Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6. Royal

Bryan:

Mi teléfono suena por cuarta vez en el día, pero no lo contesto. ¿Para qué hacerlo si no tengo nada de qué hablar con él?

Aunque no voy a mentir, estoy un poco preocupado, pues Cameron es orgulloso a más no poder; no creo que esté llamando para, no lo sé, ¿pedir disculpas por haberse acostado con Adela? Esta vez podría tratarse de algo relacionado con su madre y, sí, estoy enojado con él, pero sé que no podría darle de lado si se tratase de la señora Lindse.

La llamada se cae y me prometo que, si vuelve a sonar, contestaré; sin embargo, por suerte o por desgracia, el aparato permanece en silencio.

Suspiro profundo mientras pierdo la mirada en el techo de la habitación de Evans en la residencia.

Desde que supe que Cameron había sido tan estúpido como para ponerle los cuernos a su novia, corté todo tipo de relación con él. No me interesa cómo me hace ver eso, pero tengo tolerancia cero a las infidelidades. Tal vez piensen que estoy exagerando al no hablarle, pero me siento traicionado, decepcionado y no puedo dejar de pensar en que, si yo estoy así, Emma debe estar muriéndose.

Pueden gustarme las mujeres y puedo disfrutar del sexo sin compromisos, pero desde el momento en punto que le pongo a una chica la etiqueta de “novia”, eso es sagrado. Cuando siento que ya no me gusta u otra ha llamado mi atención, corto la relación. No voy a decir que nunca he lastimado a ninguna, pues, inevitablemente, en una ruptura, la parte que más quiso siempre sale lastimada; pero puedo descansar tranquilo porque siempre he ido con la verdad por delante y nunca he jugado con una mujer y sus sentimientos.

Karlos, un chico de mi año, con el que me llevo bastante bien, aunque no tenemos mucho en común, me dice que tengo un trauma con las infidelidades producto a mi padre.

Tal vez tiene razón. Me he esforzado mucho para no ser como mi él, pero, trauma o no, me gusta la persona en la que me he convertido y no soporto relacionarme con aquellos que pueden tener la cara tan dura como para traicionar a la persona que, supuestamente, aman.

Aun así, me duele dejar a Cameron de lado.

Es un buen chico, estúpido a veces, pero no es malo y hemos compartido mucho desde que nos conocimos. Éramos mejores amigos y será difícil ignorar cada experiencia compartida.

Mi teléfono vuelve a sonar. Esta vez es un mensaje y, aunque puedo ver que se trata de él, lo leo.

"¿Volverás a hablarme alguna jodida vez?"

Otro.

"Deja de ser tan gilipollas, Bryan."

Otro.

"Púdrete". Y para mayor drama, coloca el emoji de la manito con el dedo del medio hacia arriba.

Vuelvo a soltar el móvil.

Me niego a contestarle.

—¿Puedo pasar? —pregunta Evans desde la puerta y yo levanto la cabeza.

—Es tu habitación.

—Ya, pero tú te has adueñado de ella. —Sonríe mientras cruza los brazos y se apoya en el marco.

Me siento en la cama y me acomodo contra el espaldar. Él se adentra en la habitación y se sienta en la silla frente a su escritorio.

—Prometo que podrás deshacerte de mí en un par de días. Estoy buscando un piso en el campus.

—Relájate, puedes quedarte el tiempo que necesites; de igual forma, paso más tiempo con Dahiana que aquí.

—Vale.

—¿Te he dicho ya, que eres un buen tío?

Enarco una ceja sin saber a qué ha venido eso.

—Estás enojado con Cameron, pero has sabido separar las cosas. Te has marchado de la residencia, permitiéndole a él quedarse con la habitación.

Me encojo de hombros.

—Yo me puedo permitir un piso en el campus; él no. Los trabajos de medio tiempo no le dan para mucho y tiene que costear el tratamiento de su madre. —Vuelvo a encogerme de hombros.

—Lo dicho, eres un buen chico. —Sonríe con calidez y yo le devuelvo el gesto.

Evans es un chico fabuloso con el que hice buenas migas desde que conformamos el equipo de patinaje. Es bastante tranquilo, tanto, que hay ocasiones en que me olvido totalmente de que está en la habitación, pues ni se le siente. Y, aquí entre nos, lo envidio muchísimo; él tiene algo que yo siempre he querido y que por más que lo he intentado, no lo he conseguido.

Dahiana.

Es decir, no ella, sino lo que tiene con ella.

Se conocieron una semana después de que el equipo de patinaje comenzara y el idiota, de no ser por mí, habría terminado revolcado en el suelo, por haberse quedado lelo mirándola. Fue amor a primera vista y, aunque le costó bastante declararse y Cameron y yo tuvimos que darle un empujoncito, una vez que comenzaron a salir, se convirtieron en inseparables.

Tienen una relación increíble y cada vez que los miro, pienso en lo bueno que sería tener algo así. Sin embargo, con el paso del tiempo, me he dado cuenta de que eso no es algo que se busca; se encuentra sin más. Por mucho que he intentado enamorarme de las chicas con las que he salido, no lo he conseguido.

Evans dice que aún no ha llegado la chica correcta.

—Por cierto, Dahiana quiere que salgamos esta noche. ¿Te apuntas?

—No lo sé, tío, no tengo muchas ganas.

