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Extra #2

Advertencia: Este es un extra que ocurre cinco años después de que termina Narciso.

🌼🌼🌼

Unas blancas navidades

8:00pm

Al cumplir los seis años, Tyler Cooper, Drew y Linda Osbone, recibieron como apodo: los terremotos ¿Por qué? Pues, porque rara vez se quedaban quietos. A donde fueran, los perseguía el desastre...aunque ellos preferían llamarlo diversión.

—¿Alguien ha visto a los niños? —desde abajo del largo mesón navideño, Lid y Drew escucharon la voz de su madre, e hicieron su mayor esfuerzo por reprimir sus carcajadas.

—Mhm...no lo creo, Lili —la respuesta de su tío Gabe los alegró. Cumplió su promesa sobre cubrirlos —. ¿Ya revisaste en el patio?

—No...supongo que revisaré —y con esa declaración, los niños se sintieron a un paso de la victoria —. Pero, si los ves, diles que no coman dulces antes de la cena. Hablo en serio, Drew se sintió mal del estómago y Lid...Lid ya es una bomba de energía sin la azúcar, no necesitamos más.

—Tu tranquila, yo me encargo.

—Bien...

Escucharon los pasos alejarse, y con eso, la euforía del triunfo se apoderó de los dos. Aguardaron un rato, hasta que su mejor cómplice se asomó por debajo de la mesa. Vieron la sonrisa de su tío, y eso los hizo sonreír también.

—Listo, ya pueden salir —les aseguró Gabe, y ambos salieron gateando del mesón, con los bolsillos llenos de bombones.

—¡Gracias, tío Gabe! —exclamó Lid —. ¡Eres el mejor!

—No hay de qué, terremotos —él les sonrió a su sobrina y sobrino —. Pero, quizá, deberían hacerle más caso a su madre. Tantos bombones les harán daño...

—¿Quieres un poco? —le cuestionó la niña, extendiendole dos a su tío.

—Ustedes no le dicen a la tía Cloe, y yo no le diré a su madre, ¿hecho?

—¡Hecho!

—Bien —él tomó los dos bombones y miró hacia los lados para asegurar que nadie los veía. Al ver que el "perímetro" estaba seguro, les dio el vistobueno a sus sobrinos para marcharse —. Hora de la retirada, terremotos.

Y así, los dos hermanos salieron corriendo, con el tesoro de chocolate en sus manos. Gabe observó los dos bombones que le dieron y sonrío con diversión. Sus sobrinos le encantaban.

—Deberías dejar de consentirlos tanto —señaló Sanne, tras él. Gabe volteó a observarla y le sonrío.

—Tú tampoco dijiste algo —señaló él, llevando uno de los bombones a su boca y ofreciéndole a ella el otro —. Así que, si Lilian se entera, te echaré la culpa a tí también.

—Supongo que eso está entre las desventajas de ser los tíos favoritos —dijo ella, llevando su bombón hasta su boca —. Me pregunto si serás igual de consentidor con tus hijos, o si serás todo un papá sobreprotector.

—No lo sé, eso lo averiguaremos en un par de meses. Solo espero que no sean tan terribles como estos terremotos...

—¿Hijos de Cloe? Gabe, mejor preparate para un par de huracanes.

Gabe soltó una carcajada a la que se le unió Sanne poco después. Luego, se alejaron del mesón para reunirse con el resto de esa familia hecha de lazos más fuertes que la sangre. Todos ellos solían pasar las navidades en Detroit, donde la nieve decoraba cada tejado de las casas y cada esquina de las calles.

Eran navidades blancas, divertidas, llenas de aventuras...

Drew corrió tras Lid por las escaleras hasta llegar al segundo piso. Su hermana era mucho más rápida, mucho más ágil, pero al menos se detenía cada dos peldaños para esperarlo.

—¡Vamos, D! —le dijo ella —. ¡Más rápido! ¡Más rápido!

—¡Voy! ¡Voy!

Habían recorrido la gran casa de su tía abuela Maggie Wallace muchas veces, pero siempre encontraban nuevos atajos para extender sus aventuras. Esa vez, buscaban un buen escondite. Un lugar en donde podrían disfrutar de su tesoro sin que su madre o su padre les advirtieran que primero debían cenar.

