Extra #5 (Parte 1)
Advertencia: este extra ocurre después de Narciso, unos años antes de que inicie Rosas. Si no han leído Narciso, no lean este extra ni las partes que le siguen (que serán dos más).
La nueva vida de Easton (Parte 1)
3:58 pm
Las calles de Detroit eran mucho más pequeñas, y sus edificios más feos que los que podía ver desde la ventana del auto. Sentía el frío del cristal en su frente, pero a penas si le importó. Easton había aguantado fríos peores, de esos que lo hicieron temblar y le recordaron su soledad. Por esa razón, sentía que estaba viviendo un sueño mientras conducían por la soleada L.A. Era un sueño tan hermoso que temía despertar.
No podía creer que en realidad su vida iba a cambiar para siempre. Luego de años pasando de casa hogar en casa hogar, casi sentía que se dirigían a una más. Estaba mentalmente preparado para volver a soportar cuidadores fríos, niños pequeños a los cuales vigilar y refugiarse en la estúpida esperanza de encontrar una familia a pesar de que eso se veía cada vez más imposible. Tuvo que concentrarse para recordar que ya no se dirigían al mismo destino de siempre. Lo que siempre creyó una imposibilidad, finalmente se había hecho realidad.
Desvió su mirada hasta los asientos de adelante, una sonrisa se escapó involuntariamente de sus labios cuando encontró a la pareja que ya conocía. El cabello pelirrojo de Dalia Milestone iba atado en una trenza, de esas tan elaboradas que East no comprendía como podía hacerlas. Por el espejo retrovisor, podía ver sus ojos verdes y amables que le llamaron la atención desde el principio. Llevaba dos años conociéndola, pero seguía creyendo que esa mujer debía ser la más amable y amorosa del mundo. No se parecía en nada a las antiguas guardianas que llegó a tener en las casas hogares en las que vivió. Ella lo hacía sentir seguro.
A su lado, en el asiento del copiloto, estaba Donovan Cooper. Él era la persona más genial que conocía. Tenía las mejores historias, jugaba soccer como un profesional, y cargaba con una pierna metálica que le parecía impresionante. Easton era listo, lo suficiente para saber que esa prótesis y el cabello ausente en ese hombre de ojos castaños se debía al cáncer. Quizá eso lo hacía tan admirable, el hecho de que sonreía como nadie a pesar de que tenía razones para derrumbarse.
No podía creer que ahora portaba el apellido de alguien así.
—Ya estamos cerca —anunció Dalia. Él notó la sonrisa nerviosa en sus labios melocotón gracias al espejo retrovisor —. De hecho, estamos entrando a nuestro vecindario.
—Es bonito —dijo Easton, mirando las calles amplias, las casas con diseños similares y las zonas verdes por la ventana —. Tiene vista al mar.
—Sí, la playa no está muy lejos —aseguró Donovan —. Aunque nuestros amigos viven aún más cerca del mar que nosotros.
—Cierto. Lilian y Derek tienen un bonito jardín que da hacia la playa —habló Dalia. Una vez más, él notó los nervios en su sonrisa —. Lilian y Derek son amigos nuestros, familia. Los conocemos desde hace años...
—Lo sé, Dali. Me has contado sobre ellos —él estiró su mano y la colocó sobre su hombro. Sonrío, esperando que ella encontrara su sonrisa en el espejo tal y como él había hecho antes para calmarla —. Ya quiero conocerlos, igual que a Cloe, Sanne, Gabe, Calvin, Eve...A todos de los que me han hablado. La verdad, son muchos. Espero recordar sus nombres.
—No te culpo si no lo haces —rio Donovan, él estaba mucho más calmado que Dalia —. Si te sirve de algo, la mitad tiene apodos relacionados con flores y a la otra mitad los relacionan con joyas. Tú solo di algo de eso y verás como alguno te responde.
—Su familia es peculiar...
—Lo es —Don ladeó la cabeza y le sonrió al niño —, por eso es imposible aburrirse con ellos.
