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1☀️Te pertenezco

Extras: Prolongación del capítulo cincuenta y cuatro: Terminemos.

—Gracias —respondió Will, conteniendo una increíble emoción, luego de que Nico lo felicitara—. Aunque... ya no es mi cumpleaños.

Nico gruñó. Tenía una de sus pálidas piernas metidas entre las suyas, y su brazo derecho estaba firmemente acomodado sobre cintura, en un gesto posesivo y codicioso, que parecía irradiar una indirecta al universo, sobre un desafío para que se atreviera en arrebatarle lo que por derecho, y esfuerzo, finalmente había conquistado.

A Will también le recordó a un perezoso, que aunque despierto, seguía adormilado, mientras lentamente, sus uñas acariciaban la corteza de un árbol, que en este caso, se trataba de su espalda baja. Toda su atención estaba concentrada en ese toque, cosquilleante y suave, pero tan inusualmente tierno, que no hubiera atribuido al Nico de hace unos meses anteriores, que siempre había mantenido una gélida distancia, sobre lo que significaba su relación: algo plenamente físico. Ahora, a pesar de que Will aún tenía ciertas dudas, al menos sabía con certeza, que su persona era considerada del agrado y gusto, de quien estaba enamorado.

Haber oído de los labios de Nico, confesar que le gustaba hablar, besar, pasar el rato con él. Si bien no era una declaración de amor, era lo más cercano a lo que había aspirado conseguir alguna vez, por lo que en contra de su buen juicio, se había dejado llevar aún más por la esperanza, de que en algún momento, esperaba próximo en el futuro, aquella declaración pudiese evolucionar a algo aún más profundo, como había sucedido en esa noche.

—¿Crees que no estén extrañando allá abajo? —preguntó, simplemente para hacer conversación. Al mismo tiempo, alzó una de sus manos, y con la gentileza de una brisa arrullando las hojas de los árboles, pasó los dedos sobre su hombro, hasta acabar acariciando la piel de su cuello, y luego, la forma bonita de su oreja, que aún conservaba el color rosado de una orquídea.

—Mmm —respondió Nico, y luego de unos segundos de pausa, añadió—: Espero que Percy y Cecil estén tan borrachos, que se hayan descubiertos completamente enamorados el uno al otro.

Will soltó una profunda carcajada, y luego depositó un pequeño beso, en la curva de su oreja. Sintió a Nico estremecerse contra su cuerpo. Fue casi imperceptible, pero había bastado para llenar su corazón de puro deleite. Decidió que quería más de eso, así que a medida que hablaba, empezó a dejar un reguero de besos húmedos; sobre, dentro, y alrededor de su oreja, que poco a poco empezaba a ponerse más y más roja.

—¿Todavía sigues con eso? —Una vez más, intentó quitarle la almohada de su rostro, y para su sorpresa, lo logró. Rasgos afilados y simétricos aparecieron delante de él, y unos labios hinchados, a causa de la cantidad de besos implacables que habían recibido. Era hermoso—. Si está predestinado, sucederá. Ocurrirá aunque intentes detenerlas por todos los medios posibles.

—Puedo hacer el intento —musitó Nico, que volvía a acostarse boca arriba en la cama, dejándose llevar ciegamente, mientras él se acostaba sobre su cuerpo, dejando una de sus rodillas en medio de sus piernas.

—Algunas cosas son inevitables, Nico di Angelo —pronunció con solemnidad, y posó su mirada en su boca— como el sensacional beso que te daré, justo ahora.

Nico sonrió, lo hizo mostrando su dentadura completa, una hilera de perfectos dientes blancos, que se separaron, en el segundo que sus labios se fundieron, en un beso que lo significó todo. Sus manos inmediatamente sostuvieron el rostro de Will, como si pensara evitar que se alejara a toda costa, a pesar de que Will no tenía ninguna intención de hacerlo. Se apretó contra Nico, su cuerpo encajando perfectamente al de él, como si hubieran sido hechos del mismo molde.