La puerta principal se abre y vuelve a cerrarse.

—¡Llegué! —Escuchamos gritar a Dahiana y mi amigo sonríe como un tonto.

—¡Estamos aquí! —grita Evans.

Day no tarda en asomarse a la puerta y luego de darle un beso a su novio y revolverme el cabello, se sienta en la cama, se quita las sandalias y cruza los pies.

—¿Ya se lo pediste? —pregunta.

—Justo ahora lo acabo de hacer. Dice que no tiene ganas.

Dahiana me mira con evidente gesto de desaprobación y yo suspiro profundo. Cuando a esta mocosa se le mete algo en la cabeza, no descansa hasta conseguirlo. Es intensa.

—Tal vez más tarde me anime. ¿A dónde van?

—Al Royal —responde la chica con entusiasmo—. Cuando salíamos del entrenamiento, escuché de casualidad a Emma, su hermana, Dylan y Aaron hablando sobre ir esta noche y, bueno, he pensado que sería buena idea darnos una vuelta. Em no quiere responder mis llamadas y yo necesito que me perdone.

—No tiene nada que perdonarte, cielo —dice su novio con cariño—. No lo sabías.

—Ya, pero sigo sintiéndome culpable. Debí haber notado algo.

—¿Y por qué quieres que vaya yo?

—Porque tú necesitas arreglar las cosas con ella, si quieres una oportunidad con Luciana.

Mi corazón sube a mi garganta con la sola mención de su nombre y a pesar de los repentinos nervios, me obligo a hacerme el desentendido.

—¿Luciana?

—Oh, vamos, que te conocemos. La pequeña Bolt te gusta.

—Eso no es cierto.

—Ya y por eso te quedas mirándola como un tonto en los entrenamientos.

Evans se ríe por lo bajo y yo lo miro con mala cara. Él levanta las manos en son de paz.

—Además, —Continúa Dahiana—, nunca te había visto sonreír tanto. Hablo en serio, Bryan, te pasas todo el entrenamiento sonriéndole.

—Te estás haciendo ideas locas, Day.

—Si tú lo dices. —Se encoge de hombros—. Nosotros iremos al Royal y, ya que a ti no te interesa, puedes quedarte.

Se pone de pie.

—¿Puedes acompañarme, cariño? Tengo algo que enseñarte.

Evans asiente con la cabeza y se levanta para luego seguir a su novia a la salida. Suspiro profundo y, sin poderlo evitar, pregunto:

—¿A qué hora?

Dahiana se voltea hacia mí con una sonrisa gigante y yo me limito a rodar los ojos.

—A las diez.

Asiento con la cabeza y luego se marchan.

¿Para qué negarlo?

Luciana me gusta.

Es hermosa, divertida, talentosa y me fascina ese aire inocente que tiene. Me gustaría conocerla mejor, tener algo con ella y ver a dónde nos lleva, fundamentalmente, porque es totalmente diferente a las chicas con las que he salido.

Ella es pura, tierna, tímida, aunque sabe el efecto que tiene sobre los hombres. Estoy convencido de que nunca ha estado con nadie y eso me asusta, pues una relación con ella requeriría de paciencia, tiempo y dedicación, fundamentalmente porque tengo competencia. Una gran competencia y no me refiero a algún ex; no, me refiero a cada uno de los protagonistas de los libros que ama leer.

Luciana es un reto; pero ansío intentarlo.

El resto de la tarde me la paso con los nervios a flor de piel por la inminente salida. Parezco un crío ante la expectativa de ver a la chica que le gusta y eso me hace sentir ridículo porque nunca, jamás de los jamases, me había pasado.

Sí, me he puesto nervioso con otras chicas, pero como hoy o como cuando espero los entrenamientos, jamás. Tal vez es por eso que estoy tan decidido a conquistarla a pesar de que podría suponer un problema con Emma y Aaron, que ya me he dado cuenta de que a ella le importa muchísimo lo que él piensa. Aunque suene raro, me gusta el manojo de sentimientos contradictorios que soy cuando ella está alrededor y eso me hace pensar que, o me he vuelto loco, o ella es esa chica especial que llevo buscando tanto tiempo.

Y, por tanto, no pienso desaprovechar la oportunidad de vivir a su lado esas experiencias bonitas de las que Evans tanto habla cuando está borracho.

No sé como lo voy a hacer, pero hoy voy a demostrarle a Luciana Bolt que vale la pena salir conmigo.

Cuando por fin llega la hora, intento permanecer imperturbable para que Evans y Dahiana no noten mis nervios, pero, internamente, me estoy muriendo. El estómago me da vueltas avisando de que ha sido mala idea comer tanto y el nudo en la garganta me asfixia.

Mierda.

Estoy jodido.

Y eso me asusta tanto como me gusta.

¿Ustedes me entienden?

Porque yo no.

El camino al Royal transcurre en silencio hasta que Dahiana comienza a balbucear tonterías como que Emma no querrá verla, que tal vez es mala idea emboscarla de esta forma y no sé cuántas cosas más. Evans intenta calmar a su novia como puede hasta que, por fin, llegamos a la discoteca.

Me bajo del taxi, pago la travesía y paso mis manos por mi pantalón cuando me enfrento al imponente edificio.

Aquí vamos.