Él le devolvió la sonrisa a Donovan, y luego regresó a su lugar para seguir observando las calles. Dalia y Don le importaban lo suficiente como para ocultar sus nervios frente a ellos, pero lo cierto es que tenía muchísimo miedo. El temor a no encajar en esa familia se reflejaba en los rápidos latidos de su corazón, él de verdad no quería regresar a una casa hogar. No quería seguir estando solo.
Y también estaba el hecho de que Don y Dalia le agradaban, los queria. En un principio, no creyó que la pareja lo adoptaría. Llegaron dos años atrás a su antigua casa hogar, los conoció por casualidad porque East siempre cuidó a los más chicos; a su guardiana le fastidiaban los bebés, a él le ordebaban vigilarlos por ser el más grande entre los huérfanos. En un principio, ellos estuvieron interesados en adoptar a alguien más pequeño, quizá un bebé, y él tan solo comenzó a hablarles sobre los niños que ahí se encontraban.
Le agradaron al instante, y comenzó a emocionarse cuando sus visitas se hicieron recurrentes. Un día, les preguntó si finalmente habían escogido al indicado para formar parte de su familia. Nunca esperó que la respuesta fuese la que le dieron, no creyó que ellos lo adoptarían y mucho menos que le preguntaran antes si estaba de acuerdo. Él no se negó y, tras años en los que su trabajadora social debió movilizar sus papeles, se hizo legal su adopción. Easton consiguió una familia y su nueva vida estaba por iniciar.
Por eso estaba tan nervioso. Hasta el momento, todo en su historia había sido gris ¿Y si pronto llegaban nubes para opacar esos nuevos rayos de sol?
—¿Esta es su casa? —preguntó él, viendo como Dalia detenía el auto frente a una bonita residencia pintada de blanco. Ella volteó a verlo y asintió con la cabeza —. Vaya, es hermosa. El patio delantero es gigante. Su hijo debe divertirse mucho en él.
—Pues sí, a Ty le encanta jugar soccer con Don aquí —habló Dalia —. Puedes unírteles cuando gustes.
—¿Es tan bueno jugando como tú, Don? Porque entonces eso significa que tendré mucha competencia.
—Apuesto a que sus partidos serán algo interesante de ver —dijo Donovan, abriendo la puerta del auto —. Bajemos. No creo que quieras solo ver tu nuevo hogar por fuera, ¿o sí?
Hogar.
Tenía un hogar...
Pensó en todos los años en los que se sintió solo, en los que nadie se detuvo a pensar que necesitaba amor o protección. Tenía once años, de los cuales seis los pasó en las calles y el resto en casas que nunca fueron un hogar. Creyó que jamás voltearían a verlo, que su vida consistiría en ese ciclo de soledad en los que su unica compañía real era él mismo, pero ahi estaba, frente a una casa que se veía cálida, junto con dos personas que derrochaban amor y comprensión, y con un nuevo apellido.
Él jamás había tenido un apellido...
Siguió a Donovan y a Dalia hasta la casa. Una vez entró, quedó aún más impresionado. Era un lugar amplio, con concepto abierto. Jamás había visto una cocina tan grande como la que vio al entrar, ni una sala de estar tan bonita y arreglada. Notó unas escaleras hermosas, que subían hasta un segundo piso, y unas puertas francesas que daban a un jardín más estrecho que el delantero. Miraba todo con sorpresa y asombro ¿Así se veía un hogar? ¿Era así de hermoso?
Notó las fotografías en las paredes y estanterias, eran varias y todas colocadas en marcos distintos. Dalia y Donovan aparecían en la mayoría, no pudo evitar darse cuenta de que en algunas se veían mucho más jovenes y, de hecho, Don tenía un cabello ligeramente largo y rubio en esas fotos particulares. Eso sí, la sonrisa era la misma. Dalia, por su lado, se veía igual en las fotos de antes y las de ahora. Ella era hermosa y se veía feliz en cada una de esas imagenes.
Él siguió avanzando, hasta que encontró a un niño pelirrojo con muchas pecas y una sonrisa divertida en unas fotografías. Se detuvo y lo observó, detallándolo con cuidado.
—¿Él es Tyler? —preguntó mientras Don dejaba su equipaje en el suelo.
—Sí, él es Ty —Dalia se acercó hasta él y le dedicó una linda sonrisa —. Ahora está en la escuela, podrás conocerlo cuando llegue.
—Se parece a ti, Dali —señaló East —, pero tiene los ojos de Don.
—Y su sonrisa. Creo que él supo heredar las mejores cosas de su papá.
Dalia estaba muy enamorada de Donovan, eso hasta un niño de once años lo notaba. A Easton le gustaba la pareja que conformaban, parecían ser el pilar del otro. Y, en medio de esos dos pilares, había una columna: Tyler. Él los sostenía a ambos, era su felicidad. Miró la fotografía de ese niño pecoso, preguntándose si debía estar celoso. Cualquiera en su lugar lo estaría, pero él no pudo estarlo. Más que celos, sintió nervios ¿Y si no le caía bien a Ty?
Él era el hijo biológico de quienes ahora eran legalmente sus padres, así que quería agradarle. No sería como convivir con los otros niños huérfanos de las casas hogares, sería como convivir con un hermano...Él quería un hermano, siempre lo quiso. De hecho, aunque le costaba imaginar llamar a Dalia y a Don "mamá y papá", no le costaba imaginar llamar a alguien "hermano". Por desgracia, esa decisión estaba en manos de Tyler. Si él no le agradaba, entonces jamás conseguiría lo que siempre deseó.
Jamás dejaría de sentirse solo.
Dalia comenzó a hablar y hablar sobre la casa, a señalar cada cosa y dar pequeñas explicaciones que Easton no sentía necesarias, pero aún así él la escuchaba con atención. Podía reconocer el nerviosismo en su voz, era lo suficientemente listo para notarlo, así que le sonreía a la pelirroja de vez en cuando para intentar calmarla. No funcionó, claro está, porque cuando llegaron a lo que sería su habitación ella seguía parloteando.
—Y este es tu cuarto —dijo ella, adentrándose en el lugar siendo seguida por él y Donovan, quien cargaba la única maleta de East —. Quería hacer algo como un cartel de bienvenida y colgar globos, pero dijiste en Detroit que no querías nada de eso, así que no los coloqué...
—Está bien —aseguró Easton, viendo a su alrededor —. La razón por la que te lo pedí es porque no quería causarles molestias, Dali. No quiero que mi llegada sea...em...una celebración. Si voy a vivir con ustedes por un tiempo, quiero que todos lo sintamos normal.
—No es solo por un tiempo, cariño —dijo Dalia, observándola con esos ojos tan maternales que a East le daban seguridad. Tenía cierto miedo de aferrarse mucho a ellos, de acostumbrarse a la idea de tenerla a ella y a Don y que luego todo fracasara —. East, ahora somos tu familia y la familia no está junto a ti solo por un tiempo, está toda la vida.
—Ya, pero...No lo sé, suelen haber excepciones —él se encogió de hombros y miró hacia el suelo —. Ustedes son geniales, igual que esta casa y esta habitación, pero eso y unos papeles que me dan su apellido no garantizan que vayan a estar ahi para mi todo el tiempo, ¿o sí?
De inmediato, Dalia buscó la mirada de Donovan y, sin hablar, ambos expresaron sus preocupaciones. El tiempo conociéndo a Easton les permitió estar al tanto de los problemas de confianza que tenía el chico ¿Y cómo no iba a tenerlos? Después de todo, sus padres lo dejaron en la calle con tan solo dos años y, luego de eso, pasó de casa hogar en casa hogar sin conocer el verdadero significado de familia. Era una pena, porque East tenía un corazón hermoso que nadie se había tomado el tiempo para amar.
Hasta que llegaron ellos. Ambos amaban al corazón roto de ese pequeño abandonado.
Dalia no debió agacharse demasiado para alcanzar su altura, pues él era bastante alto. Sin embargo, bajó lo suficiente como para encontrarse con sus ojos grisáceos frente a frente. Los ojos de Easton eran impresionantes, grises con pequeñas manchas verdes que se notaban solo si te fijabas bien en ellos. Eran grandes, pero encajaban a la perfección en su cara. Su piel era tostada, de un color moreno ligeramente oscuro. Su cabello azabache estaba bastante corto, y aún así ella pasó su mano por las hebras negras en su cabeza con cariño, intentando peinarlo y reconfortarlo al mismo tiempo.
