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06


Aubrey

Para cuando salgo de la facultad son más de las siete, el cielo oscurecido está decorado por unas cuantas motas brillantes y las calles están iluminadas por las tantas farolas elegantes.

Alana salió mucho antes que yo llevándose el coche con ella, y no quiero irrumpir lo que sea que esté haciendo para que me venga a recoger, así que le dije que volvería andando. Al principio pensó que me estaba delirando o algo así, luego le dije que por el camino quería ir a comprar tabaco y un nuevo mechero, cosa que no estaba nada fuera de la realidad, y dejó de insistir en llevarme a un hospital.

Las clases me ayudaron a olvidar solo por unas horas, no es hasta que pongo un pie fuera del edificio y no veo a nadie al quien pedirle prestado un mechero cuando vuelve a mi cabeza la situación de esta mañana.

Pasear a estas horas no es la mejor opción teniendo en cuenta que tengo a un fantasma siguiendo mis pasos y muy probablemente también escabulléndose en mi habitación de noche. Aunque nunca he sentido nada raro durante el día.

Normalmente suele ser cerca de la madrugada cuando tengo el cuerpo cortado y un escalofrío me recorre de los pies a la cabeza, pero después de la desaparición de mis pertenencias las cosas se han vuelto más serias y no me extrañaría si se atreve a hacerme algo en la calle o durante el día.

Pensar en eso hace que acelerare mis pasos al estanco más cercano a la universidad haciendo un esfuerzo por dejar a la sombra en el hueco de mi cabeza al que pertenece con la ayuda de Jimmy Hendrix sonando en mis oídos. No merece más de mi atención, no le daré el gusto de enloquecerme como él quiere.

Inspiro el aire fresco que te puede dar una tarde cualquiera de invierno con el polen cosquilleando dentro de mi nariz. Estábamos a punto de entrar a la primavera. Mis latidos consiguen regularse como uno de los efectos secundarios de escuchar música. Sea lo que sea que estuviera escuchando eso siempre consigue tranquilizarme y mantenerme alejada de mis pesadillas, menos por las noches cuando tengo que recurrir a los somníferos para poder dormir.

Bajo el volumen de la música al sentir unos zapatos resonando a mis espaldas, luego meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta buscando el pequeño bote que contiene spray de pimienta y lo sostengo estando alerta hasta de las hojas que se mueven. Mi respiración irregular combina a la perfección con los desenfrenados latidos de mi corazón y el sudor de mis manos. Mientras ajusto mi agarre en el spray me doy más prisa en llegar a la salida de la universidad. 

Todo este tiempo había estado caminando por el campus hacia la salida más cercana. Este lugar es jodida e innecesariamente grande, para nada conveniente si tienes a un loco asesino persiguiéndote. Mierda Aub no pienses en asesinos ahora.

—Joder, detente. —escucho que alguien se quejó detrás, pero no le hago mucho caso. Hasta que lo reconozco.

En ese momento pienso entre empezar a correr o detenerme y echarle de mi spray en los ojos, pero al tenerlo frente a mí me quedo rígida y mi lengua se siente pastosa, como si no hubiera bebido en años.

Después de habernos quedado a solas en la cafetería recogí mis cosas y me fui sin dirigirle la palabra o siquiera mirarle. Le he dejado bastante claro que no quiero ni tengo nada que hablar con él, así que no sé qué mierdas quiere ahora.

Dibujo una sonrisa falsa esperando a que diga algo. Bajo su tan peculiar mirada me siento como una rata de laboratorio a la que están inspeccionando. Sus ojos se mueven por mi cara como si fuera de otro mundo y yo me esfuerzo por no mirarlo, sabiendo que si lo hago quedaría presa de ese frío azul que irradian de todo menos tranquilidad.

De cerca es mucho más atractivo, un imán de problemas cubiertos por el disfraz de un dios griego. Mierda no, los dioses griegos se quedan cortos. ¿Qué es lo que le habían dado de comer para que hubiera salido así? Cuando se detiene en mis ojos sonríe mostrando su perfecta y blanca dentadura.

