Lost stars
Jimin
Y preguntó dejándome con una extraña combinación de sensaciones en mi estomago, una parte de mí se quería reír por si el joven no había notado lo que era evidente y la otra quería golpearlo fuerte en la cara.
—¿Tú que crees? —Sonrió tímido y encogió los hombros —Amo a un chico más que a nada, eramos novios o fuimos un intento de serlo y de repente se me escapó de las manos. No se a dónde fue y lo extraño cada día, a veces me preguntó si me recuerda siquiera.
—Suena a que eso debió doler, ¿no has vuelto a verle?
—Duele todavía y si, me alegra que puedo seguir viéndole desde lejos.
Ambos nos quedamos callados después de esa conversación, limpiamos la mesa y le ayude a minimizar el desorden, pronto la noche cayó y trajo consigo gotitas de nostalgia sobre la ciudad, el cielo retumbaba en las alturas y yo no sabía como regresar a mi departamento. Pronto la luz se marchó dejándonos ciegos y con un torpe andar.
—¿Jungkook? —Intenté no golpearme con algún mueble mientras caminaba en busca del dueño de la casa. Pero el joven no hacia ningún ruido en lo absoluto.
—¡Jimin-shi!
Hasta que me hizo helar la sangre apareciendo detrás de mí con una linterna, solté un largo suspiro mientras lo seguía hasta lo que yo asumía era su habitación.
—Sostén esto quieres, voy a bajarte un edredón para que puedas cubrirte.
—¿Cubrirme? —Cuestioné y el chico señalo la ventana.
—No estás pensando en irte con esta lluvia ¿O si? Voy a sentirme culpable si te congelas ahí afuera.
Jungkook no me dejo seguir hablando e insistió en que pasara la noche ahí pues no tenía elección así que pronto los sofás se convirtieron en camas, con muchas cobijas, almohadas y cojines. La luz no regresaba y no había mucho que hacer sin ella por lo que simplemente deje el móvil sobre la mesita de noche y me recosté mientras escuchaba el danzar de las gotas de lluvia en los tejados.
Una voz melodiosa me hizo reaccionar antes de caer dormido, era Jungkook cantando. ¡Pero como pude olvidarlo! Él amaba cantar, siempre me cantaba y yo le dedicaba toda mi atención a través del teléfono, tenía una voz preciosa, una que podrías reconocer si le escucharas cantar por las calles sin siquiera verlo, porque es única. Ni en otra vida me sería posible olvidar su voz.
—Deberías cantar en las calles, te apuesto que serías famoso.
—Pensé que estabas dormido ¿te desperté?
Negué con la cabeza aun sabiendo que no podía verme.
Esa noche me aferré a las sabanas y le até cadenas a mi corazón para no levantarme y correr hacia donde estaba él y abrazarle toda la noche, tenía tantas ganas de tenerlo cerca de mí. Pero no podía e intentarlo no era una opción.
Durante la noche le escuche gritar y llorar, exaltado me levanté del sofá pensando que le había pasado algo malo pero mantenía sus ojos cerrados. Estaba soñando, o más bien, teniendo una pesadilla.
—Jungkook —No obtuve respuesta —¡Jungkook! Despierta.
Me regalo una mirada llena de miedo, de dolor, de angustia. Automáticamente se aferro a mi camiseta y me acerco a él, unos minutos pasaron cuando por fin se calmó y se soltó avergonzado.
—Jaaa, discúlpame, es sólo que a veces siento que soy golpeado otra vez por un auto.
—No tienes que disculparte, ¿que hay del llanto? En verdad pensé que algo te había pasado.
—No lo sé, a veces sueño que alguien me deja.
—¿Alguien? —Asintió.
—Tampoco sé quién demonios es, lo único que me queda claro es que le guardo resentimiento por haberme dejado. Es ridículo.
Y nuevamente las preguntas como ¿estoy haciendo lo correcto? si sigo aquí ¿le haré más daño que estando lejos? Ya... Jungkook tú al menos me has borrado de tu memoria y vida, no recuerdas nada más, pero yo, yo tengo que vivir cada día con los recuerdos. Quizá nunca debí volver y seguir adelante.
Jungkook le confió su descanso a esas pastillas para dormir y pronto se notaba más adormilado de lo normal y comenzó a decir cosas sin sentido.
—¿Puedes traerme un emparedado de mantequilla de maní? —Solté una pequeña risa y me senté frente al sofá para verlo mejor.
—Pero que dices, ni siquiera puedes comer mantequilla de maní porque eres alérgico ¿Acaso quieres morir?
—Tú ¿Cómo sabes eso? Nunca te lo había mencionado antes.
De repente me vi en aprietos, pero le reste importancia pues de cualquier manera puede que mañana no recuerde nada.
—No sólo eso, sé que te encanta comer frituras, que puedes quedarte dormido en cualquier lugar que sientas cómodo, te avergüenzas de esa cicatriz en tu mejilla y que has querido huir de esta ciudad muchas veces. —Me miró desorientado y con sorpresa.
—Jimin... ¿Quién demonios eres?
—Soy ese al que solías llamar todas las noches.
Sus ojos se abrieron un poco, por un momento la esperanza de que me recordara se apoderó de mí.
—Ya veo.
Pero sólo fue un último gesto antes de quedarse dormido.
—Duerme bien Kook, puedo prometerte que mientras este aquí no dejara que nada te pase aunque estoy seguro de que no lo necesitas.
Retiré algunos cabellos de sus ojos, y lo cubrí bien con las sabanas. Dispuesto a regresar a mi sofá me levanté cuando sentí su mano detenerme.
—No me dejes otra vez Jimin. —Susurró. Me quedé a su lado si eso le hacía sentir tranquilo y pronto me quedé dormido.
Jungkook
Desperté debido al timbrar desconocido de un móvil, traté de cerrar los ojos y continuar con mi sueño cuando recordé a Jimin, mire de inmediato al sofá y no estaba ahí hasta que me percate de que mi mano sostenía algo, miré al suelo entonces y le vi allí tendido.
Lo único que lo había abrigado esa noche era una parte de cobija que caía de mi lugar. Su mano era tan cálida y no recordaba como es que nuestras manos terminaron entrelazadas. Lo observé con toda la calma y tiempo del mundo de pies a cabeza.
—¿Cuales son las razones por las cuales no puedo recordarte? ¿Por qué siempre que me miras pareces triste?
Me libre de aquel contacto y me levanté del sofá con el corazón acelerado de repente, como si hubiera prisa por algo, traté de restarle la mayor importancia y comencé a preparar el desayuno pero algo me hacía sentir incómodo. Así que me acerqué a Jimin con la intensión de despertarlo.
—Despierta, ven a tomar un café.
—¿Me recuerdas ahora?
Comenzó a murmurar y su pregunta me provocaba nuevamente un agujero en la cabeza
—Jimin ya es hora de despertar.
A pesar de mis intentos para despertarlo no logré absolutamente nada así que simplemente le deje descansar, comencé a revisar mis apuntes en busca de responder mis guías de exámenes cuando el sonido de su móvil timbrando me distrajo. Con el miedo de que fuera un mensaje de trabajo tomé el aparato para leer bien el mensaje, una punzada me recorrió el cuerpo por una milésima de segundo.
—¿Min Yoon Gi?
"He venido a devolverte algo, para que pueda olvidarme de ti de una vez por todas".
¿Quién era ese tal Min Yoon Gi? ¿Será el chico del que me contó anoche? Le di muchas vueltas cuando no tenía una razón para hacerlo por lo que deje el móvil en donde estaba, como si no hubiese husmeado sin querer en el.
Yoon Gi
Mientras recorría las calles de la ciudad acompañado de mi extraño conocido me sentí ajeno a todas las cosas a mi al rededor, al idioma, a los olores y paisajes siendo que esta era mi nación. Taehyung se había tomado muy en serio su trabajo de mostrarme la ciudad y mis piernas y mala condición física no podían seguirle el paso, recorrimos todos lo que el tiempo nos permitió y en cuanto cayó la noche y algunas gotas de lluvia nos dirigimos directamente a su casa... ¿Casa? Eso era más bien una mansión. Empezaba a preocuparme de que Taehyung fuera una especie de miembro de una mafia o hijo de políticos (y creo que éste último era mucho peor).
No había absolutamente nadie más que él y yo en ese enorme lugar, sentados en las camas con las manos dentro de la ropa debido al frío, me relajé al verle andar en su habitación mostrándome su colección de fotos instantáneas, viéndolo reír conmigo como si me conociera de años y fuéramos buenos amigos.
—Gracias por recibirme hoy, no tenía lugar a donde ir para ser honesto.
—No es nada. A veces siento que me hace falta alguien con quién charlar. —Me regaló una sonrisa que me puso los vellos de punta. —Pero puedo preguntarte ¿A que has venido?
Desvié la mirada y pensé por un momento ahorrarme todas las explicaciones, pero ni una palabra salía de mi boca.
—Tengo algo que terminar.
No hubo mas conversación de mi parte en toda la noche. Al día siguiente temprano me decidí a armarme de valor y enviar el tal dichoso mensaje, con la tonta esperanza de que al encontrarme con él, se arrepintiera un poco y volviera a mí.
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