TESORO
IAN
No tenía idea de que la vida podría sentirse tan... agotadora.
Paso mis días leyendo un montón de casos, yendo a los tribunales, escuchando un montón de tonterías y viendo como algunos logran salirse con la suya.
Es abrumador, cansado y a veces, hasta humillante para un novato como yo. No es fácil hacerse de una reputación cuando tu padre fue un maldito hijo de puta. Pero bien, sin siquiera pedirlo, aunque sí necesitarlo, David Clark me ha apoyado, guiado y enseñado durante este tiempo.
Tiene una confianza en mí que ni siquiera creí poder merecer jamás. Sin embargo, ahora comprendo que, a pesar de todo, soy el único que debe quedar satisfecho con mi trabajo, no puedo vivir intentando complacer a los demás y solo puedo callarles demostrando que puedo, porque tengo la capacidad de ser el hombre que mi padre debió ser, el ejemplo que necesite de niño.
Si Bruce Taylor me viera ahora, trabajando con su enemigo. Un Taylor trabajando con un Clark... probablemente se ataría una soga al cuello en su celda.
Y nunca me ha importado menos.
Hace poco que me gradué. Volví a casa de mi madre, a mi vieja "casita" en el jardín de su casa. Ahora gano mi propio dinero, pero regresar aquí se siente extrañamente acogedor. Mamá ha hecho muchos cambios, la casa se ve y siente distinta desde que mi padre ya no está.
Mi madre ha optado por volver a su apellido de su primer matrimonio: Rymer. El mismo que usa mi hermano mayor, no sé muy bien qué es lo que suceda entre ella y su exmarido, solo ha mencionado algo de volver a hablar con él por llamadas. Según Kalev, su padre quiere pasar sus últimos años tranquilo y en paz consigo mismo. Cosa que a mí me tiene sin cuidado.
Por otro lado, últimamente mi hermano y mi madre se han vuelto inseparables, ella ha viajado mucho a Los Ángeles para apoyarle con uno de sus proyectos para ayudar a adolescentes callejeros o algo así. Aunque, creo que mamá va más por la novia de mi hermano que por él, cosa que tiene un poco celosa a Olivia, a pesar de que no lo diga.
Olivia.
Ah, sí. Mi querida y dulce novia, la cual últimamente anda de un humor raro, llora, ríe, se deprime, vuelve a ser feliz y así sucesivamente. No le reprocho nada, no volvió a ser la misma después de perder a Nick... creo que yo tampoco.
Después de graduarse, también volvió a casa con su padre, mi antiguo profesor, el señor O'Nell. Nos agradamos, pero ciertamente prefiero no verlo después de que nos pillara semidesnudos en la habitación de su hija, que incómodo momento.
Olivia sigue preocupada, ya que no encuentra una galería de arte que se acomode a sus estándares o, mejor dicho, que no sea tan pretenciosa —como ella lo llama— y de estándares elevados. Por lo mismo, pasa mucho tiempo conmigo, en casa, bueno, cada momento que tengo libre fuera de la firma.
La verdad, me alegra poder verla, es un respiro y así me olvido de todos los abogados malcarados que veo a diario. Aunque, esto no siempre es lindo, ella piensa que yo no pongo de mi parte para hacer que nuestra relación perdure, sinceramente, a veces no sé lo que quiere de mí.
La amo ¡Mierda! Qué si la amo, mucho. Pero como dije, ha estado muy rara las últimas semanas, no lo sé, espero que no sea nada que no podamos arreglar.
—Amor...
—¿Mhm?
—Amor.
—¿Qué... pasa?
Estaba concentrado, leyendo el reporte de un nuevo caso en la firma: Un tipo fingió su desaparición por 7 años, la esposa lo dio por muerto para cobrar el seguro de vida y salir de deudas. Ahora ambos enfrentan varios cargos y sí, serán muchos años en prisión por estafar a medio mundo, incluidos sus propios hijos, una locura.
—¡Ian!
Siento el golpe de una almohada en la nuca. Me giro sobre mi silla de escritorio y... Madre mía el ceño fruncido de esta mujer.
Adoro a Liv, la adoro en todas sus facetas, pero para ser honesto, como me pone cuando se enoja. Es como ver al mismo sol arder.
—¿Qué pasa? —pregunto. Estoy completamente centrado en ella.
—Me estás ignorando.
—Claro que no, estoy leyendo, creí que tú dibujabas... —En seguida noto que no hay ni un solo lápiz o cuaderno de dibujo sobre la cama, donde se encuentra cruzada de piernas y brazos.
—Esto no va a funcionar si no pones de tu parte —agrega, refunfuñando.
Tragué saliva al instante. Qué no sea lo que parece al escucharlo.
—¿A qué te refieres?
Bufa. Da un golpe con el puño cerrado a la cama y luego se levanta, caminando hacia mí con los puños sobre las caderas y ese sexy ceño fruncido.
—¿Ya no quieres estar conmigo?
Al instante su ceño decae y puedo ver el momento exacto en que de verdad piensa que la respuesta a su pregunta es un «no, ya no te amo». Que horrible.
Solté una risa tranquilizadora antes de hablar:
—Qué tontería, lo mejor de mis días es estar contigo —le tomo de las manos y la atraigo hacia mí. Se sienta a horcajadas, cruzando los brazos atrás de mi cuello. Por fortuna, la silla resiste el peso de los dos.
Sé que algo va mal con ella. Lo siento.
Hunde su rostro en mi cuello. Acaricio sus piernas desnudas, siempre que está aquí, se pone sus shorts de franela, le gusta la comodidad ante todo. Subo una mano hacia su espalda, se encuentra tensa y no tengo idea por qué no me dice lo que le preocupa.
Juego con su cabello rojizo entre mis dedos, nos quedamos un largo rato así hasta que por fin se aleja, depositando un beso tras mi oreja antes de verme a los ojos.
—¿Me vas a decir qué pasa?
Sus ojos miran hacia otro lado, pero es tarde, noté que se cristalizaban por un segundo. Negó con la cabeza repetidas veces hasta que finalmente pegó su frente a mi pecho.
—Liv, te amo. —No estaba seguro que fuera lo que quería escuchar—. Si no quieres hablar ahora, lo entiendo. No voy a insistir.
No dijo nada.
Me empecé a preocupar, no voy a mentir. Mentalmente comencé a repasar los días anteriores, las fechas, los meses. Se ponía mal cuando se trataba de los aniversarios de su madre o de Nick, pero no estaban cercanos.
