Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1. El comienzo de todo

FELIZ FIN DE AÑO Y PRÓSPERO AÑO NUEVO

Doce años atrás…

Aaron:

La pelea es sangrienta…

Los dos hombres grandes luchan uno contra el otro a muerte. Golpes, patadas, codazos, llaves inmovilizadoras o como sea que se diga, más sangre. Gritos de dolor, jadeos y la maldita barra que señala la vida que le queda a mi guerrero, bajando demasiado rápido a pesar de que presiono mis dedos contra las teclas del mando como si mi vida dependiera de ello.

Resoplo cuando mi guerrero vuelve a caer al suelo, más muerto que el perro de la vecina y tiro el mando sobre el sofá, mientras maldigo internamente a quien sea que haya creado el estúpido juego.

Cojo el vaso de jugo sobre la mesita frente a mí y termino de bebérmelo. He intentado matar al tipo de los pelos rojos mil veces, pero es imposible, alguien está haciendo trampa y no soy yo.

Vuelvo a resoplar y no queriéndome dar por vencido, una, porque a pesar de mi corta edad soy muy orgulloso o al menos eso dice mi padre y dos, porque no tengo más nada interesante que hacer, cojo nuevamente el mando y le doy iniciar a la batalla.

Mientras los dos guerreros luchan entre ellos, yo mantengo mi propia batalla con el aparato en mis manos. Si mi padre me ve, me daría la bronca del siglo, pues estoy apretando tan duro las teclas, que no me sorprendería que termine hundiéndolas.

Río con emoción cuando el mío le da tres patadas voladoras al de los pelos rojos y este cae al suelo; lamentablemente, se incorpora demasiado fácil. Continúo maltratando el pobre mando por varios minutos más, hasta que veo una sombra por el rabillo de mi ojo.

Sin poderlo evitar, miro a la derecha y me encuentro a la tonta presumida sentándose en el suelo con su bloc de dibujos. Regreso mi atención a la gran pantalla que mi abuela nos ha dado para que pasemos el rato y me obligo a ignorarla, justo lo que siempre me pide mi mejor amiga Luciana, la niña más dulce del planeta.

Según ella, si no le presto atención a su hermana, mi vida sería mucho mejor; por tanto, continúo mi acalorada batalla. Sin embargo, hay cosas en esta vida que no se pueden lograr y resulta que una de ellas es hacer como si la creída Bolt no existiera. Aunque te esfuerces, ella se encargará de frustrar tus planes.

Se aclara la garganta varias veces, pero yo decido continuar en lo mío; aparentando que no la escucho por el alto volumen del videojuego. No sé cuántos minutos permanecemos así, pero la muy tonta se aburre y desconecta el televisor de la corriente.

¡Estaba ganando!

La miro con mi característica cara de chico malo, o esa que creo que tengo, pues dice mi madre que me veo muy mono. Odio que me compare con ese animal porque son feos y, no es por creerme cosas, pero yo no lo soy.

—¿Por qué lo has hecho? —pregunto, cruzándome de brazos.

—Estabas haciendo mucho escándalo, enano.

¿Les he dicho alguna vez que odio a esa niña?

¿No?

Pues la odio… Con toda mi alma… Y odio mucho más que me llame enano.

¿Qué culpa tengo yo de ser pequeño como mi mamá?

—Si te molestaba, te hubieses ido y ya.

—Estoy dibujando. —Señala su cuaderno.

—Y a mí no me importa. Yo estaba jugando. —Señalo el mano que reposa sobre el sofá. Ella se encoge de hombros, suelta los cables y se sienta nuevamente en el suelo a continuar con lo suyo.

¿Será jodida?

Enojado al ver que actúa como si yo no estuviese aquí echando humo por las orejas, camino hacia los cables y los conecto. Enciendo el televisor, la consola y busco el juego nuevamente. La música de rock mientras escojo el luchador comienza a sonar y antes de que pueda hacer algo, vuelve a desenchufarlos.

Me cago en su ma… Ay, no, en la tía Ari no, ella no tiene la culpa del demonio que tiene como hija.

—¿Por qué no te vas a dibujar a otro lado?

—Porque aquí estoy más cómoda.

