(CAP14) - Gracias...
(Anna)
Despierto en una habitación iluminada por una luz blanca y fría. El zumbido constante de las máquinas a mi alrededor es lo primero que percibo, seguido por el aroma aséptico del hospital. Parpadeo varias veces, tratando de enfocar mi visión, y noto que Abel está sentado a mi lado, con su rostro lleno de preocupación.
- ¿Anna? ¿Estás despierta? — su voz es suave, pero cargada de tensión.
Intento incorporarme, pero el dolor en mi cuerpo es insoportable. Abel me detiene con suavidad, poniendo una mano en mi hombro.
-No te muevas demasiado, estás herida.
Mi mente está nublada, los recuerdos se arremolinan confusos. Fragmentos de imágenes comienzan a aparecer: la furgoneta, los secuestradores, el callejón oscuro...y luego, Abel encontrándome tirada en el suelo, llevándome en sus brazos. Siento una punzada de gratitud y miedo al mismo tiempo.
-Cloe...—mi voz es apenas un susurro—¿Dónde está Cloe?
Abel frunce el ceño y toma mi mano con firmeza.
-No te preocupes por Cloe ahora. Lo importante es que tú estás a salvo.
Pero su respuesta no me calma. La preocupación por mi amiga se intensifica y trato de sentarme nuevamente, ignorando el dolor.
-Por favor, ¿dónde está? Necesito saber si está bien.
Suspira y su expresión se suaviza, aunque aún puedo ver la preocupación en sus ojos.
-Anna, escúchame. Cloe está bien. La encontramos sana y salva, pero está muy asustada por ti. La policía está hablando con ella ahora, intentando obtener más información.
Un alivio temporal me inunda al saber que está a salvo, pero los fragmentos de mis recuerdos me atormentan. Cierro los ojos y veo destellos de lo que ocurrió: Abel encontrándome, sosteniéndome en sus brazos, murmurando palabras tranquilizadoras mientras mi conciencia se desvanecía.
- ¿Cómo me encontraste? —pregunto, con la voz temblorosa.
Me acaricia la mano mientras su expresión se torna más seria.
-Estábamos buscando por todas partes. La policía recibió un aviso anónimo sobre una furgoneta sospechosa a las afueras de Francia, cerca de una vieja fábrica abandonada. Llegamos justo a tiempo. Te encontramos tirada en el suelo, apenas consciente. Te llevé en mis brazos hasta la ambulancia.
Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar esto. Recuerdo vagamente la sensación de ser levantada del suelo, la voz de Abel llamándome, instándome a permanecer despierta.
-Gracias...—murmuro, sintiendo un nudo en la garganta.
-No tienes que agradecerme nada, Anna. Lo importante es que estás aquí, a salvo.
El hospital está tranquilo, y las luces suaves de la habitación contrastan con la tormenta de emociones que siento.
- ¿Vamos a quedarnos aquí esta noche? —pregunto, intentando encontrar un poco de normalidad en medio del caos.
-Sí, no podemos volver a Versalles esta noche. Nos quedaremos en un hotel cercano. Pero primero, necesitas descansar. El doctor dijo que necesitas tiempo para recuperarte.
Asiento débilmente, sintiendo el peso del cansancio en cada parte de mi cuerpo. Las respuestas que necesito vendrán con el tiempo. Por ahora, saber que Abel y Cloe están a salvo y conmigo es suficiente. Cierro los ojos y dejo que el agotamiento me arrastre de nuevo a un sueño nervioso, sabiendo que no estoy sola en esta oscuridad.
...
Despierto de nuevo, esta vez por la suave voz de una enfermera que me llama por mi nombre. El zumbido constante de las máquinas y el aroma aséptico del hospital vuelven a situarme en la realidad.
-Anna, el doctor necesita hacerte unas pruebas para asegurarse de que todo está bien antes de darte el alta—dice con amabilidad.
Abel está a mi lado, su rostro tenso y preocupado. Le doy un apretón a su mano antes de que la enfermera me ayude a sentarme. El dolor es inmediato y agudo, recorriendo mi cuerpo como una ola. Intento no quejarme, pero no puedo evitar soltar un gemido.
-Lo siento, sé que duele—dice la enfermera, mirándome con compasión—El doctor vendrá en un momento.
Abel me observa, y puedo ver la angustia en sus ojos. Intento sonreír para tranquilizarlo, pero el dolor es demasiado. En ese momento, el doctor entra en la habitación, saludando con un gesto profesional.
-Buenas noches, Anna. Necesitamos hacer unas pruebas para asegurarnos de que estás bien antes de que puedas irte.
Asiento débilmente, sabiendo que es necesario, pero temiendo el dolor que vendrá. El doctor comienza a revisar mis heridas, tocando con cuidado las zonas magulladas y haciendo preguntas sobre cómo me siento. Cada movimiento es una tortura, y no puedo evitar soltar quejidos de dolor.
- ¿Duele mucho aquí? —me pregunta el doctor, presionando suavemente una costilla que parece estar especialmente sensible.
-Sí...—respondo entre dientes, sintiendo cómo las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos—Duele muchísimo.
Abel está a mi lado, apretando mi mano con fuerza. Puedo ver que le resulta insoportable verme así. Sus ojos se llenan de lágrimas no derramadas, y finalmente, suelta mi mano y se levanta.
-Necesito...necesito salir un momento—dice, con la voz quebrada.
-Abel, espera...—intento detenerlo, pero él ya está saliendo de la habitación, incapaz de soportar verme en este estado.
El doctor continúa con su revisión, tratando de ser lo más cuidadoso posible, pero el dolor no cede. Cada toque, cada presión, es una agonía que apenas puedo soportar. Siento que el mundo gira a mi alrededor, y me aferro a la idea de que esto terminará pronto.
-Tienes algunas contusiones severas y posiblemente una costilla fracturada, pero no parece haber daño interno grave. Te daré el alta, pero necesitarás mucho descanso y cuidado en casa.
Asiento, aliviada de quela revisión haya terminado. La enfermera me ayuda a recostarme de nuevo, y eldoctor se marcha tras dejar unas instrucciones.
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