Capítulo Veintidós
Estoy nerviosa por lo que sucederá hoy. Es un evento importante que me emociona, atemoriza y está causando estragos en mí.
Cualquier persona al tener una pareja tarde o temprano llega a este punto: presentárselo a sus padres, pero ¿alguna vez una sumisa había tenido que presentar a su Amo ante sus padres? Esto suena tan absurdo y si no fuera casi un hecho, que me estaba volviendo loca, reiría ante la loca idea.
No sé que iba a hacer, como debería actuar. Tal vez solo deba dejar que él hable y haga lo suyo. Mi Señor siempre sabe qué hacer y yo sería la espectadora principal de su accionar.
«No esperes que sea el encantador novio que quiere meterse a la familia de la chica en el bolsillo» me digo internamente.
Se supone que mi vida giraba en torno a él, cosa que en realidad así es. Él era mi universo paralelo pero todo se había confabulado para de alguna manera tuviéramos que reunirnos más íntimamente, por un lado yo conociendo a su familia y ahora él conociendo a la mía.
Mi madre y mi Señor conociéndose, bueno, mi madre y Zahír conociéndose. Jamás me lo habría imaginado y si alguien me lo hubiera dicho como una remota posibilidad me habría reído en su cara diciéndole que jamás sucedería, pero aquí estamos, ya es un hecho, está a punto de suceder.
Ya no tenía sentido seguir dando vueltas en mi cama cuando mi cabeza se negaba rotundamente a dejarme dormir al menos unos minutos más. Me giro para tener una percepción del exterior, es un día frío, al igual que los anteriores pero con cierta luz que hace lucir todo lucir un poco más... hermoso.
...
Me encuentro en el baño secándome el cabello después de una ducha, anoche me dormí con la toalla enrollada y el cabello mojado, después de la llamada con mi Señor, a pesar de la curiosidad que sentía por lo que me contaría hoy y los nerviosismos de juntarlo a él y mi madre en la misma habitación, no pude pensar ni hacer mucho más después de haber tenido ese delicioso orgasmo con él. Hoy cuando desperté mi pelo era una maraña horrible y enredada que no tenía forma alguna.
—Hey cariño, bueno días —llama mi madre mientras ingresa a mi habitación sacándome de mis pensamientos.
—Buenos días, mami —le sonrío a través del espejo y me giro para dejar el secador a un lado y darle un abrazo —¿has descansado?
—No me di cuenta de lo cansada que estaba hasta que toqué la cama. ¿Y tú?, ¿qué planes hay para hoy?
—Pues Zahír nos invitó a desayunar —me causa gracia su expresión exagerada al escuchar su nombre. —¿Te apetece? —indago aunque ya sé la respuesta.
—Pero claro que sí, cariño, muero por conocer a tu Zahír —ruedo los ojos ante su adjetivo posesivo. Si tan solo ella supiera...
—Alístate, salimos en un rato.
—Ya voy, cariño, ya voy, tengo que estar a la altura para conocer a mi yerno. —Esa última palabra me escuece, pero lo ignoro.
Me besa la corona de la cabeza y se va, feliz, a su habitación. Está muy ilusionada y a mí los nervios me están matando.
Para bien o para mal decido que invitaré también a Arabelle y Blaz para que se nos unan más adelante, para el almuerzo tal vez, necesito ayuda para poder con todo esto, yo sola quizá no pueda. Me intimida llevarlo a lo personal, me resulta mucho más intimidante que llevar a cabo una sesión con él.
¿Será que hay algo malo en mi?
Suspiro y termino de arreglarme para cuando mi Señor nos pase a buscar.
...
—¿Me veo bien? —inquiere mi madre mirando su atuendo y dando una vuelta delante de mí para que la pueda observar desde todos los ángulos. No puedo evitar reír ante sus ocurrencias, parece una cría.
—Estás hermosa como siempre, mamá —le respondo sincera. Lleva un pantalón negro y un hermoso blazer borgoña combinado con unos zapatos con tacón a juego, del mismo color. —Tan hermosa y elegante —concluyo con una sonrisa.
—Gracias, cariño mío. Igual que tú— le sonrío.
Yo llevo un vestido negro de mangas largas pero con la espalda descubierta, sé cuánto le gusta a mi Señor ver mi piel y tocarla, también he descubierto que me gusta provocarlo, por eso opté por el vestido, sus manos pueden acariciarme como él lo desee y como yo anhelo.
—El amor te sienta muy bien —declara con una expresión soñadora.
¡Ay, Odetta! Si tan solo tú supieras. Pero a la vez, ¡qué suerte que no lo sabes!
No puedo evitar rodar los ojos ante su comentario y por suerte no me ve porque estoy segura de que me reñiría y además se burlaría de mí.
Está claro que el destino se confabuló en mi contra con mi madre y Arabelle hablándome todo el tiempo de amor, son unas románticas. Lo que yo comparto con mi Señor es un sentimiento fuerte, de profundo respeto, de pertenencia, pero no es amor. Definitivamente no lo es... o al menos no el tipo de amor que ellas imaginan. En fin... solo ignoro su comentario y la invito a salir pues acabo de recibir un mensaje de Ares diciendo que ya está aquí.
