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Extra #3

Cubo rubik

12:45 pm

Al pequeño Drew Osbone no le gustaron los dibujos en las paredes desde el primer segundo en que los vio. Los peces pintados con grandes sonrisas y ojos enormes le parecían un intento bastante malo de volver esa fría sala de espera en un sitio más cálido y agradable. Asi que el niño no podía ver ese como un lugar cómodo, ni esos dibujos como cosas bonitas.

Los dibujos de su mamá eran mucho más hermosos.

Y hablando de ella, la había visto temblar. Lo recordaba, lo hacía a la perfección. Parecía que, con el tiempo, el recuerdo se hacía más y más fuerte. Volteó a verla, estaba sentada a su lado, junto a su papá. Ninguno hablaba, y eso lo estaba poniendo un tanto nervioso.

Drew era pequeño, con a penas ocho años, claro que a todos les decía que tenía nueve porque odiaba admitir que en realidad era más pequeño que su hermana mayor. A pesar de su corta edad, entendía cosas que ciertos chicos no. Por ejemplo, sabía que ese silencio por parte de sus padres significaba más que verlos callados. Recordaba muchos silencios así, y ninguno de ellos fue bueno.

Esa vez, sabía que se trataba del peor silencio hasta el momento. Así que movió su cubo rubik hasta poner cada color en su lugar y suspiró. Recordaba tanto que dolía, quizá por eso su mamá seguía temblando y su papá estaba tan callado ¿Ellos podían sentir su dolor?

-Mamá, papá -los llamó, con sus ojos pálidos fijos en el cubo rubik -. ¿Estamos aquí porque soy raro?

-¿Qué? -Derek Osbone observó a su hijo, disgustado ante la tristeza en su inocente voz -. Drew, ¿qué quieres decir con...?

-Fue lo que dijo el doctor -lo interrumpió el niño -. Él dijo que soy un caso raro porque no puedo olvidar. Que mis memorias no se borran, y que se quedan grabadas en la corteza frontal de mi cerebro. Dijo eso, con esas exactas palabras, y que solo habían sesenta casos de Hipermnesia, que es lo que tengo...Bueno, sesenta y uno, ahora que yo también soy un caso raro.

Los padres del niño ya no podían sorprenderse por todo lo que el cerebro de Drew era capaz de retener. Cada palabra, cada detalle, se quedaba grabado en su mente por más tiempo del que era normal. No tenía memoria a corto plazo, eso no existía en el cerebro del pequeño. Al menos, eso les había advertido el último doctor que lo examinó. Ya conocían la condición de su hijo, por eso no los tomó desprevenidos...

Pero eso no significó que no se alarmaron ante sus palabras.

-¿Por eso estamos aquí? -preguntó él, una vez más -. ¿Van a deshacerse de mí porque soy un caso raro?

-¡¿Qué?! ¡No! -Lilian se espantó al instante al escucharlo decir eso. No tardó en colocarse en cuclillas frente a él, tomó su rostro entre sus manos y limpió unas pequeñas lágrimas que se escaparon de los ojos de su hijo sin permiso -. Mi amor, tu papá y yo jamás en la vida podríamos deshacernos de ti ¡Nunca! No vuelvas a decir eso, ¿si?

-D, mamá y yo te amamos a ti, no a tus recuerdos -le dijo su padre, colocándose al lado de su esposa-. No nos importa si un doctor cree que eres una "caso raro", ¡deja que lo crea! Para nosotros sigues siendo nuestro Drew.

-Ese niño tierno que jamás dejaremos de amar -completó su madre, acariciando la mejilla del pequeño.

-Entonces...-habló Drew -. ¿Qué hacemos aquí?

Lilian y Derek soltaron un suspiro casi al mismo tiempo, cosa que no le gustó en lo absoluto a su hijo. Los miró a ambos, notó que no se veían tan alegres como normalmente lo estaban, y sabía que eso era su culpa. Se sintió mal, responsable de algo que era mucho más grande que sí mismo. No quería ser una carga para las personas que más amaba, pero al mismo tiempo quería refugiarse en los brazos de sus padres y dejar que ellos tomaran todo lo que pesaba en su cabeza, para así poder descansar.

