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Cap 31: vestigio

⚠ Contenido explícito.

*Los párrafos en cursiva pertenecen al libro Seda de Alessandro Baricco (recomendadísimo)

*Cap con más de un referencia literaria a Al faro de Virginia Woolf.

Humedeciendo y refrescando, escarchando y desempolvando, la calina de la lluvia empañaba las siluetas y la visión de aquellos dos jóvenes que ya habiendo dejado la ensenada atrás, ahora corrían con premura, entrelazados y risueños, por el patio trasero de la casona, ansiosos por llegar de una buena vez al refugio cálido de sus sábanas. La borrasca había convertido el jardín en una ciénaga de lluvia, por los aleros de la morada anudada entre los árboles, discurría el aguacero, perpetuando el sonido eufónico de su repiqueteo sobre la grava.

Una vez dentro en el salón, se desparramó ante ellos una inmensa oscuridad, siendo solo el relumbre ígneo de la chimenea arrimada en un rincón lo que les permitió un tenue vislumbre de la madera fina bajo sus pies, la silueta leñosa de los muebles y la sombra difusa de sus cuerpos sobre la opacidad de los muros. Las pupilas de ambos se quedaron eclipsadas viendo la forma en que el fuego proyectaba un halo luminoso por todo el lugar, uno que les envolvía con su banda anaranjada y que junto al chapoteo de la lluvia, imprimía en ellos un sosiego aletargante por su parsimonia.

Cloe percibió el sonido del bolso de Timothée dejándose caer en la madera del suelo, y a los segundos, su cintura húmeda el amarre firme de las manos del castaño sobre ella, haciéndola voltearse hacia él con una delicadeza ardorosa por su tacto. Apoyó inconsciente sus palmas en la piel mojada de sus bíceps y lo miró con expresión ilusionada una vez que su cuerpo dúctil se dejó arrinconar por el suyo en lo cálido de una de las paredes cercanas a la hoguera.

Los brazos de su compañero la alzaron por las piernas, y ella, que captó de inmediato su pretensión, le rodeo su cintura con ellas y dejó descansar sus manos sobre su cuello esbelto. Sintió al instante entre sus dedos el realce de los lunares que engalanaban su nuez, como si la lluvia hubiese hecho eco en ellos, acrecentándolos con su humedad y concediéndoles la misma brillantez que le concedía a los prados y a las flores del vergel cuando se esparramaba sobre ellos.

— ¿Dónde están nuestros padres? —Le miró expectante Cloe, adosando el vaho cálido de su boca al del muchacho frente a ella.

—No sé. Pero que no te importe, la lluvia nos va a proteger hoy.

El destile de sus rizos castaños le rociaba las manos en su gaznate, y no pudo contener el acelere de su corazón una vez que entrevió la manera en que el halo luminoso de la chimenea se reflejaba en su rostro lunar todavía escarchado por la lluvia, su haz amarillento se reflejaba en el turquesa de sus ojos, cristalizándolos, y parecía que su calidez le desleía la huella amoratada del frío sobre sus labios. Le contempló unos segundos en esa posición, la certeza de que sus cabellos mojados dejarían la estela su humedad en la pared, como una huella de ese momento con Timothée que solo el rastro del tiempo podría quitar, le inundaba de un profundo placer, uno que se acrecentaba cuando percibía el calor de las palmas del chico sosteniéndola por los muslos, porque la ardentía de su piel sobre la de ella opacaba con creces la frescura del muro en su espalda.

Lo miró a los ojos con hondura, vio que Timothée mantenía sus labios entreabiertos mientras sus pupilas contemplaban en deslices suaves todo el arrebol de su rostro. Sus pechos se encontraban agitados a causa de sus respiraciones entrecortadas, y a Cloe le gustaba la quimera de su jadeos acompasados al ritmo de la borrasca sobre los muros, la forma en que la resonancia fluvial se mezclaba con el crujido de la madera leñosa bajo sus pies y cómo a su vez, todo este compás diluviano y arcaico se amalgamaba al crepitar de los rescoldos de la hoguera.

