Capítulo Catorce.
Claramente nuestra relación ha evolucionado bastante, ¿para bien o para mal? No lo sé. Pero he decidido que voy a disfrutar de esto tanto como dure.
Esta mañana al despertar me dió un suave beso en la frente, a modo de despedida, antes de marcharse para ir a trabajar. Cuando volvió, no mencionó nada sobre haber vuelto a dormir en la misma cama. Todo ha transcurrido de manera… normal.
Allí estaba él, su camisa tenía los botones desabrochados, lo cual hizo que perdiera por un momento el hilo de mis ideas. Estaba recostado con la cabeza echada hacia atrás, se veía realmente cansado después de su jornada de trabajo.
— Ven acá, Eridan —su voz acarició mi nombre cuando me llamó.
Me levanté, y fui a estar frente suyo. Él me miró… y extendió su mano, invitándome a sentarme sobre su regazo. Se veía extrañamente arrebatador y yo no podía dejar de sentir este intenso revoloteo en el estómago.
En un acto de valentía, me arrodillé con ambas piernas a cada lado de su regazo, estremeciéndome por el calor y la cercanía de su cuerpo y la intensidad de su mirada.
Yo traía una blusa ligera, sus manos dieron una leve indicación para que me la quitara, y rápidamente saqué la prenda por mi cabeza, luego procedí con el sujetador. Podía sentir la corriente de aire que se mecía a nuestro alrededor, pero justo aquí, no había frío capaz de tomarme.
Sus manos tocaron allí, cerca de donde estaba un órgano de mi cuerpo que vivía como nada lo hacía con su cercanía, con su toque; que latía desbocado porque sabía que toda su atención se centraba en mí.
Tomó mis senos y los acarició, amasó y tiró de mis sensibles y erectos pezones… parecía seguir un curso de acciones que podía llevarme a la locura y al mismo paraíso. El placer físico era abrumador, enloquecedor, pero el placer que sentía en mi interior era sencillamente… desquiciante.
Me llevaba al borde del precipicio, pero no me permitía caer.
Lo mire y él me devolvió la mirada con una sonrisa maliciosa bailando en sus labios y todo aquello brillando en sus ojos.
— Deberías verte —mis mejillas se colorearon, sintiéndome pequeña. — No te encojas, no me estoy burlando, no dejes que mis gestos te humillen. Antes de dejar que los pensamientos negativos hagan mella en ti, mira como me tienes —lo miré, debajo de mí. Sus labios apetecibles, entreabiertos, su respiración acelerada… y su muy notable erección, cerré mis ojos y respiré profundo. — Sácate el short — ordenó, su voz sonaba tensa.
Terminé por sacarlo, llevándome las bragas en el proceso, no tenía sentido esperar una indicación suya. Estaba desnuda ante él y volví a situarme donde me encontraba hace unos instantes.
Todo fue lento, de manera tortuosa y placentera.
¿Cuándo podría tocarlo? ¡Nunca! Ese regalo se me concedió una vez y no parecía repetirse; a un lado suyo se encontraba un juego de esposas que encadenaron mis manos en la espalda, ¿terciopelo negro? No preste atención, tenía la inquietud de tenerlo a centímetros y no poder tocarle. Sus dedos tirando de mis pezones fueron sustituidos por pinzas. Ahora estaba temblando sobre él, sus dedos dibujaban círculos alrededor de la aureola de mis pezones.
— Nunca me equivoqué con tu piel… desde que la vi, supe que era magnifica —decía con ese matiz ronco.
Miré hacia abajo para ver como mi piel empezaba a enrojecerse. Y recordé aquella primera vez, cuando el dio un apretón en mi brazo, suave pero significativo, que había hecho mi piel colorearse de inmediato.
A pesar de su calma aparente y de disfrutar mientras veía como me deshacía sobre él, sus manos fueron rudas cuando se liberó a si mismo de la prisión de sus pantalones, y sin premura, a sabiendas que estaba tan preparada para él como siempre, unió su cuerpo al mío en una profunda y potente estocada.
Su cuerpo hacía todo, empujando el mío de manera desenfrenada. Su pecho subía y bajaba, brillando en sudor por el esfuerzo, mi boca se secó… no solo por tenerla abierta para absorber cuanto aire hiciera falta, sino también ante el deseo de besar y lamer cada parte de su cuerpo.
Iba a colapsar, de eso estaba segura.
La profundidad de sus ojos sobre mí, su propio placer enmarcado en sus facciones, sus gemidos, sus venas marcadas, gotas de sudor… hacían enloquecer mi propio placer, mis paredes se contraían entorno a él una y otra vez en un acto involuntario, en unas ganas locas de tenerlo dentro mío siempre y nunca más dejarlo salir. Mi mayor estimulación era poder verle y agradecía que, al menos eso, no se me fuera negado.
Me giró de manera brusca y rápida para quedar con la espalda recostada en el sofá y la mirada perdida debido a lo que el movimiento causó, mis manos estaban atrás, aplastadas por el peso casi muerto de mi cuerpo desfallecido por placer. Él se ubicó en medio de mis piernas y continuó con sus embestidas. Lo sentí tan dentro que mi garganta dolió en el alarido que debí haber dado.
Sus manos se situaron sobre mis muslos, sintiéndose tan caliente como el tacto a una brasa. Era una danza enloquecedora que iba a acabar conmigo. Mi mirada se enfocó en la suya, como si pudiera, de esa manera, transmitirle todo lo que estaba sintiendo.
Su mandíbula se apretó, las venas de su cuello resaltaron al igual que aquella que palpitaba en su frente, sentí como se endurecía ante el agarre de mis paredes y entonces… un líquido caliente inundó mi ser. Cerré mis ojos y ese fue mi propio final.
Para cuando me di cuenta, estaba inundada por su olor, tenía mi cabeza justo en el hueco entre su cuello y hombro. Inhalé profundamente y me alejé de la tentación de posar mis labios allí.
Ambas respiraciones eran irregulares, pero sus manos me sostuvieron por la cintura, levantándome y así salir de mí, rodé mis ojos por lo que eso supuso, estaba sensible.
Soltó mis manos y ajusto su ropa.
— Buenas noches, Eridan — ¿se despidió?
Parpadeé unas cuantas veces por el momento tan frío de su despedida, es decir, no esperaba mucho… pero él solo se fue.
A pesar de su frialdad, no pude evitar sonreír por lo sucedido. Creo que ambos estamos igual de asustados, o tal vez, son sólo imaginaciones mías.
Suspiré y tomé mis cosas para ir a mi cuarto, a tomar una ducha y meterme a la cama.
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