Nos adentramos a la discoteca y, con cada paso, mis nervios se incrementan. Lo juro, por un momento la idea de dar media vuelta y regresar a la residencia comienza a parecerme bastante atractiva; sin embargo, no soy un cobarde y no tengo intenciones de comenzar a serlo hoy.

Vamos directamente a la barra y pedimos tres cervezas para luego adentrarnos en la multitud en busca de la reina de la Élite y compañía.

—¡¿Estás segura de que ya están aquí?! —grito por encima de la música para que Dahiana me escuche.

Ella se encoge de hombros como única respuesta.

Suspiro profundo y paso mi mano por mi cabello, despeinándolo. Estoy impaciente.

—¡Ahí están! —grita Evans de repente y yo miro en la dirección que señala con su barbilla.

Mi corazón sube a mi garganta y la sensación de vértigo se incrementa al verla. Su rubia cabellera le cae sobre los hombros en rizos y, a media que nos vamos acercando, puedo ver sus preciosos ojos verdes que resaltan aún más por el maquillaje oscuro. Sus labios son rojos y, maldita sea, se ven realmente deliciosos.

Un detalle que me encanta es no ver al tonto con el que salió la última vez. Y sí, no me vean mal, el chico es un tonto; no hay otra explicación para que, ni siquiera, haya tenido la decencia de decirle lo hermosa que estaba. Yo me muero por decírselo cada vez que la veo, pero debo contenerme para no parecer un intenso o peor, un pervertido.

Conversa con Dylan de algo que parece divertido porque la hace reír si parar. ¿Ya dije que me encanta su sonrisa? Mucho más cuando hace que sus ojos brillen de esa forma tan especial.

—Hola —saluda Dahiana, levantando una mano con timidez.

—Hola —responde Emma y la tensión nos embarga por varios segundos mientras nos dedicamos miradas los unos a los otros, hasta que ella misma decide acabar con la incomodidad—. ¿Quieren unírsenos?

La tensión en los hombros de Dahiana se evapora visiblemente y sonrío feliz por ella. Nos hacen espacio entre ellos y una vez me siento quedando al lado de Aaron, me atrevo a mirar a la chica que me trae de los nervios.

Nuestras miradas se cruzan por unos escasos segundos y, sin nada mejor que hacer, le dedico una sonrisa de medio lado que espero que sea tierna y no maléfica o peor, pervertida.

Ella aparta la mirada, concentrándose nuevamente en Dylan y no sé cómo tomármelo. Le doy un trago a mi cerveza mientras escucho a Day pedirle perdón a Emma, a pesar de no ser necesario, algo que la rubia le hace saber y sonrío cuando la invita a bailar.

Emma se levanta y le sigue Dahiana, Daniela y, por último, Luciana. Contengo la respiración al ver su aspecto completo y sé que tendré muchos dolores de cabeza durante la noche por su vestido. Negro, a medio muslo, de cuello a la caja, aunque con un hueco en el valle entre sus senos, que, si bien no es muy grande, luce perfectamente sus atributos. Para colmo, es de espalda baja.

Genial.

—Será divertido ver cómo intentas alejar los buitres que, de seguro, se le van a acercar —murmura Evans cerca de mi oído, evidentemente divertido.

Yo lo fulmino con la mirada y él solo se ríe más.

—Lo mismo digo, inteligente. Day está igual de guapa.

—Sí, pero, por si no te has dado cuenta, al ser de la Élite, todos en esta Universidad, incluso los nuevos, nos conocen y saben que ella es mía. Luciana es nueva y está sola.

Frunzo los labios.

El maldito tiene razón.

Miro hacia la pista y las detesto a las cuatro por saber mover sus cuerpos de esa forma. Es que debería ser ilegal bailar así y no sé si es que ya he sido abducido por su belleza angelical, pero no puedo dejar de mirarla y desear poder unirme a ella, sentir su cuerpo junto al mío, su calor, su olor y, si no es mucho pedir, poder tocarla, acariciar su cuerpo como alguien como ella merece.

Emma y Daniela se alejan del grupo, supongo que al baño, mientras Day y Luciana continúan contoneando sus cuerpos a ese ritmo adictivo, sensual, capaz de arrebatarle la cordura a cualquier hombre.

Un chico se les acerca y, si bien no invita a bailar a ninguna, no deja de merodearlas.

—Ok, es momento de intervenir —dice Aaron, poniéndose de pie—. Como el tipo ese le toque un dedo, se lo arranco.

Sonrío. No sé si sentirme bien al saber que tiene a alguien que la protege de esa forma o temer por lo que podría hacerme a mí si intento algo con ella.

Como sé que Aaron irá directamente a bailar con ella, ni me molesto en apurarme, voy detrás de él y Evans, junto a Dylan, quien suspira profundo.

Lo miro, pues eso ha sonado bastante dramático.

—Aaron es un buen chico —dice de repente—, así que si quieres algo con Luciana, solo debes demostrarle que tú también lo eres.

Abro los ojos de par en par, sin poder creer lo que ha dicho.

—Tu rostro es bastante transparente. —Se explica y yo me siento como un tonto.

¿Tanto se me nota?

—Eso sí, le haces daño a mi prima y me importa un carajo que seas mayor que yo y tu cuerpo, el doble del mío, te moleré a golpes.

