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1: Tomada por sorpresa.

Monuriki, Fiji.

ANABELLE:

─Anabelle Young, ¿quieres hacerme el hombre más feliz del mundo casándote conmigo?

Mis rodillas finalmente cedieron, dejándome al mismo nivel que él sobre la arena, mientras mis ojos empezaban a llenarse de lágrimas. El motivo por el que no había establecido la palabra volver como la adecuada era porque no sabía si Loren me aceptaría o quería aún de regreso. Seis meses no era demasiado tiempo, pero en un día podían pasar muchas cosas. Conocer a muchas personas. Vivir momentos que podrían hacerte cambiar de opinión. Por más que mi corazón se rompiera ante la idea, Loren pudo haber sanado por su cuenta y vuelto a enamorar y yo no tendría nada que decir al respecto. Cuando me alejé lo hice sabiendo que podría pasar. Que alguien podría darse cuenta de que mi chico perfecto no tenía a nadie y atacar. También lo decía por experiencia propia.

Yo sané. Intenté enamorarme.

No funcionó.

Jared me arregló unas cuantas citas sorpresas. Ninguna de ellas funcionó. Una vez veía al sujeto con el que iba a salir y no percibía ningún incremento en el nivel de mi respiración, tampoco ninguna sensación de sentirme todo para alguien, mis expectativas se derrumbaban. Mi mundo giraba en torno a una única verdad.

Loren era mi definición de amor.

Tal vez las cosas nunca serían como lo fueron en un principio. Sencillas. Felices al cien por cien. Sin problemas. Pero lo tenía a él amándome y a mí amándolo de vuelta con la misma intensidad, no importaba la manera, la dirección o el tiempo, para tratar con ello. Nuestro amor nunca se iría. Haría metamorfosis al hecho de que ya no solo éramos nosotros dos, ampliándose para abarcar a Mike y especializándose en ayudarnos a superar el daño que nos habíamos causado mutuamente.

Tenía toda mi fe puesta en ello.

Loren sosteniendo una cajita con el anillo más precioso que he visto en toda mi vida, aro de oro con pequeñas incrustaciones de diamante que antecedían una gigantesca piedra preciosa protegidas y rodeada de otras en un diseño de revista, era la prueba de que él también ponía toda su fe en nosotros.

─Sí ─susurré emocionada, mi garganta totalmente obstruida.

─Gracias a Dios. ─Loren sonrió, derritiéndome, mientras tomaba mi mano con delicadeza y colocaba el anillo en mi dedo con aún más cuidado. Sus ojos grises no se apartaban del movimiento. Parecía no creer que esto por fin estuviera sucediendo. Me encontraba en la misma sintonía─. Empezaba a adivinar cuál sería tu excusa para decirme que no esta vez. Estaba entre... ─su voz se cortó por la emoción. Mis manos temblaban─. El hecho de que no me amaras ya o que no estuvieras lista para recibirnos a Mike y a mí en tu nueva vida de escritora famosa.

Mis mejillas se sonrojaron.

─Nunca digas eso de nuevo ─murmuré con una sonrisa tonta en los labios─. Te amo, Loren, siempre tendré un espacio en mi vida para ti. ─Me incliné hacia adelante y presioné mis labios contra los suyos, mi corazón casi saliendo de mi pecho─. Para ti y para Mike.

Sus hombros se relajaron ante mi aceptación explicita al hecho de que ahora era papá de un precioso niño. Se puso de pie y tras guardar la caja del anillo en su bolsillo, me ayudó a hacer lo mismo y me apretó contra sí. Me sentí completa de nuevo una vez presionó un beso sobre la cima de mi cabeza. Como si la pieza que me había faltado todo este tiempo estuviera de regreso.

─Te amo, Anabelle ─susurró sobre mi cabello.

Nunca me cansaría de oírlo.

