Capítulo Treinta
ERIDAN
Me lleva a un salón que no habíamos visitado antes, aunque tiene el mismo aire sofisticado del resto de la casa, con esas vistas panorámicas que invitan a perderse. A simple vista parece un salón de descanso, pero algo en el ambiente es distinto; las paredes se ven más oscuras, como si el lugar tuviera un tono tenue, casi misterioso, y no sé si soy yo o es la atmósfera, pero una excitación inesperada me recorre. A un lado, hay un gran sillón rojo, y veo que es hacia él donde me dirige.
-Te vas a sentar aquí, Eridan... y no te vas a mover de aquí hasta que terminemos, ¿entendido?
Asiento sin dudar; ¿qué más podría hacer? La firmeza en su voz no deja espacio para cuestionamientos.
-¿Confías en mí? ¿Quieres hacer lo que tengo en mente? -pregunta, y noto un brillo en sus ojos, algo entre reto y promesa.
No tengo idea de lo que planea, pero eso no importa. Sé que confío en él, sé que quiero complacerlo, que deseo que sea él quien decida.
-Lo que usted desee, Amo -respondo, sintiendo una extraña calma en la entrega de mis palabras.
Creo que la lectura ha influenciado en mi respuesta, en esta disposición a dejarme llevar. Y entonces lo veo sonreír, una sonrisa deslumbrante que me confirma que mis palabras han sido las adecuadas. Su satisfacción es mi recompensa, y ese brillo en sus ojos hace que sienta la misma satisfacción. Se retira por un momento y regresa, ahora con una cuerda en las manos. El corazón me late con fuerza al imaginar lo que podría estar a punto de suceder.
-Junta tus piernas -ordena con firmeza, y en cuanto escucho sus palabras, obedezco sin dudar.
Se arrodilla frente a mí, concentrado, y siento cómo va inmovilizando mis tobillos con un nudo mariposa. Su toque es seguro, sus movimientos calculados, y no puedo evitar sentir una mezcla de anticipación y entrega en cada giro de la cuerda.
Cuando termina su tarea, se pone de pie y se aleja solo por un momento. Al volver, trae consigo una pequeña mesa, colocándola cuidadosamente sobre mis piernas. No entiendo del todo lo que está planeando, pero no pregunto; simplemente espero, siguiendo cada uno de sus movimientos, lista para recibir sus indicaciones y confiando plenamente en lo que viene a continuación..
-Levanta los brazos -obedezco y retira con destreza la camiseta que traigo, hace lo propio con el sujetador y quedo con el torso desnudo.
Se dirige hacia mi espalda y recoge mi cabello en una coleta a mi costado izquierdo, mismo lugar hacia donde en un movimiento elegante hace que lleve mis tobillos atados, en este momento estoy tan desconcertada como excitada por sus acciones y aunque no haya nada netamente sexual en ellas. Y lo que sucede a continuación me deja completamente desconcertada: une la cuerda sobrante del nudo en mis tobillos y anuda el extremo a mi coleta, dejando mis manos libres, pero inmovilizándome de tal manera que al mínimo movimiento brusco que haga, tiraré de mi cabello, y por supuesto que dolerá, y no será un dolor que me agrade experimentar, por lo que me mantengo con la espalda seguida como la posición me lo permite, los tobillos juntos, el cuello ligeramente inclinado y las manos puestas sobre la mesa puesta frente de mi.
Lejos de asustarme me siento cada vez más excitada... ¡calor! El calor se apodera de mi cuerpo y siento que esto no terminara bien para mí. Mis pezones erectos duelen y el calor en mi entrepierna derrite y fluye por mis muslos.
Se retira nuevamente de la estancia, y la agitación en mi pecho crece con cada segundo que pasa. La expectativa de lo que sucederá a continuación me consume por completo. No puedo evitar preguntarme qué más tiene preparado para mí.
Cuando finalmente regresa, la sorpresa me deja sin palabras. En sus manos lleva... ¿un pergamino? No, parece más bien un papel de pergamino, algo antiguo. También tiene una pluma, y al ver mi rostro de desconcierto, se detiene y suelta una pequeña risa. Mi ceño fruncido de confusión lo hace mirarme con diversión.
-Deja de hacer eso, o te arrugarás -se burla. Hay una chispa de humor, que hace tiempo no imaginé podría existir en medio de nuestras sesiones, se cuela entre nosotros. A medida que el tiempo pasa, entre nosotros ha crecido una complicidad sutil, un entendimiento sin palabras que ya no necesita explicaciones.
Pero no puedo pensar demasiado en eso ahora. No puedo distraerme con nada más, ni con sus bromas ni con nuestras complicidades, porque estoy completamente absorta observando lo que tiene en sus manos, la manera en que coloca cuidadosamente los utensilios sobre la mesa. Todo mi ser está enfocado en lo que viene, esperando instrucciones.
-Abre el rollo, toma la pluma y escribe tu nombre en la parte superior -ordena con voz tranquila pero con la firmeza que lo caracteriza.
Lo miro y puedo ver cómo sus ojos brillan con una intensidad que me deja claro que todo esto le causa gran satisfacción, una satisfacción que no puedo evitar sentir como propia, su placer se convierte en el mío.
Sin dudar, y cuidando de mi posición para no lastimar mi cuero cabelludo, tomo la pluma entre mis dedos. No me detengo a pensar en nada más; la tarea es simple, pero a medida que me dispongo a escribir, un pensamiento poco oportuno cruza por mi mente. ¿Ya no estamos en tiempos de papel y lápiz? La pregunta, absurda en el contexto, me hace sonreír por un segundo, pero rápidamente me concentro de nuevo en la tarea, dejándome llevar por la calma que su presencia me otorga, por irónico que esto suene.
Mojo la pluma en el tintero, y siento cómo el líquido oscuro mancha mis dedos, dejando pequeñas gotas sobre el pergamino. Al observar las manchas, me doy cuenta de que voy dejando mis primeras huellas en el papel, como si estuviera dejando huellas en mi Señor. Un escalofrío recorre mi espina dorsal ante este pensamiento, una sensación extraña y poderosa que me envuelve.
Carraspeo, tratando de despejar la mente y me dispongo a acatar lo que mi Amo ha ordenado.
Sorprendentemente, mi mano fluye sobre el papel con una naturalidad que no esperaba, como si cada movimiento estuviera perfectamente orquestado, guiado por su presencia. Cada trazo de la pluma, aunque simple en apariencia, tiene un peso simbólico que me conmueve, algo íntimo y profundo que resuena en mi ser.
No puedo evitar pensar que, aunque esta escena podría parecer desconectada de la modernidad y de los tiempos actuales, tiene una importancia que va más allá de lo visible, algo que supera cualquier duda o cuestionamiento trivial que pudiera surgir. Este momento, aunque aparentemente simple, se siente como un ritual, como un acto de entrega que va más allá de lo físico, estamos cruzando barreras más allá de las sesiones en la mazmorra, más allá de nuestros tratos en el Club o incluso nuestras interacciones en la casa. Todo está evolucionando a una velocidad tan pausada pero a la vez vertiginosa por todo lo que conlleva a nivel físico, emocional y mental.
Le miro esperando su siguiente instrucción... sus ojos brillan de forma particular.
Queda asentado en el pergamino mi nombre y apellido, cuidadosamente trazado con mi puño y letra, tal como mi Señor ha pedido:
«Eridan Rossemberg»
Al concluir, miro el papel por un momento, observando cómo las letras quedan grabadas en la superficie, marcando un antes y un después.
Estamos llegando a un punto sin retorno con estos dos, cada vez es más extremo 🫦
Les recuerdo que estará aquí por tiempo limitado, hasta el 25 de noviembre que es el día del lanzamiento oficial en Amazon. Estén atentos a mis redes, que se vienen novedades, ya saben dónde encontrarme 💋
Por cierto, ¿ya mencioné una segunda edición de Intense en Amazon?
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