—Tiene buenos guardianes. —Sonrío.

—Y somos los más mansos. No quieras conocer al padre.

Sin añadir nada más, se une a su amigo.

Suspiro profundo.

La reputación de Zion Bolt como hombre serio e implacable para los negocios, la conoce todo el mundo. No imagino cómo debe ser de padre sobreprotector. Menudo lío en el que me estoy metiendo...

Dejando a un lado ese hecho, me adentro a la pista con las manos en los bolsillos de mi mono.

Luciana parece divertirse a lo grande con Aaron quien, si bien baila como es debido en una canción de regueton, respeta en todo momento el espacio de ella. Viéndolos desde fuera, se nota que no tienen ninguna relación más allá de la amistad, o sí, parecen como hermanos.

La ternura con la que ese chico la trata, es digna de admirar.

—¡Dy, voy a comprar unas bebidas! —grita Aaron para hacerse oír por encima del bullicio.

Dylan asiente con la cabeza y luego de que su amigo se pierde en el tumulto, me mira con una ceja arqueada.

Tengo la bendición del primo, ¿no?

Un obstáculo menos que franquear, aunque, ahora que lo pienso, el más difícil será el de la propia Luciana y su alergia a los mujeriegos.

Rio al recordar la picardía con la que me lo dijo y luego de suspirar profundo y encerrar los nervios en el fondo de mi alma, me acerco a ella por detrás.

Coloco las manos en su cintura y ella detiene su baile, tensándose. Mal comienzo, Bryan.

—Estás hermosa —susurro cerca de su oído.

La piel de su cuello se eriza y me alivio al sentir cómo la tensión de su cuerpo desaparece al darse cuenta de que soy yo.

Se voltea hacia mí y me dedica una de esas sonrisas tímidas que me he dado cuenta de que me encantan.

Tiendo mi mano hacia ella.

—¿Quieres bailar conmigo? Prometo enseñarte qué es ser buen bailarín.

Le guiño un ojo y contengo la respiración en espera de su respuesta.

Ella intercambia la mirada entre su mano y mi rostro varias veces, lo que me hace pensar que se va a negar. Sonrío intentando infundirle confianza.

Me devuelve la sonrisa y toma mi mano.

Joder.

Qué nervios.

Cruza los brazos alrededor de mi cuello y, juntos, empezamos a movernos al ritmo de la música. Inmediatamente, me doy cuenta de que esta ha sido la peor idea que se me ha ocurrido en toda mi vida, pues el roce de nuestras entrepiernas empieza a estimular la zona sur de mi cuerpo.

Al diablo.

¿Qué es lo peor que puede pasar?

¿Qué sepa que la deseo?

Solo espero que no piense que es solo eso... deseo.

Sin embargo, ver a Aaron acercarse al grupo, me tensa y si tenía alguna posibilidad de excitarme con su movimiento, se evapora desde que sus ojos se posan en nosotros.

Frunce el ceño dejando claro que la idea no le gusta ni un poco y yo aparto la mirada mientras procuro no poner mis manos en ningún lugar comprometedor. Sin embargo, Luciana se da la vuelta y esta vez es su trasero el que se mueve contra mi entrepierna.

Inconscientemente, miro a Aaron que se cruza de brazos y, hombre, qué situación más incómoda.

No le tengo miedo al chico, aunque su constitución física, para su edad, es casi como la mía; pero sí respeto la relación que tiene con Luciana y sé que, para él, ella es como su hermana pequeña.

Si yo tuviese una, definitivamente no me gustaría verla en esta situación.

Da un paso al frente, pero Dylan se interpone frente a él, llamando su atención.

Ese chico siempre me ha caído bien, pero esta noche ha subido varios puestos en mi escala de personas gratas.

Dylan le dice algo mientras su cuerpo se mueve ligeramente con la música; Aaron, sin quitarnos la vista de encima, se le une mientras le responde. No sé cuanto tiempo dure sin intervenir y algo me dice que no es mucho cuando Daniela y Emma llegan al grupo. La primera se une a Dylan acaparando toda su atención, pero, para mi sorpresa, el mejor amigo de la chica frente a mí se olvida de nosotros, concentrándose en la rubia recién llegada y la invita a bailar.

Respiro aliviado y me permito centrar toda su atención en Luciana.

No sé cuantas canciones después, las cuatro mujeres, para nuestra total estupefacción, se lanzan hacia el frente, apoyan las manos en el suelo y contonean sus traseros en un ritmo arrebatador que termina de despertar mi hombría.

Luciana se incorpora y se voltea hacia mí con una ceja arqueada. Se muerde el labio y toda mi atención va a parar ahí. Lo que daría yo por ser quien lo muerda.

—Lo siento —digo antes de que ella pueda decir algo.

—¿Por qué? —Intenta hacerse la desentendida, pero su sonrisa me dice que sabe de lo que hablo.

—Sabes por qué.

—¿Te excita que te bailen así?

—No, me excita que tú me bailes así.

Por un segundo luce sorprendida, pero no dice nada porque su mirada se concentra en algo detrás de mí.

Deja de bailar y frunce el ceño. Curioso, sigo su mirada y abro los ojos de par en par al ver a Aaron y a Emma en una situación bastante comprometedora, tan juntos que parece que van a besarse.

