Cap 12: deseos
El lugar quedó casi por entero en penumbras, uno que otro recoveco de su habitación estaba siendo levemente iluminado por los sutiles haces de luz azulina que alcanzaban a colarse por la cortina en el ventanal, embadurnando las paredes y al éter con sus rayos luminosos a manera de borrones. Cloe mantenía sus pupilas estáticas en la tonalidad aturquesada del espacio, anhelando fundirse en el soplo del aire que se desplegaba, como si con ello fuese a lograr poner atención a algo más que no fuese a su nerviosismo incipiente, a su cuerpo ligeramente tembloroso y a su corazón exaltado, ansioso, desesperado por salir a declamar.
Tuvo la sensación de haber vuelto a despertar de la misma manera en que lo había hecho en la mañana, porque de nuevo tenía sus manos aferrándose a las sábanas, como si la fina e insignificante tela le estuviese ayudando a impedir que sus emociones amenazantes saliesen explayadas de su pecho escondido, agitado. Percibió cómo sus labios entreabiertos dejaban escapar ráfagas de aire que circunvolaban por el aire a fin de desintegrarse y cuyo sonido terminó por fusionarse con el de los movimientos de Timothée bajo su cama, el castaño estaba saliendo de allí.
Observa su silueta erguida frente a ella, la estaba mirando con fijeza y seriedad, lo sabía porque la línea de su perfil no guardaba ningún tipo de curvatura y sus ojos se mostraban oscuros. Después de unos cuantos segundos el cuerpo de Timothée se mueve dándole la espalda, se sienta a un lado de la colcha de su cama y comienza a despojarse de sus zapatos, de su sudadera y quién sabe de qué más. Cloe no quiere ni pensarlo, prefiere desviar su mirada de él, volverla hacia otro lado, evitar a toda costa el saber a ciencia cierta lo que pasará, porque está consciente de que si lo hace, entonces eventualmente no podrá justificar su actuar, no podrá decir "no lo vi venir", no podrá mentirse a ella misma y sentirá el remordimiento congelándole la hiel.
— ¿Puedo quedarme un momento?—pregunta él en un sigilo, deteniéndose con su ropa.
Y eso es todo. Timothée suelta esa pregunta y Cloe sabe que le está dando la oportunidad de retractarse, que le está dando la posibilidad de enviarlo al carajo, de hacerle frente; así que piensa no, no, no, no y cierra sus ojos con fuerza, con afán, con todo el poder que le confiere su voluntad, todo a fin de acallar lo que le pedía su cuerpo y su enigmático interior, porque ahora hasta eso sentía que le era desconocido. No lo entendía, no se entendía.
—Te contagiarás—termina por decir la chiquilla, con el nudo apretujándole la garganta.
—Si es por eso no me importa— confiesa grave, en susurros, mirándola. Cloe alcanza a ver en sus pupilas un brillo refulgente, uno que parecía guardar una súplica acallada, muda, pero manifiesta.
—Bien.... —aparta la mirada, moviéndose a fin de dejarle un hueco en la cama.
¿Por qué, Cloe? ¿Por qué...? Quizá por el mero hecho de echarle de menos—pensó—, de haberle extrañado como la mierda durante una mísera tarde, porque nada más que eso había pasado y aun así... su efímera ausencia le había hecho padecer una desconocida y abismal sensación de deriva, de vértigo, y ahora estaba allí junto a ella preguntando si es que podían sumergirse juntos en la cama. Casi le odiaba por sentir que lo hacía a propósito, que conocía su sentir e iba allí solo objetando perturbar más su consciencia....su corazón extrañado, desterrado de donde debía estar.
Le escucha soltar una risilla grave mientras se extiende junto a ella, obligándola a voltearse para mirarle en medio de esa apasionante y lúgubre opacidad. Siente la piel de Timothée rozarle su cuerpo ligero, semidesnudo, percibe su aroma impregnándose en sus sábanas, y entonces comprende que se quedará junto a ella aunque se empeñe en lavarlas; su fragancia seguirá allí, como perpetuado por su mismísimo pensamiento.
https://youtu.be/rsEne1ZiQrk
The Weeknd - Call out my name
Le contempla el rostro en medio de los haces azulinos, con su semblante serio y reflexivo, ese que le hacía estremecer por alguna mísera razón.
