Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 16: lunares

https://youtu.be/B1LaEjI9pgM

Tender - Living

La bruma del sueño comenzó a disipársele a Cloe a fin de darle paso a la conciencia matutina, empezó a abrir sus ojos de a poco, advirtiendo de inmediato en su cuerpo cansado la huella de aquel movimiento entusiasta y excesivo de la madrugada, se sonrió sin darse cuenta al recordarlo, se sonrió con ligereza, apacible, como si hubiese despertado de un buen sueño, porque en efecto, su cabeza se encontraba lo bastante embelesada como para aventurarse a concientizar a la muchacha de los eventuales resultados no tan buenos de lo que había pasado.

Con su cuerpo ladeado y con su mano izquierda bajo la suavidad de la almohada que sostenía su cabeza, terminó por abrir por completo sus ojos; y difuminándosele la totalidad de la neblina del sueño en sus pupilas, se encontró con la mirada fija del castaño en ella mientras una sonrisa enternecida se dibujaba en su rostro. Cloe se sintió sonrojar súbitamente cuando la incertidumbre respecto a cuánto tiempo hacía que Timothée la contemplaba le hizo estremecer su piel cristalizada por las emociones.

— ¿Cuánto tiempo hace que me estás mirando?—susurra, con voz quejosa de sueño.

Le observa recostado en su dirección en la misma posición que ella, tenía su torso desnudo y la tela ligera de la sábana azul que les resguardó a ambos esa noche solo le cubría desde su cadera. La chica siente el repentino impulso de abalanzarse sobre él, quitarle el trozo de sábana que le cubre su miembro, su trasero y sus piernas, y comenzar a acariciarlo. Pero se resiste, con todo el valor que le concede su conciencia despierta, se resiste.

—Lamentablemente no desde hace tanto como me gustaría —sonríe él, llevando su mano libre hacia la mejilla de Cloe, acercando su cuerpo al de ella.

Los orificios nasales de la fémina inhalan la fragancia somnolienta que irradia el cuerpo de su compañero, haciéndole rememorar en toda ella el trance pasional de hace solo un par de horas, y aun así, aun siendo ella consciente de que pasó hace solo un momento y aun guardando en ella la seguridad de que él se encuentra todavía allí, no puede evitar sentir la añoranza de aquel instante, la melancolía y la nostalgia de haber vivido algo tan exquisito y simplemente inefable.

La luz clara que entra por la ventana le permite observarle con detenimiento, contempla su rostro mañanero marcado por la opacidad bajo la zona inferior de sus ojos, aprecia el matiz sonrojado que toman sus mejillas y pómulos, y en los cuales se dibujan aquellas pecas que tanto encantan a Cloe, aquellos lunares que circundan sus labios y que se despliegan por su cuello hasta llegar a sus clavículas y así hasta el resto de su cuerpo, como si cada uno de ellos fuese una gota de lluvia que decantara en la formación de ese río que constituyen todos sus lunares extendiéndose por toda la piel de su rostro y de su cuerpo.

Percibe el roce de la caricia de la mano inquieta de Timothée sobre sus pómulos, es tan suave, observa en sus ojos lo congénito de él, el atisbo de una melancolía y una nostalgia que se esconde en lo más remoto de su mirada verdeazulada. Los ojos de Cloe bajan hasta sus labios rosados, ligeramente entreabiertos, y siente que su belleza le nubla los sentidos, que es demasiado, que hasta le cuesta mantenerse estable frente a él, frente a su cuerpo, frente a su personalidad marcada por un no sé qué que le aterra pero que le atrae como nada más en ese momento de su vida. Es un tipo especial de calor el que le transmite su presencia, uno que le hace sentir que se quema si no se mueve, ¡si no hace algo!, si no se va, si no se queda, un calor que derrite hasta la luminosidad de su carácter razonable, que le eclipsa la mente y le hace querer fundirse hasta en el recoveco más oculto de su esencia.

Se yergue sutilmente a fin de que su rostro quede a un buen ángulo con el de Timothée, quería besarlo. Así que con cuidado, y con la incertidumbre de no saber si el chico quería olvidar lo que pasó, posa su palma en su cuello y acerca sus labios a los de él, removiendo sin querer la sábana que le cubría su torso desnudo, dejando al descubierto sus pechos sonrosados de ternura. Siente al instante cómo una mano de Timothée toma su cintura, abrazándola, mientras que con la otra le recoge el cabello a fin de que no se interpusiese entre sus labios.