Siempre lo he pensado, tanto "odio" entre ellos solo puede resumirse en deseo sexual reprimido. Cuando esos dos están juntos, todo lo demás queda eclipsado, se roban el show sin proponérselo.

—Santa madre de las papayas... ¿Qué es lo que mis ojos están viendo? —pregunta Luciana, alucinando con la escena frente a ella.

Por algún estúpido motivo, contengo la respiración mientras espero a que esos dos eliminen el espacio que los separa y se coman la boca como sé que desean hacerlo.

Sin embargo, entes de que el tan ansiado momento suceda, Dylan sale de la nada y se lanza al cuello de su amigo, separándolos.

Me río ante la estupefacción de Emma y el hecho de que Dylan esté a punto de arrancarle la cabeza a Aaron.

Luciana se acerca a su hermana y le dice algo, ella le responde y cuando su mirada pasa a ser de sorpresa a una mezcla de odio y dolor, frunzo el ceño.

Sigo su mirada y la ira crece en mi interior al ver a Cameron y Adela llegar de la mano.

¿Siempre han sido así de hijos de puta o es algo reciente?

Los recién llegados se acercan a Dahiana y Evans para saludarlos y ellos, tensos, prácticamente ni se mueven. Cuando Cameron llega a donde estoy, me mira.

—¿Me contestarás el puto teléfono alguna vez?

Me cruzo de brazos, amenazante, mientras cierro los puños intentando no irle arriba.

—Mientras te sigas comportando como un imbécil, no lo creo.

Rueda los ojos.

Adela le sonríe a Emma como si fuera una santa y juro que nunca he tenido deseos de golpear a una mujer, pero justo ahora, esta chica lo está pidiendo a gritos.

Cameron intenta buscarme conversación, pero yo lo ignoro, mientras observo a Emma y su reacción; dispuesto a sacarla de aquí de ser necesario. Aunque creo que ya tiene quien lo haga, así que me limitaré a romperle la cara a Cameron.

Los ojos de la rubia brillan y me atrevería a decir que no se debe precisamente al reflejo de las luces de la discoteca; así que, antes de que rompa a llorar, decido que Cameron debe irse.

Lo cojo por una mano utilizando bastante fuerza y lo acerco a mí. No sé si la tensión entre nosotros es capaz de extenderse al resto de los presentes, pero las personas a nuestro alrededor comienzan a alejarse dejándonos espacio, supongo que temiendo que se forme una pelea.

—¿Qué coño estás haciendo aquí? —Arquea las cejas ante mi arrebato y se suelta de agarre con brusquedad.

—La última vez que lo comprobé, el Royal era público. Puedo estar donde me salga de los cojones y me importa una mierda lo que tengas para decir.

—¿Y es necesario venir con Adela?

Desvío la mirada un segundo y me encuentro con la sonrisa desvergonzada de la chica.

—Estamos juntos —dice, llamando mi atención y se encoge de hombros.

Lo miro con desdén.

—¿No te basta el daño que le has hecho? ¿Es necesario seguir hurgando en la herida?

—Estás un poco pesadito hoy, ¿no? —Da un paso hacia mí, amenazante—. Lo que haga con mi vida no es tu puto problema, Hoffman. —Hunde su dedo en mi pecho, haciéndose el macho alfa.

Por el rabillo del ojo, veo un movimiento y al girar el rostro, me encuentro a Luciana, con cara de querer matarlo, lista para golpearlo. Tomo su mano antes de que haga algo y se detiene, mirándome, pero yo me concentro en Cameron.

—Eres un cabrón —digo con desprecio—. Te desconozco totalmente. No puedo creer que hayamos sido mejores amigos.

Una risa sarcástica, sin una pizca de humor, sale de él y mi enojo aumenta.

—¿Amigos? Tú no eras mi amigo, Bryan. —No sé identificar el tono detrás de sus palabras, pues, por un segundo, creo que suena dolido—. De haberlo sido, no habrías dejado de hablarme solo por haber decidido follarme a otra.

Luciana aprieta mi mano, no sé si porque sigue enojada o si para infundirme fuerzas porque intuye que esta discusión no me hace bien.

Yo me dedico a acariciar el dorso de su mano con mi dedo pulgar.

—Los cabrones infieles no tienen cabida en mi vida, Archer.

—Tienes un trauma, Bryan, deberías tratarte.

—No, gracias. Soy feliz alejado de los hijos de puta que no saben mantener su polla quieta y, sobre todo, me alegra acostarme en las noches sin tener el cargo de conciencia de haberle roto el corazón a una mujer.

Doy un paso atrás.

—Eres libre de acostarte con quien quieras, pero no seas tan cabrón. Lárgate de aquí, Cameron.

El que consideré mi amigo por mucho tiempo, me observa como si quisiera molerme a golpes, pero termina alejándose, llevando a Adela a rastras.

Suspiro profundo una vez se ha ido y cuando busco a Emma con la mirada, no está.

¿Se fue?

Paso mi mano libre por mi rostro dándome cuenta de que he perdido a mi mejor amigo y con él, todas las locuras que hemos vivido; pero tengo mis ideales y de verdad me cuesta tratar con personas así porque digamos que con el tiempo olvide que fue un tonto al liarse con Adela, sin embargo, su comportamiento posterior, deja mucho que desear.

—¿Estás bien? —pregunta Luciana mientras presiona mi mano.

