Extra #2
Extra #2: David Olsen
Detroit:
9:30 pm
David Olsen vivía en uno de los vecindarios más pintorescos y seguros de todo Detroit, pero era un poco...aburrido. Casi nunca había cambios en el mismo. Siempre los mismos vecinos, paseando sus perros o saludando desde sus casas. Era sumamente normal, tanto que a veces fantaseaba con la idea de irse lejos de ahí.
No lo haría, claro. Eso le causaría un ataque a su hermano mayor y, por más que disfrutaba molestarlo, causarle sustos no era divertido. Además, en esa casa estaba vivo el recuerdo de su madre. Dos años sin ella, pero aún la sentía entre esas cuatro paredes. David fantaseaba con alejarse de ese vecindario, irse a lugares exóticos como África o Latinoamérica para ayudar a gente necesitada, pero sabía que siempre volvería a su hogar.
A ese pintoresco y seguro vecindario, donde todo era normal.
Suspiró por cuarta vez al no entender el ejercicio de álgebra en su cuaderno. Rascó su ceja con confusión, jamás comprendería cómo era que mezclar números y letras podía tener sentido. La verdad era que ese adolescente castaño y de ojos verdosos prefería pasar sus fines de semana ayudando en albergues, o en comedores sociales. Era extraño, o al menos eso decía él de sí mismo, pero le encantaba hacer acción social.
Prefería eso más que las fiestas y mucho más que estudiar para una prueba de álgebra, pero había cosas de las que no se podía librar.
Sintió un golpe en su nuca del que se quejó al instante. De inmediato, escuchó la risa de su hermano mayor. Daniel tenía veintitrés años, su cabello era castaño claro como el de él y sus ojos marrones resultaban muy oscuros. Las únicas cosas que lo hacían aparentar su edad eran su barba y su altura. Del resto, parecía un adolescente más.
—Estabas tan concentrado que no me resistí —carcajeó él, rodeando la mesa para quedar frente a él. Puso una canasta de frutas entre ambos que hizo que David enarcara ambas cejas hacia él.
—Acabas de agotar toda la concentración que tenía, más ahora que apareciste con eso —dijo David, señalando la canasta de frutas —. ¿Y para qué es?
—Tenemos nuevos vecinos y tú les llevarás una canasta de frutas como bienvenida.
David abrió mucho sus ojos, provocando que sus cejas pobladas se alzaran hasta arrugar su frente. No recordaba mudanzas frecuentes en su vecindario, la última fue cuando su mamá aún vivía. Observó a Daniel por un largo rato, quizá su hermano solo bromeaba.
Pero no, su sonrisa se veía genuina y no bromista.
—Me estás jodiendo —soltó, pero Daniel negó de inmediato con la cabeza —. ¿Cuándo y a dónde se mudaron?
—Hoy y se mudaron a la casa de al lado ¿Acaso no escuchaste al camión de la mudanza? Hermano, eso lleva haciendo un escándalo desde hace horas.
—No. He estado muy concentrado tratando de entender como carajo se suman letras. No noté a nuestros nuevos vecinos.
—Suerte que tienes a un atractivo y excelente hermano mayor que te trae las buenas noticias.
David rodó los ojos hacia su hermano. Considerando que era más interesante saber sobre los recién llegados que averiguar cómo funcionaba el álgebra, se asomó por la ventana de la cocina hacia la casa de al lado. El camión de mudanzas ya no estaba, pero había luces encendidas dentro de la gran casa de dos pisos junto a la suya. Estuvo abandonada por un año, ahora parecía recibir una familia numerosa porque David podía ver unas cuantas cajas aún en el patio delantero.
—Es la primera cosa interesante que pasa en este lugar desde hace años —soltó, pensando en voz alta. Su hermano lo alcanzó y se asomó por la ventana tras de él.
—Lo sé. Cuando llegué del trabajo, alcancé a ver a un hombre alto y fuerte —habló Daniel —. Y cuando digo fuerte, hermano, hablo de que podría ser La Roca sin problema. Nuestro vecino se ve como un puto luchador, mejor no meternos con él.
》También vi a dos pequeños, una niña y un niño. Dudo que pasen de los siete años.
—Genial, niños. Más razones para que tu novia te recuerde lo mucho que quiere bebés.
—Cuando termine de pagar por tu educación, le daré a Ashley todos los bebés que quiera. Apúrate en crecer, cabroncito.
Daniel palmeó su hombro y caminó hacia el refrigerador, David lo siguió con la mirada. Ashley Williams llevaba siendo la novia de su hermano cinco años, ya incluso la veía como a alguien de la familia. Era una chica dulce y bonita que trabajaba como enfermera en un hospital para niños. Daniel la amaba, por lo que David siempre se preguntó porqué su hermano no le ponía una sortija a esa mujer y le daba la vida con muchos hijos que ambos deseaban.
Y lo triste es que siempre llegaba a una misma conclusión: por su culpa.
Los hermanos Olsen no siempre la tuvieron fácil en la vida. Su padre fue un hombre violento que llegó a hacer de sus vidas y la vida de su madre un infierno. Cuando Daniel cumplió dieciocho, lo confrontó y sacó a su hermano y a su mamá de su antigua casa en Chicago para alejarse de quien tanto daño les hizo. Para ese entonces, David solo tenía trece años.
Empezaron de cero en Detroit y fueron felices por varios años. Daniel comenzó a estudiar leyes y se convirtió en un buen abogado capaz de cubrir los gastos de la familia, todo estuvo bien...Hasta que su madre enfermó y el dinero comenzó a escasear. Por un buen tiempo, todo fue complicado. Luego, su mamá murió y pasó de ser complicado a triste.
No quería quitarle el crédito a la mujer que fue su madre porque ella fue asombrosa, pero Daniel siempre fue quien más cuidó de él. Toda su vida la dedicó a su bienestar, a sus estudios, a su felicidad. El pensar que estaba pausando sus planes con Ashley por él solo hacía sentir culpable a David. No quería seguir siendo un peso para su hermano mayor.
Daniel sacó del refrigerador unas verduras mientras silbaba. Entonces, notó la mirada consternada de su hermanito. Rodó los ojos al instante, sabía lo que estaba pensando sin la necesidad de que se lo dijera.
—Quita esa cara, yo solo bromeaba —aseguró él —. Siempre voy a pensar en ti, pero créeme que no detengo este aspecto de mi vida por tener que cuidarte.
—¿Entonces por qué? —le preguntó. Su hermano mayor se encogió de hombros, pero notó en su mirada como lo esquivó con rapidez —. Daniel, tú no serás igual a ese hombre. Tú no eres pa...
—No lo llames así, David.
La forma en la que Daniel lo cortó le hizo entender que no podía tocar ese tema. Suspiró y volvió a mirar por la ventana, concentrándose en los vecinos para no pensar en el hombre que les hizo la vida un infierno por tanto tiempo.
—Oye —Daniel lo llamó y le sonrió para aligerar el ambiente —. Mejor ve y llévale esa canasta de fruta a los vecinos.
—Eso es estúpido —soltó David de inmediato —. Nos veremos como unos lameculos.
—No, nos veremos educados.
—O desesperados por socializar.
—Mira, sé que se ve estúpido, pero a mamá le gustaba que lo hiciéramos, así que lo harás —dijo, con tacto en su voz —. Solo ve, David. Mientras tanto, yo haré el almuerzo.
—Espera a que Ashley termine de bañarse, tú cocinas terrible.
—Cabroncito, no insultes a quien te alimenta. Muestra aunque sea un poco de decencia frente a los vecinos, o de lo contrario tendré que negar que te conozco.
David bufó y tomó la canasta de frutas aún pensando que era una idea tonta. Claro que si tenía que escoger entre conocer a los vecinos y estudiar algebra, pasaría toda la pena necesaria presentándose ante esos desconocidos. Tomó su abrigo y se lo colocó antes de salir a la calle. Detroit era extremadamente frío, al menos ya estaba acostumbrado a eso.
La casa de sus vecinos era una de las más lindas del vecindario. Color ladrillo por fuera, techo de madera, ventanas amplias, dos pisos y un patio delantero igual de grande que el suyo. Era bonita y amplia. Además, si su hermano tuvo razón al decir que habían niños en esa familia, ellos disfrutarían mucho todo el espacio que tenían disponible.
Abrió la puerta de la cerca, sintiéndose un poco cohibido. David era social, pero dado a que el primer indicio que le había dado su hermano sobre sus nuevos vecinos era que uno de ellos parecía La Roca, no puedes culparlo por estar un poco asustado. Respiró hondo antes de tocar la puerta y se convenció a sí mismo que si a los tres segundos nadie abría, volvería a casa y le arrojaría la canasta en la cara a Daniel.
Pero solo pasaron dos y la condenada puerta se abrió.
Lo que le sorprendió fue que no encontró a un hombre fuerte como la roca, o a un par de niños pequeños. En su lugar, lo recibieron un par de ojos verdosos con un toque de azul en ellos. Eran impresionantes, grandes cubiertos por unas largas pestañas pelirrojas. Se ordenó a sí mismo ver más que solo eso, así que encontró unas mejillas llenas de pecas, unos labios color melocotón quebrados y un cabello naranja muy corto. Todo eso le pertenecía a la chica frente a él.
La chica de ojos preciosos.
—Vaya...—soltó en un suspiro. Sacudió su cabeza al darse cuenta de lo raro que estaba actuando e intentó enfocarse en lo que venía —. Digo, hola.
—Eh...Hola —la voz de la desconocida sonaba ligeramente ronca. Notó algo de timidez, que de hecho bajaba la mirada para no verlo directo a los ojos.
Sin poder evitarlo, continuó viéndola. Notó bolsas debajo de sus ojos y que quizá se veía demasiado delgada, pero seguía viéndose hermosa. No se veía mayor de dieciséis años, aunque era algo bajita. El color naranja en su cabello se veía demasiado bien con su tono de piel...
—Eh...—dijo la extraña tras carraspear —. Supongo que viniste por alguna razón, ¿o no?
—¡Ah, si! ¡Claro que si! —exclamó él. Estás siendo raro, David, se dijo a sí mismo. Claro que ni ordenándose a actuar normal consiguió hacerlo —. Mhm...soy tu nuevo vecino y quise traer esto para darte la bienvenida al vecindario. Me llamo David Olsen, ¿y tú?
—Cristal Milestone —respondió ella, aún con mucha timidez. Al menos ahora levantaba la mirada —. Aunque no eres mi vecino, David Olsen. En realidad, esta es la casa de mis tíos. Mi mamá y yo viviremos con ellos temporalmente, hasta conseguir un lugar para nosotras.
—Oh...Bueno, podrías mudarte a este vecindario. Es un buen lugar, hay casas disponibles y vecinos que traen canastas de fruta. No puedes negar que es una buena oferta.
"Y así es como pasas de verte estúpido por tener una canasta de frutas en la mano a sonar realmente estúpido. Bravo, David" pensó.
Sin embargo, logró obtener un atisbo de sonrisa de la chica delgada frente a él. Su casi vecina desprendía un aire de tristeza, aún cuando olía a flores y él solía relacionar ese con un aroma alegre. Le sonrió de vuelta, quizá no había sonado tan estúpido.
—¡Hola! —la voz infantil de un niño se escuchó y él tuvo que bajar la mirada para encontrar al dueño de esta. El pequeño rubio de ojos verdes lo miraba con atención detrás de las piernas de la chica —. ¿Quién eres?
—Hol, él es David Olsen. Es tu vecino —le dijo Cristal al pequeño —. David, él es mi primo. Se llama Holden.
—Hola, Holden. Gusto en conocerte —habló David, agachándose a la altura del niño. Extendió su puño y lo chocó —. ¿Cuántos años tienes?
—Siete —respondió él —. ¿Tú?
—Diecisiete, somos compañeros de sietes.
—¡Genial!
—Sí, genial.
Pudo notar que Cristal lo miraba con impresión. Sí, David era bueno con los niños. De tanto ir a eventos de caridad, se acostumbró a ellos y le encantaban. Holden se veía como un niño activo y travieso, sería divertido tenerlo de vecino.
—Oye, Hol —le dijo él —. ¿Y cuántos años tiene tu prima?
—Mhm, no sé —respondió el pequeño —. ¿Cuántos años tienes, Cris?
—Cumpliré dieciséis, Hol —le respondió la chica —. Ya te lo he dicho, huracán.
—Upsi, se me olvida.
Así que Cristal tenía casi dieciséis. Bien, no se equivocó en su predicción. Aún cargando la cesta, se puso de pie otra vez al tiempo que una niña muy parecida a Holden apareciera en la entrada.
—¿Quién es? —preguntó la niña. Era preciosa, de la clase de bebés que se solían ver en comerciales para niños.
—Es David, el ve...veci...—Holden sufría para decir vecino, así que el niño simplemente resopló y se encogió de hombros —. Es David.
—Oh...¡Hola, David!
—Hola...—pero entonces David dudó, pues no conocía el nombre de la niña.
—Harley. Soy Harley.
Le sorprendió que ella de hecho se acercara y extendiera su mano para estrecharla. Él agitó su mano y la hizo reír cuando besó sus nudillos cual princesa. Harley pestañeó varias veces, luciendo tan adorable que David no pudo evitar expandir su sonrisa.
—Así que ustedes dos son mis verdaderos vecinos —señaló David, para luego ver a Cristal —. ¿Me causarán problemas, vecina temporal?
—En mi familia, llaman a estos mellizos huracanes —contó ella —. Saca conclusiones por tu cuenta.
—Bueno, al menos este lugar se volverá interesante...
Muy interesante.
Porque esa chica con aire de tristeza le daba muchísima curiosidad. Incluso la forma en la que se abrazaba a sí misma le parecía interesante, parecía que se estuviera protegiendo de algo ¿Pero de qué?
—¿Cristal, él es tu novio? —preguntó Harley, consiguiendo que la chica se sonrojara en cuestión de segundos.
—¡¿Qué?! ¡No! —se apresuró a decir.
—Bien, ahora dilo como si no fuera una desgracia ser mi novia —dijo David, diversión desbordando de su voz.
La hizo sonrojar aún más. Sus mejillas se veían incluso más rojas que su cabello.
—No tenía intenciones de ofenderte, perdón —se apresuró a decir la chica —. Es solo que Harley lo dijo y, pues, eh...si no le aclaró las cosas...
—Tranquila, estaba bromeando contigo —dijo él, riendo —. Entiendo, vecina temporal.
—¿Cris, quién está en la...?
Escuchó una voz masculina mucho más gruesa y entonces vio a quien debió haber visto su hermano más temprano: un hombre rubio con grandes músculos y bastante alto. Este lo observó de arriba a abajo y enarcó una ceja hacia él. Bien, ahora si estaba un poco intimidado.
—Hola, amigo —y, a pesar de lo gruesa de su voz, sonó sorprendentemente amable —. Soy Gabe Bacher, ¿y tú?
—David Olsen, señor —respondió, estrechando su mano y tomando la cesta de frutas al mismo tiempo. Hasta su agarre era fuerte —. Supongo que usted es el tío.
—Depende. Soy el tío de la pelirroja, los huracanes repetidos me dicen papá.
Para ser alguien que se veía tan fuerte e intimidante, Gabe Bacher sonreía y hablaba con mucha amabilidad. Quizá solo su fachada era ruda, de actitud era bastante agradable.
—Tito Gabe, él es tu nuevo vecino —dijo Cristal, sonando un poco más dulce al hablarle a su tío —. Trajo una canasta de frutas para dar la bienvenida.
—Ah, qué detalle. Gracias...No tenía idea de que aún se hacía eso.
—No se hace —suspiró David —. Es solo que mi hermano mayor quiso fastidiarme y aquí estoy.
—Bien, ahora repítelo como si venir a darnos la bienvenida no fuera una completa tragedia.
Se sorprendió al escuchar a Cristal bromear con él. Ella tenía una pequeña sonrisa en sus labios y un brillo de diversión en esos hermosos ojos verdosos. Definitivamente, esa chica era lo más interesante que le había pasado a su vecindario.
Los huesos de su cuello se mostraban, las bolsas bajo sus ojos se notaban demasiado y parecía estar algo deprimida. Aún así, era impresionante y diferente. Era algo nuevo, algo por lo que David no pudo evitar sonreír.
—¿Vives con tus padres, David? —preguntó el hombre que se presentó como Gabe.
—Eh...No, señor. Solo con mi hermano y su novia —dijo él, regresando su atención a él. Intentaba con todas sus fuerzas no ver a Cristal, pero no podía evitarlo —. Vivimos justo al lado. Si necesitan algo, no duden en buscarnos. Mi hermano se llama Daniel, su novia Ashley.
—David, Daniel, Ashley. Bien, los recordaré —le aseguró Gabe, sonriéndole —. Te invitaría a pasar para que converses más con Cris, ya que veo que se llevan tan bien. Pero me temo que la casa está hecha un desastre. Sin embargo, puedes venir cuando quieras. Es más, si tú y tu familia quieren pasar alguna noche a cenar, solo toca la puerta.
—Vaya, gracias. Eso es muy amable de su parte. Diría lo mismo, pero mi hermano es el que suele cocinar y lo hace terrible. Mejor sigo trayendo fruta, señor.
Gabe soltó una carcajada que sus hijos imitaron, aún cuando no entendían bien de qué hablaban.
—Llámame Gabe, señor es muy formal. Ahora, si me disculpas, debo hacer que estos dos entren antes de que les de un resfriado. Venimos de Los Angeles, no están acostumbrados a tanto frío.
—Entiendo. Fue un placer conocerte, Gabe. Adiós, Harley y Holden. Bienvenidos al vecindario.
—¡Adiós, David! —dijeron los niños al unísono.
—Entra cuando quieras, Cris —dijo Gabe al final.
Quedaron solo ellos dos y, por un buen tiempo, parecía que la chica no sabía que hacer. Miraba incómoda la punta de sus zapatos y mordisqueaba su labio sin pronunciar palabra. David comenzó a hacerse mil preguntas sobre ella, sobre esos ojos tan brillantes que no encajaban del todo con la figura pequeña y deprimida frente a él. Era como si hubieran forzado a dos piezas de un rompecabezas encajar aunque no debían ir juntas.
Por un lado, había dulzura y cierto ánimo en su mirada, y por el otro solo había tristeza retratada en unos huesos que se veían demasiado.
—Hace mucho tiempo que no hay mudanzas en este vecindario —dijo él, pasando una mano por los mechones de su cabello que quizá ya tenía un poco largo. Ella alzó la mirada, prestando atención —. Comenzaba a aburrirme.
—Con mis primos pequeños de vecinos no te aburrirás, créeme —ella soltó una pequeña sonrisa tímida.
—Me parece más interesante cierta vecina temporal —aseguró él, entregando la canasta —. Si necesitas algo, lo que sea, sabes donde encontrarme. Incluso si solo quieres charlar, búscame. Dicen que soy bueno escuchando.
—¿Quién lo dice?
—Podrías decirlo tú si te animas a probar mi teoría.
Ella pestañeó un par de veces, mirándolo con impresión ¿Qué estaba haciendo ese chico? Él comenzó a caminar fuera de la casa, de espaldas y sin dejar de verla. Sonreía de una forma que Cristal jamás había visto...
Era una sonrisa que prometía cosas que nadie más le había prometido a esa chica ahora insegura y temerosa.
—Nos vemos, Cristal Milestone.
—Mhm...Adiós, David Olsen.
La vio entrar a la casa y cerrar la puerta. Esperó unos segundos para sonreír por completo y correr de vuelta a su casa. Tropezó con las escaleras del porche, pero se recuperó con rapidez y entró a su hogar con demasiada prisa. Encontró a su hermano en el mismo lugar, ahora acompañado de la rubia que él conocía como Ash. La novia de Daniel lo observó con impresión y, con sus ojos verdosos abiertos de par en par, comenzó a preocuparse por la respiración del chico.
—¿Todo bien, Dav? —cuestionó la chica. En respuesta, David señaló a su hermano, quien contenía una sonrisa mientras cortaba vegetales sin cuidado.
—¡Sabías de ella! —exclamó —. ¡Por eso me hiciste ir hasta allá!
—¿De quién? —cuestionó Ashley, arrugando su nariz respingona y ladeando su cabeza hacia el chico.
—La chica, la vecina...Cristal. Tu novio sabía de ella y por eso me obligó a llevar esa horrible canasta de fruta.
Ashley parpadeó lentamente, intentando comprender...pero no lo logró. Llevaba cinco años conociendo a los hermanos Olsen y tres años viviendo junto a ellos. Amaba a Daniel y consideraba a David parte de su familia, como un hermano menor del que también cuidaba. Sin embargo, toda su experiencia con ese par de castaños la había llevado a una conclusión:
Jamás los iba a entender del todo.
—Bien, no entiendo nada —soltó la chica, alzando ambas manos en señal de rendición. En última instancia, miró a su novio —. Mi vida, ¿quieres explicarme lo que le hiciste ahora a tu hermano? En palabras que pueda entender una mundana que no tiene el apellido Olsen.
—Por supuesto, cariño —sonrió el mayor de los hermanos, dejando de hacer la cena para explicar lo sucedido —. Como ya notaste, tenemos nuevos vecinos...
—Sí, yo fui quien te lo dijo. Conocí a Cloe y a Eve esta mañana y te dije que quizá seria lindo presentarnos formalmente con toda su familia. Ya sabes, ser buenos vecinos.
—¡Y te hice caso! Bueno, no en lo de presentarme formalmente, sino en lo de ser un buen vecino.
—Oh, por amor al Cielo...¿Qué hiciste?
—Me envió como ofrenda junto a la canasta de frutas más fea que he visto en mi vida —intervino David, a lo que su hermano mayor soltó una carcajada.
—Juro que iba a ir a darles la bienvenida por mi cuenta, pero entonces me asomé por la ventana y vi a una delgada chica, muy triste y sola, ayudar a unos niños a bajar sus cosas del camión de mudanzas. Fue entonces cuando recordé que mi molesto hermanito es muy bueno haciendo sentir a la gente que importa y todo eso. Ahí, la brillante idea de ayudar a esa chica apareció en mi mente como una especie de declaración divina...
—¿Y por qué la canasta con fruta?
—Oye, tampoco podía perder la oportunidad para hacerte pasar vergüenza —carcajeó él —. Era bien fea, ¿verdad? Elegí la más horrible para que no solo te vieras como un lameculos, sino como alguien sin gusto alguno.
—¿Qué carajo le ves a este, Ash? —le preguntó David, a lo que Ashley soltó una carcajada —. En serio, podrías estar con cualquier chico con algo de cerebro y vienes y escoges a este. No lo entiendo.
—Dentro de todo, tiene buenas ideas —dijo la rubia —. Sabes que tiene razón sobre tú siendo bueno animando a la gente. Si esa chica necesita ayuda, o algún amigo que la escuche, es bueno que tu hermano te haya hecho pasar esa vergüenza porque ahora sé que no te rendirás hasta ayudar. Tú eres así.
Y esa era justo la razón por la que Daniel lo había empujado hasta Cristal: porque sabía que ahora no dejaría de pensar en esa chica y en cómo ayudarla. Así era él, Ashley y su hermano lo sabían mejor que nadie. David se dejó caer en una de las sillas, frente a las anotaciones de algebra que sabía que no retomaría. Ahora tenía un problema mucho más grande en su mente, y ese era el que se escondía tras la mirada azul-verdosa de su vecina temporal.
—Oye —lo llamó su hermano, dedicándole una sonrisa ladeada —. ¿Recuerdas lo que decía mamá sobre ti?
—¿Qué siempre fui su favorito? —cuestionó, logrando que Daniel rodara sus ojos.
—No...Ella solía decir que tu calmabas las tormentas en la gente.
—Ahh, sí...eso.
Suspiró con cierto pesar al recordar esas palabras. Lamentó no haber sido lo suficientemente bueno alejando las tormentas de su madre. Todavía la extrañaba.
—Quizá tú puedas calmar la tormenta que esa chica trajo consigo —sugirió su hermano —. Si algo siempre he admirado de ti es eso, como te entregas al bien de otras personas. No sé nada de la vida de la vecina, pero quizá pueda necesitar a alguien que sepa domar nubes de lluvia...
》Quizá puedas serle útil.
David observó a su hermano, ambos habían sobrevivido a grandes tormentas. Quizá por eso siempre sintió la necesidad de ayudar a otros en las suyas. Sabía lo que era vivir bajo un cielo gris sin sombrilla a la cual acudir, sabía el dolor que implicaba sobrevivir a situaciones difíciles. Había visto de cerca la misma debilidad que ahora tenía su vecina temporal, ya había abrazado a alguien que fue más hueso que carne...
Sabía lo horrible que era perder a alguien así.
Pero David tenía un don: él alejaba las nubes de lluvia; las domaba y les quitaba la tristeza ¿Sería capaz de hacer eso con las que tenía Cristal?
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