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Cap 15: amor y libido

*El cap contiene descripciones explícitas así que por favor, háganse responsables si quieren leerlo <3. 

https://youtu.be/qU9mHegkTc4

Arctic Monkeys - 505

El frío en su cuerpo a Cloe se le hacía insoportable, la brisa marina le trizaba los huesos y el respirar ya se le estaba dificultando, tanto que el pecho comenzaba a presionársele y a dolerle; sin embargo, aquello no era nada comparado con lo mucho que le hacía estremecer la actitud fría y desairada de Timothée, quien a paso seguro y rápido iba caminando delante de ella, soltando espasmos a causa del frío que le condecía a su cuerpo mojado el empape de su ropa, y perpetuando en las pupilas de la muchacha la imagen de su espalda tensa, como si quisiera demostrarle con cada paso que lo único que anhelaba en ese momento era escapar de allí, de ella. Y aunque eso estaba lejos de ser, porque a decir verdad lo que menos quería el chico era separarse de ella, sí era cierto que se sentía molesto, aunque no tanto con la gruñona como con él mismo por no haberse aguantado las ganas de ir a buscarla, besarla y por si fuera poco, soltarle esas últimas palabras cargadas de una sinceridad que no había atisbado en ella jamás, haciéndole recordar aquello lo mucho que le ofuscaba la incomprensibilidad de su actitud para con él: a veces cercana a veces lejana, a veces dejándose llevar y otras tratándolo como si él fuese la molestia más grande en su mundo. No la entendía, simplemente no la entendía y odiaba con creces que ella no fuese capaz de ser honesta ni con él ni probablemente con ella misma.

Llevaban caminando unos diez minutos desde que dejaron la playa; al parecer, sus padres se habían hartado de esperarles, optando al final por partir solos y llevándose consigo las pertenencias de sus dos jóvenes hijos, dejándolos a ambos—a manera de castigo, a manera de hacerles madurar, quién sabrá— carentes de cualquier tipo de abrigo que menguara al menos, algo de lo glacial del aire en sus cuerpos. A Cloe le apresaba una fuerte sensación de culpa, pero sentía a su mente tan congelada y abrumada que se creía incapaz de decir nada coherente, así que se mantuvo caminando detrás del castaño a duras penas y en silencio, como si creyese que aquella reserva le ayudaría a ocultar cierto tipo de anhelo intenso que le comenzaba a carcomer la hiel, era aquel anhelo concedido por una nostalgia incipiente que le hacía desear con creces el volver a tenerlo tan cerca como lo había tenido hace un momento: comiéndole la boca y dejándola desvanecerse en su cuerpo.

—Timothée —llamó, con la voz trémula, inundada por el deseo de difuminar su ánimo indolente y lograr así sentirle aunque sea un poco más cerca.

Timothée suspiró, se detuvo y se volteó para mirarla.

— ¿Qué?—cuestiona apesadumbrado.

—Lo siento. —susurró un tanto desesperada, mirándole con fijeza a sus ojos expresivos.

El castaño entreabrió sus labios y le miró con profundidad a sus pupilas dolidas, era la primera vez que le escuchaba tan sincera para con él. Acostumbrado a su trato un tanto agresivo, queriendo parecer indolente e indiferente incluso cuando era evidente lo que pasaba entre ellos, las palabras de la chica, auténticas y empañas de cierta sensación de impaciencia, habían hecho eco en él, resonando en su mente y haciéndole sentir que de nuevo nada más importaba, que aquello era suficiente para volver a entregarse, porque él no necesitaba nada más de ella, nada más que sinceridad, y aun leyendo en sus rasgos exigentes que ella lo necesitaba todo, para él una sencilla cuota de confidencialidad bastaba.

—Lo siento por pretender alejarme de ti y hacer como si nada; lo siento por haberme puesto así luego de que salimos del agua sin atinar si quiera a agradecerte por ayudarme a salir. Lo cierto Timothée, es que me puse mal porque te fuiste con ellos, con ese tal Derek y con Gabriela—se detiene para inhalar el aire y tragar saliva—. Porque estaba celosa.