—Alguna vez leí que el fuego tiene memoria —susurró la joven. Lo miró fijo un corto tiempo más y luego, con una inocencia encantadora a los ojos de su amado, ella cerró sus párpados, apoyó su frente en la suya y se preparó para aguantarse unos segundos más las ganas astronómicas que tenía de besarlo—. Que guarda en su palpitar las vivencias y los recuerdos de la toda la humanidad, incluso eso que no recordamos tanto, o que preferimos no recordar, ya sabes...lo que se mantiene en nuestro inconsciente: anhelos, deseos, amores, tristezas...., todo —terminó en un sigilo ahogado.

—Ajá, lo he sentido. —Timothée no despegó la vista de ella, le gustaba contemplarla a esa distancia mínima, el bosquejo de la luz anaranjada de la chimenea le permitía husmear hasta en las más pequeñas fisuras de su rostro —. Por eso vemos figuras en el humo y formas en las cenizas, como siluetas antepasadas construidas por hileras finas, doradas y ardientes.

—Figuras de la naturaleza, sí. Como si el crepitar de los leños trajera consigo la memoria de quejidos y murmullos distantes, de un pasado remoto.

El castaño separó a pizcas su frente de la suya, el refulgir cristalino de sus iris mirándolo le asustó un tanto, parecían guardar en lo profundo de ellos cierta expresión atemorizada que fue incapaz de discernir. En milésimas de segundos, osaron pasar por su mente diversas posibilidades: quizá había sido el fragor de un trueno que resonó en las lejanías, quizá cerca de la ensenada o a orillas del océano, tal vez algún relámpago se había impregnado en sus aguas impregnadas por el aguacero y había hecho eco en ellos que eran empapados por el mismo.... O quizá, el temor de que ellos se convirtieran en una huella que el fuego se encargaría de resguardar en sus flamas oblicuas le había pasmado, de la misma forma en que imprevistamente, le pasmó la idea de un devenir en ausencia de su amada, la posibilidad de que se convirtiesen en el vestigio de una experiencia remota más y que el fuego pasara a ser una mera potencia reanimadora del ayer, de un pasado, de su pasado.

—Bésame —imploró él, con la voz raspada y con un llanto tímido cuajado en su garganta—.Bésame y déjame hacértelo esta noche.

Y es que anhelaba Timothée disipar esa corazonada de su pecho, extirparla a rasguños huraños si era necesario, necesitaba con urgencia volver a sentir la perennidad junto a ella, bañarse de esa piel cuyo tacto era lo único que cargaba con la certeza de lo sempiterno.

Un suspiro sonoro se escapó de entre los labios de Cloe; y como si no pudiese retener los siguientes, simplemente lo besó, aferró sus manos a su nuca rizosa y arrimó sus labios a los suyos, sintiendo cómo su boca se humedecía con las gotas de lluvia que embadurnaban a la de él, eternamente aromática y aduraznada. Siempre le turbaba la calidez de su boca, la suavidad de su lengua y la sedosidad de sus pliegues, la forma de sus labios nunca dejaría de perpetuar en ella esos nervios arrebolados que él siempre le había generado, nunca dejaría su estómago de palpitar hasta las náuseas por él, y su corazón, ajeno a ella y a goce de Timothée, no dejaría jamás de latir aletargado cada vez que la finura de su silueta se posase frente ella. Él siempre causaría ese efecto inefable en su sentir, siempre, no importa cuántas veces se hubiesen visto o besado antes, eternamente su piel bosquejaría una galaxia impalpable a sus ojos, un velo translúcido y apenas perceptible, utópico, y a causa de lo mismo, provocador hasta lo demencial.

El joven no esperó más, sostuvo con fuerza entre sus manos el peso de su cuerpo y con una naturalidad que parecía destinada a ellos, la llevó hasta su cuarto. A sus oídos en ese momento, no existía mayor placer que el escuche de sus pasos efusivos opacados por el arrullo del viento y de la lluvia, y por los quejidos ciegos de su amada en su cuello mientras él subía a saltitos por los escalones amortajados que daban a su habitación.

La vista de Cloe en ese momento parecía obnubilada, como si de un segundo a otro su cuerpo hubiese absorbido toda la embriaguez de la saliva de su compañero mezclándose al amarillo rojizo del fuego y al runrún de la lluvia en el exterior, porque ni cuenta se dio cuando su cuerpo estaba sumergiéndose en el de Timothée, aferrando el muchacho sus manos a los glúteos desnudos de la joven mientras la penetraba con afán, al tiempo que dejaba escapar gruñidos suaves de entre su boca. Durante unos segundos abrió sus ojos y sus sentidos se agudizaron, su piel sintió el tacto sudoroso del cuerpo de Timothée sobre ella y su espalda la sedosidad de unas sábanas ajenas y aromatizadas, como si estuviese fundiéndose en el frescor frutal de unos de los árboles cercanos a la rosaleda. Era su cama, la cama de su amado, su piel se estaba aleando con él en esas aguas destinadas a su descanso nocturno, y el sentimiento de goce que le producía esa convicción fantasiosa se agudizó una vez que entrevió por entre los rizos rítmicos del castaño la silueta de aquella corona de laureles que alguna vez le hizo, enfrascada en la sensación renacentista que le concedía la inocencia de su rostro helénico, escultórico, engendrador de un lenguaje artístico.

—Espera —habló en ahogos la fémina, deteniéndolo —. Recuéstate a mi lado.

Timothée la miró con expresión enigmática, pero no puso reparos a su petición, salió de su centro con delicadeza y dejó descansar su cuerpo tembloroso a un lado del suyo. Sin embargo, se sorprendió cuando vio la figura de Cloe irguiéndose de la cama, cubriéndose la piel con una camisa azarosa que encontró sobre la colcha y haciendo resonar las tablas de la habitación al encaminarse a pasos tímidos y cautelosos hacia la puerta. Timothée creyó figurar sus ambiciones una vez que la vio desaparecer tras la pared, y con una sonrisa expectante pincelándose en sus labios, se quedó ansioso esperando su llegada.

Por la ventana despejada a un extremo de su cuarto, se oía a la distancia el rimbombante chapoteo de un chorro de lluvia solitario discurriéndose desde un alero, mientras el curiosear del viento y el leve husmear de la brisa marina batía con sutileza el pabilo de una vela, cuya pequeña llama alcanzaba a iluminar tenuemente la habitación. El vaivén de la lumbre generaba un sombreado pendular en el espacio del cuarto, sumiéndolo en una especie de cortina penumbrosa y fueguina que hacía palpitar las formas de las figuras. En medio de aquello, la silueta de Cloe emergió de detrás del armario de luna, con su rostro sereno y con el peso de un libro entre sus manos. Caminando en dirección al castaño, percibió en sus narices el efluvio del petricor de los chubascos humedeciendo el aire, mientras en el tejado, el tamborileo de la llovizna le hizo penetrar en una templanza armoniosa, encantadora por su bajamar musical.

—Léeme esta página —pidió la muchacha, señalando un par de grafemas en una de las tantas páginas raídas de Seda.

Amparó la desnudez de su cuerpo del vendaval filtrándose por los recovecos caobos en lo cálido de aquellas sábanas amantes, dispuso su cuerpo sobre las piernas de su compañero y deslizó su trasero hacia las profundidades de la seda, resguardando la totalidad de su espalda bajo los ropajes hasta que sus manos extendidas quedaron a la altura del ombligo del muchacho y sus labios cerca de su miembro.

Sonrió enternecida cuando le miró a los ojos y contempló sus pupilas nerviosas, divisó su boca abrirse inconsciente y a su miembro erguirse al compás del eco de su respiración entrecortada; y entonces Cloe se percató que hasta el sentir de su cuerpo iba al ritmo de los sonidos guturales de la naturaleza tempestuosa en las afueras.

Tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las cejas, sentirás el calor entrar en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea sobre tu sexo, apoyare mis labios allí y los abriré bajando poco a poco...—comenzó a leer Timothée.

Como Cloe había previsto, fue el aullido ronco de sus labios el que le incitó a acariciar con sus manos la intimidad de su amado, estimulando sus testículos con delicadeza al comienzo, sobándolos hasta hacer erguir su pene en su totalidad. Lo anhelaba firme y seguro frente a ella, frente a sus manos y a su boca deseosa por conocerlo entero. Lo observó con detenimiento los segundos que le fueron posibles; ciertamente, hasta su miembro resultaba bello a sus ojos, hasta su miembro gozaba de algún que otro lunar que le engalanaba con su encanto ocre, bosquejándose bajo ellos la protuberancia de sus venas hinchadas y en el ápice, la silueta bien formada de su glande.