Empezamos el camino de regreso a la fiesta una vez logramos recomponernos. Mis dedos permanecían entrelazados con los suyos. Cuando llegamos fuimos recibidos por virotes y aplausos de nuestros seres queridos. Rachel y Marie vinieron a abrazarme, la segunda después de hacer lo suyo despeinando el cabello de mi chico. Loren siempre decía que se llevaba mejor con Rachel, que la menor de los Van Allen era su favorita, pero entre él y Marie había una riña sin la que no podría vivir.

─Al fin. Felicidades ─dijo la hermosa morena, su vientre hinchado presionándose contra mí. No pude evitarlo y puse una mano sobre él─. Tengo siete meses y medio. Será una niña.

Mis labios se curvaron. Otra Van Allen.

─¿Y tú, Rachel?

El vientre de embarazada de Rachel parecía a punto de explotar.

─No lo sé. Nathan y yo decidimos esperar para saber el sexo. ─Tomó mi mano, sus ojos puestos en el anillo, mientras hablaba─. Tengo ocho meses, casi nueve, pero...

Mis ojos se abrieron como platos. Loren se tensó a mi lado.

─Rachel, eso es mucho maldito tiempo. No deberías estar aquí ─habló por mí─. Trabajando. Yendo de un lado a otro. Permiso. ─Sus manos estaban en puños mientras me besaba en la frente─. Lo siento, nena. Iré a conocer la opinión del jardinero al respecto. Quiero que me explique por qué dejó que mi hermana tomara un avión lejos de casa cuando está a punto de dar a luz.

Rachel frunció el ceño mientras extendía la mano para detenerlo.

─No, no le dirás nada a Nathan. Ya está lo suficientemente estresado con...

─¡No me interesa! ¡No deberías estar trabajando!

─¡No lo estreses! ¡Trajo a mi doctor de Inglaterra para que estuviera encima de mí!

─¡No me digas que el idiota de Patrick está aquí, Rachel!

Marie bufó─. Loren, por favor...

─¡No es Patrick, idiota, yo no le haría eso a Marie! ¡Y deja de culpar a Nathan por todo! ¡Yo fui la que se negó a guardar reposo porque me dijeron que todo estaba bien y después del parto no podría venir a la boda de Gary! ¡No iba a dejar a mi bebé solo por venir! ─gritó de vuelta.

─¿Ellos no podían esperar más?

Los ojos de Rachel se llenaron de lágrimas. La abracé dirigiéndole una mala mirada a Loren. Él entendió y tomó aire. Aún así entendía su punto. Rachel parecía más lista para dar a luz que otra cosa. Sorbió por la nariz.

─Eduardo le concedieron vacaciones de la aerolínea solo durante este mes ─sollozó.

Loren endureció la mandíbula, pero no dijo nada.

Mis ojos, por otro lado, se abrieron cómo platos cuando sentí que mi falda se humedecía. Bajé la mirada, un movimiento que siguió Loren, para ver que el vestido de Rachel estaba todo húmedo y manchado. Marie hizo lo mismo y se cubrió el rostro con las manos, luciendo incrédula.

─Oh, por Dios ─soltó.

Rachel, ignorante de lo que sucedía, frunció el ceño.

─¿Qué...?

─Voy por Nathan ─la cortó Loren corriendo en dirección a la mesa de billar en la que estaban todos los chicos alrededor del característico barril de cerveza de mi chico.

Nathan bebía sobre la mesa directamente de una manguera, John animándolo. Él nos saludó levantado las manos cuando nos atrapó mirándolo. Ryan, Diego y todos los demás estaban inservibles sobre la arena. Probablemente festejaban desde ayer. Lucius y Anastasia estaban con todos los niños y Luz y Cleo en la playa. No había rastro de Gary y Eduardo.

Marie me miró. Asentí.

─Rachel... ─captó la atención de su hermana─. ¿Qué tal si tomamos un taxi al hospital? No te quiero alarmar, pero Nathan está borracho, todos lo están, y acabas de romper bolsa.

Como si por fin se diera cuenta de lo que acababa de suceder, Rachel miró hacia abajo y soltó un grito que hizo que Nathan se apresurara hacia nosotras, olvidando que estaba sobre una mesa, y cayera en el suelo, dándose un golpe en la cabeza. Al verlo Rachel asintió.

