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04

Poco a poco, su cuerpo dejó de arder; al sentir el toque de Satoru, Suguru sintió alivio. No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde que perdió el conocimiento, pero de lo que sí estaba seguro era de que no estaba solo, Satoru estaba con él. Colocando su rostro en el hombro del de cabello blanco, Suguru inhaló su aroma; era reconfortante, haciendo que sus extremidades se relajaran, ya que no podía soportar más, se sentía cansado. Su cuerpo estaba tan adolorido como si un camión lo hubiera atropellado. «Si Satoru está aquí, ¿por qué no dormir un poco?» pensó antes de cerrar los ojos y quedarse completamente dormido.

Al darse cuenta de que el joven había caído rendido, Satoru lo cubrió con una manta que Nanami le entregó y con la ayuda de Shoko, lo abrigó. «El suelo está demasiado frío para que se quede sin ropa», se dijo a sí mismo. Una vez listo, lo llevó en su espalda y la beta le entregó su mochila ahora vacía. El joven no pesaba mucho, así que Satoru lo llevó hasta que llegaron a su hogar. Un ronquido suave se escuchó desde su espalda mientras caminaban, y una sonrisa se formó en los labios del mayor. Era bastante fuerte, así que llevar al joven no fue un desafío, aunque habían pasado muchos años desde la última vez que lo hizo.

Mientras caminaba, pudo oler el dulce aroma que emanaba del más joven. Girando ligeramente la cabeza hacia su hombro, también pudo oler su propio cuello, que había comenzado a liberar feromonas. No le molestaba, ya que solo estaba con el joven. Unos metros más, y los chicos ya habían llegado a su destino.

Al entrar Satoru recorrió con la mirada su hogar, ahora que lo pensaba por primera vez se dio cuenta que tenía un hogar, una casa que compartía con Suguru. Un brillo en sus ojitos como si fuera a llorar se hicieron notar, los recuerdos que tanto quería olvidar se hacían presentes cuando caía la noche, odiaba estar mucho tiempo solo con sus pensamientos. Pero aún con todo él sabía y tenía certeza que jamás volverían a hacerle daño a su familia, cada día se convertía en un alfa aún más fuerte y tenía mucho más conocimiento de sí mismo.

(…)

El pequeño se había desplomado y el hombre estaba muerto, pero había alguien más detrás de los arbustos acercándose al menor. El hombre mayor que se veía de 60 años lo tomó en brazos y llamó a un amigo policía para que se deshiciera del cuerpo de aquel hombre y se hiciera cargo del caso de asesinato. minutos antes el señor se había percatado del olor a sangre mientras caminaba por el bosque ya que estaba por ir a su trabajo cuando escuchó disparos, y aunque no sabía por completo lo que había pasado, el hombre sabía que ese niño era especial con solo verlo.

Sin esperar a la policía él se dirigió a su casa para abrigar al pequeño, al llegar su nieto todavía dormía, lo que era de esperarse ya que eran cerca de las 7 am. Al niño lo acostó en el sillón y lo abrigó con una manta, al mismo tiempo se preguntaba porque estaba resguardando al menor, cuando éste sabía que el clan Zenin lo quería ya que era un Enigma. Mientras ponía la tetera y esperaba unos minutos a que se calentara el agua vio de reojo como un niño de pelo negro largo que no media más de la cintura del hombre aparecía por el pasillo.

—¿abuelo ya es de día?— preguntó el pequeño e hizo que el piso sonará por sus pantuflas de ositos. Sin entender nada vio a un niño de más o menos su misma edad en el sillón, con los ojos abiertos de sorpresa lo apuntó con su dedo.

—Sugu, todavía es temprano para levantarse.— lo miró tratando de decirle que se fuera a dormir pero, claramente alguien ya había llamado su atención por completo.

—¿Quién es él?— preguntó y se acercó un poco al niño para ver más de cerca su pelo blanco, nunca había visto algo parecido. —abue, ¡¿porque tiene el pelo blanco?!— estaba a punto de tocar el pelo del chico cuando su abuelo le respondió

—él es Satoru y será tu hermano… y su pelo es así porque él es un Alfa puro— dijo sonando tranquilo pero dejando aún más dudas sobre quién era él

—¿Alfa puro?, ¿qué es eso?— giró la cabeza con cierta duda rondando su mente. De repente se emocionó, «¿tendré un hermano?» pensó el niño pelinegro y un montón de momentos jugando con él se instaló en su cabecita.

—mm es muy complicado enseñártelo ahora, pero te explicarán eso en la escuela— sonrío para luego escuchar el pitido de la tetera y preparar la leche al menor.

(…)

Sin darse cuenta Satoru se acurrucó al lado del menor y se quedó dormido.