Cloe succiona con delicadeza el labio superior del castaño, y siente el roce de su bigote casi inexistente en el interior de sus labios. Los remueve con delicadeza sobre su boca, intentando llevar un ritmo lento, pero la lengua de Timothée pronto se hace presente, rompiendo con el orden de todo, previniendo el caos de sus deseos. Aferra él su mano con fuerza a la nuca de la chica, profundiza el roce duro de sus lenguas e intensifica el sonido de sus labios tocándose, aquello genera que se despliegue por toda la habitación el eco de sus besos, que en conjunto con el sonido de sus pieles removiéndose en las sábanas y el de sus respiraciones agitadas, les hace excitar en demasía, haciendo que sus manos se conviertan en la materialización del ansia y que sus genitales comiencen a palpitar, contrayéndose con fuerza el uno por el otro.

—Timothée —se detiene ella, mirándole con fijeza a sus ojos adormilados, embriagados.

— ¿Sí?— responde agitado el castaño.

Cloe no sabía cómo hacer la pregunta, sentía cierto temor por la posible respuesta del muchacho, así que se contuvo un momento antes de terminar por soltar las palabras.

—No quiero que te sientas presionado a continuar si no quieres, entiendo si para ti lo de ayer fue solo cosa de un momento. Si quieres olvidarlo....

—No quiero olvidarlo. —soltó tajante, inmediatamente después de que Cloe terminó de articular esa última palabra interrumpida—. ¿Tú quieres?—le miraba fijo él, con sus labios semiabiertos y con su respiración entrecortada por los nervios y la expectación. Él ni siquiera había pensado en esa posibilidad, y ciertamente, le dolía el mero hecho de pensar que ella podría pedirle algo así.

La fémina se demora en responder. No quería, claro que no quería, podía mentirse con un montón de cosas pero decir que quería olvidarlo era sobrepasar el límite.

—No, no quiero olvidarlo.

— ¿Qué es lo que quieres, Cloe?— le acarició los labios.

—No lo sé, Timothée —resopló ella, ligeramente turbada.

—Trata de no pensarlo tanto. Solo...

—No es tan fácil, sabes que...

—Ya sé, por favor no me lo recuerdes —cerró con fuerzas sus ojos el chico. Había intentado con ahínco todos esos últimos días no recordar la situación sentimental de Cloe, sabía que él no podía hacer nada, y no podía pedirle nada tampoco, la respetaba demasiado como para atreverse—. No quiero pensar en eso ahora, solo quiero estar contigo.

—Además, nuestros padres, Timothée—continuó—, ni me puedo imaginar lo que pasaría si se enteraran de lo que pasó, o ... sobre nosotros —la chica se preocupa, recordando repentinamente que tiene que llegar a su cuarto antes que sus padres despierten, ¡antes de que se enteren que no ha dormido en su cuarto! Mierda...

Mi padre sospecha —termina por confesar Timothée mientras esboza una mueca.

— No juegues —le mira estupefacta—. ¿Cómo? ¿Le comentaste algo?

—No, claro que no. Es solo que, esa vez que nos escuchó "discutir" casi que me interrogó y bueno, me puse muy nervioso, ¿cómo no?, logré zafarme pero me conoce, sabe que no se lo dije todo, y desde ahí que siento que no deja de mirarme como intentando descubrir algo más.

—Mierda...—susurra ella, irguiéndose para partir. Se cubrió su cuerpo desnudo con la misma sabana que a causa del movimiento ferviente de la madrugada había quedado liberada de la madera—. Creo que mi mamá también sospecha algo. Quizá debamos ser cuidadosos, no estar muy cerca pero tampoco muy distantes, cualquiera de esas dos opciones puede incitar a la sospecha.

—A mí no me importaría si mis padres se enteraran Cloe, quiero que lo sepas —Timothée se apresuró a erguirse junto a ella, mostrándose nuevamente desnudo. Notó la forma en que ella le miró instintivamente a toda la totalidad de su piel desvestida mientras él le tomaba ambas manos a fin de que advirtiera en su mirada la seriedad de sus palabras.

Cloe se quedó mirándole unos segundos, una sensación de adrenalina y temor la invadió cuando se percató de la conversación que estaban teniendo; y es que implícitamente, se estaban poniendo de acuerdo para no "ser descubiertos", y lo quisiese o no, aquello significaba que estaban fijando algo, que algo había entre ellos, que tenían algo.