Quería librarse de unos cuantos recuerdos, así no volvería a pasar lo de la otra noche...

-Estamos aquí porque necesitas ayuda -le dijo su madre -, una ayuda que papá y yo no te podemos dar.

A él le encantaban los ojos de su madre, le traían mucha calma. Lo mismo le pasaba con sus abrazos, eran la única medicina que él siempre necesitó. Recordó en el momento que su tía Cloe siempre llamaba a su mamá "descorazonada". Eso, él nunca lo entendió.

Su mamá tenía el corazón más grande y bonito. Él lo escuchaba latir en sus abrazos, incluso podía recordar a la perfección su ritmo. Tun-Tun-Tun...

-¿Qué clase de ayuda, mami? -preguntó él.

-Vendrá una señorita y tendrás que irte con ella -le dijo, tomando su mano con fuerza -. Solo será una hora, mi amor. Le contarás todo lo que piensas, lo que sientes, lo que te pone triste y lo que te da miedo.

-Ustedes vendrán conmigo, ¿verdad?

-No, campeón. No podemos ir contigo -le dijo Derek, y el niño se tensó de inmediato.

-¡Pero estarémos aquí esperando! -se apresuró a decir Lilian -. No te preocupes, amor. No nos vamos a mover de aquí hasta que regreses. Luego, buscaremos a tus hermanas y harémos lo que tu quieras. Ir a un parque de diversiones, comer helado, tu eliges.

-No quiero separarme de ti, mamá...

-Pero tienes que hacerlo, Drew. Tienes que hacerlo si no quieres que pase lo...lo de la otra noche.

Los ojos de su mamá estaban llenos de agua, de lágrimas que no querían salir al mundo exterior...Se veía igual que la otra noche, y las noches siguientes a esa. Toda esa tristeza era su culpa, porque desde la noche de su cumpleaños todos en su familia tenían esa mirada. Claro que la de su mamá era la que más le dolía, y la de su papá también.

Incluso llegó a recordar a su hermana llorando, y le dolió otra vez...Como le habría gustado al pequeño poder olvidar todo eso, pero no podía.

Entonces, el recuerdo de lo que ocurrió se hizo claro en su memoria; tan claro que le daba miedo. Cada sensación, cada instante, era tan real en su cerebro que parecía estar viviendo la escena de nuevo. Se recordaba a sí mismo, jugando junto a Tyler y Lid con sus regalos de cumpleaños y, mientras sus dos amigos reían, una abalancha de recuerdos tristes lo atormentó: su primer día en la guardería, la vez que su mascota tortuga murió, el día en el que su hermana se fracturó el pie por estar saltando, el llanto de su tía cuando dijeron que su tío estaba empeorando...

Recordó todo al mismo tiempo, y no pudo deshacerse de ninguna de esas memorias. Intentó evitarlas, ignorarlas, pero no pudo. Entonces, comenzó a llorar mares, y a desear que todas esas cosas jamás hubieran ocurrido. Lloró, lloró, y lloró aún más, lo que alertó a todos los adultos en el lugar. Sin embargo, cuando sus padres fueron a calmarlo, él entró en pánico y no permitió que alguien lo tocara. Cerró los ojos, no quería ver rostros y miradas preocupadas porque sabía que luego no podría olvidarlos.

Los recuerdos jamás le habían pesado tanto, y le dolía. Le dolía ser un "caso raro".

Lloró toda la noche, y lloró al día siguiente también. Todo eso hasta que encontró el cubo rubik de su padre. Él pudo recordar que su papá le había enseñado un truco para resolverlo, solo bastaba hacer unos cuantos movimientos repetidas veces y listo. Entonces, lo tomó y concentró toda su atención en el cubo. Le ayudó a dejar en segundo plano todas las memorias malas, se ocupó de ese recuerdo tan simple y mecánico para no seguir llorando.

A partir de ahí, el cubo rubik se había transformado en su juguete favorito. Lo armaba cada vez que sentía que los recuerdos eran demasiado para él. Ese era el momento perfecto para hacerlo.