—No me mires así...—le advierte Cloe.
Él suelta una leve risilla mientras baja su mirada, haciendo que su aliento cálido le acaricie el rostro. Le pegó una última mirada antes de dirigir sus pupilas expectantes a sus labios agitados y así, acercó cuidadosamente su cuerpo al de ella posicionando una de sus manos en su cintura y alzando una de sus rodillas a fin de rodearle por las caderas. Quería hacer rozar sus vellos con las piernas de Cloe, y con sus muslos, y con sus glúteos...No contento con eso, llevó sus labios a su cuello, a ese rinconcito cerca del lóbulo de la oreja; y entonces Cloe se estremece, viéndose en la obligación de apretar sus puños y cerrar sus ojos. Extasiada. Incapaz de creer que su cuerpo esté siento preso de semejante debilidad. Y es que mierda, su roce era en demasía exquisito, de un frescor que le ahogaba hasta las entrañas.
— ¿Puedo acariciarte, Cloe?—pregunta dolorido Timothée, con los labios rozándole el cuello.
Era una voz que parecía demostrar que, al igual que ella, estaba luchando por no decir nada, por permanecer en su sitio, por opacar esas ganas irracionales que tenía de tocarla entera, de besarle el cuerpo hasta donde no pudiese más, de olerle la piel, de jalarle el pelo, de besarle los labios hasta que un poquito de su sangre se le esparramara por su cavidad bucal, porque anhelaba como nunca que quedase algo de lo más hondo de ella impregnado en él, porque la deseaba como nunca había deseado a nadie, con esas ganas que te quitan el hambre, la sed, y que opacan todos los instintos a fin de estimular únicamente el carnal, ese que se desprende solo y excepcionalmente si existe un vínculo emocional, por más desapercibido que pretenda pasar, proporcional al tamaño del deseo.
Cloe sentía su cuerpo tenso, estaba luchando con ella misma, estaba luchando de verdad por controlarse. No entendía cómo mierda habían llegado hasta ahí, cuál fue esa gota de aire, ese destello luminoso, ese aleteo de mariposa que de un segundo a otro había desatado el caos entre ellos, en sus emociones, en sus deseos ¿habría sido el sigilo nocturno de la madrugada anterior? ¿Habría sido la ráfaga de aire que les acarició a ambos y los envolvió juntos para no soltarlos más?
—Sí—suelta como ahogada por ella misma, inundaba por sus propios deseos, por el propio peso de su sentir...
Y entonces percibe el roce suave de Timothée en sus clavículas, acariciándola hasta llegar a su pecho, casi como queriendo apaciguarle, pero intentar hacerlo en ese momento era como pedirte al océano que no fluctuara. Al contrario, estaba perpetuando su respirar intermitente, desbordándola en un simple roce, y es que cómo no, si el respiro quejumbroso del chico le llegaba al oído propiciando su excitación, porque sí, estaba increíblemente excitada. El tacto suave de los dedos del castaño llega hasta sus pechos....pechos únicamente cubiertos por la tela de encaje de su sostén. Allí, luego de repasar los bordes circulares que rodean sus pezones erectos, hace viajar sus dedos hasta ellos, acariciándolos en movimiento delicados, circulares, a manera de demostrarle a la extasiada chica todo el acumulo de su sentir en un solo toque. De a poco, el chico remueve con cuidado la tela de su sostén, yergue su torso, removiendo las sábanas en un sonido que pareció intensificar la excitación de sus cuerpos, y entonces lleva sus labios a sus pezones endurecidos, lamiéndolos con suavidad, mordiéndoles con blandura, intercalando la apertura y la cerradura de sus parpados porque quería ver su rostro mientras le lamía...mientas la podía atesorar en su boca.
Cloe comienza a mover sus caderas instintivamente, sintiendo un calor abrasador inundándole el cuerpo, así que abre ligeramente sus labios, expulsando un par de gemidos aprisionados; y Timothée, que ansía conocerla entera, arranca la sábana que impedía que ambos se contemplasen mutuamente la totalidad de cuerpos, a sus pieles empañadas de un no sé qué desbordante, y entonces escucha salir explayado de entre sus labios un quejido que terminó rebotando por la habitación cuando contempló la silueta casi desnuda de su compañera siendo intensificada por la luminosidad que se colaba por la vidriera.