—Creo que es hora de irme, Timothée.

—Espera.

El castaño llevó sus manos hasta la sábana que cubría la piel de la muchacha, le pidió permiso con la mirada, y en un par de segundos tenía a su cuerpo desnudo de nuevo frente a él. Hace unos tantos minutos ya que sentía el intenso anhelo de contemplar su piel a la luz del día, bajo el destello de la luminosidad solar y así sentir que conocía su cuerpo no solo en la oscuridad azulina de las noches en el mar, quería sentir que la conocía por completo.

— ¿Sabes que te tendría conmigo así todas las noches? —continuó él, posando sus manos en la cintura desnuda de la chica, arrastrando su cuerpo al de él a fin de que quedasen una vez más juntos.

Despegó una de sus manos de su cintura y la posicionó en su cuello, acercó su pelvis a ella y Cloe sintió de inmediato el roce de su erección en su piel baja, haciéndola anhelar con intensidad que su miembro se colase por entre sus pliegues mojados, palpitantes de él. Pero en cambio, decidió concentrarse en el roce de sus rizos envolviendo su rostro, en la delicadeza con la que él posaba sus manos en ella, y en lo blanquecino de su cuerpo desnudo, esa piel nívea que parecía resplandecer a su lado y gracias a la cual no pudo evitar sentir cierta sensación de molestia, porque mierda, sintió tanto la necesidad de estar dentro de él, de fundirse en su piel y en su aliento cálido, que por un momento creyó que ni la unión de sus cuerpos era suficiente, que hacía falta mucho más para poder saciarse de la necesidad que tenía de él, como si la materialidad de sus cuerpos fuese más un impedimento que una puerta a la concreción de ese deseo inacabable que les desbordaba: estaban por completo fuera de sí.

La banda de Jazz hacía desplegar el sonido tostado de su música por todo el espacio del restaurant en el que ambas familias habían optado por almorzar. La musicalidad del saxofón y el cosquilleo de las plumillas sobre los platillos en la batería de los músicos, concedía al espacio un estatus de relajo máximo, inundando a los presentes de un temple calmo pero resuelto. Esa tarde, y de manera particular, el ánimo de todos parecía ser el mejor —quién sabrá por qué—, tanto así, que ni en los semblantes de los padres ni en el de los hijos faltaba el esboce de una sonrisa animosa, cargada de entusiasmo.

Timothée no podía dejar de compartir miradas fugaces y cómplices con su compañera frente a él, quién lucía radiante —incluso más que los días anteriores—, su mirada brillosa parecía guardar la melodía cómica del jazz, bañando a sus ojos avellanados de un tinte todavía más amarillento y a su sonrisa grácil de una dulzura que parecía impregnarse en la totalidad de su boca, concediéndole a sus labios una apariencia acaramelada y cuyo sabor ya estaba ansioso por volver probar. Llevaba un vestido holgado y de un color beige, de esos que le otorgaban a su figura una ligereza en suma atractiva, dejando al descubierto la notoriedad de sus clavículas y la desnudez de su pecho. Le encantaba, le fascinaba, como si su silueta irradiara pura claridad y fuese ella el único motivo, y no tanto el jazz, de ese matiz dorado que inundaba el lugar.

Cloe, al igual que Timothée, tampoco podía dejar de mirarlo cauta, resguardándose de cuando en cuando de la mirada de los demás, no perdía la oportunidad cuando había ocasión de unir sus pupilas con las del castaño, y aunque la fugacidad era la mayor cualidad de aquellas secretas ojeadas, lo cierto era que la sonrisa resultante quedaba en sus rostros de manera perpetua. Aquel acto discreto propiciaba que el aire entre ella y Timothée, se convierta en un tipo especial de burbuja que les envolvía y que en lo único que les permitía enfocarse era en el sonido candente que circundaba y a través del cual sus miradas y sonrisas viajaban de la misma manera en que lo hacía la brisa sobre el éter oceánico.

—El postre está exquisito —comenta Cloe. Aquel comentario llama la atención de los presentes, que poco acostumbrados a los buenos comentarios de la gruñona, ahora lucen sorprendidos y en demasía satisfechos, como si fuese un logro para ellos el que al fin se haya atrevido a incentivar una conversación, por más banal que fuese, en el intimo espacio de la mesa — ¡Ja! si supieran nada más a quién pertenece aquel logro—.

—Pero si es casi todo cacao, Cloe. Cómo no te va a gustar si sabes que te encanta — Timothée responde, observándole con media sonrisa en la cara, y es que había sentido su comentario como la oportunidad perfecta para comunicarse más vivamente con ella.

Claro que aquella miradita y aquella sonrisa con ciertos matices de coquetería no pasó desapercibida para los demás, que de no ser por el sonido insistente que comenzó a hacer el celular de Cloe habrían tenido tiempo de más para sacar ellos mismos sus propias conclusiones, porque muy metidos en su viaje podían estar, pero la química entre sus hijos—lamentablemente para ellos—, hace un tiempo ya que solo para ellos, jóvenes en negación, pasaba desapercibida.

— ¿No vas a contestar, Cloe? —señala Ema, quien al igual que Cloe había estado ya unos cuantos segundos observando el celular en movimiento sobre la mesa, a punto de estrellarse contra el suelo.

—Sí —la voz de su hija suena en un susurro, como maldiciendo el hecho de manera latente. Timothée logra ver cómo intenta hacer pasar desapercibido el temblor que le aprisiona sus manos nerviosas, y entonces ve que se levanta con rapidez de la mesa mientras toma con fuerza el celular entre sus manos, sin siquiera atreverse a darle una última mirada a él, que ya había advertido desde el primer movimiento trémulo en ella lo que ocurría, que ya sabía de quién se trata.

Cloe se dirigió rápidamente hacia un lugar algo más apartado de su mesa, como si con ello lograse alejarse un poco más de esos sentimientos a flor de piel que le tenían como encadenada, absorta e incapaz de hacerle frente al mundo real, a esa parte de su mundo que constituía su relación con Lucca. No le había respondido sus últimas llamadas, ni siquiera se había dignado a llamarle de vuelta porque estaba con Timothée ¡Porque había pasado la noche con él! ¿Ahora qué le diría?, ¡cómo se lo diría! ¿Acaso se lo diría? Mierda...

— ¿Sí...? — habla turbada, ¡Como si no supiera de quién se trata!

Divisa la mirada discreta de Timothée a unos metros de ella, como intentando, muy a su pesar, lograr captar algo de lo que ella siente.

— ¿Cloe?

—Sí, Lucca, soy yo.

— ¿Estás bien? Te noto extraña —su novio atisbó al primer momento en el tono de voz de su chica la huella de una inquietud previa, y es que nunca, de todos esos años, le había respondido con tal tono de frialdad, ni siquiera alguna vez cuando estuvieron disgustados.

Cloe se tarda unos segundos en responder.

—Sí —vacila un momento. Sabe que tiene que decirle, ella no es una cobarde; y aunque hubiese tenido la cobardía de decidirse por no hacerlo, él hubiese captado al instante que algo no andaba bien—. En realidad, Lucca —suspira, reuniendo fuerzas—, hay algo de lo que me gustaría hablarte, pero no es un buen momento aún. ¿Cómo estás?

Estaba consciente del nerviosismo en su voz, la situación la desesperaba, sentía que le mentía cuando notaba que pasaban los segundos y ella no hacía nada para hablarle del asunto, pero si era razonable, era evidente que en ese momento no convenía, simplemente no podía, ¡cómo iba a hacerlo en ese lugar y con su familia y sus amigos esperándola!

—Más o menos —la voz de Lucca resuena confusa del otro lado, como si estuviese debatiéndose entre preguntarle de una vez qué le pasaba o responder a su pregunta sobre su bienestar.

— ¿Qué ocurre?—la chica se preocupa, intuyendo en su tono de voz algún tipo de hecho fatídico.

—Es mi padre. Perdió su empleo. Ya no sé si pueda ir a la universidad este año, Cloe.

— No puedo creerlo, ¿cómo?, ¿por qué? —sus ojos se opacan y frunce su ceño a más no poder. Y sin percatarse de la razón, la culpabilidad en ella aumenta por dos.

—Ya sabes cómo es la competencia en estos casos, alguien tuvo la oportunidad de quitarle el puesto y lo hizo —lo escucha bufar del otro lado.

—Esos imbéciles —suelta enrabiada Cloe—. Lo siento tanto, Lucca.

