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6: Felicidad.


Cornwall, Inglaterra.

Un deseo hecho realidad más tarde...

LOREN:

Presioné mi mano contra la incubadora. Estaba usando un traje quirúrgico con gorro y tapabocas como medida de precaución en la sala de neonatos. Después de mirarlo durante una hora entera para asegurarse de que era real, Anabelle había regresado a su habitación acompañada por Mike, dejándome a solas con nuestro bebé. Había cables pegados a su pecho para monitorear sus signos vitales mientras los esteroides ayudaban a que sus pulmones maduraran para que pudiera ir a casa con nosotros. Algo dentro de mí se rompió cuando Nollan, sus ojos aún cerrados, privándonos de tener aunque fuera una ligera idea del color que tendrían, apretó su puño contra la parte de vidrio con la que estaba en contacto como si supiera que papá estaba aquí.

Mientras lo veía sin estar avergonzado de las lágrimas escurriendo por mi rostro, me sentí mal por todas las veces que perdí la fe y puse una barrera entre él y yo. Pude haberle dicho millones de cosas a Anabelle durante el embarazo para hacerla sentir mejor, pero la realidad era que había estado más aterrado que ella. No solo pensé que podíamos perderlo, sino que podía perderla. Fue egoísta, pero aunque en un principio insistí con los tratamientos, lo que también fue egoísta, a medida de que mi esposa se apagaba ante mis ojos sin que pudiese hacer nada al respecto, la amenaza de un aborto rigiendo nuestras vidas, por momentos quise no haberlo hecho y guiarla a recurrir a la adopción o alquiler de vientres en su lugar.

Ahora me sentía en deuda con la parte de mí que insistió y luchó.

Sufriría lo que había sufrido una y otra vez si el resultado era él, la última pieza faltante de nuestra familia.

—¿Quieres cargarlo? —preguntó Berta, la enfermera de turno, cuando se acercó arrastrando un carrito con biberones—. Está estable. Puedes alimentarlo si quieres.

Tenía dudas al respecto, se veía tan jodidamente frágil, pero terminé asintiendo.

—Sí, está bien.

La mujer, que debía tener alrededor de unos cincuenta años, me señaló una silla en la que tomé asiento mientras sacaba a Nollan de la incubadora y se acercaba con él teniendo cuidado de que los cables no se despegaran. Sentí que mis brazos eran demasiado grandes para su cuerpo cuando estuve en ellos, pero me sorprendió acurrucándose contra mí sin signos de sentirse incómodo.

Miré a Berta en búsqueda de aprobación. Ella asintió mientras me tendía el biberón con el nombre de Anabelle y el suyo en él. Supuse que le habían extraído leche materna. Como me enseñaron en las clases pre-papá a las que impartían en la clínica de fertilidad que adoptamos como un segundo hogar, tuve cuidado de mantener su cabeza en una sola posición mientras acercaba la mama a sus labios. Su boca se abrió luego de que la frotara por unos segundos contra ella. Me sentí capaz de cualquier cosa cuando empezó a succionar, su cuerpo tensándose y relajándose a medida de que se bebía el contenido de la botella. Era cálido como acostarse entre sábanas tibias y envolverse en ellas durante una tormenta. Ni siquiera tenía palabras para describir cómo me sentí cuando terminó y se presionó contra mí.

Berta no tuvo problemas con que lo sostuviera mientras alimentaba a los otros tres bebés que compartían la sala con Nollan. No eran tan pequeños como él, pero sus padres lucían desesperados por salir de aquí con ellos sanos. Estaba profundamente dormido, sus respiraciones lentas, cuando lo tomó de vuelta y lo regresó a su nave espacial. Había un montón de personas esperando conocerlo que probablemente lo molestarían cuando el horario de visitas empezara de nuevo, así que lo dejé descansar y me aparté de su lado por primera vez.

No había comido nada desde el almuerzo, así que mi estómago rugía. Lo primero que hice cuando salí de la sala fue escucharlo pidiendo comida, por lo que me dirigí a la cafetería para conseguir algo para Mike, a quién imaginaba que mamá ya había alimentado, y para mí. Lo segundo, sin embargo, interrumpió mis planes e hizo que me echara hacia atrás, pegándome contra la pared, cuando impactó contra mí.

—¡Bienvenido oficialmente al club!

John.

—Gracias —dije abrazándolo de vuelta y aceptando la camiseta que me tendía.

Lo había adoptado como uno de mis mejores amigos desde que gracias a su idea de todos hacernos una prueba de compatibilidad de médula con Mike, esto terminó salvándole la vida. John era todo lo contrario a lo que solía buscar en mis amigos, pero ahora sentía una especie de amor masculino por él. Parker y Blackwood, mis dos cuñados, se acercaron luciendo la misma camiseta que él. Era negra y decía que eran el número cuatro y el número tres en la lista de padres más sexys del mundo, lo que fuera que eso significase. La mía tenía un número dos. John era el uno. Estaba tan emocionado que me quité la parte de arriba de mi pijama en medio del pasillo del hospital y entré en ella ante las cejas alzadas de las enfermeras.

