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Capítulo Siete.

Había pasado unos días estupendos en compañía de mis padres, pero cada día que pasaba me reafirmaba más mis deseos de volver a casa, a mi hogar.


Mi padre me abrazaba cada noche en el sillón de la sala mientras pasábamos horas platicando, mi madre me preparaba a diario mis comidas favoritas, hacíamos todo tipo de cosas que me hacían sentir como una niña otra vez, pero yo tenía en Berlín una vida que extrañaba cada momento y cada segundo.


Mi señor no se había comunicado conmigo, no respondía mis mensajes así que dejé de escribirle, ya me había resignado a recibir cualquier noticia sobre él.


Así que una mañana abrí mis ojos, y decidida arreglé mi maleta y arruiné las esperanzas de mi familia por tenerme más tiempo. Pude ver la desilusión en el rostro de mis padres, pero finalmente accedieron, me hicieron prometerles que no volvería a pasar tanto tiempo alejada de casa, cosa que yo les prometí y cumpliría.


El viaje de vuelta fue una cosa totalmente distinta al de ida, sentía en cada poro de mi piel la sensación de volver a donde más anhelaba, fue un vuelo pacífico.


Así se hizo el camino de vuelta, en medio de reflexiones que no llegaron a molestar mi espíritu positivo, simple y sin movimientos excesivos tanto literal como metafóricamente y pronto... más pronto de lo que esperé, el anuncio de la llegada al aeropuerto de Berlín resonó en el tímido interior, despertando a los pasajeros y despertando todo tipo de sensaciones en mí.


La sensación al respirar fuera del avión fue como volver a llenar mis pulmones por completo después de un largo tiempo.


Divisé un taxi al dar un paso fuera del aeropuerto y me fui directo a él, guardando mi equipaje, que ahora venía más abultado, y dándole la dirección al conductor.


Permanecí con los ojos abiertos, viendo la ciudad que tanto amaba; edificación tras edificación, reconociéndolo todo y sintiendo pertenencia a ello.


El cielo de la ciudad estaba despejado, más el clima helado calaba en mis huesos aunque no aplacaba mi espíritu.

Pronto las casas se hicieron más conocidas y mi corazón... que había permanecido apacible hasta el momento, empezó su marcha desbocada cuando el portón de la casa entró en mi campo de visión. Pedí bajarme allí y afortunadamente mi equipaje no era excesivamente pesado y el camino que tenía que hacer hasta llegar a la casa no sería un esfuerzo.


Saqué mis muy escondidas llaves, que ciertamente muy pocas veces usaba, pague al taxista y camine jugando con mi llavero hasta llegar el portón; en el caso de que mi señor tuviera algún tipo de vigilancia, probablemente Joseph ya sabía de mi llegada pero no podía formarme ninguna expectativa por ello, casualmente hoy era domingo, me había decidido a última hora venirme domingo porque, en todo caso, podría verlo en casa.


Di un paso en el camino empedrado sintiéndome plena, el velo de la tarde estaba por caer y las vistas de la casa a lo lejos, eran realmente maravillosas; caminé a paso seguro y decidida. Podía decir que finalmente me sentía en mi entorno y feliz.


Por momentos el olor invadía mis sentidos haciéndome recordar a través de él, el primer día en que vi esta casa y el hermoso jardín que la rodeaba.


Divisé mi auto en la posición de siempre, a medida que me acercaba iba acelerando el paso, la impaciencia iba cobrando fuerzas como sensación predominante, pero su auto no estaba, él no estaba ¡mierda!, sin embargo no dejé de caminar hasta subir los escalones y quedar frente a la puerta. Con la mano medio temblorosa pude abrirla y como cual película de cine, las emociones de estar aquí me tomaron haciéndome expandir una gran sonrisa por mis labios.


¡Estaba en casa!


Di un paso más en el interior dejando que la pequeña brisa terminara por cerrar la puerta, todo se encontraba en silencio, lo cual me indicaba que estaba sola, la casa estaba completamente en paz.


Subí para llevar mi equipaje hacia mi habitación, y lentamente fui acomodando mis cosas, dejando que pasara el tiempo.


Cuando estuvo todo ordenado y miré mi reloj quise darme contra un muro, no había avanzado en lo absoluto... la tarde seguía sin ruidos y la casa sin señales de más vida que la mía.


Salí de ahí y empecé a caminar hacia el tan conocido salón donde compartíamos la cena, donde tantas cosas habían ocurrido; como era de esperarse estaba perfectamente ordenado, como si nadie hubiese pasado por allí en los últimos días, pasé de largo llegando a ese pequeño lugar donde un enorme ventanal dejaba filtrar la luz de la tarde que poco a poco se iba.


Seguí caminando hasta llegar a la puerta de... la mazmorra, abrí despacio, tanto como si del otro lado me esperase el mismo paraíso o el mismo infierno, con la mezcla de temor y excitación típico que me invadía siempre que me acercaba este lugar, caminé despacio, mis zapatos no hacían ningún tipo de ruido, por lo que el silencio podía considerarlo casi ensordecedor, ¿que estaba buscando?


El sitio me invadió como siempre, el olor a madera, a cuero, todo tan perfecto como siempre, tan excitante que hacía mi mente recordar escenarios vividos e imaginar lo que podría vivir en un futuro, ¿pero dónde estaba él?, ¿por qué no estaba aquí ahora?, ¿cómo podía yo, hacerle saber a él... a mi amo, cuanto lo extraño?


Yo lo estaba necesitando justo ahora de una manera que podría resultar aterradora, era algo que iba ganando espacio en mí, una abrumante necesidad de verlo y no sentía que pudiera retomar paciencia para aguantar hasta que él viniese a casa, sentía la necesidad más cruda de llenar mi ser con su presencia.


El impulso, la necesidad, el deseo… todo se apoderó de mí tan fuertemente que no pude refrenarlo; estaba en la mazmorra, en aquel lugar tan conocido y ahora estaba en mi habitación, despojándome de la ropa y los zapatos, caminando al baño para abrir el grifo y dejar que el agua caliente calmara mi cuerpo, pero no iba a relajarme, salí rápido, pronto secando mi cuerpo a consciencia.


Busqué un juego de ropa interior negro, un vestido... franjas de encaje, transparencias, piel expuesta para él, negro como el color que nos identifica de alguna manera, tacones para realzarme a mí y su deseo al verme.


Guardé mi celular, colocándolo en silencio... no quería que nada interrumpiera mi decisión, no había nada de él y eso era lo que interesaba, lo último que hice, antes de ir abajo, fue ir hacia la mazmorra una vez más, con pasos tímidos y algo temerosos por lo que iba a hacer.


Entré y fui directo a donde se hallaban todos esos instrumentos, fustas, látigos, floggers, correas, cinturones, cuerdas y en un cajón... un collar, el mismo collar que había llevado una vez... mi collar.

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