La miro y suspiro profundo.

—Lo estoy.

—No parece.

Sonrío de medio lado.

—Era mi mejor amigo.

Ella baja la mirada sopesando mis palabras.

—No tenías que dejar de hablarle por lo que pasó.

La multitud comienza a reagruparse, olvidando que hace a penas unos minutos estábamos a punto de liarnos a golpes.

Atraigo a Luciana a mi cuerpo para que no sufra por la multitud y ella cruza sus brazos tras mi cuello. Una suave melodía se adueña de la pista y comenzamos a movernos a su ritmo lento.

Concentro mi mirada en la suya y debo hacer uso de todo mi autocontrol para no besarla. Es tan hermosa.

Sacudo la cabeza y la acerco más a mí. Apoya su cabeza en mi pecho y mi corazón late como loco ante ese gesto tan sencillo.

—Desde que tengo uso de razón, mi padre ha engañado a mi madre —digo, cerca de su oído, recordando su último comentario—. Tanto Ryan como yo hemos sido testigo de todas las veces que le ha roto el corazón y de como ella, a pesar de todo lo que ha sufrido, sigue perdonándolo.

》Cuando te crías en un ambiente tan tóxico, pueden suceder dos cosas: imitas lo que ves o haces hasta lo imposible para evitar hacer lo mismo. Odio ver a mi madre llorar por un tipo que no vale la pena, así que yo me fui por la segunda opción.

》Puedo ser un mujeriego como dice Emma, pues, si no tengo nada serio con ninguna, no tengo por qué ser fiel; pero cuando me comprometo con una, es sagrado para mí.

》Cameron me ha decepcionado. Para algunos puede ser estúpido porque al final no me traicionó a mí, pero no puedo estar rodeado de ese tipo de persona.  No me nace, mucho menos, si, para colmo, se pasea con la nueva, delante de la ex para seguir hurgando en la herida.

—Eres un buen chico, Bryan.

Levanta su cabeza y me observa.

El verde de su mirada es tan intenso que da la sensación de que puedo perderme en ellos.

—Me gustas —digo sin más.

Sus ojos se abren ligeramente sorprendidos ante mi declaración.

—Me gustas desde el primer momento en que te vi y sé que no confías en mí, pero me gustaría que me permitieras mostrate quién soy realmente y que sí vale la pena darme una oportunidad.

Soy vagamente consciente de que la música es de todo menos lenta, aun así, seguimos con ese vaivén suave, que nos permite estar en nuestra pequeña burbuja.

Luciana abre y cierra la boca varias veces intentando decir algo, pero no lo consigue. Frunce el ceño y sonrío, pues, aunque hay amplias posibilidades de que me diga que no, se ve tierna.

—Yo... Mmm... Bueno... Es que...

—Tengan —dice Dylan de repente, tendiéndonos dos cervezas. Luciana toma la de ella y le da un largo trago.

Dylan se acerca a mí en el momento en que Aaron y Emma regresan.

—La estás agobiando.

Luciana se aleja en dirección a su hermana y le tiende su cerveza.

—¿Cómo lo sabes?

—Llevo un rato observándolos. —Arqueo una ceja y él solo se ríe—. Conozco a Luciana y sabía que en algún momento necesitarías mi ayuda. Le gustas.

—¿Tú crees? —pregunto esperanzado y él asiente con la cabeza.

—Lu es una chica tímida, pero cuando algo no le gusta o la incomoda, saca a relucir un poco del carácter explosivo de su madre. Si no le gustaras, no estaría bailando contigo y, más importante, no se pondría nerviosa.

》Tienes que tener paciencia, Bryan. Con ella todo es más despacio de lo que acostumbras. Si la agobias mucho, la vas a espantar.

Asiento con la cabeza.

—Gracias.

Se encoge de hombros.

—No le digas que yo sé que te gusta. Eso la pondrá más nerviosa.

Vuelvo a asentir con la cabeza.

—Ahora debo buscar otra cerveza.

Me río.

—Deja, yo voy por ti.

—Nah, quédate, así me doy una vuelta con Daniela.

Sonrío de medio lado y él se encoge de hombros.

Luciana regresa conmigo y eso me alivia.

—¿Cómo está Emma?

Se encoge de hombros.

—Parece bien.

Se voltea hacia ella y colocándome detrás para que ningún idiota se pase de listo, pero sin llegar a tocarla, observamos como la reina de la Élite mueve su cuerpo contra el que, supuestamente, es su mayor enemigo.

Se voltea hacia él, intercambian varias palabras que, a juzgar por las miradas seductoras que se dedican, deben ser algo subidas de tono. Aaron baja la mano por el trasero de Emma mientras le dice algo al oído y Luciana abre la boca de par en par.

Se miran detenidamente y sus propios ojos dicen lo que sus cuerpos gritan; un beso. Realmente creo que por fin lo van a hacer, sin embargo, Aaron termina depositando un beso en su frente.

—¿Qué diantres acaba de pasar? —pregunta Luciana y luego me mira—. ¿Y el beso? Ahí debía haber un beso.

Sonrío, pues luce indignada.

—¿Quieres que estén juntos?

—¡Todos quieren que estén juntos!

Frunzo el ceño, pues no estoy convencido de a qué se refiere, pero no me da tiempo a preguntar porque Emma se acerca.

—Me voy.

—¿Por qué? —pregunta Lu, aunque luego hace una mueca como si se arrepintiera. La respuesta en un poco obvia.

—Me duele la cabeza. Aaron me llevará a la residencia. ¿Quieres irte?

Luciana se lo piensa unos segundos, mira a su alrededor y sonríe de medio lado. Luce maliciosa, como si se le hubiese acabado de ocurrir una mala idea, y que, aun así, no le importa.

—No, yo me quedaré un rato más. Me iré luego con Dylan.

—¿Segura?

—Segura.

Emma me mira con el ceño fruncido y luego a su hermana, pero supongo que está un poco pasada de copas, pues asiente con la cabeza, le da un beso y se marcha. Ni siquiera Aaron pone objeciones.

Observo a la chica a mi lado sin entender nada.

—Eso no me lo esperaba.

—¿El qué?

—Que te quedaras.

—¿Viste cómo están? No veo la hora de que esos dos acaben de admitir que se gustan. Conozco a Aaron, no la dejará sola en la residencia, si voy con ellos, arruinaré el momento.

Sonrío. Bien pensado.

Dylan llega a nosotros con Daniela y frunce el ceño cuando nos ve solos.

Por cierto. ¿Dónde mierda se metieron Evans y Dahiana?

—¿Y Aaron y Em?

—Se fueron —responde Luciana con una sonrisa de par en par.

—¿Se fueron? ¿A dónde?

Luciana se encoge de hombros y Dylan entrecierra los ojos.

—Luciana...

—Déjalos vivir en paz.

—Eso es hacer trampa.

—Yo no he hecho nada. Ellos solitos empezaron lo que sea que haya pasado hoy.

Dylan suspira con dramatismo.

—Zion se va a enojar.

—Mi padre estará feliz.

—Pero muy, muy en el fondo, se va a enojar.

Luciana se ríe e intercambio una mirada con Daniela solo para darme cuenta de que ella está tan perdida como yo.

—No te martirices, Dy. No va a pasar nada entre ellos; es demasiado pronto.

—Pero les estás facilitando las cosas.

—Solo hago mi trabajo como representante del equipo femenino, igual que tú hacías el tuyo cuando casi le arrancas la cabeza.

Dylan, sin poderlo evitar, se ríe. Niega con la cabeza y toma la mano de Daniela.

—Venía a decirles que nos vamos. ¿Quieres que te acompañe?

—Si quieres puedo llevarte —digo, arriesgándome. Los tres me miran—. ¿Qué? Estoy bastante seguro de que ustedes tienen prisa por llegar para saciar sus ganas y a mí no me pesa llevarla.

No sé quién se ruboriza más, si Dylan o Daniela y eso me hace reír.

—Prometo que te llevaré directo a casa y llegarás sana y salva.

Se lo piensa por unos segundos y yo contengo la respiración en espera de su respuesta.

—Vale.

Suelto el aire que contenía evidenciando mi alivio.

—¿Segura? —pregunta Dylan y ella asiente con la cabeza—. Como le pase algo, su padre te va a matar y luego acompañaré a Aaron al infierno para rematarte, ¿entendido?

Asiento con la cabeza.

Me cae bien este chico.

Le da un beso en la coronilla a su prima y, tomando a Daniela de la mano, se marchan.

—Le avisaré a Evans de que nos vamos.

Ella asiente con la cabeza y cuando saco el celular, veo un mensaje de mi amigo.

"Nos fuimos. No te avisé para no interrumpirte. Se ven bien juntos".

Sonrío.

—Parece que ellos abandonaron el barco hace un rato. ¿Nos vamos?

Asiente con la cabeza y, tomando su mano, nos abro paso entre la multitud. Una vez fuera del Royal y sin soltarla, le hago seña a un taxi.

Le abro la puerta para que entre y una vez nos acomodamos, cierro. Vuelvo a tomar su mano y sonrío casi imperceptible al ver que no la aparta.

Inconscientemente, acaricio el dorso de su mano, mientras, en silencio, vemos pasar la ciudad universitaria hasta llegar a su residencia. Lamentablemente, el viaje es demasiado corto.

Le pago la tarifa al taxista y una vez fuera, la incomodidad nos consume. ¿Qué se supone que debo hacer ahora?

¿Insistir?

¿Despedirme sin más?

No quiero agobiarla, pero tampoco quiero irme con la sensación de que las cosas quedaron inconclusas.

—Mañana... —Comienzo a decir al mismo tiempo que ella:

—Yo...

Ella se ríe por lo bajo y yo paso las manos por mi cabello, desordenándolo y reprendiéndome por no poder actuar con normalidad.

Definitivamente, esto nunca me había pasado.

—Sobre lo que me dijiste en la fiesta... —murmura y mi corazón se dispara—. Yo...

—No tienes que contestar ahora. —Muerdo mi lengua. No puedo creer que me asuste tanto la posibilidad de una negativa.

—Quiero hacerlo.

—Vale.

Respiro profundo.

Aquí vamos.

—Eres un buen chico, de eso no tengo dudas...

Empezamos mal.

—Comprendo todo lo que me has dicho esta noche y es admirable tu forma de ver las cosas. —Hace una pausa y respira profundo.

—¿Pero?

Ella sonríe tímidamente.

—No creo que sea tu tipo.

Frunzo el ceño sin entender cómo llegó a esa conclusión.

—¿A qué te refieres?

—Supongo que estás acostumbrado a chicas mayores; seguras de lo que quieren; —Traga duro—; experimentadas en ya sabes qué; que tengan tus mismos intereses y yo... —Se muerde el labio y espero paciente a que termine de hablar—. Solo tengo dieciocho, tú veintiuno; prácticamente soy una niña y ejemplo de ello es que todavía peleo con Zack, mi hermano menor, por las paletas de fresa.

Sonrío ante la imagen que se crea en mi cabeza.

—No tengo ni la más remota idea de qué quiero en mi vida. Vivo en las nubes, paso más tiempo soñando despierta que en la propia realidad. Nunca he tenido novio y solo he besado una vez, aunque no creo que a eso se le pueda llamar beso.

Baja la cabeza, avergonzada, mientras se abraza a su cuerpo. Yo la levanto, sujetándola por barbilla hasta que nuestras miradas se encuentran. No digo nada y, aunque por dentro me muero por hablar, me limito a esperar a que se desahogue.

—Paso mi vida entre libros, a veces me olvido de la realidad y de los que habitan en ella. Estar conmigo, para alguien como tú, no será sencillo. Necesitarás paciencia, mucha paciencia para ir a mi ritmo y no sé si sea algo a lo que quieras enfrentarte.

—Me gustas —digo sin poder detenerme un segundo más—. Me gustas muchísimo, da igual si tienes 18 años y te peleas con tu hermano por las paletas de fresa. De ser necesario yo me uno a la batalla y así tienes más.

Ella se ríe y mi corazón bombea con fuerza.

—Todos tenemos un niño en nuestro interior, Luciana, da igual la edad que tengamos y me encanta ese aire de niña buena que tienes. Creo que esa es una de las cosas que más me atraen de ti. Eres totalmente diferente a las mujeres que frecuento y me fascina que sea así.

Acaricio su mejilla con delicadeza y ella cierra los ojos ante el contacto.

—La mayor parte del tiempo yo tampoco tengo idea de qué hacer con mi vida, así que por eso ni te preocupes. Me asusta que nunca hayas tenido novio, pues dado lo hermosa que eres, estoy convencido de que pretendientes no te han faltado, así que solo puedo suponer que los libros que lees han dejado el listón bastante alto.

》No soy un personaje de una novela, pero si tengo que leer alguna para saber a qué me enfrento y poder estar a la altura, lo haré. Lo que quiero decir con esto es que me gustas lo suficiente como para querer esforzarme, para querer que las cosas entre nosotros funcionen y poder ser lo que tú quieres, lo que tú necesitas porque estoy bastante seguro de que tú eres todo lo que llevo buscando desde hace algún tiempo.

》Que vivas en tu mundo y a veces te olvides de la realidad, no importa; yo me encargaré de abrirme espacio en ese lugar que amas hasta convertirme en una parte indispensable de él o ser tu ancla para que no te pierdas de las cosas buenas que tiene la vida para ofrecerte.

》Que las cosas serán con calma, que tendré que tener paciencia... —Sonrío mientras paso un dedo por sus labios. Muero por besarla—. Eso lo sé desde el momento en que puse los ojos en ti por primera vez y me gustas lo suficiente como para que eso no me importe.

》Solo quiero una oportunidad para demostrate que sí podemos funcionar; que puedo ser lo que quieres. —Apoyo mi frente en la suya—. Déjame enamorarte, Luciana.

Hago una pausa sin saber qué más decir. He puesto todas mis cartas sobre la mesa y solo me queda esperar su próximo movimiento.

Tengo los ojos cerrados mientras nuestras respiraciones se entrelazan. Lleva las manos detrás de mi cuello y hundiendo sus dedos en mi pelo, atrae mi cabeza hacia ella eliminando los escasos centímetros que nos separan.

Sus labios tocan los míos con timidez y mi corazón late fuerte contra mi pecho, amenazando con explotar ahí dentro. Es abrumadora la mezcla de sensaciones que tienen lugar en mi interior con solo ese contacto y cuando acuno sus mejillas con mis manos y uno nuestras bocas, sé a ciencia cierta que Luciana Bolt es lo que he estado esperando todo este tiempo y que me maten si no hago hasta lo imposible para que esto funcione.

Con la piel de gallina, busco su lengua con la mía con suavidad, recordando que puede que este sea su primer beso de verdad. Tímida sale a su encuentro y se entrelazan en un baile, torpe al inicio, pero que poco a poco se van acoplnado la una a la otra formando la pareja perfecta.

Jala mi cabello con suavidad y, tomándola por la cintura, la acerco más a mi cuerpo, no queriendo dejarla escapar, pero en algún momento necesitamos tomar aire por lo que nos separamos. No mucho.

Su respiración acelerada, labios hinchados y sonrisa en el rostro me dicen que le ha gustado.

—¿Quieres ser mi novia? —susurro, ganándome una risita de su parte.

—Sí, quiero.

Y vuelvo a besarla.

~~~☆☆~~~

Si ella no quiere, yo sí jaja.

Espero que les haya gustado. Si ven muchos errores es que escribí y editado el capítulo desde el celular porque no estoy en casa.

Un beso

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro