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13


Incluso una semana después de aquel fiasco, no me atrevía a volver a llamarte.

Me había pasado el fin de semana y la siguiente semana comiéndome la cabeza sin parar y, aunque a veces aún había una vocecilla discordante que me decía que no lo hiciera, que acabaría arrepintiéndome durante el resto de mi vida de lo que iba a hacer, cada vez era capaz de silenciarla e ignorarla con mayor facilidad. ¿Y qué si me quedaba solo? ¿Y qué si aquella era mi única oportunidad de tener la familia que deseaba? No podía seguir como estaba. No podía pasarme la vida con una persona que no quería; no podía pasarme día tras día rehuyendo sus atenciones o forzándome a devolverle los picos con el estómago encogido y revuelto, como si alguien me hubiera invitado a comer un plato de asquerosos caracoles y solo me comiera uno, con una mueca y los ojos apretados, por cumplir y no hacer el feo.

No era justo ni para Alicia ni para mí.

Tenía que ser fuerte, coger al toro por los cuernos y prepararme para lo que fuera.

Primero Alicia y... y, en algún momento, te llegaría el turno a ti, aún no sabía si antes o después de mis padres y mi abuela. Lo único que tenía claro es que ya estaba lo bastante tenso y agitado como para pensar en abordarlo todo al mismo tiempo. Mucho mejor centrarme en una persona a la vez, gracias.

Y lo mío con Alicia llevaba años en una montaña rusa en bucle de más bajos que altos de la que tenía que bajarme ya.

El viernes por la tarde me decidí a que de ese día no pasaba. Para cuando las llaves de Alicia tintinearon y la puerta de la entrada se abrió, un par de horas después de que yo hubiese salido del trabajo, ya me había fumado en carrerilla un cigarro detrás de otro, como atestiguaba el cenicero a rebosar de colillas en la mesita del comedor, y mi pierna inquieta no había dejado ni un segundo de pisar el suelo.

Me levanté de golpe.

Mis pies descalzos chocaron contra el suelo con las prisas por llegar a Alicia, cuya sonrisa fue instantánea al verme y se sujetó de mi brazo para ponerse ligeramente de puntillas. Antes de que sus labios tocasen los míos, ladeé la cara y el beso cayó en mi mejilla. Cuando se retiró, un mohín adornaba sus labios, como últimamente cada vez que evadía cualquier beso o abrazo suyo. Y la verdad es que no la culpaba porque debía ser confuso para ella que le pusiera esfuerzo cuando yo parecía estar reculando en nuestra relación y la evadía a toda costa.

Me aclaré la garganta.

—¿Podemos hablar? Tengo algo que decirte.

—Vaya, ni un hola ni nada. ¿En serio, Francis? ¿Es que ya ni eso me merezco?

—Sí, claro. Buenas. —Me sequé las manos contra el trasero y la tela de algodón de los pantalones del chándal—. Ya está. ¿Podemos hablar ahora?

Me examinó de arriba abajo antes de torcer más sus labios al ver mis pies descalzos.

—Ponte unas chanclas al menos, ¿no? No seas tan cerdo, que luego metes esos pies en la cama y la llenarás de porquería.

Y, con un latigazo de su coleta alta, puso rumbo al dormitorio.

Genial. Gran trabajo, Paco. Ya había empezado con el pie equivocado y ahora a saber si Alicia estaría receptiva cuando la sentase para hablar. En lugar de darme cabezazos contra la pared, fui tras ella. Para aplacar un poco su enfado, evidente por la manera en que tiró el bolso en la cama y abrió el armario para revisar los vestidos colgados de las perchas, metí los pies en las chanclas que estaban junto a mi mesita de noche.

Volví a aclararme la garganta.

—Ya está. Lo siento. No quería molestarte. Es solo que de verdad me urge hablar contigo. ¿Podemos hacerlo ahora?

—Pues lo siento, pero ahora mismo no. He quedado con mis gordis para salir y me voy a dar una ducha antes de arreglarme. Si quieres algo, te esperas, que llevas de un seco y un desagradable últimamente que no hay quien te soporte.

