4♟Recuerdos de la Infancia
Extra: De la razón por la que Nico no habla a Jason.
Sucedió aquella vez, cuando Nico aún era un dulce niño asustado, a causa de la repentina pérdida de su adorada hermana, y apenas comprendía el verdadero significado de: "Está muerta", y los permanentes ojos tristes y vacíos de su padre cuando lo miraban, como si estuviera desilusionado de verlo a él vivo, en lugar de a su hija más amada, como si lamentara no poder encontrar la forma de hacer un intercambio. Con el paso del tiempo, Nico se daría cuenta de que esos pensamientos, poco a poco, cobrarían sentido, especialmente porque su padre, casi nunca podía quedarse a su lado por más de dos horas en una habitación, como si su sola existencia fuera insoportable.
Con el tiempo, Nico aprendería a vivir con ese hecho, y empezaría a ver a Caronte, su guardaespaldas más leal, como su verdadera figura paterna.
Fue una tarde, de un otoño, de un año hace mucho tiempo atrás. No había transcurrido muchos meses desde que Nico acababa de instalarse en la casa de New York, dejando atrás la bonita y cálida casa de Italia que tenía un gigantesco invernadero repleto de flores amarillas de todo tipo como, margaritas, rosas y tulipanes, rodeando las paredes y techo como un mar de oro y fuego. Albert, su mayordomo, le había dicho una vez que su madre los había plantado, y cuando murió, yendo al mismo lugar que hermana, su padre se había encargado de cuidarlas todos los días, sin permitir que nadie más entrara, ni siquiera Nico.
Se preguntó, con su mente infantil, si alguien más las estaría cuidando, ahora que ellos habían abandonado la casa. Se preguntó si su madre, en algún lugar con su hermana, se enojaría con ellos por abandonarlas. La nueva casa era igual de grande, pero lúgubre y casi vacía, a excepción de los necesarios muebles instalados a lo largo de las habitaciones. Todo era negro y blanco, acero o hierro. Y tenían un patio, aunque no había brillantes flores amarillas allí, solo césped y un par de árboles bien cortados.
En ese momento, Nico iba casi corriendo por el pasillo del segundo piso, furioso hasta el alma como solo un niño puede estarlo, seguía a Jason a escasos metros de distancia, quien acababa de salir de la habitación de Nico, turbado, después de decirle que no podía volver a jugar con él, mientras estuviera su otro primo Percy con ellos, o siquiera hablar con él, porque su madre se lo había prohibido tajantemente. Nico, por supuesto, se había indignado. Él estimaba mucho a su primo Percy. En secreto, incluso lo preferiría más que Jason, porque Percy no lo detenía en sus travesuras, siempre lo apoyaba.
En cambio Jason siempre era temeroso e inseguro, con un pero en la punta de la lengua, listo para estampárselo a Nico cada que pudiera. Él no podía entender por qué su tía Hera había prohibido a Jason que se juntara con Percy, mucho menos podía entender que Jason la obedeciera. Nico también recibía un montón de "No hagas eso" de su padre, pero en ocasiones las ignoraba, y las consecuencias nunca habían sido algo demasiado difíciles de soportar.
—No entiendes. Tengo miedo —había susurrado Jason, con las esquinas de sus ojos algo húmedas—. No quiero que mi mamá se enoje conmigo.
Definitivamente Nico no lo entendía. Pero si comprendía, que esto le rompería el corazón a Percy, y eso, no se lo podía perdonar.
—¡Si dejas de hablarle a Percy, yo también voy a dejar de hablarte! —gritó Nico sulfurado, al mismo tiempo que convertía sus pequeñas manos en puños—. ¡¿Oíste, Jason?! Si lo tratas mal, ¡yo también lo haré contigo!
Jason se detuvo, al pie de las escaleras, luego se giró hacia Nico, con la frente bien alta, como su madre le había enseñado.
—¡Pues bien, haz lo que quieras! —Le devolvió su primo, quien a pesar de haberlo gritado con furia, poseía un tinte de dolor en la voz. Perder dos primos en un mismo día, era demasiado para su joven corazón—. ¡No es mi culpa! ¡Yo no quise dejar de hablarle a Percy! ¡Mi mamá me obligó! No sabes cómo es ella cuando se enoja, da miedo, yo... yo no quiero que ella se enoje conmigo. Lo siento... no sé qué hacer.
