Cap 22: luceros
—No ha llegado. Cloe todavía no aparece, Dana. —habla intranquilo el castaño en el celular.
Su cuerpo se mueve atolondrado por el salón principal de la casona, con su mano libre en el bolsillo que le vela de su ansiedad se acerca incesante a la vidriera, allí cuela su mirada por la cortina que protege a la casona de la nocturna, la decepción de no ver ni un alma en el exterior le impacienta y le inunda el cuerpo de una insufrible sensación de desesperación. No recuerda haberse sentido tan preocupado e ineficaz en toda su vida.
—Ok, tranquilo, ¿no estaba en la casa cuando llegaste?, ¿desde qué hora que no la ves?
—Creo que estaba en su cuarto cuando me fui, pero no estoy seguro porque no hablamos en todo el día. Llegué a las diez creyendo que la encontraría pero nada. Esperé una hora, creí que podría estar en la playa, fui hasta allá y no, no la vi. Ya es casi media noche y no sé nada de ella.
—Es probable que haya salido por allí, quizá a caminar o a leer, dijiste que le gustaba. Quizá hasta se encontró con alguien, ¿sabes si conoce a alguien en Marsella?
Timothée arquea su espalda, apoya una mano en su cadera y echa su cabeza hacia atrás. Mira hacia el techo, a ese techo blanco y vacuo al que odia por no darle ninguna señal de dónde podría estar la fémina, siente la humedad en sus ojos atosigados y entonces se ve en la obligación de inhalar y soltar el aire con fuerza, buscando con esmero una manera de tranquilizarse a fin de lograr pensar con claridad.
—Emmm No, no lo creo...—Se lleva la mano a la nuca, frustrado—. No lo sé. Hoy conoció a Murphy pero no les vi siquiera intercambiar números, así que dudo que esté con él. Ya no sé qué hacer, podría llamar a sus padres pero no quiero arruinarles la noche.
—No, no lo hagas. No hace falta. Ella está bien, no te preocupes de más. Cómo sabes si quizá se encontró con Murphy, él no vive tan lejos de la casona. —Su voz suena templada, intenta calmar a Timothée que parece que pronto estallará en llanto si no logra tranquilizarse—. Paul te manda saludos, dice que te tranquilices, que ella está bien.
Le escucha soltar el aire de una sonrisa del otro lado, contagiándolo. Si solo hubiese tenido las agallas de desechar su pensamiento negativo y anular su orgullo para invitarla a ir con él, quizá..., quizá nada de eso estaría pasando, tal vez ahora estarían ambos de vuelta en la casona, sonrientes, conversando sobre cómo la habían pasado, mofándose de lo absurdo de contraer matrimonio a una edad tan temprana. Quizá...quizá hasta besándose, y en una de esas —tal vez—, si ella lo deseaba tanto como él, entonces hasta podrían haberlo hecho...
—Lo lamento, sé que hoy hablé mucho de mí cuando la idea era que me contaran sobre ustedes y su romántica historia de amor —ríe bufón—. Espero que Paul sepa que disfruté mucho conocerle aunque haya partido antes.
—Nos lo dejaste claro contándonos todos tus sentimientos por Cloe, Timmy. Ansiabas ir a verla y Paul bien sabe que así es el amor, impredecible —suelta risueña.
Timothée escucha el nombre de Cloe y de manera abrupta se ve de nuevo cayendo en el pozo de la incertidumbre de su ausencia, despertándole de lo que pareció ser un lapsus de olvido otorgado por algún ser luminoso que optó por ayudarle a contener un tiempo más la humedad del agua en sus iris.
—Recuerda lo que hablamos, la importancia de la comunicación. Sé honesto con ella —menciona en son de despedida Dana, que ha captado a la pesadumbre volviendo a atacar a Timothée y necesita concentrarse en su amada.
El castaño asiente y corta la llamada, la voz severa de su amiga le concede un dejo placentero de esperanza, muy en el fondo sabe que pase lo que pase, en algún momento, tarde o temprano, su cuerpo estará junto al de Cloe, lo siente, aunque le esté cercenando el desasosiego atisba una gota, una diminuta gota que condensa un optimismo inusitado por ella, es la ilusión de verle, el espejismo de su voz en él, la quimera de su cuerpo ingrávido y fresco contemplado por sus ojos vivaces, ambiciosos de ella.
Sí, volverá.
La brisa en las calles de Marsella gozaba de una calidez insospechada esa noche, Cloe y su ahora buen amigo Murphy reciben las tibias ráfagas de viento que circundan a su alrededor, el bulevar está impregnado de un silencio que les adormece el ánimo y sosiega sus ansias hedonistas; las luces de las casonas cercanas al destino de Cloe les iluminan tenuemente, a matices, al compás del aire que les vela con su capa. Hace pocos minutos han dejado a Alicia en su lugar de hospedaje, y ahora, con el corazón retozón y con el alma ligera caminan en dirección a sus hogares luego de un buen par de horas de diálogo y sonrisas.
—Nunca imaginé que tus padres fuesen los dueños del bar —comenta Cloe, con voz cálida y un tanto adormilada—. Gracias por las papas fritas, mi estómago no hubiese sobrevivido a la cerveza negra de no ser por ellas —confiesa risueña.
Y en efecto, la única huella que queda de los tragos en su cuerpo es la del adormecimiento, la abundancia de comida y la larga caminata que han tenido que dar desde el centro de Marsella hasta esos rincones más bien solitarios y recónditos les ha evaporado de sus cuerpos el efecto embriagador del licor agridulce.
—No es nada. Fue cortesía de mi madre, le gusta dejar con buena impresión a mis amigos.
Cloe sonríe enternecida cuando le oye, le gusta que se dirija a ella como a una amiga, podría carecer de sentido si reflexionaba sobre que le había conocido recientemente y que pese al tiempo de habladurías, ciertamente poco y nada le conocía. Sin embargo, la fluidez y la comodidad que sintió con él y con Alicia le habían hecho advertir sobre una amistad naciente, y le gustaba, le complacía porque nunca se sintió tan capaz como esa noche de entablar una conversación así de confortable con personas a las que nada conocía.
Miraba insistente sus pies, presos de una templanza que parecía hacerles sobrenadar sobre los adoquines negruzcos de la calle a esas horas de la noche, le gustaba apreciar el pavimento embellecido por la sombra de los robles que engalanaban las avenidas con sus hojas tiernas y troncos cobrizos, vetustos y de un grosor que condecía a la atmósfera una apariencia plácida y protectora, como si su disposición allí estuviese únicamente destinada al velo de los secretos joviales y pasionales de quienes tuviesen el placer de fundirse bajo ellos.
—Gracias por acompañarme, Murphy. Espero que tu casa no quede tan lejos de aquí —habla gentil ella cuando ya han llegado a la vereda perteneciente a la casona de los Chalamet.
—Solo a un par de cuadras, no es nada. Oh, casi lo olvidaba. —Murphy rebusca algo en su bolso ante la mirada atenta de la chica—. Te dije que lo daría la próxima vez que nos viéramos.
El marsellés le extiende la mano con el libro que le había prometido, Cloe esboza una sonrisa confusa a la vez que risueña mientras frunce tenuemente el entrecejo, lo toma al instante dejando escapar una carcajada sonora, irreprimible.
— ¿Acaso eres espiritista y sabías que nos encontraríamos hoy o qué?
Él pega una risotada, su pelo revuelto se remueve con el viento y roza la piel de su propio cuello dorado a causa de tantas mañanas y tardes expuesta al sol costero
—No, solo que no sabía cuándo nos volveríamos a topar y bajo esa premisa lo que correspondía era llevarlo conmigo cada vez que saliera —señala con simpleza, con un guiño de ojo juguetón mientras recompone su postura para partir—. Que pases una buena noche, Cloe. Si vez a Timothée dile que no sea un ingrato y me invite a pasar un rato con ustedes.
