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Capítulo Veintiuno

—Señor... —digo en un susurro al escuchar su voz. No sé qué más decir. Simplemente tuve el impulso de llamarlo pero ahora he quedado en blanco.

Carraspeo.

—¿Me extrañaste, pequeña? —se regodea —porque yo sí lo hice.

Se me corta la respiración, no esperaba que lo hiciera, mucho menos que me lo dijera tan abiertamente.

—Sí, Señor, lo he echado en falta—admito. Puedo escuchar su ronca risa del otro lado de la línea. Exhalo un largo suspiro.

—Eso veo. ¿Cómo ha ido todo con tu madre? —curiosea.

—Realmente bien, mejor incluso de lo que esperaba aunque fue inevitable que saliera lo nuestro —le doy énfasis a esto último— a colación. Pasamos el día con Arabelle y... —me pongo cómoda en la cama y en el proceso la toalla resbala por mi cuerpo dejando parte de mis senos al descubierto y una idea traviesa se filtra por mi mente, así que antes de perder el coraje me armo de valor y pronuncio en un susurro: —ya mi madre está descansando y yo en mi habitación, acabo de salir de la ducha.

Silencio.

—¿Señor? —llamo al no obtener respuesta alguna.

—Con que... acabas de salir de la ducha —escucho el ruido de una puerta cerrarse seguido de unos pasos —, yo estoy justo ahora frente a la puerta de la mazmorra. Estoy deseando tenerte aquí, me has estado provocando, Eridan, ahora lo haces, no creas que no me doy cuenta.

—¿Y qué sucedería si estuviera allí, Amo? —lo tiento.

Siento el calor recorrer mi cuerpo, concentrándose en mi bajo vientre por lo que tengo que apretar las piernas.

—Eres una pequeña zorra —su voz se torna ronca. Está excitado al igual que yo. —¿Eres consciente de lo que estás provocando y lo que te espera por tu comportamiento?

—Lo estoy deseando.

—¿Qué llevas puesto?

—¿Qué? —me ha tomado por sorpresa.

—Dime —ordena.

—Pu-pues nada —titubeo —una toalla anudada.

—Quítatela, abre las piernas y dime qué tan húmedo está tu coño ahora —obedezco sintiendo el calor extenderse por mi cuerpo. Escucho su respiración hacerse pesada.

Con la mano libre abro la toalla y dejo mi piel expuesta, siento mi carne erizarse como si sintiera el peso de su mirada sobre mí ahora mismo. Paseo mis manos por mis senos, mis pezones se encuentran erectos casi al punto del dolor pero no me detengo en ellos y hago lo que mi Señor me ha ordenado.

Desciendo hasta llegar al sitio entre mis piernas que se encuentra húmedo, caliente y deseoso por su atención. No puedo evitar gemir. Él gruñe en respuesta y lo hace tan bajo que si tal vez hubiese algún ruido mis oídos no habrían podido captarlo.

—Estoy muy húmeda, Señor —digo con voz queda.

—Tócate para mí —manda. Nuevamente obedezco.

Paseo mis dedos por mi sexo y los humedezco con mis propios fluidos, me arqueo cuando dos de mis dedos presionan mi clítoris, primero lo hago de manera superficial hasta que no aguanto más, los introduzco en mi vagina y bombeo suavemente, jadeo en búsqueda de aire y me remuevo en mi lugar.

—Señor... —jadeo —yo lo necesito. Lo necesito aquí, dentro de mi.

Fuego, ardor, deseo.

Caliente líquido emana de mi ser para él, más y más humedad. Lo escucho enloquecer en su propio juego y me hace sentir poderosa.

—Te follaré, Eridan, y te castigaré por provocarme una y otra vez —amenaza.

—Cuento con ello —respondo sonriendo. Me muerdo el labio inferior después de decir estas palabras.

—¿Es eso lo que deseas?

—Eso es lo que necesito —admito.

Siento cómo la humedad comienza a escurrirse por mis piernas a medida que me masturbo para mi Señor y el sonido de mis dedos en mi coño húmedo se comienza a escuchar al igual que mis gemidos cada vez son más difíciles de contener. Me encuentro al límite, me siento caliente, deseosa por su contacto, por sus manos, necesitada de sus azotes y sus látigos, hambrienta de sus maneras tan deliciosas de torturarme.

Lo deseo. Lo anhelo.

—Señor, lo necesito —ruego.

—Me tendrás —promete.

Me frustro, quiero continuar lo que he empezado y quiero tenerlo aquí. Suspiro sonoramente. Tengo la boca seca.

Él me hace enloquecer sin siquiera estar aquí. Mis paredes se contraen. Cierro los ojos, me aferro al móvil escuchando su respiración errática y perdiéndome en ella.

—¡Córrete! —ordena, y es todo lo que necesito para dejarme ir.

Mis paredes se contraen de forma dolorosa en torno a mis dedos, aumento el ritmo de mis embestidas, dejo el móvil a un lado para presionar mi clítoris y darle la atención que ha estado pidiendo, anhelo sus manos sobre mí, torturándome a su antojo, necesito de él. Sin embargo, aún sin su presencia, mi cuerpo lo obedece, me asalta un orgasmo avasallador y estoy tan excitada que casi olvido que tengo a mi madre en la habitación contigua, trato de acallar mis gemidos de placer mientras escucho su gruñido de satisfacción. Él ha estado tocándose también.

Soy un cuerpo inerte lánguido sobre la cama, mi respiración es acelerada y errática, retiro mis dedos de mi interior e inconscientemente me los llevo a la boca para limpiar mis fluidos y saborear mi propio placer.

Suspiro y acerco de nuevo el móvil a mi oído.

—Lo has hecho muy bien, pequeña —alaba. No respondo. Estoy cansada, mis ojos se cierran pero parpadeo para alejar el cansancio. —Descansa. Mañana invita a Odetta de mi parte, pero antes hablaremos tú y yo —todo vestigio de sueño o excitación se disipa al escucharlo serio y hasta casi diría que preocupado.

—¿Ha ocurrido algo, Señor? —pregunto con cautela.

—Tengo algo importante que decirte, pero mañana hablaremos de ello, ahora descansa, pequeña.

Y cuelga dejándome con miles de dudas sobre lo que me dirá y con los nervios de presentarlo ante mi madre.

Mañana será un día... interesante.






















Espero hayan disfrutado el capitulo, la llamada, lo que sucederá mañana... Lo dejo a su elección😏 

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