Cap 3: manos trémulas
Gorillaz - Broken
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Los primeros días de aquella primera semana Cloe se había mantenido al margen de los planes que ambas familias habían acordado; negándose a acompañarles a cualquier lugar que implicase acercarse más de lo conveniente al mar, había pasado la mayoría de sus tardes sola, recostada en los pequeños asientos del angosto salón, con sus ojos pegados a las páginas de su libro; y con gusto se hubiese encerrado en su cuarto, pero la idea de estar sola allí sintiéndose tan próxima a las profundidades y sin nadie más que estuviese cerca para ayudarle en el caso de que alguna desventura ocurriese, le impedía arriesgarse a tomar esa decisión.
—¿Hasta cuándo vas a permanecer encerrada aquí como si no hubiese nada más que hacer?—cuestionó cansado Erick al ver a su hija nuevamente sentada leyendo aquel desconocido libro—. Vinimos a divertirnos.
La chica levantó apenas su vista, para recalcar con simpleza:
—Ustedes vinieron a divertirse.
— ¿Nos vas a castigar todo este tiempo que nos queda porque no te dijimos lo del viaje, Cloe?—levantó la voz el padre.
Era de mañana, y como todas las mañanas, Cloe no sentía las energías como para adentrarse en una de esas inútiles discusiones con su padre, en las que por una u otra razón siempre salía perdiendo. Así que se levantó, dejó su libro a un lado dispuesta a pasar a la terraza en donde, como ya era costumbre, se reunían a desayunar con los Chalamet.
—Hoy luego de almorzar iremos a la piscina al otro lado del crucero. Y tendrás que venir.
Cloe le miró boquiabierta, solo pudiendo imaginar una de esas albercas gigantes que contenía la frígida y glacial agua marina que aunque no fuese concretamente el océano, seguía siendo parte de él. Y no, no podría con eso. Iba a abrir la boca para protestar porque le parecía una desconsideración total de parte de su padre, pero su madre la interrumpió.
—No te preocupes, querida. El agua es potable, no habrá ninguna gota de océano en ella—aclaró, como para apaciguar el ambiente tenso que se estaba generando entre ambos miembros de la familia.
Cloe se limitó a pegarles una mirada de disgusto para pasar a la terraza, resignándose a que ese sería su lamentable panorama crepuscular.
Algo positivo al menos era que acercarse a la terraza ya no era una aventura extrema para ella, había salido allí durante todas las tardes para habituarse a ello, claro que no osaba acercarse en demasía a las manillas de seguridad, y de hecho, el puesto que siempre ocupaba en la mesa era el que más lejos se encontraba de la barrera. Aquello ya era sabido por todos, así que acostumbraban a dejarle aquel lado libre.
Por lo general Timothée tomaba el puesto frente a ella, así que Cloe le observaba moverse constantemente con espontaneidad, viéndole llevar su cuerpo ligeramente hacia atrás para apoyarse en la barrera o bien abrazando la madera con ambos brazos para luego dirigir su mirada hacia el horizonte infinito. Cloe debía admitir que envidiaba esa ligereza en él, esa falta de temor que tan presente estaba en ella cuando se trataba del abismo aturquesado.
Le había evitado con perseverancia pese a que él insistía en intentar generar alguna espontánea conversación con ella, pero a Cloe no le apetecía, creía que la única razón detrás de toda su amabilidad y cordialidad eran los padres del muchacho, que de seguro le habían persuadido para intentar sacarla de su reducido mundo. Además, aún no podía arrancar de su cabeza la vez que por un fatídico error se había mostrado desnuda frente a él, y dado eso, todavía no podía mirarle a los ojos sin recordar el inquietante suceso. Solo esperaba que la oscuridad haya estado de su parte impidiéndole al chico ver cada rincón de su cuerpo.
—Entonces ¿hoy irás con nosotros a la alberca, Cloe?—preguntó Marc, con su acostumbrado semblante animado.
—Sí—respondió con sencillez, aunque devolviéndole una sonrisa.
Conociendo algo de los señores Chalamet, se enteró que, además de ser muy amables, también eran conocedores de un gran repertorio de libros, lo cual le agradaba; sin embargo, cuando se enteró que Pauline no viajaría con ellos al menos durante el tiempo que estuviesen en el crucero, un dejo de decepción la inundó, porque de todos, ella había sido la que más cómoda le había hecho sentir en su presencia, y estaba segura que si estuviese allí, al menos sentiría algo más de compresión y compañía.
—Timothée ha asistido a esas fiestas que hacen en las distintas cubiertas. Podrías acompañarle alguna noche—aconsejó el mismo, haciendo conexión visual con su joven hijo.
—Claro, por supuesto que sí. Cuando quieras, Cloe—le sonrió Timothée, limpiándose con el paño los restos de su desayuno.
Pese a tener una personalidad arrebatada, la chica no era de espantarse al primer comentario que encontrase que la ofendía, pero ese intercambio de miradas entre padre e hijo le hizo sentir que se compadecían de ella y de su singular tendencia a optar por quedarse en la habitación, aun sin conocerla, aun sin saber que aquello le apetecía más que cualquier otra cosa en aquel extraño lugar. Así que no se restringió de decir lo que sentía, y cómo lo sentía.
—No, muchas gracias, prefiero pasarme la noche encerrada en mi cuarto—habló con dureza.
Sus padres le pegaron una mirada de advertencia a la vez que de reprobación, pero qué más daba, ella tenía que sentar sus límites. Por lo demás, cómo se iba a sentir bien yendo con Timothée a una de esas desenfrenadas fiestas si le había visto coquetear descaradamente con cada chica que se le acercaba con ganas de pasar el rato, y no, tener que ver aquellas escenas frente a ella le producía un profundo rechazo y se sentía asqueada de solo pensarlo. Por supuesto que no lo haría, simplemente no confiaba en él como para asistir a un lugar así en su compañía.
(...)
Ya llegados al terreno de la pileta, ambas familias habían optado por permanecer en una de las esquinas del lugar para tomar el sol y dejarse embriagar por el aire fresco que golpeaba sus rostros; sin embargo, Cloe consideró que aquel lugar se encontraba demasiado cerca del borde, así que se ubicó más al centro, quedándose solo a unos metros de la amplia piscina, y aunque al principio se sintió contrariada creyendo que mucha gente andaría pululando por todo el lugar, le tranquilizó ver que la realidad era distinta, ya que solo unas cuantas personas caminaban por allí y muy pocas otras habían optado por introducirse en el agua fría.
Con su toalla, audífonos y libro posicionados ya en el pasto sintético, Cloe comenzó a desprenderse de la ropa restante, y para cuando estaba terminando de quitarse el top divisó a Timothée a solo unos metros mirándole, y aunque el chico desvió rápidamente la mirada cuando se percató que ella en efecto le había pillado, Cloe alcanzó a distinguir en sus ojos la misma fijeza, seriedad y oscuridad que cuando de manera desconcertante le había visto desnuda.
Ella se quedó mirándole unos segundos más, esperando que él se atreviese a mirarle de nuevo de esa forma, porque si era así, ella le miraría con ojos desafiantes, como advirtiéndole que con ella no servirían aquellas efímeras galanterías con las que lograba cautivar a las otras gentes. Afortunadamente para él, éste no se atrevió a posar nuevamente sus ojos en ella.
Ahora, con su cuerpo extendido y con su torso ligeramente erguido, la muchacha se encontraba abstraída en las revoltosas páginas de la obra en sus manos, sin embargo, un rayo de sol le hizo parpadear ligeramente, haciéndole desviar su mirada al frente por encima de su libro. Allí se encontró con Timothée al lado de la pileta, sentado en medio de dos chicas que hablaban entretenidamente con él. Parecían divertirse.
Cloe no pudo evitar voltear los ojos, porque aquella escena se había repetido durante la mayoría de los días que llevaban en el crucero. Las mismas chicas con el mismo chico, cuyas expresiones faciales lo único que lograban transmitir era aquel hedonismo infinito y superfluo del cual Cloe había rehuido desde siempre.
—Qué terrible tener que estar en este lugar— susurró.
Pese a ello, decidió enfocarse en la escena con el excepcional fin de conocer un poco más sobre cómo funcionaba el coqueteo. Allí tuvo que asumir, mirando la gesticulación de Timothée, que su sonrisa le agradaba, o en realidad, sus dientes le agradaban, porque advirtió que uno de ellos estaba ligeramente chueco, casi imperceptiblemente ladeado un poco más arriba que su diente compañero, y eso le encantó en demasía, porque aunque eso pudiese significar un defecto, la belleza particular del Timothée no sería excepcional sin aquel matiz de "imperfección".
— No sería tan bello si sus dientes fuesen perfectos— pensó para sí misma.
Pero entonces el corazón le empezó a palpitar con fuerza cuando notó que el chico le estaba mirando de vuelta, perturbada por no ser capaz de distinguir cuánto tiempo había pasado desde que él le había pillado mirándole. Le vio indiferente a las habladurías y sonrisas de ambas chicas a su lado, ahora estaba concentrado en ella; así que Cloe, con el fin de parecer desinteresada, tuvo que volver a pegar su mirada en el libro, intentando ocultar su evidente bochorno.
Qué torpe había sido, qué torpe por dios—pensó.
—Hey—le saludó Timothée llegando a su lado.
—Hey—dijo con indiferencia, sin despegar sus ojos de las páginas y maldiciendo el haber sido tan descuidada como para haber llamado su atención.
— ¿Qué lees?—preguntó, curioseando con sus ojos el libro de su compañera al lado.
—El túnel.
—No lo había escuchado—comentó el castaño, que había estado esperando una respuesta más explicativa de su parte.
—Es de Ernesto Sábato, un escritor latinoamericano—informó, dando vuelta a la página.
— ¿Y de qué trata?
A ella le parecía ridículo tener que responder aquello, creía que al castaño nada podía interesarle menos que saber de qué trataba y estaba convencida de que su pronto acercamiento no tenía otra explicación que el hecho de que él se sentía con la responsabilidad de generar algún tipo de lazo con ella, porque claro, eran los dos hijos de ambas familias y encima tenían la misma edad. Todo el mundo debía creer que tenían la vida en común, pero no.
—Es la historia de un pintor con una personalidad psicopática, obsesionado con su pareja y bueno, el relato está narrado desde su punto de vista entonces... es terrorífico, triste pero en demasía emotivo. Remueve las entrañas—explicó Cloe, sintiendo cómo la sensibilidad llegaba a su cuerpo, haciéndole perder la mirada en el movimiento ondulante del agua siendo removida por los cuerpos en la pileta.
Pero de pronto se espantó cuando atisbó que quizá había dicho demasiado, casi como dejándole entrever parte de su sentir a él. Entonces recordó lo débil que era cuando se trataba del profundo gusto que sentía por la lectura y de lo mucho que se dejaba llevar cuando alguien le preguntaba por algo relacionado a algún libro.
Cloe miró a Timothée, como espantada, y se encontró con sus ojos fijos en los de ella. Se sintió incapaz de apartarlos porque el reflejo del sol en los ojos de él le otorgaba a su color original una claridad translúcida, un brillo hipnótico que le hizo estremecerse y comenzar a agitarse inexplicablemente. Sintió su cuerpo temblar, pero no atinaba a hacer nada más porque parecía paralizada, como llena de desazón; hasta que un repentino golpe le hizo despertar del trance. Era su libro que se le había caído de sus manos trémulas.
Lo recogió con rapidez como si eso le fuese a permitir calmar su súbito nerviosismo, pero se arrepintió al instante porque sus manos en extremo temblorosas la delataron.
—Me gustaría leerlo—comentó Timothée como en un susurro, sin dejar de mirar el rápido movimiento de la chica.
—Te lo puedo prestar cuando lo termine, me quedan pocas páginas—anunció, guardando sus pertenencias sin dirigirle la mirada. Se sentía profundamente contrariada y necesitaba alejarse.
— ¿Enserio? Te lo agradecería mucho. Podríamos comentarlo luego—ofreció él, imitando sus movimientos.
Cloe le miró cuando ya estaba con sus pertenencias al hombro, y él estaba parado frente a ella, como esperando impaciente su respuesta. Cloe sentía que debía decir que no, pero imaginar una de esas conversaciones que tanto le apetecían sobre todo cuando se encontraba tan lejos de su hogar y de la única persona con quien solía comentarlos le hacía dudar, así que se terminó por convencer de que una promesa tan casual no tenía por qué ser cumplida, y en el caso de que sí, tampoco sería para tanto.
—Claro—dijo dándose la vuelta, con el semblante serio.
Al instante sintió su celular sonar, y supo de inmediato que se trataba de su querido Lucca, pero sus manos seguían temblando y su mente parecía haber viajado junto con el viento marino, porque no consiguió mover sus dedos y en lo único que logró pensar fue en lo poco preparada que sentía para hablar con él, y aquello le dolió, pegándole fuerte en el pecho como nada durante todos esos días, porque no recordaba, después de todos esos años, haber sentido la necesidad de no hablar con él, aunque fuese por unos cortos minutos.
Sus ojos plzz.
<3 abracitoss a quienes leen, votan y/o comentan. Ojalá les guste, cuéntenme qué tal💕💕
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