Capítulo 25: ¡Bienvenido Tobbías, te extrañamos!
—¿Hace cuánto tiempo está así?— Pregunta la que creo es mi madre.
—Desde que cruzamos por el portal hace algunas horas.— Responde mi hermano cansado por todo el esfuerzo que ha hecho por cuidarme.
—¿Y quién es ella?— Señala ahora a Rose que camina de un lado a otro mirando el suelo.
—Alguien que encontramos por ahí.— Dice encogiendo los hombros desinteresado.
—¿Tobbías?— Pregunta la mujer todavía temerosa de acercarse a mí. —Tobbías soy mamá, me alegra que estés vivo.— Añade con lágrimas.
Tal vez soy un mal hijo por no abrazarla en respuesta pero todavía no asimilo todo lo que está pasando, desde que llegué a mi historia simplemente me derrumbé en el suelo en posición fetal.
¿Realmente existe el amor a primera vista? Desde que tengo consciencia me he opuesto a la idea pues soy un acérrimo defensor de que para amar a una persona primero tienes que conocerla. Así que me sorprendí cuando empecé a amar a Samantha con solo cruzar miradas.
¿Cómo es que ni siquiera sé quién soy pero ya tengo los ojos puestos en ella? ¿Por qué entre todas las mujeres tenía que enamorarme de Samantha? Esa clase de pensamientos rondaban por mi cabeza al principio.
Es ahora que recién sé la respuesta. Aunque los cielos borraran todo lo que dijimos, donde estuvimos, lo que comimos y lo que dijimos, algo les falló. Samantha nunca se podrá borrar de mí. Mi cuerpo la recuerda y está grabada de manera permanente en mi corazón. Y va lo mismo para ella, Samantha sabía mi nombre incluso antes de que yo lo hiciera.
—¿Por cuánto tiempo más estará así?— Vuelve a preguntar mi madre sacándome de mis pensamientos.
—Antes de que se vaya se quedó así hasta por una semana.— Le recuerda mi hermano.
—¿Señorita necesita algo?— Se dirige ahora a Rose.
—Salir de aquí.— Responde todavía metida en su mundo, se sienta a mi lado e imita mi posición.
Todavía me cuesta recuperar todos los recuerdos de mi vida aquí, a veces confundo lo que me gustaría que hubiera pasado con la realidad así que me veo obligado a preguntarle a mi hermano si algo verdaderamente pasó.
—¿Eres Tadeo?
—Ese es mi nombre.
—¿Becca es Samantha?
—Eso parece.
—¿Murió?
—Sí. Hace mucho.
Asiento y volteo hasta donde está. —¿Yo también lo hice?
—Estabas a punto de hacerlo.— Responde evitando mi mirada.
Mi madre entra a nuestra casa y grita:
—¡Tobbías regresó, todos a la entrada!
Después de algunos minutos varias personas cruzan la puerta. Un hombre mayor de ojos miel y con varias canas es el primero en salir, le siguen dos adolescentes, unos trillizos y cuatro niños. Toda la familia se alinea en una fila ordenada por edad, Tadeo es el último en unirse a ellos y a su lado deja un espacio en el cual debería estar yo.
—Mi nombre es Rob y soy tu padre querido hijo, me gusta pescar y soy quien te da tus mesadas todos los domingos.— Dice sonriente el hombre, ya sé de donde saqué mis pecas, él las tiene por todo el rostro.
—Soy Teresa y también tu mamá, te encanta comer mi estofado y siempre corres a mí cuando papá te castiga.
—Cariño, se supone que solo teníamos que recordarle cosas buenas.— Responde el aludido haciendo un puchero. Mis hermanos comienzan a reír y no puedo evitar unirme a ellos.
—Tadeo, diecisiete años, crucé varios mundos para traerte. Soy tu mano derecha y consejero.
Regresa a su lugar y ahora es el turno de una joven menuda parecida solo a mi madre. —Mi nombre es Tamara y soy la única flor entre tantos neandertales.— Dice mi hermana y extrañamente recuerdo a la princesa Merlía. —También era amiga de Becca, luego quiero todos los detalles de las historias allá fuera.
—Antes de irte dijiste que era tu trillizo favorito, Taylor.— Dice y los otros dos lo abuchean.— Tomé prestadas varias de tus historietas, espero que ya no las quieras de vuelta.
Así se van presentando, Teddy, Theo, Terry, Thiago, Timmy y Turner. Por último, es el turno del menor de todos, un niño de unos cincos que tiene en las manos un oso de peluche que se resiste a soltar.
—La escritora no me puso nombre así que todos me llaman Once, tú me regalaste este peluche cuando nací así que lo llamo Tobby.
Ahora todos se juntan y gritan contentos: —¡Bienvenido Tobbías, te extrañamos!
Mi padre se acerca hasta donde estoy y con los ojos llorosos me abraza.
—Hijo, sé que te sientes triste por Becca pero recuerda que somos tu familia y también somos tus amigos así que queremos apoyarte, por favor, déjanos ayudarte.
Los demás corren también y se unen a nuestro abrazo. Luego de que me quejo por el dolor, después de varios minutos por fin me sueltan. Observo las expresiones de cada uno y todas me transmiten que las cosas pueden estar mejor.
—¿No les molesta verme así?— Digo recordando el tiempo en que por días me quedaba absorto en mis pensamientos. Hay una voz dentro de mí que me dice que debo alejarme, que no los merezco, que sería mejor hundirme en mis sentimientos hasta que simplemente dejara de vivir pero ahora sé que a Samantha no le gustaría eso. Aunque la esperanza de que nos encontremos de nuevo es casi inexistente, es esa pequeña posibilidad la que evita que pierda la cordura. Y gracias a las personas que me rodean, también sé que cuento con mi familia.
—Es divertido.— Responde Tamara. —Puedo hacerte peinados extraños cuando estás así y ni te das cuenta.— Los demás asienten dándole la razón y se burlan de mí cuando una lágrima recorre mi rostro.
—¿Quién es la señorita que camina de un lado a otro sin parar, Tobby?— Pregunta mi hermano menor.
Volteo hacia donde está Rose y la llamo. Ella sale de sus pensamientos y abre los ojos sorprendida por la numerosa cantidad de personas parecidas a mí.
—¿A todos ustedes los creé? Recuerdo haberlos hecho más jóvenes.
—Esto es lo que causa el paso de los años.— Responde con una cálida sonrisa mi madre a pesar de que no la conoce.
—Tú eres la escritora ¿no?— Dice Tamara agresivamente. —Tengo varias quejas contra ti. ¿Por qué no me hiciste más alta? ¿Ves esto?— Pregunta señalando sus ojos. —Soy la única que tiene ojos normales, quiero tenerlos color miel.
—Lo siento.— Se limita a responder cabizbaja, Rose nunca se disculpa, algo le debe estar preocupando.
Tomo su brazo, le prometo a mi familia que volveré en unos minutos y la llevo contra su voluntad a la azotea.
—¿Qué pasa?— Le digo cuando llegamos.
—¿Por qué estás preocupado por mí?— Pregunta tratando de desviar la atención hacia mí, la conozco tan bien que estoy seguro de que ahora tratará de herirme para que me aleje y la deje sola. —Deberías estar pensando en Samantha, la dejaste sola.
—Tú también me importas, Rose, eres mi amiga.
Ella pone los ojos en blanco pero sé que la he conmovido. Se toma un momento decidiendo si soy digno de confianza, respira profundamente y comienza a hablar:
—Se supone que ya todo volvió a la normalidad, entonces no hay razón para que se abra otro portal. ¿Y dónde quedo yo? Soy la única que quedó atrás, me siento muy confundida y tengo miedo de ya no poder volver.
—Te daría una solución para tu problema pero no se me ocurre ninguna. Lo único que puedo hacer es escucharte y esto.— Me acerco a ella y le doy unas palmaditas en la espalda, Rose sonríe pesadamente pero se deja consolar.
—De verdad lo siento, Tobby. Sufres todo esto por mi culpa, no entiendo cómo puedes si quiera mirarme. No te voy a culpar si me odias, me lo merezco.— Dice por fin soltando todo lo que está en su corazón.
—¿Cómo podría odiarte?— Le pregunto riéndome. —No eras consciente de lo que pasaba en realidad con los personajes que creabas, estoy seguro de que si lo hubieras sabido no hubieras escrito nada malo. Sé que eres una buena persona, Rose, puedo ver que tu corazón tiene varios rasguños y por eso te cuesta confiar en los demás, así que me siento honrado de que acudas a mí cuando estás triste. En realidad, lo único que puedo sentir por ti es agradecimiento, tú me diste la oportunidad de amar por primera vez. Me creaste a mí y a Samantha, nos diste la oportunidad de conocernos y encontrarnos nuevamente, sin ti no sabría qué es amar. Me siento contento con todo lo que me has permitido vivir.
—Te mereces más.
—Tú también, así que prométeme que cuando vuelvas a tu mundo a pesar de todo lo malo serás feliz.
Rose asiente y me lo jura. Me levanto dispuesto a regresar con mi familia pero ella me detiene.
—Espera, tengo que mostrarte algo.
***
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