Tal vez era por el trabajo o había discutido con su padre, aunque era poco probable, ellos nunca peleaban por nada.
—T-tengo miedo... —No dije nada, era mejor dejarla hablar—. De que tú ya no me quieras... que te enojes conmigo por esto... aunque no creo que sea malo... no sé... es...
Esperé a que dijera otra cosa, no lo hizo.
Tome su bello rostro entre mis manos, esos ojos color esmeralda no brillaban como siempre y su característico olor a cítricos tampoco hacía acto de presencia.
—Oliva. Te amo. —La besé suavemente en los labios antes de apartarme y verla de nuevo a los ojos—. No entiendo de qué me hablas. No hay nada que me moleste de ti. Si esto es por las galerías u otra cosa, dímelo, por favor.
—Es por nosotros —coloca sus manos sobre las mías. Se sienten frías, al igual que su rostro bajo mis palmas—. ¿Qué sigue después?
—Disculpa, pero siguió sin comprender nada.
Suelta un suspiro pesado.
—Sí, ya nos graduamos. Tú tienes un empleo, y yo espero tenerlo pronto, necesito saber qué pasará con nosotros, ¿viviremos así por siempre? No puedo imaginarlo, apenas y tenemos tiempo, ¿qué haremos cuando trabaje? No podré visitarte como ahora y la casa de mi padre está lejos.
—No tanto.
Nuevamente, frunce el ceño.
Le sonrió juguetonamente. Ya sé lo que le preocupa.
Le tomo de la nuca y acortó los centímetros que nos separan para besarla. Olivia podrá tener unos pequeños limoncitos que me fascinan y un culito bien redondito, pero, sin duda alguna, sus labios son mi parte favorita, no hay nada que se le compare. Puedo saborear por completo su dulzura, sentir su aliento contra mis mejillas y sentir su cuerpo moviéndose mientras su corazón late contra mi pecho.
Me pongo de pie sujetando sus piernas contra mis costillas, besándola como sé que le gusta, como a mí me gusta. Nos fundimos en cuanto pega su rostro al mío con más fuerza, de esos movimientos que deberían de doler, pero no lo hacen, porque estás inmerso en la excitación y el placer.
Llegamos a la cama y a pesar de saber que le gusta estar sobre mí, esta vez deja que aplaste sus limoncitos con mi peso.
—Cásate conmigo —suelto. Sin aliento, con el corazón galopando una maratón, la cabeza dando vueltas y con una posible erección en medio de nosotros, bueno, quitemos lo de "posible".
Intenta decir algo, sin embargo, no la dejo. Me lanzo a por mi cena. La beso hasta quedarme sin aliento, escucho como suspira cuando comienzo a recorrer su cuello, bajando por su clavículas hasta remover sus tirantes de la blusa con mis dientes y dar con sus pechos. Como amo a esta mujer.
—I-Ian... —Suspira.
Levanto la cara, buscando la negación o suplica para que me detenga, no la hay, evidentemente.
—Cásate conmigo —repito. Bajo mi mano desde su pecho hasta debajo de sus shorts de franela. Entre sus piernas, ardiente, excitada, necesitada de mi toque. Gime. ¿Ya dije que la amo? Pues eso, la amo—. O mejor aún —continuó—, ¿por qué no te embarazo? Así me aseguro de que te quedes conmigo.
De inmediato me toma de la muñeca y saca mi mano de sus shortcitos. De pronto toda la excitación se desvanece de su rostro.
—E-eso no es necesario —traga saliva. Sus labios entreabiertos e hinchados me distraen un poco, sin embargo, su rostro entero se mantiene serio, raramente serio.
—Bueno...
—Ya estoy embarazada —suelta.
Lo que iba a decir... en fin... ya no me acuerdo.
¿Qué es lo que dijo ella?
Embarazada.
EMBARAZADA.
¿Eso era?
Aunque una parte de mí se quedó tieso al escucharle decir aquello, y claro, se cagó de miedo; sinceramente... no podría ser infeliz, nunca, mucho menos por esto.
Le sonreí ampliamente, soltando un par de risas nerviosas. Ella no parecía entender nada.
—¿Creíste que iba a dejarte? O, ¿Qué me molestaría? ¡Liv, me conoces mejor que nadie! Esto es... ¡Increíble!
Esta vez, al besarla, noto como sus labios se curvan y sonríe bajo los míos, de repente sus hombros se relajan y por fin creo que puede respirar.
—¿Por qué no lo dijiste antes?
—No sabía cómo —aceptó, haciendo puchero. Tomo su labio inferior, muerdo un poco antes de besarla de nuevo.
Esta mujer me tiene loco.
—Bueno, sabíamos que el condón no funcionaría para siempre.
—Tú no quisiste saber nada de los tratamientos hormonales —reprocha.
—Pues suena feo para ti, y yo no quiero que pases por nada raro, ya tienes cambios de humor bastante raros sin esas mierdas.
—Ah, pues yo no creo que sea mejor «hagámoslo así, me salgo antes de terminar».
Me río por ello, luego le doy un besito de disculpas.
—Lo siento.
—No, yo también soy impulsiva, no es solo tu culpa.
—Oye, pero esto no es malo, ¿o sí?
Me mira con los ojos brillantes y los labios temblando.
—No...
—Oye... —me tiro a su lado y la envuelvo entre mis brazos.
La cosa de estar con Olivia es que, llevábamos tanto tiempo juntos que ya sabía lo que su cabecita pensaba. Había actuado rara precisamente por esto y le preocupaba que yo no me sintiera feliz. Y sí, lo reconozco, en otra época de mi vida, pudo ser lo peor, yo puede ser el peor, pero nada con ella se siente mal, incluso, solo hasta después de salir con Liv, consideré la posibilidad de tener una familia propia.
No puedo pensar en nadie más como la madre de mis hijos. La mujer que deseo a mi lado en todo momento y con la que quiero llegar a viejo, es totalmente cursi, claro, no lo niego.
—Entonces —rompo el silencio—, ¿te casarás conmigo? ¿o qué?
—Qué romántico eres, en serio —rueda los ojos.
—Ya sé.
✧✧✧
No sabía que para planear una boda se necesitaba... bueno que era como manipular un circo con un montón de gente que no sabes ni como se llama.
Por suerte mi madre es experta en organizar eventos de caridad, pero vamos, es la boda de su hijo. Por supuesto mi madre fue la más feliz cuando le dimos la noticia, corrección, doble noticia. La "B" doble, bebé y boda.