La fémina asiente en un movimiento de cabeza y se gira con sus manos arropadas bajo la tela gruesa de los bolsillos amplios de su polerón, como si la piel de sus dedos atesorara el recuerdo del castaño y estuviese intentado que no se desplegara por los aires, atorándosele su nombre en el cuerpo y ofuscándole la conciencia.
— ¿Me confiarás algún día la supuesta monstruosidad de tu nombre? —Se voltea para exclamar a Murphy con su silueta ya perdida a la distancia.
—Quizá —le escucha gritar a lo lejos.
Su voz se vuelve un eco vaporoso que termina por difuminarse en el éter nebuloso de la madrugada, Cloe dirige nuevamente su mirada hacia la casona, camina a paso lento, un tanto agraz, mientras trata de no hurguetear allí en el sector que da a la ventana de la habitación del castaño, ¿habría llegado?, ¿se habría quedado con...? Inspira el aire con fuerza, cierra sus ojos e intenta focalizar sus pensamientos. Lo cierto es que hace un rato ya que un aire de resignación le circunda, aun le duele la actitud del castaño, pero ¿qué podía hacer ella?, lo había intentado. Su cuerpo y su mente ya habían recibido la carga de su desidia y ahora se sentía a pizcas más ligera, quizá a causa del aletargante cansancio emocional en el que la habían dejado sus emociones por Timothée.
Quién sabe si fue esa sensación de agotamiento o no la que le hizo acurrucarse en el pecho del castaño cuando éste la abrazó apenas puso un pie dentro del salón. A decir verdad, ni siquiera alcanzó a entrever que alguien se encontraba allí, había solo una única luz encendida que desde las afueras se hacía invisible, ni siquiera le había distinguido el rostro, solo sintió su cuerpo ligero acorralándola, advirtiendo que se trataba de él cuando sus narices dieron con esa fragancia que la empapaba de dulzor.
Escuchó la puerta cerrarse con suavidad tras de sí, como guiada por la ráfaga de viento que suscitó el movimiento rápido de Timothée una vez que la abrazó. Fue extraño, si consideraba la actitud distante erguida entre ellos durante el día anterior y parte de aquel, la confusión de su abrazo inesperado la habría aturdido, pero la importancia de eso se difuminó al instante una vez que sintió su cuerpo junto al de ella, su tacto había mitigado sus pensamientos y ahora solo ansiaba desvanecerse en ese abrazo.
Cerró sus ojos y pasó sus brazos por su torso, lo aferró un poco más a ella mientras sentía el aliento cálido de su respirar en su frente, allí entre sus cabellos, humedeciéndola. Sus rizos le acariciaban el cuello y anheló como nunca ahondar en él, adentrarse en su piel y en ese respirar agitado cuya musicalidad era lo único que fragmentaba el silencio cálido del salón. Fue allí, en el soplo de ese instante, en que Cloe notó lo mucho que lo necesitaba, lo mucho que su corazón resguardado bajo la piel de su pecho requería de Timothée para sentirse calmo, sereno, quieto.
Sin embargo, hubo algo que la chica sitió en los vellos de su cuerpo luego de unos segundos de estar sumergida en la calidez de ese abrazo, era la vibración del cuerpo tembloroso de Timothée que contagiaba al suyo a cada segundo, en cada roce. Le fue imposible reprimir un dejo de preocupación, ¿qué le pasaba? se preguntó, ingenua sobre lo que había causado su brusca desaparición en la piel y en el alma de ese chico. Así que se separó un tanto para mirarle a los ojos, percibiendo en ellos la huella de una angustia previa.
Su nariz griega acariciada por sus rizos frágiles y fragantes gozaba de una esteticidad inusitada, escultural desde aquel ángulo, y Cloe sintió el repentino impulso de morderla, de besarla y lamerla, porque la quería en ella, en su cuerpo y dentro de su boca.
— ¿Qué pasa?, ¿por qué tiemblas? —cuestiona desorientada Cloe, viéndose en la obligación de reaccionar y concentrarse no tanto en su belleza sino en el brillo que irradiaban sus ojos.
Timothée le mira enternecido, lo pueril de su voz y la ingenuidad con que lo mira develan su inconsciencia respecto a lo que ha causado en él, y aquello, lejos de molestarle le hace arder el corazón de un afecto desmesurado. Y es que podría haber respondido a su abrazo con un golpe, con un par de palabrotas si se le antojaba, y aun así él no habría podido dejar de mirarle ni de sentirle de esa manera: desbordado de afecto. En ese momento, lo más importante para él era verla a salvo, segura y sin ningún rasguño. Y por eso ni un poro se removió en su piel cuando notó que sus manos cargaban con el libro de ese amigo suyo que había hecho brotar en él una inseguridad y un orgullo desmedido, ni tampoco cuando olió el sutil aroma de un trago de seguro compartido con él previamente.
Entonces por fin entendió: esa era la otra esfera del amor, la calidez de la entrega sin un trueque, el sentir que en ese instante él podía darle todo, hasta reprimir la ferocidad de su amor ferviente si se trataba de contemplarla sana, feliz, serena.
—Estaba preocupado por ti —confiesa con la voz a pizcas quebrada.
Le quitó con delicadeza el libro de sus manos para dejarlo en la pequeña mesa de centro, Cloe le miraba un tanto aturdida, ciertamente no se esperaba tamaña preocupación, ¡ni siquiera se esperaba estar en su recuerdo!, la habían cegado su orgullo y su pensar calculado.
—Lo siento, Timothée. No creí que te preocuparías.
— ¿Estuviste con Murphy? —pregunta él, más para quedarse tranquilo con la certeza de que ella ha estado a salvo durante todo ese tiempo que para satisfacer su curiosidad de chico enamorado.
—Emm, sí. Con él y con Alicia —responde dubitativa.
Timothée frunce su ceño, ¿Alicia?, ¿la chica del crucero?, se pregunta, y aunque las ganas de preguntarle a Cloe no son mínimas, el hecho le es indiferente en ese momento. Así que simplemente desecha su curiosidad, anhelando únicamente sentirla a su lado, dejar caer su cuerpo junto al de ella y acariciarle un tanto.
— ¿Podemos sentarnos un momento?, quiero poder abrazarte.
Cloe no espera darle una respuesta y simplemente deja caer su cuerpo en el sofá de tela del salón, da un golpecito ahí en el cojín a su lado, invitando al castaño a posarse junto a ella. Timothée se posa a su lado haciendo que sus piernas rocen las suyas, pasa uno de sus brazos por sobre sus hombros y la acurruca en su pecho, acariciando su cabello de cuando en cuando y dejando besitos discretos en su frente. La quietud les inunda, les absorbe y les adormece, la calidez del espacio les hace sumergir en el acomodo de sus cuerpos juntos, en el sosiego de sus respiraciones calmas.
Desde aquella postura, con su rostro ladeado en el pecho del castaño, Cloe se sume en la tonalidad azafranada que cubría la tranquilidad de sus pieles juntas, la pequeña lámpara en una de las esquinas les ilumina tenuemente mientras el almizcle acanelado del castaño se le cuela por los poros a Cloe, de pronto siente que sus cuerpos son dos hojas de un herbazal moviéndose pacíficos por la brisa de sus emociones templadas, iluminados por un atardecer azafranado concedido por esa luz tenue, mientras que el pulso acallado de los latidos del corazón de Timothée son el murmullo del océano, cuyo canto sereno llega a despertarles de esa torpeza sentimental que por poco causa el desplome de su vínculo.
—Lo siento —susurra él, sin dejar de acariciar con suavidad el cabello de la chiquilla.
—Lo siento.
Cloe siente un nudo ciego formándose en su cuello, siente unas ganas intensas de llorar, de soltar las lágrimas que tenía congeladas en su interior y que le hubiesen ahogado de no ser por ese abrazo cálido que les derritió.
—Debí ser más claro ayer. La verdad deseaba mucho invitarte a ir conmigo a la reunión de Dana, ella quería presentarme a su prometido. Se van a casar —Timothée carcajea sereno—, pero me dejé llevar por la incomodidad que me generó verte tan entusiasmada con Murphy.
—Qué bobo eres—sonríe ella, mirándole conmovida—. No me gusta Murphy, me recuerda a Lucca —confiesa nostálgica, para ambos es evidente lo mucho que extraña a su amigo—, me hace sentir tranquila hablar con él y podría ser su amiga, pero es todo. Yo me sentí extraña no sabiendo lo que significaba Dana para ti. Y sé que debí comunicártelo antes, pero no me atreví.
Cloe baja su mirada, abochornada.
—A Dana le tengo un cariño casi fraternal, es importante para mí porque fue mi primera novia, quizá no tanto como lo es Lucca para ti, pero... es algo parecido, me imagino que puedes entenderlo. También lamento no habértelo dicho antes, Cloe, nos hubiésemos ahorrado los malos entendidos.
—No nos comunicamos bien —suspira Cloe. Tiene sus mejillas rojas de la vergüenza que siente hasta con ella misma por haberse formado tamañas ideas en su cabeza.
—No, no lo hicimos —admite Timothée en una mueca ligera mientras le mira afable—. Pero aún podemos hacerlo —dice al fin, con la ternura impregnada en su voz.
Cloe le observa a sus ojos centelleantes, son como esas dos primeras estrellas que emergen en el cielo cobrizo del crepúsculo previo al anochecer, esos luceros solitarios, un tanto nostálgicos a los que se les otorga la misión de un eventual deseo cumplido... "la primera estrella en salir, pide un deseo, Cloe"...escucha en su mente. Sonríe inconsciente mientras su cuerpo comienza a temblar con finura, delicadamente, acaba de pedirles un deseo.
Llevó una de sus manos al cuello del chico para acariciarle con la yema fina de sus dedos, su tacto suave era casi imperceptible para Timothée, tanto que le hacía doler la ambigüedad de su roce. En un movimiento lento, Cloe acercó su rostro al suyo sintiendo un calor ligero presionando su cuerpo, el matiz eclipsado del salón le incitó al cumplimiento de su deseo, así que besó con ligereza la punta fina de la nariz del chico, empapándole de su aliento mientras le veía cerrar sus ojos delicados.
Con un dejo de inseguridad y con su cuerpo temblando, Cloe deslizó sus labios en los de él, cerró sus ojos y en ello, su boca tomó con cuidado el labio inferior de Timothée. Él no esperó ni un segundo para arrastrar su cuerpo hacia el suyo, presionando suave la cintura de la muchacha a la vez que dejaba que sus labios jugasen en vaivenes ligeros con los de ella. De a poco introdujo con anhelo su lengua en su boca, hurgueteando en sus recovecos mientras se dejaba deleitar por el sonido de sus bocas juntas. Hizo viajar su mano más inquieta debajo del polerón de su amada hasta llegar a tocar su cintura desnuda, y desde allí, la acarició en roces finos hasta el límite de su cadera. Era inevitable, llevaban días deseándose mutuamente los labios, sus pieles errantes, y ambos sabían lo que pasaría.
Ya no había nada que les impidiese unirse con soltura, ni la culpa de un querer previo, ni el orgullo insignificante de sus mentes. El libro de Murphy había hecho algo de efecto en ellos, incluso antes de abrirse.
Sofi, para ti que sé que quedaste muy triste con la actitud de Timoté💕😊
✩✩✩
Les dije que no odiaran tanto a Timoté </3 jjjjj
Ay, les aviso que el próximo puede que traiga descripciones explícitas. Quiero intentar escribir algo nuevo eaeaea, así que cuidado bbs
Espero disfruten este cappp, ¡gracias por sus votos y comentarios hasta ahora! no olviden contarme qué les pareció y qué le gustaría que pasara 💕💕🌊
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