—¿Por qué tienes miedo? ¡Solo es tu mamá! —exclamó Nico—. ¡Tienes que hablar con ella y convencerla de que cambie de opción! Percy es divertido y muy bueno. ¿Por qué no le cae bien? No tiene sentido.
Los labios de Jason temblaron por la duda. Agachó la cabeza, y mirando el suelo, repitió las confusas palabras que su madre le había dicho en las incontables veces que él ya había tratado de hacerle cambiar de idea.
—Dijo... que Percy no es bueno... que creció de una mala familia y me arruinará...
—¿Qué? —La ira crecía cada vez más en el tono de Nico, provocando un temblor en Jason. Aún así, continuó:
—Dijo que Percy estaba destinado a la perdición porque su mamá estaba sola y no tenía papá... y que esa clase de niños terminaban en drogas o...
—¡Basura! Todo es basura —Nico estalló—, ¿por qué no podemos seguir jugando como siempre? Solo no le contaremos nada a tu mamá...
—¡No funcionará! —Casi sollozó, demasiado cansado de lo mismo. Si hubiera un modo, ¿acaso él no lo habría intentado ya? Es que no había opción. Estaba atrapado. Siempre atrapado—. Ella se va a enterar —añadió— siempre se entera. No quiero... y... quizás mamá tiene razón.
Nico se quedó mudo. Él soltó las palabras que le quemaban la garganta y también los ojos, con una culpa difícil de alejar.
—Tal vez Percy es malo de verdad.
—¡No!
—¿Cómo lo sabes? —exigió Jason, que todavía no sabía que incluso una madre podía equivocarse.
—¡Porque tu mamá es una mierda! —escupió Nico, sin saber que había cruzado el límite, y sin saber exactamente el significado de la grosería que había soltado. Sólo sabía que era mala porque Caronte solía decirla cuando algo le molestaba y en ausencia de Nico, aunque él igual lo escuchaba a escondidas.
Los ojos del pequeño rubio chispearon con odio hacia su primo. Tampoco sabía lo que "Mierda" implicaba pero, conociendo a Nico, no debía ser nada bueno. Se ofendió de inmediato. Y a continuación, las palabras que salieron de su boca, fueron tan filosas como dagas que se implantaron hasta hacer explotar a Nico.
—¡No vuelvas a decir eso sobre mi mamá! Tú, anormal —contraatacó Jason sin piedad, con una crueldad dolorosa, tan común entre los niños que todavía no discernían completamente el poder que poseían las palabras al pronunciarlas sin pensar—. Solo estás celoso de mí, porque al menos mi mamá está viva y la tuya está muerta.
Nico se estampó contra el pequeño cuerpo de su primo, con una fuerza demoledora un poco inusual por parte de un niño. Ninguno de ellos se había peleado antes, no de aquella forma, tirando puñetazos torpes y sin embargo, se estaban causando bastante daño el uno al otro, teniendo en cuenta el tamaño de sus pequeñas manos. La furia era una gasolina que había prendido todo en fuego delante de los ojos de Nico. Su corazón, que ya había empezado a sanar con una costra, había vuelto a abrirse dolorosamente y ya no paraba de sangrar, quizás se ahogaría finalmente y moriría.
La espalda de Jason chocó contra el piso violentamente, sin nada que amortiguara su caída. Nico cayó encima de él rápidamente, con puños listos para insertarlos en cualquier parte de su cara o torso, soltando a la vez, un gutural aullido, que denotaba todo el dolor y coraje que había provocado la verdad que su primo había soltado, y la cual no podía refutar. Porque tenía razón. A veces... Él sentía demasiados celos de Jason y de Percy, porque ambos tenían una mamá que los cuidara y en cambio él... En cambio él...
¿Por qué su madre tenía que haber muerto? ¿Por qué su hermana también? ¿Por qué, incluso su padre, parecía no existir en su vida? Tratándolo como si no importara.
Como si hubiera hecho algo muy feo, y por eso siempre lo odiaría.
Pronto, estos dos primos muy enojados el uno con el otro, se encontraban girando descontroladamente sobre el piso mientras intentaban insertarse puñetazos como en las películas de acción que tanto habían visto. Desafortunadamente, los dos se acercaron peligrosamente cerca de las escaleras. Jason logró asestarle un coscorrón en la cabeza a Nico, para luego golpearse la nariz contra el primer escalón que lo saludó, entonces, ambos cayeron, sin freno ni cuidado alguno, como dos bolsas de manzanas, magullándose en el trayecto.
Rodaron una y otra, y otra vez, hasta llegar en la primera planta, los dos recibieron los suficientes golpes para quedar completamente adoloridos hasta el último de sus dedos. No obstante, con una extraña resistencia que parecía que sólo los niños contaban, apenas se recuperaron de la caída y hubieron aguantado sus lágrimas y mocos por el dolor que sentían, volvieron al ataque para demoler al otro.
Principalmente Nico, él estaba dándole una buena paliza a Jason, a horcajadas sobre él mientras le propinaba puñetazos sin descanso ni pausa contra el rostro del rubio, quien trataba de esquivarlos o interceptarlos con sus brazos por encima de su cara. Pero era casi imposible. Nico usualmente era muy calmado y callado, y su aspecto delgaducho no inspiraba mucho miedo, sin embargo, cualquiera que lo viera en este momento, sólo podría compararlo con un animal herido, luchando salvajemente en sus últimos momentos para vengarse de su captor.
—¡Idiota! ¡Idiota, idiota, idiota! —repetía Nico una y otra vez con cada golpe, pero entonces, repentinamente, su vista se nubló por alguna razón, y tuvo que detenerse para frotar una mano contra sus ojos. Fue tremenda y horrenda su sorpresa, darse cuenta que eran un par de lágrimas, que habían osado escaparse de su lagrimales.
La madre de Jason había visitado al padre de Nico, por razones que los niños desconocían. Ellos habían estado conversando en el despacho, cuando oyeron el ruido y los gritos de sus hijos, e inmediatamente, fueron a revisar. La mamá de Jason, soltó una exclamación al momento de ver a su hijo todo golpeado bajo el cuerpo todo tembloroso de Nico Di Angelo. Estaba enfadadísima, apretando la manija de su bolso entre sus manos, como si estuviera conteniéndose en gran medida, para no usarlo en Nico como si "educara" a un perro.
Su padre tuvo una reacción diferente. Es decir, le había sorprendido tal grado de violencia que había impartido su hijo hacia una persona con la cual, normalmente jugaba y se llevaba bien. Era extraño. Pero no tanto. Ya que, al final de cuentas, uno no podía tomar demasiado en serio la pelea de un par chiquillos, que probablemente fue por una tontería y se arreglaría en cuestión de horas. Los niños siempre se peleaban y se arreglaban, era lo normal.
Solo eran niños, ¿qué tan serio podría ser una riña a esa edad?
Las emociones de los niños eran pasajeras, lo olvidarían mañana. El enojo, la tristeza, el odio, porque ellos eran invencibles, ¿no?
El error más común de los adultos, siempre, es menospreciar e ignorar los problemas de los niños. A degradarlos a un nivel insignificante. A invalidar sus sentimientos, a pasarlos a segundo plano. Tan injusto, en el momento más delicado de sus vidas, todos siempre terminan olvidándolo, con el pasar de los años, lo que era ser, un niño confundido y asustado. Los adultos aprenden a olvidar con el tiempo. Pero los niños acaban de llegar a este mundo extraño y cruel, no saben nada aún. El corazón de los niños podían albergar profundos rencores. Ellos recuerdan. Siempre recuerdan. Y Nico jamás olvidó las palabras de Jason Grace.
El dolor que golpea cuando eres un niño indefenso, cuando apenas vas entendiendo el mundo, jamás se olvida.
Y por esa razón, y muchas más, Nico jamás volvió a hablarle a Jason.
Escribí este extra, esta tarde porque sentía que si no escribía algo ya mismo, enloquecería.
Instituto será el siguiente ♡ nos vemos allá ♡
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