─Mi doctor no está aquí ahora. Dijo que iría un momento a comprar regalos para su hija ya que nos vamos mañana porque solo pudimos convencerlo de venir durante cierto tiempo ─soltó entre resoplidos─. Marie, ya empiezo a sentirlo. ¡Me duele!

─Lo sé, Rachel, sé cómo es ─intentó calmarla mientras nos adentrábamos en el hotel, las personas abriéndose paso para dejarnos pasar─. Estarás bien. Probablemente la atención es más especializada aquí. Cuidarán de ti y del...

─¡Esto es una maldita isla! ¡Loren tiene razón! ¡No debí venir! ─Me miró con los ojos bañados en lágrimas─. ¿Y Madison? ¿George?

Le sonreí de la manera más tranquilizadora que pude conseguir aunque interiormente me moría de los nervios.

─Están bien, Rachel, están con tus padres. Se bañaban en la playa. ─Era cierto. Cuando los vi estaban todos sentados en la orilla jugando con el agua─. Luz y Cleo también estaban.

Llorando, Rachel presionó la frente contra mi hombro.

─¿Madison traía bloqueador? Su piel es sensible.

Asentí recordándola blanca y molesta.

─Mucho.

─Bien ─murmuró con una mueca de dolor.

Cuando por fin llegamos a la entrada del resort había una pequeña fila para tomar taxi y solo quedaba uno. Marie de alguna forma sacó al hombre que iba dentro de él, interrumpiendo la marcha, para meter a Rachel. Fui detrás con ella mientras Marie le daba indicaciones al hombre. Antes de arrancar Loren nos alcanzó corriendo. Sudaba y la preocupación estaba grabada en su rostro.

─Lo siento. Todos están muertos. Ayer en la noche fuimos a beber.

Marie asintió a secas, apoderándose de la personalidad de Ryan.

─Tranquilo. Encárgate de despertar a Nathan y llevarlo despierto al hospital. Llegaremos primero para que Rachel sea vista de inmediato. ─Pude ver la duda en los ojos de Loren. El conflicto. Marie también, por lo que añadió─: Ella lo necesita.

Rachel, cuya frete estaba sudorosa y mano oprimía la mía como si no quisiera dejarme ir, habló.

─Quiero a Nathan, Loren, por favor.

Loren afirmó y retrocedió, mirándome, encargándome a sus hermanas, puesto que Marie también estaba en estado, antes de retroceder y dirigirse al interior del hotel de nuevo. A lo largo de todo el camino consolé a Rachel. Le di palabras de ánimo. Incluso llegamos a reírnos cuando el chófer nos contó que su esposa casi lo había dejado ciego lanzándole un servilletero cuando le dijo que las contracciones no debían doler tanto. Cuando por fin llegamos al hospital corrimos tras ella cuando un camillero apareció con una silla de ruedas, llevándola directamente a emergencias. Palidecí al ver que estaban preparándola para dar a luz en este mismo instante, puesto que de acuerdo con la doctora que la vio ya había dilatado lo suficiente.

Marie limpiaba su frente con un paño, animándola a pujar, cuando la mujer morena con gafas la miró frunciendo el ceño antes de dirigirse a una enfermera pidiéndole que trajera de inmediato una camilla y una bata.

─No puede ser ─solté mirando la misma mancha que había tenido Rachel en su vestido en el de Marie.

─Esto debe ser una broma ─dijo Rachel entre resoplidos antes de que Marie mirara hacia abajo y se medio desmayara en mis brazos, ante lo que rápidamente vinieron las enfermeras a socorrerme ayudándome con su peso hasta que el camillero llegó con una camilla sobre la que la acostamos.