Su padre notó que comenzaba a temblar por tanto recordar la razón por la que estaban ahí, así que tomó el juguete de las manos de su hijo, lo desordenó, y se lo volvió a entregar. Ahí, Drew se enfocó en los movimientos que había memorizado e intentó ignorar todas las otras cosas que habían en su mente. Intentó obviar el hecho de que no podía olvidar.

-Mi amor, en tu cabecita hay muchas cosas -le dijo Lilian, peinando un poco las hebras chocolate de su hijo con sus dedos -. Y es abrumador, lo sabemos. La mujer que vendrá te ayudará a controlar lo que sientes, así tendrás menos peso en tu mente.

-Sigo sin querer hacelo...-dijo Drew, sin dejar de mirar el cubo en su mano. Lo hacía lento, como si necesitara alargar ese proceso para no caer en recuerdos de nuevo -. Además, ¿qué puede hacer ella por un caso raro como yo?

-D, ella es especialista, sabe lo que hace -habló Derek -. Y quiero que dejes de hablar de ti de esa forma ¿Acaso no recuerdas lo que siempre le digo a tu tía Clo? Ser raro no es un delito, hijo. Es un privilegio.

-No se siente como uno, papá...

Y sabía que significaba la palabra privilegio porque él se lo explicó. Siempre le decía eso a su tía Cloe, porque todos la creían rara y demasiado especial...pero su rareza era distinta a la de ella. Drew sabía que estaba enfermo, solo un enfermo no podría deshacerse de malos recuerdos.

Siguió concentrado en el cubo rubick, en los colores en él. No quería caer en todas las cosas que nadaban en su cabeza, no quería ahogarse otra vez.

-Drew...-su madre lo tomó por el mentón y lo obligó a mirarla a la cara. A él le dolió el pecho al ver que las lágrimas se habían escapado de sus ojos. Él la hizo llorar.

-Mami, no quería que lloraras -él se olvidó del juguete y la tomó por las mejillas -. Perdón, perdón, no fue mi...

-No te disculpes, no conmigo -la detuvo -. Lo único que yo quiero es que tu dejes de llorar, solo así mis lágrimas se detendrán. Esto podría ayudarte. Tienes que intentarlo, por favor.

-¿Y ella me va a curar?

-No, pero te va a enseñar a mantener el control de lo que recuerdas -le explicó Derek -. No hay cura para lo que tienes, campeón. Y sé que ahora lo ves como una carga, que sientes que es abrumador, pero si lo controlas, podría ser un...don.

-Solo queremos que te sientas bien contigo mismo, con tu mente, y que no te asustes por tus recuerdos nunca más. Esta es toda la ayuda que podemos ofrecerte, papá y yo no sabemos que más hacer ¿Podrías intentarlo por nosotros? ¿Podrías, mi niño?

-Mami...

No le gustaba verla así, tampoco le gustaba ver a su padre tan triste. Lo odiaba, y odiaba saber que recordaría esas miradas por el resto de su vida; que, con el tiempo, el recuerdo se haría más fuerte. Abrazó a su mamá, lo hizo porque no sabía como curar su tristeza...O quizá sí, si accedía contarle todo lo que sentía a esa mujer de la que ellos hablaban.

Pero debía ir solo, y eso le daba miedo.

Escuchó llorar a su mamá con más fuerza, eso estaba rompiendo su pequeño corazón. Deseó por instantes que Lid estuviera ahí con él, ella era quien siempre lograba sacarle sonrisas a sus familiares cuando las cosas se ponían feas. Pero sabía que ella se había quedado en casa de sus tíos, junto con su hermana menor. Solo estaba él, y debía averiguar como animar a sus padres.

Quizá, debía ser fuerte por primera vez en su corta vida.

-¿Drew Osbone? -escuchó su nombre en la voz de la recepcionista, eso disparó en su mente otros cientos de recuerdos en los que escuchó su nombre. Su mente era agotadora -. Ven, pequeño. Te llevaré con la doctora.

Lilian levantó la mirada hasta la de su hijo, y lo observó con cautela. Quería que esa fuera la solución para detener su llanto, pero si él decidía no ir, entonces lo sacaría de ese hospital entre sus brazos y buscaría otra forma de calmarlo. No iba a obligarlo a hacer algo que le diera demasiado miedo. Era su niño, su hijito, solo quería protegerlo.