—Felicidades. —Nathan me palmeó la espalda—. Estamos para lo que necesiten.

Negué mientras una sonrisa se extendía por mi rostro.

—¿Cuántos días se quedarán?

Mis hermanas habían prometido quedarse durante unos días después de que Nollan naciera. Habían vivido la incertidumbre con nosotros. Lloraron por Anabelle cada vez que nos visitaron. Fueron un gran apoyo cada vez que fuimos a la ciudad en búsqueda de otras opiniones. Amaba a mi familia. En los últimos nueve meses me había sentido sumamente feliz de ser un Van Allen debido a ellas.

—Rachel limpió su agenda por dos semanas de camino aquí —respondió.

—Marie y yo solo estaremos hasta el viernes. Mags tiene una competencia en Londres —respondió Ryan mientras se acercaba—. Me alegro por ustedes, Loren. Sé lo mucho que Anabelle y tú querían un bebé.

Apreté la mandíbula, conteniendo la emoción ante el recuerdo de Nollan entre mis brazos, por las palabras del más cercano de los tres a mí. Ryan era mi especie de mano derecha en lo que se refería a proteger la fórmula de los vinos, lo que nos había hecho trabajar juntos y causó que fuera uno de los testigos de mi historia con Anabelle. Todos ellos lo fueron, en realidad, pero él se involucró más. Me ayudó a organizar mi mierda cada vez que la perdí y me dio ánimos para pelear por nosotros.

Tenía una familia que se preocupaba por mí.

Formé la mía con la mujer que consideraba el amor de mi vida.

Mis amigos estaban se alegraban por mí.

La vida no podía ser mejor.

Con ese pensamiento en mente y una sonrisa estúpida en el rostro, nos dirigimos a la cafetería. Durante el camino las personas nos reían y señalaban. Me importó una mierda. Mi esposa seguía enamorada de mí, lo cual significaba que debía gustarle, y era el orgulloso padre de dos chicos que cambiaron mi mundo con el solo hecho de existir. Estaba seguro de que a medida de que crecieran harían lo mismo con el de otras personas. Reí mientras me imaginaba a Mike formando su propio movimiento para salvar el ecosistema. No tenía ni idea de qué le gustaría a Nollan, pero con la influencia de Belle y de su hermano probablemente acabaría yendo por el mismo camino, razón por la que en ese momento, mientras me quejaba del menú de mierda del hospital, decidí que necesitábamos tener una niña que me escogiera por encima de ellos. Aunque ninguna de mis hermanas quiso manejar el negocio, no podía dejar de pensar en lo bueno que hubiera sido para este que Rachel o Marie me ayudaran.

Algún día, me prometí.

Por el momento estaba más que conforme.

ANABELLE:

Lo único que quería hacer era escaparme de mi habitación en el ala materna del hospital, a hurtadillas de las mujeres que me miraban y hablaban entre ellas con sonrisas permanentes en sus rostros, y estar con mi pequeño bebé, pero me sentía demasiado cansada. Ni siquiera sabría si podría llegar a la puerta antes de desplomarme. Estaba agradecida con su presencia, las amaba, tanto con la especie de fiesta que me recibió cuando volví de ver a Nollan, Rachel era la única capaz de preparar una tan rápido y de manera tan improvisada, pero necesitaba descansar o al menos ver a Loren para recobrar energía.

Mis deseos se hicieron realidad cuando, minutos después de más charlas sobre cómo cambiar mejor un pañal, mi esposo entró luciendo una camiseta que me hizo sonreír. Decía que era el segundo padre más sexy del mundo, pero para mí era el primero. Mi corazón se aceleró, volviendo a la vida, cuando se inclinó sobre mí para besarme en los labios durante lo que pareció una eternidad. Cuando se separó de mí me tomé un momento para inspeccionar su rostro y darme cuenta de que no era la única que había estado llorando, así como para amarlo un poco más de lo que ya lo hacía. Era el único que entendía el sentimiento tras mis lágrimas.

Lágrimas de felicidad.

De miedo no justificado.

Aunque los doctores nos habían repetido una y otra vez que Nollan estaba bien, no dejaba de dolerme verlo tan necesitado de atenciones y medicamentos para eso. Tampoco terminaba de creer que fuera real. Había estado tan asustada durante el embarazo que ya no sabía sentirme de otra forma, pero tan aliviada cuando oí su llanto al nacer. Me hice a un lado en mi cama cuando se recostó junto a mí para poder acariciarme el pelo. Sin importar el sonido de las voces a nuestro alrededor, incluida la suya, cerré los ojos y me permití descansar como no lo había hecho en meses.

Cuando desperté solamente Loren estaba en la habitación. Ya no estaba junto a mí, sino semidormido junto al ramo de rosas azules más bonito que hubiese visto jamás. Había otros, pero ese llamó mi atención. Me extendí para tomar el sobre junto al cartel felicitándome por haber tenido un niño. Con cuidado de no despertarlo, había enormes círculos de cansancio bajo sus ojos, rasgué el papel y abrí la tarjeta para leerla.

Belle, te mentí.

Lo siento.

Cuando te ofrecí mi amistad en realidad hablaba de mi corazón. Sé que soy un idiota por no mencionarlo antes, no me di cuenta hasta que me enseñaste el significado de estar enamorado y pasaron tantas cosas con nosotros que no lo recordé hasta que Nollan nació, pero ahora soy el idiota con el que te casaste y al que hiciste padre.

Gracias.

Te ama, Loren.

Con mi barbilla temblando debido a la emoción, conseguí ponerme de pie y sentarme en su regazo. Se había despertado mientras releí las palabras. Envolví su cuello con mis brazos antes de inclinarme sobre él y besarlo con toda la pasión que sentía.

Lo amaba.

Aún si Nollan no hubiese nacido, podría pasar a través del dolor debido a él.

Si no tuviese a Loren, en cambio, estaría perdida.

—¿Quieres fingir estar dormida para que nos dejen a solas? —gruñó cuando tocaron la puerta con suavidad, ante lo que negué mientras la risa escapaba de mis labios.

Había terminado con la Anabelle depresiva. Llegó el momento de celebrar y recoger los frutos de los sacrificios que habíamos hecho. Nollan estaría bien. Lo sabía porque sus genes eran los de un luchador. Loren y yo habíamos peleado mucho para traerlo aquí. No nos decepcionaría. Aún me moría por verlo, pero el horario de visitas había acabado cuando me fui. La única razón por la que Loren se quedó fue porque sobornó al director del hospital con un donativo. Había hecho un escándalo tan grande cuando nos pidieron salir que terminó atrayendo su atención.

—¿Anabelle? —preguntó una vocecita que conocía muy bien, la cual también me estaba muriendo por escuchar.

—Mike —lo llamé mientras Loren se ponía de pie conmigo en brazos para llevarme de vuelta a la cama. Cuando llegó a mi lado lo abracé. A diferencia de Loren, había suplantado su pijama por pantalones y una camisa recién planchada que llevaba por dentro. Claramente Anastasia le había traído ropa—. ¿Dónde estabas?

—Fui a casa. —Me abrazó de vuelta—. ¿Cómo está Nollan?

Lo miré con ternura.

—Tu hermano está bien, Mike. —Le sonreí—. Dentro de unos días irá con nosotros a casa y podremos ver todos los documentales que quieras juntos.

Mike me sonrió de vuelta mientras Loren bufaba.

—Sabía que esto pasaría.

—¿Papá está celoso? —preguntó jugando a que Loren no estaba con nosotros.

Asentí.

—Papá está celoso de ti. —Presioné un beso contra su mejilla. Lo había llegado a querer como si fuera mi hijo. Respetaba el lugar de Lena, pero después de que se convirtiera en una de mis razones para sonreír cada vez que me encontraba triste lo amaba de la misma manera en la que amaba a Nollan—. Porque sabe que cuando crezcas serás más apuesto que él. —Miré la camiseta de Loren—. Siempre le dan los primeros lugares a los rubios. Los morenos nunca ganan.

Mike sonrió maliciosamente.

—Pero los pelirrojos sí. —Miró a su padre—. Como Nollan.

Fingiendo estar molesto, Loren se dio la vuelta repentinamente para atraparlo y probablemente colocarlo sobre su hombro para hacerlo retractarse de sus palabras amenazándolo con no dejarlo bajarse, pero Mike fue más rápido y salió huyendo de la habitación mientras reía y gritaba que su hermano sería pelirrojo.

—¿Eso es cierto?

Aparté mi atención de la puerta abierta para mirarlo con las cejas juntas.

—¿Qué cosa?

Supe que estaba en problemas cuando se inclinó hacia mí con una mirada hambrienta en su rostro. A pesar de que no debería sentir ese tipo de ganas tan pronto, no pude evitar juntar mis muslos cuando su barba raspó mi mejilla.

—¿soy el número dos para ti?

—No —murmuré—. No lo eres.

—¿Qué esperabas ganar provocándome?

Guindé mis dedos en el cuello de su camisa y lo acerqué a mí.

—Esto —dije antes de conectar mis labios con los suyos.

Habíamos pasado a través de esto y seguramente nos quedarían cicatrices, pero nuestros corazones no dejarían de latir.

Seguíamos amándonos. 






Lamento la tardanza ;-;

Aquí les dejo capítulo. Mañana será actu de DR y FAPV. Este está dedicado a @TessaFrame  por sus comentarios, dedico siguiente a la opinión más bonita, aunque todas la son, de este capítulo tan esperado. Recuerden votar y comentar si quieren que publique más seguido, por fi.

¿Qué opinan de Loren queriendo una niña?

Las amu. 


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