Algunas cosas eran inevitables, como la llamarada de lujuria que aconteció después de ese beso. Y lo que le siguió.

Esta vez, ellos lo hicieron con calma. Will dejó sus anteojos en un lugar seguro, sobre una almohada cerca de la cabecera, y luego volvió a agacharse, a la altura de los pezones de Nico, para saborearlos dentro de su boca. Se tomó su tiempo en esta ocasión, si bien volvía a estar pesadamente duro y erecto, ya no sentía la urgencia de cogerlo apuradamente como si alguien fuese a interrumpirlos. Will sabía que aunque no tuvieran todo el tiempo del mundo, al menos tenían hasta el amanecer para disfrutarse el uno al otro, y lo haría.

Nico empezó a arquear la espalda, cada vez más de forma prominente, como si le estuviera entregando sus pezones como una ofrenda. Sonrió para sí mismo, mientras pasaba la lengua alrededor de la areola, y estiraba la otra mano para agarrar el olvidado pezón de la izquierda; lo retorció entre su dedo índice y pulgar, y como si hubiera oprimido un botón, Nico explotó, en forma de un gemido tan sonoro, que incluso a él, abriendo los ojos como platos, lo sorprendió.

Sin embargo, pronto su vergüenza pasó a segundo lugar, en el momento en que Will empezó a succionar, y pellizcar a la vez, de manera lenta y metódica.

Sintió a Nico sacudirse bajo su cuerpo, sus caderas habían empezado a balancearse en búsqueda del pene de Will, para poder frotarse con el de él. Abrió más las piernas, flexionó sus rodillas a la altura de las caderas de Will, y continuó moviéndose tratando de alcanzar su objetivo. Él, apiadándose de Nico, alejó la mano de su pezón y en su lugar, antes de que se quejara, agarró el pene de Nico, para dirigirlo hacia el suyo, y empezar, siguiendo el ritmo que Nico había puesto, el delicioso acto de frotar.

Gimió, con el primer roce que le siguió a otros, con el pezón de Nico aún en su boca, soltó un débil gemido de placer. Nico también lo hizo, sus labios soltaron breves murmullos ininteligibles, y luego jadeó con más fuerza, cuando el vaivén adoptó más velocidad, pero sin pasar el límite de lo dulce y delicado, como si temieran romper el hechizo.

Will sujetó firmemente ambos miembros para que no se escaparan de entre sus manos, y de vez en cuando, también les proporcionaba a ambos, caricias húmedas y resbaladizas a causa del lubricante y sus propios fluidos que habían quedado del encuentro anterior. Aquello hizo que los roces fueran aún más placenteros, y Will sintió que iba a desfallecer pronto, con las sensaciones haciendo temblar todo su cuerpo, y su cabeza llena de los sonidos dulces que estaba soltando Nico, volviéndolo aún más loco.

—Will... hazlo... ahora —susurró Nico con esfuerzo. Tenía el labio inferior ligeramente ensangrentado donde se había mordido demasiado fuerte. Se levantó, y le aplicó un beso allí, como si sus labios fueran sanadores. Nico lució sorprendido, luego echó una pequeña risita, tan llena de alegría que a Will casi le estalló el corazón—. No, tonto cabeza de espagueti. Yo quiero... me refiero... entra de nuevo...

Sin dejar de frotarse contra el pene de Nico, Will habló:

—Lo que quieras. Pero con una condición.

La lujuria en los ojos de Nico se disipó un poco, para dar paso a la sospecha.

—¿Qué?

—Dime lo que significan las palabras grabadas en mi collar —soltó de sopetón, y Nico dejó de moverse, para quedarse completamente rígido, con los ojos muy abiertos.

Había un atisbo de miedo en ellos, y por un momento, el corazón de Will se llenó de inseguridad. Sin embargo, trató de no pensar catastróficamente como estaba acostumbrado a hacerlo, y en su lugar, esperó a que Nico hablara. Después de todo, él mismo había sentenciado la cesación de su usufructo, así que estaba más seguro que nunca de que no podía ser algo malo. De hecho, su corazón albergaba cierta ridícula esperanza, de que se tratara de algo muy íntimo, y era por eso que Nico no podía decirlo.