— ....hasta que al final te bese en el corazón, porque te quiero, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te quiero, y con el corazón entre mis labios tú serás mía, de verdad, con mi boca en tu corazón tú serás mía para siempre, y si no me crees abre los ojos y mírame, soy yo, quién podrá borrar jamás este instante que pasa, y este mi cuerpo sin mas seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran...Oh..—exclamó en un susurro él, una vez que sintió los labios de Cloe besando la superficie de su glande.

Comenzó besándole la punta con delicadeza, deslizando su lengua con cuidado por la superficie, quiso hacer hincapié allí en el impalpable agujerillo del mismo porque sabía la sensibilidad de la que gozaba esa parte. Sin embargo, no quiso atiborrarle de deleite tan de pronto, no quiso hacer que sus labios le concedieran todo el placer de inmediato, así que solo pasó a abrir su boca con libertad, introduciendo en ella únicamente la parte de su miembro que alcanzaba dentro en su cavidad bucal, cuidándose de no ahogar.

Las mejillas de la fémina ardían, percibía el palpitar del corazón de Timothée develando su agitación en la intimidad que mantenía firme entre sus manos, pero no se atrevía a mirarlo, sabía que él mantenía su vista concentrada en los grafemas pese a estar percibiendo en todo su cuerpo el placer de la succión.

mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieren saber hasta dónde hacerme daño, hasta donde tú quieras, no hay fin, no finalizará, ¿lo ves?, nadie podrá cancelar este instante que pasa, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos soltando las lágrimas de mis ojos, mi voz dentro de la tuya, tu violencia teniéndome apretada, ya no hay tiempo para huir ni fuerza para resistir, tenía que ser este instante, y en este instante es, créeme, este instante será, de ahora en adelante, será, hasta el fin...

De pronto, cuando le oyó finalizar, sospechó su mirada posada sobre ella. Ciertamente, le abochornaba un tanto estar lamiéndole y que él estuviese siendo testigo de las ganas con que lo hacía, que presenciase la intensidad acuosa con que su lengua raspaba la suavidad rosácea de su prominencia. Pero es que no podía ser de otra manera, le encantaba sentir el palpito de su miembro y la protuberancia de sus venas adecuándose a su concavidad oral, y amaba la forma en que su voz se engrosaba bajo el efecto de la excesiva excitación, la ronquera con que emitía cada palabra, la ductilidad de sus cuerdas vocales cuando la necesidad de despedir las frases gravemente le atormentaba hasta hacerlo soltar exclamaciones murmurantes y ásperas.

Una vez que oyó a Timothée dejar el libro a un lado y enredar sus manos suavemente en la parte trasera sus cabellos, Cloe aferró sus manos con fuerza a lo sobresaliente de sus costillas, su cuerpo delgado, esbelto, le permitía el roce de hasta los más ínfimos huesos. Concentró su lengua en su punta, succionando con más fuerza al tiempo que levantaba a pizcas su mirada para contemplarle. Él mantenía su cabeza echada hacia atrás y sus labios entreabiertos, liberando quejidos graves que eran ocultados por el resonar álgido e incesante de la lluvia, mientras que inconscientes, las palmas de Timothée en su pelo perpetuaban un ritmo que aunque cuidadoso, intensificaba el deslice de su intimidad dentro de su boca, emanando sus movimientos un calor abrasador que enardecía las mejillas de la fémina.

La lluvia que azotaba, empujaba y gemía, a gruñidos ásperos, de la misma forma en que lo hacía Timothée, azoraba el sentir de Cloe, que no reprimió su humedad y mucho menos el saberse causante de tamaño placer en él cuando comenzó a soltar gemidos resonantes a la par que su compañero, le enardecía ese momento, le excitaba como a nada verse siendo partícipe de tamaño cuadro, sentir la dureza de su piel íntima tan dentro suyo cuando parecía que hasta el chubasco había aparecido esa noche con el mero objeto de velar sus gemidos amorosos a quien quiera que osase husmearles.

Todo ello hasta que en cierto momento, la pelvis de Timothée comenzó a moverse arrítmica; y entonces, justo cuando el sonido destemplado de un trueno resonó en las alturas, Cloe sintió que los músculos del chico se tensaban, resquebrajándose su cuerpo hasta materializar su fragmento en un chorro áspero y cálido color blancuzco que se fundió en sus fauces...

La mirada de Cloe se posó de inmediato en él, quien le miraba enternecido y a jadeos fugaces. El chico le contempló unos segundos así, extrañamente, le gustaba ver su boca manchada de sus líquidos, le parecía de lo más tierno ver sus pequeños dedos intentando limpiarse y empañando en ello a sus mejillas sonrojadas. Soltó una leve risilla y le tendió con dificultad la camisa que había quedado por allí a la suerte del revenimiento para que pudiese limpiarse, y una vez que la chica terminó, se recostó con suavidad a su lado, quedándose en su dirección y sintiendo en sus caderas el roce de una de las manos de Timothée acariciándole.

—Amada mía...—le susurró él en los labios, arrastrando su cuerpo más cerca de él y adosando sus labios sobre los suyos con una ternura bisoña.

Cloe sintió el tacto de aquel elixir bucal como un espejismo lejano que intensificaba su lasitud, porque de pronto se sintió tremendamente agotada, o quizá... solo había sido el exceso de satisfacción. Observó los labios de su compañero bajo la tenue iluminación de la vela, un silencio abisal se hizo presente pese al repiqueteo de la lluvia copiosa en el exterior, era el silencio de sus cuerpos el que había emergido liminalmente, entremezclándose a esa brisilla entrecortada que se colaba por la ventana, enfriándoles un tanto y desliendo de sus cuerpos el candor de su pasión mediterránea.

En ello, el sonido trépido de la puerta principal abriéndose y el bullicio de unas voces ilegibles les alertó de la imprevista llegada de sus padres. Ambos se miraron al instante, con el brillo pabiloso cerniéndose sobre sus pupilas fulgurantes, con aquella mirada se lo estaban diciendo todo: no anhelaban separarse, querían quedarse juntos esa noche, bajo el alero de la llovizna y amparados en su madriguera dorada de esa ventisca que azotaba a centelleos fugaces la madera leñosa de la casona.

— ¿Te quedarás? —Timothée le acarició el rostro, como si con ello lograse detener cualquier atisbo de huida en ella.

—Me quedaré —respondió firme. No podía irse, no, no después de haberle conocido hasta la textura sedosa y el sabor melifluo que descansaba en sus interiores.

Timothée sonrió satisfecho; y así, luego de que soplase la llama del pabilo de la vela, dejando que imperara en el cuarto cierto tipo de oscuridad aguada concedida por las gotitas de lluvia derramándose en el ventanal, Cloe escondió su rostro en el cuello cálido del joven, él la apachurró entre sus brazos y ambos, en silencio, se respiraron mutuamente. El aroma de la lluvia aún yacía impregnado en sus cuerpos y la sombra de las gotitas en la vidriera se reflejaba en sus rostros, un sombreado captado por la luz de una farola cercana al alféizar en las afueras.

Cloe escucho el latir apaciguado del corazón de Timothée y entonces, en el centro de su estómago emergió una ligera sensación de bruma, notando cierto atisbo de preocupación en ella que se materializó bajo la sospecha de una eventual velada de insomnio: solo les quedaban dos días en Marsella, y el palpito de un futuro incierto con Timothée a la distancia del encanto de aquel lugar, le estremeció imprevistamente el corazón.

No quería que los sucesos de aquel día se convirtieran en un vestigio lejano, solo accesible a través de la huella impalpable del recuerdo.

Después de como dos semanas vuelvo a actualizar. ¿Alguien más se siente decepcionadx de Chalamet? a mí me rasguñó el corazón darme cuenta de que su supuesto compromiso social y activismo no era más que una fachada (o al menos eso me pareció, que nadie se ofenda bbs <3), pero well, al menos pude escribir el cap imaginándome al Timoteo de esta historia que ahora desligo completamente del original jaja 

Díganme ¿Tienen algún presentimiento de lo que se vendrá el próximo cap? 🙄

Cuéntenme qué les pareció y no olviden dejar su voto si les gustó 💕🌊Abrazos y gracias por todo su apoyo :) 


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