Siente que es preciosa, que la desea, que ansía fundir su silueta junto a la de ella, que la quiere en demasía, que si fuera por él se perdería en ella, en su piel, en sus ojos, en su sonrisa, en esos gestos de fastidio y sorna que le gusta pensar que son únicamente consagrados a él. No, de hecho ya se siente perdido en ella y sabe que cualquier cuota de orgullo se les ha ido a la mierda a ambos allí, y aunque les duele lo cierto es que en ese momento ya no importa, que quizá importe mañana, cuando la luz solar les haga despertar de su somnolencia pasional, cuando la luminosidad diurna les impida amalgamarse con el misterio de lo invisible, de lo velado, cuando la noche se lleve con ella el manto que los envuelve en su secreto y los deje a intemperie de sus emociones.
Las manos de Cloe, extendidas ambas al lado de su cuerpo, ahora comienzan a soltarse, aferrándose a la ropa interior del castaño, ropa interior quizá demasiado delgada, pero es que quiere contener el placer que la sumerge, porque sí, se estaba sumergiendo en sus manos, en un diminuto pero significativo fragmento de ese chico que le colmaba la paciencia, y le encantaba. Inevitablemente sintió su erección cerca de su mano, haciéndola estremecerse ante su dureza, quería tocarlo, conocerlo, y hasta...mejor ni pensarlo aún— sigue reprimiéndose la extasiada Cloe—.
Aún
Las manos del chico bajan hasta su vientre, acariciando su cintura mientras que con la otra mano sostiene con ligereza el pelo de Cloe, pero la chica podía sentir cómo iba acrecentando la fuerza con que él tomaba de su cabello en tanto crecía el grado de su excitación. En un momento dado, la mano del castaño llega a su pelvis, haciéndole soltar a Cloe un gemido sonoro, y es ese gemido el detonante de todo, porque instintivamente ella entreabre las piernas, permitiéndole a Timothée el viaje de sus dedos dentro de sus bragas.
—Tu humedad.....Cloe—se queja en su oído.
Comienza a mover sus dedos al ritmo de las caderas de la chica, ella se encuentra absorta aferrando una de sus manos al pelo rizado del castaño, está sumergida en el abismo, incapaz de pensar con coherencia o razonablemente, ignorante del peso que caerá sobre ella al día siguiente: el peso del deseo, de anhelo, del amor...
Sus movimientos circulares en los pliegues la hacen querer llorar de placer, nunca ha sentido algo así, y menos con unas simples caricias allí, podría haberlo sentido las veces que fue penetrada o incluso mientras era besada, pero ahora ni siquiera se habían besado, los únicos besos que estaba recibiendo eran en su cuello y en sus pezones sonrojados, escarlatas de afecto, y sí, eran besos mojados, ardientes, absorbentes, pero no eran en sus labios—pese a que lo deseaba como nunca—. Sentía que no podía, ¡qué insensato! Como si los labios guardaran algún tipo de tesoro, ¡como si el beso en los labios fuese determinante! ¡Más que estar siendo masturbada por un chico que ni siquiera era...!
Se decidió por acariciar el pene de Timothée— ¡Dios, de solo pensarlo se sintió sonrojar!—. Lo tomó de entre sus ropas a ojos cerrados, percibió el tacto de los vellos en su mano, la suavidad y rigidez de su miembro a venas hinchadas. De pronto los gemidos graves del chico se hicieron increíblemente audibles mientras su nariz griega se fundía en su cuello como a punto de doblársele a causa de la presión.
—Shhh...—intentó silenciarle. Con el temor de que alguien les escuchara, con el temor de ser escuchados por ellos mismos, por sus propios pensamientos más justiciero, por sus "yo" del día claro y no de la noche. Con el miedo de que llegasen al igual que llegaron la madrugada anterior, despertándolos para hacerlos caer en el agujero de la confusión, en el remordimiento, en la presión. La misma presión que Cloe percibía cuando se sumergía en la densidad de las aguas y a la que tanto miedo le tenía.
—Preciosa.... —le susurra en su oído, mordiéndole el lóbulo, haciéndola menearse al ritmo del miembro en su mano.
La mano de Cloe en su miembro comenzó a moverse con más afán, haciendo hincapié allí en su punta, lubricándola con su propio líquido. Ambos estaban por acabar, lo percibían en sus cuerpos, en el movimiento de la cama que golpeaba con afán la pared a sus espaldas pero propiciando un sonido pasional que era opacado por el meneo del crucero y por el baile de las olas en las afueras, unas olas cuyo movimiento parecía ir en sincronía con el de esos dos jóvenes cegados por el frenesí. Y entonces, como si el oleaje llegase a impactarlos, ambos vociferaron el último grito de júbilo, temblando en el momento, estremeciéndose y siendo ahogados en sus propios fluidos.
El cuerpo de Timothée acercó de inmediato el de Cloe a él, como con miedo a que escapara de nuevo, con miedo a que lo dejase aún más herido que la madrugada anterior cuando sintió que su pecho se le fragmentaba con ese golpe brusco que le dio a fin de pasar indiferente a su lado. Con miedo a que se arrepintiera, a que ya no lo quisiera, a que fuese para ella un mero capricho, un mero descubrimiento a causa de su curiosidad innata hacia lo incomprensible que veía en él.
—No me alejes, Cloe, por favor.... —le susurra agotado—, si quieres mañana no hablamos de esto, si quieres hago como que no me acuerdo, pero por favor no me trates con indiferencia, déjame estar a tu lado aunque sea por esta noche. Por favor...
Cloe soltó un ligero sollozo cuando escuchó esas palabras, quería llorar, llorar desde hace mucho rato atrás, desde que accedió a su petición de sumergirse junto a ella en la cama...llorar de puro deseo, porque le había resultado imposible retenerlo y le lastimaba, le pesaba como la mierda; y ahora sintió el poder del llanto con más razón aún al notar en la confesión de Timothée el significado lastimosamente real de todo, de lo íntegro de su petición, de la veracidad de lo que él sentía...de lo que sentían. Fue esa misma sensación la que tuvo cuando distinguió el líquido de Timothée en su mano agotada, porque lejos de ser un gusto grotesco o risible o carente de peso para ella, se sintió invadir por una súbita sensación de ternura y cariño: algo en ella se removía gustoso y le incitaba a dejarse asaltar por la dicha de distinguir desparramándose en su palma temblorosa algo que creía tan propio de él, tan parte de él.
—Abrázame, Timothée—pidió, con lágrimas ocultas en sus ojos....con el aguacero del llanto en su voz.
Se sentía vulnerable como la mierda y detestaba con ahínco no saber la razón. No era de mostrarse en esas con nadie, no lo gustaba que la viesen así de frágil porque no lo era, nunca lo había sido, y sabía que no le convenía mostrarse así frente a Timothée, con esa forma suya de ser tan impredecible e indolente si se lo proponía. No podía, y aun así lo estaba haciendo.
Él no esperó nada para resguardarla con ganas en su pecho mientras le acariciaba el cabello y a su cintura frágil. Ambos buscaban apaciguar en ese abrazo templado su todavía agitado respirar, y para qué decirlo: sus ánimos aletargados, incrédulos ante lo que acababa de pasar. Pero era él, sobre todo él, el molesto Timothée, el que quería hacerle sentir que todo estaba bien, que lo que había pasado era inevitable y que si ella lo deseaba él se quedaría a su lado y solo hacía falta que se lo pidiese; que podía hacerla sentir acompañada y confortable las noches que ella quisiera, que atesoraría sus lágrimas y sus pesares porque la quería como a nadie. Inexplicablemente, la quería como a nadie.
¿Que de nuevo the weeknd? ya sé, es que dios, estoy pegadísima con algunos de sus temas y son muy uff 🔥🔥 espero lo disfruten y les distraiga en algo en esta cuarentena <3 no olviden votar si les gustó o quieren que continúe y cuéntenme qué les parecióoo :) 🌊🌊
Ánimo y cuídense mucho 💕 abrazoss
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro