Cap 21 : desahogo
Rebe - Corazón partio
✩✩✩
Se conocían. Timothée y Murphy se conocían.
Lo cierto es que cuando Cloe lo supo la invadió una extraña sensación de desvío, por un momento había guardado la esperanza de conocer a alguien lejano, anónimo y distanciado de todo eso que le aquejaba aunque sea a pizcas en su vida. O quizá, muy en el fondo, el aire que irradiaba aquel extraño no distaba mucho de la confortable sensación que le solía entregar la compañía de Lucca, como si inconscientemente estuviese proyectando la imagen de su amigo en el desconocido. Cloe era consciente de lo acaparador que resultaba su intención, era un tanto egoísta anhelar un vínculo solo para ella, así que desistió de seguir pensando en ello, sobre todo cuando nada le aseguraba que volvería a tener contacto con él.
Según supo, Murphy era uno de esos amigos que el rizoso se había hecho en Marsella, y en realidad no era de extrañar si Timothée había viajado a ese lugar la mayoría de los veranos de su vida. Qué tan íntima era su relación de amistad era algo que aún no lograba discernir la fémina, quizá debía preguntarle más tarde a Timothée por él. Sin embargo, la desenvoltura de sus cuerpos al saludarse y la fluidez de la conversación de la que fueron parte, le hacía atisbar que la confianza que guardaban entre ellos era aún mayor de lo que ella alcanzó a distinguir en esas pocas horas de diálogo.
Por lo demás, había visto a Murphy sonreír como nunca creyó que lo vería hacer cuando saludó a Timothée, irguiéndose velozmente de la arena a fin de saludarle con un abrazo cálido y con una emoción inusitada en su voz. Verlo en esas le hizo desechar a Cloe la imagen que ilusamente se había hecho de él antes de que llegase el castaño, la singular conversación que habían sostenido solos, en la que se había mostrado un tanto cauteloso e irónico, por poco le hace quedar con la sospecha de que se trataba más bien de un chico insociable; con Timothée allí sin embargo, reparó que su carácter no guardaba en lo absoluto los aires de una persona retraída.
—Orgullo y prejuicio —Le habló el muchacho a manera de despedida, con esa sonrisa que aunque genuina, no dejaba de guardar cierto matiz burlesco—. Te lo traeré la próxima vez que te vea, Cloe.
La fémina esbozó una sonrisa amplia mientras inconsciente dejaba fruncir levemente su ceño. Le vio alejarse a paso comedido, meneando sus piernas con ligereza sobre la arena y con sus manos resguardadas en los bolsillos delanteros de sus shorts, divisó la forma en que el viento relente que alertaba sobre la llegada de la nocturna le agitaba la tela delgada de su camisa a la distancia, haciéndole parecer una de esas tantas aves cuyo canto sereno advertía la incipiente consumación de la tarde.
Sintió la mirada de Timothée posada sobre ella, imperturbable; su corazón comenzó a saltar con fervor y su estómago sintió un fuerte cosquilleo, al fin estaban solos. La necesidad imperiosa de conectar sus ojos con los de él la obligó a mirarle con intensidad, íntimamente, como si el iris de sus ojos necesitara el de Timothée, como si sus pupilas ya no aguantaran más mantenerse alejadas de las de él.
Sus labios duraznos estaban ligeramente entreabiertos y sus ojos le miraban apesadumbrados, su aliento cálido con matices a té negro endulzado le pegaba en sus labios, agitando su pecho y entumeciéndole el cuerpo. Era extraña la sensación de la que estaba siendo presa, se sentía embadurnada de él y de su aliento, de sus ojos dolidos. Un soplo de aire les acarició las nucas, aunando sus cabellos, y entonces Cloe no pudo reprimir un gemido grácil, sus ojos se aguaron y sus labios se entreabrieron, lo amo...pensó a fragmentos, con el corazón apretujado, con la imagen de sus labios en su mente y con el recuerdo desgarrador y lastimoso de sus manos tocándole el cuerpo, lo amo, se repitió...
Un intenso dolor comenzó a germinar en el corazón de su garganta, como si hasta ella extrañara la humedad de su saliva bañándole, y quizá fue aquello lo que le empañó aun más de vulnerabilidad su interior, porque al instante de haberle envuelto a él con su pensamiento amoroso, le vio alejarse con brusquedad de su cuerpo, a brazos cruzados y a cabeza gacha, con urgencia, como escapando de quién sabe qué irrefrenable emoción.
— ¿Qué? —Le siguió Cloe, con la mirada perdida y con su cuerpo inquieto, aun aturdida por la manera en que ese soplo de aire le había pintado con lucidez que lo amaba, que así se sentía el amor: en un suspiro, en un hálito, en una caricia, allí, en ese sentir evanescente del aire, se condensaba la totalidad de sus sentimientos por él.
—Nada. Solo creí que no te gustaba eso de prestar los libros.
— No recuerdo haberte mencionado eso, Timothée —responde Cloe con la voz quebrada, a la vez que intenta no dejarse llevar por sus impulsos cuando le recuerda prestando su libro a quien ni de lejos era de su agrado—. Además, no voy a ser yo quien preste uno de mis libros. Me lo van a prestar.
Timothée guarda silencio, nota que si la conversación sigue rondando en aquel tema se terminará por volver tan ridícula como él, que consciente de su aspecto ensombrecido y mortífero es incapaz de concebir que el motivo de tamaña tristeza sea esa incómoda inseguridad que le rasguñó todo su sentir cuando vio esa forma en que Cloe miraba a su amigo, ¡en frente de él!
— ¿Son muy amigos ustedes?
La chica ha tenido que respirar profundo para no dejarse desplomar por sus sensaciones, camina apresurada para seguirle el paso por aquel angosto sendero del acantilado que se volvía cada vez más opaco por la noche, una vorágine de distintas emociones se condensaban muy hondo en ella y ahora suelta esa pregunta ya no tanto por curiosidad como por sentir que es incapaz de contener el silencio que se yergue entre ellos, como una muralla que les distanciaba, que irrumpía en sus emociones, desbaratándole en fragilidad la piel.
—Solíamos vernos casi todos los años cuando venía acá. Nos tenemos confianza —responde escueto.
—Parece que conoces a todos aquí en Marsella —inquiere, sonrojándose al tiempo que se apresuraba a otra pregunta, no quería que el castaño notara el gesto velado de sus celos—. Es un poco raro él, ¿no? Murphy.
En realidad no tenía argumentos claros para rectificar esa premisa, simplemente lo había sentido y creía que el castaño, como amigo del desconocido, debía saber perfectamente a lo que se refería sin tener necesidad de explicarle nada.
Y sí, Timothée lo sabía, sabía muy bien a lo que Cloe se refería y quizá era precisamente eso lo que le asustaba. A decir verdad, Timothée le conocía bastante bien, durante todos esos años el chico se había encargado de hacerle menos aburrida su solitaria estancia en el lugar, habían jugado juntos de pequeños, para cuando mayores le había acompañado a algún trago, Timothée le había presentado a su familia y él le había entretenido con sus conversaciones sobre... ¡todo!
Sí, era eso, él era un chico bastante instruido y quizá demasiado astuto, tanto que sintió el aniñado, cándido, y hasta ridículo pero de todas maneras muy humano miedo de que Cloe, en suma interesada por eso temas, no tardaría en engancharse de él, completamente ingenuo al verdadero sentir de Cloe, que en el mismo momento en que a él se le pasaba por la cabeza aquel disparate, ella no podía desechar la idea de que con seguridad su cuerpo se terminaría por desvanecer si no obtenía pronto uno de sus besos, alguna de sus caricias blandas, ¡alguna señal de que él no se le estaba yendo!, escurriéndosele de su piel de la misma manera en que la marea se distancia de la arena, de la misma forma en que el turquesa de sus ojos se va degradando hasta hacerlos parecer agua clara, de a poco, con una lentitud dolorosamente angustiante.
—Este sector de Marsella no es tan grande. Y Sí, así es él, nada del otro mundo de todas formas.
Cloe asintió en un murmullo, percibió cierto tipo de espina solloza atascada en su garganta, quería llorar de impotencia, se sentía incapaz de hacer nada que perpetuara la cercanía con Timothée. Así que desistió de seguir hablando hasta que llegaron a la casona, cuando ya el arrebol del atardecer se había difuminado en el horizonte y el canto de las flores y árboles propiciado por la brisa nocturna ya había cesado, dando paso al sigilo sumiso y pacífico de la noche.
De pronto sintió que la oscuridad de ese cielo eclipsado que se desparramaba sobre ella se le venía encima, ofuscando a su mente y a su cuerpo dolido, haciéndole sentir la nostalgia desoladora de su cariño, extrañaba sus ojos, su piel impregnada del aroma de los rayos de sol salinos, mierda...le estaba resultado imposible no dejarse persuadir por la musculatura de su espalda moviéndose mientras caminaba a paso rígido delante de ella, dejando traslucir la firmeza de la que gozaban sus articulaciones dorsales bajo esa camisa holgada; la estaba embriagado de deseo en un movimiento, humedeciendo su centro en un paso.
Era consciente de que su corazón ansioso estaba ganando en ese momento, estaba venciendo a su sentir orgulloso y a su pensar maquinante, así que prescindiendo de la acidez que le había generado su ausencia en el castillo y que todavía sentía aglutinada allí muy dentro de ella, se decidió por hablar.
—Timothée —le llamó, antes de sentir que si lo dejaba entrar en su cuarto sin darle una última mirada y sin haber dejado ni un ápice de su voz verdeazulada sobre ella le asaltaría una desbordante sensación de vértigo.
— ¿Sí? —Timothée se voltea, permitiéndole ver a Cloe la opacidad que se cernía sobre sus ojos melancólicos. El sigilo y la oscuridad del pasillo armonizaban perfectamente con el aire alicaído que irradiaba su mirada.
—Mañana nuestros padres se irán a If por la noche, ya sabes...esas entradas que ganaron. —Cloe mantiene su mirada al frente, intentando no pegar sus ojos en los suyos, removiendo sus manos temblorosas a fin de pasar desapercibida en su nerviosismo—. Pensaba que podríamos aprovechar de hacer algo, conversar, cocinar, ver una película... lo que quieras.
Timothée la mira un tanto sorprendido, Cloe nota que sus labios se entreabren a matices y sus ojos son acaparados por un brillo inusitado, aquel gesto hubiese sido motivo suficiente de calma para su pecho inquieto, de no haber sido porque al momento le vio llevarse una mano a su cabello tras su cabeza, evidencia clara de una naciente incomodidad en él.
—Me encantaría Cloe, pero quedé con Dana para ponernos al día. Ella quiere...
—No te preocupes, Timothée. No pasa nada.
Fue la adrenalina la que tomó posesión de su cuerpo, haciendo que sus labios esbozaran una sonrisa forzada y dura, perpetuando que en un segundo se tragase esa saliva que cargaba con el peso de las gotas de un llanto impotente. En un movimiento fugaz entró en su habitación, cerró la puerta tras de sí y dejó reposar su espalda magullada en la madera fría, tosca que le separaba de ese chico...de ese...Apoyó su cabeza allí, escondió sus manos en su espalda mientras sentía una aguja en su garganta que le hería la piel bajo su cuello, no lloraría...no, no lo haría pese a sentir que el dolor y la impotencia le desgarraban hasta el alma, a su interior húmedo, empapado de afecto. No lo haría.
Miró hacia la ventana, a ese vidrio que le permitía la contemplación del jardín trasero, intentó enfocar su mirada en las hojas de los árboles que envueltas de la oscuridad de la noche, no cesaban de moverse al compás de las ráfagas de aire tibias, observó aquel soplo de ensueño con afán, queriendo impregnarse de su tenuidad y así acallar ese impulso ahogado que le desgastaba el cuerpo, le comprimía las articulaciones y le anulaba el buen juicio. Ella no se quedaría allí durante la noche siguiente para empozarse en el agujero ansioso en que la dejaría la incertidumbre de sus actos con esa muchacha, no, claro que no, volvería a tomar las riendas de sus emociones, respiraría profundo, intentaría olvidarse de él y saldría a despejarse. Sí, eso era, ella no se dejaría arrebatar por nada, ni por el tifón que significaba su insoportable sentir ni por la desidia de su compañero.
— ¿Otra chica más? —La pelirroja habla con voz melodiosa.
Ya llevan una buena cantidad de tragos compartidos y el sabor dulce amargo del licor les llega a la cabeza a ambas chicas, nublándoles un tanto la vista y aligerándoles el pensamiento y el cuerpo. El sonido de la música en ese pequeño pero pletórico bar les hace adormilar aún más la conciencia, las luces cromáticas y danzarinas se cuelan por sus cuerpos que yacen allí en una pequeña mesa a un extremo de ese primero compartimento.
—Así es, una ex al parecer. —Cloe le da un sorbo a su chop de cerveza, una exquisita cerveza negra cuyo alto grado de alcohol resulta pegar un poco más rápido de lo que la mayoría.
—Pero ¿estás segura? todavía me acuerdo cuando le tenías rechazo a Gabriela, y créeme, ella y Timothée...jamás. Muy sosa para él.
—No, esta vez es distinto. —La sensación de liviandad que le inunda incluso al hablar de Timothée le evidencia a Cloe de su propia embriaguez, sorprendiéndole—. Créeme, ella se veía bien sugestiva. —Se detiene, mirando a Alicia con ojos empequeñecidos por el trago— ¿Cómo sabes eso de que Gabriela no me caía para nada?
—Soy observadora. —Alza los hombros en señal de obviedad—. Además, con Timothée hablándonos siempre de ti no era difícil asumir que había tensión entre ustedes. Hasta Gabriela que andaba tras de él como potro en celo se daba cuenta, por eso se comportaba tan pesada contigo.
— ¿Timothée les hablaba siempre de mí? —cuestiona con el rostro ceñudo la fémina.
— ¿Por qué crees que sabíamos tanto de ti? Era adorable escucharlo. —Alicia carcajea, enternecida.
Una repentina sensación de añoranza invade a Cloe, era un detalle ese del que se había enterado, pero aun así, no podía dejar de sentir que era un motivo más que se sumaba a su melancolía por él, a esa pena que ahora se encontraba latente a causa del fermentado en su cuerpo, ¿qué estaría hacien...?
— ¿Por qué te juntabas con ellos? —suelta repentinamente, en parte para matar su curiosidad y otro tanto para desechar de su mente la imagen del castaño.
—Por Derek.
— ¿Por Derek? —Cloe abre su boca instintivamente—. Él era un...
—Un imbécil, sí. —suspira—. Pero no lo era siempre ¿sabes?, cuando no estaba borracho era un encanto, me gustaba recordarlo así y dejé que mi corazón ganara. No me juzgues, estaba enamorada.
Cloe asiente en un movimiento de cabeza, se lleva el chop a sus labios, da un largo sorbo, y entiende: había sido la ceguera del amor.
— ¿Y qué pasó?
Alicia arqueó los labios, comprimió su mandíbula y dejó viajar sus ojos verdosos por las paredes de madera rústica y cobriza del bar. Cloe notó que un recuerdo fugaz se filtraba por sus ojos, cristalizando sus pupilas e inquietando a sus manos que nerviosas, comenzaron a jugar con la superficie vidriosa y pesada del chop.
—Casi me golpea, en una de sus borracheras.
—Oh por dios, qué mierda más grande —Cloe alza su voz al instante, ligeramente indignada—. Por favor dime que nunca más lo buscaste.
Sus labios se entreabren esperando una respuesta, le brillan los ojos y siente un fuerte peso en su pecho, qué doloroso debía ser convertirse en víctima de la crueldad de alguien a quien amas.
—No, claro que no —niega ella con rotundidad en una mueca de disgusto—. Me costó pero ya lo superé.
Cloe nota que el ceño de chica se frunce a matices mientras sus ojos evidencian cierto tipo especial de confusión, está mirando a sus espaldas, parece haberse olvidado súbitamente del tema de conversación que estaban teniendo. La chica siente la repentina necesidad de voltearse y mirar en esa dirección, pero a riesgo de ser inoportuna prescinde de aquella idea, intentando hallar alguna señal de lo que acontecía en el reflejo verdoso de los ojos de la pelirroja.
— ¿Qué pasa? —curiosea en un sigilo, intrigada
—Es un chico. Al parecer viene hacia acá. —Menea su cabeza, invitándola a mirarlo—. ¿Lo conoces?
La fémina se voltea, la tonalidad fresca de la música se amalgama al sabor cafetero y dulce que le ha dejado la cerveza negra en sus labios, impregnándose en toda ella el placer de esa fusión, así que le es imposible reprimir una sonrisa amplia y dulce cuando le ve caminando a paso cauteloso pero seguro hacia ellas, en el corazón de la algarabía de ese espacio que se le cuela por los poros hasta llegar a su alma, deseosa de desahogo. Dirige Cloe nuevamente su vista hacia su compañera, la ve allí con semblante retozón y con una ceja ligeramente alzada, una sensación de calor emerge allí en medio de su pecho: se siente poderosa.
Díganme, ¿Cómo les cae Murphy???🙄🙄 ¿Qué opinan de la actitud de Timoté?
Espero que este cap logre hacerles salir un poquito de su rutina, que lo hayan disfrutado <3
Cuéntenme qué les pareció y no olviden dejar sus votos si les gustó 🌊😊
Abrazossss 💕🌊
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro