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(CAP4) - Gris Basalto

(Anna)

Permanezco inmóvil en el sitio durante segundos. El sudor de mis manos impide que sostenga por más tiempo la cartera y cae al suelo al mismo tiempo que mi aliento. La respiración se me entrecorta cada que inhalo oxígeno y noto como mis pulmones se hinchan haciendo presión contra mi pecho cuando retengo el aire dentro de mí.

Las ojeadas de Amelia apuntan sobre mí, y se centran en el estado de perplejidad y titubeo en el que estoy inmersa.

Encantada—los labios de Cloe se definen a los lados de su cara.

Las palabras continúan sin emerger de mi boca y tampoco hago muestra de estar en mis plenas facultades, tan solo me limito a tragar saliva mientras fijo mi mirada en el hombre que lleva meses agenciándose de mis fantasías. Los golpes de mi amiga a los lados de mi cuerpo piden que reaccione, pero parecen no ser suficientes para que me enfrente a la situación.

-Anna es íntima amiga de mi nieta—interviene a mi favor—Se quedarán a pasar unos días aquí.

-Ya nos conocemos—su habla se dirige a mi—En la celebración, la que se hizo en honor a los padres de Anna, —aclara— Ahí nos conocimos.

Oír mi nombre mezclado con la tonalidad vocal grave y aterciopelada de Abel hace que sienta escalofríos hasta en la última de mis esquinas desnudando así todos los ángulos de mi cuerpo. Las luces tenues arrojadas por faros de luz que rodean el lugar, ayudan a que perciba la manera en la que acaparo la atención de mis acompañantes e instintivamente y como acto de supervivencia muevo la cabeza asintiendo conforme con la aclaración del mismo.

-Sentémonos y sigamos con la conversación cenando—propone Amelia—Abel, cariño, debes tener hambre.

-La verdad, es que mucha. No he comido nada desde esta mañana.

-Hijo, cada día te veo más flaco, tienes que comer más o no gustarás a las niñas—le advierte ella con un travieso intento guiño de ojo.

«¿Flaco?», «¿Que no gustará?» —pienso para mis adentros— «¡¡Pero si está más bueno que el pan!!»

-Claro, sí, cenemos juntos—susurro.

En el transcurso de la velada consolido mi interés en un determinado punto; las manos que se encuentran frente a mí, «SUS MANOS». Trato de pasar desapercibida ante las personas que me acompañan, y consigo evitar todo tipo de contacto con la que es la viva imagen de "Hércules" en su punto cumbre. Cualquier indicio de que sus sentidos puedan centrarse en mí, o los posibles roces de nuestros pies bajo el comedor abrirían de golpe todo tipo de sentimientos hacia él.

-Quizás le puedas echar una mano a Anna—inicia Cloe—Le cuesta decidir entre la escritura o la actuación.

-No es necesario de verdad—concluyo.

La idea de tenerlo a menos de un radio de un kilómetro la mayor parte de las horas que conforman un día me erizan la piel y me llenan de espanto al instante. «NO, NO y NO», «¿Acaso no ven que apenas puedo sostenerme en el sitio?» «¿CÓMO?, ¿CÓMO? Y ¿CÓMO? aspiran a que actúe de acuerdo con el rol de una joven aparentemente "normal y común" estando él presente»

-Cielo estáis en último curso, no os queda mucho para que tengáis que tomar esta decisión—persiste de manera cuidadosa la abuela de mi amiga.

-Lo sé. Realmente no es que no lo tenga claro, simplemente tengo dudas.

-Bueno, tal vez él consiga desenredar tus ideas y ayude a clarear esas dudas ¿no crees?

Quedo callada ante la obstinación que cargo y pese a las razones que aún conservo, no tengo argumentos ni razonamientos que me exculpen o justifiquen mi postura. Aun cuando su trayectoria profesional es demasiado breve y su corta edad lo haga ver inexperto, los escritos de Abel han alcanzado la popularidad en tiempo récord, llenando los hogares de sus compradores de románticas historias de amor que los trasportan a mundos de color y fantasía.

- ¿También pones en duda mi condición como profesional? —«¿Qué?», «¿Poner en duda su condición como profesional?», «¿Cuándo he hecho yo eso?».

- ¡No!, desde luego que no, confío absolutamente en sus capacidades como escritor claro.

-Siendo así...por qué razón no me ves a los ojos cuando lo dices.

