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6🐱 Adiós, Abby.

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Extras: Prolongación del capítulo sesenta y cinco: Deseos del Universo. 

Tratándose del único autor del crimen, uno creería fielmente que, Luke Castellan, cuyas temblorosas manos seguían manchadas de sangre, se convertiría en el principal interesado para encargarse personalmente, con toda la diligencia y meticulosidad que correspondía a la grave situación, del traslado y el debido desecho del cadáver de la desafortunada Abby Chensen, que en paz descanse, en el paraíso de las almas estúpidas que nunca supieron callarse en su debido momento.

No obstante, allí estaba Luke, aturdido, luciendo una expresión estúpida la mayor parte del tiempo y asustado como un condenado a muerte que se ha quedado tieso frente a su verdugo. Dylan realmente deseaba darle una bofetada para que espabilara, la mano que tenía una maestría en voltear cuellos hasta con un reverso, estaba suplicando por expresar su descontento. No obstante, tomando en cuenta las "desequilibradas" recientes acciones de Luke, decidió que quizás, un método más tranquilo, sería lo prudente en esta circunstancia. Dylan decidió entonces, sacar una de sus mejores voces persuasivas para tratar con el trastornadito.

Sus palabras fueron melodiosas, sus ojos marrones increíblemente suaves como la miel en un pan francés, hasta se atrevió a frotar tentativamente el hombro de Luke por unos tres segundos completos. Pero el rubio, que al menos debería haber apartado agresivamente su mano y luego lo insultaría por su desvergüenza, se limitó a observarlo en silencio, con grandes ojos celestes que lucían tan vacíos como los de la Abby muerta. No parecía dispuesto a ayudarlos en lo más mínimo con el trabajo sucio. De hecho, se veía incapaz de siquiera encargarse de sí mismo. Dylan adivinaba que se estaba dejando hundir a propósito, en un profundo trance que le ayudaba a no enfrentarse a la horrenda realidad en la que se había metido.

"Capaz de cometer tal acto horrible, pero incapaz de enfrentarse a las consecuencias. Es tan típico de la gente de carácter débil", pensó Dylan, chasqueando la lengua con irritación. Finalmente, se dio por vencido con Luke, y su mente, que estaba conscientizada a resolver siempre los peores escenarios, empezó por sí sola a elaborar un plan. En primer lugar, había muchísimas personas entrando y saliendo de la discoteca, tanto por la puerta delantera como por la puerta de emergencias. Dylan no quería ser visto arrastrando el cuerpo inerte de una mujer. Sin importar qué tan buena apariencia tuvieran los tres, si los descubrían, aquello sería demasiado sospechoso y muy difícil de explicar.

—Oye, tenemos que moverla hasta el auto de Luke sin que nadie la vea —lanzó Dylan, al italiano que se hallaba de pie cerca del cadáver de Abby, y había estado perdiendo el tiempo contemplando los restos de un cráneo destrozado. Éste solo levantó los ojos con desgana en su dirección, sin decir absolutamente nada. Dylan se mordió el interior del labio para no gritarle, y de nuevo, lo intentó—: Tú, qué siempre estás plagado de grandiosas ideas —trató de contener su sarcasmo—. ¿Se te ocurre algo para crear una distracción?

Nico le alzó una de sus oscurisimas cejas con aire cínico.

—¿No puedes pensar por tu cuenta? —le dio una sonrisa venenosa—. ¿O solo eres listo para las malas ideas como drogar las bebidas de tus amigos?

"Con que así quieres jugar, eh, rata".

—Ya que insistes, ¿qué te parece crear un incendio con todos adentro? —alzó su mentón de forma retadora, en el instante en que vio la mirada glacial de Nico que prometía despellejarlo vivo si continuaba hablando. Por tanto, con mayor vigor, Dylan terminó su idea—: Con todos heridos, huyendo despavoridos, podríamos camuflarnos y nadie notaría que arrastramos un cadáver —frunció los labios, dándose cuenta de algo—. ¡O podríamos lanzarla al fuego para que se convierta en cenizas! De hecho, me gusta, eso resolvería...

