproximo con paso lento a las orillas del poblado observando el edificio decadente, pero de estructura sólida, que fuera una iglesia coronada con un alto campanario notando algo interesante al lado de ese edificio.

—La casa a un lado tiene una luz encendida —añadió con creciente interés—, quizás...

Minos hizo que lo siguieran a investigar aquella casa la cual era idéntica a la casa que Pickman había rentado en Boston. La estructura y fachada era la misma, de igual forma, el caos y desorden eran idénticos. Los tres espectros se apresuraron al interior tratando de entender por que la casa era la misma sabiendo que, era muy probable, que el desaparecido Pickman estuviera dentro de ella.

Cruzaron el desolado y sucio vestíbulo notando como una luz verdosa cubría todo como si de un extraño filtro se tratara, revisaron la planta baja y el segundo piso no encontrando a nadie, aunque estaba repleto de efectos personales y una pintura con la misma firma; Richard Upton Pickman había bajado hasta Mnar volviéndose uno más de sus habitantes al parecer. Sylphide bajo al sótano seguido de los dos jueces en medio del filtro verde y unas velas encendidas que iluminaban débilmente todo el lugar.

Delante de ellos se dejo ver un hombre sentado delante de un caballete dibujando con tal concentración que ni siquiera se percató de su presencia. Los tres hombres se postraron detrás de él observando como este trabajaba arduamente en su nuevo trabajo. Minos noto que alrededor había muchos lienzos terminados, decenas de ellos, y todos mostraban a los licántropos en diferentes puntos de la ciudad.

En ningún momento el joven pintor se giró para verlos o dirigirles la palabra, en ese instante los tres hombres supieron que lo que quedaba de Pickman ya no era humano y no valía la pena molestarle. Era un despojo viviente para esos momentos.

Richard Upton Pickman había abierto una puerta hacia ese mundo usando artes desconocidas o, quizás se topó con él, pues Minar y sus habitantes existían desde hacía eones y los monstruos innombrables que los habitaban eran un misterio incluso para sus propios habitantes.

—Debemos volver a la ciudad y cerrar el paso hacía este mundo —anunció Minos decidido a terminar con todo apenas salieron de la casa alejando sus pasos de Dunwich—. No me gusta hacer servicio a los mortales, pero esas cosas caninas no deben salir de aquí. Los horrores de este mundo pueden provocar un desequilibrio en el mundo mortal o algo peor.

Los tres volvieron sobre sus pasos mientras Minos usaba su cordón mágico para volver arriba en pocos segundos. No llevaban sus armaduras como para dar pelea a esos seres así que, lo mejor, era tomar un plan B: cerrar el túnel por ahora, a pesar de que algo les decía que lo algún otro mortal impertinente lo abriría de nuevo en el futuro, harían su mejor esfuerzo por cerrarlo.

Así los dos jueces y el basilisco salieron del cementerio de Copps Hill volviendo a la casa mortal de Pickman para sellar el pozo.

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Minos regresó a Boston, varios días después, buscando un poco más de información encontrando que, tal y como suponían, Richard Pickman era descendiente de un hechicero que murió ejecutado durante los juicios de Salem. Se decía que ese hombre había conjurado horrores desconocidos venidos de quien sabe donde y estos se ocultaban en Copp's Hill aterrorizando a los pobladores de la antigua Boston de vez en vez.

La gente les temía no teniendo idea de como sacarlos de la ciudad o cómo enfrentarlos, pero, con el paso de los años, quedaron relegados a "habladuría popular". El grifón permaneció en silencio un momento analizando los documentos frente a él sumido en sus pensamientos tratando de ocultar un ligero escalofrío que le recorrió la espalda.

¿Qué tantos horrores más habrán conjurado los hechiceros del mundo mortal?

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FIN

*Notas: Pues creo que está claro que el cuento elegido para el crossover de este año fue "El modelo de Pickman" aderezado con un toque de "El horror en Dunwich". Gracias por leer.

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