A la mañana siguiente como todos los días Suguru se despertó más temprano que el peli blanco, ya no tenían que ir a la escuela porqué se encontraban de vacaciones pero aún el reloj biológico del pelinegro lo hacía despertarse a esa hora. Con cautela, se dirigió al baño y al entrar miró el espejo frente suyo y su mirada se posó en su cuello, como ya se había presentado era cuestión de tiempo que se notaran sus cambios físicos, al pensar en ello notó que algo era distinto, lo sentía en el fondo de su ser pero no sabía lo que era.

Al verse en el espejo abrió la boca y se miró los dientes, sus colmillos se veían más sobresalidos, y también en sus muñecas sobresalía un poco la piel a lo que suponía que se trataba de las glándulas que liberan feromonas. Sintió un olor venir donde él, era Satoru que se había levantado al ver que Suguru no estaba en la cama

—¿Sugu te sientes mejor?— preguntó el peliblanco y al ver al pelinegro sintió el rico aroma proveniente de su cuello. el chico estaba feliz aún con el dolor que había pasado hace solo unas horas se sentía bien, Geto se giró para mirar al mayor y le sonrió

—me siento bien, aunque se siente extraño, ya sabes, esto de la presentación— titubeo un poco, «¿cómo le explicaría a alguien que nunca había experimentado aquello, porque ya había nacido siendo un alfa completo?»

—siento que mi audición aumentó mucho, y ¡mira!— levantó un poco su labio superior con su índice mostrando sus incisivos más puntiagudos.

Una sonrisa asombrada fue vislumbraba en los labios del mayor y se acercó abrazando al joven pelinegro, tomándolo por sorpresa su cuerpo se contrajo ligeramente en su toque y ahora que sus sentidos eran mucho más sensibles se sentía muy extraño estando en su propio cuerpo.

Mentiría si dijera que Satoru no estuvo y estaba preocupado, este que no había sufrido nada parecido por lo que era difícil distinguirlo cuando le ocurría a otra persona.

«Si ya se presentó como un alfa,
¿Podrá convertirse en lobo ahora?»

Suguru olfateaba el rico aroma que provenía del otro, sin prestar atención a su cuerpo que a gritos pedía comida. Satoru por el contrario tenía que investigar más sobre los alfas y los ciclos de celo, en la escuela siempre hablaban de los omegas pero muy poco (o casi nada) sobre los Alfas y lo que les ocurría aparte de la transformación inmediata luego de presentarse. Los omegas, a diferencia de los otros subgéneros, al presentarse no sufren más cambios aparte de que se les sube el libido, pero tras una o dos ciclos de celo sufren su transformación como cualquier otro lobo.

Un claro rugido proveniente del estómago de Suguru alertó al contrario.

—¡debes tener mucha hambre!, lo siento— dijo el peliblanco agarrando su mano y lo jaló hasta la cocina. Dejando que se sentará este dio un par de vueltas recorriendo los muebles y estantes pensando en que cocinarle. Luego de unos minutos donde el chico caminaba de aquí para allá agarró una olla y se preparó para hacer el plato favorito de su preciado hermano.

(...)

—¡recuerda que tienes que entrenar luego!— dijo Suguru mientras se vestía luego de darse una larga ducha. Con la toalla en la cintura dio media vuelta y se acercó al closet para sacar ropa. Sin percatarse de que no hubo respuesta, Satoru se acercó lo más sigiloso posible a la habitación, al estar cerca del otro muchacho acercó sus manos y lo abrazó de la cintura.

—¡P-por dios!, Satoru no me asustes así— gritó el más joven y frunció los labios en un puchero a la vez que agarraba su pecho.

El aroma del chico pasó de agrio a dulce, de no ser porque era un alfa puro no hubiera sentido aquel cambio tan abrupto. «ocultó su aroma por eso no lo sentí acercarse» pensó el joven pelinegro y lo miró  pensativo

«¿debería hablarle sobre eso...?»

—Satoru, ¿me ayudarías a...— tomó una pausa con vergüenza en su tono, con el ceño levemente fruncido Gojo espero a que terminara de hablar.

—convertirme en lobo?

Pidió y los iris del contrario se iluminaron, brillando de un azul claro

—¡obvio! No tienes ni porque preguntarlo— se apresuró a decir—de acuerdo, te dejo vestirte en 10 minutos salimos— Y pronto salió de la habitación dejando al chico emocionarse en silencio.

No tenía porque preguntarle a alguien más como transformarse cuando tenía a Satoru Gojo, el adolescente más experto en ese tema. Su pecho saltaba de la emoción, por fin el peliblanco sería de ayuda para al menor, enseñar y poder ver al pelinegro como un lobo igual que ese día solo provocaba que su aroma fuera realmente empalagoso.

Luego de vestirse se dirigió a la sala de estar donde el mayor ya estaba listo, le entregó una mochila que pesaba mas que cuando iban a clases y con duda lo miró

—¿para que es...?— preguntó Suguru y bajó su mirada a sus manos.

—Ah cierto, es que cuando yo me transformo siento mucha hambre y lo demás es por si acaso— sonrió mostrando los dientes dejando que sus ojos se volvieran media lunas.