Y todo era diversión...Hasta que escucharon un llanto que reconocieron con facilidad. Solían ser más de dos aventureros causando travesuras, ¿dónde estaba el tercero?

—¿Tyler? —Lid vio a su amigo, sollozando en un rincón, y arrastró a su hermano hasta ese lugar —. ¿Qué pasa?

Los ojos marrones del pequeño estaban hinchados de tanto llorar, lo que causó algo en sus dos amigos que no habían sentido antes: una tristeza inexplicable, un dolor en el pecho que les causó un par de pucheros. Se sentaron junto a él, le ofrecieron los bombones que obtuvieron en su aventura, pero Ty no dejó de llorar.

Los hermanos cruzaron sus miradas, igual de palidas. Si los bombones no le regresaban la sonrisa a su amigo, ¿qué lo haría?

—Se supone que es navidad —le dijo Lid, intentando animarlo —. Hay que estar felices, rojito.

—No...No puedo, chicos —dijo él, abrazando sus rodillas.

Sus mejillas estaban rojas, tan rojas como su cabello.

—¿Por qué lloras, Ty? —le preguntó Drew, con su suave e inocente voz.

—Mamá y papá...—titubeó el niño —. Ellos están tristes ¡En Navidad! ¿Cómo puedo estar feliz, si ellos no lo están?

—¿Y por qué están tristes? —cuestionó Lid.

—¿Recuerdan que mis papás les dijeron a todos que tendría un hermano?

—¡Sí! —exclamó Lid, feliz —. ¡Oh! ¡Te encantará, Ty! ¡No hay nada mejor que tener un hermano menor!

—No soy tan menor...—soltó Drew, entredientes.

—El problema es que ya no tendré un hermano, Lid.

Tanto Lid, como Drew, ladearon sus cabezas con confusión.

—Pero...—Drew arrugó su nariz, intentando analizar la situación —. Pero la tía Dali dijo que tendrías un hermano, y los adultos no mienten.

—Ella no mintió en ese momento —dijo Tyler —, pero mi hermano ya no está. Se fue...Como Loto, el perro del tío Aviv. Simplemente, se fue.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Lid —. Un bebé no se va así como así, sin despedirse.

—Mi hermano sí —él suspiró —. Y eso tiene tristes a mamá y a papá.

Tyler escondió su rostro entre sus rodillas y continuó llorando. Mientras tanto, los hermanos Osbone volvieron a intercanbiar miradas. Ninguno de los dos entendía bien la situación, ¿cómo se perdía a un hermano? Les sonaba imposible.

Pero el pequeño Drew recordaba escuchar a su madre un par de veces decir que sus tíos Don y Dali no tenían una vida fácil...¿Eso de perder niños era parte de tener una vida difícil? ¿Por qué no lo buscaban y ya?

—¿Lloras porque tus papás están tristes, rojito? —cuestionó la chica.

—Sí, Lid —dijo Tyler, sorbiendo su nariz —. Lloro porque no me gusta verlos tristes.

—Pues, entonces hay que hacerlos sonreír —sentenció la niña, poniéndose de pie —. Alegrar a los adultos es nuestra especialidad, ¿no es así?

—Pues, sí...—dijo Drew.

—¿Qué tienes en mente, Lid? —cuestionó Ty.

La niña sonrió, mostrando su blanca dentadura de leche. Miró a su alrededor, buscando la idea perfecta para alegrar esa noche buena. De pronto, las escaleras llamaron su atención, y se volteó una vez más para encarar a su equipo de aventuras.

—Oh, les va a encantar lo que tengo en mente.

🌼🌼🌼

Abajo, la situación resultaba muy diferente que en la segunda planta. Si bien todo se veía alegre, decorado por miles de adornos navideños, los presentes sabían que esa no sería la Navidad más alegre que celebrarían. Por más que intentaron de todo, no pudieron quitarles las sonrisas meláncolicas que se apoderaron de los labios de Dali y Don. Ellos decían estar bien, siempre lo decían...Pero esa vez, resultó demasiado obvio que era una mentira.

