Capítulo Veintitrés
ERIDAN
Estoy perdida en la profundidad de su mirada y su sonrisa, estoy buscando indicios de que algo está mal, pero veo que no, él parece estar realmente cómodo con esto, con desayunar con mi madre y pasar el día con mis amigos.
—Gracias Señor —expreso sincera y trato de levantar mi cabeza para tocar sus labios, no permite que me esfuerce, él lo hace por mí... me besa.
Lo hace duro y profundo tomando cada rincón de mi boca, y yo vuelco mi agradecimiento en un beso, un beso que habla de lo mucho que él significa para mí, de lo entregada que estoy a él, tal como él me lo demuestra también.
—No se trata solo de mi, pequeña... —susurra cuando aparta sus labios de los míos —¿de qué me sirve a mi estar bien, si tu no lo estás?, tu bienestar es primordial para mí —sus ojos queman en mí con fiera determinación —. Quiero hacerlo, conocer más de ti, compláceme y déjame complacerte—pide. No es una orden, es una petición de mi Señor.
Mira mi rostro, mis ojos, mi boca. Acaricia de manera suave mi mejilla.
Asiento y mi corazón y mi alma le agradecen su gesto hacia mí.
Él tiene razón, no tiene sentido que alguno de los dos esté mal, es prioridad de ambos el bienestar del otro, y no sólo se trata de las sesiones en la mazmorra o las visitas al club, también se trata de esto, de dar, proveer bienestar y seguridad al otro, a tu Amo o tu sumisa, fuera de las fustas, el cuero, las sesiones y castigos.
Nuestra relación ha avanzado mucho más que eso y me siento sumamente complacida por ello. Mi Señor me está mostrando una nueva faceta de él, quizá la verdadera, la que tenía guardada para sí, ahora la comparte conmigo y me está permitiendo conocerlo, al igual que yo a él.
Estamos en constante evolución.
—Ven aquí —murmura, me atrae nuevamente hacia su cuerpo —no estés preocupada por lo de hoy y lo que está sucediendo, pasará — afirma como si me leyera la mente y supiera de las preocupaciones que me embargan desde anoche y que me persiguen desde que he abierto los ojos a un nuevo día.
Sus dedos perfilan mis labios, nuestras miradas no se separan. En un acto reflejo, inclino mi cabeza contra su pecho, inhalo su aroma y él acaricia mi cabello. Mi corazón se hincha de felicidad, no puedo controlar la manera alocada en que empieza a latir, estoy segura de que él siente mis propios latidos en su pecho.
Pasa su mano de manera delicada por mi cabello, su aroma me llena. Esto es todo cuanto yo necesito, me hace olvidar lo que pasará en un par de horas, me hace olvidar incluso que nuestro acuerdo tiene fecha de caducidad aunque ninguno de los dos haya mencionado una fecha como tal, ambos sabemos que esto no es eterno, es solo un acuerdo, cosa que ha estado taladrando mi cerebro en los últimos días. No sé realmente cómo afrontaré eso. Ahora mismo con la paz que me transmite en su cercanía y el compás de su suave respiración en mi oído, me hace incluso olvidar que a veces no lo entiendo. Sólo es él, mi Amo comprensivo, ese que sabe lo que debe darme y cuando hacerlo, el de los castigos temerarios pero también de los momentos reconfortantes cuando éstos son propicios.
Me separa de su cuerpo no sin antes depositar un suave beso en mi frente.
—Entremos —apremia —Odetta nos debe estar esperando.
Y es ahí cuando caigo en cuenta en lo que hemos venido a hacer, ¡Dios!, ¿cuántas veces he olvidado a mi madre solo el día de hoy? Casi quiero darme un golpe y reír de manera histérica.
—Claro, vamos —acepto la mano que me tiende e ingresamos al restaurante en busca de la mesa que ha escogido mi madre.
Cuando logramos localizarla no me caben dudas, al notar su expresión soñadora, que ha estado viendo todo a través de los cristales y estará pensando no sé qué cosa sobre nosotros, aunque la realidad es que estamos muy alejados de lo que ella imagina... o tal vez no tanto, solo que a nuestra manera, y eso no está mal.