—Pero yo llegué primero. —Se encoge de hombros—. Se lo voy a decir a mi mamá. —Repite el gesto—. Pues se lo diré a tu papá. —Me cruzo de brazos y me desespera ver como simplemente se ríe.

—Hazlo, yo le diré al tuyo que estaba jugando los juegos prohibidos.

La miro con los ojos entrecerrados, queriendo calcinarla como el tipo ese de los muñequitos. ¿Será mala? Mis padres no me dejan jugar juegos de combates porque dicen que no son buenos para niños de mi edad, solo me dejan pequeños raticos y siempre con uno de ellos delante; sin embargo, el resto de los juegos son tan aburridos, que no me gustan. Así que, simplemente, cuando no los tengo cerca, los cambio.

Ellos son hombres y los disfrutan; yo seré hombre también, ¿por qué no puedo jugarlos?

Hoy es domingo y estamos reunidos en la casa de mi abuela, en uno de esos días familiares que a mi familia tanto le gustan y sé muy bien que, cuando mis padres se ponen a tomar cervezas juntos, se permiten relajarse un rato y yo tengo un poco más de libertad. Tengo seis años, pero no soy tonto y tengo fama de ser un niño bueno, tranquilo, por lo que no los tengo todo el tiempo respirándome en las orejas.

La mocosa insufrible sonríe con suficiencia porque sabe que ha ganado.

—Me las vas a pagar Bolt, juro que me las vas a pagar.

Le doy la espalda y salgo de la habitación enojado. Luciana está equivocada con que ignorándola seré más feliz; no, con Emma Bolt no se puede ser bueno y le voy a demostrar que conmigo no se puede jugar.

Salgo corriendo de la casa hasta el jardín. Mi madre y sus amigas, junto a Sabrina y Lu, están en la piscina. Mi padre, el tío Maikol, mi abuela Amelie, Bryan, el abuelo Andrés y Camil, conversan sentados en una tumbona con Kay, Dylan y Hope, no muy lejos de ellos, Zion está en el asador dándole la vuelta a la carne.

Por cierto, qué rico huele.

Hago muecas con mi boca para que se quite la tensión producto a apretar los dientes por cuenta de la insoportable de su hija y, sin perder mucho tiempo, me acerco.

—Tío, eso huele bien —le digo ubicándome a su lado.

Cierro los ojos y respiro profundo mientras mis tripas rugen y los abro cuando siento la mano del rubio revolver mi cabello.

—¿Tienes hambre?

—Mucha.

—No falta mucho. ¿No has comido nada?

—La abuela me dio un poco de jugo hace un rato, pero no me llenó. —Sonríe con dulzura y yo se la devuelvo—. Por cierto, tío, estaba pensando… —Hago una pausa y él me mira con curiosidad—. Lu le tiene miedo a las cucarachas y a los cien pies, ¿verdad? —Estoy seguro de que no entiende por qué le pregunto, pero asiente con la cabeza—. ¿A qué le tiene miedo Emma?

Sonrío lo más dulce que puedo. Sé que soy la debilidad de Zion porque siempre ha querido un niño y aunque Zack ya forma parte de su familia, es demasiado pequeño y creo que sigo siendo su hombrecito favorito, o al menos eso es lo que me gusta pensar.

Me observa con los ojos entrecerrados y por un momento, creo que puede leerme el pensamiento y los malos deseos que le tengo a su hija.

—¿Por qué preguntas?

—Curiosidad. —Me encojo de hombros—. Es que Em parece ser una chica muy valiente… —Sí, le llamo Em, se supone que soy un niño bueno, ¿no?—. Me preguntaba si le tenía miedo a algo.

»Kay le tiene miedo a la lámpara con forma de conejo que le regaló la amiga esa del trabajo de mi mamá; Dy dice que en su armario vive una señora de nariz grande y ojos negros y yo le tengo miedo a tu papá, así que… —Zion estalla en una carcajada ante mi última declaración y es cierto, ese hombre es tan serio, que asusta.

—Puede dar miedo de vez en cuando, ¿verdad? —Asiento con la cabeza y él se lleva la mano a su mandíbula en un claro gesto de: estoy pensando, no molestes, por favor—. Emma le tiene miedo a las arañas peludas.

—¿Mucho?

—Terror, diría yo.

—Oh, no lo sabía. —Intento no reír.

¿Es necesario que diga que mi subconsciente tiene la sonrisa más grande que el gato feo ese de Alicia en el país de las maravillas? No, ¿verdad?

—Ok, tío, iré a jugar un rato más en lo que está la cena. —Jalo su mano y él se inclina hacia abajo. Dejo un beso en su mejilla y regreso a la casa.

¿De dónde saco ahora una araña?

ZION:

Con una sonrisa en el rostro, observo al mayor de los Andersson alejarse en dirección a la casa. Adoro a ese mocoso; tiene una mezcla de inocencia con picardía capaz de alumbrarme el día más oscuro.

Le doy par de vueltas a la carne y las dejo estar un rato más, no les queda mucho. Volteándome a la pequeña nevera, saco una cerveza.

—¡Alcánzame una! —grita Kyle desde el borde de la piscina y Addy, que acaba de salir del agua, se acerca a mí, sonriendo.

Addy me cae bien. Ha sido así desde el momento uno en el que la conocí, justo cuando golpeó a mi amigo con un reloj en la cabeza y mi cariño y admiración por ella fue creciendo a medida que protagonizaba cada accidente que ponía en peligro la vida del pobre Kyle. Sin embargo, desde que nuestros padres comenzaron a salir, mi afinidad hacia ella llegó a un punto que no sabría explicar. Es mi hermanastra, pero la quiero como si fuera mi hermanita de verdad y creo que yo soy igual para ella.

—¿Necesitas ayuda? —pregunta, mirando el asador.

—Nah, en unos minutos estará lista. No te preocupes.

—Parece que va a llover —murmura y yo levanto la cabeza al cielo. Está nublado.

—Falta que hace, está haciendo mucho calor.

—Pues sí.

Cojo una cerveza para Kyle y juntos regresamos con nuestros amigos. Tomo lugar al lado de mi esposa quien no tarda en darme un dulce beso en la mejilla.

—¿Has visto a Emma? —pregunta.

Miro a mi alrededor y me percato de que mi pequeña no está.

—Hace un rato estaba dibujando en la cocina —responde Sabrina, que disfruta de estar dentro del agua. Ari asiente, conforme con la respuesta.

Conversamos un rato y cuando estoy a punto de levantarme para revisar la carne, Amelie me dice que lo hará ella. Sin ofrecer mucha resistencia, me quedo en mi lugar y continúo divertido con el debate que sostienen Maikol, Andrés y Kyle respecto al juego de futbol de ayer en el que el equipo favorito de los cuatro y sí, me incluyo, perdió vergonzosamente contra su adversario.

Las chicas se ríen a nuestra costa por las mil formas en la que criticamos a los jugadores, pues son buenos, pero anoche jugaron de lo peor.

Pequeñas gotas comienzan a caer del cielo y me levanto de inmediato con intenciones de salvar la cena. Veo a Amelie tapando la fuente con la carne y mientras la llovizna arrecia, corro hacia ella para ayudarla a entrar las cosas a la casa. En menos de un minuto, está lloviendo torrencialmente y, como podemos, llegamos a la terraza.

Coloco los platos sobre la mesa y detrás de mí entran Andrés y Maikol, sujetando la nevera portátil entre los dos. Aby y Ari, mucho más tranquilas que el resto, pues están entripadas de la piscina, traen a los niños. Por otro lado, está Addy que, a pesar de que ya está mojada, viene prácticamente corriendo como si el agua le quemase y, justo antes de entrar al resguardo de la terraza, resbala. El pobre de Kyle, que venía detrás, intenta sujetar a su esposa, pero es en vano y ambos terminan golpeando sus traseros contra el duro suelo.

Las risas no se hacen esperar y se incrementan, cuando al intentar levantarse, vuelven a caer. Estos dos son un caos andante.

Cuando por fin logran llegar a nosotros, Addy se soba el trasero con una mano.

—¿Estás bien? —le pregunta su esposo y ella asiente con la cabeza.

—Creo que acabo de enterrar las pocas nalgas que tenía, pero sí, estoy bien. —Río ante su ocurrencia y Kyle, sonriendo, la atrae a sus brazos y deja un beso en su frente.

Tal vez ya lo he dicho otras veces, pero siento que debo repetirlo. Somos dichosos.

Maikol, Kyle y yo, si bien el primero nunca tuvo problema con los noviazgos, vivíamos nuestra juventud a lo máximo, como esos clásicos mujeriegos playboy que se creían los reyes del mundo y que el amor nunca los iba a alcanzar. Sin embargo, llegó ese trío de amigas locas que puso nuestros mundos patas arriba. Se robaron nuestros corazones y nos hicieron desear más, mucho más y hoy, nueve años después de la primera vez que nos vimos, tenemos nuestras familias unidas en una gigante porque sí, el lazo entre nosotros es tan fuerte, que quiero a sus hijos como a los míos propios y estoy seguro de que a ellos les sucede igual.

Así que sí, somos dichosos o mejor, somos unos perros con suerte.

Bendita sea Addyson Scott y su reloj volador.

Con el sonido de la lluvia de fondo y las chácharas de los presentes, Amelie, Camil y las triple A, comienzan a preparar la mesa de la terraza para almorzar aquí.

Un grito se abre paso entre el escarceo, deteniéndolo. Segundos después, vuelve a escucharse y reconozco a mi hija, así que, sin pensármelo, entro a la casa a carreras buscando su procedencia. Siento al resto detrás de mí cuando entro a la sala como un loco.

Emma está enternecida en llanto, gritando como loca mientras salta en el sofá y señala algo con su mano. Con el corazón en la boca, me acerco a ella, pero Ariadna se me adelanta envolviéndola en un abrazo.

No consigo entender qué pasa ni qué dice porque su balbuceo es ininteligible; sin embargo, no necesito hacerlo, pues al seguir la dirección que señala su dedo, veo una horrorosa araña peluda caminar por encima de su cuaderno de dibujo.

Aaron.

Aprieto el puente de mi nariz. Adoro a ese mocoso, pero a veces se pasa.

Él y Emma viven la vida peleando y es algo que no entiendo porque los hemos criado a todos igual, enseñándolos a respetarse y quererse porque somos una gran familia y sabemos que hemos hecho un buen trabajo porque en todos nuestros hijos reina la armonía. En todos menos en ellos.

Mientras Ariadna sostiene a nuestra hija que, si bien sigue llorando, está un poco más calmada, Kyle mata al maldito animal.

—Mamá, —Me volteo a mi madre—, crees que puedas buscar algo con qué recogerla. Emma le tiene tanto miedo que no puede ver ni siquiera una pata regada.

Camil asiente con la cabeza y desaparece.

Quiero acercarme a mi hija, abrazarla y besarla para darle un poco de consuelo, pero sé que cuando se une a Ariadna, no hay alma que las separe, así que decido ir en busca del causante de este desastre.

La puerta principal está abierta, así que lo primero que hago es ir al portal. Está sentado en el sofá, con las manos apoyadas a ambos lados de su cuerpo y la mirada perdida en la lluvia. Respiro profundo y, luego de cerrar la puerta detrás de mí, me acerco a él. Tomo asiento a su lado, pero no me mira.

Permanezco en silencio por un par de minutos para ver si dice algo, pero parece que no tiene intenciones.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunto con tono calmado.

—Emma es una pesada —dice al cabo de unos segundos y yo arqueo las cejas. Tiene coraje el mocoso como para decirme eso sobre mi hija, luego de hacer lo que hizo—. Fue su culpa.

Me mira haciendo un puchero y hago lo posible por no reír.

No estoy enojado, aunque tengo la sensación de que debería estarlo. Sé que Emma no es una santa y que las trastadas vienen de ambas partes; eso sí, me ha asustado cantidad y tengo que dejarle claro que eso no puede volver a hacerlo, aun así, me da gracia, pues, aunque no lo diga, luce avergonzado.

—¿Cómo es eso?

—Yo estaba jugando unos videojuegos y ella se puso a dibujar en la sala. Juro que intenté ignorarla, hacerme a la idea de que no estaba ahí, pero ella se levantó y desconectó el televisor. Lo volví a conectar y ella lo hizo de nuevo. Me mandó a callar y me dijo que me fuera.

»Yo estaba tranquilo y ella vino a molestar. Fue su culpa.

Si ya lo digo. Cuando no es uno, es el otro. No tengo ni idea de por qué estos dos se llevan tan mal.

—Aaron, Emma le tiene pánico a las arañas; la asustaste mucho y eso está mal.

Baja la cabeza, avergonzado.

—Yo no sabía que iba a llorar —murmura y centra sus dulces ojos azules en los míos—. Te lo juro, tío; pensé que se iba a enojar, pero nunca creí que fuera a llorar. De haberlo sabido, no lo habría hecho. ¿Me crees?

Frunzo los labios intentando mostrarme enojado, pero es lógico que le creo. Este mocoso puede ser un diablo cuando quiere, pero tiene buen corazón.

—Lo siento mucho, tío Zion, de verdad lo siento. ¿Me perdonas? —Hace un puchero tierno y por la tristeza en su mirada, da la sensación de que va a llorar.

¿Cómo puedo enojarme con él cuando es tan tierno?

Suspiro profundo.

—No estoy enojado, Aaron, —Inmediatamente noto el alivio en su cuerpo—, pero lo estaré si no te disculpas con ella.

Sus ojos se abren de par en par. Definitivamente no esperaba mi respuesta.

—No —responde convencido y yo arqueo una ceja—. Ella no sabe que fui yo, así que no tengo por qué hacerlo. —Se cruza de brazos, intentando sonar bravucón.

Frunzo los labios y lo miro en advertencia.

No necesito decir nada, se levanta rápidamente y, corriendo, se dirige a la puerta.

Con una sonrisa, pues debo admitir que me encanta que me respete tanto y que mi opinión sea tan importante para él a pesar de que es un crío, me levanto y lo sigo. Atravieso la puerta justo en el momento en que Emma dobla la esquina y choca contra el menor de los Andersson

Joder, eso debió doler.

No sé bien cómo es que funciona esa cosa llamada ¨destino¨, pero ambos se precipitan al suelo. Aaron cae sobre ella y de alguna forma, sus labios quedan unidos en lo que se convierte en el primer beso de ambos. Me he estado preguntando por qué se llevan tan mal, creo que esta podría ser la razón… Ellos no vinieron al mundo para verse como primos, ellos están aquí para ser algo más y para mi sorpresa, la idea me agrada.

Siempre pensé que me pondría como una fiera cuando mi hija comenzara a interesarse en otra persona, sin embargo, el hecho de que pueda ser Aaron, me gusta. No sé qué les tiene preparado la vida, pero yo me aseguraré de hacer de cupido, pues definitivamente los quiero a los dos juntos. Eso sí, me aseguraré de que Aaron Andersson sepa cómo se tiene que tratar a una mujer para que, cuando se dé cuenta de que está enamorado de mi hija, la trate como a una reina.

Levanto la cabeza y solo me basta una mirada al resto de los presentes y ver sus sonrisas, para saber que piensan igual que yo.

Vuelvo a mirar a los chicos en el suelo y me río al percatarme de que ambos tienen los ojos abiertos de par en par. Los pobres han quedado en shock.

Emma es la primera en reaccionar apartando a Aaron de un empujón mientras chilla. El chico hace una mueca, no sé si de dolor o de asco, pues no pierde tiempo en pasarse las manos por la boca desenfrenadamente.

Emma sigue chillando mientras pasa la blusa por sus labios y, antes de que pueda decir nada, sale corriendo hacia el baño del primer piso. Supongo que a lavarse la boca.

—Asco —murmura Aaron mientras hace muecas raras y sin poderlo evitar, empiezo a reír. El resto se me une y así comienza la misión más importante de nuestras vidas.

Conseguir que Aaron Andersson y Emma Bolt se den cuenta de que están hechos el uno para el otro.

***☆☆***

¿Qué les pareció?

Aaron era un diablito de pequeño jaja. Por fin sabemos como comenzó el amor entre esos dos.

Nos vemos en el próximo capítulo.  Extrañaba esto.

Las quiero

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro