Extra #1 (Parte 2)
Extra #1: De amistad a algo más
(Parte 2)
Los Ángeles
5:20 am
No lo había planeado con esa intención, pero la primera mañana junto a Silene en la casa agradecía tener que pasarla en un aeropuerto. No lo malentiendas, despertó y todo fue perfecto. El tenerla ahí, acurrucada junto a él y poder oler el aroma a rosas típico en ella fue increíble, pero supo que se sintió de esa forma porque solo uno de los dos estaba despierto. Si Silene no hubiese estado dormida, habría habido la misma incomodidad de la noche anterior ¿Cómo se deshacía de esa molesta cosa?
—¿Nos vas a visitar? —le preguntó Harley a Adam, halando su pantalón para llamar su atención.
—¡Claro, Harl! —habló él, agachándose a su altura para verla directo en sus ojitos verdes —. Iré muy pronto a verlos a ti y a tu hermano, ya verás.
—No. Venme a ver a mi, no a él.
—Oh, una chica celosa. Ya veo —carcajeó un poco antes de susurrarle a Harley —. Te diré algo: yo voy a decir que iré a visitarlos a los dos para que Hol no se sienta mal, pero tú y yo sabremos que solo te iré a visitar a ti ¿Está bien?
—¡Si!
Desconocía cómo era posible que Harley Bacher tuviera tanta energía a las cinco y veinte de la mañana. Su hermano dormía en los brazos de Cloe, mientras que ella parecía estar más despierta que nunca, encantada de poder pasear su propia maleta pequeña a donde quiera que fuera.
Era extraño estar despidiéndose de los Bacher, de Eve y de Cristal. Las dos últimas estaban más a lo lejos, despidiéndose con abrazos de Calvin Milestone, quien iría pronto a Detroit de visita. Mientras tanto, Adam, Donovan y Dalia estaban con esa familia de cuatro, esperando a que fuera su momento para entrar a migración y posteriormente a su vuelo.
—Huracán número uno, ¿segura no tienes sueño? —le preguntó Cloe a Harley. La niña negó con la cabeza, meciendo su cabello dorado oscuro recogido en dos coletas —. Yupi, eso seguro será divertido para mamá y papá.
—¿Sabes qué será divertido en verdad? —habló Gabe —. Cuando el huracán número dos despierte y tenga una sobrecarga de energía.
—Seguramente al mismo tiempo en el que huracán número uno se esté quedando sin batería y se ponga como una diva a lloriquear porque el huracán número dos no la deja dormir. Que diversión.
—Súper divertido.
—Escucho "divertido" pero sus voces suenan a "mejor solo lloremos" —carcajeó Adam.
—Créeme, lloraré en algún punto del viaje. No hay nada peor que subir a dos mellizos pequeños a un avión. Nada —aseguró ella, antes de suspirar —. ¿De quién fue la idea de tener hijos?
—Tuya, loquita —habló Gabe.
—Oh, verdad...pero la culpa es tuya.
—¿Por qué?
—Porque te dije que no me dejaras tomar decisiones estando ebria.
Adam, Don y Dali rieron ante la respuesta de Cloe. Exageraban, claro estaba. Los Bacher amaban a sus huracanes, por más desastrosos y agotadores que fueran. De hecho, eso se confirmó segundos después cuando Gabe detuvo a Harley de marcharse con maleta rosa y le dio vueltas en el aire hasta hacerla reír. Él perdía todo ese aspecto rudo y fuerte con sus hijos, del mismo modo en que Cloe adquiría cierta madurez y ternura con ellos.
—Y bien, galán —le habló ella —, ¿qué tal está tu chica?
—Cierto, no te he preguntado por Silene —concordó Donovan —. ¿Se encuentra mejor ahora que está en su casa?
—Pues...—soltó él, rascando su nuca.
—Oh, oh —habló Gabe—. Escuché "pues" pero tu voz suena "esto no fue lo que esperé".
A veces le sorprendía lo listo que podía ser Gabe. Lo llamaba idiota la mayoría de las veces, pero vaya que podía adivinar situaciones complicadas en solo cuestión de segundos. Adam suspiró y se encogió de hombros.
—Bueno, no lo sé. No es que no me alegre tenerla cerca, ni que no ame estar a su lado, solo es...diferente.
—¿Cómo así? —preguntó Dalia, ladeando su cabeza.
—Para empezar, está frustrada, cosa que entiendo. Silene es y siempre ha sido muy independiente, pero ahora tiene que aguantar que la arrastren a todos lados en esa silla de ruedas. Se choca con cosas, no puede hacer lo que hacía antes y, bueno, está triste. No está actuando como ella, sino como una versión más débil y afectada de mi princesa. Me duele verla así.
—Ya, pero eso es normal —habló Cloe —. Está pasando por mucho, asimilando demasiado al mismo tiempo, no puedes esperar que no se sienta frustrada.
—No, no, más bien eso me lo esperaba. Lo entiendo y lo respeto, sé que mejorará cuando vaya a la psicóloga que le recomendaste.
—Entonces explica mejor porque estás viviendo con la chica que amas y no te ves como si estuvieras asquerosamente feliz por eso —dijo Gabe.
—Es porque las cosas en general con Silene son...incómodas. Hay demasiada tensión, de la buena y de la mala. Es como si no quisiéramos separarnos, pero al juntarnos todo se torna extraño. No sabemos qué hacer, ni cómo actuar. No solo nos vemos como dos extraños, sino como dos primerizos que jamás han tenido una relación en la vida. Es sumamente raro.
—Vaya —soltó Don, observando a Adam tras hacer una mueca —. Suena como algo difícil. No me lo imaginé de ustedes, no cuando son tan unidos y se quieren tanto.
—Lo sé, yo tampoco me lo esperaba —suspiró Adam —. Espere tenerla junto a mi por muchísimo tiempo y, ahora que está pasando, yo no sé qué hacer. No sé qué paso dar, no sé qué la incomoda y qué no; no sé que es ir lento, o ir rápido; no sé si estoy haciendo algo bien, o si la estoy cagando. Yo simplemente no lo sé.
—¿Lo han hablado? —preguntó Dalia.
—Los dos estamos conscientes de eso, pero así como hablarlo bien...no ¿Qué se supone que vamos a decir? Ninguno sabe lo que está mal.
Adam suspiró y se encogió de hombros. Comenzaba a preguntarse si su relación con Silene llegaría lejos, quizá algo que se sentía tan perfecto no duraría ni dos semanas. No quería que fuera así, no cuando amaba a Silene de una forma tan abrumadora y fuerte. Quería luchar por esa relación, por un futuro, ¿pero cómo?
¿Cómo hacerlo si no sabía cómo actuar junto a ella?
—Oh, te ves triste, cariño —dijo Dalia, abrazando a Adam de costado —. Calma, esto es más normal de lo que crees. Cuando me mudé con Donny, fue súper incómodo al principio. Era raro y no me comportaba como lo hacía normalmente, pero él me ayudó a sentirme mejor. Es cuestión de afianzar la confianza, encontrar un punto en el que ambos se sientan cómodos dentro del mismo techo.
—Ya, pero Silene es la persona en la que más confío —continuó él —. Y ya hemos vivido en el mismo lugar, ya sabemos cómo estar cómodos en el mismo techo. El problema es estar cómodos con nosotros...enamorados.
—Es un problema, bestia —opinó Gabe —. Pero lo solucionarán, ya verás. Dale tiempo, no te rindas y ya verás como Silene y tú encuentran la forma de ser una pareja cursi como solo ustedes dos podrían serlo.
—Y para cuando eso suceda, no olvides usar protección —señaló Cloe —. Como le des sobrinos al nerd, aparecerás muerto. Sé que parece que él solo sabe sacar cuentas, pero yo lo he visto partir narices. Cuídate del cerebrito.
—Gracias por el consejo, Cloe.
—¡De nada, galán! Debería empezar a cobrarte por ellos.
Ella le guiñó un ojo, él soltó una carcajada, pero no logró quitarse de la cabeza que quizá todo se iría al carajo con Silene antes de empezar. Minutos después, los Milestone se acercaron a ellos. Hablaron por un tiempo, hasta que las voces en los altavoces anunciando los vuelos indicaron que era momento de comenzar con las despedidas.
Adam abrazó a Cristal primero, sintiendo su delgadez contra su cuerpo. Esperaba que la niña lograra sanar allá en Detroit, con el programa MER. Se lo hizo saber y le deseó todo lo mejor. Después de todo, le tenía demasiado cariño a quien apodaba "hermosa pelirroja". Ella le sonrió con gratitud y lo abrazó en respuesta. Por último, le dijo que "cuidara a una princesa".
Y él logró entender eso. Le sorprendió que, a pesar de lo mucho que Cris detestaba a Silene en ese momento, aún se preocupara por ella.
Luego, se despidió de Eve con un gran abrazo, y a Harley la alzó en sus brazos antes de prometerle otra vez que iría a visitarla solo a ella, no a Holden. Cloe besó sus mejillas una y otra vez a modo de despedida y lanzó uno que otro consejo alocado al aire antes de dejarlo ir. Fue entonces cuando Adam escuchó a Gabe hablar; más bien, quejarse.
—No me jodas, Donovan Cooper —lo escuchó decir, mientras se cruzaba de brazos —. No te despidas de mí, no así.
—Es por si acaso, hermano —Don se encogió de hombros y lo observó con cierta tristeza —. Ya sabes, por si no te veo más.
—¿Te estás escuchando? ¿Es que estás escuchando la estupidez que está saliendo de tu boca? —preguntó Gabe, antes de rodar tus ojos y ver a Dalia —. Dal, tu novio se volvió loco. Se está despidiendo de mí definitivamente, este imbécil no me quiere ver más.
Adam suspiró al entender lo que hizo Donovan. No se trataba de despedirse definitivamente porque no lo quería ver más, sino de despedirse definitivamente por si no volvía a ver a su mejor amigo. Por si no lograba sobrevivir hasta su próximo encuentro.
Pero también entendió lo que hizo Gabe: negarlo, impedirle pensar en eso. Donovan era alguien que siempre miraba hacia delante, que no se detenía. Sin embargo, en momentos como ese en los que veía a su mejor amigo irse sin saber si lo volvería a ver, el miedo podía invadirlo. Ahí es donde Gabe jugaba sus cartas y lo alejaba de esos pensamientos ¿Que si se veía como un bruto brusco al hacerlo? Sí.
Aún así, le funcionaba.
—Tenemos una apuesta corriendo, Cooper —señaló Gabe, tomando la mano de su hija —. No esperas que yo gane por default, ¿o sí?
—No —sonrió él —. Tienes razón, no puedo dejarte ganar.
—Bien, así suenas más como tú. Ahora quiero escucharte decir: "hasta luego, Bachers. Nos vemos pronto".
—No lo diré tal cual.
—Si lo harás —Donovan suspiró al escuchar a su amigo decir eso.
—Hasta luego, Bachers. Nos vemos pronto.
—Chauuu, tío Don —respondió Harley, lanzándole un beso —. Besitos para ti, para la tía Dali, para el tío Cal y para la bestia ¡Besitos para todos!
¿Qué extrañaría Adam de los Bacher? Todo. Extrañaría a los mellizos con sus extrañas locuras; a veces ladrando, a veces gritando, esos niños siempre traían alegría consigo, por más peculiares que fueran. Extrañaría a Cloe con sus locuras y sus consejos, su única forma de ayudarlo siempre le causaba gracias. Extrañaría...extrañaría hasta la honestidad directa y poco solicitada de Gabe.
Lo extrañaría a él en general ¿Y ahora a quién iba a molestar?
—Bestia —le dijo él, palmeando su hombro como despedida. Le sonrió y hubo orgullo ahí, orgullo de ver al hombre en el que se había convertido el molesto niño con cáncer que conoció años atrás —. Dime que sabes qué hacer.
—Claro que sí —aseguró Adam, para luego rodear a Dalia y a Donovan por los hombros —. Cuidaré de mami Dali y papi Don en tu ausencia, idiota.
—Tenemos más de treinta años —suspiró Donovan —. No necesitamos que nos cuides, niño.
—Es una excusa para tenerlos cerca —dijo Adam, sonriendo con inocencia. Dali soltó una carcajada y besó su mejilla con cariño.
—Claro, fingiremos que te creímos —habló la pelirroja.
—Y, a parte de cuidarlos...—intervino Cloe —. ¿Alguna otra cosa que debas hacer, galán?
Entonces, Adam refunfuñó y se cruzó de brazos, observando a la castaña de ojos azules. Entrecerró su mirada hacia ella antes de decirle lo que quería escuchar:
—No embarazaré a mi novia, Cloe. Sé que si lo hago Derek me va a...
Pero, entonces, Adam se dio cuenta de algo sumamente importante. La noche anterior todo había sido extraño. No supieron qué hacer, qué era ir rápido y que era ir lento. Fue incómodo, vergonzoso y desalentador...pero hubo una parte de la noche en la que todo se sintió normal, que fue cuando ambos confesaron sentirse raros.
Entonces, Silene le preguntó qué eran ella y él.
Y no lo sabían...¡No lo sabían porque jamás lo habían hablado!
—¿Se quedó congelado? —preguntó Calvin, al ver que de la nada no hablaba.
—Así de atolondrados se ven mis hijos cuando están al borde de quedarse sin batería —señaló Cloe.
—¿Adam? —preguntó Donovan, chasqueando sus dedos frente a él —. ¿Sigues con nosotros?
Adam sacudió su cabeza y poco a poco fue sonriendo. Ya sabía qué hacer para mejorar un poco su relación. Quizá necesitaban claridad, definir que estaban en la misma página, y ahora él sabía cómo hacer eso.
—¡No le he pedido que sea mi novia! —exclamó su gran revelación en medio aeropuerto —. Eso es como la gran cosa, ¿no? ¡Es como demasiado importante!
—Em...si tu lo dices...—habló Gabe.
—Voy a hacerlo. Voy a pedírselo —aseguró Adam, comenzando a caminar lejos de ellos —. ¡Buena suerte en Detroit! ¡Les irá increíble!
Finalmente, se dio la vuelta y salió trotando de ahí. Claridad, eso necesitaban ambos y quizá una simple petición era el primer paso. Podía luchar por una relación que le importaba ¡Podía hacer algo para alejarse de toda esa incomodidad!
Podía llegar lejos con Silene, solo necesitaba comenzar con seguridad y sin miedo.
—Papi —Harley llamó a su papá, jalando de su mano para que le prestara atención.
—Dime, Harl.
—La bestia está loco. Loquísimo.
Él soltó una carcajada, sin poder negar tal observación ¿Qué sabía Gabe sobre la locura? Que siempre traía consigo buenos resultados. Quizá ese arranque de locura repentino ayudaría a Adam.
Quizá no todo estaba tan perdido en esa relación.
...
9:40 am
Las rosas eran las flores favoritas de Silene, así que sabía que ese bonito ramo de rosas rojas la pondría muy feliz. De lo que no estaba del todo seguro era cómo le pediría ser su novia porque, en el fondo, él ya la sentía como tal. Necesitaban claridad, necesitaban asegurar que ambos estaban en la misma página, así que ese era un paso obligatorio. Debía encontrar la forma de pedírselo...
Y, siendo el improvisador nato que siempre había sido, optó por actuar natural.
Entró a su hogar y de inmediato el aroma a comida llegó a sus fosas nasales. Un desayuno que de seguro incluía huevos y tocino inundaba el ambiente con su delicioso aroma. Supo de inmediato que ahí debían de estar Lilian y Derek, les había pedido antes que fueran con Silene si él no llegaba del aeropuerto antes de las ocho. Cerró la puerta y se adentró en su apartamento, comprobó su teoría al llegar a la cocina.
—Buenos días —saludó, llamando la atención de la pareja que se encontraba limpiando la vajilla.
—Buenos días, Adam —Lilian fue la primera en voltearse. Le sonrió con amabilidad y él le devolvió el gesto —. Ya desayunamos, pero te dejamos un plato por si tienes hambre.
—Gracias, Lili ¿Cómo está Silene?
—Comió poco, pero al menos lo hizo —dijo Derek, intentando sonar entusiasta —. Sirvió traer a los niños, ahora están con ella en lo que supongo es tu habitación.
—¿Y sus pastillas? ¿Las tomó?
—Si, nos encargamos de todo —aseguró Lilian —. Calma, Adam. Ya están en casa, a partir de ahora las cosas solo irán a mejor.
Él asintió con la cabeza, queriendo creerle. Después de todo, Lilian hablaba desde la voz de la experiencia. Ella ya había pasado por algo similar, ¿por qué no sería real lo que estaba diciendo?
—Esas son unas lindas flores, por cierto —soltó Lili, con una sonrisa cómplice. Derek, por su lado, solo frunció el entrecejo y se cruzó de brazos.
—¿Para qué son? —preguntó él.