—Ay, se ven preciosos, hacen una muy bella pareja —nos elogia mi madre cuando tomamos asiento. Ares retira una silla para mí y me ayuda a sentarme para después hacer lo propio. —Eres un caballero —sigue ella.
—Fui criado por una dama como usted, Odetta —responde adulador. Ve mi expresión y me guiña un ojo.
—Ya lo creo, hijo, ya lo creo —una punzada me atraviesa y encoge el estómago al escuchar el apelativo que le ha dado mi madre y lo que la llevó a hacerlo, ella lo está viendo como parte de la familia.
Dirijo mis ojos a Ares y parece complacido, tal parece que la única que está por entrar en crisis por todo lo que está sucediendo a tan tempranas horas de la mañana soy yo.
—¿Ordenamos? —propongo, porque muero de hambre y no quiero seguir el rumbo con esa conversación que me empieza a perturbar.
—Por supuesto, cariño —accede mi madre y Ares hace una seña al mesero que pronto viene a tomar nuestros pedidos. Cuando se retira, mi madre vuelve a la carga.
—¿Qué tal tus padres? —sé lo que quiere decir con esa pregunta y le dedico una mirada fulminante para que no siga por ahí, creo que le divierte mi incomodidad porque sonríe pícara y pasa totalmente de mi. Ares parece seguir los pensamientos de mi madre porque su respuesta me deja con la boca abierta.
—Muy bien, ambos ya conocen a Eridan, la adoran, al igual que mi hermana —¡maldito! Su respuesta deja encantada a mi mamá que no puede tener una sonrisa más grande ahora mismo.
—¡Qué maravilla! Ay, cariño, no me has contado nada —extiende su mano sobre la mesa hasta tomar la mía y la acaricia —. Cuánto me alegra la noticia, de veras.
Ambos están divirtiéndose a mi costa por mi evidente incomodidad, así que decido relajarme y ser partícipe de su juego.
—No he tenido la oportunidad de ponerte al corriente sobre toda la situación, mamá, ya sabes, soy un poco reservada.
—Un poco demasiado, hija, si yo no vengo no me entero —me interrumpe. Ruedo los ojos. Mi Señor esconde su risa en una falsa tos.
—Como decía —acentúo —no he tenido la oportunidad de hablarlo contigo y con papá. Además, —me atrevo a tomar la mano de mi Señor y sonreír, quizá me lleve un castigo después, pero lo aceptaré complacida, ya he decidido que a cualquier juego, podemos jugar los dos —Zahír es chapado a la antigua, teníamos otros planes para presentarlos de manera oficial.
Quita su mano de entre las mías para tomarlas él entre las suyas y dar un sugerente apretón que solo nosotros entendemos, ha pillado que dejé los nervios a un lado y también estoy disfrutando esto ahora. No sé qué consecuencias tendrá, pero me gusta este agradable cosquilleo que siento en el estómago ahora.
—Así es —afirma ni corto ni perezoso —pensaba en acompañarla a su próximo viaje a Dortmund cuando yo tuviese vacaciones en el hospital —su respuesta me sorprende y lo miro con los ojos tan abiertos como los de mi madre, la diferencia está en que yo lo hago con horror y ella totalmente encantada.
—¿En serio? Esto es estupendo. Cariño, qué guardado te lo tenías, estoy tan feliz, por ambos, muy feliz —Odetta está eufórica y yo comienzo a arrepentirme de haber seguido su juego, pero ya no hay marcha atrás.
Por suerte pronto viene el camarero con nuestros pedidos y soy, como habitualmente se dice, salvada por la campana.
Desayunamos mientras hablamos de cosas triviales, dejan pasar el tema, por ahora al menos, y por suerte puedo disfrutar de nuestro desayuno.
Esto es surreal, desde una perspectiva es un desayuno que comparto con mi madre y mi novio en un ambiente muy ameno y relajado, normal, por el otro, el real, estoy compartiendo la mesa con mi madre y mi Amo, el hombre ante el que me arrodillo, tras el que camino a cuatro patas con un plug en el ano, el que me folla como los dioses y me comparte con otro Amo para nuestro placer y me exhibe en total desnudez ante un club de BDSM con gran orgullo.
Apuro un trago de mi café mientras siento mis mejillas encenderse y el calor no sólo se concentra allí, cruzo mis piernas bajo la mesa y trato de meterme de nuevo en la conversación.
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