EPÍLOGO
Un manotazo en el antebrazo me devuelve al presente y casi hace que el vaso húmedo de cerveza se me escape de entre los dedos. Aunque las luces espasmódicas de colores de la discoteca de ambiente me pegan de lleno en los ojos y me dificultan dar con la cara del idiota de mi hermano, logro de alguna manera taladrarlo con la mirada.
―Mierda, enano, ten más cuidado que casi me dejas sin bebida.
Este levanta un hombro con indiferencia mientras le da un trago a su vaso, que contiene algo de color azulón. A su lado, en el mismo sofá que compartimos los tres, su novio Arnau afianza su brazo musculoso en torno a los hombros delgados de mi hermano y me manda una sonrisa de disculpa, un haz de luz pasajero tiñendo de morado su cabeza rapada. ¡Como si él tuviera la culpa de que Isaac sea tan bruto! Este hombre...
—Te fastidias. Si estuvieras más atento, no habría pasado, Milhouse de pacotilla. Te recuerdo que fuiste tú quien nos dio carta blanca a mí y a Sergio para que te buscáramos una cita. —Los ojos verde pálido del mencionado destellan con algo más que el reflejo de las luces móviles mientras asiente—. ¡Presta atención! Parecías todo interesado en Blanca hace un momento y ahora vas y te empanas pensando en las musarañas. ¡No hay quien te entienda!
Sentado en el sillón, de medio lado sobre el regazo de su novio, Sergio tuerce una sonrisa maliciosa.
—Quién sabe. Quizá estaba imaginándose cómo le dará luego al manubrio pensando en Blanca cuando esté solo en su cama.
—No seas malo y compórtate. —Tano le da una palmada en el muslo con un ceño fruncido que queda cancelado por la sonrisa que reprime—. No hacéis más que hablar como cotorras sobre la pobre chica. Dadle un respiro a Paco. Cualquiera estaría cansado de que le planifiquen una cita y, si se descuida, la vida entera. —Sergio protesta, pero Tano se sube las gafas de pasta y masculla algo en su oído que hace que este se estremezca. Aparto los ojos aprisa. Nop. No me interesa—. Como decía, dadle un respiro. Paco comentó que tal vez era hora de empezar a salir con gente de nuevo, no que te compinchases con Sergio y os pusierais a analizar a todas las mujeres solteras que conocéis.
Arnau lo apoya, aunque sin perder el gesto sereno y bonachón que lo caracteriza. Y menos mal porque eso hace que mi hermano solo reniegue un poco, pero no se lo tome a mal. Se refugia contra su novio y le pregunta a este en un susurro, que no sé si se cree que no escucharé, a pesar de la música que vibra bajo mis pies, si de verdad piensa que se está pasando. Lo que sea que Arnau responde no lo alcanzo a oír. Este pega los labios a la oreja de mi hermano y le responde algo.
Retiro de nuevo la vista con un sabor rancio en la boca y el estómago apretado.
Estar en un grupo donde todos son parejitas felices a veces es un coñazo. Si no fuera porque hoy salimos a celebrar el cumpleaños de Isaac, me habría quedado en casa con Mefistófeles después del día tan largo que he tenido currando en el bar de nuestros padres, sin apenas poder sentarme o tomarme un descanso largo. Hoy ha sido uno de esos días en los que siquiera encontrar un hueco para comer o fumarme un mísero cigarro ha sido toda una odisea. Al menos, nuestro gato no me habría obligado a venir aquí y me habría dejado tomarme una cerveza fresquita tranquilo que me habría ayudado a relajarme por fin y a combatir el calor sofocante de julio mientras veía algo en el televisor, siempre y cuando le rascase bajo el mentón o detrás de las orejas cada vez que lo demandase, claro.
Y de verdad que estoy interesado en esa tal Blanca.
Parece una buena chica y, si trabaja en una guardería, mínimo deben interesarle los niños. Ya sé que no se puede medir la valía de una persona por su opinión sobre los niños o sobre si quiere tenerlos o no, eso es adelantarse tres pueblos o un continente entero, y si mi hermano me oyera pensar todo esto, se cabrearía por caer en malos hábitos, pero ya quedé bastante escarmentado con Alicia y prefiero asegurarme de antemano de ciertas cosas. Tomo un trago y dejo que mi mirada vague por la multitud de cuerpos. Si de verdad voy a darle una oportunidad a esto de salir con una mujer por primera vez en cinco años, al menos quiero saber que no será una homófoba y que tendremos ciertas ideas sobre nuestros futuros en común.
Aunque ya no tiene una prioridad absoluta, sigo queriendo formar una familia algún día.
No busco un rollo de una noche o de unas semanas. De lanzarme a la piscina una vez más, querría algo serio y eso es algo que Blanca o cualquier otra mujer debería tener en cuenta. Y, por eso, he estado haciéndole a Sergio multitud de preguntas sobre su compañera de trabajo. Más vale prevenir que curar y todo eso. Pero mi pregunta general sobre que no sabría adónde llevarla o qué podríamos hacer en esa posible cita a ciegas, que nos estaban montando sin que esta estuviera presente y solo al tanto de lo que Sergio le estaba contando a través de WhatsApp, había desencadenado en que mi hermano y Sergio se pusieran a planear los pormenores de la cita como si ya fuera un hecho.
Y me habría dado un manotazo en la cara, sin importar que se me clavasen las almohadillas de las gafas, por haber sido tan imbécil de pedirles consejo si no fuera porque ha habido un momento en que una pareja se ha movido en la pista y me ha parecido verte bailando con alguien, Ventu.
A pesar de los años, el corazón me ha dado un tumbo y el estómago se me ha subido a la garganta como si tuviera alas.
¿Cómo puede seguir afectándome siquiera un vistazo tuyo? Qué tontería, ¿no? Qué locura. Seguro que habrá sido una especie de déjà vu por eso de que estamos en la misma discoteca en que celebraste tu cumpleaños aquella vez, aunque los sofás sean diferentes, porque ni siquiera estoy convencido de que fueras tú. Solo he visto a un hombre de melena rubia bailando y un torrente de recuerdos tuyos me ha sumergido bajo su peso durante un buen rato. Supongo que el cuerpo también conserva cierta memoria. Como cuando uno lleva mucho tiempo sin cocinar un plato y algo en su cerebro se activa y le hace recordar los pasos a seguir. Lo mismo mi cuerpo. Ha sido creer verte y tener las mismas reacciones que tendría si te hubiera tenido frente a mí.
Lo cual... habría sido bastante incómodo de explicar si mi hermano hubiera bajado la vista a mi entrepierna y se hubiera fijado en el bulto que se aprieta de manera dolorosa contra la cremallera del pantalón.
¿Habría pensado que sería por Blanca? ¿Por eso Sergio había soltado esa broma sobre masturbarme al llegar al piso? Espero que sí porque no sé cómo le habría explicado que, ¡sorpresa!, tu hermano es bisexual y, a pesar de los años que lleva separado de su ex, aún se siente como un farsante en medio de todas aquellas personas, como si estuviera robándole el sitio a alguien que sí lo merece y no tiene miedo de ser quien es. Pero es que no puedo evitarlo; cada vez que he venido con ellos aquí es igual: el sentimiento de estar fuera de lugar en un local que, en un principio, debería haber sido como una segunda casa es sofocante y no me deja respirar hasta que nos vamos. Y ni hablar si algún hombre se me acerca y me habla, que entonces cada músculo de la espalda se me tensa y no es hasta que el sol empieza a clarear a través de las persianas, cansado de dar vueltas y más vueltas en la cama, que por fin consigo relajarme poco a poco y conciliar el sueño.
Me remuevo en el asiento y me apresuro a cruzar una pierna sobre la otra.
Ale, solucionado.
Mientras sigo escaneando la pista en busca de ese hombre rubio y dando sorbos a mi cerveza sin alcohol, un codazo me distrae. Mi hermano me avisa de que va a salir a bailar con Arnau y le digo que no pasa nada, que se lo pase bien. No es la primera vez que me quedo a solas en una discoteca de ambiente en estos últimos años. ¿Y quién hubiera creído que tal cosa se volvería algo regular en mi vida o en mi vocabulario? Yo, desde luego, no.
Tirando de la mano de Arnau, al que le saca medio palmo de altura gracias a los botines altos que lleva, mi hermano se funde entre el gentío y desaparece de la vista.
Los otros dos tortolitos siguen en su sillón, musitándose cosas en un tono lo bastante bajo e íntimo como para que solo se oigan entre ellos. Recostado contra el pecho angosto de Tano, Sergio tiene apoyada su cabeza en el hombro de este y hablan sin dejar de observarse a los ojos mientras Tano lo sujeta por la cintura y le acaricia el cabello de la nuca, de un tono tan rubio platino como el resto de su cabeza, a pesar de la barba rala o sus cejas oscuras. Y pensar que hace unos años, cuando los conocí, Sergio habría estado borracho y en los brazos de cualquiera y Tano habría estado a mi lado charlando o jugando al móvil con los dientes chirriándole a cada vistazo que tuviera de Sergio con otro...
Qué de vueltas da la vida.
Mi vejiga elige ese momento para avisarme con un pinchazo inmisericorde de que ha llegado a su límite y que o la vacío ya o habrá consecuencias. Me muerdo el labio. Mierda. Qué divertido va a ser esperar a que se me termine de bajar para poder mear.
Dejo el culín de cerveza sobre la mesa frente al sofá y me levanto.
Los ojos negros de Tano se centran en los míos enseguida, lo cual es un alivio porque no tenía ni idea de cómo iba a hacer para interrumpir o llamar la atención de estos dos tórtolos. Haciendo una seña con mi pulgar por encima de mi hombro y un «baño» que espero haber vocalizado bien, doy media vuelta y comienza la ardua tarea de abrirme paso entre la muchedumbre antes de que la vejiga me estalle.
Por lo menos, el dolor sirve para que la erección se desvanezca del todo, gracias a Dios.
Los últimos pasos hasta el baño ya voy casi atropellando y sorteando con prisas a la peña. Aunque lanzo algún «lo siento» por encima del hombro, no sé si alguno de ellos lo habrá escuchado con la música tecno a todo volumen. Bueno, al menos mi conciencia está tranquila al saber que lamento haberle pisado el pie a aquel tío, haber empujado a aquel otro o haberle derramado parte de la bebida al último, al que le mando una mueca y le hago un gesto con las manos para que me perdone.
De manera atropellada, llego a la puerta del aseo para hombres.
Con urgencia, me echo literalmente sobre ella, como si fuera la mismísima entrada al Paraíso, lo cual tiene su gracia, si tenemos en cuenta que el nombre de este sitio es Edén, y yo fuera alguien lo bastante desesperado por entrar como para ofrecerme de tributo para abstenerme de toda higiene de manera voluntaria, decirle adiós a la tecnología de forma permanente y corretear en pelotas por un jardín detrás de una tía que no conozco ni posiblemente me interesa, huyendo a ratos de una serpiente molesta y del fruto rojo que me ofrece y a ratos de una voz imperiosa a la que le gusta demasiado dar órdenes.
Con energía, impulso la madera con el antebrazo. Venga, venga, venga. Necesito... necesito...
La puerta colisiona contra algo.
No, mejor dicho: contra la cara de alguien.
Oh, mierda.
Toda la sangre huye de mi rostro al tiempo que abro mucho los ojos. Delante de mí, un hombre se cubre el rostro con manos grandes y morenas, de dedos nervudos y vello claro, que se parecen vagamente a otro par de manos con las que mi cuerpo fue muy familiar hace mucho tiempo. Las greñas de la melena rubio pajizo me impiden verle el semblante a mi pobre víctima, que sisea una ristra de imprecaciones por lo bajo. Mierda. Cualquiera en mi lugar habría aprendido la lección después de incrustrarte la puerta en la cara aquella vez, pero está claro que yo necesito tropezar con la misma piedra más de una vez para aprender.
Mis ojos viajan al joven que hay detrás de él, que está tan congelado como yo y en proceso de abrocharse los pantalones mientras se limpia la comisura de la boca con el envés de la mano.
Trago saliva y pongo una extremidad temblorosa en el brazo al extraño.
―Mierda. Lo siento muchísimo. Tenía tanta prisa por entrar que...
Las palabras se mueren en mi garganta cuando el desconocido baja la mano y revela unas facciones que podría describir de memoria y con los ojos cerrados. El corazón me da un brinco. No puede ser... ¿Verdad? No puedes ser tú. Estoy soñando. Sigo sentado en el sofá junto a mi hermano, fantaseando contigo y esos meses que tuvimos juntos. Sí, eso es lo que pasa. Es mi cabeza jugándome malas pasada de nuevo y dándome una probadita de cómo sería volver a tenerte delante de mí. Una alucinación muy realista y ya está.
Pero el brillo de reconocimiento en tus ojos azul eléctrico me dice que no, que no lo es.