Verla hace que me pregunte a qué dentista habían ido él y Eva. Tiene que ser malditamente bueno, o tal vez esos dientes les vienen de genética.

—No deberías de estar merodeando por aquí a estas horas. —habla cogiendo el cigarro que antes tenía colocado en su oreja.

—Lo tomaré en cuenta. —suelto en un deje irónico.

Al querer retomar mi camino me detiene ofreciéndome un mechero negro con una serpiente de oro tallada alrededor.

—¿Quieres? —ofrece sosteniendo el cigarro entre sus labios.

Mierda, si no tuviera tantas ganas de fumar ahora mismo le hubiera tirado el mechero a la cara.

Maldigo por dentro a la vez que con una sonrisa incómoda saco el único cigarro que me queda en la caja y lo extiendo para que pueda encenderlo, haciendo caso omiso a las advertencias que me habían hecho mis amigos. Eso te pasa por viciosa, Aubrey.

—Gracias. —musito opacando mi inseguridad con el humo que salía de mis labios.

Espero que tome aquello como una despedida, pero en vez de eso se lo toma como una iniciativa para caminar a mi lado a pesar de que vuelvo a ponerme los auriculares reanudando la canción de antes, esta vez a un volumen bajo para poder escuchar en caso de que hablase.

Sostengo el spray con una mano dentro de mi bolsillo mientras estoy pendiente de cualquier cosa extraña que vaya a hacer.

En un momento dado lo miro, en parte irritada por tener sus ojos encima todo el rato, pero sobre todo porque siento curiosidad. Quiero saber cómo alguien puede ser tan bueno ocultando sus verdaderas intenciones y qué es lo que oculta exactamente. ¿De qué debería protegerme y cómo?

—¿Qué? —suelto levantando una ceja.

—Me gustaría tener esos ojos. Mataría por ellos. —asegura sin dejar de sonreír, pero con una de esas sonrisas que te erizan la piel.

Como si él no los tuviera del mismo color. Pienso reprimiendo las ganas que tuve de llevar mis ojos a la parte de atrás de mi cabeza.

No es el primero ni será el último en decir lo mucho que le gustaría tener mis ojos, aunque ahora mismo tengo las lentillas que le dan un color azulado. Hay personas que incluso llegan a operarse el color de ojos con tal de tener el mismo.

—Gracias. —repito, mis palabras acompañadas con un intento de sonrisa.

Él frunce el ceño por un momento antes de dar otra calada y soltar el humo por la nariz.

No vuelve a decir nada más, cosa que agradezco. Mi cabeza no está tan funcional ahora mismo como para hablar con él, además, sé que tampoco debería. Al igual que no debería haber aceptado su ayuda para encender mi cigarro, mucho menos haber dejado que caminara a mi lado como si fuéramos Heidi y Pedro paseando por la pradera. Pero yo y la señora "tomar buenas decisiones" no vamos de la mano y raramente nos llevamos bien.

En un intento de remediar mis malos pasos de antes y evitar que algo sucediera carraspeo preparándome mentalmente para mandarlo a su casa sutilmente, pero él se me adelanta.

—Nos veremos mañana, Aubrey. —su forma de pronunciar mi nombre me deja secuelas en los pelos de la nuca. Lo hace pronunciando cada letra con cuidado y arrastrando la r con ese acento peculiar.

—Adiós, Easton. —respondo tajante sin ocultar mi poco agrado por su persona.

Antes de girar por la siguiente calle miro por encima de mi hombro para ver si ya se ha ido, pero él sigue ahí.

La oscuridad de la noche le da un brillo peligroso a sus ojos y resalta los tatuajes de su piel. La esquina de sus labios se levantan lentamente en una sonrisa ladina mientras tira el resto de su cigarro al suelo.

Luego aparto la mirada al frente con un nudo en la garganta sabiendo que había hecho justo lo que no debía de haber hecho. Ponerme en su radar.