Cloe suspiró una vez más al ver a su mejor amiga y a su novio cerca del árbol de Navidad. Ninguno de los dos tenía buena cara, y no era como si pudiesen pedirles que se alegraran. Ese año había sido un desastre para la pareja, por lo que era de esperarse que, incluso en tiempos alegres, la tristeza abundara para los dos.

—Odio verlos así —soltó la castaña, apoyándose en el pecho de Gabe. Este la rodeó por la espalda, y asintió estando de acuerdo —. Es tan injusto...Los dos merecen alegría después de todo lo que han pasado.

—Ya lo creo —concordó Calvin Milestone, quien estaba junto a ellos. A su lado, Eve también asintió, estando de acuerdo. Y, aunque Derek, Lilian, y Sanne no dijeron algo, creían que, tanto Cloe, como Cal, tenían razón —. Mi hermana es demasiado fuerte, lo ha demostrado con los años. Ha aguantado cada decaída en la salud de Donovan, ha criado a Tyler y lo está haciendo de maravilla...

—Y Don también —aseguró Gabe —. Los dos son fuertes, han hecho todo lo posible por sobrevivir a los obstáculos que les ha puesto la vida ¿Pero esto? No sé si se trata de destino, casualidad, o cualquier mierda de nombre cursi, pero, lo que sea, se pasó esta vez...

Ya Cloe lo había dicho: era demasiado injusto. Claro que, la vida de Don y Dali se basaba en injusticias. Quizá lo único justo en sus vidas era su pequeña y adorada familia de tres...¿Me explico? Entre justo e injusto me confundo.

Para ponertelo más fácil, la vida de ellos dos no estaba siendo tan bonita últimamente.

—Ya no sé que hacer para animarla —dijo Sanne, observándo a su amiga —. O animarlos a los dos. Siento que nos estamos quedando sin opciones.

—Es que, ¿cómo animarlos después de esto? —cuestionó Lilian, bajando su mirada —. Estaban tan ilusionados...

—Y el que sus embarazos, Cloe y Lili, comiencen a notarse, no ayuda a Dali en lo absoluto —comentó Eve —. No las estoy culpando, pero me imagino que debe ser terrible para ella ver algo que acaba de perder tan cerca...

—Ya lo sé, ya lo sé —suspiró Cloe —. ¡Ugh! ¡Me molesta tanto que esto les pase a ellos!

—A todos nos molesta, friki—soltó Derek, con tristeza —. Pero no creo que haya forma en la que podamos animarlos. Necesitaríamos...un milagro.

—Sí, y esos no son fáciles de conseguir —acotó Sanne.

Y podrían haber seguido con esa charla llena de preocupación toda la noche, de no ser por el ruido proveniente de las escaleras. El resto de los invitados llegaron antes que ellos a la escena, pero eso no les impidió ver lo que estaba ocurriendo. Llegaron justo a tiempo para ser testigos de las consecuencias que traen tres terremotos unidos.

—¡Abran paso!

La fantástica idea se Lid incluyó unos grandes cojines que consiguieron en los sillones de la planta de arriba, una alfombra, y mucho impulso. De esa forma, los niños consiguieron crear su propio trineo, con su propia pista justo dentro de la casa. Fueron escalera abajo, a toda velocidad ¡Y fue increíble!

...Hasta que se dieron cuenta de que debían frenar.

—¡Lid, para esta cosa! —le gritó Drew, tras ella.

—¡¿No crees que la habría parado ya si supiera hacerlo?! —le gritó ella de vuelta.

—¡¿Dices que no sabes?! —cuestionó Tyler, asustado —. ¡Lid! ¡Vamos a chocar con el árbol!

—¡Solo, salten!

—¡Niños!

Y saltaron. De alguna manera, los tres lograron librarse del trineo antes de que este chocara con el arbol de navidad, y el único impacto que recibieron fue de las vueltas que dieron en el suelo al caer. El árbol si sufrió unos daños, pero nada grave. Eso sí, ningún invitado se perdió del gran espectáculo que montaron los terremotos.

Lid quedó atrapada en la falda de su vestido tras caer, pero logró liberarse tras unos segundos de lucha con su propio atuendo. Lo primero que hizo fue ver hacia el árbol, justo donde su trineo estaba hecho trizas. Luego, vio a sus compañeros de aventuras.

—¡Eso estuvo genial! —exclamó ella —. ¡Hay que hacerlo de nuevo!

—¡Esta vez, conduzco yo! —gritó Drew, poniéndose de pie.

—¡No! ¡Me toca! —exclamó Tyler, también parándose.

—¡Niños! —el grito de Lilian los detuvo a los tres, y voltearon casi al mismo tiempo para ver las miradas de sus padres —. Están muy equivocados si creen que esto se repetirá.

Bien, ellos no estaban tan alegres por su trineo...

—¡¿En qué pensaban?! —cuestionó Dalia, acercándose a los tres —. ¡Eso pudo ser peligroso!

—Se pudieron golpear, o terminar estrellados contra el arból —acotó Donovan —. No fue muy inteligente de su parte.

—Más les vale tener una buena explicación para esto —dijo Derek, cruzándose de brazos.

—La tenemos —dijo Lid, poniéndose de pie —. ¿Cierto, chicos?

Drew y Tyler se pusieron detrás de la chica, pero no se atrevieron a pronunciar palabra. Tenían las miradas enojadas de sus padres sobre ellos, y las del resto de los invitados, que se veían entre preocupados y divertidos, también. Lid vió a sus amigos, esperando que alguno quisiera apoyarla en ese momento. Claro que la cobardía fue más fuete en los chicos, y ella tuvo que dar las explicaciones.

Por lo general, ella siempre terminaba dando la cara ante sus desastres.

—Bien, la cosa es que Tyler estaba llorando —comentó la niña —. Y saben que no se puede llorar en Navidad ¡Debería estar prohibido! Así que D y yo intentamos animarlo...

—¡Pero no funcionó! —acotó el niño, aún tras su hermana.

—Exacto, no funcionó porque su tristeza era porque la tía Dali y el tío Don están tristes.

—¿Qué? —cuestionó Donovan, intentando llevarle el hilo al desorden de ideas que Lid soltaba con rapidez.

—Sí, están tristes porque perdieron al hermano de Ty, asi como el perro del tío Aviv...¿Si se acuerdan, o tengo que contar todo el cuento de nuevo?

—Dios, juro que amo a esa niña, pero alguien debería callarla en este momento...—soltó Cloe, al notar que Dalia se tensó al escuchar esas palabras.

Lid tomó aire antes de continuar porque sí, todavía le quedaba mucho que contar.

—Entonces, se me ocurrió que, para ver a Ty feliz, ¡debiamos hacer felices a la tía y al tío! —exclamó la chica.

—Y lanzarse por las escaleras fue la obvia solución —soltó Lilian, cruzandose de brazos —. Los creí más inteligentes, mis niños.

—Pensamos en hacer un trineo en casa, porque afuera está nevando mucho —señaló Drew —. A nosotros nos encantan los trineos, nos hacen felices.

—Así que les hicimos uno, mamá y papá —continuó Tyler —. Claro que se destruyo porque Lid no sabe conducir.

—¿Saben qué, par de bebés? Si tanto detestan como conduzco, podrían haberlo hecho ustedes.

—¡Yo te pedí hacerlo! —exclamó Drew.

—¡Igual yo!

—Bueno, bueno, basta —los detuvo Dalia —. Aclarenme algo, ¿hicieron esto solo para vernos felices?

—Claro, mami —Tyler se alejó de la seguridad que le proporcionaba Lid para acercarse a su mamá —. No me gusta verlos tristes. Yo los amo, los amo mucho, y si lo que les hace falta es el amor que no les dará mi hermano pues...yo los puedo amar el doble. Solo no sigan tristes, por favor, porque entonces, yo estaré triste también.

—Y si rojito está triste, Drew y yo también.

—Y en navidad no se puede estar triste.

—Entendimos, niños —los detuvo Derek —. Entendimos.

Dalia se detuvo a observar los ojos de su hijo, que estaban lijeramente empapados. Luego, subió la mirada hasta la de Donovan, quien la observó con la misma expresión de sorpresa que ella sentía. Entonces, esos niños habían hecho todo eso para verlos felices, para evitar que siguieran sintiendo dolor. Sí, su plan les salió terriblemente mal...Pero, la intensión es lo que cuenta, ¿no?

—Ay, mi Ty —ella lo atrajo hasta sus brazos y lo apretó fuerte contra su pecho —. Papi y yo...estamos bien, vamos a estalo.

—Sé que dicen eso pero...—él comenzó a llorar de nuevo —. Pero igual se ven tristes.

—Eso es porque hay cosas que cuestan superar —habló Donovan, agachándose a la altura de ellos dos —. A veces, cuesta mantener una sonrisa porque hay detalles que nos entristecen.

—Pero, el que estemos tristes por algo, no significa que no podamos estar felices por otras cosas —aseguró su madre, limpiando las lágrimas en sus mejillas —. Ten por seguro que papá y yo estamos muy felices por tenerte, por ese amor que dices que nos tienes. Y estamos felices de estar aquí. Ya escuchaste a tus primos: es navidad...

—¡Y en Navidad no se puede estar triste! —exclamó Lid, desde atrás.

—¿Ves? Siempre habrá alegría, mi amor. Incluso cuando exista tristeza, habrán rayitos de felicidad que nos animen.

—Tú nos recuerdas que debemos ver los rayitos de luz, no la tormenta —completó Donovan.

Tyler se arrojó a los brazos de sus padres, quienes le devolvieron el abrazo. Ya lo dije antes: La vida de Don y Dalia estaba llena de injusticias, pero tenían detalles buenos; detalles tan bonitos y hermosos que les daban fuerzas para seguir adelante con todos lo obstáculos que les ponía el destino, las casualidades, o cualquier mierda de esas que Gabe describió antes.

—¡¿Ven?! ¡Les dije que alegrar a los adultos es nuestra especialidad! —exclamó Lid, contenta.

—Eso no quita el hecho de que están castigados —acotó Lilian.

—Pero, mami —se quejó Drew —. Es Navidad...

—Tienen razón, Lili —habló Gabe —. Podrían hacer una diminuta excepción por hoy.

—Gabe...

—¿Qué? Ellos hicieron lo que nosotros no logramos. No merecen un castigo.

—Y no olvides que te amamos mucho —dijo Lid, abrazando la pierna de su madre —. Y seria muy feo que, con tanto amor, nos castigues.

—Tu hija me está chantajeando, Osbone —le dijo a su esposo.

—Lo noté —dijo él —. Y una parte de mi se siente orgulloso por eso.

—¡Derek!

Pero, a pesar de que ella intentó mantenerse firme en su decisión, al ver la mejoría en su mejor amiga, y las pequeñas e inocentes sonrisas en sus hijos, no pudo evitar rendirse. Soltó una pequeña carcajada y decidió suplantar el enojo por alegría.

—Bien, sin castigo —dijo ella —. Pero, deberán recoger esto y pedirle perdón a Margaret por volver su casa un desastre ¿Okay?

—Okay, mami —dijeron los dos niños al unísono, abrazándola.

—Y que sea la última vez que creen que pueden ocultarme que comieron dulce a mis espaldas.

—¡¿Qué?! —exclamó Lid, mirándo a su hermano —.¡¿Cómo lo supo?!

—Soy su madre, lo sé todo. Lo que me lleva a...Gabe, ¿tienes algo que decirme?

Él la observó, tenía sus brazos cruzados y la mirada severa que solía usar siempre que les advertía a sus hijos por algo. El rubio se sintió amenazado, e hizo lo más inteligente que se le ocurrió en el momento:

—¡Sanne también los vió!

—¡Oh! ¡Pero que cobarde eres!

—Lo siento, pero no pienso caer solo, Sanne. Ella me da miedo.

Y así, una blanca navidad se llenó de sonrisas para una familia que estaba hecha de lazos muchos más fuertes que los de sangre. Al final, los presentes fueron testigos de algo hermoso: no se nesecitó un milagro para alegrar a dos personas que merecían sonreír...

Solo fueron necesarios tres desastres naturales.



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