Debido a que una vez que recuperó la consciencia las contracciones se hicieron muy fuertes y la doctora comprobó que también había dilatado, todo probablemente a la emoción del embarazo de Rachel, Marie entró en labor de parto junto a Rachel. Eso me dejó a mí en medio de ellas, alternando entre limpiar sus frentes y sostener sus manos, mientras lloraban por la ausencia de sus maridos y la emoción de traer un nuevo ser humano al mundo. En contra de lo que todos en la habitación pensamos, Marie dio a luz primero. La enfermera sostuvo el pequeño cuerpo de Charlotte contra sí, llenando la habitación de su primer grito. Cuando la escuchamos las tres lloramos en conjunto, Rachel extendiéndose para tomar la mano de su hermana y apretarla. Todo mi cuerpo tembló cuando la enfermera me tendió a Charlotte envuelta en una manta rosada para que se la diera a Marie. La pequeña niña se sentía dulce y cálida sobre mi pecho, lo cual trajo más lágrimas a mis ojos. Era tan bonita. La ausencia de su brillo fue un golpe duro de procesar cuando se la entregué a Marie, pero se volvió felicidad pura cuando se enroscó alrededor del pecho de su madre, calmándose por fin. Saqué mi teléfono y las grabé, también la expresión de felicidad en el rostro de Rachel a pesar del dolor, sabiendo que sería un tesoro para ellas después.

─Eres tan hermosa ─susurró ella sobre la tela de su gorrito, la yema de su dedo delineando su diminuta nariz─. Otra princesa para volver loco a papi. Solo espera a que te vea. No te regañaré si te molestas con él por no estar aquí, pero quiero que sepas que te ama tanto como yo y que pronto querrás alejarlo de tanto tiempo que pasará pegado a ti. Probablemente para siempre. Si no me crees puedes preguntarle a tus hermanas.

Charlotte nació unas semanas antes, por lo que tuvieron que llevarla al área de neonatos y meterla en una incubadora por prevención, aunque su evaluación fue exitosa y nos calmaron diciendo que era una bebé cien por ciento saludable. Afortunadamente había estado más cerca de los ocho meses que de los siete al momento de nacer, prácticamente entrando en ellos. Marie, por otro lado, no quiso despegarse de Rachel, por lo que se negó a tomar una habitación para ella y tuvieron que traer una cama en condiciones para atenderla.

Casi pierdo mi mano. Sus uñas se clavaron en mi muñeca mientras rugía, todo su cuerpo tensándose y llenándose de sudor, una vez nos recuperamos del golpe que representó el espontaneo nacimiento de Charlotte y volvimos de lleno a la tarea de traer al mundo al hermanito o hermanita de George y Madison.

─Aquí viene ─anunció la doctora─. Ya veo la cabeza. Un último empujón, Rachel, uno último y ya lo tendrás contigo.

Rachel soltó mi mano para apretar las sábanas en su lugar, lo que me permitió grabar mejor el momento en el que el pequeño bebé de cabello negro salió de su cuerpo. La doctora lo alzó en el aire con cuidado hasta que de su boca escapó un grito. El pensamiento de que Madison no tendría que compartir su trono vino a mi mente cuando vimos que era un niño. Su manta fue azul en lugar de rosa, como su gorro, y Rachel lo llamó Lachlan. Era un nombre hermoso. Al igual que con Marie me permitieron ser quién lo llevara a su madre mientras que una de las enfermeras grababa, solo que esta vez no sentí nada más que alegría cuando lo dejé con ella. Marie sostuvo de nuevo su mano mientras ayudaba a que el bebé se mantuviera sobre el pecho de Rachel.

─Nathan estará tan feliz contigo ─dijo besando su frentecita arrugada─. Tu hermana, Madison, probablemente te tomará como su muñeco, pero George estará ahí para defenderte y enseñarte a eructar. ─Todas reímos. George era tan parecido y unido a Loren que parecía su padre en lugar de Nathan─. Y tantas tías como tu corazón puede soportar.

Como si supiera que Rachel estuviera hablando de mí y de Marie, Lachlan nos miró antes de esconder el rostro de nuevo en el pecho de Rachel. Había nacido con los ojos abiertos. No eran claros como los de Madison, Rachel y Loren, sino oscuros como los de Nathan. Probablemente se parecería mucho a George. Luego de que se llevaron a Lachlan también y limpiaron el desastre, tomé asiento junto a ellas hasta que Loren entró arrastrando consigo a Nathan. Ryan venía tras de ellos luciendo exhausto, tal vez aún borracho, hasta que vio a Marie y tropezó con sus propios pies en la prisa de dirigirse a ella.

─Nena, ¿qué pasó?

Marie lo miró con el ceño fruncido con molestia.

─Estoy acostada en una cama de hospital, mi estómago luce como un globo desinflado, no sé. No recuerdo nada. En tu opinión, ¿qué crees qué pasó?

─¿Tuviste nuestro bebé?

─Ni siquiera me molestaré en responder esa pregunta, Ryan.

Luego de que Nathan y Ryan consiguieron calmarse de su ataque de histeria y fueron a ver a sus hijos, regresando con lágrimas en los ojos, Loren y yo salimos para regresar al hotel y permitir que los padres de Rachel y Natalie vinieran junto con Luz, Cleo y el resto de la manada. Loren no tomó un taxi, condujo hasta el hotel sin dejar de sostener mi mano. En el caminito escuchamos Same Love de Macklemore y Ryan Lewis, una canción que me recordó a Gary y Eduardo, y cuando llegamos me ayudó a bajar. Madison me recibió luciendo ansiosa cuando llegamos a la habitación de hotel en la que nos esperaban. Al parecer la fiesta acabó cuando los novios se enteraron que su organizadora había dado a luz, yendo rápidamente a sumarse al ejército de apoyo en el hospital. Todos se fueron a penas nos vieron a Loren y a mí, sabiendo que estábamos más que acostumbrados a hacernos cargo de la pandilla. Mags y Willy también se fueron, por lo que no teníamos más apoyo para hacernos cargo.

─¿Mamá está bien?

─Tu mamá está perfecta. ─Besé la mejilla de Madison─. Tuviste un hermanito. Se llama Lachlan.

Madison sonrió ampliamente antes de abrazarme e ir con Loren y George para hablar con sus padres por videollamada. Yo hice lo mismo con Suzanne mientras Kevin y Louise veían una película. Cuando Suzanne y Louise se durmieron y los demás se apoderaron del televisor, me dirigí a la sala de la suite. Allí me encontré con Mike leyendo una revista sobre la isla. Me senté a su lado. Loren había estado con él un rato atrás, pero ahora veía televisión mitad dormido, mitad despierto.

─Hola ─dijo dejado la revista sobre su regazo.

─Hola, Mike, es bueno verte de nuevo.

─Estoy aquí porque no puedo dormir, pero tengo sueño. ─Sus ojos viajaron directamente al anillo en mi dedo─. ¿Te gusta?

Ladee la cabeza mientras acariciaba el anillo con un dedo de mi otra mano. ¿Me gustaba? Gustar era poco. Me encantaba. Realmente lo amaba. Loren parecía haber encontrado el equilibrio entre lo sencillo y lujoso en él. Era precioso.

─Es hermoso. Lo amo.

─Está bien. ─Me sonrió─. Le dije a papá que te gustaría.

Las comisuras de mis labios se curvaron.

─¿Ayudaste a escogerlo?

Mike afirmó.

─Sí. Papá estaba nervioso.

─¿Me cuentas sobre eso?

Mike volvió a afirmar antes de empezar a relatarme su viaje a Dubai con Loren. Cómo se divirtieron recorriendo el mercado de oro más grande del mundo en búsqueda del anillo perfecto y cómo lo consiguieron en un pequeño puesto escondido, en el que según Loren había baratijas cuando en realidad había bellezas artesanales. Cuando Mike terminó y sus ojos se cerraron, su cabeza en mis piernas ya que me había dejado pasar los dedos por su brillante cabello rubio mientras hablaba, cualquier vacío que sentí al estar con Marie y Rachel en el hospital se llenó. 

    


Feliz día de las madres 

Capítulo dedicado a Abby.

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