—No, está bien, no quiero echar a perder tu tarde, solo quería desahogarme un poco. Quizá podamos hablar de esto en otro momento, el sonido de la música por allá me impide escucharte con claridad. Pero ¿qué pasa? ¿De qué es lo que me tienes que hablar?

Cloe deja viajar sus pupilas a la mesa en donde se encuentran ambas familias, todos sonrientes—excepto Timothée—, comiendo de aquellos costosos platos mientras se quitan los restos del postre con esos blanquecinos y finos pañuelos a su disposición. Sus labios se entreabren instintivamente, delatando su turbación. Un nudo en su estómago le impide pensar con claridad, es el nudo de la culpa que la corroe, siente que le ha traicionado, y no solo por haberse involucrado con Timothée, que tan parte de ese mundo ostentoso es, sino que también siente que le traiciona hasta entando allí, yaciendo en un crucero de lujo, a la suerte de sus delirios y excentricidades materiales y emocionales, mientras él, su mejor amigo, se ve en la obligación de estar al otro lado del mundo, salir a trabajar y encima desechar la idea de seguir estudiando el próximo año. No puede evitar reflexionar que si ella estuviese allá acompañándolo o incluso ayudándole no sería tan terrible su situación, y aunque sabe que no le corresponde ni es para nada sano el cargar con el peso de la situación de Lucca, no puede evadir aquella sensación, sentir que es otro factor más que se agrega a la culpa de la traición amorosa, como si aquello hubiese sido el indicio de las desgracias de su amigo.

—Te llamaré mañana, ¿sí? Quizá entonces podamos hablar más tranquilos. Ahora necesito pensar un poco —sugiere ella, con el nudo atorado en su garganta.

Un silencio abisal se hace presente entre ellos, aturdiendo de tal manera la consciencia de la chica que ya ni el sonido de la banda jazz escucha a sus espaldas, y es que sabe que con ello le ha confesado implícitamente a Lucca que algo pasa, y él, que capta de inmediato su señal, muy a su pesar, ya intuye más o menos de qué trata el asunto, siente una corazonada en su pecho. Pero Cloe es ignorante de ello, cree con pueril inocencia que su mejor amigo— y novio, recuerda Cloe— ni siquiera imagina la razón de su turbación, porque en efecto, cegada por su ideal categórico de que "nada podría pasar entre un chico como Timothée y yo", es incapaz de recordar aquella no tan lejana vez en que él le advirtió sobre su extraña sensación premonitoria para con el castaño.

Con la necesidad de despejar su mente, Cloe había optado por ir a contemplar el atardecer en la distancia de los confines del océano; así que ahora, sentada a la orilla de la playa, y con el arrebol de las nubes dibujándole trazos luminosos en su rostro cabizbajo, inhalaba el vapor crepuscular tratando de interiorizar la calma. Percibía la forma en que el calor templado que le envolvía el cuerpo lograba opacar a matices su malestar, como si los ligeros rayos de sol llegaran hasta ella únicamente para arrancarle de su piel fragmentada las heridas que sus propias acciones le habían dejado.

La brisa tibia le acariciaba el rostro, haciéndole danzar su pelo lacio y revoltoso, levantando ligeramente su vestido holgado, mientras ella debatía, ahora un poco sosegada, la posible razón de su actuar. No lograba entender con totalidad qué le pasaba, nunca se había comportado tan irresponsablemente ni con ella ni con nadie, y aunque sabía que Lucca no la odiaría, mas no podía dejar de cuestionarse su impulsivo anhelo por Timothée. Y es que mierda, ni siquiera le conocía, se había acostado con Timothée sin saber absolutamente nada de él, desconocía por completo cuál era su vida fuera de aquel crucero, fuera de aquellos cuadros familiares, no sabía lo que estudiada, o si es que lo hacía, o si tenía amigos, o novia, o cuáles eran sus gustos. Era un extraño, un simple extraño que viajaba con ella por las profundidades del océano, y aun así, lo había arriesgado todo por él, por su roce efímero que decantaba en la perennidad de sus emociones, había arriesgado hasta su vínculo más preciado con su mejor amigo — ¡y novio Cloe!—, porque lo deseaba como a nada.

— ¿No le dirás nada? —la voz de Timothée a su lado ni siquiera la espantó, había notado la presencia del chico hace un par de segundos antes y ahora Cloe le contemplaba de soslayo. Tenía las manos apoyadas en sus pies que se encontraban ligeramente arqueados, su mirada se mantenía perdida en el horizonte arrebolado y su semblante se mantenía serio, aunque sin parecer molesto, solo serio, como si estuviese preparándose para algo.

—No está pasando por un buen momento —la chica pensó en explicarle, pero luego desistió de aquella idea porque no creía que a él le fuese a interesar la situación del chico, y porque claro, él jamás lo entendería, difícilmente comprendería la gravedad de su situación—. No quiero dañarte.

—No te preocupes por mí, ya sé dónde me estoy metiendo.

Cloe resopló.

—Seamos realistas, Timothée. Ni siquiera nos conocemos. Nos acostamos y no sabemos nada del otro. Lo único que sé de ti es lo que veo aquí, pero no sé quién eres fuera de estos lugares, y tú tampoco me conoces.

—Conocerte es lo que he intentado hacer desde que nos embarcamos en este viaje. Eres tú la que ha rehuido de mí y de esa posibilidad todo este tiempo—repuso él, un tanto aquejado—. Conozcámonos. Sal conmigo esta noche, vamos a bebernos algo, conversemos de nosotros. Yo quiero conocerte, Cloe.

Vio como él volteaba su rostro a fin de mirarle a los ojos, le contempló sus pupilas eclipsadas por el atardecer frente a ellos, traspasados por los haces de luz bermejos, otorgándole una translucidez que dejaba ver en su verdor un cierta luminosidad cristalina, aclarándolos hasta hacerlos parecer parte de aquellas aguas verde claras que posibilitan la visión hasta del brillo de la arena más profunda. Le gustaba el color tostado que le concedía el atardecer a su semblante etéreo, ensombrecido a matices por su mandíbula tensa que le arqueaba las curvas de su rostro, nublado por la incertidumbre de sus emociones.

Cloe enfocó su visión nuevamente en las pecas y lunares que ornamentaban su piel, y entonces sintió que había sido la tonalidad de ellos la que habían embadurnado todo aquel día de ese brillo dorado que tostó el aire y el paisaje de cada cuadro de aquella tarde, no había sido solo el sonido del jazz resonando en el restaurant, no había sido solo el color arrebol del atardecer el que había envuelto a su cuerpo de su velo ocre. No, nada eso, había sido el color ambarino de sus pecas y lo tostado de sus lunares los que al despertar con ella la habían envuelto del tejido más acogedor y cálido durante todo ese día.

— ¿Sabes que después de lo que pasó anoche ya no podré separarme de ti, Cloe?

Timothée acercó su rostro al de ella, como si estuviese adivinando sus pensamientos y quisiese otorgarle el placer sublime de contemplar sus rasgos más de cerca. Los ojos de Cloe permanecían absortos en él, en aquellos labios que habían soltado esas palabras que ahora se desparramaban por su piel, haciéndole anhelar tatuarlas en ella para siempre, porque mierda, lo sentía allí junto a ella, le contemplaba su rostro y sentía que le gustaba tanto que le dolía, le dolía su belleza, y supo que no descansaría hasta conocerla por completo, que sus labios y su piel no se quedarían tranquilos sino hasta probar todos esos lunares que se desparramaban por su piel y que le otorgaban a todo él esa belleza elevada que le volvía amnésica .

—Lo siento, pero ya no podré —le susurra él en los labios. Sintió a su nariz griega y a su aliento amielado rozarle el rostro, entumeciéndole el cuerpo. Y luego sus labios, sobre los de ella, apropiándose de su boca con lentitud, fundiéndose ambos cuerpos el uno en el otro, tal cual el atardecer arrebolado allá en las lejanías, que al igual que ellos, y al mismo tiempo, terminó por difuminarse en el horizonte. 

Primero que nada, gracias por sus comentarios el cap pasado <3 recibí muchas buenas vibras y respuestas sobre mi propuesta del componente erótico en la trama, así que muchísimas gracias por la motivación 💕💕. 

Respecto a este cap: quizá no sea muy entretenido o interesante, pero es importante para el desarrollo de la trama :c de verdad espero lo disfruten de igual manera.

 Sorry la tardanza pero semana de mierda he tenido y universidad, así que dah. 

¡Cuéntenme que les pareció, qué esperan de los personas y no olviden dejar sus votos! les propongo llegar a los 40 votos hasta el próximo cap, así pienso mejor la trama y veo su interés ;) 

¡Abrazos y gracias por leer!🌊🌊😊

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro