Esos ojos (final)
Se llevó la taza de porcelana blanca a sus labios para sorber el café que ya estaba empezando a enfriarse porque había estado tan concentrada en el libro sobre la Unión Soviética para su clase de historia.
Apenas tuvo un tiempo libre, no dudó en ir a la cafetería que quedaba a unas cuantas cuadras de su recinto universitario donde residía. Vaya que la universidad la estaba consumiendo más que nunca porque los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina. Siempre supo que estudiar contabilidad no sería algo tan fácil.
Miranda tomó una gran bocanada de aire, cerró el libro y lo colocó sobre la mesa de madera. Sorbió lo último de su taza y miró el ajetreo del lugar. Nunca había tenido la oportunidad de ir, sus amigas le habían comentado que el lugar era demasiado acogedor y lo estaba comprobando, el ambiente era hogareño.
Dispuesta a irse, ella tomó sus cosas y las metió en su bolso. Se amarró su cabello rubio en una coleta media alta y se levantó con cuidado. Ya había pagado el café cuando lo había ido a retirar.
La puerta del establecimiento era doble, tuvo que irse detrás de una pareja que igualmente estaba saliendo. Bajó la mirada para fijarse por dónde caminaba, luego la alzó y miró hacia el otro lado de la puerta, donde estaba entrando gente.
Cualquier expresión en su rostro se había borrado.
Esos ojos.
Esos ojos azules tan claros, jamás podría olvidarse de ellos.
Y ahora estos también le veían con curiosidad.
Salió casi expulsada a la calle, sintiéndose agitada de repente.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Era él.
Miranda se colocó la correa de su bolso sobre su hombro, ignorando el rubor en sus mejillas y el repentino dolor en el estómago. Nervios, quizá.
Volvió a ver hacia la entrada de la cafetería, pero de inmediato la apartó para ver hacia el frente; dispuesta en regresar a su recinto a seguir leyendo su libro.
— ¡Oye!
Se detuvo de golpe. No sabía cómo reaccionar. Todo aquello era tan raro. Jamás pensó que eso podría pasar. Todos los recuerdos con aquel chico habían sido enterrados.
— ¿Miranda? —preguntó dudoso cuando ella se giró para encararle. Se sorprendió al verle tan cambiado, no era para nada como le recordaba, el adolescente alto y delgado había desaparecido para remplazarlo por una versión mil veces mejor.
Luke Hemmings lucía tan irreconocible. Pero el ímpetu con el que sus ojos azules le veían seguía siendo el mismo.
—No —contestó ella, negando. El rubio se acercó más a ella.
—Miranda Cooper, éramos de la misma generación…
—Digo, sí —se retractó a la misma vez que se cruzaba de brazos. Observó cómo Luke le veía con una sonrisa ladeada—. Hola, Luke.
— ¿Esto es raro? —cuestionó él haciendo un mohín con su boca. Miranda asintió.
—Teniendo en cuenta que cuando estábamos en la escuela me gustabas demasiado al punto de escribir cada vez que me notabas y luego tú lo supieras todo de la forma más cruel hacia mi persona, para después rechazarme con mucha honestidad… Uhm, bueno, entonces digamos que sí es raro.
Luke alzó ambas cejas sorprendido ante aquellas palabras que Miranda había soltado en un impulso.
Ella se maldijo internamente, pero trató de no mostrar debilidad.
—Sí, eso —comenzó diciendo con cierto pesar—. Nunca me gustó lo que te hicieron, ya sabes, leer tu diario o lo que sea, era demasiado privado, lo siento.
—Pasó, pero ya lo superé.
Se encogió de hombros, sin saber qué decir a continuación. El rubio también se quedó en silencio, viéndole.
Miranda se sorprendió al darse cuenta que aún existía algo de ese encanto que le provocaba esa mirada azulada.
—Nunca te había visto por acá —habló Luke luego de unos segundos.
—Nunca había venido por acá —respondió con el mismo tono de voz—. Estudio aquí cerca.
—Oh —murmuró—. Esta cafetería es de la esposa de mi hermano, a veces suelo venir.
Miranda asintió en comprensión. Luke se llevó ambas manos a los bolsillos de su pantalón negro y se encogió de hombros.
—Entonces, creo que adiós —dijo él, retrocediendo unos cuantos pasos. Miranda alzó sus cejas para luego asentir rápidamente.
—Oh, sí. Adiós.
La rubia se giró, aferrando la correa de su bolso con su mano. La brisa del viento golpeándole con delicadeza el rostro y azotando la coleta de cabello.
Sus amigas no le creerían lo que había sucedido. Ella ni siquiera podía asimilarlo aún.
— ¡Miranda! —escuchó a sus espaldas. Enseguida se giró confundida. Observó a Luke venir hacia ella a pasos apresurados, traía su teléfono en manos—. Me preguntaba si podrías darme tu número.
Le vio anonadada, bajó la mirada al aparato que sujetaba casi enfrente de ella y luego dirigió su mirada a la de él.
—Uhm, claro —aceptó, seguido digitó su número en el teclado del teléfono de Luke.
Luke guardó su celular, miró a Miranda y sonrió.
—Te hablo luego.
—Está bien —dijo un tanto aturdida. Él asintió para luego girar e irse directo a la cafetería.
Miranda soltó todo el aire retenido, miró a la gente que pasaba caminando tranquilamente a su lado y se permitió sonreír.
Después de todo, el primer amor jamás se llegaba a superar por completo. Quizá Luke seguía gustándole un poquito.
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Si llegaste hasta acá, muchas gracias por leer, espero que te haya gustado y gracias a esas personas que esperaron meses por una actualización de esta cosa. Como pueden ver no le hice un final trágico a esta fic a como tengo acostumbrado, todo bien, este final no lo considero 100 % feliz, pero algo es algo. Nuevamente, gracias por leer.
Les quiero.
-Karina.
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