Nadie había mirado a Easton de la forma en la que Dalia y Don lo veían en ese momento, y los adultos lo sabían. Sabían que era su responsabilidad darle una familia, extinguir el miedo a que lo abandonaran y regalarle felicidad. Claro que no estaban muy seguros de como hacerlo, nadie les dio un manual de como criar a un pequeño con los miedos de East. Tan solo estaban dispuestos a amarlo, a criarlo como criaban a Tyler.
Porque a él le costaba imaginarlos como padres, pero ellos ya lo veían como un hijo.
—Te prometo que estaré junto a ti por el tiempo que la vida me lo permita, East —aseguró Dalia, viéndolo a los ojos. Él sintió un nudo en su garganta y un repentino brinco en su corazón —. Don y yo no nos vamos a ningún lado, no sin ti.
Jamás le habían dicho algo así, nadie le prometió quedarse a su lado en algún momento de su vida. El nudo en su garganta se hizo más fuerte cuando sintió los labios de Dalia sobre su frente, un repentino calor se apoderó de su pecho. Quería llorar y abrazarla, pero no hizo algo de eso. Se quedó callado y en shock. No podía creer que alguien estaba dispuesto a quedarse a su lado.
Dalia le dedicó una última sonrisa y volvió a parlotear. Habló de la cama, las sábanas, la ropa, el armario, todo eso casi sin respirar. Easton notó como Donovan rodaba sus ojos con diversión hacia ella, eso lo hizo sonreír varias veces. Su corazón todavia latía muy rápido, se sentía increíble pensar que no lo dejarían.
Incluso si era una mentira, sonaba como una mentira muy asombrosa.
—¡Uy, debes estar hambriento! —soltó Dalia, dando un salto repentino —. Llevamos viajando desde ayer por la noche y esa comida del avión era terrible ¿Quieres algo de comer? ¿O prefieres algo de tomar?
—Estoy bien, Dali. Gracias —él sonrió, divertido ante como ella parecía hablar sin respirar.
—Vamos, no tengas verguenza de pedirme algo para comer ¡Ya sé! ¡Hay galletas en la despensa! ¿Quieres ir a la cocina por unas cuantas? ¡Mejor te las traigo hasta acá! También te traeré unas, Donny. Yo si tengo hambre, me comeré unas en el camino y...
Ella salió de la habitación aún hablando y, solo cuando estuvo afuera, Donovan se permitió suspirar y soltar una fuerte carcajada. Easton lo observó con curiosidad, ladeando su cabeza hacia él ¿Por qué reía?
—Yo la amo, lo hago de corazón, pero si no dejaba de hablar iba a sacarla de la casa —rió Donovan, e Easton lo siguió —. Lo siento, East. La conoces y sabes que suele ser parlanchina, pero no a este extremo. Solo está nerviosa.
—Lo entiendo, Don —dijo él, sentándose en su cama. Era la cama más comoda en la que alguna vez se había sentado —. La trabajadora social me dijo que podía pasar. Los padres adoptivos sienten nervios al principio.
—Es que ella en serio quiere darte un lindo hogar —aseguró Donovan, sentándose a su lado —. Yo quiero lo mismo, quiero que te sientas a gusto aquí. Espero que entiendas que Dali y yo no te pedimos formar parte de nuestra familia porque queremos que sea algo temporal, East. Si te di mi apellido y te traje hasta acá es porque me importas, me importas mucho más de lo que te puedo explicar.
》Sé que tienes miedo, es evidente que Dali y yo también, pero el miedo es lo que permite que uno sea fuerte, y vale la pena ser fuerte por personas como tú. Tienes un corazón de oro, uno que merece ser amado y Dalia y yo lo notamos. Te prometo que no habrán más abandonos y que intentaré que tu vida tenga todos los buenos recuerdos que no has tenido hasta ahora. No estás aquí por un tiempo, Easton. Si tu lo deseas y eres feliz, puedes estar aquí toda la vida.
Queria llorar, queria soltar toda la soledad que sentía en lágrimas, pero no lo hizo. Tomó por sorpresa a Donovan cuando lo abrazó, él no tardó en devolverle el gesto. Confiaba en esa familia, en ellos dos. Y aunque parte de él decía que podía estar soñando y que despertaría para seguir siendo el mismo huérfano de siempre, la otra parte le decía que todo era real y que esas palabras no eran mentira. Podía ser amado, podía conseguir lo que nunca tuvo.
—Gracias, Don. Todavía no entiendo como es que me adoptaron a mi en lugar de a un lindo bebé, pero gracias —dijo, abrazándolo con fuerza.
—Pues, un bebé no juega soccer tan bien como tú —bromeó Don —. Necesitaba a un portero en mi equipo porque Dalia es terrible.
Easton soltó una carcajada y liberó a Donovan del abrazo. Este alborotó su cabello y le dio una amplia sonrisa.
—¿No te molesta que no los llame mamá y papá todavía? —le preguntó Easton, bajándo un poco la mirada.
—Esas cosas toman su tiempo, East. No estoy esperando que automáticamente Dalia y yo seamos mamá y papá para ti. En algún momento entenderás que estaremos a tu lado como lo están los padres, y si decides llamarme de tal forma, créeme que me sentiré muy afortunado. Pero tómate tu tiempo—él se puso de pie sin dejar de sonreírle —. Deberías descansar, el viaje fue largo. Yo alejaré a Dalia, hoy parece tener complejos de loro parlanchín. Tu duerme y, más tarde, irémos a que conozcas al resto de la familia.
—¿Les caeré bien?
—East, dudo que puedas caerle mal a alguien, menos a ellos. Son peculiares, pero agradables. Sé que te amarán.
—¿Incluso Tyler?
—Tyler hizo su primer berrinche cuando Dalia y yo le dijimos que no podría ir a Detroit para buscarte. Si alguien está emocionado por conocerte, es él. Sé que serán buenos amigos.
Easton asintió lentamente con la cabeza y observó a Donovan acercarse a la puerta. Su habitación era bastante grande, pintada de un color azul bastante oscuro y con dibujos de estrellas en una de las paredes que parecían estar hechos a mano. Don estuvo a punto de cerrar la puerta para dejarlo solo, pero él lo detuvo.
—Dalia está nerviosa —dijo, deteniendo a Donovan —, pero tu no ¿Por qué?
Donovan sonrió ante su pregunta. La verdad, sus nervios se esfumaron en el instante en el que se subieron en el avión con él rumbo a Los Angeles. Fue entonces cuando la idea de que Easton ahora era Easton Cooper se hizo real y no sintió nervios, tampoco miedo. Solo sintió felicidad.
—Dime algo, ¿hay razón para que esté nervioso? —cuestionó Donovan, alzando una de sus cejas. Easton lo pensó un poco, pero terminó por responder.
—No, Don —le dijo —. No hay razón para estar nervioso.
—Entonces, no voy a estarlo —sonrió y retomó su tarea de salir de la habitación —. Descanza, East. Si necesitas algo, sabes que Dalia y yo estaremos aquí para ti.
Y aquello sonaba como algo más que simple cortesía. Era como una promesa, la primera que le hacían en su vida. Cuando Donovan cerró la puerta, esperó sentir soledad, pero no fue así. El calor seguía instalado en su pecho, una calidez indescriptible que no se comparaba con los pequeños destellos de felicidad que eran escasos en su pasado. Continuó sintiéndolos incluso cuando se acostó en la cama, sintiendo la suavidad de las almohadas bajo su cabeza. Una sonrisa se escapó de sus labios al pensar que tenía apellido.
Su nueva vida comenzaba y ahora no era solo Easton, era un Cooper.
Y no era un sueño, no podía serlo. Cerró los ojos e, incluso así, todo se sentía real. Era demasiado real...
...
6:40 pm
Tras convivir con muchos huérfanos menores que él, que despertaban por las noches y acudían a su cama porque él era el único que en verdad los cuidaba, Easton se acostumbró a sentir miradas sobre él inclusive cuando dormía. Aún con sus ojos cerrados, lo recorrió la peculiar sensación de que alguien lo observaba. Abrió sus ojos, esperando encontrar algún niño pequeño con un puchero en sus labios, pero se sobresaltó al encontrar unos ojos marrones y el cabello más naranja que había visto.
Efectivamente, había encontrado a un niño, pero no a uno pequeño.
El chico también se sobresaltó y llevó una mano a su pecho ante el susto. Easton se sentó en la cama, recordando que ya no estaba en la casa hogar, sino en la casa de los Cooper. El niño lo miraba fijamente, con cierta curiosidad y un poco de miedo. Tenía su cabello un poco largo, así que mechones desordenados caían sobre su frente. Su cara estaba llena de pecas tan dispersas que parecían cubrir toda su cara. Era más bajo que él, pero no por eso era muy pequeño; dedujo que debía tener unos nueve u ocho años. Al final, el desconocido le sonrió.
Fue entonces cuando lo reconoció: el niño de las fotografías, Tyler Cooper.
—Lo siento, no quise asustarte —dijo Ty, con un tono de voz suave. Su voz aún era un tanto aguda, lo que le hizo pensar a Easton que quizá si habia acertado en cuanto a la edad —. Me llamo Tyler.
—Lo sé —dijo East, cubriendo un bostezo que se le escapó —. Dalia y Don me hablaron de ti.
—Oh, bueno. Mamá hoy está más habladora que nunca, así que espero que no te haya mareado con cosas sobre mi —soltó él, pasando una mano por su cabello naranja y esbozando una sonrisa tímida —. Sé que tu eres Easton, ellos también hablan mucho de ti.
—Espero que no terminaras aburrido por escuchar sobre mi —dijo East, imitando su sonrisa tímida.
—¡Que va! ¡Si yo queria saber! Papá dice que juegas soccer.
—Pues sí, o al menos hago el intento.
—¿Te gusta alguna otra cosa? —preguntó, sentándose a su lado en la cama.
—Mhm, me gusta el fútbol americano, también patinar sobre hielo ¿A ti?
—Me gusta surfear. Papá y el tío Gabe me enseñaron, es muy divertido. Si quieres, algún día te puedo enseñar.
—Primero tendría que aprender a nadar —admitió Easton, un tanto penoso.
—Tranquilo, con unas horas en una piscina junto a la tía Sanne podrías hasta ir a las Olímpiadas. De hecho, ella fue...dos veces. Por eso nos ha enseñado a nadar a todos los niños de la familia.
Tyler parecía hablar con demasiada soltura, alejando poco a poco su timidez junto con la de Easton. Sin darse cuenta, ambos comenzaron a charlar sobre todo y sobre nada al mismo tiempo. Ty lo hizo sentir cómodo al instante, cosa que no esperó. Ni siquiera le dio tiempo de analizar lo amigable que él era, no cuando ellos dos parecían hablar como amigos de toda la vida.
—Tienes once años, ¿cierto? —le preguntó Ty.
—Cierto —respondió Easton —. Tu ocho, ¿no es así?
—Nueve en febrero —señaló él. Hizo una mueca con sus labios que había visto en Dalia antes y luego terminó por sonreír —. Es extraño...
—¿Qué cosa? —preguntó Easton, con cierto temor.
—Que mi hermano menor sea mayor que yo. Es decir, eres menor porque llegaste después, pero mayor por dos años. A Drew lo volverá loco esto.
—¿Drew es tu primo, no? —preguntó, a lo que Ty asintió con la cabeza —. ¿Y por qué lo volverá loco?
—Drew es como una esponja de recuerdos e información, no olvida nada. Eso sí, cuando encuentra cosas ilógicas o que le cuesta entender, su cerebro hace como corto circuito. Contradicciones como esta lo ponen todo preguntón e incómodo.
—No quiero incomodar a nadie...
—No incómodo en el mal sentido, no se lo va a tomar personal. Quiero decir que se pondrá a indagar en el asunto hasta encontrar una manera en la que la situación le parezca lógica porque le incomoda no entender algo simple. Cuando lo conozcas, seguro te hará preguntas hasta el cansancio...o hasta que Lid le de un golpe en la nuca.
—¿Lid es la hermana de Drew, cierto? Tus padres me han contado algunos nombres, no recuerdo todos.
—Sí, Lid es la hermana de Drew y mi mejor amiga. Ella y D a veces resuelven sus discusiones así, a golpes. No sé si es una cosa de hermanos, pero prefiero no intentarlo contigo. Te ves mucho más fuerte que yo y no quiero terminar con un ojo morado.
—No te golpearía.
—¡Gracias a Dios! Le presumiré a los Osbone que yo si tengo un hermano decente.
Le sorprendía lo fácil que era para Tyler llamarlo hermano, creyó que le sería mucho más complicado establecer un vínculo con él. Sin embargo, él le sonreía como le sonreiría un amigo que llevaba conociendo toda una vida, le hablaba como si no fueran desconocidos empezando a conocerse y lo trataba como a un hermano...o al menos así creía que los hermanos se trataban entre ellos.
No pudo evitar reprimir su sonrisa. Toda una vida estuvo rodeado de niños a los que vio ir y venir, ser adoptados o no. Hizo pocos amigos, creó unos cuantos vínculos que se rompían con el tiempo ¿Y si Tyler se convertía en el primer vínculo duradero?
—Veo que ya se conocen —la voz de Donovan se hizo presente en la habitación. Él entró en ella con una sonrisa, a duras penas se notaba en su caminar que una de sus piernas era de metal —. No te aguantaste para conocerlo ¿Verdad, Ty?
—No, papá. Creo que me ganó la curiosidad —Tyler volvió a pasar su mano por su cabello y bajó la mirada. Easton notó un ligero sonrojo apenado, al niño no lo ayudaba ser muy pálido y suponía que esa clase de rubores eran un problema para él de vez en cuando —. En serio lamento haberte levantado, Easton.
—No hay problema —aseguró él. No le sorprendía que Tyler fuera educado, después de todo era hijo de Don y Dalia.
—¿Descansaste, East? —le preguntó Donovan —. Porque irémos a que conozcas al resto de la familia y para eso necesitarás energía.
—Hay una cena en casa del tío Cal. Cocinará él, así que será deliciosa —le informó Tyler —. Vendrán todos mis tíos y primos. Creo que mañana irémos con los abuelos, pero hoy es con ellos ¿Verdad, papá?
—Sí, a menos que no quieras ir, Easton. Sé que pueden ser muchas presentaciones en poco tiempo. Si te aturden, o algo por el estilo, tú dinos y nos quedamos en casa.
—Si nos quedamos en casa, veremos películas —señaló Tyler, acostándose por completo en la cama —. Pero te advierto que mamá habla en el transcurso de ellas y siempre adivina los finales.
—¿Están hablando de mi? —la voz de Dalia se escuchó. Cuando entró a la habitación, Easton notó que ella ahora traía puesto un vestido sencillo e iba más arreglada que en la mañaba. Aunque, sin duda, el mejor accesorio que traía puesto era su sonrisa.
—Tyler acaba de arruinarle la sorpresa a Easton sobre tú siendo una habladora en las películas —soltó Donovan. Dalia lo miró con los ojos muy abiertos y luego volteó hacia Ty.
—¡Eso es mentira! ¿Por qué le mientes, bebé? ¡Yo no hablo en las películas!
—No, también gritas —ante el comentario de Donovan, ella volvió a mirarlo de mala manera —. Pero así te amamos.
—Claro, mami. Te amamos a pesar de que jamás podemos ver películas contigo —soltó Tyler, acomodándose otra vez —. En fin, tú decides, Easton ¿Qué quieres hacer?
Easton pasó su mirada de Tyler a Donovan, y de Donovan a Dalia. No sabía si se debía a que estaba acostumbrado a estar solo, pero esa familia le parecía...perfecta. Todos tan amables, educados y sonrientes ¿Así se veían todas las familias, o solo los Cooper?
Un pensamiento involuntario lo hizo sonreír; no sabía si así eran todos, pero no cabía duda de que ellos eran así, y esa familia tan agradable era la suya. Tenía una familia.
Tenía un hogar.
—Vayamos a conocer al resto —dijo, colocándose de pie —. Ya quiero verlos.
Quería empezar su nueva vida porque comenzaba a sentirla una realidad. No estaba soñando, estaba viviendo. Y, por primera vez, vivir no se sintió como soledad.
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