Pero tampoco quería creer demasiado en eso, y luego quedar como un idiota.

Se lo quedó mirando, intentando ocultar lo mejor que podía sus emociones. Al igual que Nico, quien le devolvía una mirada inescrutable. El tiempo transcurrió dolorosamente lento. Su miembro también le dolía, palpitaba exigiendo una pronta liberación que, en vista de la tensión palpable de Nico, tal vez no ocurriría. Pero luego, de una pausa de pensar mucho, finalmente, habló:

—No quiero que lo sepas.

Will se quedó tan sorprendido que, por un largo rato, no supo qué decir. Lo estudió minuciosamente, y vio que lo decía completamente en serio. Nunca se había sentido con más ganas de descubrir algo.

—¿Por qué? —interrogó, y aunque se tratara de una pobre y muy obvia forma de persuasión: Will reanudó las caricias en el miembro de Nico, haciendo oscurecer sus ojos, de deseo y suspicacia—. ¿Acaso dice algo malo?

—No... —susurró, con la respiración agitada— es decir, quizás o... no lo sé...

Will volvió a agacharse, y depositó un húmedo beso en su pezón. Nico cerró los ojos, y soltó un débil gemido de impotencia. Sus manos agarraron sus rizos, y lo mantuvo en su lugar, solo que Will se mantuvo a centímetros del botón de explosión, hablando, y respirando encima de éste, pero sin volver a besarlo.

—Dímelo —le pidió, con la voz más seductora de su repertorio—. Y luego haré que termines muy fuerte.

Nico bufó una risa, e intentó buscar su propio placer moviendo sus caderas. No obstante, Will lo apretó contra la cama con fuerza, inmovilizándolo completamente de hacer lo que quisiese. Incluso de escapar. Nico volvió a bufar, esta vez más frustrado.

—No juegas limpio —acusó, y puso un mohín—. Por favor, Will, lo quiero. Anhelo que me tomes, hazlo, te deseo. Sientes como lo tengo hinchado por ti, por favor, hazlo ya.

Will cerró los ojos. Se necesitó de hasta la última pizca de su autocontrol para no caer ante las palabras de Nico.

—Al menos, dime por qué no quieres decírmelo.

Transcurrió otra pausa, en la que Nico pareció simplemente disfrutar de las lentas caricias de Will sobre su miembro. Abrió los ojos, y lo descubrió con la vista fija en él, como si buscara en el rostro de Will, la fuerza para soltar su confesión.

—Creo que —finalmente habló, inhalando con fuerza— no estamos listos. Si bien lo que he puesto allí es completamente honesto, algo que no lo contamina ninguna duda de mi parte, no puedo decirlo, justamente por esa razón. Podría ser demasiado. Creo que no hay que apresurarnos, Will. Vayamos... lento.

—Claro. Claro, Nico. —Su corazón latía demasiado rápido—. Nunca te forzaría a hacer nada que te incomodara, o dijeras, está bien, lo entiendo.

—No es nada malo, te lo juro —empezó a negar Nico, con vehemencia. Sus ojos destilaban nada más que sinceridad—. Es que quiero estar seguro primero... No quiero que al saberlo te sientas... obligado a corresponder.

Will se quedó sin aire.

—Jamás me sentiría obligado con respecto a nada por ti, Nico —dijo, con la voz gruesa de emoción, y un matiz de, devoto amor.

—Y si lo dijera —continuó Nico, no consciente de las palabras de Will, o ignorándolo adrede— eso nos volvería cercanos. Y cosas muy malas le pasan siempre a las personas que están cerca de mí, Will.

—Y... ¿Eso te dolería?

Nico lo miró como si estuviera loco.

—Por supuesto que sí —soltó— Eres... no puedo imaginarlo siquiera —entonces, alzó sus manos, sujetó el rostro de Will entre sus palmas y acarició sus pómulos con sus dedos; sus dedos de uñas negras, negras como sus ojos y su pelo—. Will, creo que infravaloras la forma en que te aprecio. No tienes, ni la más remota idea, de las cosas que cedería por ti. Lamento no hacerlo ahora. Pero es porque realmente quiero hacer las cosas bien.

>>Haría cualquier cosa que quisieras, te daría cualquier cosa que me pidieras. Vería una ciudad incendiarse a mis pies, si con ello, logro que tú seas feliz.

Había una intensidad alarmante en los ojos de Nico, pero a Will no le asustó. Se sentía hipnotizado, el calor que desprendían sus orbes negros era tan apasionado que, parecía estar viendo realmente una ciudad en llamas.

O quizás era Will el que estaba en llamas, y simplemente estaba viendo su propio reflejo en sus ojos. Porque se sentía ardiendo, el fuego corría por sus venas, su corazón se sentía como un mini sol atrapado en su pecho a punto de implosionar. Le estaba llenando de luz en las venas, si se fijaba, tal vez podría captar los rayos de sol que se le escapaban entre los poros de la piel.

Ya no pudo resistirse más. No había conseguido el significado de las letras de su collar, pero a cambio Nico le había dicho palabras aún más hermosas. No creía que pudieran ser mejores que esas.

Soltó un suspiro tembloroso, se levantó un poco y lo besó, con delicadeza y veneración. Seguidamente, se posicionó sobre sus rodillas, y con una mano, dirigió su miembro en su entrada, deslizándose hasta que estuvo maravillosamente engullido, por completo. Sin dejar de besarse, Will empezó a moverse lentamente, y Nico rodeó sus hombros con sus brazos, para llevarlo consigo, hasta estar acostados y completamente pegados sobre la cama.

Los labios de Nico sabían a todas las cosas que más le gustaban en el mundo; chocolate, coco, cerezas, y vainilla. El interior de Nico era cálido como el sol después de una lluvia, y húmedo, podía oír los sonidos de succión al entrar y salir, resultaban tan candentes como los suaves murmullos de placer que soltaba Nico, a través del beso que nunca se detenía. Que nunca deseaba que se detuviera. A pesar de eso, se encontró así mismo, apartándose y diciendo:

—Oh, Nico, de igual modo, creo que... ya me siento muy cercano a ti...

—Sí, creo que estamos muy cercanos ahora —contestó él, con voz divertida.

Will rio, y continuó:

—No... Me refiero a...

—Lo sé. —Lo interrumpió Nico, y apretó más su agarre alrededor de su cuello, como a una cuerda en medio del vacío—. Pero solo ven aquí y bésame

Y así lo hizo, volvió a besarlo, hasta que el clímax llegó, y Will explotó de placer, irradiando la habitación de pura luz solar.

Lo que ocurría mientras tanto en la azotea:

Percy subió los últimos tramos de la escalera, y se encontró delante de una puerta de metal, la cual abrió, y provocó un chirrido que alertó inmediatamente, a la persona que se hallaba en el exterior.

Dylan estaba sentado en el borde de la azotea, con las piernas colgando en el vacío, y el rostro inclinado hacia abajo. Si Percy no había enloquecido automáticamente, lanzándose hacia él para sostenerlo, era porque había un alto barandal, del cual se sostenía, y era lo único que lo separaba del peligro inminente de caer. Aún así, le recorrió un escalofrío. A él le aterraba las alturas, sentía pánico, y vértigo solo cuando se subía a un árbol y miraba hacia abajo. No importaba que tan bien aferrado estuviera, siempre sentía la sensación de que caía.

No sabía cómo rayos Dylan podía estar así, con más de la mitad de su cuerpo hacia afuera, como si jugara con la posibilidad de caer, y le encantara. Si no lo conociera, pensaría que era un suicida.

