Capítulo 24: Primer día, otra vez.
Amanecerá en ocho minutos. ¿Cómo lo sé? Pues me he pasado toda la noche despierta, dando vueltas, contando el número de rayas que tiene mi gato y repitiendo el horario de la escuela mentalmente. Mi mente nunca deja de preocuparse, y hoy, en el día más importante de mis dieciocho años de vida, no es ninguna excepción.
—¡Samantha! — Oigo gritar a mi madre desde el piso de abajo.
Gruñendo para mis adentros, me obligo a salir de mi pequeña pero cómoda cama. Me tomo mi tiempo peinando mi largo cabello y repasando mentalmente los elementos de la tabla periódica, siempre debo estar preparada para un examen sorpresa.
—¡Samantha!— Grita de nuevo.
—¡Ya estoy levantada!— Le contesto.
Para cualquier otro adolescente este sería un día más de preparatoria, pero para mí es mucho más que eso. Es el primer paso que doy en mi camino a la universidad de mis sueños.
Desayuno rápidamente y al cruzar la puerta de salida me despido cariñosamente de mi gato, siento que después de este día aunque esté en casa solo lo veré cuando me sienta triste.
—¿Recuerdas lo que siempre te digo?— Pregunta mi padre mientras maneja concentrado hacia la escuela.
—No eres nada sino eres la primera.
—Exacto. Hazme sentir orgulloso, Samantha. No quiero tener una perdedora como hija.
Asiento pesadamente y me bajo cuando llegamos. Papá arranca sin despedirse pero eso no me entristece, en realidad ahora que lo pienso, nunca lo ha hecho. Me detengo unos minutos en la entrada de la escuela a pesar de los empujones de los demás estudiantes, todavía hay algo mío que se resiste en entrar, quizás es porque no me acompaña mi mejor amiga, Lily.
Acomodo mis lentes y los libros que, aunque tengo mochila, llevo en la mano y me obligo a entrar. Subo el primer escalón pero no llego muy lejos porque alguien me empuja por atrás.
—Fíjate.— Me dice una chica con cara de asco a pesar de que fue su culpa.
—Lo... lo siento.— Tartamudeo agachando la cabeza, sé que debería defenderme pero no puedo.
Ella sigue su camino murmurando más cosas feas sobre mí y solo recibo la mirada lastimosa del que creo es su novio. Recojo mis cosas rápidamente y me apresuro a encontrar al salón, no puedo llegar tarde sobre todo en el primer día, dejaría una mala impresión en los profesores. Como soy una persona precavida estudié el plano de la escuela así que encuentro mi aula rápidamente.
Toco la puerta y para mi sorpresa hay solo dos personas ahí, el chico de la entrada y otro que está leyendo un libro en uno de los asientos de adelante, podría sentarme en cualquier otro sitio pero decido escoger el asiento del lado, el moreno parece ser una persona estudiosa como yo.
—¡Hola mi nombre es Samantha Smith!— Digo animada, no puedo dejar que el incidente de antes me impida conseguir amigos, son importantes sobre todo si quiero ser la presidenta estudiantil.
—Mucho gusto soy Carim.— Responde igual de contento que yo.
—¿Qué libro estás leyendo?— Pregunto para que no haya un silencio incómodo.
Voltea hacía mí intrigado y contesta: —¿Me preguntas porque quieres saber o porque quieres burlarte?
Agito las manos velozmente. —También me gusta leer, solo quería saber cuál libro estabas leyendo. Por la portada creo que es... ¿Orgullo y prejuicio?— Asiente emocionado y de pronto nos vemos enfrascados en un intenso debate sobre si Señor Darcy se merecía a Elizabeth.
—Silencio por favor.— Grita la maestra delante nuestro, miro a mi alrededor y todo el salón ya está lleno, solo un asiento a mi lado está vacío. ¿Quién es el que estará faltando? Necesito que estén todos para ganar la mayor cantidad de votos.
La profesora inicia la clase, nos explica el programa del semestre y se presenta brevemente. Nos cuenta qué la llevó a hacerse educadora y su pasión por el curso. Luego de varios minutos de una charla innecesaria, llega la parte que más me ha hecho sufrir estos días, la presentación.
La primera impresión siempre es la que cuenta, no puedo parecer ni muy creída ni con baja autoestima, no tan nerd pero tampoco tan relajada, así que todos estos días estuve practicando para este momento.
Cuando llega mi turno me levanto tímidamente y digo: —Mi nombre es Samantha Smith, tengo dieciocho años, ...— No puedo continuar porque soy interrumpida por la bulla de unos chicos que se bromean en la parte de atrás. Fulmino con la mirada a cada uno de ellos y me siento enojada.
De pronto suena una ruidosa campana marcando el comienzo del receso, la clase es tan entretenida que siento como si solo hubieran pasado unos minutos desde que comenzó. Recojo mis cosas rápidamente para no perder a mi nuevo amigo y cuando está a punto de irse, lo intercepto.
—¿Me acompañas a la cafetería?— Le pregunto a Carim, no quiero parecer una perdedora que come sola.
—Claro, voy al baño primero y tú ve guardándome asiento.— Responde, quiero decirle que lo puedo esperar hasta que termine pero mis pies se mueven solos y me llevan a la cafetería. Tomo una bandeja y me dirijo a la cocina.
—Mira quién tenemos aquí. La nueva ratón de biblioteca.— Dice la chica con la que me tropecé en la mañana mirándome con desprecio cuando paso por su lado. Los demás en la mesa se ríen por su broma excepto su novio, que está muy concentrado jugando con su balón de soccer. Ella al ver que éste no reacciona se levanta hasta donde está y se sienta en su regazo.
—Bebé, ¿estás molesto?—Le pregunta haciendo un puchero.
Él la aparta abruptamente y ella simplemente sonríe hacia los presentes incómoda. Finjo como si no hubiera pasado nada y trato de seguir con mi camino pero otra vez me veo interrumpida por la chica que ahora molesta, me empuja y tira mi bandeja al suelo.
—Eres un estorbo.— Grita frente a todos y sale de la cafetería.
Espero a que alguien me ayude a levantar las cosas pero todos siguen conversando animadamente. Varias lágrimas empiezan a recorrer mi rostro así que me levanto dejando todo atrás. Mientras escapo corriendo extrañamente mi cuerpo se va liberando hasta que siento que por fin vuelvo a ser yo.
Llego hasta la parte de atrás de la escuela y encuentro de nuevo al chico de antes. Retrocedo lentamente tratando de pasar desapercibida pero tropiezo con una silla abandonada y él se da cuenta de mi presencia.
—Samantha, ¿verdad?— Pregunta y mis piernas empiezan a temblar, ¿estoy emocionada porque recuerda mi nombre? Culpo a mis hormonas adolescentes por eso.
Asiento y él señala el espacio al lado suyo. Está fumando así que me quedo parada todavía a unos metros de él.
—Tal vez te suene raro.— Continúa diciendo. —Pero siento que te conozco de algún lado. ¿Eres de esta ciudad?
—No, me acabo de mudar. Todo el mundo piensa que me ha visto antes, mi cara es muy común.— Respondo y es que eso lo sé desde pequeña, casi todas las chicas son bajas, delgadas, castañas y tienen ojos azules, no podría ser más normal.
—¿Estás satisfecha con tu vida?— Vuelve a preguntar pero esta vez me quedo callada, no sé que responder. Pero, ¿qué persona normal hace esa clase de pregunta a una desconocida? De todas formas, trato de recordar momentos felices que he vivido, sin embargo, no logro conseguir ninguno.
«—No voy a volver.— Me encuentro de repente diciéndole. ¿Es este un recuerdo feliz? Imposible, nunca antes había visto a este chico.
—Hazlo por él. Si te quedas, desaparecerás, él quisiera que estuvieras viva.— ¿De quién está hablando? ¿Por qué desaparecería?, todavía soy joven.
—Pase lo que pase, lo recordaré.— Le aseguro convencida.
—Por tu bien, espero que no.— Responde.»
—Sabes, creo que sí nos hemos visto antes.— Le digo cuando vuelvo a la realidad. —Acabo de tener un deja-vú muy vívido y tú estabas en él.
—¿Quieres recorrer el lugar?— Se ofrece cambiando totalmente el tema de conversación y ahora temo por esa repentina amabilidad. A pesar de eso acepto y él se levanta después de tirar su colilla de cigarrillo al suelo, le diría algo pero todavía me da miedo. —A veces siento como si algo faltara, como si hubiera más que esta miserable vida.— Dice hablando como si no estuviera. —Por cierto, soy Dylan.
—Mucho gusto Dylan.— Digo mostrándole la sonrisa más grande que puedo.
Me guía por toda la escuela enseñándome los nombres de cada uno de los ambientes y contándome los lugares secretos que los estudiantes utilizan para camuflarse de los profesores.
—Y este es el último.— Me informa deteniéndose. —Pocos lo conocen así que siéntete halagada de que te lo esté mostrando.
Observo detenidamente el escondite. Es una pequeña casa vieja en lo más alto de un gran árbol. Las escaleras son las mismas ramas delgadas y quebradizas, así que dudo mucho en que algún día lo llegue a utilizar, no quiero que me recuerden por ser la chica que murió en el patio trasero de la escuela.
Dylan se acerca a la casa y toca el tronco. —Quisiera vivir como él.— Murmura. Abro mi boca para preguntarle por qué piensa eso pero algo llama mi atención.
«Samantha, nos volveremos a encontrar», está escrito en el árbol.
***
El próximo capítulo, le toca a Tobby.
:3
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