—¡No! —Los ojos de Nico estaban casi rojos, si no lo estaba ahorcando, Dylan adivinó, era porque la mera idea de tocarlo debía darle náuseas—. Sabía que estabas retorcido, pero no pensé que fueras como El Duque de Blangis.

—¿Quién es ese?

—Alguien como tú —Nico rodó los ojos, parecía un poquito culpable, pero no se retractó. Volvió a endurecer su expresión—. No vas a jodidamente quemar el lugar. ¿Te volviste completamente loco o también estás drogado?

—¿Qué? El padre de Will es rico, y en todo caso, tú puedes sacarlo de problemas...

—No.

—Entonces dime que hacer, porque Luke está en el País de las Hadas y no puede ayudarme —lo último lo agregó con un susurro, temeroso de todos modos, de que el loquito lo escuchara.

Nico suspiró con pesadez, y se frotó el puente de su nariz, pensativo.

—Recuerdo que vi a los Stolls allí adentro —dijo después de un rato, con su voz adoptando un tinte juguetón—. ¿Por qué no llamas a Connor? Estoy seguro de que te ayudará si se lo pides.

—¿Por qué suenas tan convencido? —inquirió Dylan, pero ya estaba sacando su celular, preparándose para llamar.

Nico no respondió, simplemente le dedicó una gran sonrisa taimada, que le dio la irritante sensación de que se estaba burlando de él. Dylan ya no perdió el tiempo con el chico de pensamientos indecibles, puesto que, con asombrosa o inusual rapidez, Connor Stoll acababa de responderle en el segundo timbrado. Connor sonaba bastante emocionado cuando lo saludó, incluso después de que Dylan pasara rápidamente a pedirle el favor, no se escuchaba nada más que felicidad mientras aceptaba ayudarlo de inmediato sin poner resistencia.

Dylan guardó silencio un segundo, sintiéndose indeciso y algo sigiloso por el resultado.

—Solo necesito que hagas una enorme distracción, ¿okay? —repitió Dylan, con amabilidad.

—Claro, claro —respondió Connor, y luego preguntó—: Entonces, ¿te gustan los partidos de la NBA? Si consigo unos boletos para el partido de los Warriors vs Kings, irías a verlo conmigo, ¿no? —lo último lo dijo un poco tímido.

—Ah, supongo que, no hay problema —contestó Dylan, al tiempo que cerraba sus ojos y empezaba a sentir un pesado arrepentimiento—. Por cierto, ¿qué harás? ¿Estás seguro de que lo lograrás?

—¡Oh!, tranquilo. Funcionará —se oía lleno de confianza—. Subiré a la tarima desnudo, y haré el baile del helicóptero con la cosa entre mis piernas. ¡Nunca falla! También veré si mi hermano está dispuesto a unirse... ¡No te preocupes, Dyl!, déjalo todo en mis manos. No sé qué vas a hacer pero te deseo buena suerte con tus asuntos, ¡luego te llamo! ¡Adiós!

Dylan se quedó perplejo. Acto seguido, se giró hacia Nico, quién lo había estado vigilando todo ese tiempo con unos oscuros ojos llenos de maliciosa diversión, como si él fuera un estúpido conejo que no tenía idea de que su jugosa colita, ya había sido puesta en la mira de una variedad de depredadores, uno más peligroso que el otro.

Al cabo de un rato, una repentina cacofonía de voces que iba en crescendo, provino del interior de la discoteca. Las personas que habían estado afuera, conversando bajo la luz de las farolas, y las que estaban saliendo con la intención de irse, regresaron al unísono en tropel, para echar un vistazo a la nueva novedad que decían, se trataba de un apuesto chico que, demasiado ebrio, se había subido al escenario para exhibir cómo su madre lo pujó y lo trajo al mundo.

Entonces, cuando las calles quedaron desérticas, un chico castaño cargó a una mujer en sus brazos como a una princesa. Le había rodeado la cabeza con una camisa, y así evitaron que la sangre u otras sustancias, fueran regándose por todo el camino hasta el auto. La acomodó suavemente sobre el asiento trasero, y tuvo el detalle de tapar sus piernas con una alfombra del piso. El chico de pelo negro se subió en el asiento del conductor. El del pelo rubio, tambaleante y pálido, compartió asiento con la princesa que se parecía a Aurora esperando ser despertada por un beso, sin embargo, él no la miró ni una vez. El castaño terminó por subirse al asiento del copiloto e indicó el camino en voz baja.