Así que eso fue lo que hice: sentarme en la cama con las manos frías apretadas entre mis muslos y esperar, porque, Ventu, cuando digo que la esquivaba a toda costa porque no soportaba que me tocara o estuviera cerca de mí no es mentira. Y, bueno, lo mínimo que podía hacer por ella con lo que iba a hacer era darle esos minutos para quitarse el sudor del día y relajarse. Cuando Alicia volvió envuelta en una toalla, el pelo recogido en un moño y sus chanclas, brinqué fuera de la cama y me puse de pie.

—¿Ahora? ¿Podemos hablar ya?

—Qué pesadito estás con el temita. —Dejó caer la toalla, exponiendo una desnudez que pronto cubrió con un tanga y un sujetador a juego—. ¿Qué quieres? Suelta lo que sea ya y déjame arreglarme en paz. Si es porque quieres otra vez otro chisme de esos para jugar, olvídate.

Me mojé los labios mientras me frotaba las manos.

—No, no. Juro que no. —Si todo iba bien, yo y «mis chismes» nos iríamos pronto de ese piso—. Es que... he estado pensando en lo nuestro muy seriamente y creo... no, sé que lo mejor sería que nos olvidásemos del embarazo.

Congelada frente al espejo en el que había empezado a maquillarse, frunció el ceño y se giró hacia mí.

—¿Ahora ya no quieres? No hay quien te entienda, Francis. Llevas dándome la vara con el tema de tener hijos durante años, desde antes de que nos casáramos, y ahora, de buenas a primeras, ya no quieres.

—Sí, lo sé. Siento estar mareándote tanto, pero es que no creo que solucione lo nuestro.

—¿A qué te refieres? —Sus cejas descendieron a la vez que entrecerraba los ojos—. Elige bien tus palabras porque, gracias a alguien, no estoy de humor en estos momentos.

—Creo que deberíamos divorciarnos. Escúchame. —Levanté una mano de manera aplacadora cuando abrió la boca—. No me puedes negar que lo nuestro no tiene futuro. Tenemos que reconocernos lo evidente y es que hace años que deberíamos haberlo dejado, incluso mucho antes de casarnos. —Me humedecí los labios. Qué ganas tenía de encenderme un cigarro, por Dios. Al menos, haría toda esa situación menos estresante—. Nunca hemos sido del todo compatibles. Tú quieres libertad y estar con cuantos hombres quieras, y no estoy juzgando, en serio, cada uno es libre de hacer lo que quiera, pero yo no soy así y no tengo por qué ser el segundo plato de nadie. Si estoy con una persona, solo quiero estar con ella y no compartirla con nadie más. Y no tiene nada de malo que cada uno busque cosas diferentes. Solo significa que deberíamos dejar de engañarnos y cortar por lo sano. Lo que tenemos no es sano, Alicia. Tú más que nadie debería haberlo visto. No es sano cómo nos aferramos el uno al otro, incluso cuando nuestro matrimonio no es más que cenizas y solo queda hacernos daño, cuando ahí afuera podría haber alguien mejor para nosotros.

Negando con la cabeza, esta se puso de pie y se acercó a mí. Ceñuda, apoyó una mano en mi pecho, a lo que traté de no tensarme o dar un paso atrás.

—¿Otra vez con esta tontería? ¿Te tengo que recordar que eres tú el que me tiene toda abandonada? —Bajó su extremidad y empezó a acariciar mi entrepierna por encima del pantalón. Mis dedos se cerraron enseguida en torno a su muñeca al tiempo que ella besaba mi mandíbula apretada y agregaba en un susurro—: Si lo que quieres es un polvo rápido antes de que me marche, sabes que solo tienes que decírmelo y te monto hasta que te corras como nunca.

Con más fuerza de la debida, aparté su mano y la alejé de mí.

—Joder, Alicia, ya basta. Esto no se soluciona con sexo. Así no funcionan las cosas.

—Oh, por el amor de... —Echó las manos al aire. Sus ojos incendiarios podrían haberme quemado vivo y ni aun así la hubiera apaciguado—. ¡Estoy hasta el coño de ti! Es que no hay quien te entienda. Estoy haciendo todo lo que quieres. Todo. —Enfatizó esto último al golpearme el pecho con la palma de la mano—. Y nada es suficiente para ti. Quieres que seamos solo nosotros dos y te lo concedo. Quieres tener un hijo y te lo concedo. ¿Y qué coño haces tú? ¡Me apartas cada vez que quiero follar con mi marido y de repente el señorito ya no quiere tener hijos! ¿Quién te crees que eres para jugar conmigo de esa manera?

—Alicia...

—Ni Alicia ni hostias. Estoy harta. Te lo advierto ya: no juegues conmigo o saldrás escaldado. ¿Te piensas que puedes ponerme un collar, una correa y tirar de mí hacia la dirección que más se te plazca? ¡Pues lo llevas crudo! Yo también sé jugar a ese juego, así que no me toques los ovarios o salgo por esa puerta y me tiro al primer tío que se me ponga por delante.

Mierda. Aquello se me estaba saliendo de las manos. Me pasé una mano por la cara.

—Alicia, no seas así. Estoy tratando de tener una conversación seria contigo. Mi intención no es hacerte daño ni jugar contigo. Cuando hablo del divorcio, hablo en serio. Esta dependencia que tenemos no es buena. Esto no se trata de conformarse, apechugar y seguir adelante. Cálmate y sé racional. Piensa en todo lo que nos estamos perdiendo por...

—¡No me da la puta gana de ser racional! A la mierda. Tú lo has querido, Francis.

Después de echarme a empujones del cuarto, la casa se llenó de música latina a todo volumen. Para cuando Alicia se marchó a las diez de la noche, me taladró con una mirada gélida y despectiva y se despidió de mí con un «no pierdas el tiempo esperándome despierto porque no pienso volver a casa y, si lo hago, será con un tío que no sea un medio hombre como tú y sí sepa darme lo que necesito» y un portazo que retumbó por todo el piso.

Sentado en el sofá y el volumen del televisor bajo, enterré la cara en las manos y exhalé.

¿Por qué tenía que complicarlo todo tanto? A pesar de todo, tuve un tirón en el estómago, que luego se me encogió. Me preocupaba que pudiera hacer alguna locura. Echándome hacia atrás y arrellanándome, alcancé el móvil y le mandé un mensaje a una de sus amigas para que le echara un ojo a Alicia. Luego, suspiré y me quedé unos minutos viendo sin ver la pantalla del televisor. Aunque me había quitado un pequeño peso de encima al habérselo dicho ya, había tensión en mis hombros y no podría cantar victoria hasta que Alicia me escuchase.

Aun así, durante la siguiente hora, me dediqué a meter en una maleta toda mi ropa y mis cosas de aseo, así como a guardar mis consolas y videojuegos en un par de cajas de cartón que tenía desde hacía tiempo preparadas por si Alicia se cansaba de ellas y me tocaba trasladarlas a casa de mis padres o mi hermano. Otro error por mi parte: el haberle concedido siempre lo que quería; el haberme conformado con lo poco que podía ofrecerme; el haber propiciado y fortalecido su conducta con los años, cuando debería haber dibujado una raya sobre la arena muchísimo antes y haber dicho «lo siento, pero de aquí no paso y no voy a aguantarte ni una más». Y, aunque era extraño comprobar que mi vida con Alicia se resumía a tan pocas pertenencias, en esos momentos, en parte, lo agradecí. Tal cual estaba vestido, hice tres viajes al aparcamiento y logré guardarlo todo a lo tetris en el maletero.

Luego, volví arriba y abrí el sofá-cama para dormir allí aquella noche.