Eros


No me muevo hasta que no la pierdo de vista. Verla se ha convertido en una nueva adicción, pero por más que quiera tenerla en mi habitación como a otro más de mis trabajos no puedo. Es demasiado pronto, y algo me dice que me servirá más viva que muerta. Aunque si ese momento fuese a llegar algún día, serán sus ojos de los que me encargaré primeramente.

Ella tomó lo que le dije como un piropo cuando la verdad es que lo había dicho en todo el sentido de la palabra. Cada vez que la miro a los ojos siento una necesidad de arrancárselos y guardarlos en una caja bajo llave, donde nadie más pudiera siquiera respirar cerca de ellos. Y si, también mataría a cualquiera que se atreviera a mirarlos más de lo necesario.

El hecho de que se hubiera tomado aquello como un cumplido solo me sirve para saber que en un futuro tendré que ser más directo con ella, si es posible.

Me doy la vuelta sacando otro cigarro y lo enciendo consumiéndolo con rapidez mientras voy hacia mi moto.

Calmar mis ansias con el tabaco solo me ayudaría a adelantar el cáncer de pulmón que tendría en un futuro si sigo fumando de forma compulsiva, pero ahora mismo es eso o ir a arrancarle la cabeza a Trent. Cosa que me sigue estando prohibido porque mi padre lo necesita para mantener en orden las pandillas de la ciudad.

Él solo es un esbirro, un boyevik¹ más pero de rango incluso inferior, alguien que vende droga mandando sobre una de las tantas pandillas que nos pertenecen. Pero también se encarga de la vigilancia y supervisión, así que sustituirlo no será fácil.

Es increíble lo mucho que ha escalado mi obsesión por ella en tan solo una noche. Acada jodido minuto, segundo más bien, mi adicción crece como una sed que te aprieta la garganta.

Esta mañana después de haber dormido un par de horas contadas me desperté con una maldita erección a punto de hacer un agujero en mis calzoncillos por tan solo el recuerdo de su jodido culo mientras dormía. Me costó la cordura que no tenía no haberla arrancado de sus brazos en la cafetería.

Llegando a uno de los hospitales de la zona aparco la moto en la parte trasera, donde está Adrik esperándome con un bate en la mano y con la espalda apoyada en la pared.

—El día que no llegues tarde se acabará el jodido mundo. —masculla él entre dientes al nada más verme.

—Estaba ocupado. —respondo echando un vistazo por todo el callejón hasta encontrar al hombre inconsciente en el suelo.

Bajo su cabeza hay un pequeño charco de sangre, probablemente por alguna herida que Adrik causó con su bate.

—¿Con quién? Que yo sepa ya no se te levanta. —enseguida su cara cambia a una que refleja su entretenimiento. A veces es impresionante lo rápido que cambia su humor.

Señalo el cuerpo que está tirado en el suelo con la cabeza, ignorando las burlas que me lleva haciendo desde que rechacé ir a una de sus reuniones especiales.

No le dije nada de mi vida sexual, pero él siempre mete sus narices donde no le llaman y averigua cosas que no necesita ni le interesa saber.

—Ahora tenemos que esperar a que se despierte. —murmuro en un reproche seco, él solo mueve los hombros con desdén.

—No venías y el hombre me estaba jodiendo los oídos con sus lamentos.

Lo miro levantando una ceja. Ahora por su culpa tengo que retrasar mi tradicional cita nocturna con Aubrey, y realmente me inquieta saber cómo esta ella. No porque me importase su estado realmente, solo no quiero que la chica se desquicie tan pronto.

Tengo que tener un ojo sobre ella la mayor parte del tiempo, preferiblemente siempre, para también asegurarme de que Trent esté haciendo su trabajo y no con su polla en ella. Fuera de eso no me interesa si están juntos o no, al fin y al cabo si la chica tiene malos gustos es cosa suya.

—Además, estoy hasta la mierda de ser yo el que siempre haga la parte aburrida del trabajo.

—Para eso eres algo así como. —me detengo abruptamente fingiendo pensar en algo. —Mi asistente. —suelto con una sonrisita, solo para joderlo más.

Después de que mi padre se retire, pasaría de ser uno de sus ayudantes ocasionales a ser el encargado de la mitad del imperio que tenemos.

No como el Pakhan² que es lo que es él ahora mismo. Pero sé que tardaría poco en conseguirlo, si no fuera por Eleanor. Ella nació antes que yo y se empecinó en estar dentro al igual que yo. Podría tenerlo todo para mi si ella no se hubiera entrometido, aunque tengo que admitir que dos son mejor que uno, y ella es lista. Demasiado a veces.

Por esa misma razón empecé a prestarle más atención a quienes quería dentro como mis hombres de confianza y qué rango les asignaría. Adrik y yo nos criamos juntos, al fin y al cabo somos primos y en ese entonces mis tíos de parte materna vivían con nosotros en el castillo. Además somos bastante afines, así que quedamos en que él sería mi mano derecha. Equivalente a la persona que hace toda la mierda y trabajo sucio.

—No soy tu jodido asistente. —gruñe entre dientes afianzando su agarre en el bate ensangrentado.

En eso el hombre se remueve en el suelo intentando incorporarse con una mueca adolorida y una mano en la cabeza.

Todavía tiene el uniforme del hospital puesto, a pesar de su tez morena puedo distinguir otras heridas frescas que tiene en su cara, pero eso no es lo que hace que le preste más atención de la necesaria.

—¿Dónde está nuestro puto dinero?
—ladra Adrik a mi lado a punto de levantar su herramienta de trabajo y volver a usarla contra la cara del hombre.

—Primero esperamos a que nos dé una respuesta y luego actuamos. —le recuerdo con una mirada severa, eso parece aplacarlo un poco.

Es como un perro rabioso a veces. O incluso peor, los perros son más dóciles y por lo tanto más fáciles de manejar.

—L-lo siento. No lo tengo. —balbucea soltando más lágrimas de desespero haciendo que suelte un resoplido jocoso.

Si tan solo la gente supiera que lo único que consiguen con sus lágrimas es alimentar mis ganas de masacrar sus cráneos contra el suelo y beberme su sangre, dejarían de llorar.

—Entonces está jodido, amigo. ¿Últimas palabras? —responde Adrik dejando la punta de su bate a pocos centímetros de su boca como si éste fuera un micrófono.

—Por favor. Dadme un día más, solo un día y os prometo que lo tendré todo. Por fa. —antes de poder terminar Adrik lo golpea en la boca haciendo que unos de sus dientes salga volando por los aires.

Si pensé que eso callaría al hombre estaba equivocado. Él sigue titubeando cosas ininteligibles tras escupir una mezcla de sangre y saliva al suelo.

—Piedad, tengo una familia. Hijas que mantener. —le hago una señal a Adrik para que aleje el bate.

Mi cabeza repite la palabra hijas como si con eso pudiera descifrar quién es realmente este hombre, maldiciendo por no haberme leído la hoja informativa que me dió mi padre días atrás, hasta que dentro algo hace clic al visualizar la cara de Alana.

—¿Hijas? —repito echando la cabeza a un lado. —Cuéntame sobre de ellas. ¿Cómo se llaman? —el hombre comienza a mover la cabeza con rapidez mientras se arrastra acercándose a mi con ojos suplicantes.

Cuando sus dedos rozan la punta de mis botas me echo hacia atrás sin molestarme en esconder el desagrado que detonan mis ojos.

—Con ellas no. Son todo lo que tengo. Por favor con ellas no. —chasqueo la lengua afianzando el desagrado de mis facciones.

Ahora recuerdo porque ya no hago este tipo de mierdas, es realmente exasperante.

—No les vamos a hacer nada. Habla de una maldita vez. —suelto entre dientes bajo la mirada confusa de Adrik.

—¿Qué mierda haces?¿Te quieres poner a hablar con él ahora?¿Quieres que te traiga una taza de té y una silla también?

—A-alana y Aubrey. —murmura casi a trompicones. En ese mismo instante suelto un suspiro al aire y desvío mi atención a Adrik con una mirada de la hemos cagado.

Podría querer dañarla, pero matar a su padre adoptivo no está en mis planes, y menos por algo tan banal como lo es el dinero.