¿Qué haces aquí? ¿Desde cuándo estás en España? Pensaba que seguías en Estados Unidos. Mis ojos te recorren de arriba abajo, tomando nota de la camiseta destartalada y metida por un lado de la cintura del pantalón con prisas, la cremallera bajada y el botón del pantalón suelto. Subo a tus ojos, que me siguen contemplando como quien acaba de ver una aparición, y luego al otro joven.
El corazón se me constriñe.
Oh, claro. Qué idiota soy. ¿Qué si no iban a estar haciendo en el aseo más que...?
Separo los labios y despego la lengua del paladar, pero las palabras me fallan.
Solo tengo claro una cosa: a pesar de todo, es bueno verte y saber de primera mano que estás bien, sobre todo por lo que ocurrió el año pasado con tu abuela. Hay algunas líneas de expresión nuevas que antes no estaban ahí antes, como esas entre tus cejas, pero eso no te resta atractivo. En todo caso, le añade. Un cosquilleo aparece en mi estómago. Me humedezco los labios y los latidos se me desbocan cuando tus ojos siguen con atención el recorrido de mi lengua.
Un carraspeo me distrae.
El joven detrás de nosotros, ese con el que acabas de tener sexo, murmura que quiere salir y, como dos pasmarotes, Ventura y yo nos movemos al unísono y nos hacemos a un lado, en mi caso entrando al interior para apartarme de la entrada. La puerta del baño se cierra tras el desconocido, sellando el exterior. La música queda amortiguada. Y nuestras miradas siguen atrapadas en la del otro, como un par de hormigas en un charco de miel del que no pueden ni quieren escapar, mientras bajas la mano y revelas una rojez ya formándose en la frente, la nariz y junto a la barbilla cuadrada y partida.
A un paso de mí, tomas aire y abres la boca como para decir algo; el sudor en mis axilas se enfría y se multiplica. Dios, ¿y ahora qué hago? ¿Qué vas a decirme? No me puedo creer que estés aquí, en mi vida, otra vez, a solas, por más breve que sea este reencuentro. ¿Cómo estás? ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Estás mejor? ¿Eres feliz?
Por fin, musitas mi nombre y dices...
* * *
¡Buenas, personitas!
Y ahora sí que esto se acabó 😋 Como ya dije, y al igual que el epílogo de la historia de Ventu, esto solo es un vistazo a lo que podréis esperar en la 3ª parte. Espero que os haya gustado, a pesar de que no sea muy larguito. ¿Alguien ha pillado cierto guiño que hay? 🤭 (Y no, no me refiero al nuevo portazo en la cara que se llevó el pobre Ventu, aunque también 🤣🤣🤣).
Para quien se pregunte cuándo estará la 3ª parte, la respuesta es... no lo sé 🤷♀️ La verdad es que a mí también me gustaría saber lo mismo.
Como ya comenté, escribir esta historia me dejó tan exhausta, emocionalmente hablando, que no he vuelto a escribir nada desde que la terminé en septiembre del año pasado. (Bueno, sí he escrito una cosita para una antología LGBTQIA+ de la que ya hablaré cuando llegue el momento, pero solo es una historia corta y no la cuento). Así que, desde que acabé, he tenido varias ideas e incluso he hecho la escaleta para unas tres historias (cuatro, si cuento la que estoy armando ahora) y he trabajado en sus respectivos personajes, pero no he sido capaz de escribir nada de nada 🤡
Voy a escribir esa 3ª parte, no os preocupéis, pero no será ya, ya mismo, me temo. Me voy a dar un tiempo y a tratar de escribir algo nuevo y diferente, a ver si eso me ayuda a salir del bloqueo que tengo. (Se aceptan consejos 👌).
Entretanto, para quien le interese, lo que puedo subir es la historia de Isaac. Sé que posiblemente no es lo que muchos querrán, pero Paco también sale ahí y se le puede ver en ese tiempo entre el final de la 2ª parte y el epílogo/la 3ª parte. ¿Estarías interesados? 🤔 No es muy larga (creo que son 16 capítulos) y es mucho más ligerita que EF y EN porque también la escribí después de otra historia muy heavy y necesitaba algo light. Eso sí, ya tiene un par de añitos, así que probablemente no esté muy bien escrita y no sea una maravilla 🙈
En fin, ya me decís. Una vez más, muchísimas gracias por acompañarme hasta el final y, sobre todo, por leer este rollaco que os he soltado. Nos vemos pronto ❤
Como siempre, por favor, no os olvidéis de votar y comentar 😚
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