-Y ¿por qué razón tratas tú de buscar el error en mis gestos o palabras?

-Hasta donde yo sé, eres "tú" quien rechaza mi ayuda—remarca con tono acusatorio.

-Bueno, y hasta donde yo sé, no me ha llegado a ofrecer su "ayuda" en ningún momento.

-Bueno quizás debería darle las gracias de eso a "usted" que se me ha adelantado declinando cualquier tipo de proposición, ¿no cree?

El clima se volvió de tonalidades representativas de una tensión tangible, el sigilo guardado mientras Amelia y Cloe hacían de mediadoras entre ambos intensificó el incómodo momento visible en nuestras caras y paró mis palpitaciones estancadas en el atractivo salvaje de Abel. Si fuera consciente de mis verdaderos motivos elegiría mejor sus palabras y cuidaría más su tono al hablarme. Por supuesto que me siento agradecida de que quiera mostrarse amigable y con intenciones nobles, pero, «¿cómo podría hacerlo?» «cómo aprovechar semejante oportunidad si mis ojos sólo ven esos labios que imaginaba que besaba mientras dormía».

-Hija no queríamos agobiarte, si prefieres pensarlo, puedes hacerlo.

-No, perdóneme a mi Amelia, no pretendía que sonara así. Si Abel todavía sigue queriendo prestarme su ayuda, me gustaría escuchar sus consejos.

...

- ¡Pip-piip!, ¡Pip-piip!, ¡Pip-piip!, ¡Pip-piip!, ¡Pip-piip! —el agudo sonido taladra mi sesera—Por dios, ¿esta cosa no se calla? — me lamento mientras golpeo el cacharro.

-¡¡Despierta bella durmiente!!—vociferan al otro lado del muro.

-¡¡Sólo cinco minutos más!!

-Tus cinco minutos, nunca son cinco minutos—gruño bajo las sábanas cuando Cloe alza las persianas y corre las cortinas de mi cuarto permitiendo la entrada de luz— Estoy segura de que me lo agradecerás más tarde.

-Las siete y cuarto de la mañana—tomo el reloj y señalo la hora que marca— Las siete y cuarto de la mañana de un viernes, por el amor de dios ni en el ejército son tan estrictos con los soldados.

-Una hora maravillosa para darnos un agua, vestirnos y bajar a desayunar—se hace el silencio—Contratamos la excursión a las nueve y cuarto, dos horas serán suficientes, espero.

- ¡Mierda!, ¿la visita al Palacio de Versalles era hoy?

- ¡Enhorabuena!, ¿ya has retomado la conciencia? — vacila mi amiga—El tiempo corre ¡tik tak!, ¡tik tak! — alcanza a decir antes de cerrar la puerta de su baño.

Si sumase el total de mis horas de sueño, el resultado impresionaría a más de un médico especialista en ello. No he pegado ojo en toda la noche, mis parpados han permanecido cerrados, sí, pero mi cabeza no ha dejado de maquinar durante el tránsito de la noche. Sigo pensando que todo ha sido una ilusión, aunque la verdad no sabría si catalogarlo como ilusión o más bien como catástrofe, la duda todavía me perturba.

Anoche, no tardamos en regresar a la habitación. Finalmente, el abuelo de Cloe dejó verse abriendo paso a mi tranquilidad y pudiendo permanecer más tiempo callada. Los segundos parecían minutos que se alargaban a horas, y las horas me parecían lo más similar a días que hacían ver a las semanas cortas. El tiempo no pasaba para mí, eso o que mis ganas por desaparecer eran tan grandes que debí de distorsionar de alguna manera el paso del mismo.

Como conclusión únicamente diré que los días que antes desprendían un olor semejante al pan fresco horneado, reconfortante y acogedor, ahora comenzaban a tornarse de un gris basalto envolvente de un hedor putrefacto. El comienzo de todo un caos que pondría de vuelta y media mi ordinaria y usual vida.

- ¿Lista?

-Eso creo, aunque siento que me falta algo.

- ¿Has comprobado si llevas el móvil?, ya sabes, esa herramienta de comunicación que utilizan las personas para mantenerse en contacto en cualquier momento.

-Te amo, ¿lo sabías? — le hago saber mientras tomo mi teléfono de debajo de la colcha—¿Qué haría yo sin ti?

-Mejor no saberlo—ríe— ¿Lista?

-Ya veremos— digo mientras retiro la tarjeta de la cerradura y me aseguro de cerrar bien.

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