—Te dejaré vivir, pero bajo una condición. —dictamino en una clara advertencia antes de poner mi cara al mismo nivel que la suya. —Trabajarás para nosotros.

—¿¡Qué!? Se te ha ido la puta cabeza, eso no es parte del plan. —Adrik suelta a mis espaldas en un grito ahogado.

—Luego te lo explico.

—¡Y una mierda! Además, ¿Qué quieres que lo pongamos a hacer?¿Revisar todos los penes de la brigada cada tres meses? Este hombre es urólogo, no sabrá matar ni a un mosquito.

Antes de que pueda replicar algo él saca un arma y la apunta a la cabeza del hombre que ahora comienza a temblar con la cabeza metida entre sus brazos a modo de protección diciendo más cosas.

De un golpe hago que suelte la pistola evitando que dispare y saco la mía apuntándolo con ella.

—Yo soy el que da las órdenes y he dicho que no. No hagas que te dispare Adrik. —dibujo una sonrisa ladina ante su mirada cabreada como la mierda. Sus nudillos se vuelven blanquecinos por la fuerza con la que sujeta el bate de béisbol.

Tampoco sería la primera vez, hemos tenido nuestras pequeñas peleas antes.

—No me gustaría desperdiciar mis balas. —continúo estando atento de que no coja el arma.

Después de un rato cede apretando el puente de su nariz con fuerza y soltando el bate al suelo.

—No pienso dar la cara ante tu padre, te harás cargo tu solo. —ensancho mi sonrisa guardando la pistola en la parte trasera de mis vaqueros antes de hablar.

—Cuenta con eso.

—Hoy es tu maldito día de suerte. Levanta. —refunfuña Adrik impulsándolo hacia arriba por el cuello de la bata.

Luego lo obliga a caminar hasta donde está su camioneta aparcada, al vernos el chófer y los dos escoltas que han venido con él se ponen rectos, a la espera de cualquier orden nuestra.

—Será nuestro nuevo chófer. —suelto lo suficientemente alto como para que pudieran escucharme mirando con una sonrisa al castaño que ha estado trabajando como nuestro chófer desde hace ya un par de años.

—Ya tenemos uno. —responde Adrik a mi lado en un tono de obviedad.

—Ya no. —hablo antes de sacar mi arma y disparar a su cabeza dejando un manchurrón de sangre y sesos pegados al parabrisas.

Su cuerpo inerte cae al suelo en un golpe sordo, pasando por encima abro la puerta del piloto y le hago una seña para que se siente.

—Vamos hombre, no muerdo. —le digo sonriente al ver que no se mueve, su cara palidece aún más.

Si es el padre de Aubrey tengo que llevarme bien con él, al menos tener una relación cordial, y no lo tengo fácil viendo que estuve a punto de matarlo.

Cuando se abrocha el cinturón cierro la puerta y voy trotando al asiento del copiloto. Después de que estamos en nuestros sitios y el cadáver en el maletero pone el coche en marcha bajo las instrucciones a seguir que muy pacientemente le doy. Parece que el hombre se vuelve estúpido cuando tiene miedo. Algo entendible, supongo.

—Esa mierda me la limpias. —habla Adrik al ver que los limpiaparabrisas no han quitado del todo las manchas de sangre y yo asiento encendiendo otro cigarro.

Ahora tengo a su padre bajo mi poder y no va a pasar mucho más tiempo para que consiga lo mismo con ella, porque mi jodida paciencia termina donde empieza Aubrey Jones.








¹Boyevik: significa "guerrero", trabaja para una brigada pero también tiene una actividad criminal especial para funcionar, se encarga de encontrar nuevos chicos rindiendo homenaje a su brigada y son la principal fuerza de ataque de una brigada.

²Pakhan: Es el jefe o "padrino" y controla todo, controla cuatro células criminales en la unidad de trabajo a través de una persona de confianza denominada, rara vez se ve en público, y por lo general sólo dirige a los tres hombres de mayor confianza por debajo de él dentro de la organización.

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