Las mejillas de Cloe son la viva imagen del fuego, arden. Timothée lo ve, y ella lo siente. Y es que Cloe está consciente de que al confesarle aquello barre con esa vanidad tan intrínseca en ella, y no puede evitar sentir que se está desnudando frente a él al evidenciarle sus inseguridades. Timothée lo sabe, así que con el corazón un poco más blando y ligero, acerca su cuerpo al de ella, posa su palma en su cuello mientras que con el pulgar da sutiles caricias a su mandíbula, sintiendo cómo su corazón comienza a latir con fuerza a causa de la adrenalina de percibir el roce de sus pieles nuevamente juntas.

—Lamento haberte puesto mal con esa actitud mía, estaba molesto por cómo estabas siendo conmigo y quise molestarte. Bueno, eso y también porque ansiaba saber si causaba algo en ti...., quería enterarme de si de verdad sentías algo. Creí que de otra forma no me enteraría nunca.

Cloe sentía a su cuerpo temblar, ya no tanto por el frío cómo por el tacto de la piel de Timothée en su rostro, como si su roce le hubiese despertado de un hecho fundamental: y es que se percató que el no llevarse del todo bien con él era algo que le acomodaba, porque de alguna u otra manera eso propiciaba el no tener necesidad de tomarse nada enserio, si su relación no era de las mejores, entonces era fácil no hacerse cargo de nada, ni de sus emociones ni de sus actitudes; pero ahora, la cosa estaba siendo bien distinta, ahora estaban hablando sin pelos en la lengua, confesándose, aunque ligero, algún que otro temor y duda. Y lo cierto es que lo estaban haciendo bastante bien, hablaban como dos personas normales y eso no dejaba de causarle cierto temor a Cloe, que sentía que con aquello ahora se veía en la obligación de darle el peso que correspondía a lo que sea que pasase entre ellos. Por eso se sintió espantar aún más cuando escuchó salir de los labios de Timothée una inesperada propuesta.

—Quédate conmigo esta noche.

Ella se quedó impactada mirándole, a sus ojos suplicantes, a su voz desesperada que le bañaba los labios y le empapaba los sentidos, contagiándola.

—Timothée, no puedo...., no podemos.... —sentía que su voz se le quebraba, porque todo en ella anhelaba darle una respuesta afirmativa, Cloe quería que fuese posible, quería que pudieran y le lastimaba todo el cuerpo y toda el alma tener que soltar esas palabras, Timothée le dolía en todas partes.

— ¿Por qué no? —agrega su mano libre en la otra mejilla de Cloe. Tenía su rostro en sus manos...la tenía a ella entre sus manos—. Escucha, no puedo decirte que mañana no me va a importar, ya no puedo decirte eso, pero...estoy perdido, y no quiero pensarlo, no me importa nada, quiero estar contigo esta noche.

Acercó sus labios a los de Cloe, y cuando vio que ella cerraba sus ojos y abría su boca en un gesto instintivo y lleno de ansia, envolvió su labio superior con sus boca, con delicadeza y soltando una pizca de su aliento en ello, bañándole de dulzor. Se estaban besando, de nuevo, como si fuese algo inevitable, y Cloe volvió a sentir esas punzadas en el interior de su estómago, como efímeras explosiones que la recorrían de pies a cabeza, dejando la huella de su ardor en todo su cuerpo, sumergiéndola en un placer desconocido por su tibieza. Quizá eran sus manos frías que pese a estarlo, le envolvían su rostro del anhelo más cálido, de lo ceniciento de un corazón perdido.

—Por favor...—le susurró, sin dejar el vaivén de sus labios.

Cloe se separó unos centímetros de él, quería mirarle a los ojos, sentir que podía ver la huella de sus palabras en sus pupilas marítimas, como olas danzarinas meneándose en medio de la tormenta de sus sentimiento, porque en ese momento ella sentía que los ojos de Timothée, eran la extensión de su alma atrevida, oscilante y un tanto impredecible, y por tanto, la única prueba real de la seriedad de sus dichos.

—Iré.

Timothée esbozó una sonrisa que llenó el pecho de Cloe de una satisfacción y una ternura inefables, sintiendo de pronto que su cuerpo temblaba con más intensidad aún, y es que al frío se le sumaba un calor exquisito otorgado por ese otro cuerpo a su lado, pero sobre todo, a causa de unos nervios intensos que ahora le recorrían toda la piel: eran esos nervios previos que se sienten cuando una va a emprender un viaje sin retorno porque se es consciente de que eso implica un olvido de las esferas de un pasado inevitable, el mismo que le da paso al arrojo de sacar lo que ha estado guardando bajo presión y a punto de explotar allí adentro, porque sí, Cloe sabía que esa noche iba a desatar todo el deseo que sentía por Timothée, porque tanto su mente como la de su compañero yacían bajo esa irracionalidad de sentir que todo parecía no tener importancia si el otro estaba ahí, si tenían la oportunidad de compartir un sueño juntos.

                                                                                    (...)

Adrenalina, eso era lo que sentía Cloe mientras se movía con rapidez en su cuarto, recién salida de la ducha, con el vestido de su pijama puesto—como si creyera que con eso facilitaría la proximidad de sus cuerpos—, y lista para salir de su habitación. Timothée la estaría esperando en la terraza a fin de que juntos emprendiesen el arriesgado camino a su habitación, a escondidas, fundidos en la capa de lo secreto que les ocultaba al resto su amor mutuo.

Había dejado sus pensamientos de lado, haciendo caso omiso a esa voz interna que le decía que la estaba jodiendo con Lucca, y quizá también con Timothée, ¡y hasta con ella misma! Pero la verdad es que estaba como embriagada, borracha de él y nunca había sentido semejante adrenalina, de lo contrario quizá sabría cómo controlarla, pero no, la enloquecía la expectación y las ganas en su cuerpo, su corazón le saltaba acelerado y sus manos sudaban, y era una sensación tan jodidamente placentera que no podía evitar sonreír como boba mientras arreglaba todo en su habitación a fin de evitar que la descubrieran, que les descubrieran.

Lanzó su celular, con tres llamadas perdidas de su querido, a la cama, con el miedo atorado en su garganta y con la culpa ofuscándole la mente, pero no podía detenerse, no ahora, no en ese momento. Así que se apresuró a apagar las luces de su cuarto, como con temor de que la iluminación le despabilara la mente o que otra eventual llamada la hiciese arrepentirse; y así, descalza y con el cabello enmarañado salió de su cuarto y a paso sigiloso, su cuerpo—porque no era del todo ella—, la condujo a la terraza.

Se encontró con el cuadro más precioso que pudo imaginar: volteado en su dirección, Timothée se encontraba apoyado en la baranda, con el semblante níveo y serio, mirándole fijo con unos ojos en demasía expectantes, oscuros de ansía. Iba vestido del torso hacia abajo con el mismo short de pijama que le había visto días atrás y del torso hacia arriba con esa sudadera negra tipo canguro que a los ojos de Cloe le concedía un aire en suma atractivo, tanto que de solo verlo le daban ganas de fundir sus manos debajo y acariciarle entero, hasta allí donde no pudiesen llegar sus ansiosos dedos.

Se acercó a él a paso firme pero cuidadoso, contemplando el paisaje a las espaldas del muchacho: el cielo nocturno estaba despejado y dejaba entrever el titilar de las estrellas agrupadas como si de un polvo mágico se tratase. Sin embargo, había luna llena— ¡qué coincidencia!—, así que su luz refulgente no dejaba contemplarlas con total claridad, y en cambio, dibujaba el rastro de su blanquecina luz en el océano inquieto, tan inquieto por la atracción del satélite como lo estaban los ánimos de aquellos dos jóvenes a la intemperie del murmullo eterno de la danza lunar.

— ¿Tus padres?—preguntó ella en un sigilo, rozando con delicadeza su torso con el de Timothée.

—Dormidos—aseguró él, posando sus manos en las caderas de Cloe—. ¿Los tuyos?

—Dormidos...

Ambos se miraron en son de asentimiento, sus ojos lo recitaban todo, así que caminaron tomados de la mano hacia la habitación del rizoso, y ya solo el mísero trayecto hacia allá fue una tortura para Cloe, quien sintió que la oscuridad casi total de la habitación familiar del chico hacía insoportable sus ganas de acariciarlo, de besarlo, de sentirlo. Llegaron sigilosamente al cuarto y lo primero que sintió Cloe fue el aroma del muchacho desplegándose por todo el lugar, así que cerró unos segundos sus ojos con fuerza, porque en ese instante anheló guardar su fragancia para siempre en su memoria. Escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas y se dio la libertad de contemplar el espacio de esa habitación oscura, azulina por el destello lunar oceánico, y entonces su corazón empezó a saltar con fuerza, porque supo que esa noche se fundirían sus siluetas, y podría ver el rostro de Timothée eclipsado por los haces de luz marítimos, de nuevo.

—Preparé dos copas de vino. Espero no te moleste —señaló nervioso Timothée, moviéndose hacia su velador para buscar ambas copas llenas hasta la mitad del licor rubí.

Eso sería suficiente para menguar sus cuerpos trémulos.

—Gracias...—tomó la copa la muchacha.

Le miró a sus ojos oscuros mientras bebía del líquido, y sintió que con esa mirada le evidenciaba todo, hasta la ternura que la invadió cuando le confesó que había preparado dos copas de vino para ellos...para su momento. Cloe quería llorar, sin saber por qué, sentía un nudo en su interior que parecía intensificarse a cada segundo, pero no era una sensación acongojante, al contrario, estaba emocionada, tanto como nunca lo había estado antes.

—Siéntate —le invitó, tomando posición en su cama.

—Huele a ti—comentó ella sin dejar de beber.

Timothée frunció su ceño.

— ¿El vino?—bromeó.

Cloe soltó una leve risita.

—Tu cuarto, todo aquí. Pero sí, en ese caso, entonces el vino también.

— ¿Y te gusta?— inquirió él, lamiéndose el líquido en los labios.

—Sí...—susurró ella, sin poder evitar posar sus pupilas en sus labios remojados, bañados en carmesí.

Una tensión exquisita se desparramó por el ambiente, apresando las pupilas de ambos chicos que viajaron ansiosas por sus rostros frente a frente, haciéndoles acariciarse sin siquiera tocarse, mientras sus cuerpos eran fundidos en la oscuridad translúcida de la media noche colándose por la ventana. En aquel cuadro, Cloe sintió que ya no podía aguantar más que su cuerpo estuviese alejado de Timothée, así que se terminó la copa de un sorbo, mientras que con la otra mano tomaba la del castaño para pasar a dejar ambas a un lado en el velador.

Timothée la miraba fijo con sus labios entreabiertos, estaba absorto y se sentía como en un ensueño. Todo parecía difuminarse para él cuando veía la silueta de esa chica que le traía perdido en el desvarío, esa mujer que le hacía tirar su orgullo al precipicio y entregarse a ella en una simple disculpa. Así que en tanto le veía dejar las copas, él abría las sábanas de su cama para invitarle a enredarse en ellas junto con él, un tanto nervioso, otro tanto expectante. Cuando ya hubo tomado posición en su cama, con su espalda apoyada en la cabecera y con sus largas piernas extendidas, Cloe sintió el impulso inmediato de montarse sobre su regazo a fin de introducir sus manos bajo esa atractiva sudadera negra.

—Me encanta esa sudadera—sonrío Cloe, quitándosela y dejando la piel de su torso desnuda.

Timothée sonrió.

—Me encantas tú—respondió él.

La miró con profundidad a sus ojos nostálgicos, posicionó una mano en su cintura, acariciándola, mientras que con la otra la tomaba del cuello, quería acercar su rostro sonrojado al de él. Comenzó a besarla con dulzura, removiendo su lengua por los pliegues de su boca como si sus labios fuesen un terciopelo y él ansiara ser parte de esa deliciosa suavidad. Cloe se sostuvo de sus hombros, hundiendo allí sus dedos, moviéndose instintivamente sobre el regazo del chico y de paso estimulando su pene que ya se encontraba erecto debajo del short delgado de su pijama.

—Oye —murmuró ronco Timothée. Se separó de ella para mirarle a los ojos—. No quiero que te reprimas, suelta los quejidos que quieras, nadie nos escuchará, te lo prometo—le acarició el labio con su dedo—. Quiero escucharte gemir, Cloe, y gritar si es que lo sientes.

Escuchar aquello le hizo humedecer todavía más a la chica, que no podía creer que él pudiese soltar de esa manera tan ferviente y delicada a la vez esas palabras. Así que se limitó a asentir con la cabeza, le dio un corto beso en los labios en señal de acuerdo y luego llevó sus manos a sus shorts, bajándolos con delicadeza. Timothée le ayudó, mirando un tanto cohibido la manera en que los ojos de la muchacha observaban su miembro erecto, ardiente de deseo por ella. Se irguió para besarla y sacarle ese vestido de dormir como tantas noche lo había imaginado desde que vio su silueta desnuda en la ventana, contempló sus pechos desnudos, como listos para ser devorados por su boca anhelante, y luego de acariciarle los glúteos a fin de excitarla más de lo que ya estaba, se deshizo de sus bragas finas.

Ambos se observaron, completamente desnudos ahora, viendo cómo hacía falta únicamente un insignificante movimiento para unirse y acortar esa distancia que tanto les fastidiaba en sus corazones. El saber eso aumentó todavía más el palpitar de sus genitales, así que Cloe, ansiosa a más no poder, se levantó unos centímetros, dándole a entender al castaño que estaba lista; y él, que captó la señal al instante, llevó sus ojos a su miembro, lo tomó entre su mano, y lo afirmó para ayudarle a Cloe en su misión de absorberle con sus pliegues. Sin dejar de mirarse a los ojos, Cloe hizo rozar su clítoris húmedo con la punta del miembro de Timothée, haciéndole soltar un fuerte gemido de satisfacción, aunque luego se volvió un tanto doloroso para él cuando la chica se meneo encima sin llegar a adentrarlo por completo en ella, como disfrutando del placer previo antes de la plenitud total.

—Vamos, Cloe, por favor—se quejó tomándole del rostro para besarla con efusividad. La necesitaba, ahora más que nunca.

Y ella también, así que se deslizo rápidamente y sin previo aviso sobre el pene lubricado de Timothée, resultando de aquel movimiento la apertura estupefacta de sus bocas, como si sus cuerpos no pudiesen creer que de verdad estaba pasando. Sin embargo, las sonrisas de satisfacción en sus bocas no tardaron en reemplazar la de impacto, y tomando aquello como señal de que podía continuar, Cloe comenzó a menearse haciendo que toda la cavidad de su centro conociese la dureza húmeda del pene palpitante de su compañero de secretos. Tenía apoyadas sus manos en el cuello del chico, quería estar lo más cerca posible de él, su cuerpo se lo pedía a gritos; y él, que no quería separar sus labios de ella, no tardó en ocupar sus manos para estimularle los pechos, humedeciendo de cuando en cuando sus pezones con su lengua y otro tanto acariciándolos con sus dedos.

Cloe no podía creer semejante sensación de placer, de agitación y ahogo gozoso. Nunca lo había sentido así, y aunque no debía sorprenderle, ya que el único chico con el que se había acostado era..., lo cierto es que no dejaba de impactarle. Se estaba dejando embriagar en un cuerpo completamente ajeno a sus ojos, y le fascinaba.

Las manos de Timothée viajaron a sus caderas danzarinas, intensificando y endureciendo el movimiento de Cloe sobre él, la estaba haciendo brincar encima de su miembro, así que recordando las palabras del castaño, no se reprimió cuando sintió que el canto de sus quejidos salía con efervescencia de entre sus labios hinchados, y se vio en la obligación de cerrar sus ojos cuando sintió que el placer era demasiado, estar siendo penetrada por él de esa manera y encima sentir la estimulación de su clítoris que le rozaba la pelvis al chico con cada sacudida, junto además con escuchar los gruñidos y gemidos del muchacho salir desesperados de su boca, era demasiado, y ya comenzaba a percibir el orgasmo acumulándose en el centro de su cuerpo.

Pero de un momento a otro, el chico dejó de moverse, detuvo con fuerza el movimiento de las caderas de la muchacha y mirándola con fijeza, la levantó para en un movimiento rápido salir de ella, dejarla recostada en la cama y así ser él quien estuviese encima. Cloe le miraba absorta y con un dejo de ternura en sus ojos, sintiendo la forma delicada en que manos amplias le separaban las piernas. Timothée sin tomar su miembro y sin siquiera mirar la dirección en que lo llevaba, lo introdujo con facilidad en ella, como si éste conociera el camino perfecto hacia allí. Estaba él tan endurecido y Cloe tan húmeda que ni siquiera hubo necesidad de hacerlo lento, ya estaba dentro de ella moviéndose con afán.

—Mírame, Cloe...—pidió él, tomándole el rostro, acercando su torso sudado a su cuerpo.

Apoyó sus codos en los extremos de los hombros de la muchacha, menguó el ritmo de sus movimientos, como queriendo captar cada pequeño detalle de ese momento, y comenzó a acariciarle el rostro mientras dejaba pequeños besitos en sus labios. Cloe se sintió estremecer y enternecer por ese instante: verle encima, moviéndose con delicadeza, con una suavidad tal que parecía que su cuerpo se estaba desvaneciendo en el de ella, porque al menos Cloe sí que se sentía difuminando en él, como si de pronto se hubiesen vuelto un vaho, dos brumas que se fusionaban en el éter azulino oscuro de esa secreta habitación.

Le encantaba como nada, el pulso de la piel del castaño en la suya era de una suavidad y finuras deliciosas, y sentía Cloe que con cada roce le arrancaba una parte de ella. Es el pulso de sus dedos los que me arrancan el cuerpo, pensó con fugacidad, sintiendo su mirada sobre la suya, fusionando el titilar de sus ojos, queriéndose ambos como con la mirada.

—Amo tus ojos, Timothée.

Y entonces, aquellas palabras bastaron para que él sintiera su cuerpo arder, como si le estuviese pidiendo a gritos un no sé qué imposible de descifrar, así que un tanto desesperado, pidió:

—Déjame morder tu labio. Quiero un poco más de ti.

Él cerró sus ojos y mordió el labio inferior de la chica, causando así un leve cortesito en sus labios trémulos, inundados del dulzor de su aliento acaramelado. Sintió el sabor metálico de una mísera porción de sangre, pero eso era suficiente para él, para ambos, así que Cloe le imitó. Se estaban mordiendo mutuamente la boca, succionándose.

Y fue allí, en ese momento, en que tanto Cloe como Timothée pensaron a la vez: el abismo de su piel, porque al sentir los dos que sus interiores de estaban fusionando y conociendo, al fin entendieron que lo que los atraía a ambos era el sentirse a la deriva el uno con el otro. A la deriva de un abismo insondable: Cloe no tenía idea de que lo pasaría el día de mañana, pero iba a estar él y eso era suficiente, en ese momento absolutamente nada más importaba para ella, no se daba cuenta de su egoísmo ni de la traición que cometía; y Timothée estaba igual o más perdido que ella si se quiere, porque se estaba arrojando al vacío, ignorante de que a veces el miedo supera con creces al amor, pero aun así, sin tener él certeza de nada, también era indiferente a lo que les depararía el futuro.

Sin embargo, hubo algo de lo que súbitamente se hicieron conscientes, ocurrió algo, quizá fue la intensidad de sus miradas mientras lo hacían, quizá fue la delicada pero firme manera en que Timothée la comenzó a penetrar, quizá fue la sensación de evanescencia que las pieles de ambos cuerpos sintieron el uno con el otro, no sabemos, no sabemos qué fue exactamente, pero acaeció algo que les hizo saber,trágica o maravillosamente —no lo sabemos aún—, que ellos, jóvenes ingenuos, extraños paseantes en las profundidades del océano, estaban enamorados, irremediable e incomprensiblemente enamorados; se amaban, y cuando lo supieron, sin haberse dicho nada, no quisieron que el cansancio se apoderada de ellos, como si sus interiores guardaran el temor de no volver a tener otra oportunidad. Así que bajo esa premisa, continuaron amándose quién sabe por cuánto tiempo más durante esa noche, de una y otra forma, y ni siquiera hasta el cansancio sino hasta que sus cuerpos, dolidos e inflamados de pasión, les pidieron con urgencia el cerrar sus ojos despiertos y vigorosos de afecto. 

¡Tengo un par de cosas que decir antes de que se vayan!

1) Para los que no me siguen: con un grupo de chicas nos estamos poniendo de acuerdo para divulgar historias que no tienen tantas vistas (menos de 1000) y que tengan pretensiones de continuar, así que si tienen una historia que quieran compartir, ¡siéntanse con la confianza de escribirme para que la promocionemos en la página y entre nosotras!

2)¿Qué les pareció este cap? la verdad yo disfruté mucho escribirlo y me gustaría  (dependiendo de la motivación que vea en ustedes) continuar con el componente erótico en la historia, pero no sé ¿qué creen? Eso sí, no sería tan recurrente tampoco, la idea es que esté pero que esté ahí por algo, que tenga un sentido en la trama y que determine (en parte) la dinámica entre los personajes. Cuéntenme qué les parece la idea. A mí me gustaría para ir aprendiendo más sobre cómo escribir esas escenas :)

Sin más, ¡espero que les haya gustado! recuerden votar si fue así y dejarme en los comentarios qué les pareció! Abrazos y muchísimas gracias por todo el apoyo bbs 💕💕💕🌊

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