—Ah, bueno. Ya sabes, quería decorar un poco la casa, darle como un toque natural así bien innovador —soltó Adam, sin esconder su sarcasmo. Soltó una pequeña carcajada al final —. Cálmate, Derek. Sí, son para tu hermana, pero no es como si le estuviera pidiendo matrimonio. Sé que estas flores le encantan, decidí traerle este detalle porque quiero verla sonreír un poco.
—Si sonreirá cuando vea que le trajiste eso —aseguró Lilian, antes de golpear el brazo de su esposo —. Y tú deja de mirarlo como si fuera un peligro, Osbone. Estamos hablando de Adam, no de un lunático cualquiera intentando acabar en la cama de tu hermanita.
—Eso ya lo sé. Ya vi que Silene acabó en la cama de él, no en la de ella —bufó él.
—Bueno, ¿y qué? Déjalos vivir.
—Derek, estoy saliendo con tu hermana, quiero hacer todo bien porque la amo y me importa —se sinceró Adam —. Me conoces desde hace años, sabes que jamás le haría daño. Solo confía en mí, ¿bien?
—No es que no confíe —suspiró Derek —. Sé que la amas y que ella te ama, eso lo entiendo. También entiendo que eres mejor para ella que Caleb, tú la haces feliz. Pero es mi hermanita, Adam. No me pidas no estar a la defensiva con el chico con el que vive.
—Te conseguiste a un cuñado celoso —le explicó Lilian a Adam.
—Mhm, ya veo...
—Sí, bueno, no me pienso disculpar por eso —Derek se encogió de hombros —. Demuéstrame que puedes ser tan buen novio como lo eres siendo su mejor amigo y quizá así dejaré de verte como un peligro, Adam.
Antes de comenzar a salir con Silene, jamás habría pensado en Derek como un hombre intimidante. Más bien, lo veía como alguien bromista, como un niño que no terminaba de crecer a pesar de lo listo y maduro que era. Aún así, inclusive en ese entonces, reconocía que Derek Osbone debía de ser el hermano más receloso y cuidadoso cuando de Sile se trataba. Ahora que ella y él estaban viviendo una historia con una naturaleza muy distinta a una simple amistad, podía comprender que los celos de ese hombre no eran una cosa divertida. Más bien, le daban cierto miedo.
Y no era que creyera que él lo fuese a golpear, sino que lo escuchaba hablar de demostrarle ser bueno para Silene y entonces lo sentía como una responsabilidad. Respiró profundo, dándose cuenta de que en verdad quería lograrlo. Quería ser la mejor versión de sí mismo para su princesa; ser mejor novio de lo que fue siendo solo su amigo. Asintió con la cabeza en dirección a Derek, haciéndole entender que lo intentaría. Claro que el físico teórico era un hombre de hechos, tendría que esperar a ver para creerle.
Pero le daría una oportunidad a ese chico rubio que le llevaba rosas a su hermanita.
Adam se excusó y alegó que iría a ver a Silene antes de dirigirse hacia el área de los cuartos en el apartamento. Escuchó una vocecita cantando y luego aplausos provenientes de su habitación. Se detuvo en la entrada, apoyándose en el marco de la puerta para observar a los tres niños Osbone charlar con su tía.
—Eso fue hermoso, Livi —aseguró Sile, realmente sorprendida. Sonreía mucho y Adam sabía que eso se debía a que ahora tenía la posibilidad de acercarse a la familia que alguna vez alejó. Ella estaba feliz por eso —. Cantas muy bonito.
—¿Verdad que si? —escuchó hablar a Lid, quien sonreía hacia su hermanita. Ella estaba apoyada en el respaldar junto a Silene, mientras que Drew y Livi estaban sentados frente a ellas —. Hermanita, tú tienes un don con la música.
—¿Eso creen? —preguntó la rubia, con timidez.
—Lavanda, no solo lo creemos. Lo sabemos —habló Drew —. Tienes una voz hermosísima y es una lástima que tuviera que pasar tanto tiempo para que nos diéramos cuenta de ello. Si los Carltons jamás se hubieran mudado a L.A, nunca nos habríamos enterado de que esto te gusta...Porque sí te gusta ¿Verdad, hermanita?
—Si, D —respondió ella —. Me gusta mucho, así como a mamá le gusta pintar y a papá hablar.
—Entonces no pares nunca, nena —le aconsejó Silene, con una sonrisa comprensiva en el rostro —. Mi papá...su abuelo, solía decir que solo se puede llegar lejos tomando el rumbo al que te dirigen los sueños. Ellos te indican el camino a la cima y solo lo alcanzas si trabajas duro en obtener lo que quieres.
—El abuelo era un hombre muy sabio, ¿no? —preguntó Lid. Sile suspiró antes de abrazar de costado a su sobrina mayor.
—Su abuelo fue uno de los mejores hombres que pisó este mundo. A él le habría encantado conocerlos, niños...
—Y nosotros a él, pero las cosas pasan por una razón —aseguró Drew —. ¿Sabes tía? Los recuerdos tienen dos partes: está la parte buena y la parte mala, lo bonito y lo feo. Cuando una persona se va así, siempre va a quedar dolor, que es la parte mala y todo lo que nos da tristeza. Claro que también queda la parte buena, las sonrisas y todo eso que viviste junto a él. Concéntrate en la parte buena y no es que la mala dejará de doler, pero si se volverá menos dura de llevar contigo. Te lo digo porque siento que quizá necesitas saber eso.
—Ese es un buen consejo, D. Gracias.
—Son cosas que aprendes cuando lidias con un cerebro que no te deja olvidar —aseguró el niño, rodando sus ojos como si el solo mencionar su mente le resultara fastidioso. Observó su cubo Rubik antes de suspirar —. Al menos siempre hay una parte buena.
Silene jamás se había dado la oportunidad de conocer a sus sobrinos antes, incluso llegó a tener roces con Lid en el pasado y a lastimar a Drew en algún momento. Sin embargo, desde el accidente que la llevó al hospital, los niños Osbone habían acompañado varias veces a su tía. Poco a poco, comenzaron a surgir esos lazos familiares que Sile tanto deseó, pero buscó de la forma equivocada. Ahora reconocía no tener una familia perfecta, pero eran tan únicos que le encantaban.
Tras unos minutos, Adam tocó la puerta de la habitación anunciando su llegada. Fue así como obtuvo dos miradas azules pálidas y dos miradas café sobre él, las cuatro demasiado expresivas para ser reales. Silene le sonrió de inmediato. A pesar de que todavía había mucha fatiga en ese gesto y en su rostro en general, comenzaba a mostrarse más abierta a ser feliz. Le sonrió de vuelta a su princesa, tenía motivos de sobra para intentarlo todo junto a ella.
A pesar de que Silene no notó las flores al inicio, esas no fueron un detalle que pasó desapercibido. El primero en notarlas fue Drew, quien entrecerró sus ojos hacia el ramo y luego hacia Adam. Para tener doce años, D tenía la mirada y la actitud de alguien mucho mayor. Resultó hasta amenazante la forma en la que negó con la cabeza hacia Adam, casi como desaprobando su actitud.
—Ugh, le trajiste flores —se quejó él, sin saludar siquiera. Luego, observó a su tía —. Así que te gusta lo básico.
—¿Qué? —cuestionó Adam, casi ofendido —. Primero que nada, niño: es clásico, no básico. Las flores son una tradición que nunca morirá.
—Es predecible, poco original y muy cursi.
—A mi me gustan las flores, D —señaló Silene.
—Eso tiene una explicación: todas las mujeres Osbone tienen mal gusto. Solo mira a Lid, planeando una boda doble con los Cooper...
—¡Oye! —se quejó su hermana —. Lo mío no es mal gusto, es ambición y visión a futuro.
—Que futuro tan de mierda, hermana.
—¡Mala palabra, D! —se quejó su hermana menor.
Drew se disculpó con fastidio, tan solo para evitar que su hermanita lo repitiera. Luego, continuó con su discurso que parecía ser más un reclamo hacia Adam,
—En fin, es entendible que te guste lo básico, tía —él se encogió de hombros —. Triste en el nombre del apellido, pero entendible porque supongo que viene en la genética.
—¿Y por qué de repente el odio hacia mi? —cuestionó Adam, adentrándose en la habitación y sentándose en el colchón —. ¡Yo siempre te he caído bien, Drew!
—Le caes bien, pero ahora sales con nuestra tía —explicó Lid —. ¿Qué? ¿Creíste que mi papá era el único celoso y protector de la familia? Ah, no. Drew es igual, o peor.
—Esas son la clase de cosas que debieron advertirme antes de comenzar salir con su tía, niños.
—¿Por qué? ¿Te habría detenido? —cuestionó Drew, cruzándose de brazos.
—No, jamás me habría detenido. Solo me habría preparado para impresionarlos a ti y a tu papá.
—Mhm, respuesta aceptable. Al menos no respondiste que sí, pero puedes mejorar —soltó el niño, colocándose de pie —. Bueno, nos vamos. No quiero romance cerca de mi, dicen que esa cosa se pega y no tengo ganas de descubrir si es verdad.
—A mi si me parecen lindos juntos —señaló Lid, aclarando que era muy importante saber su opinión. Se puso de pie junto a su hermano —. Ustedes dos son adorables y las flores son un detalle hermoso, no básico ni anticuado.
—Que asco. Suenas como una niñita inmadura, Lid.
—Y tú suenas como un idiota la mayoría de las veces, Drew, pero no me ves diciendo que das asco a cada rato.
—Qué patética eres.
—Que patético eres tú.
—Sin pelear —les reclamó la menor entre ellos, poniéndose de pie antes de suspirar —. Niños, dan demasiado trabajo. Vámonos y no discutan más.
Lavanda salió de la habitación y sus hermanos la siguieron, entre anonados y orgullosos porque ella actuara de esa forma a pesar de tener solo siete años. Silene y Adam los vieron irse tras despedirse. Ella soltó una pequeña carcajada para luego observar al chico frente a ella.
—No tenía idea de que Drew fuera así de protector —admitió ella —. Ni Lid tan soñadora, o Livi tan mandona. Es divertido conocerlos mejor.
—Tus sobrinos son únicos —aseguró Adam, apoyándose mejor en la cama —. Claro que acaban de arruinar un poco la confianza que tenía al venir acá. Creí que las flores serían un buen soborno...
—¿Y para qué quieres sobornarme, Blake?
—Para que no te puedas resistir cuando te pida ser mi novia.
Ella enarcó una ceja hacia él, impresionada al escucharlo decir eso. Lo observó enderezarse un poco en la cama y sonreír con algo de nerviosismo. Él rascó su barbilla, algo inseguro sobre todo lo que estaba sucediendo. Hacía muchísimo tiempo que no se sentía de esa forma, tan intimidado y ansioso ante una petición.
Había descubierto que el efecto que tenía Silene en su corazón era algo único, imposible de comparar con algo que había sentido anteriormente. Justo en ese momento se sentía como si ese órgano tan necesario fuera a escapar de su pecho, como si quisiera simplemente acercarse más a ella y jamás dejarla ir. Extendió el ramo de rosas hacia quien veía como a una princesa y se fijó en esos ojos café que decían demasiado...
Y en ellos se reflejaba todo lo que ambos sentían.
—Princesa, princesa —comenzó él, en lo que parecía ser el inicio de una rima —, eres la única por la que hago poemas. Me encantas, me fascinas y me tienes soñando con cosas que no te imaginas. Soy bueno coqueteando, he mejorado rimando, pero en lo que siempre he sido malo es en pedirle a alguien que acepte un noviazgo...
—Oh por Dios...—soltó ella, aguantando las ganas de reír.
Jamás creyó que Adam sería tan bueno improvisando versos, pero desde hacía un tiempo le había demostrado que tenía cierto don para hacer sus propios poemas.
—Y como sé que las violetas son azules, pero a ti te gustan las rosas, te traje unas para que mi corazón no rompas —continuó él —. Dueña de mi primer beso, sé que antes era tu amigo y ahora soy más que eso. Quiero un futuro contigo, quiero que esto funcione. La pregunta es, ¿qué es lo que quiere la princesa de mis...ilusiones?
》 No sé si esto se ve cursi, yo seguiré defendiendo que es clásico y quiero creer que de verdad no piensas que soy básico...Para acabar con estas rimas, porque se está haciendo largo: dime, princesa, ¿aceptas con este dragón comenzar un noviazgo?
Silene llevó una mano hasta su boca, apenas si podía cubrir la enorme sonrisa que él le había dejado impresa en sus labios. Lo observó pasar una mano por su cabello para luego reír con cierta timidez ¿Cómo es que llevaba conociendo a Adam casi una década y aún así era la primera vez que lo veía tan nervioso? Todo le pareció demasiado tierno. Una vez más, comprobó que ella estaba completamente enamorada de un chico que no era un príncipe.
Y estaba encantada por ello.
—¿Acabas de improvisar todo eso? —le preguntó, impresionada.
—Surge fácil un verso cuando tengo la inspiración que quiero —culminó él, encogiéndose de hombros. Al final terminó por reír —. Bien, me detengo. Si lo improvisé y no tengo ni idea de cuando me volví tan bueno rimando...pero lo más importante es que son palabras reales. Siento todo lo que acabo de decir, e incluso más.
》Mira, Sile, sé que estás pasando por muchísimas cosas ahora y todo está muy confuso para ti. Estás lidiando con una enfermedad que ni sabías que tenías, con una silla de ruedas que no sabes manejar, con un cambio en tu vida que no esperabas...Son muchas cosas y, honestamente, no quiero que nuestra relación se convierta en otro punto de esa larga lista de confusiones.
》Quiero que te sientas tan cómoda junto a mi como te sentías cuando solo éramos amigos, pero que lo hagas sintiendo todo lo que sientes ahora. Quiero que esto que está pasando sea algo que te haga feliz dentro de todo lo que te está sucediendo; que nos haga felices a los dos. Si algo deseo en este mundo es avanzar contigo, princesa. Por eso estoy dando este paso que espero que sea el primero de muchos y que aclare un poco lo que está sucediendo. Quiero arriesgarme, Sile ¿Y tú?
—Ay, Adam —ella sintió sus ojos cristalizarse. Estaba más sensible de lo usual y él solo lo había empeorado —. Tienes razón, todo es demasiado confuso para mi ahora. Sigo luchando con ideas dentro de mi cabeza que están instaladas ahí como un chip, uno que no puedo quitar aún cuando sé que está defectuoso. Es horrible, agotador. Tanto así que hay muchas cosas por las que justo ahora no me arriesgaría porque no tengo la fuerza para lidiar con ellas...
—Oh...
Él se desanimó al escucharla decir eso. Observó las rosas, quizá las había comprado para simplemente ser rechazado...de nuevo.
Sin embargo, mucho antes de que pudiera retirarse de la habitación y darse por vencido, la sintió moverse en el colchón. Ella tuvo que usar sus brazos para lograr arrastrarse hasta quedar sentada frente a él. Tomó su rostro entre sus manos y le sonrió entre lágrimas llenas de sentimiento.
—Hay muchas cosas por las que no me arriesgaría, pero tú no eres una de ellas —terminó por decir Silene —. Nuestra relación, esto que sentimos, es lo único que se siente increíblemente bien en medio de toda esta locura en la que me metí...en la que nos metí sin medir las consecuencias. Sí, se ha sentido raro y quizá sea así por un tiempo mientras nos acostumbramos, pero estoy descubriendo lo mucho que mi corazón necesita esto; te necesita a ti y a tu peculiar forma de ser porque le encantas. Me quiero arriesgar porque también quiero ser feliz junto a ti y porque te amo...
Él suspiró con alivio y dejó un beso corto en sus labios. Luego, esbozó una amplia sonrisa que casi parecía querer escapar de su boca.
—¡Me diste el puto susto del año! ¡Creí que me ibas a decir que no! —exclamó él, colocando sus manos sobre las de ella —. A la próxima, primero di que sí y luego lánzate el discurso bonito. No juegues así con mi corazón, princesa.
—Lo siento, lo siento...pero también fue tonto de tu parte pensar que me negaría. Que esto te quede claro: no quiero volver a hacerte daño, Adam. Lo único que quiero es avanzar contigo.
—Cariño, somos dos los que queremos avanzar. Este es el inicio de una historia muy impresionante, ya verás.
—No necesito verlo, eso ya lo sé. Y me hace muy feliz saber que ahora esto que está sucediendo entre tú y yo tiene nombre —ella mordió su labio inferior y se sonrojó al momento —. Ni en un millón de años me habría imaginado llamarte novio, Adam Blake.
—Ni yo a ti novia, Silene Osbone —sonrió él, acercándose más a su rostro —. Pero suena perfecto.
—Más que perfecto.
A unos les cuesta más que a otros borrar esa línea entre amistad y noviazgo, pero la de ellos se difuminó un poco más tras esa noche. Él llevó su boca hasta la de ella, consumiendo las dudas en un beso que eliminó cualquier rastro de incomodidad que habían sentido antes. Las rosas quedaron junto a ellos, presenciando aquel momento en el que la claridad en su relación finalmente les hizo entender algo sumamente importante:
A partir de ese momento, solo buscarían avanzar juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro