Cap 5: tornasol
Cloe despertó aquella mañana con una singular molestia en su estómago, la había comenzado a sentir desde la noche anterior cuando llegó a su habitación exaltada después de aquel frustrante momento en la sala de juegos con Timothée. Permaneció unos minutos recostada con sus ojos fijos en el techo, convencida de que su dolor no era más que el resultado de saber que en pocas horas se estaría enfrentando a uno de sus peores miedos al lado de un chico que le colmaba los sesos.
Los ya habituales movimientos matutinos en la terraza le hicieron voltear sus ojos en esa dirección para distinguir la silueta de quien supuso era algún miembro de alguna de las familias que preparaba el mesón para el desayuno, clara señal de que era hora de levantase. Y lo habría hecho, de no ser por el sonido de una llamada entrante en su celular que le hizo desviar su atención.
—Lucca—habló con emoción la expectante Cloe, irguiéndose para quedar a medias sentada en su cama.
—Hermosa—contestó el muchacho con su típica voz templada—. Discúlpame si es temprano para llamar, es solo que... ayer me acosté inquieto y quería saber si todo iba bien—confesó.
Cloe notó en su voz un tenue timbre de angustia. Sabía que él era un muchacho excepcionalmente sensible e incluso hasta su intuición siempre resultó ser mucho mejor que la de ella, por lo que inevitablemente, cada vez que Lucca le confesaba que presentía algo no muy positivo, le llenaba una preocupación que a pesar de que muchas veces resultó ser innecesaria, muchas otras decantó en algo certero.
—Tranquilo, no ha pasado nada de lo que valga la pena preocuparse. Yo estoy bien—le tranquilizó, aunque su timbre jubiloso y la instintiva sonrisa que hace solo unos segundos se había dibujado en su rostro se desvaneció en un segundo.
—Es bueno saberlo—suspiró—. ¿Cómo están las cosas por allá?
—Bien, aunque ayer perdí en una apuesta con Timothée y hoy tendré que pagarla lanzándome a una alberca oceánica con él—bufó con indiferencia, intentando olvidar la antigua confesión de su novio y desnudándose con el fin de llegar a la ducha.
—Se oye genial—le escuchó decir, casi en un susurró.
Cloe recordó su extraña confesión sobre Timothée el día de su partida y se preguntó si acaso sería necesario aclararle nuevamente que nada ella tenía que ver con el castaño, pero desistió de aquella idea, porque ya el solo hecho de pensarlo le parecía lo bastante ridículo como para hablarlo y estaba muy segura de que en la cabeza de su querido Lucca no cabía ya un pensamiento tan desquiciado como ese.
— ¿Genial? Claro que no lo es, Lucca. ¿Qué tal si me ahogo? ¿Qué tal si es ese el mal presentimiento que tienes?—dramatizo, llevándose la mano que tenía libre a los labios.
—No...No creo que tenga que ver con eso—aseguró, con un tono apenas audible—. Solo cuídate ¿sí?
—Claro—respondió, con el rostro inconscientemente ceñudo, confusa por la misteriosa actitud de su chico.
—Tengo que colgar—resopló—. Un beso.
—Un beso—contestó, sintiendo a Lucca del otro lado pulsar el botón con inseguridad.
"Este chico terminará dejándome con un nudo más grande del que ya tengo en mi estómago si sigue con sus extrañeces" pensó, antes de abrir el regadero para por fin comenzar a dejar que el agua bañara su cuerpo, como extirpando de ella todas sus conmociones y, pese al nerviosismo en su estómago, llenándola de un buen ánimo que no había sentido antes durante aquellos días de viaje.
(...)
— ¿Por qué tardaste tanto?—cuestionó Ema justo cuando Cloe tomaba su ya acostumbrado asiento frente a Timothée.
—Lo siento... estaba hablando con Lucca—aclaró, saludando con un gesto de cabeza y una sencilla sonrisa a ambas familias presentes.
— ¿Cómo está él?—habló de pronto su padre, a quien el tiempo le había hecho generar inevitablemente un cariño casi fraternal por el muchacho, pese a que le gustaba alardear de que no le agradaba para su hija.
Cloe notó de soslayo que la cabeza de Timothée se erguía volviéndose hacia ella, como preso de una repentina curiosidad por la conversación que ella sostenía con sus padres.
—Creo que...está bien—asintió con la cabeza, aunque el dejo de duda en su tono hizo que nadie allí quedase convencido de tal respuesta, y es que ni ella lo creía tanto.
Cuando Cloe extendió su mano para alcanzar la mantequilla al centro de la mesa, desvió su mirada hacia el castaño en frente. Le pilló mirándole con una expresión adusta, tenía ojos serios y sus labios ligeramente entreabiertos; una de sus manos sostenía el cubierto y con la otra parecía frotarse el cuello en un gesto que demostraba una súbita tensión en él. Pero Timothée desvió con rapidez sus ojos de ella y volvió a posarlos en la comida en su plato. A Cloe le comenzaba a parecer un sujeto en demasía extraño, no entendía cómo podía pasar tan rápido de ser tan espontáneo y revoltoso, para de un segundo a otro mirarle de esa manera tan...ambigua.
—Así que... ¿Cuál será nuestro panorama hoy, camaradas?—habló la entusiasta voz de Marc.
Cloe permaneció en silencio, como rogándole a los cielos que Timothée no hablara.
—Con Cloe iremos a la alberca oceánica—informó satisfecho, haciendo que los padres de ambos chicos volvieran su cabeza hacia ella, sorprendidos.
El corazón de la muchacha comenzó a latir con fuerza, sin poder distinguir si era por el sutil choque que el chico le había dado con sus zapatillas bajo la mesa, símbolo de complicidad, o bien por la rabia que le produjo el hecho de que ahora todos se enterarían de que ella había perdido en una batalla contra él.
—Perdí una apuesta con Timothée—aclaró, dando a entender que de otra forma jamás iría a un lugar como ese, y por lo demás, claro que nunca con él.
Miró fijo a los ojos al castaño, como si con ello lograse darle su merecido, ¿cómo se le ocurría dejarla en ridículo frente a todos? Pero el chico no parecía contrariado con ello, de hecho, una sonrisa en su rostro le hacía parecer satisfecho de haberlo comentado con todos.
Un silencio rotundo se hizo presente en el lugar, Cloe notó como las miradas pícaras de los presentes bajaban hacia los platos mientras que sonrisas discretas se dibujaban en sus rostros, y de pronto, como si del mismísimo Joker se tratase, la risa histérica de su padre. La hija le miró estupefacta, no sabía si sentirse peor por ello o por imaginarse el tipo de cosas que estarían pasando por aquellas atrevidas mentes.
—Papá ¿Qué demonios...?
—Ay hija—continuó sin poder parar de reír, logrando que los demás soltaran pequeñas risitas, contagiándose—. Es que han pasado años desde que no tocas agua marina y ahora...nada, solo... me alegro de que al fin te atrevas—comentó gustoso, y luego le dio una fuerte mordida a su desayuno.
Cloe desvió su vista hacia Timothée quien le miraba mientras masticaba parte de su comida. Luego pasó a mirar a su madre que también tenía sus ojos puestos en ella, solo que la mirada de Ema era más empática que la de cualquiera allí, porque le observaba con ojos acogedores mientras esbozaba una sonrisa sutil, como si ella estuviese previamente consciente de algo que Cloe aún no.
"Pero qué mierda les pasa por dios, solo se trata de una jodida apuesta", pensó para sí, sin dejar de sentirse confusa por la actitud de los presentes e intentando concentrarse en lo verdaderamente importante en ese momento: su desayuno.
(...)
Las dos ligeras prendas que conformaban su bikini dejaban al descubierto gran parte de su piel, haciendo que se viera expuesta a la brisa helada que cada cierto tiempo le hacía temblar inesperadamente, y es que pese al intenso sol que pegaba con todo su calor desde el cielo, lo cierto era que la poca costumbre de Cloe a permanecer tiempo en un lugar como aquel le pasaba la cuenta hasta en términos físicos.
Observó a su compañero con desconfianza cuando le vio únicamente cubierto por un bañador por la parte de abajo. La sola idea de saber que su cuerpo casi desnudo se encontraría con el de él en tanto entraran en las profundidades le hacía saltar de los nervios. Por lo demás, no le gustó verse debatiendo sobre qué tan suave era el tacto de su piel o si acaso su temperatura corporal era lo bastante cálida como para calmar la de ella, pues eso, además de desatinado, carecía de importancia cuando estaba a punto de enfrentarse a uno de sus peores miedos.
—Bien, vamos, Cloe—le interrumpió sus pensamientos Timothée, caminando con seguridad delante de ella y acercándose a la pileta.
Cloe le siguió, sintiendo cómo el sudor comenzaba a llegar a sus manos y a su frente, no tanto por el calor como por los nervios. El tacto de sus pies en la arena puesta ahí a modo de simulación y el oleaje natural del agua marina que provocaba olas pequeñas y medianas un poco más allá de donde había llegado Timothée le hacía sentir que realmente se encontraba en un auténtico litoral, así que no se sorprendió cuando los latidos de su sensible corazón daban tales saltos que parecía que su cuerpo completo se movía con cada pulso.
Timothée le observó desde unos metros más adelante, y como vio que parecía como estática, decidió ir por ella.
—Ven, dame tu mano—ofreció el chico, tendiéndole el brazo. Cloe tardó unos segundos en corresponder, pues no creía que aquello fuese necesario.
El agua en extremo gélida le estremeció, haciéndole pegar un fuerte gemido. Timothée le sostuvo su mano con más fuerza, porque el empuje del agua podría hacer caer a cualquiera que no estuviese preparado para recibirla y definitivamente Cloe no lo estaba. Allí fue cuando ella supo que sin el apoyo físico de alguien hubiese sido incapaz de hacerlo.
— ¿Por qué haces esto?—soltó nuestra muchacha con voz trémula, mirando a su compañero.
Y es que Cloe pensaba que si él se sentía con la obligación de acercarse a ella, esa no era la manera más fácil de hacerlo, el chico debía estar profundamente aburrido tratando con dificultad que ella lograse entrar al agua.
— ¿A qué te refieres?—preguntó frunciendo el ceño, aunque sin dejar de mostrar una cómica sonrisa.
—No creo que para ti sea entretenido tener que estar aquí conmigo intentando que yo termine por entrar al agua; debes tener cosas mucho más divertidas en mente, no entiendo por qué querrías hacer esto—confesó, intentando no quedarse pegada como la última vez al ver los rayos de sol ahondar en los ojos aturquesados del castaño.
Timothée pegó una leve risita para después comenzar a morder su labio inferior.
— ¿Estás intentando persuadirme para que dejemos tu reto a un lado y así puedas librarte de él y de paso de mí?—cuestionó divertido.
A la chica le sorprendió que él asumiese que ella quería librarse de él, porque aunque no haya querido admitirlo de momento, ni siquiera se le había pasado por la cabeza durante aquel día, al menos no durante aquel día.
Abrió la boca como para responder, pero el oleaje pareció subir abruptamente, haciéndoles quedar el agua hasta la cintura a ambos. Sus cuerpos fueron rápidamente arrastrados más hacia el centro y de no ser porque la mano de Timothée seguía tomando la de Cloe, ella se habría sentido desvanecer instantáneamente por el miedo. Ahora tenían el agua hasta el pecho, pero la muchacha aun podía seguir tocando el fondo con sus pies, así que no estaba del todo espantada.
—Solo digo que quizá hasta para ti sea más un reto que para mí el tener que estar acá—siguió, como incapaz de quedarse con algo que decir. Timothée sonrió ante ello, y ella no pudo evitar levantar la vista hacia sus ojos llenos de esa claridad translúcida idéntica a la claridad de las aguas en las que ambos estaban sumergidos ahora.
El color tornasolado producto del reflejo de los rayos de sol en el agua parecía traspasar la piel del chico, su piel inundada por gotas de agua que habían quedado impregnadas en su piel. Y Cloe hubiese seguido mirándole cómodamente porque por alguna extraña razón sentía que en ese momento no importaba que él lo supiera; pero su contemplación fue de forma inesperada interrumpida por las suaves manos de Timothée, que por un motivo indistinguible para ella, habían llegado a su cintura para arrastrar su cuerpo hacia el de él.
— ¿Qué haces?—dijo agitada, viendo su torso desnudo tan pegado al de él que tuvo que poner sus manos en el pecho mojado del chico para que la distancia no fuese imprudente.
—Pasa que viene una oleada, querida Cloe. Afírmate—informó, antes de que sumergiera a voluntad ambos cuerpos para que la ola no les pegase de frente.
De un momento a otro Cloe dejó de sentir la arena rígida en sus pies, ahora se sentía como flotando en el abismo espacial, y no, no se creía preparada para eso, así que en un movimiento instintivo, casi a modo de supervivencia, cerró los ojos y se pegó todo lo que pudo al cuerpo de Timothée, Abrazó al muchacho por el cuello y enredó sus piernas en su cintura, sin siquiera una dificultad porque la oscilación del agua le hacía flamear sin necesidad ella de hacer ningún tipo de esfuerzo para erguirse, como si la corriente estuviese a favor de ella, como queriendo ayudarle en su misión de aferrarse a algo para no caer en el nocturno abisal.
En un momento dado, segundos antes de que sus cuerpos saliesen a la superficie, se atrevió a abrir los ojos y alcanzó a divisar de nuevo aquel reflejo tornasolado del sol en el mar, solo que ahora bajo la superficie, inundando ambos cuerpos, y aunque en esa postura la única parte visible de Timothée era su revoltoso y delicado cabello, ella se sintió desbordada por un inexplicable placer.
Salieron a la superficie cuando ya la marea había pasado sobre ellos. El cuerpo de Cloe no había cambiado de posición porque si bien ahora sus cabezas estaban fuera del agua, estaba segura que habían sido empujados más en lo profundo y por tanto sus pies serían incapaces de alcanzar la arena. Cloe dio una fuerte bocanada y se limpió veloz lo ojos cuando ya sintió que podía respirar. Pero entonces fue consciente de la posición en la que estaban, percibió de pronto las manos húmedas de Timothée abrazándola por la cintura, sosteniéndola con fuerza, pero dando sutiles caricias a su piel con la yema de los dedos. Se espantó ante su extrema cercanía y toque, por lo que instantáneamente dejó de abrazarle por el cuello, quedándose de frente a él.
Él le miraba con el semblante serio, con las pupilas oscuras, como por tercera vez durante el viaje. Ahora todo su cuerpo se encontraba empapado y su cabello destilaba en aguacero, un aguacero que caía por sus hombros y luego se deslizaba más allá de lo que Cloe se permitía ver. Sintió el aliento entrecortado del chico golpeándole el rostro y cuando ella respiró de él fue presa del aroma fresco que irradiaba, el que ahora aparecía fusionado con la fragancia del bloqueador solar.
Desvió su vista de él con precipitación, quería dejar de divagar y hacer algo para salir de ahí, de aquella "incómoda" situación. Entonces divisó a lo lejos a ambas familias que atravezaban la entrada y se sintió horrorizar. Miró al chico, quien no parecía atender a nada más que los ojos asustados de la muchacha.
— ¿Podrías por favor soltarme, Timothée?—atinó a decir, intentando que su tono de voz fuese el decidido y resuelto de siempre.
— ¡Já! ¿Disculpa? Eres tú la que me tiene todo el cuerpo encarcelado con sus piernas—se defendió. Soltó la cintura de la chica y cambió inmediatamente su semblante serio al de bufón.
"Claro, cómo no", pensó la ofuscada Cloe. Se enfocó ahora en respirar profundo y se dio todo el valor para nadar ella sola y sin el apoyo de Timothée a su lado. Ya había sido suficiente de él por un día. Sin embargo, en tanto iba avanzando volteó y le vio yendo tras de ella, como si quisiera asegurarse que llegaría bien a la orilla, pero no, ella no necesitaba que nadie la protegiese.
—Timothée—se detuvo con sus pies ya en la arena—. No necesito que vengas tras de mí, estoy bien.
— ¿Es que acaso no puedo yo querer salir tambiénde la alberca?—se excusó, dejándola sin saber qué decir, logrando que ella solo le dirigiese una mirada fulminante.
Tan pronto como llegó a tierra firme fue capaz de sentir algo distinto al temor por el agua, y se percibía agitada, profundamente agitada, segura de que su mirada allí no reflejaba nada más que un terror indescifrable. Sus labios se mostraban perdidos y sus ojos miraban a su alrededor como desorbitados, ambas piernas le temblaban con cada paso y aunque alcanzaba a divisar a ambas familias, ella estaba como abstraída en su propia burbuja mental, ajena a todo movimiento a su alrededor, y por tanto haciendo caso omiso de la mirada orgullosa de sus padres.
— ¿Sabes?— habló Timothée a su lado, rozando el hombro de la muchacha con el suyo—. Eso sí fue entretenido. —Y comenzó a caminar delante de ella.
Ella sintió que su pecho se ahogaba en una emoción desconocida para ella: una sensación de rechazo y rabia a la vez que de anhelo y deseo de no sabía qué diablos. Le miró caminar con sus característicos pasos rítmicos y le detestó por su tan desenvuelto carácter. Pero luego la imagen de Timothée pareció desenfocarse a sus ojos y en lo único que pudo pensar fue en lo mucho que se sintió odiarse a ella misma por no tener ni una mierda de idea de lo que le estaba pasando, de lo que estaba sintiendo, y es que pese a los minutos, aún seguía sintiendo la huella del tacto de Timothée en sus manos, en su cintura, en sus piernas, como quemándole el cuerpo.
Espero lo disfruten :) gracias por leer, votar y comentar <3 lo aprecio demasiado. Por cierto, pensaba en subir un cap especial por el día de San Valentín xd si les interesa díganme en los comentarios 💕💕💕
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