A pesar de su miedo, Percy eliminó la distancia entre ambos, con pasos cansinos y arrastrados, y ya allí, se dejó caer a su lado, sentándose con las piernas cruzadas en el suelo, y las palmas de las manos abiertas a cada lado de su cuerpo. Contempló la vista, a pesar de que se encontraban como en el sexto piso, aún había edificios más altos enfrente de ellos, obstruían el horizonte, y el cielo estaba desprovisto de estrellas, por culpa de la contaminación lumínica de la ciudad.

—¿Y los demás? —le preguntó Dylan, su voz sonando tranquila.

Percy viró el rostro hacia él, y por unos segundos, no pudo articular palabra. El perfil de Dylan, mientras miraba el cielo, parecía haber sido moldeado en porcelana, con los dedos más delicados y perfeccionistas de un escultor, hasta conseguir lo más cercano a una belleza divina. La curvatura de sus labios se destacaba, rosada y abultada, y le recordó a la forma de un corazón, o el capullo de una rosa, a punto de florecer.

Había muy pocas cosas que a Percy le robaban el aliento, jamás pensó que el atractivo de otro hombre lo haría. Al principio, la primera vez que había notado que Dylan era guapo, no se había preocupado pensando que se acostumbraría con el tiempo. Sin embargo, cuánto más pasaba el tiempo, más sentía que la belleza de Dylan lo abrumaba. No quería saber lo que significaba aquello, no sabía si quería saber la respuesta, así que en su lugar, desvió su mente en contar la situación de abajo.

—Hazel y Frank siguen hablando, y Frank se ha atrevido a tomarle de la mano, lo que a ella parece no molestarle. Cecil se quedó dormida a lado de la señorita O'leary. Y Nico y Will, siguen desaparecidos —agachó la mirada, y la fijó en los autos que todavía circulaban por la calle— Luke y Lou están charlando abajo, sobre una serie o algo así...

Dylan soltó un murmullo pensativo. Sus piernas se balanceaban en el aire, y apoyó el mentón sobre un hierro del barandal.

—Crees que Luke y Lou... —dejó la idea colgando, mientras una sonrisa diabólica hacía acto de presencia en su boca.

—No lo sé —contestó él, distraído— parecían llevarse bien.

En eso, Dylan giró su rostro, y lo escrutó fijamente. El corazón de Percy se detuvo un segundo, y después se sintió demasiado extraño, mientras mantenía el contacto visual con él. Los ojos de Dylan que habitualmente eran claros bajo el sol, ahora en la semi oscuridad, habían adquirido el tono de la corteza de un árbol, o del suave color del dulce de leche.

—No luces enojado —dijo, sin dejar de estudiarlo.

—¿Por qué lo estaría? De hecho, me haría muy feliz si Luke consigue enamorarse de una chica —sonrió, demostrando que no le importaba en lo más mínimo—. Creo que eso lo ayudaría mucho.

Dylan se quedó callado por un largo rato, parecía estar pensando mil cosas al mismo tiempo, y sin llegar a entender ninguna de ellas. Al final, él dijo:

—Ya veo. —Luego regresó la mirada al frente, dejando salir un largo suspiro cansino—. Me pregunto si él también lo hará con el tiempo.

Percy frunció el ceño. Sus palabras lo habían dejado confuso, pero antes de que pudiera preguntar, Dylan había vuelto a hablar.

—Sabes, antes me daban mucho asco los homosexuales —confesó, con los labios temblándole al contener una sonrisita divertida, como si no pudiera creer lo que había dicho—. No podía entender, por qué no podían ser normales. ¿Cómo era tan difícil cambiar? Pero luego conoces a alguien como Will, y él es realmente bueno y amable. Y te das cuenta que, no pueden cambiar, porque no tienen nada que cambiar, no hay nada anormal en ellos, es simplemente, parte de lo que son.

—Lo sé, Will es... —comenzó Percy, sonriendo con cariño al solo pronunciar su nombre— te hace replantear muchas cosas...

—Me hizo ver que no todos ellos son malos —continuó Dylan, con suavidad— como mi padre me decía que eran.

Percy guardó silencio. No conocía al papá de Dylan, y por eso no quería meter la pata, soltando algo que pudiera ser ofensivo. En su lugar, volvió a echarle un vistazo, y sintió un cosquilleo cerca del pecho, cuando lo descubrió mirándolo de vuelta. Un viento fresco sopló en la azotea, y movió los mechones de Dylan, acariciando sus pómulos.

Él sintió el repentino impulso de querer colocar uno de sus mechones detrás de su oreja, y se imaginó haciéndolo, en un breve momento de rebeldía en sus pensamientos. Pero en la vida real, Percy se contuvo, apretó las manos contra el suelo, y trató de eliminar ese impulso estúpido. Dylan seguía mirándolo, y ya no sonreía, había una inusual seriedad en sus ojos marrones ahora, como si de alguna forma absurda, hubiera visto los deseos de Percy en su cabeza.

Y de pronto, él dijo:

—Te pertenezco.

Los latidos de Percy, simplemente, cesaron. Su corazón finiquitó. Y murió, debió haber muerto, porque de improviso, se sentía como si no fuera nada más que algo incorpóreo, que flotaba en el aire, hasta superar la altura de los edificios, y unirse a las constelaciones del cielo, porque estaba seguro de que brillaba más que cualquier estrella ahora mismo, casi como una súper Nova.

—Es lo que Nico grabó en el diamante de Will, el que tiene colgado en su cuello ahora —finalizó Dylan, y Percy, en ese momento, experimentó una sensación de decepción tan intensa, que le hizo preguntarse, por primera vez, los secretos que su corazón empezaba a albergar. Dylan añadió—: Es un secreto, Nico no quiere que lo sepa nadie.

Haciendo un enorme esfuerzo, Percy empezó a formular una respuesta.

—Entonces, ¿por qué me lo has dicho?

Lo que quería decir en verdad: "¿Por qué me lo has dicho de esa forma?, ahora me siento tan dolido que me parece extraño no sangrar".

—No lo sé —contestó Dylan, encogiéndose de hombros— Pero sé que no se lo dirás a Will, confío en ti.

El corazón de Percy dejó de sangrar un poco, y fue como si hubiera puesto una pequeña curita, encima de una herida del tamaño de un hacha.

Después de eso, ambos guardaron silencio, y se quedaron lado a lado, contemplando las luces del edificio de enfrente, y el cielo que empezaba a esclarecer, con los primeros rayos del sol en el horizonte. Luego de un rato, Dylan alzó sus manos, y empezó a quitarse las últimas trencitas que Kayla, la hermana de Will, le había dejado en el pelo. De vez en cuando soltaba muecas de dolor cuando estirando las gomitas, también estiraba algunas hebras de su pelo.

En la última trenza, que colgaba sobre su oreja, Dylan encontró dificultades.

—Maldita sea —refunfuñó, arrugando el rostro con sufrimiento— ¿es que son gomas o en realidad bridas de cable?

Percy soltó una breve carcajada, y entonces le dijo:

—Déjamelo a mí.

Se dio cuenta de la implicancia de su sugerencia, en el momento en que vio a Dylan reaccionar a su pedido. Todo su cuerpo se había puesto rígido, de su rostro escapaban olas de tensión, peligrosas y chispeantes. Percy, por su parte, también se quedó muy quieto, como si el más mínimo movimiento, fuera a asustarlo. Parecía que una eternidad había transcurrido, hasta que finalmente, Dylan tomó una decisión, una que parecía transgredir los límites de su autocontrol.

—Está bien —dijo, bajando las manos sobre su regazo, como alguien descansando las armas y confiando en la amabilidad de su enemigo.

Percy tragó saliva. Había estado mucho más cerca de Luke que esto, y lo había ayudado en cosas más íntimas y peligrosas como limpiar la herida de su rostro. Pero era la primera vez que se sentía tan nervioso, y tan consciente de sí mismo, como la torpeza de sus dedos al estirarse para agarrar el mechón trenzado, y la minúscula agitación de su respiración, como si hubiera contenido el aliento bajo el agua por un rato.

Dylan se mantuvo extremadamente quieto, como si en lugar de desenredar su pelo, estuviera en medio de una operación súper difícil que ponía en riesgo su vida. De soslayo, Percy podía notar el nerviosismo en sus ojos, un poco demasiado abiertos, como los de un gato asustado que fingía ser valiente. Tal vez él había dicho que ya no le daban asco los homosexuales, pero claramente, aún mantenía ciertas conductas arraigadas que provenían de su niñez, y Percy comprendía que fuera difícil desprenderse de ellas de un día para otro.

El pelo de Dylan se sentía como seda en sus dedos, tan increíblemente suave, como los pétalos de una flor. Se preguntó si también olería como una. Pero alejó rápidamente ese pensamiento alocado. Se concentró en su labor, mientras admiraba distraídamente, y buscaba poner un color exacto a su pelo. Pero no era solo un color como había acertado Kayla; era marrón, trigo, dorado y bronce. Al igual que sus iris, no eran de un solo color, como si uno solo no fuera suficiente para abarcar todo su atractivo.

Dylan lo estaba estudiando mientras Percy quitaba el último trenzado. Sus ojos abiertos como ventanas, estaban dejando tal desnudez de su alma, que él podía verlo todo, absolutamente todo. La duda en ellos, el receso, la inquietud, y la sorpresa. Especialmente la sorpresa, como si no pudiera creer que le estuviera dejando avanzar tanto, como si Percy fuera una extraña criatura que había logrado derribar sus tan bien elaboradas defensas, y ahora no sabía si temerle o asombrarse. 

Sintió que se acercaba más a él, movido por una rara fuerza, motivado por el atractivo contorno de sus labios, que lo llamaban a... Tenía que detener sus pensamientos. Pero Dylan lo estaba mirando detenidamente, y de pronto, la altura no era lo único que lo estaba mareando. 

Y Percy sabía que no debía forzar los límites de lo que le había permitido, pero se encontró así mismo demorándose más de lo debido, pasando los dedos por en medio de la trenza para poder desenredarla, y luego peinarla lentamente, con suavidad, hasta que el mechón quedó perfectamente ondulado, curvándose sobre su oreja. Y entonces, Percy no pudo resistirlo más, volvió a estirar la mano, y escondió el mechón de pelo detrás de su oreja, rozándolo a la vez, con la punta de sus nudillos, sin poder evitarlo, sin querer detenerlo.

Y de súbito, algo aún más inverosímil ocurrió, y Percy contempló, incrédulo, la manera en que la piel de Dylan, donde sus dedos lo habían tocado, se erizaba, como si un viento frío hubiera pasado por ellos, excepto que, no había absolutamente ninguna brisa fría en la azotea que pudiera haberlo provocado. Y aún más extraordinario, siguió la línea de su piel erizada, y descubrió que incluso los pelos de sus brazos se habían levantado provocando piel de gallina. Se preguntó si la piel de su costado sería igual, o si la piel de sus muslos también se habían erizado. 

Se quedó atónito. Y sus dedos quedaron suspendidos en el aire, cuando Dylan se apartó de golpe, pero fingió normalidad en el último segundo. 

Percy bajó la mano lentamente, la sintió hormigueante, y cálida, como si todavía estuviera tocando su pelo. Mantuvo la vista fija en Dylan, quien parecía controlar sus movimientos más minuciosamente que nunca. Su respiración era cuidadosa, y no miró a Percy en ningún momento. Se llevó las manos detrás del cuello, y empezó a frotarse la piel con insistencia, como si tuviera frío. Pronto, ya no había nada, como si solo lo hubiese imaginado.

Oh... Quizás, tal vez realmente había sido solo el viento...

—Gracias —dijo Dylan, y su voz sonó inusualmente áspera, mientras se incorporaba del suelo, y se ponía de pie, como si ya no soportara estar allí—. Deberíamos volver. No quiero conseguir un resfrío aquí.

—Adelántate tú —respondió Percy, conteniendo los estragos de su pecho— me quedaré un rato más aquí.

Por un momento, Dylan lució con ganas de insistir, sin embargo, al final dijo:

—Está bien —luego, empezando a retroceder— no te tires, ¿ok? Al menos, no sin avisarme para hacerlo contigo.

Percy agachó la mirada, y negó, mientras sonreía suavemente. Unos minutos después, él se quedó a solas, y lo único que tenía para admirar, eran los edificios y el cielo cada vez más claro. Se quedó pensando. En Will, en el mensaje tan devoto y prometedor que había puesto Nico en su dije, y en las razones de los chispazos cada vez más extraños de felicidad e infelicidad que le brotaban del corazón.

Y en la piel erizada de Dylan, que tal vez, sí había sido solo por el viento.

Mientras tanto, en algún lugar remoto de New York, Hades di Angelo, un hombre que había perfeccionado a lo largo de los años un semblante impoluto e inescrutable, sin ninguna grieta que dejara traslucir una emoción rebelde; se encontraba completamente absorto, al contemplar, que en la caja de máxima seguridad donde había guardado cinco de los diamantes rojos más caros y preciosos del mundo, faltaba uno.

—¿No habías dicho que tenías cinco diamantes rojos en tu posesión, di Angelo? —se mofó Thomas Thompson, sentado enfrente de él, en un sillón reclinable; con un puro y una jovencita en el regazo que no aparentaba más de los quince años—. Es que le han salido patas y ha huido, ¿o tienes traidores entre tu gente?

El japonés Tanaka, que acababa de dar un profundo sorbo a un vaso de whisky, sonrió levemente y carraspeó, incómodo, cuando la mirada del señor di Angelo se posó sobre él. Si bien Tanaka tenía diez guardaespaldas, los había contratado de la agencia de Hades, y aunque contaban con una buena relación de socios; nunca estaba de más ser precavido.

—¿Tal vez un comprador que ha olvidado? —Se aventuró a añadir, en tono amable.

—No. Yo lo hubiera sabido de inmediato —señaló Minos, presumiendo de ser la mano derecha de Hades, como siempre lo hacía, cuando hallaba el momento.

—Bueno... —inició el señor Thosmpon, mientras jugueteaba con el lazo del bikini que usaba la chica, quien se estremecía bajo su toque, pero muy lejos de ser por placer—. He oído que has traído a vivir bajo tu techo, a una hija que había estado escondida. Podría ser... —sonrió con socarronería— es decir, las chicas suelen perder un poco la cabeza cuando ven cosas brillantes, y especialmente si conocen de su valor, quizás... lo ha tomado "prestado".

El tono con el que había pronunciado "prestado", indicaba que había querido decir absolutamente lo apuesto.

—Podría ser —ladeó la cabeza el señor Chensen, con gesto pensativo— no saben la cantidad de problemas que mi hija, Abby, me ha metido, simplemente por cumplir sus antojos.

—Puedo corroborar —asintió Tanaka, poniendo los ojos en blanco—. Drew es todo un caso... Ojalá hubiese tenido un hijo.

—Las hijas pueden resultar muy problemáticas —dijo Thomas, con los ojos hambrientos sobre él— supongo que tendrás una charla con ella al llegar a casa.

Hades no contestó. Él no pensaba en su hija, su dulce Hazel Levezque, con el corazón más tierno y humilde que había conocido.

No. Él estaba pensando en su hijo.

Primer extra. Los demás los estaré subiendo a medida que avance la historia principal. Cabe recalcar que todo lo que será puesto aquí, es totalmente canon, y es parte de mi obra. Recomiendo que no se salten los extras, para que puedan entender mejor algunos aspectos de la historia.

¿Por qué hago esto? Para que la obra principal no tenga 200 capítulos, puesto que deseo que solo sean 75. 

Cualquier duda que tengan, les estaré contestando. Favor dejarlo en esta línea de párrafo, para que pueda encontrar sus preguntas más fácilmente.  

¡Muchísimas gracias por leer!

¿Momento favorito del cap? ¡Amo el Dylercy que estoy haciendo ptm!

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