Pero no sabía como protegerlo de sus propios recuerdos.

Drew besó la mejilla de su madre y se puso de pie. Luego, miró a su papá, quien se notaba que también retenía lágrimas.

-Iré -le dijo -. Pero antes, ¿lo desordenas de nuevo por mi, por favor?

No tuvo que repetirlo dos veces, pues Derek tomó el cubo y desordenó sus colores de manera en la que volviese a ser un acertijo que solo el niño comprendía. Alborotó el cabello chocolate de su hijo y le dió un abrazo en el que le susurró todo lo que él necesitaba escuchar:

-Estaremos aquí, siempre lo estaremos.

Y, sin más, se volteó hacia la recepcionista, tomó su mano, y desapareció entre los pasillos con dibujos feos en sus paredes. Sus padres lo observaron irse, ambos tenían sus corazones en sus gargantas. Derek ayudó a Lilian a ponerse de pie, y luego la abrazó. Los dos tenían miedo, mucho miedo ¿Y cómo no iban a tenerlo? Vieron a su hijo llorar con tanta fuerza...

No querían que eso se repitiera.

-Estoy aterrada, Derek -le confesó ella -. ¿Y si la psicóloga no lo ayuda?

-Funcionará, bonita -le aseguró él -. Nuestro hijo es inteligente, él aprenderá de a poco como lidiar con sus recuerdos.

-Eso espero, porque no quiero que la única forma en la que pueda encontrar tranquilidad sea a través de...de ese cubo rubik.

-No lo es, nos tiene a nosotros también ¿Lo olvidas? Drew sabe que vamos a estar aquí para él, siempre lo estaremos.

Ambos sabían que Drew no olvidaría eso, y no por el hecho de que él era un "caso raro", sino porque ellos jamás se cansarían de repetirlo. Si algo no podían controlar, eran los recuerdos que nadaban en la cabecita de su hijo. Pero podían darle instantes de felicidad, de confianza, capaces de opacar las malas memorias.

Podían darle más tranquilidad que un cubo rubik.

🌼🌼🌼
2

:55 pm

Eve Nicols era buena cuidando niños, pero no sabía que era lo que ocurría con la hija menor de su diamante. Desde que se fueron sus padres, Lavanda Osbone no había dejado de llorar.

-Vamos, Liv, ¿qué ocurre? -le preguntó a la bebé, meciéndola en sus brazos. Sabía que ella no le respondería, con trece meses a penas, eran pocas las palabras que sabía. Suspiró y miró a su esposo, en busca de apoyo -. Ya no sé que hacer para calmarla.

-¿No tendrá hambre, amor? -cuestionó Calvin.

-Le di de comer hace unos minutos.

-¿Y su pañal? -preguntó Dalia, quien estaba junto a su hermano -. ¿Lo cambiaste, Eve?

-Ella está limpia. No sé porque llora.

-Quizá lo que necesita es que la hagan reír -sugirió Cristal, acercándose a su madre y a su prima. Intentó hacerle cosquillas, como siempre hacia para animarla. No obstante, la bebé se sacudió aún más y lloró con mayor intensidad -. Ups, parece que alguien no está para juegos hoy.

-Y no lo entiendo -dijo Eve, intentando calmar a la bebé en vano -. Ella suele ser tan tranquila...

-Quizá extraña a sus padres -sugirió Donovan, desde el sillón -. Quienes, por cierto, han tardado mucho...

Ninguno dijo algo al respecto, pues ya habían notado la obvia tardanza de los Osbone, pero no quisieron sacar conclusiones sobre ello hasta el momento. Estaban preocupados por Drew, pues comprender lo que le ocurría se escapaba de las manos se todos ellos. No sabían que tan doloroso podía ser vivir ahogado en recuerdos, pero suponían que debía ser una carga demasiado pesada para un niño de tan solo siete años.

Un niño que, dentro de todo, era normal. Le gustaba jugar, reír, hacer travesuras, hablar con sus amigos, abrazar a los que amaba...No parecía tener algo tan grave como la Hipermnesia; es que es muy difícil notar desastres cuando estos se ocultan en la mente.

