Extra #1
Advertencia: Este extra ocurre justo después de la propuesta de matrimonio de Cloe y Gabe (El extra de Narciso). Ocurre en Londres, no en Estados Unidos.
🌼🌼🌼
Hay heridas...
6:00 am
Hay heridas que tardan mucho en sanar, y otras que nunca sanan, pero aprendes a vivir con el dolor que traen. Existen cicatrices a penas visibles, y otras tan notorias que no se pueden ignorar. Ellos eran recolectores de ambas cosas, de heridas y cicatrices, pero sabían que eso era señal de que habían sobrevivido.
Seguían sobreviviendo.
—¡Aviv! —gritó la morena, abriendo la puerta de la habitación de su amigo con entusiasmo —. ¡Aviv, despierta!
El chico soltó un quejido, molesto porque lo despertaran tan temprano. Se dio la vuelta, intentando ignorar a quien se había convertido en su mejor amiga y compañera de piso. Inclusive se escondió bajo las sabanas, intentando retomar su sueño. Claro que eso no funcionó, pues la morena optó por golpearlo con una almohada hasta llamar su atención.
Sanne Coleman era conocida por ser correcta, tranquila, y poco escandalosa...pero, algunos días, parecía estar tan demente como su mejor amiga.
—¡Que despiertes, joder! —le gritó, lanzándose sobre la cama.
—Ya, ya, ya desperté —contestó él, somnoliento. Soltó un bostezo y se lamentó por no haberle puesto seguro a la puerta de su cuarto la noche anterior —. ¿Por qué me levantas tan temprano, Sanne?
—¡Gabe y Cloe!
—¿Qué con ellos?
—¡Se comprometieron, Avi! ¡Mi mejor amiga se va a casar con el grandulón!
Tres años viviendo en Londres no los separaron de todas las amistades que dejaron en Los Angeles cuando se marcharon. Sanne le escribía a diario a las margaritas, y Avi tenía contacto con Derek, Gabe y Donovan, además de hablar muy seguido con Cloe. Todos ellos eran como familia para esos dos solteros, así que se alegraron de inmediato por esa pareja que vieron nacer, destruirse, y luego volver a renacer.
No podían estar más felices porque, al fin, las dos personas que más merecían quererse entre sí estaban viviendo su propia hermosa historia de amor.
Los labios de Aviv se extendieron en una sonrisa, y no apartó a Sanne cuando ella se lanzó hacia él en un abrazo. Cuesta creerlo, pero ellos dos, que tanto celebraban el amor de otras personas, tenían muy mala suerte en cuanto a sus propias vidas amorosas. Las cicatrices más grandes las tenían en sus pechos, las heridas más dolorosas yacían en sus corazones.
Pero, aún así, no le guardaban rencor a tan doloroso sentimiento.
—Oh, estoy tan feliz por ellos —aseguró Sanne, dejando respirar a su amigo —. Los dos se aman, merecen tanto ser felices...
—Ya lo creo —concordó él —. Cloe es la mejor ex que se puede pedir, y Gabe ha cambiado mucho desde que lo conocimos. Se adoran, no hay duda de que serán una familia maravillosa.
—¡Hay que ir! —exclamó la morena —. Avi, tenemos que ir a L.A a verlos. Muero por abrazarlos, por ver a mis sobrinos, a las otras margaritas, a mis cuñados que amo tanto, a las gemelas Stewart...¿Tú no?
—Pues...No me entusiasma tanto la idea.
Sanne suspiró ante esa respuesta. La verdad, la esperaba mucho antes de siquiera haber formulado la pregunta, pero llegó a hacerse la absurda ilusión de que podría llegar a animar a Aviv con la noticia del compromiso de Cloe. Ni ella, ni él, habían pisado Estados Unidos desde el primer cumpleaños de Lid Osbone; y esa vez resultó ser muy dolorosa para el chico ciego.
Su mejor amiga todavía podía recordar su llanto y sus lamentos, todo el dolor que él sintió por volver a ese lugar que le trajo tantos recuerdos. Habían pasado más de tres años de la muerte de Linda Riddle, pero el hombre que llegó a entregarle su corazón a ese espanto todavía no se recuperaba. Aún no aprendía a vivir con el dolor de unas heridas que seguían sangrando.
—¿No extrañas a nuestros amigos? —preguntó Sanne, acomodándose entre las amohadas y sábanas.
—Por supuesto que sí, pero sabes como me puse la última vez que fuimos a L.A —fue el turno de Aviv para suspirar —. Estoy cómodo en Londres, aqui puedo fingir que ella...jamás existió.
—No debería ser así —señaló ella —. Deberías atesorar los momentos que viviste con Linda, no deshechar las hermosas memorias que compartiste con ella.
—Duele recordar. Olvidar es más fácil, Sanne.
No era la primera vez que lo escuchaba decir eso y sabía que no sería la última, pero le dolió. Dicen que el tiempo sana, pero los años no estaban curando a Aviv en lo absoluto. Cada vez, se veía más adolorido, más rehacio a buscar lo que solo había encontrado junto a Linda. No tenía nada en contra del amor, pero había perdido la fé en encontrarlo para sí mismo.
La vida de Avi se había convertido en un intento por olvidar algo inolvidable, y eso preocupaba a su mejor amiga.
—¿Y qué va a pasar cuando se casen?—le preguntó —. Cloe te adora, eres su ex amado, ella te va a querer ahí.
—Me entenderá, no me obligará a ir si no quiero.
—¿Y tus padres? ¿Qué va a pasar con tus hermanas? ¿No piensas volver a visitarlos?
—Ellos pueden venir a verme. Lo han hecho antes, que lo vuelvan a hacer.
—Avi...
—Basta, Sanne, no insistas —la detuvo —. De verdad, no puedo volver. Intenta entenderme, ¿quieres? ¿O acaso volverías al lugar en el que tu corazón se rompió en mil pedazos?
Él hizo el ademan de levantarse, pero ella lo tomó por la muñeca y lo detuvo. A veces, los ojos cegados de Avi intentaban ubicarse, y sus pupilas se movían intentando encontrar algo más que oscuridad y sombras. Cuando eso ocurría y sus ojos lograban, por coincidencia, quedar en el foco que deseaba, Sanne olvidaba la ceguera de su amigo. Ella tragó saliva, no estaba segura de si quería traer de nuevo ese nombre a sus labios, pero lo haría porque sabía que Aviv necesitaba entender que no podía estancarse en el pasado.
—Yo regresé a Londres, lo hice aunque aquí destrozaron mi corazón —le recordó ella, trayendo de vuelta los sucesos que vivió con Christian a su memoria. Aún dolía, pero menos. Quería eso para Aviv: menos dolor —. Volví a Inglaterra aunque sabía que sería doloroso, y lo hice porque me pediste huir de los recuerdos de Linda. Lo hice por ti.
》Y fue de las mejores decisiones que he tomado, junto con entrar al programa de tu madre hace demasiados años. Reconstruí mi corazón en el mismo lugar en el que se rompió. Sí, tiene heridas y sí, todavía hay pedazos sueltos, pero lo estoy armando de a poco. Quiero lo mismo para ti, Avi. Vamos, regresemos a Estados Unidos y armemos tu corazón de nuevo. Házlo por mi, ¿si?
Todo fue silencio luego de esas palabras, un silencio que no le gustó a Sanne en lo absoluto. Observó a Avi hacer una mueca con los labios, esa que él siempre hacía cuando pensaba demasiado. Quizá ese era su problema: pensar tanto. Si no pensaba tanto en el dolor que podrían traerle los recuerdos, recordar no le causaría tanto daño.
Pero, ¿cómo le pedía que dejara de pensar cuando todavía habían cosas que los dos no entendían de la muerte de Linda Riddle?
Al final, Aviv dejó escapar una larga y profunda respiración. Tanteo en la cama hasta encontrar la mano de Sanne, ella al final se la ofreció. Hizo un esfuerzo enorme por sonreírle a la chica, pero a penas si consiguió que una de las esquinas de su labio se elevara. Hacía mucho tiempo que sus sonrisas no eran completas.
—No soy tan fuerte como tú, Sanne —suspiró él —. Lo siento, pero quizá deberías ir tú sola a L.A.
Él besó los nudillos de su amiga y se puso de pie antes se que ella pusiera alguna objeción. Ella pensó en detenerlo, pero no encontró las palabras para hacerlo, así que lo dejó salir de la habitación ¿Por cuánto tiempo más Aviv dejaría que el fantasma se Linda dirigiera su vida? ¿Cuánto tardaría él en acostumbrarse al dolor de las heridas?
Ella quería ayudar, pero no sabía como...le daba miedo quedarse sin ideas.
🌼🌼🌼
1:45 pm
Al regresar a Londres, Sanne decidió que nunca más volvería a formar parte del equipo que le pertenecía al hombre que rompió su corazón. Por más que Christian insistió, ella se mantuvo fuerte y se alejó lo más posible de él. Sin embargo, no pensaba renunciar a su pasión por culpa de ese hombre. La natación seguia siendo parte importante de la vida de esa margarita.
Ella y Dann se encontraban limpiando la gran piscina en ese momento. Juntos, habían inaugurado hace años su propio centro de natación. Fue algo que siempre quisieron, y por fin se había convertido en realidad. Eran dueños de su propio pedacito de sueño.
—No sé qué hacer, Dann —le confesó ella —. Él se rehusa a avanzar.
—El suicidio de Linda fue un golpe muy duro para él —le recordó Dann —. También lo fue para ti, ¿o acaso olvidas todas las veces que debiste ir a terapia para intentar procesar lo que viste?
Ella tragó saliva, claro que no lo olvidaba. Todavía despertaba en las noches por culpa de pesadillas en las que veía espejos rotos y sangre. Sacudió su cabeza, intentando alejarse de ese pensamiento, y continuó limpiando la piscina.
—No lo olvido—suspiró ella, aún cabizbaja —. Pero al menos hice un intento por seguir adelante con mi vida. Aprendí a recordar a Linda como la excelente amiga que fue, no por la decisión que tomó. Justo por la amistad que tuve con ella siento que le debo ayudar a Aviv. Ella habría odiado verlo tan...deprimido.
Dann llevaba conociendo a Sanne más tiempo del que podía contar, y sabía que si en algo era buena, era en ser una excelente amiga. Se preocupaba en exceso por los que amaba, incluso más de lo que se preocupaba por sí misma. Era de esperarse esa angustia por Aviv, sobre todo porque se habían vuelto muy unidos con los años. Ella solo quería ver una sonrisa completa en el rostro de su amigo.
Su entrenador se acercó hasta ella. Amaba saber que su amiga tenía un enorme corazón, pero a veces alguien debía recordarle que no podía ser la superheroína en todos los cuentos.
—Escucha —él la tomó por los hombros y le sonrío —: Entiendo que quieres ver a Aviv avanzar, todos lo queremos. Pero debes recordar lo difícil que es que te rompan el corazón, tú lo sabes de antemano.
—Sí, pero...
—Sanne, no puedes reparar su corazón por él. Aviv avanzará cuando decida hacerlo.
—¿Y cómo lo animo mientras tanto? Es mi mejor amigo, Dann. Odio verlo triste todo el tiempo, y parece que con los años le duele más ¿No debería ser al revés?
—¿Tu mejor amigo? —él alzó una ceja en dirección.
—Oh, deja los celos —ella lo empujó un poco, lo que logró sacarle una carcajada al entrenador —. Sabes que tú eres como mi hermano, nadie te puede reemplazar.
—Más te vale, niña. En cuanto a animar a Aviv, ¿por qué no lo llevas esta noche a mi casa y cenan los dos ahí? Caleb podría cantar un poco, sabes que a él le gusta escucharlo.
—Bueno, eso podría sacarle una sonrisa temporal...
—Es todo lo que podemos hacer por él.
Ella suspiró, sabía que Dann tenía razón. Era imposible reparar el corazón de Aviv, y quizá Linda estaría tatuado en él por siempre. Por más que ella quisiera, no podía arreglar la vida de su mejor amigo, pero podía regalarle sonrisas temporales.
Pensó en su amiga, esa chica con cicatrices que aún recordaba bastante bien. Sanne aún sentía culpa por no haber notado antes sus planes, no quería sentirse culpable por no poder devolverle el ánimo a Avi. Estaba harta de que la culpa la carcomiera por dentro, así que esperaba alejarse de ese horrible sentimiento.
🌼🌼🌼
9:37 pm
Caleb Carlton tenía una voz preciosa, juvenil y melodiosa. Cuando cantaba junto a su hermana, cuya voz parecía la de un ángel, el corazón de Aviv se sentía un poco más completo de lo usual. Quería a los niños Carlton como un par de sobrinos, les había enseñado a cantar las notas correctas, a tocar el piano y la guitarra. Así que amaba hacer música junto a ellos, era de las pocas cosas que lo animaban.
Sanne y Dann sabían eso a la perfección.
—Hey, Rubí —tras terminar la cena, Sanne llamó a su sobrina en un susurro. La niña, de ocho años, ojos azules llamativos y cabello muy oscuro, se acercó hasta ella —. Necesito que hagas algo por mi, ¿si?
Le susurró algo en el oído, y la niña sonrío al entender las intenciones de su tía. Asintió con entusiasmo, dándole a entender que le haría ese favor. Luego, corrió hacia su hermano mayor, me susurró al oído el mismo plan que le había contado su tía Sanne. Él le sonrió a su hermanita, asintió, y fue por su guitarra mientras Rubí iba por Aviv.
—Hey, Avi —le dijo la chica, tomando su mano —. ¿Quieres cantar con nosotros?
—¿Cómo podría negarme a eso, preciosa? —cuestionó él.
La niña sonrió, su plan empezó bastante bien.
—Ven, vamos al piano —ella lo arrastró hacia el gran piano de cola en su casa, al tiempo en el que Caleb llegaba con su guitarra —. Cantemos la que escribiste, esa que es para tu chica.
—Esta bien...¿Recuerdan los acordes?
—Claro que sí —le dijo Caleb, con una sonrisa —. Ustedes el piano, yo la guitarra.
—Adelante, amo esa canción —les dijo Sanne, apoyándose en el piano para escucharlos.
Él soltó un suspiro e hizo su mejor esfuerzo por sonreír. Se sentó en el banco frente al piano, y luego sintió a alguien sentarse a su lado; supo que era Rubí. Luego, percibió las manos de la niña sobre la suya, y ella la colocó justo sobre las piezas del piano. Estaban frías, pero podía reconocer cada pieza en específico, cada nota con su tacto.
Y esa canción jamás saldría de su cabeza.
Rubí tocó los primeros acordes y, pronto, él se le unió. Tras unas primeras nota, Caleb comenzó la melodía con la guitarra. Empezó a cantar esa canción que hizo poco después de descubrir que estaba perdidamente enamorado de una chica a la que no podría decirle que la amaba nunca más. Era una letra llena de hermosos sentimientos, pero con un doloroso y nostalgico final.
Como su historia, era hermosamente dolorosa.
Y, aún así, se sentía correcto cantarla y escucharla en las voces de sus sobrinos. La sentía cerca, tan suya como lo fue cuando estaba con vida. Esa canción le recordaba que aún sentía algo más que dolor. Todavía estaba muy enamorado, todavía sabía sentir. La canción acabó, y lo único que quedó fue su sonrisa. Una lágrima escapó de su ojo y la limpió de inmediato. Rubí lo abrazó y él le devolvió el gesto.
Dolía estar enamorado, pero habría sido peor no estarlo.
—Esto fue tu idea ¿No es así, Sanne? —preguntó él, no muy seguro de donde estaba su amiga.
—Amo escucharlos cantar —fue su respuesta —. Y esa es la mejor canción que has escrito.
—No puedo ir a Estados Unidos, Sanne. Lo siento.
—Lo sé, Avi. Sé que todavía duele...Pero yo si voy a volver.
—¿Regresarás?
Ella sonrio y rodeó el piano hasta llegar junto a él. Lo abrazó por la espalda y dejó un beso lleno de cariño en la mejilla.
—Claro que voy a regresar, tonto. Tú solo espera por mi.
—Eso haré, Sanne. No me molesta esperarte, solo no tardes.
—Claro que no...Ahora, ¿pueden volver a cantar?
Y la noche terminó con una melodía tan bonita que daba tristeza, pero era tan hermoso recordar que provocó sonrisas incluso en los rostros más tristes.
Hay heridas, heridas que nunca sanan pero aprendes a vivir con ese dolor; y hay personas que se sienten como medicina, como un pilar que te ayudan a aguantar ese sufrimiento que no quiere desaparecer.
Eso era Sanne para él, y Aviv para ella.
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