Aún quedaban muchas horas para que amaneciera, el auto se dirigió velozmente por la autopista, hasta que los altos edificios y rascacielos, se convirtieran en frondosos árboles y el asfalto en un viejo empedrado. Después de media hora, una majestuosa cabaña de aspecto solitario empezó a ser vislumbrada en los límites de un bosque que parecía infinito y peligroso. Sólo contaba con dos focos encendidos: el del alumbrado público y el del porche. El resto de la cabaña parecía consumida por la oscuridad, sin contener una sola alma. Sin embargo, cuando Nico estacionó enfrente del porche, Caronte ya estaba allí, esperándolos con una cara huraña mientras el viento ondeaba su pelo canoso.

—¿Y tu hermana? —preguntó Caronte, apenas vio a Nico salir del coche, acto seguido, su mirada se deslizó hacia las oscuras ventanillas del asiento copiloto, como si esperara que una mano femenina lo saludaría a través de ella. Con pena, Dylan salió y lo saludó con un asentimiento, y quizás podría haberse reído del rostro increíblemente estupefacto de Caronte si no estuviera tan estresado.

—No te preocupes por ella, está ocupada disfrutando de su juventud. Sacando un par de los pasos prohibidos que le enseñaste, ¿recuerdas? —contestó Nico, sin ocultar su sarcasmo—. ¿Trajiste lo que te pedí?

Con un solo parpadeo, Dylan observó como Caronte volvía a ser el mismo hombre eficiente de siempre, a pesar de que sospechaba que había un montón de cosas que quería decir sin mucho tacto. El viejo hombre italiano, asintió y murmuró que lo había dejado dentro de la cabaña, y tampoco preguntó, pero, de nuevo, su mirada lucía hambrienta por conocer la razón. Seguidamente, transcurrieron ciertos segundos que se llenaban cada vez más de incomodidad, hasta que, con las cejas levantadas hasta la coronilla, Nico se giró hacia Dylan, enviándole una expresión mandona que claramente le hizo entender su significado tiránico.

Dylan apretó sus labios, y contuvo las ganas de enviarle una mirada lastimera a Caronte, y pedirle que lo ayudara a arrastrar el cadáver. Así como lo había hecho en el pasado. Después de todo, ya no era un niño. ¿Y acaso merecía ayuda? ¿Quién metió las drogas dentro de las bebidas? ¿Quién hizo que Luke y Percy se pelearan? Suspirando, Dylan utilizó su culpa para motivarse, esta vez, ni siquiera se irritó por no recibir ninguna ayuda de Luke. Alzó el cuerpo manchado de sangre, y cuando estuvo a la vista de Caronte, éste abrió tantos los ojos que Dylan temió que se lastimara.

—Es mejor que no sepas quién es —Nico se adelantó a decirle, formando una sonrisa seca—. Pero de algo puedes estar seguro, no fui yo —justo en ese momento, Luke estaba bajándose del coche con piernas temblorosas, y fue apuntado con un dedo sin piedad—: Él lo hizo.

Dylan decidió que el baño de la planta baja, era un buen lugar para utilizar el ácido fluorhídrico que Caronte había traído, en un barril de metal pintado de un intenso azul que, suscitó a que su mente viajara inmediatamente a cierta persona amante del azul, y se preguntara sobre qué estaría haciendo ahora mismo. Quizás estaba con Will o se había fugado con esa pelirroja Rachel Elizabeth Dare, o quizás ahora mismo estaba perdiendo su virginidad con esa tal Miranda.

¿Por qué demonios estaba pensando en eso en lugar de preocuparse por la cosa viscosa que cayó cerca del retrete?

Sintió de inmediato una frialdad en su corazón, pero Dylan se dijo que era solo por lo que estaba a punto de hacer. El cuerpo, tieso y pálido como si estuviera hecho de porcelana, fue introducido dentro del otro barril vacío que Nico tuvo la rara gentileza de arrastrarlo hasta el baño. Ambos compartieron una mirada, la cual carecía de su animosidad habitual, entonces, en acuerdo tácito, hicieron acopio de toda la fuerza de sus brazos, para levantar el barril azul y verter todo el ácido fluorhídrico sobre ella, y que hiciera lo que los químicos debían hacer.

—Lo siento, Abby... —musitó Dylan, sin importarle que Nico lo escuchara.

No mucho después, un nauseabundo hedor opresivo contaminó todo el baño, y el siseo de la carne derritiéndose, causó tal incomodidad que incluso afectó al siempre imperturbable Nico, quién, se tapó la nariz con los dedos. Dylan apartó la mirada, tratando de ignorar que la situación era completamente espeluznante. Al mismo tiempo, algunos recuerdos del pasado que estaban relacionados con Abby, empezaron a brotar como si se hubiera destapado un caño sucio. Cosas que ya había olvidado hace años, de pronto estaban vívidas en su mente.

—¿Qué...? ¿Por qué están haciendo esto? —exclamó Luke, patidifuso. Se sujetó mediante el marco de la puerta, y echó un rápido vistazo a lo que contenía el barril antes de apartarse rápidamente, y adoptar un nuevo color verde a su rostro—. Ustedes... ¿por qué no la entierran? O, tirarla al río...

—No confíes en las películas, Luke —se burló Nico, mientras le daba vueltas al celular que alguna vez le perteneció a Abby, antes de lanzarlo al barril junto con ella—. Lo último que quieres, es que te descubran, ¿no? ¿De qué te preocupas? Ella ya no siente nada. Aunque quizás su fantasma nos esté gritando ahora mismo, por derretir el cutis que con tanto amor y sacrificio siempre cuidó. Es triste, ¿no, Luke?

Luke sufrió una arcada, y entonces echó a correr al exterior, para vomitar todo lo que contenía su estómago, y luego soportar la bilis que debía quemarle la garganta.

Dylan solo lo contempló, acercándose a la ventana. Supuso que lo correcto sería ir y consolarlo, pero las ganas no existían, así como el: "Si no lo hubiera hecho", que debía estar carcomiendo a Luke en ese instante. Un rato después, Caronte apareció al lado de Luke, ofreciéndole un pañuelo sin un rastro de enjuiciamiento en su rostro. Luke lo aceptó sin siquiera mirarlo, y luego se quedó sentado sobre los escalones, con la cabeza hundida en las manos aún sucias de sangre.

—Jamás lo esperé de él, ¿sabes? —dijo Nico, tirándose casualmente sobre uno de los sofás marrones que había en la sala—. Estar drogado puede hacer que cometas un montón de estupideces... pero esto, ¿no sientes que hay algo más aquí? —Agarró una pequeña lamparita de la mesa al lado del apoyabrazos, y jugueteó con ella, apagándola y prendiéndola—. ¿Pero sabes de qué estoy completamente seguro ahora? Que Percy tiene un pésimo gusto para elegir a sus amigos.

Dylan se cruzó de brazos. No le concedió ningún tipo de protección, pero al menos le daba una falsa sensación de seguridad a la cual podría aferrarse. Miró fijamente a ese italiano que movía las piernas despreocupadamente al borde del sofá, con sus largas pestañas negras creando sombras sobre sus pómulos altos. Sus manos, de dedos largos y estilizados, se veían increíblemente elegantes mientras se movía para sostener su rostro, en una pose arrogante.

El fotógrafo en Dylan se moría por sacar una cámara y captar el momento. Pero no iba a darle la satisfacción a Nico, de hacerle saber que lucía tan imponente como él quería.

—Así que, hablemos sobre ese favor que me debes, ¿bien?

Sus labios se curvaron suavemente en una sonrisa, que parecía cálida y gentil, pero daba un drástico contraste con sus gélidos ojos negros. 

Muchas gracias por leerme y comentar. Si no has comentado aún, regrésate al pinche comienzo y me comentas en cada párrafo ejem. Bueno si quieres. Si me quieres, porque eso me haría feliz.

Pronto habrá nuevo cap de sol, en la historia principal, solo lo estoy retrasando ahora porque temo ver los espoilers. Apenas leo el libro, y lo termino, subo ya que seré inmune jajajaj Saludos. Los quiero mucho.  

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