Nos dirigimos al ascensor que nos lleva al estacionamiento, al llegar y abrirse las puertas puedo visualizarlo cerca de su coche. Viste, como siempre, de tonos oscuros que realzan el color pálido de su piel y el aura que lo envuelve hace que sus ojos se vean aún más grices de lo habitual.
Como siempre que sus mi mirada conecta con la suya quedo hipnotizada por él, todo de sí me llama a acercarme y hago caso a mis instintos caminando hasta donde se encuentra, aunque él también hace lo propio hasta mi encuentro. Extiende su mano hasta la mía, la toma y deja un suave beso al dorso.
—Eridan —la manera en que su voz acaricia mi nombre al pronunciarlo reverbera en cada poro de piel.
Nota lo que causa en mí y da un ligero apretón a mi mano antes de besar de manera suave la comisura de mis labios, en cuanto lo hace su palma abierta hace contacto contra la piel desnuda de mi espalda y me acaricia de esa manera que solo él sabe hacerlo, finalmente me toma de la cintura para alejarme un poco y colocarme a su lado y se dirige a mi madre... ¡Oh! Mi madre.
—Es un gusto conocerla al fin, Odetta —la saluda con una sonrisa de lado que a ambas nos deja embelesadas. Estrecha su mano y le da un suave beso en la mejilla.
—El gusto es todo mío, querido, no sabes las ganas que tenía de conocer al misterioso hombre con el que está ahora mi niña—sonríe extasiada.
Suspiro, pero me resigno y la dejo disfrutar del momento, sin pasar por alto la mirada divertida de Ares... o Zahír, en estos momentos.
—Déjeme decirle que no era la única, también ansiaba conocerla, quería saber de quién había heredado Eridan ese cabello rojizo tan característico y su belleza, sin dudas ha sido de usted —la adula y ella sonríe encantada —. Su hija es realmente hermosa —finaliza.
Miles de mariposas revolotean en mi estómago ante las palabras de mi Señor.
—Mi niña es preciosa —concuerda mi madre —, pero por favor, dejémonos de formalismos, puedes tutearme, y llámame Odetta, que al fin y al cabo somos casi familia.
Ares le sonríe en respuesta, las mariposas desaparecen y ahora siento un nudo en la boca del estómago al escuchar esas palabras.
—Disculpa, Odetta, claro que sí. Cariño —me llama nuevamente tomándome de la cintura —vamos al coche, ¿qué les apetece desayunar?
Subimos al auto y nos dirigimos a un restaurante para tomar el desayuno.
—¿Les importa que invite a Arabelle y Blaz para que nos acompañen luego para almorzar? —inquiero tomando mi móvil del bolso.
Mi Señor toma mi mano y la aprieta levemente, lo cual me hace esbozar una sonrisa mientras observo muestras manos unidas. Este es él, mi Amo comprensivo, ese que sabe lo que debe darme y cuando dármelo, el de los castigos temerarios pero también de los momentos reconfortantes cuando lo cree necesario.
—Claro que sí, cariño —un cosquilleo me recorre ante su apelativo, su cercanía y su manera de actuar —, hace tiempo no los vemos, además estoy seguro de que estarán encantados de compartir un rato con tu madre, ¿no es así Odetta? —busca su mirada por el espejo retrovisor.
—¡Oh, claro que sí! —responde entusiasta —También son mis niños, muero por ver a Blaz, desde su viaje no lo he visto —comenta.
—Pues estupendo, ya le mando un texto a Belle para coordinar dónde nos veremos.
Mientras escribo a mi amiga, Zahír y mi madre entablan una amena conversación sobre Berlín y lo que hay en ella. Descubro nuevas cosas que no conocía de mi Señor, tal y como suele suceder cuando un tercero está con nosotros, el hecho no me disgusta en absoluto, al contrario, me descubro disfrutando cada faceta nueva que conozco de él.
Cuando llegamos a nuestro destino, se apresura a bajar del coche para abrirle la puerta a mi madre, quien se lo agradece y se interna al restaurante, supongo que para darnos algo de privacidad. Luego se dirige hasta mi lado del coche, abre la puerta y extiende su mano para que la tome, cuando lo hago, cuando mi mano encaja en la suya, tan pequeña y delicada, todo mi mundo encaja en él. No sé como describirlo, pero la calidez y la seguridad que me inundan sobrepasan los estándares de mi vocabulario, de mi capacidad de expresarme.
Me ayuda a bajar del coche y tira de mi porque me quedo paralizada en mi lugar. Sonríe... si, la sonrisa sardónica y hermosa que me gusta, no es dientes y belleza, es torcida y con picardía. Es él y la esencia de su alma, esa que me tiene rendida a sus pies.
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Espero que hayan disfrutado del capítulo tanto como yo lo hice al escribirlo. ¿Confirmamos que mami Eridan nos cae muy bien?
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