A mi suegro, por otro lado, den gracias que siga vivo para contar este capítulo extra.
Sí, sí, estoy exagerando un poco, igual se molestó, sin embargo, todavía soy de su agrado, creo...
El asunto de la boda se alargó más de lo que pensábamos, además de que a Olivia le está gustando eso de escoger las invitaciones, el pastel, las flores, lista de invitados, regalos, mesas, salón, banda... etc.
Cuanta cosa, ¿no?
Quisiera decir que yo estaba muy involucrado, pero no. Soy feliz si Olivia es feliz.
Así que decidimos casarnos después del nacimiento de nuestro hijo o hija, que, por cierto, hoy era el día en que posiblemente conoceríamos el sexo del bebé. Olivia no quería, sin embargo, a mí no me gustan las sorpresas y menos una como esta. Es mejor conocer los detalles para comprar ropa y demás cosas, obviamente, la convencí.
Ya en la habitación de ultrasonidos, nos tomamos de la mano esperando nerviosamente que hablara la señorita encargada del asunto. Nuestro doctor hoy no se encontraba.
La mujer le puso un gel azul en la barriga a Liv, esto hizo que se le eriza el vello de los brazos. Con el embarazo se ha vuelto más sensible de lo normal, ya tiene un pequeño bulto que ha nombrado como: «nuestro tesoro» Por aquello de los piratas.
—Oh, creo que si vamos a poder verlo bien —dice la señorita.
Olivia y yo no podemos evitar sonreír, mientras apretamos más fuerte nuestras manos.
—Estamos muy ansiosos —le comenta mi futura esposa—. Ambos creemos que es niño.
Sí, desde que me informó, ha estado insistiendo que siente que es un niño. A mí la verdad es que no me molesta ninguna de las dos opciones, solo ruego porque se parezca a ella y no a mí.
—Bueno, por lo general la intuición de la madre nunca se equivoca, es bueno que ambos...
Su voz se apaga al concentrarse en el monitor.
—Ah, sus latidos son bajos, probablemente esté dormido, o dormida.
—¿De verdad?
Ambos compartimos una mirada, en serio nos emocionaba saber el resultado hoy.
—Sí, no creo que logré que se mueva. Está tapando la parte importante.
—Pues ha estado muy tranquilo ahí dentro —añade Liv.
—Será mejor consultar nuevamente la próxima semana —sugirió la mujer, limpiando la barriga de Liv.
Salimos del hospital algo desanimados. Teníamos planes de ir a comprar algunas cosas para el bebé en cuanto supiéramos el género. Igual no tendríamos que esperar mucho, una semana en el caos en el que vivimos estos últimos meses, no sería nada.
Mamá se decepcionó al igual que nosotros cuando regresamos, esa noche en particular, Olivia no dejaba de repetir que se sentía extraña, así que nos fuimos a la cama temprano.
Yo era el que le quería dar espacio en la cama para que pudiera estar cómoda con esa pequeña barriga, peeero mi novia es demasiado cariñosa y necesita acurrucarse contra mí para dormir bien.
Me encontraba navegando entre el sueño y la realidad cuando de pronto, escuché la voz de Olivia gritar.
Al abrir los ojos la luz de la lámpara me aturdió, los cerré un segundo para tallar mis párpados con los dedos.
—¡IAN!
Entonces, lo que vi no fue nada agradable... sangre, por todas partes. En la sabana, las cobijas, las manos de Olivia, su rostro y, sobre todo, escurriendo entre sus piernas.
—Por Dios... —sollozó ella.
✧✧✧
Ni siquiera recuerdo cuando subí a Olivia en el auto, o cuánto tardé en llegar al hospital. Solo podía pensar en ella, llorando en la parte trasera con un montón de sangre escurriendo de sus piernas pálidas.
Su voz suplicando al cielo que no se llevara a nuestro hijo. Hablándole a su madre y a Nick para que lo cuidaran, para que no lo permitieran.
Jamás en todo este tiempo, había llorado tanto.
Llevaba horas y no me decían qué ocurría. Se la llevaron en cuanto la vieron, no me permitieron seguirla. Incluso mi madre vino, estuvo conmigo, pero volvió a casa por ropa limpia para Olivia, y creo que murmuró algo sobre traer algo para mí también.
Observé mis piernas, tenía manchas de sangre en el pijama. No sentía el frío, no sentía nada. Estaba solo, en un pasillo estúpidamente blanco, con los codos apoyados en las piernas y la cabeza agachada.
Esto tenía que ser una pesadilla.
Cuando creí que al fin me daría una respuesta, sentí el peso de una manta sobre mi espalda y la presencia de alguien a mi costado. La mire, con esa cara afligida, seguramente había preguntado a un colega lo que pasaba, porque esa mirada significaba que lo sabía.
—Espero que no te importe que haya preguntado —dijo, no muy segura—. Te traje café.
La mire, luego al café que sostenía y de vuelta a ella.
—No quiero un café, Greta, quiero saber lo que ocurre.
Hizo una mueca, se llevó el café al regazo. Lucía cansada, como si llevara aquí todo el día, cosa que era muy probable, aunque seguro mi aspecto era peor por mucho.
—Lo sé, intenté averiguar, pero no es mi área, lo siento mucho.
—Había mucha sangre, demasiada...
Ella no quiso devolverme la mirada.
—Se ha ido, ¿verdad? El bebé... —no pude resistir, necesitaba que me lo dijera. Me erguí y tomé su mentón que estaba temblando, estaba resistiéndose.
Y asintió. Una vez. Solo eso fue suficiente, para que me quebrara por completo.
Había escuchado su corazón, ¿lo hice? ¿no es así? Lo escuché varias veces en nuestras citas, 17 semanas, solo eso tenía y ahora ya no estaba.
—¿Q-qué hacen... c-con ella? —logré preguntar.
La escuché tomar aire.
—Deben estar controlando la hemorragia y... —paro.
—¿Y qué?
—Deben... sacar al bebé... —En cuanto la mire a los ojos, supo cuánto me dolió escuchar eso—. Lo siento... Lo siento mucho, Ian.
Con un brazo me atrajo hacia sí, dejando que mis lágrimas cayeran sobre su hombro, consolándome en silencio hasta el momento en que dejara de sacar todo lo que sentía. Fue un momento largo, tanto que cuando me separé, su bata blanca estaba empapada en ese pequeño espacio que me había obsequiado.
—Es mi culpa —solté, con la voz quebrada—. Es mi culpa, por todo lo que hice, es mía...
—No, por supuesto que no —dijo ella, firmemente tomando mi mano sobre mi rodilla—. En absoluto es tu culpa, esto solo fue...
—¿Qué? Un puto castigo, el karma burlándose —solté una risa amarga, molesta, deprimente.
—No, Ian. Esto no es un castigo divino, es una tragedia, sí, un caso horrible que sufren muchas mujeres. No es tu culpa, ni tampoco de Olivia, ustedes no merecían esto.
Greta tenía razón, Olivia no merecía esto, jamás hizo nada malo, ya había perdido a dos personas que amaba con todo su corazón... a tres... A tres.
No tenía caso echarle la culpa a alguien o a mí mismo, eso no retrocedería el tiempo, nada cambiaría, solo aumentaría el nivel de miseria.
—Hola —habló una voz conocida.
Al levantar la cabeza me encontré con un pelinegro al que conocía bien.
—¿Jasper?
—Yo lo llamé —dijo Greta. Parecía incómoda—. Tengo que volver a mi turno, no quería que te quedaras solo.
—Puedo estar solo —reproché.
—No lo creo. —Tomo mi mano y colocó el café para que yo lo sostuviera—. Toma esto, te hará bien, te dará un poco de calor, por favor —finalizó, suponiendo que me negaría.
No dije nada y lo sostuve.
—Vendré en cuanto pueda, ¿sí?
No espero a que respondiera, solo compartió una mirada con Jasper antes de desaparecer, quién sabe qué cosa le habrá dicho solo con mirarle la cara, pero él procedió a sentarse en el lugar que ella desocupo a mi lado.
—No tienes que estar aquí.
—Quiero estar aquí.
—Pues yo quiero estar solo.
—Bien, pues me quedaré aquí hasta que Greta termine su turno, de todas formas, siempre vengo por ella.
—¿Aún no la dejas conducir?
Ambos nos miramos por primera vez en la conversación. Supongo que imagino que quería hablar de cualquier cosa menos de la realidad que ocurría a mi alrededor, porque lo entendió y me siguió. Además, me distrajo al recordar que una vez Greta casi me mata al conducir una persecución tras Olivia conmigo de copiloto.
—Es más seguro —simplifico.
No agregamos nada más a la conversación. Jasper y yo no éramos tan cercanos, no sé si era por Greta o simplemente nuestras personalidades chocaban, el punto era que, sin importar la razón, la verdad sí prefería tenerlo a mi lado en silencio, que estar solo en esta angustia.
Un largo silencio más tarde, por fin salió el médico que nos atendió desde que comenzamos el... embarazo. Una punzada de dolor recorrió mi pecho, sin embargo, me puse de pie de inmediato, dejando caer la manta que me había dado Greta antes.
—Doctor Martín —mi tono dejaba al descubierto mi desesperación.
Él soltó un largo suspiro antes de que nada. Estaba vestido con un traje color verde de pies a cabeza, puede notar las manchas de sangre encima.
—Olivia está fuera de peligro. Tengo que vigilarla por unos días, así que va a quedarse. La hemorragia se controló, ahora tiene que recuperarse.
—¿Y el bebé?
Qué necesidad la mía de querer sufrir.
El doctor tenso la mandíbula. Sentí como Jasper se removía atrás de mí.
—Olivia sufrió un aborto, Ian. Terriblemente es un caso común en madres primerizas y jóvenes. Aunque, probablemente no le vuelva a ocurrir, tal vez en unos meses...
—¿Qué intenta decirme? ¿Ya está? ¡Pierdo a mi hijo y puedo hacer otro!
—Ian —Jasper me toma del hombro. No sé cómo, pero avance demasiado hacia el doctor Martín. Retrocedí, calmando mi enojo.
—No es lo que quise decir. Lamento mucho que esto les haya ocurrido a ustedes, todo parecía estar bien, pero son cosas que no podemos controlar.
—No me sirve de nada que se disculpe, usted dijo que nos acompañaría en esto y esta tarde no estuvo. La mujer no dijo nada, reprogramó la cita porque el bebé no se movía ¡No cree que debió decir algo!
El doctor adoptó un semblante más severo.
—Averiguare lo que sucedió esta tarde, y si fue un error de ella, ten por seguro que será despedida.
—¡Me importa una mierda si la despiden! Eso no va a devolverme a mi hijo, ¿tiene idea de lo que Olivia sentirá cuando...? Mierda, ¿está despierta?
El doctor negó.
—¿Qué le voy a decir? —me pregunto a mí mismo, retrocediendo unos pasos—. Mierda... no va a recuperarse de esto jamás.
—Ian —Jasper vuelve a acercarse.
—No. —Lo paro antes de que se atreva a poner una mano sobre mi hombro—. No tienes idea de lo jodido que será.
—Se van a recuperar de esto.
Suelto una risa más amarga que el puto café que me dio Greta.
—Tú no estuviste ahí cuando perdió a Nick por culpa de tu hermana, no tienes una puta idea de lo que sintió.
—Eso no fue...
—Será mejor que te vayas. —Me doy vuelta hacia el doctor nuevamente.
—No creo que debas quedarte solo —insistió.
Ni me molesté en verle a la cara.
—Vete, Jasper. No quiero decir algo de lo cual arrepentirme después. Mi madre no tarda en volver, vete de una vez y agradécele a Greta.
No importaba lo que dijera el doctor, Greta, Jasper o mi madre. Esto era jodido. La peor cosa que podría pasarnos, algo de lo que no saldríamos nunca.
Era un vacío.
Un lugar oscuro.
✧✧✧
Pasó un mes en el que apenas logré que Olivia pronunciara un simple "si" o "no". En realidad, lo susurraba.
No comía. No dormía como debía. No hablaba con nadie. Excepto por su madre o Nick, a quienes les balbuceaba cosas por la noche cuando creía que estaba dormido. Cerraba los ojos mientras lloraba hasta dejar de estar consciente de ello. Ni siquiera notaba que yo tampoco dormía bien.
David me permitió trabajar desde casa, aunque no me daba realmente nada, lo cual me hacía sentir peor.
Mi madre se llevó la peor parte, soportándonos a los dos. Intentaba controlarme cuando me encontraba en la misma habitación que Olivia, pero al estar solo, me derrumbaba de inmediato, no podía soportar el dolor que esto nos provocaba a ambos.
No sabía qué hacer o decir, llegó el punto en que mi madre tampoco, así que llamó a mi hermano, quien llego con Rooney, su novia, días después. Ellos intentaron de todo para hacernos sentir mejor. Rooney no logró que Olivia hablara, y yo no fui muy cooperativo con Kalev.
El único que marcó una diferencia fue Max, el perro de mi hermano —un pastor ingles enorme—, quien en cuanto llegó, dejó que Olivia lo estrujaba contra ella y se quedó ahí, permitiendo que le acariciara su pelaje, escuchando su llanto, lamiendo sus lágrimas de vez en cuando.
Aquel día, casi termina su desayuno sin vomitar. Casi.
Días más tarde, mi hermano y su novia sacaron a Max para que estirara las piernas, llevaba mucho tiempo consolando a Liv. Mi madre también salió, tenía que arreglar algunas cosas de la boda, mi boda... o... bueno, cancelaciones que se tenían que hacer. Obviamente no era el momento para bodas.
No me gustaba quedarme solo en casa, eso hacía que el sentimiento creciera. Me concentré en cuidar de Olivia, le llevé un suero bebible para que recuperara fuerzas. Lo coloque en la mesita de noche, frente a ella. No dijo nada, ni siquiera se movió. Tenía los ojos abiertos, mirando un punto perdido en la nada. Una sola lágrima recorría el puente de su nariz para caer del otro lado.
Al menos ya no pasaba tanto tiempo llorando.
Le di su privacidad, me quedé en el escritorio revisando cualquier papel para llevar a mi mente fuera esta situación. Ella se quedó en su sitio, recostada en su costado, con el cabello esparcido por la almohada.
—Por qué... —la escuché decir. Me giré junto con la silla, me seguía dando la espalda—. ¿Por qué tú no estás triste?
—Lo estoy.
—¡No es cierto! —grito. Un grito que me descoloco.
Se reincorporo, apoyando sus palmas sobre la cama, sin verme todavía, tal vez no tenía ganas de ver mi cara.
—No lo querías... —se le quiebra la voz—. Me mentiste.
Me rompía el corazón escucharla de esa manera, creer esa mentira.
Me puse de pie, con la garganta seca y los ojos ardiendo. Me detuve frente a ella, quien me devolvió la mirada, triste, perdida, enojada y destrozada.
—Lo amaba. —No pude decirlo firmemente, mi voz no tenía la fuerza para esto.
—¿Y por qué me dejas sola? —Estaba molesta, pero no entendía la razón.
—Estoy contigo, todo el tiempo.
—¡No es verdad! Me dejas aquí, sufriendo sola.
—¿Qué quieres que haga? —Ambos habíamos subido nuestro tono.
Estábamos molestos, pero no con nosotros, sino, con la puta vida de mierda.
—¡Qué te quedes aquí...! —Sollozo, temblando por completo—. Te necesito... necesito que me abraces y que sufras conmigo... ya no puedo más...
Me arrodillo frente a ella, sin pensarlo comienzo a secar las lágrimas de sus mejillas, mientras intento contener las mías.
—No puedo. Si me quedo contigo, no habrá quien cuide de ti. No puedo hacerlo...
—Te necesito —repite desesperadamente—. No quiero perderte a ti también, por favor, quédate conmigo.
—No vas a perderme.
Suelta un sollozo más fuerte, cerrando los ojos con fuerza, intentando retener el dolor.
—No puedes saberlo... ya... ya perdí mucho. No puedo perderte a ti... no lo soportaré... quédate aquí, conmigo, donde nada te pasará.
—Liv...
Siento la primera lágrima traicionera recorriendo mi mejilla. Me reincorporo, entrando en la cama, cargándola hasta llevarla sobre mi regazo, su cuerpo tiembla conteniendo el llanto, sus hombros suben y bajan al momento de enterrar su cara en mi cuello.
—No voy a dejarte, nunca.
—Estoy maldita.
—¿Qué dices?
—La vida no quiere que sea feliz. No quiere que tenga una familia. Tengo algo malo, algo terrible por lo cual ni siquiera mi madre biológica me quiso. Me abandonó porque sabía que solo traería desgracia...
—Eso no es cierto.
—Lo es. Pasé seis años como huérfana y cuando por fin creí que sería feliz, mi madre adoptiva murió, fue mi culpa...
—No, Olivia, no fue...
—¡Lo fue! Yo la mate...
—¿Qué...?
—Fue mi culpa, le supliqué que fuera a comprar ponche de huevo, porque era mi favorito y en navidad se había acabado. Le insistí tanto... la nieve había endurecido y perdió el control del auto... si me hubiera quedado callada... ella...
Me quedé helado.
Obviamente sabía que no era su culpa, sin embargo, ¿cómo se lo hacía entender a ella? Todos estos años, jamás me lo dijo, nunca mencionó nada. Se guardó la culpa para ella sola. Y yo sabía perfectamente cómo se sentía vivir con esa carga.
—Es mi culpa que nuestro hijo muriera... creí que la vida me había cobrado con Nick, pero no era verdad... es mi culpa, perdóname.
—Nada de esto es tu culpa, Olivia. —Le tome del rostro, su bello rostro oscurecido por toda esta mierda—. Lo de tu madre, lo de Nick...
—Debí alejarlo de ella. Lo supe, supe que algo malo pasaría y no lo alejé de esa chica.
—Nick tomó su decisión, lo sabes. Lo que pasó con nuestro hijo no tiene nada que ver, ni con tu madre biológica, ni con tu madre adoptiva o con Nick. Tampoco... con lo que yo haya hecho. Echarnos la culpa no lo traerá de vuelta. Lo perdimos, perdimos a todos.
Sus labios temblaron de nuevo. Intenté secar sus mejillas, pero era imposible, no paraba de llorar, ninguno de los dos, en realidad.
Baje mis manos de su rostro para acariciar su espalda y sus piernas heladas.
—No es justo.
—Lo sé.
Fue el turno de ella de secar mis lágrimas, sus dedos estaban fríos, pero seguían igual de suaves. Tomé su mano y besé las yemas de sus dedos para brindarle calor.
—No podemos quedarnos aquí. No se vive de aire, y tampoco podemos sufrir toda la vida, no es sano.
—No quiero salir.
—Liv, por favor. A mí también me duele, sin embargo, no es justo para nadie. No merecemos esto. Tenemos que salir adelante, por nuestro hijo, por tu madre, por Nick. Debemos intentarlo.
—No sé si pueda.
La comprendía, después de todo, y a pesar de lo mucho que la amaba, había cosas que tenía que sacar de su corazón, y yo no era la opción más acertada para escucharlas. Ambos estábamos rotos, no podíamos hacerlo solos.
—Creo que tomar terapia es la mejor decisión. Tú y yo nos lo debemos. No olvidaremos a nuestro hijo, pero podemos aprender a vivir con ello.
Sorbió la nariz, asintiendo una única vez.
—Te amo.
—Y yo a ti...
✧✧✧
Rooney y Kalev convencieron a Olivia de sacar a Max a dar un paseo, cosa que me alegró.
Después de eso, comenzamos a tomar terapia, hablamos... mucho. Hubo sesiones que tomamos juntos, otras por separado, pero al final del día, hablábamos entre nosotros, cuando todos dormían y la noche nos cobijaba. No me había dado cuenta de todas las cosas que desconocía de ella, y todas las cosas que no le conté antes.
El dolor seguía ahí, se apagaba de a poco, dejándonos tomar un respiro. Aunque, nunca se iba del todo.
Pasaron un par de meses más, hasta que Olivia volvió a tomar un pincel en sus manos y lo primero que dibujó fue un boceto algo descuidado de un barco en medio de una tormenta eléctrica.
—Esos piratas no van a sobrevivir —comenté yo, cuando comenzó a pintar con óleo sobre el lienzo.
—Tal vez, si tienen un buen capitán —bromeó. Olivia, bromeó.
Creo que es posible volver a sonreír, sonreír de verdad, aunque sea por una tontería.
Unos días más tarde, mientras nos encontrábamos desayunando y Rooney discutía con Kalev sobre no sé qué cosa; mi madre entró a la cocina, dejando un paquete sobre la barra, todos la miramos.
—¿Qué es eso? —preguntó mi hermano.
—No lo sé, ¿ustedes pidieron algo por correo?
Todos negamos. Las pinturas de Olivia no llegarían hasta la semana que viene.
Mi madre tomó un cuchillo de mantequilla y rompió el sello de envío.
—Oh, mi Dios...
—¿Qué es?
—Las invitaciones para la boda —dijo, mostrando una tarjeta con bordes dorados—, con todo lo demás, olvidé cancelar esto.
Mi hermano se inclinó hacia la caja y enarco una ceja.
—¿A cuántas personas pensaban invitar?
—Tengo muchos conocidos —se defendió nuestra madre.
—Conocidos que no son míos —le aclaré.
—Bueno, da igual, las voy a tirar.
—¡No! —protestó Rooney. La rubia tomó la caja entre sus manos y saco otra invitación—. Aquí dice que la boda será en un mes, todavía pueden enviarlas.
—No habrá boda —le recuerdo.
Ella entrecerró los ojos como un halcón. Hace caras raras.
—Bueno, supongo que no solo se iban a casar por el bebé, ¿cierto?
De pronto, un silencio incómodo nos invadió. Rooney no lo notó, repasó sus ojos azules entre Olivia y yo.
—Digo, se aman, ¿no?
Observé a Olivia, que tenía la cabeza agachada mirando su plato vacío, aunque dudaba que estuviera pensando en comida.
—Déjalo —le pidió Kalev—. No es un buen momento.
—Justo porque creo que es buen momento lo digo. Ambos merecen un poco de felicidad, recordar lo mucho que se aman es perfecto.
—Tiene razón —habla Liv. El corazón casi se me sale del pecho.
Notó que todos la mirábamos expectantes. Se puso roja al levantar la cabeza.
—Bueno, ahm... si tú todavía quieres casarte...
—Claro que sí —le confirme, sonriendo como idiota.
—Dios mío —suspiro mamá—, es mucho que planear en tan poco tiempo —puso la mano sobre su frente de forma dramática.
—Mamá, no te ofendas, pero creo que Liv y yo preferimos algo más simple. Solo familia y amigos cercanos.
—Uy, alguien va a tirar muchas invitaciones.
—Kaleverus, cállate.
Todos reímos al ver la cara de disgusto de mi hermano.
✧✧✧
—Quiero intentarlo —dijo Olivia, cuando nos habíamos metido bajo las cobijas.
—¿Qué cosa?
—Tener un bebé.
—¿Cómo?
Me giré hacia ella, que se mantenía boca arriba mirando el techo, con las manos entrelazadas bajo su pecho.
—Lo hablé con nuestro terapeuta. No es que busqué un reemplazo, pero sabes perfectamente que mi sueño es tener una familia, una como en la que siempre quise crecer y no tuve.
—¿No crees que es muy pronto?
—No. No después de lo que pasamos. Quiero hacerme unos estudios, quiero saber si hay algo mal conmigo, lo siento, creo que mi cuerpo no funciona bien.
—Olivia...
—Por favor, no voy a obligarte a nada, si no quieres... está bien.
—Tal vez yo sea el que tiene algo mal.
—No creo.
—Liv, no sé si debamos.
—Quiero hacerlo. —Estaba decidida. Se giró hacia mí, sus ojos brillaban a pesar de la oscuridad—. Dame tres intentos.
—Tres... ¿Estás loca? No puedo creer que pienses...
—¡Ian! Tres, por favor.
—Olivia, no estás considerando los riesgos.
—Si no puedo tener un hijo, entonces, me olvidaré de esto.
—Entonces, ¿para qué son los tres intentos?
—Para volver a estar embarazada. Si en tres intentos no lo logramos, nos esperamos algunos años, pero, si lo consigo, seguimos adelante, con todos los cuidados que se requieran.
—Y si...
—Si lo perdemos —se muerde el labio inferior—. Si vuelve a ocurrir, no insistiré más, no tendremos hijos.
—Podríamos adoptar.
Esboza una sonrisa triste.
—Sí, podríamos...
Lleve mi palma no a su rostro, quite los mechones de cabello que se pegaban a su frente y acaricié con cariño su mejilla:
—De acuerdo. —Sonrió, la primera sonrisa genuina que le veo en un tiempo—. Pero, iremos con un especialista.
Accedió sin protestar.
✧✧✧
Olivia se hizo los estudios, yo también, queríamos descartar cualquier cosa. Finalmente, cuando nuestro nuevo doctor obtuvo los resultados, descubrió que Liv tenía un defecto en sus trompas de Falopio, lo que le provocaba una pequeña obstrucción.
Sí, en este caso era posible tener un hijo, pero difícil. Lo hablamos, por un largo tiempo, hasta que finalmente decidimos intentarlo, un embarazo más, es lo que nos permitiríamos.