Lid y Tyler aparecieron en la sala de estar tras escuchar los llantos descontrolados de Lavanda. A diferencia de sus hermanos, la menor de los Osbone tenía un par de ojos cafés iguales a los de su padre, y era rubia, como sus tías. Solía ser tranquila, una bebé que a duras penas causaba problemas, pero ese día estaba resultando diferente en todo sentido.

-¿Qué ocurre? -preguntó Ty, caminando hacia su tía y sus primas -. ¿Por qué Livi no deja de llorar?

-No sabemos, Ty -le respondió Cris, encogiéndose de hombros -. Jamás la había visto así. Casi parece uno de los gemelos, ¿no lo crees?

-No, los llantos de Holden y Harley son mucho más escandalosos, Cris -aseguró él, recordando que era casi imposible callar a los hijos de sus tío Gabe y su tía Clo. Escuchó a su prima más pequeña sollozar una vez más, eso logró que el pelirrojo esbozara una mueca -. Bueno, pero hoy les estás haciendo competencia, Lavanda.

-Ya no sé que hacer para callarla -volvió a decir Eve, meciéndola otra vez.

-Solo deben darle su peluche -dijo Lid.

Entonces, la niña buscó entre los juguetes de su hermana menor aquel pequeño oso de peluche. Lo encontró, lo tomó entre sus manos y caminó hasta su tía. Le sonrió a su hermanita y le entregó el juguete. La bebé se aferró a él al instante, y su llanto poco a poco se transformó en una sonrisa. En cuestión de segundos, Lavanda volvió a ser la niña tranquila a la que estaban acostumbrados.

-¿Es en serio? -preguntó Eve, viendo a la niña con sorpresa -. ¿Todo lo que necesitaba era un juguete?

-No cualquier juguete, solo ese -señaló Lid -. Es que, una noche, Drew y yo estabamos jugando en el cuarto de nuestros padres; Lavanda estaba con nosotros. Entre tantas risas, tumbamos un frasco del perfume de mamá y cayó sobre este oso. Desde entonces, Liv no se separa de él ¿Cierto, hermanita?

La niña rio en dirección a su hermana, y extendió sus brazos hacia ella para que la cargara. Lid la tomó en sus brazos y la llevó hacia la alfombra repleta de juguetes. Ahí, Lavanda dió unos cuantos pasos en falso, pero se rindió y comenzó a gatear; todo eso sin soltar su oso de felpa.

Lid tampoco se veía muy ella que se diga, o al menos eso notaron sus familiares. Ella solía ser una explosión de energía, siempre alegre y con ganas de arrastrar a su mejor amigo y hermano a aventuras. Sin embargo, ese día ella estaba triste, con una sonrisa débil en sus labios y decaída. Se sentó en el sillón, junto a su tío Don. Él la abrazó de lado y, solo entonces, ella se permitió suspirar.

-¿Saben algo de mis padres? -preguntó ella.

-Todavía nada, cariño -le informó Dalia, al tiempo en el que todos se acercaban hasta ese lugar -. Pero no te preocupes, seguro que llegan pronto con tu hermano.

-Eso espero...Estoy preocupada por Drew.

Preocuparse era algo que hacían los adultos, solo los adultos. Pero, desde que había visto a su hermano llorar con tanta fuerza, descubrió que ella podía sentirlo también.

-Ya verás que todo sale bien, hermosa -le aseguró su tío Don -. Tu hermano volverá y así podrán volvernos locos una vez más.

-¿Por qué mis titos creyeron que debía llevarlo a un doctor? -preguntó Cris -. Creí que recordarlo todo era bueno. Es decir, D no tiene que estudiar demasiado, ni se olvida de las fechas de cumpleaños. Eso suena genial.

-No -la detuvo Tyler -. Es más que eso, Cris. Él nos contó a Lid y a mí que no solo se trata de recordar esas cosas pequeñas. Él recuerda todo, incluso lo que quiere olvidar.

-Yo ya olvidé todo el miedo que sentía cuando, a los cinco años, creía que había un monstruo en mi armario -dijo Lid -. Pero D no. Mi hermano va a recordar ese miedo por siempre, y recordará otros miedos, y todo eso lo hará llorar. Yo soy su hermana mayor, debería evitar que llore, así como lo evité con mi hermanita.

》Pero con él no es tan sencillo, no puedo simplemente darle un oso de peluche y esperar que se calme. Eso solo sirve con Lavanda...

Los ojos claros de la niña comenzaron a cristalizarse, así que su mejor amigo la atajó en un abrazo. Odiaba ver a los hermanos Osbone llorar, sobre todo porque la mayoría de las veces ellos eran un par de terremotos incontrolables. Lid y Drew eran sus mejores amigos, quería verlos felices a toda hora.

Pero no sabía como hacerlo.

-Niños -Eve se acercó hasta ellos y se agachó a su altura. Les sonrió a ambos, enternecida -. Es admirable el hecho de que quieran ser los responsables de curar y animar a Drew. Es su amigo, su familia, y es comprensible que deseen calmar su llanto. Sin embargo, ese trabajo no les corresponde a ustedes.

-Pero...

-Su tía Eve tiene razón -señaló Calvin -. Entiendo que estén preocupados, y Drew debe sentirse afortunado de tener amigos como ustedes. Pero su responsabilidad no es sanarlo, saben que no pueden hacerlo.

-Y entonces, ¿qué hacemos? -preguntó Ty.

-Dejen que esa pregunta la respondan los adultos -habló Dalia.

-¿Tienen respuesta? -cuestionó Lid.

-No, todavía -admitió su tío Cal -. Pero la tendremos pronto.

Los niños suspiraron, a pesar de que sí le creyeron a los adultos. Querían una solución rápida, algo que les devolviera al Drew al que estaban acostumbrados. Supongo que ese fue el momento en el que se dieron cuenta de que los adultos no eran superhéroes, no podían resolver todo por arte de magia.

En el mundo hay villanos mucho peores que en las comiquitas.

Escucharon la puerta abrirse, lo que puso alertas a todos. En segundos, Drew apareció en la sala de estar con una paleta en su boca y sus padres atrás. Lavanda fue la primera en romper el silencio, llamándo a su mamá entte carcajadas. El resto, solo observó a la familia, esperando que alguien dijera aunque fuera una palabra.

-¿Por qué parece que vienen de un funeral? -preguntó Derek, al tiempo en el que Lilian carcaga a la menor de las Osbone -. Jamás los había visto tan callados, y déjenme decirles que el silencio les sienta fatal.

-No tanto como a ti, joyita -Eve le sonrió de lado.

-¿Lavanda les causó problemas? -preguntó Lilian, meciendo en sus brazos a la niña que no soltaba su peluche.

-Ni uno, tía Lili -respondió Cristal, sonriendo -. Sabes que Liv es muy tranquila...

Lilian creyó la mentira de la pelirroja, y dejó un beso en la mejilla de la bebé. Drew se enfocó en su hermana menor, y la hizo reír con una mueca. Le gustaba escuchae su risa, más si él la provocaba. Ese sonido era un bonito recuerdo para conservar.

Todo parecía normal...¿Acaso nadie diría algo con respecto a la cita médica de Drew? Tyler y Lid intercambiaron miradas, ambos impasientes a obtener las respuestas que sus tíos y tías todavía no conseguían. Al final, la niña se rindió y se puso de pie. Caminó hacia su hermano menor y exigió saber todo lo que aún no habían contado.

-D, ¿todo está bien? -le preguntó -. ¿Qué pasó con la doctora? ¿Te ayudó? ¿No llorarás más?

El niño sacó la paleta azul de su boca, que había pintado del mismo color su lengua y parte de sus labios. Observó a su hermana, con quien solo compartía un par de ojos azules como similitud. Lid era más que su pariente, era su mejor amiga, así que entendió su preocupación.

Sabía que Linda odiaba ver llorar a sus compañeros de juego, así que le sonrío.

-Estoy bien, Lid -le dijo, al tiempo en que Ty se acercaba hasta ella -. La doctora es agradable, me dio una paleta.

-Ya veo...-habló Tyler -. ¿Y te dio algo más? ¿Jarabe, pastillas...?

-No -dijo él, caminando hasta uno de los sillones para poder sentarse -. No es una doctora de esas. No da pastillas, no da jarabe, solo me deja hablar.

-¿Hablar? -su hermana frunció el entrecejo -. ¿Y eso no lo haces ya con nosotros?

-Lid, si te hablara sobre todo lo que recuerdo, llorarías junto a mí. No quiero eso.

-¿Entonces haces que la doctora llore? -preguntó Tyler.

-Ella no llora.

-¡Esto es muy confuso!

Lid se enojó por no poder comprender y se cruzó de brazos. Le molestaba que su hermano no supiera explicar como un niño, ¡él explicaba como un adulto! No decía todo, solo lo más minimo. Eso la confundía, ¿y cómo lograría ayudarlo si no comprendía lo que tenía? ¿Cómo haría para calmar su llanto? ¡Que alguien le diera respuestas más claras!

Su padre soltó una carcajada al ver su entrecejo fruncido. Caminó hasta ella y se agachó para tenerla a su altura. Luego, la tomó por los hombros y le sonrió con cariño. El parecido entre ella y Lilian provocaba que Derek recordara el pasado cada vez que la veía enojada.

Porque sí, incluso los que pueden olvidar deciden no deshechar recuerdos como los que él conservaba.

-Hermosa, la doctora de tu hermano no es como la doctora a la que sueles ir -le explicó -. Tú vas para que te curen, pero Drew va para que lo ayuden a controlar algo que no tiene cura. Por eso él habla con ella, le cuenta lo que siente y lo que recuerda. Las cosas que se sienten en el corazón y en la mente no se curan con una aspirina, mi cielo.

-¿Se curan hablando? -preguntó ella.

-Algo así -le dijo él -. Es complicado, pero irás entendiendo. Te lo prometo.

-¿Y te sientes mejor, D?

Él se encogió de hombros y sacó su cubo rubik del bolsillo. No se sentía muy diferente, todavía recordaba muchas cosas al mismo tiempo, pero al menos la psicóloga no lo vió como un "caso raro". Ella lo escuchó, lo dejó llorar, y se sintió tan...normal.

Entendió que podía vivir con sus recuerdos, que podía seguir siendo el mismo D de siempre.

-La doctora dijo que, cada vez que mis recuerdos sean más fuertes que yo...-comenzó, jugando con su cubo -. Debo aferrarme a un recuerdo bueno, uno alegre.

-¿Qué es aferrarse? -preguntó Tyler.

-Sostenerse.

-¿Y debes sostenerte de un recuerdo?

-Es más fácil de lo que parece.

Su hermana lo observó, todavía intentando comprenderlo. La condición de Drew era un dilema, uno que ella no sabía explicar. Entonces, recordó las palabras de su papá, ese "algún día entenderás". Sabía que ese día no sería hoy, ni mañana, y probablemente pasaría mucho tiempo para que ella pudiese comprender eso de que su hermano se "sostenía de buenos recuerdos". No había algo que ella pudiera hacer para encontrar la respuesta a sus dudas...

Entonces, decidió dejar de hacer preguntas e hizo lo que sabía hacer mejor: sacárle sonrisas a su hermanito menor.

-Más te vale que Ty y yo estemos en esos recuerdos alegres, D -dijo ella, cruzándose de brazos -. No te he arrastrado a tantas aventuras para nada.

-Ustedes fueron los primeros que vinieron a mi mente cuando la doctora me sugirió eso -le dijo él, con una sonrisa en sus labios -. Son de mis mejores recuerdos.

-En ese caso, vayamos a buscarte más recuerdos bonitos -ella lo tomó de la mano y lo arrastró fuera de la sala de estar -. ¡Rojito, no te quedes atrás!

-¡Voy! ¡Voy!

Tyler salió corriendo de la sala de estar, persiguiendo a sus dos amigos. Los adultos sabían que habría un desastre que pronto deberían limpiar, pero no los detuvieron. Los mejores recuerdos de Drew estaban hechos de travesuras, risas y miradas que lo calmaban.

Esos serían los recuerdos a los que se sostendría cada vez que su mente se sintiera demasiado pesada para un niño de su edad...Y cuando eso fallara, tenía a su fiel juguete, que desordenaba y ordenaba sin parar.

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