—Oh gracias...

Habló sintiendo un leve cosquilleo en su estómago

Ya en el bosque, Satoru inspeccionó con su olfato, buscando señales de cualquier presencia extraña. El aroma del bosque, una mezcla de tierra húmeda, hojas en descomposición y el sutil perfume de las flores silvestres, llenaba el aire. Al no detectar ningún olor forastero, le guiñó un ojo al otro con una sonrisa confiada. La tarde era cálida, y aunque el viento soplaba con fuerza, no conseguía enfriar a los adolescentes.

Satoru se acercó al pelinegro, sus movimientos fluidos y seguros, y atrapó los pliegues de su camiseta, levantándola con cuidado. Sabía que si no quería arruinar su ropa, tendría que quitársela. Los nervios a flor de piel, el pelinegro observaba cómo Satoru levantaba sus brazos, preparándose para despojarse de la prenda.

El entorno del bosque era vibrante y lleno de vida. Los árboles altos, con sus copas densas, dejaban pasar rayos de sol que se filtraban a través del follaje, creando un juego de luces y sombras en el suelo cubierto de musgo. El canto de los pájaros y el murmullo de un arroyo cercano proporcionaban una banda sonora serena y constante.

Al ver que solo quedaba la ropa interior, Suguru inhaló profundamente y se la quitó, sus ojos trataban de no cruzar miradas con la de Satoru que se mantenía en su posición observando detenidamente al contrario.

—tú cuerpo a cambiado un poco

Dijo Gojo en un susurro que más para el otro se lo dijo así mismo

—¿enserió?— abrió los ojos aturdido por lo que acababa de oír, sintió que los nervios resolvían su estómago pero no dejaría que sus extremidades flaquearan.

—Digo— el mayor se rascó la nuca, habló sin pensarlo por lo que se sintió avergonzado. —te veo cada vez más alto y fuerte

Un rubor tiño sus mejillas y tratando de cambiar de tema dijo:

—¿y que tengo que hacer ahora?

Su voz sonó un poco más grave y tensas

—mmh para empezar, cierra tus ojos...— habló y espero a que acatara su orden, el joven pelinegro cerró sus ojos dejando que momentáneamente sus sentidos se agudizaran aún más.

—Ahora respira profundo...

Suguru tomó aire y asintió dejando que los nervios se disiparan

—Imagina que estuvieras corriendo, en tu forma de lobo, agitado y con tus patas tocando las hojas del suelo —dijo Satoru en voz baja, sus ojos centelleando con un brillo casi animal—. Imagina cómo tu cuerpo se llena de pelaje y cómo tu cuerpo comienza a cambiar lentamente...

Suguru se dejó llevar por las palabras de Satoru. Podía sentir el peso de su cuerpo cambiar, los huesos alargándose y retorciéndose, el calor que acompañaba la transformación. Cada músculo se tensaba y estiraba mientras el pelaje brotaba de su piel, una capa gruesa y suave que lo protegía del viento y del frío.

El bosque a su alrededor parecía cobrar vida de una manera nueva y a la vez extraña. Podía oler el musgo húmedo bajo sus patas, cada hoja y rama bajo el suelo del bosque. El murmullo del arroyo cercano se hacía más claro, los latidos de su corazón resonando en sus oídos. La sensación de libertad era abrumadora, una corriente de energía que recorría su cuerpo mientras sus sentidos se agudizaban.

Satoru continuaba hablando, su voz suave y tranquilizadora guiando la transformación. Cada palabra parecía sincronizarse con el ritmo de su respiración, ayudándole a centrarse en el proceso. La confianza que tenía en Satoru le permitió dejarse llevar completamente, sin miedo ni duda.

Mientras el pelinegro se sumergía más en su forma de lobo, sus pensamientos humanos comenzaron a desvanecerse, reemplazados por instintos más primarios y urgentes. La necesidad de correr, de cazar, de proteger a su manada se hizo más fuerte. Las emociones humanas, complejas y a veces confusas, dieron paso a sensaciones más simples pero más intensas: la lealtad, la alegría, la furia.

Las hojas crujían bajo sus patas, el aire fresco llenando sus pulmones mientras corría a través del bosque. El sol se filtraba a través del follaje. Sentía cada matiz del terreno bajo sus patas, la diferencia entre la tierra blanda y las raíces duras, cada piedra y cada rama.

Finalmente, el pelinegro abrió los ojos, ahora brillantes con un nuevo entendimiento y una conexión más profunda con su naturaleza de lobo. Miró a Satoru a lo lejos, quien le sonreía con orgullo y complicidad, y supo que quería a ese chico.




Holaaa! si están aquí les doy las gracias por la espera, estuve mucho tiempo pensando en como seguir esto y pronto irá tomando forma... lamento mucho que hayan tenido que esperar😞

También aclaró que las actualizaciones serán los 15 y 20 de cada mes como estaba estipulado!!

—Ayan💐

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