Temía que Olivia volviera a caer en depresión, sin embargo, parecía muy entusiasmada cuando comenzamos la tarea de embarazarnos, además de la boda.
La fiesta fue sencilla, mamá y Rooney nos ayudaron a adornar el jardín. Mi familia, su padre, las amigas de la universidad de Liv, David, Jasper y Greta, fueron las personas que nos acompañaron esa tarde.
Para entonces, cada prueba de embarazo había salido negativa, por lo cual, ver a Greta caminando con una enorme barriga de embarazada, desanimó a mi ahora esposa, pero en seguida se recuperó al notar que la pobre chica se quejaba todo el tiempo por sus pies hinchados y el bochorno que le daba.
Nos sorprendió saber que apenas iba a la mitad de su embarazo, porque bueno... parecía que estaba a punto de dar a luz, obviamente, Jasper y Greta se fueron temprano de la fiesta y por primera vez, me compadecí del joven Clark por estar con ella.
Los días pasaron, Olivia se encontraba buscando pisos de al menos dos recamaras para mudarnos, a mamá no le importaba que viviéramos en su jardín, de hecho, nos propuso vivir en la casa, en la casa principal, es decir. Si fuera por ella, nos tendría a los cuatro con ella, sin embargo, mi hermano y su novia volvieron a Los Ángeles después de la boda, claro, también nos despedimos de Max.
Seguíamos sin tener éxito y miren que nos esforzamos. Al final, los tres intentos se volvieron en... muuuchos intentos.
Esa tarde, volví a casa con una noticia que podría cambiar las cosas, una decisión que debía tomar con relación a mi trabajo, una nueva oportunidad, pero debía consultarlo con Olivia.
—Liv —la llamé al entrar a casa. La luz estaba encendida, por lo que sabía que estaría en nuestro pequeño hogar y no en casa con mamá—. Tengo algo que contarte.
—Espera un segundo, ya salgo —grito desde el baño.
Me dejé caer en el pequeño sofá, lancé el portafolio y el saco del traje deseando arrancarme la corbata. La "etiqueta" era lo único que no me gustaba de ser abogado.
—¡Terroncito! —grito corriendo hacia mí. Se sentó a horcajadas sobre mi regazo, sonriendo, cruzando los brazos tras mi cuello.
—¿Por qué tan feliz?
—¿No te gusta que sea feliz? —Y ahí estaba, ese ceño sexy de molestia fingida que me encantaba en ella.
—Por supuesto —me incline, dejando un beso en sus labios—, pero quiero ser parte de eso.
—Mmm... espera un poco y te lo diré.
—Ah, con que guardas secretos a tu esposo.
—¿Yo? ¡Jamás! Soy un libro abierto.
—Sí, muuuuy abierto —digo, pervertido como siempre, haciendo obvio la manera en que está sentada sobre mí.
—No seas tonto, terroncito.
—No soy tonto, limoncito.
—Y, ¿qué tienes para decirme?
—Pues, David me ofreció un puesto.
—¿Un puesto? ¿Es mejor?
—Sí, es...
El teléfono de Liv comenzó a sonar dentro del baño. Ella salto de inmediato y corrió hacia él sin decirme nada, nada hasta que soltó un chillido y fui tras ella de inmediato.
—¿Olivia? ¿Qué ocurre?
Abrió la puerta del baño con lágrimas en los ojos, pero una sonrisa enorme que iluminaba todo su rostro.
Tomó mi muñeca y me arrastró hasta quedar frente al lavamanos, donde se encontraban al menos siete diferentes pruebas de embarazo, todas positivas.
—Intento 1, 594 —bromeó.
Me quedé boquiabierto, me entraron ganas de llorar, sin embargo, me tragué el nudo en la garganta, procesando lo que esto significaba.
—Estás...
Ella asintió, note sus ansias de saltar por todo el lugar, las piernas le picaban, creo que no quería hacer movimientos bruscos.
—Cuando la tercera dio positivo, llamé de inmediato al doctor, tenemos cita mañana temprano, espero que puedas hacer un espacio o decirle a David.
—Es verdad, mierda...
—¿Qué?
—Lo que mencioné hace rato, sobre el empleo que me ofreció, es muy bueno y dejaría de ser el novato de la firma.
—¡Eso es genial! Doble celebración —se lanza a abrazarme. Aunque amo el olor a cítricos que expide su cabello, no sé qué tan genial sea ahora.
—Bueno, sí... —balbuceo.
—Algo no me estás diciendo —añade con el ceño fruncido, se separa de mí.
—Este puesto implicaría que nos mudáramos.
—¿A dónde?
—A Nueva York, David y sus socios abrieron una nueva firma en Brooklyn y me quieren ahí.
—¿Nueva York? —abre la boca, la cierra y luego vuelve a abrirla de nuevo—. Eso está... muy lejos.
—En el país de junto, ya que estamos.
—Ian —toma mi mano—. Te amo y te seguiré a donde quieras, yo puedo pintar donde sea, pero... el embarazo...
—Lo sé. Hablaré con David y espero que lo comprenda.
—¿Y si pierdes la oportunidad?
—Eso no importa, nuestro hijo es lo que realmente importa ahora —le afirmo, tocando su vientre, por ahora plano, con una emoción creciendo dentro de mi pecho.
✧✧✧
No quiero creer que soy un hombre con suerte, aunque tal vez si lo soy. David se comportó muy comprensivo con mi situación, dijo que el puesto en Brooklyn esperaría a por mí y que podría tomarlo en cuanto mi bebé naciera, sano y salvo para mudarse a otro país.
El embarazo de Olivia era riesgoso, tuvo un leve sangrado que casi nos causa la muerte, por suerte —de nuevo—, solo fue eso, un susto de muerte. Desde entonces, el doctor recomendó que se quedara en cama todo el día, tenía una enfermera que la ayudaba y monitoreaba todo. No había ocurrido ningún susto más, pero por si acaso.
Mi esposa, por su parte, pasaba las tardes dibujando, tuvo que alejarse del óleo por un tiempo, ahora el lápiz era su mejor amigo. Lo extraño es que siempre dibujaba la misma temática: piratas, tesoros, barcos, sirenas, cofres repletos de joyas en el fondo del mar... no sé si era porque los cofres le recordaban a Nick o porque nos gustaban los piratas.
Claro, con tanto tiempo libre no solo se pasaba los días dibujando, también comiendo, durmiendo —la mayor parte del día— y viendo una y otra vez la saga de «Los Piratas del Caribe», seguramente hasta soñaba con Johnny Depp.
Entrando a las 29 semanas de embarazo (siete meses) fue cuando las contracciones llegaron a Oliva, fue una tarde de junio, cuando el sol ya se había ocultado. El doctor nos explicó y preparó por si esto llegaba a ocurrir, teníamos la asistencia de la enfermera, lo cual fue de ayuda antes de que llegara la ambulancia, era mejor transportar a Olivia de este modo ya que no sabíamos lo que podría pasar.
En cuanto llegamos, el doctor nos dijo que haría una cesárea de emergencia, algo que también llegamos a discutir en su momento. Ambos accedimos, solo queríamos que nuestro "tesoro" naciera.
Me dejaron entrar al quirófano, Olivia estaba bastante drogada, al menos no le dolería nada de momento. Sostuve su mano y le apreté con fuerza cuando vi salir un diminuto cuerpecito.
—Está ahí, Liv —le informe, con lágrimas en las mejillas.
Me preocupé cuando no escuché ningún llanto. Las enfermeras estaban haciendo su trabajo, intentando que reaccionara.
—¿Qué ocurre?
—Tranquilo, todo está bien, intenta que...
Antes de que el doctor terminara de hablar, un llanto agudo se hizo presente. Puede respirar de nuevo.
—Felicidades —habló una enfermera—. Es una niña.
Una niña.
Sonreí como jamás lo había hecho en mi vida.
—Es una niña, Liv, una niña.
Ella me miró perdida, medio sonriendo y luego... se desmayó.
El monitor que checaba los latidos de su corazón comenzó hacer un ruido alarmante. Me quedé congelado, viendo como las enfermeras se llevaban a mi hija y los doctores gritaban instrucciones.
Veía a Olivia inconsciente, con los ojos en blanco, la mano que le sostenía cayó en cuanto una persona tiró de mí. Me estaban arrastrando fuera del quirófano.
—¿Me puede escuchar? Señor Taylor.
Reaccione en el momento que la puerta se cerró frente a mí, dejando a Olivia sola.
—¿Qué hacen? ¡¿Qué están haciendo con mi esposa?! —Intenté entrar, pero el sujeto me detuvo.
—Tiene que quedarse afuera, los doctores se encargaran.
—¿Qué le pasa? ¿Qué ocurre?
—Tuvo una hemorragia severa, están intentando controlarla, no puede quedarse aquí, señor Taylor —mientras me decía aquello, tiraba de mí para que saliera por el pasillo hacia el lugar de lavado y esterilización.
No quería irme, no podía dejarla.
Antes de que se devolviera al quirófano, lo tomé del brazo.
—Prometa que hará todo para salvarla —le supliqué.
—Todo lo que esté en nuestras manos, señor Taylor. Puede quitarse el uniforme —apuntó el cesto donde se desechaban—. Las enfermeras le avisaran cuando pueda ver a su hija.
No era lo que quería escuchar. No era sufriente. No me decía nada.
Ni siquiera sabía si tenía sentido, pero sentía que mi corazón había dejado de latir. Que estaba muerto, parado en medio del limbo, esperando a que Olivia volviera por mí.
¿Y si la perdía?
No pudo ver a nuestra hija, ¿cómo voy a explicarle eso? Si ella muere, no voy a perdonármelo. Debí negarme al momento que todo se volvió un riesgo. Era más sencillo, un "no" hubiera bastado... No, Liv nunca se rendiría, me odiaría. Y me odiaría si yo no cuidaba de nuestra hija por los dos.
Me quité el estúpido uniforme, salí de ese frío pasillo al aburrido hospital, con personas que en mi vida había visto. Caminé a la sala de espera, mi madre estaba ahí y me quebré en cuanto sus brazos rodearon mi espalda.
—Olivia... Olivia... ella...
No podía hablar, mi madre también lloraba, en silencio, con su pecho temblando sobre mis costillas, ella me consoló, no me dejó. Fue quien me acompañó una hora más tarde a ver a mi pequeña.
La enfermera en turno nos guió hacia donde tenían las incubadoras, fue la primera vez que pude verla bien. Tenía el cuerpo entero de un tono rosado intenso, pequeñita, tanto que se notaba la diferencia con los otros bebés que se encontraban apartados de ella.
Le habían puesto un gorrito, el mismo que Olivia le hizo mientras descansaba en cama, le había bordado sus iniciales: M.N.T.
No sabíamos si era niño o niña, pero los nombres no cambiaban mucho, lo supimos desde hace tiempo: Morgan Nicole Taylor.
Salvo eso y su pequeño pañal, no llevaba nada más, me explicaron que debía estar expuesta al calor de la incubadora, se tendría que quedar en el hospital hasta que sus órganos terminaran de desarrollarse, lo que llevaría unas cuantas semanas.
No pude sostenerla en mis brazos, tenía tubos en su pequeña nariz y los ojos cerrados, puede que no notara mi presencia en absoluto. Y a pesar de todo, no pude creer lo mucho que la amé desde ese momento.
✧✧✧
Nota de la Autora "malvada":
El capítulo más largo de toda mi existencia.
Okaaay.
¿Lloramos?
Lloramos.
💔😖😥😢😭💔
Neeeee, no se crean. Olivia esta vivita y coleando, por si estaban con el pendiente jaja
Bueno, después de aquella horrible situación, Olivia se recuperó, Morgan también, aunque nuestra Liv ya no puede tener más hijos, a menos que ahora sí quiera hacer la murición. Después de que amabas salieran del hospital, se mudaron a Nueva York e hicieron su vida feliz.
Jejeje
Ah, peeeeeeero, volverán, de alguna forma Morgan va a contar su historia.
Ay, la pequeña Morgan...
Dato curioso: Cuando Liv está pintando el barco pirata en medio de una tormenta eléctrica e Ian insinúa que no podrán sobrevivir a eso (hace sentido por la perdida de su primer bebé), Oliva bromea diciendo que tal vez sí podrán sobrevivir, pero solo si tienen un buen capitán. Y sí, ese "capitán" es Morgan, que al nacer, pudo sacar a su padres de esa tormenta de tristeza.
Además, nombraron a su hija de ese modo por un famoso pirata juju Ya lo mencionará nuestra chica en su historia. Y bueno, lo de Nicole, ya sabemos por quien. 💙
Muchas gracias por leer este pedazo caótico. 😚
Nos leemos pronto.
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