En algún punto de la madrugada, la entrada de la casa se abrió con un estruendo cuando la puerta se estrelló contra la pared, seguido de una ristra de insultos arrastrados e inentendibles que hablaban de lo borracha que estaba Alicia. Cuando segundos después esta pasó por delante de la puerta del comedor, lo hizo dando tumbos y con la silueta de sus zapatos de tacón en una mano. La luz del dormitorio regó el pasillo. Me incorporé y me senté mientras me restregaba los ojos con una mano y con la otra tentaba hasta dar con la montura de las gafas sobre la mesita del comedor.

Entonces, Alicia empezó a llamar mi nombre en un tono frenético.

Nunca, en todo el tiempo que estuvimos juntos, vi a Alicia caminar descalza por el piso a no ser que tuviera prisa, por lo que cuando sus pasos resonaron por la casa y, al final, encendió la luz del comedor, pestañeé y me sorprendió verla así: con los ojos grandes y atemorizados y temblando mientras trataba de coger aire con el pecho convulso. Su mirada tardó más que los míos en enfocarme y, cuando lo hizo, se precipitó sobre mí. Un quejido escapó mis labios cuando se encaramó sobre mí y se sentó sobre mi abdomen.

Atrapó mi cara entre sus manos y farfulló:

—No puedes irte. No puedes dejarme. Te lo prohíbo.

—Por Dios, Alicia, bájate. Me estás aplastando y no me dejas respirar. —Le sujeté los antebrazos con más gentileza que hacía unas horas—. Es muy tarde y estás borracha. —Y olía a la colonia de otros hombres, aunque eso ya me daba igual—. ¿Por qué no te vas a dormir y ya hablamos mañana por la mañana?

—No. ¿Es que no me escuchas? Eres mío y de nadie más. ¿Te queda claro?

Retiré la cara con la nariz arrugada. El aliento le apestaba a alcohol. Sin embargo, ella me giró con brusquedad la cara y me besó al tiempo que arrastraba el culo hacia abajo y comenzaba un lento vaivén contra mi entrepierna. La sujeté de las caderas y la empujé hacia atrás, momento que aproveché para salir de debajo de ella y romper el beso. Me limpié la boca con el envés de la mano con brusquedad y luego solté un bufido. Ese era el problema de Alicia: creía que todo problema se solucionaba con sexo, pero no se daba cuenta de que había baches y hondonadas en el camino que no se podían superar poniendo una rampa endeble o rodeando terreno resbaladizo. Y aquel era otro error más que yo le había permitido una y otra vez. Además, ¿a qué venía esa actitud y ponerse a clamar esa tontería de que le pertenecía cuando jamás se había comportado así?

Sinceramente, a aquellas alturas empezaba a dudar que ni sobria prestase atención a lo que le dijera.

Sin mirarla a los ojos, la ayudé a ponerse de pie y le musité que estaba demasiado bebida, que lo mejor sería que se fuera a dormir la mona. En todo momento, mientras Alicia se aferraba a mí y dejaba caer prácticamente todo su peso contra mí, lo que no hacía fácil la tarea de guiarla al cuarto, esta masculló un montón de palabras que no tenían sentido. Las palabras salían arrastradas e incomprensibles. Lo único que capté fueron un «por favor, no te vayas; no me dejes» y «haré lo que quiera, pero no te vayas. Es eso lo que quieres, ¿no?».

No, aquello no era lo que quería.

En el dormitorio, la ayudé a desvestirse y a ponerse una de mis camisas que usaba para dormir en verano.

Mientras apartaba las sábanas y la ayudaba a tumbarse, siguió soltando un montón de imploraciones y me tocó prometerle, en vano, que no me iría a ningún lado. Solo entonces me sonrió, se relajó contra el colchón y la almohada y cerró los ojos. Para cuando dejé un vaso de agua y un Termalgin en su mesita de noche, ya resoplaba de manera rítmica. Titubeé un segundo junto a ella. Debería haberla despertado para que tomase algo de agua, pero ya estaba profundamente dormida y no tenía caso.

Suspiré.

No pegué ojo el resto de la noche. A eso de las seis, me cansé de contemplar el techo del comedor y de darle vueltas a la cabeza y me levanté. No podía continuar más en aquel piso. Si quería que Alicia me escuchara y se diera cuenta de que iba en serio, tenía que tomar medidas drásticas. Por eso, le escribí una carta de una cara y media, que procedí a dejar sobre mi lado impoluto de la cama. Como ya lo tenía todo en el coche, solo fue meter algunas prendas y zapatos que restaban en un par de bolsas de plástico y hacer un último repaso por el comedor y la habitación.

Por último, mis ojos recayeron en la persona con la que había compartido mi vida durante nueve años.

Nueve años. Y, después de tanto tiempo juntos, lo único que sentía era un tremendo alivio por ponerle fin a aquella zozobra, ansiedad y descontento que me habían tenido esclavizado hasta ese instante.

Quizá, así, por fin calase en su cabeza lo que le había dicho. No la odiaba. Nunca podría odiarla, ni a ella ni a ti. Quizá otra persona sí la habría aborrecido, pero yo aún tenía en mente a aquella chiquilla adolescente de ojos grandes, inteligentes y curiosos que me habían estudiado la primera vez que nos habíamos visto. Prefería quedarme con lo bueno de nuestra relación, en vez de centrarme en las partes malas, por más que estas hubieran pesado más con el paso de los años y no pensase repetir los mismos errores con nadie más.

No, no podía odiarla. Tampoco le deseaba nada malo.

Eran demasiados años compartidos y yo tampoco era tan inocente; tenía mi parte de culpa en todo aquello.

Ojalá que, algún día, encontrase lo que buscaba y fuera feliz. Era lo mínimo que podía desearle.

Tras un suspiro, di media vuelta y me marché de allí para siempre.

Las calles de Valencia apenas amanecían cuando las recorrí rumbo al piso de mi hermano, que me recibió con el pelo revuelto, los ojos hinchados y entrecerrados y el sueño impreso literalmente en las líneas de las sábanas que marcaban su mejilla. Con el par de bolsas de plástico con algunas de mis pocas pertenencias en mano, me enterré en los brazos de mi hermano cuando este los abrió sin mediar palabra.

Me abracé a él con fuerza.

El aire escapó trémula por entre mis labios. Ya todo había acabado. Más o menos, pero ya había dado un par de pasos adelante para recuperar las riendas de mi vida. Las manos de Isaac me frotaron el hombro y la espalda despacio, dándome esos minutos que necesitaba para componerme. Me escocían los ojos del sueño, tenía la cabeza embotada y no veía el momento de echarme a dormir.

―¿Estás bien? ―preguntó en un susurro quedo contra mi oído. Asentí―. Bien. Vamos adentro, que no quiero que la cotilla de mi vecina nos observe por la mirilla gratis. A ver si se entera de que esto no es Gran Hermano, gracias. ―Bufó. A mí se me escapó una risilla baja y nerviosa. Dejé que me pasara un brazo por los hombros y me cobijé contra él mientras me conducía hacia el interior del piso―. Ya verás que todo saldrá bien, tete. Tú no te preocupes. En cuanto los papás y la yaya se enteren, te apoyarán al cien por cien, estoy seguro.

Eso no lo dudaba. No sobre el tema de Alicia y el divorcio, al menos. ¿Sobre el tema de las infidelidades, de mi sexualidad, de ti? Ahí... ahí ya no estaba tan seguro yo.


* * *


¡Buenas, personitas!

Y aquí tenéis lo que muchos esperabais, aunque sé que otros tantos ya dudaban que Paco lo fuera a hacer o que esto ocurriera. Gente de poca fe 😝 Paco es lento y va a su propio ritmo, sí, pero al fin lo hizo, que es lo que cuenta.

Y, bueno, ¿qué os ha parecido el capi? ¿Os esperabais que Alicia fuera a reaccionar así y se volvieran las tornas?

No os olvidéis de votar y comentar, plis, que este es todo el pago que recibo por compartir la historia. Oh, y teniendo en cuenta que es el penúltimo capítulo, se agradece aún más 😁

Saludos~

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