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Capítulo 3: Trampa

Imagen de la portadaSeriola quinqueradiata de  Utagawa Hiroshige, publicada en 1832.

*

Abril 1945

Ash despertó amodorrado tras el sonido de las olas chocar contra las rocas. A penas estaba amaneciendo, aún estaba oscuro ya que por la pequeña ventana de la habitación apenas entraba la luz. Hacía ya casi un mes que ha estado en la cabaña junto con la compañía asiática. Giró su cabeza y observó que las mantas, no...Así no lo llamaban, los futones no estaban cerca de él.

Después que le dijo su nombre a ese extraño japonés las cosas cambiaron un poco. Por el día Ash estaba la mayoría del tiempo entre despierto y dormido. A veces podía sentir como el japonés le cambiaba los vendajes y le susurraba palabras alentadoras cuando siseaba de dolor cuando le aplicaba ungüento sobre sus heridas. Shorter y a veces Sing, cuando lograba escaparse de la mirada de su hermano Lao, lo ayudaban. Incluso dormían en la misma habitación por las noches para cuidar de él. A Ash le daba miedo pero a la vez satisfacción lo rápido que formaron vínculos. Realmente confiaban en él y no iba a traicionar esa confianza que le han depositado a pesar que él fervientemente se dijo así mismo que no lo iba hacer.

Por las noches también podía dormir, lo cual le pareció insólito por las vigilias que debía hacer cuando estaba en servicio. Incluso cuando rara vez podía hacerlo, nunca pudo. Los recuerdos de su pasado siempre lo atormentaban siempre en la noche. Sin embargo, cuando visualizaba en la oscuridad la presencia de Eiji cerca de donde estaba, su alma se sentía tranquila y podía dormir profundamente sin alguna pesadilla de por medio. Ash lo atribuyó a sus heridas y cansancio acumulado que traía. Aunque se sentía ansioso cuando atacaría sus ataques de nervios otra vez. Aunque no estaba muy seguro porque al ver al japonés le llenaba paz.

—¡Oh! ¡Has despertado! ¡Aleluya! —expresó Shorter con un plato de comida. Ash notó preocupado el contenido de la misma. Solamente era arroz. En parte se alegraba que no contenía Natto pero eso significaba que la comida se estaba escaseando.

Ash ya tenía las suficientes fuerzas para sentarse por sí mismo. Sonrío de lado cuando apreció la sonrisa de oreja a oreja del asiático. Con el poco tiempo que han convivido juntos, Shorter ha mejorado considerablemente su inglés. Aún tiene marcado su acento pero le entiende muchísimo mejor cuando lo conoció y se ha animado a mantener conversaciones triviales y largas con Ash.

—¿Aleluya? ¿Quién te ha enseñado esa palabra? Claramente yo no... es de un nivel avanzado, ¿sabes? —molestó Ash.

Shorter hizo pucheros.: —¡Cierra el hocico! —Ash bufó, esa frase definitivamente lo aprendió de él. — ¿Sabes qué hora es, vago? Ya casi es de noche, dormiste todo el día.

—¡¿Qué?! —jadeó Ash. Con el poco tiempo que ha estado relacionando con Shorter, inclusive con Eiji y Sing, Ash se asombra con ellos podía dejar atrás su indiferencia y actuar libertinamente, como si se hubiesen conocido desde antes. —¿Pero aún está oscuro?

Shorter bufó. —¡Está anocheciendo, no amaneciendo! —explicó.

—Oh...—murmuró Ash.

—¡Bueno! ¡Entonces a comer! —le entregó la comida. Estaba lleno el plato. —¡No dejes ningún grano de arroz porque lo cocine yo! —dijo orgullosamente Shorter. Rápidamente se ofendió cuando observó a Ash torcer su rostro. —¡Esta vez están bien cocidos! ¡Eiji estuvo todo el tiempo fichándome!

—¿Eiji? —preguntó Ash buscándolo con la mirada. Normalmente cuando él escuchaba su voz o le avisaban que había despertado, el japonés aparecía para determinar su estado. No temía admitir que le agradaba pasar tiempo con él y, al parecer, el sentimiento era mutuo. Eiji sonreía más a menudo cuando estaba con él, o eso le decía Sing cuando podía hacerle compañía.

—Sí... ahora él está enseñando japonés a los demás...—dijo Shorter acostándose junto con su cuerpo desplayado a la par de Ash.

Ash le dio un bocado al arroz y al saborearlo sabía a viejo.: —¿Y por qué no estás ahí con ellos?

—Esa lección ya me la sé. —dijo arrogantemente. —Eiji me permitió excusarme para ver como estabas.

Ash incrédulamente abrió levemente la boca y levantó una ceja.: —¿En serio?

—¡Oye! ¡Es cierto, gringo! ¿Crees que soy idiota? ¡Yo soy el mejor hablando japonés, después de Eiji claro, dentro de esta cabaña!

Ash resopló.: —Con ese acento tuyo no sirve para nada...

—¡¿Qué?!

El rubio rio suavemente mientras escuchaba a Shorter maldecir en chino por la falta de vocabulario en inglés para poder alegarle. Su frustración era tan clara como el agua.

Ash dejó de reírse luego de un momento. Prontamente su rostro se mostró serio—¿Y no es peligroso que él esté con ellos?

Shorter negó con la cabeza.:—Nah. Lao y Nadia no confían en ti nada más.

El soldado bajo su mirada. A pesar que la relación entre Shorter, Sing y Eiji es buena, para los otros dos aludidos era nula. Aun reinaba cierta tensión entre ellos, más con Lao. Cada vez que él se acercaba cerca de habitación o inclusive cuando nombraban el nombre de Ash, el ambiente se tornaba tenso.

El rubio guardaba su pistola dentro de su yukata. Solamente Eiji conoce que él la esconde debajo de sus ropas y, como prometió, no les dijo a los demás. Ash juró así mismo que no lo usaría contra ellos, no si la situación no lo ameritaba. Por el momento, Ash mantenía el perfil bajo. No quería otra discusión como la otra vez.

Algunas ocasiones, cuando Ash sentía que la tranquilidad iba a marchitarse al estar Sing con él y Lao lo notaba, le pedía al niño asiático que se fuera inmediatamente. Durante esas veces, Sing siempre peleaba agitadamente con su hermano al punto que Shorter, Eiji y Nadia debían separarlos.

Ash arrugó su rostro irritado y paró de comer.: —¿Puedo preguntarte algo? Si no quieres...no la contestes.

—¿Uh? ¿Sobre qué? —dijo curioso Shorter.

—¿Cómo...llegaron aquí, en la cabaña? —quería preguntar el cómo conocieron a Eiji y la gran confianza que le tienen pero decidió no hacerlo. Sería como inmiscuirse en dónde no le corresponde. Trató de preguntarle indirectamente si mencionaba al japonés o no.

—¡Oh! —exclamó Shorter mientras bajaba la mirada. —Oh...—susurró. Se sentó y recorrió con su mirada la habitación y el pasillo asegurándose que no hubiese moros en la costa. —La verdad no es muy agradable de recordar...

—Lo siento. —dijo apresuradamente el rubio.

—No, no...si quieres saber...está bien. No importa. —confortó Shorter. —Nadia y yo escapamos de la guerra que azotó a nuestro pueblo. Éramos varias personas que intentamos hacerlo, dentro de las mismas estaban Sing y Lao. —suspiró. —Huimos en una pequeña barca pero al final solamente nosotros logramos sobrevivir al viaje. —Ash asentó. Dejo que Shorter continuará. —Cuando visualizamos tierra, inmediatamente navegamos hacia allá. Hacía días que no comíamos ni bebíamos nada. Fue grande nuestra sorpresa cuando nos dimos cuenta que estábamos en Japón. Grata fue nuestra suerte al encontrar esta cabaña vacía.

Ash parpadeó velozmente. —¿Qué?

—¡Es verdad! —aseguró Shorter—No había nadie. Estaba abandonada, llena de arena, cajas por doquier y fotos de niños pequeños. —Dirigió su mano sobre su mentón—Aunque había comida...

—¡Espera! —interrumpió Ash sorprendido. —¿No estaba Eiji? ¿Alguien?

Negó con la cabeza.

—No. Estuvimos solos durante meses. Hasta que un día, cuando estábamos jugando con Sing en la habitación principal cerca de la puerta de entrada apareció Eiji. —Ash escuchó atentamente. —Estaba escondido detrás de la puerta entrecerrada. No habíamos notado de su presencia hasta que escuchamos agitados sollozos y gimoteos. No sabría decir cuánto tiempo estuvo ahí parado observando por el pequeño espacio.

Shorter frunció el ceño y cerró sus ojos conflictivamente. —Cuando abrí ampliamente la puerta fue cuando lo vi. Estaba sucio, pálido y desnutrido. No obstante, lo que realmente me impactó fue al observar sus ojos apagados, llenos de lágrimas. Él se acercó y me vio fijamente, visualizó a Sing y a los demás que llegaron corriendo por los lloriqueos de Eiji. Inmediatamente su mirada cambió, el brillo de sus ojos regresó y nos sonrío tristemente a nosotros.

Ash respiró entrecortadamente. La preocupación estaba dibujada en su rostro mientras se percataba que Shorter masajeaba sus sienes.

El asiático continuó.: —Todos estábamos ensimismados. Luego, Eiji susurró tadaima y se desmayó. Fue cuando empecé a aprender japonés que entendí lo que significaba. —suspiró. —"Estoy en casa."

El rubio tragó saliva lentamente.: —¿En serio? —preguntó.

—Sí... Eiji siempre ha sido un misterio para nosotros. —dijo Shorter. —No sabemos nada de él o de donde viene. Lo único que sé es que esta cabaña es de su familia y, al juzgar por lo grande que es, debe ser una familia acomodada.

Por las heridas, Ash no ha salido de la habitación en dónde está así que no tenía ni la más remota idea de la magnitud de la cabaña o de las cosas que posee. Tras escuchar la historia de Shorter, le dejó más dudas que respuestas acerca de Eiji.

—¿Cómo supieron que la cabaña era de la familia de Eiji?

Shorter encogió los hombros.: —Simple. ¿Recuerdas cuando dije que había fotografías de niños? Pues una de esas fotos está Eiji, en una versión más infantil, pero definitivamente es él. —tragó saliva. —Sé que no has salido de este cuarto, pero en la sala principal también hay fotografías de una niña que está junto con Eiji. Sing le preguntó quién era ella... y el respondió secamente que era su hermana. Por la mirada triste y la voz quebradiza por la que se expresó, posiblemente no la ha visto por mucho tiempo...o ha muerto. No sé...nadie ha querido preguntarle sobre su familia.

Ash bajó la mirada.: —Pero deducen que Eiji no le queda nadie...

—No quiero ni pensar en eso...pero todos creemos que él es el único que ha quedado vivo. Es decir, no hay fotos de sus padres o sus nombres. Nada.

Shorter negó con la cabeza y continuó con su relato en cómo conocieron al japonés—Luego que perdió el conocimiento, tuvimos que amarrar a Eiji y tenerlo como nuestro prisionero. —la voz de Shorter estaba llena de culpa.

Ash respiró dificultosamente.: —¿Cómo?

—¡No fue por mucho tiempo! —se excusó Shorter. —No nos podíamos dar el lujo que nos delatará. ¡Juró que no lo torturamos! —Ash frunció el ceño. —¡No me mires así! ¡Tú casi lo matas cuando lo viste!

Ash resopló. No podía refutar con eso.

—Cuando él empezó a comunicarse con nosotros en inglés nos sorprendió bastante. Más a Sing y Lao, quienes en ese momento sabían mejor el idioma. —Shorter se rascó la nuca. —Era tan obediente y no nos tenía miedo. Pensamos matarlo pero nadie quería manchase las manos en matar a un adolescente. Realmente estaba interesado en ser tu amigo. —cubrió su rostro con sus manos. —Decía "gracias" cuando le llevábamos comida y nunca dudo si estaba envenenada y miraba a todos con esa cara de inocencia... ¡Qué ya no podíamos más! Mientras más te acercabas a él realmente podías ver su confianza en nosotros. —exhaló. —Así que lo soltamos y todo cambió.

—¿No hubo tensión por eso?

—No. Sorprendentemente no. —contestó Shorter. —Es más, la convivencia en estar aquí fue más agradable. Eiji nos empezó a enseñar japonés y nosotros un poco el mandarín. Cuando se recuperó peso, a veces nos cocinaba e iba al pueblo para conseguir comida. Incluso, cuando el dinero escaseaba, vendía objetos guardados, como kimonos, jarrones o cualquier cosa de valor, para conseguir más dinero. —Desvió la mirada—Sin embargo, llegó un punto que nadie compraba y ni vendía nada. —suspiró. —Por la guerra, ya no hay alimentos por donde conseguir. —sonrió ampliamente. —¡Por eso intentamos pescar! Pero no hemos tenido mucho éxito—Musitó. —¡Fue un día de pesca cuando te encontramos!

Shorter pausó esperando que el rubio comentara sobre lo que había escuchado. Ni lento ni perezoso, Ash rápidamente habló.

—Lao...—dudó Ash en completar la oración.

Pronto, Shorter interceptó los pensamientos de Ash.: —Él siempre ha sido distante con todos, en especial con Eiji. Nunca ha mostrado señales de quererle hacerle daño u otro similar...hasta que nosotros te trajimos aquí. No sé qué pensará. —dijo Shorter seriamente.

El rubio parcialmente cerró sus parpados.: —Ya veo.

—¡Aunque quién querrá lastimar a esa cara de bebé que tiene! —expresó Shorter vivazmente. —No obstante, él es mayor que yo...

Ash arqueó su espalda y levantó sus cejas. Confundido observó al chino que tenía en frente. —¿Qué? —susurró.

—¿No sabías? ¡Eiji tiene diecinueve años!

—No...

—¡Es verdad! ¿Parece de quince verdad?

Por sus propios gritos, Shorter no pudo escuchar unas pisadas cerca de la habitación. Ash sin embargo pudo oírlas claramente y esperó que la persona entrará sin tener alguna preocupación de por medio. Hablando de rey del Roma, Eiji ingresó y, como si la animada conversación lo contagió, entró con una sonrisa.

—¡Ash! Despertaste. —denotó Eiji inmediatamente. Se percató que el plato de comida estaba sin terminarse. —¿Shorter, por qué te aguantas la risa?

El aludido bufó en su mano y trató de no perder la compostura.: —Eiji...le dije a Ash que eres el más viejo de aquí.

Ash fue testigo en como el rostro fino del japonés, quien portaba una agradable y amplia sonrisa, se arrugaba de frustración y enojo, para nada graciable, con un ligero rubor en sus mejillas.

—¡Nadia es la más grande aquí! —se defendió. —¡Solamente te llevó un año! —buscó la mirada del rubio. —¡Además Ash es más grande que yo!

—No, no, no. —negó con la cabeza Ash tranquilamente. —Tengo dieciocho años.

Tanto Eiji como Shorter se acercaron demasiado al rostro de Ash, sin respetar su espacio personal.: —¡¡¿Qué?!! —gritaron al unísono.

Ash hizo una mueca de desagrado.: —Aléjense, tengo oídos sensibles. —por la guerra, los oídos del rubio no podían soportar los ruidos fuertes.

—¿No tienes veinticinco? —preguntó Eiji esperanzado que fuese una mentira. Las carcajadas de Shorter invadían el lugar.

—No, lo siento Eiji. —habló Ash. —Aquí eres el hermano mayor.

Fue como echarle gasolina al fuego por lo último que dijo Ash porque las carcajadas de Shorter se hicieron más fuertes.

Ash sonrió levemente ante los pucheros de Eiji por su complejo. Aun así si le molestaba su edad no importaba para el rubio. En esos momentos, el japonés se estaba comportando como un niño y cuadraba con su aspecto físico.

Antes de que el pelinegro pudiese emitir otro comentario, dentro de la habitación se escuchó un gruñido tan fuerte que opacó las risas de Shorter.

—Eiji...—dijo Shorter austeramente tras dejar de reírse repentinamente. —¿No has comido nada hoy?

El aludido solamente respondió con un sonrojo y una desviación de su mirada, haciéndose el desentendido.

Ash entrecerró los ojos.: —¿Tu porción está en mi plato, verdad? —preguntó sospechosamente. He ahí la razón por la cual precisamente hoy su ración de arroz era más de lo acostumbrado.

Eiji se rascó la nuca y frunció sus labios.: —Pensé que tendrías mucha hambre...dormiste todo el día. —sonrió maliciosamente. —Además estás en crecimiento.

El rubio resopló.: —Con una mierda...—acercó el plato de arroz a Eiji. —Ten, come. —dijo suavemente.

—Pero...

—Nada de "peros," Eiji. —regañó Ash. —Debes comer al igual que nosotros. Piensa en ti, también. —sonrió levemente. —Aprovecha que aún tenemos que comer. No te preocupes por la escasez de alimentos, ya verás que conseguiremos más.

Eiji, nervioso, observó los ojos jade del rubio. Extendió sus brazos vacilantemente y Ash tras ver los movimientos dudosos del japonés, levantó el platillo con una mano y agarró sutilmente una de las manos de él contra la suya. Firmemente colocó el plato sobre la mano que había apretado y esperó un momento para que los dedos de Eiji sostuvieran el plato antes de soltarlo y evitar que se cayera.

Eiji parpadeó mientras sentía como los dedos de Ash se deslizaba lentamente sobre su piel mientras deshacía su agarre sobre su mano. —Gracias Ash. —el aludido consiguió percatarse que los ojos rasgados de Eiji brillaron y sus labios dibujaron una pequeña sonrisa.

El rubio solamente asentó calmadamente.

Por otro lado, Shorter observó con detenimiento y curiosidad la escena que Ash y Eiji estaban protagonizando. Era como si el mundo desapareció y solamente estaban los dos dentro de la habitación. El ambiente era tan cálido entre ellos que él se sintió como un intruso por unos momentos. Se habían olvidado completamente de él.

No le dio mucha importancia, así que Shorter estiró su brazo y lo rodeó sobre el cuello de Eiji.

—¡¡Eres un terco!! —expresó Shorter mientras despeinaba la cabellera azabache del japonés. Eiji jadeó y protestó tratando se zafarse del agarre.

—¡¡Shorter!! ¡Para ya! ¡¿Quieres que coma o que muera?! — dijo con dificultad mientras Shorter reía. —¡Shhh! ¡Cállate! ¡Los demás están dormidos!

Shorter estalló de la risa.: —¿Por qué? ¡¿Los aburriste con tu clase de japonés?!

—¡¡No!! —chilló Eiji.

Ash no aguantó más y se unió con Shorter en su ataque de risas.

 *

Al día siguiente, cuando todos estaban despiertos, Ash se percató que Nadia estaba hablando con Shorter en su idioma natal. La preocupación estaba reflejada en el rostro de ella mientras Shorter bajó la mirada angustiado.

Eiji estaba al lado suyo, perdido igual que él, sobre la conversación de ambos hermanos. Shorter suspiró y se dirigió en donde estaban ellos y Nadia lo siguió detrás.

—Malas noticias. —informó Shorter.

—¿Qué sucede? —preguntó Eiji.

—Solo tenemos comida para un día más. —dijo Nadia. —Mandé a Sing y a Lao a pescar pero dudo que consigan lo suficiente para todos.

Eiji tragó saliva.: —No puede ser...—divagó en sus pensamientos. —Iré al pueblo a ver si consigo algo.

—Eiji, hace poco fuiste y no te dieron nada. —le recordó Shorter.

—Entonces iré a otro pueblo.

—No, es peligroso. —exaltó Nadia—El próximo pueblo es a veinte kilómetros. Te puede pasar algo si vas con cosas de valor dentro del bosque. No sabrás si te darán algo.

—No irá solo. —dijo Shorter. —Voy con él.

Nadia negó con la cabeza y habló en mandarín.: —¡Me opongo! ¡Shorter, nunca has ido al pueblo! ¿Y si te descubren que no eres japonés? ¡Dan recompensa si entregan a las autoridades a un chino!

—¡Es todo o nada, Nadia! —alzó la voz Shorter, contestándole en el mismo idioma.

—Eiji.

Los tres asiáticos se sobresaltaron al escuchar la voz profunda del rubio. Ash estaba sentado sobre su futon, con una de sus manos sobre su mentón mientras fruncía levemente el ceño. Estaba concentrado que no puso atención en la discusión.

—Emm, ¿sí? —respondió Eiji dudoso.

Ash levantó la mirada dirigiéndose al aludido fijamente.: —¿Normalmente cómo es que pescan ustedes?

—Pues...—tartamudeó Eiji. —Hicimos un arpón improvisado. —contestó Eiji. —Y...tenemos un palo angosto.

Ash levantó una ceja.: —¿Un palo?

—Ah, sí...verás...—se sonrojo. —Es para golpear los peces que están en la orilla de unas rocas que están cerca del mar.

—¿Lo matan a golpes? —preguntó incrédulo Ash.

—Sí. —rio nerviosamente el japonés.

El rubio suspiró y se dispuso a levantarse lentamente. Tambaleó un poco por no haberse parado durante casi un mes. Eiji estuvo a su lado para sostenerlo si caía. Ash agradeció el gesto pero logró mantenerse de pie. Tanto Shorter como Nadia jadearon levemente al apreciar por primera vez la altura de Ash. Era una persona muy alta. Incluso más que Lao o Shorter. El único que no estaba sorprendido era Eiji, quien observó a Ash con detenimiento.

—Eiji, ¿tienes tela vieja o alguna vestimenta que sea inservible?

El pelinegro parpadeó y abrió levemente los ojos.: —Ah...sí, creo que sí. —caminó hacia el pasillo. Ash lo siguió a pasos lentos. El japonés disminuyó la velocidad de sus pasos para que el rubio lo alcanzara.

—Y necesito un embudo o algo parecido a esa forma. —bajó su cabeza para observar a Eiji. —Y cajas de madera si es que las hay.

—Mhmm. Tendría que revisar.

Shorter y Nadia observaron atónitos en cómo Ash y Eiji salieron de la habitación de lo más natural posible, ignorándolos de paso. Ambos hermanos se vieron en la cara y rápidamente lo siguieron.

Cuando ellos los encontraron, Ash y Eiji estaban en otra habitación. El japonés sacó algunos coloridos y finos kimonos.

—Eiji...esos... —dijo Nadia vacilante. —...son los kimonos que has intentado vender.

El aludido no le dirigió la mirada a Nadia. Solamente asentó. —Es la única tela que tengo. Estos son muy pequeños. Nadie de aquí puede usarlos ya.

—¿Y mi uniforme? ¿No lo tienes? —preguntó Ash.

—No...—Eiji suspiró. —Estaba tan destartalado que no tenía enmendadura. Lo tuvimos que utilizar para encender la fogata por falta de leña.

Shorter se acojonó. Por el tamaño y por lo patrones que portaba los dichosos kimonos, esos eran de niña. Posiblemente eran de la hermanita de Eiji. —¿Para qué quieres tela, Ash?

El rubio suspiró. Pudo observar el semblante triste de Eiji.: —Es para hacer una trampa para peces. Realmente no sé si funcionará. —siguió viendo al japonés. —Voy a tener que rasgar la tela para poder hacerla. ¿Estás seguro que no tienes otra más vieja?

—No. —Eiji seguía sin ver a nadie.

Nadia y Shorter sabían que esos kimonos guardaban cierto valor sentimental para Eiji. Incluso cuando se los llevaba a venderlos, se le denotaba una expresión conflictiva. Sin embargo, no solo era esos kimonos. Era cualquier cosa que salía de la cabaña que Eiji solía ponerse triste para después venderla. Esos días, cuando conseguía dinero, casi no comía.

—Prefiero comer...—dijo Eiji en voz baja. Todos dentro de la habitación lograron escucharlo. —...antes que guardar un recuerdo.

Afonía total guardó la habitación por unos segundos.

Ash suspiró profundamente. A pasos pesados, se dirigió a Eiji, quien estaba cabizbaja, y cuando estaba cerca, lo rodeó con uno de sus largos brazos cuidadosamente al cuello de Eiji. Con su cabeza, el rubio dio un golpe suave contra la de Eiji y apoyó su mejilla sobre la cabellera del japonés.

—Gracias. —murmuró Ash. —Me aseguraré que esto funcione.

El pelinegro nuevamente asentó. No confiaba en ese momento en su voz para poder contestarle. Tenía miedo que sonara quebradiza.

Estuvieron así por unos momentos, hasta que Eiji sintió que ya podía hablar. Señalo con su dedo un jarrón en forma de botella alargado de porcelana. La boquilla era angosta y el resto del cuerpo era ancha.: —¿Puede servir ese jarrón? Casi tiene en forma de embudo.

Ash, Shorter y Nadia observaron el objeto. El soldado sonrió levemente al japones.: —Perfecto.

—Cajas de madera no creo tener. —dijo Eiji. —Las quemamos hace ratos para cocinar.

—No hay cuidado. —respondió Ash. —Improvisaré con lo que hay.

El rubio deshizo su agarre lentamente mientras caminaba hacia el jarrón. Se percató que luego que él se apartó de Eiji, Shorter y Nadia lo abrazaron fuertemente. Le susurraron palabras que Ash no sabía si eran japonés o mandarín. De alguna u otra forma, tenía la corazonada que eran palabras de aliento y agradecimiento. Eiji solamente podía asentar con la cabeza y trató de mantener la compostura. Luego Nadia lo abrazó nuevamente y besó su mejilla.

*

Sing sintió frustración que recorrió todo su cuerpo. ¡Han pasado dos horas y no han pescado casi nada! Solamente dos peces. Aún era de día pero con el palo roto por los golpes que le han hecho hacia las rocas y el arpón que no servía para nada. No sabría él si hoy tendrán que comer.

Lao, metido en el mar, intentó pescar con el arpón, estándose quieto mientras observaba a los peces nadar cerca de él.

—¡Sing! ¡Lao!

Ambos giraron sus cabezas por la voz bulliciosa de Shorter. Atrás de él, estaba Nadia, Eiji y Ash, quien portaba una kasa, el sombrero de paja japonés para ocultar su cabellera dorada por si alguien ajeno a ellos lo observaba.

—¡Shorter! ¿Qué tienen ahí? —preguntó Sing.

El pequeño asiático observó un jarrón, que estaba roto de un costado, una canasta de paja y otro jarrón pequeño que tenía un orificio en la parte de abajo y que estaba envuelto en telas rasgadas.

—¡Trampa para pescar!

—¿Uh? —dijo Sing.

Lao salió del mar rápidamente. Al visualizar a Ash, su cuerpo se tensó.: —¿Qué hace él aquí?

Tranquilízate Lao. Él viene a ayudar. —respondió Nadia. —Tiene una idea en cómo pescar más peces.

¿Y qué hago yo? ¿Fue todo en vano?

Sing observó su hermano.: —¡No Lao! ¡Toda ayuda es bienvenida! ¡Si puede hacer eso entonces que así sea!

Shorter sonrió de oreja a oreja.: —¡Esa es la actitud, Sing!

El aludido solamente se sonrojo.

Lao se percató que Nadia, Shorter, Ash y Eiji se encaminaban hacia un costado de la playa, donde había rocas y las aguas eran más tranquilas.

Ash se hincó lentamente junto con los utensilios mientras observaba con detenimiento el lugar.

—Aquí es perfecto. —musitó. —Shorter, ¿podrías ir al bosque y traer gusanos o insectos que creas que sean acordes a carnada?

—¡Por supuesto! —dijo e inmediatamente corrió—¡Acompáñame Sing!

Sing sobresaltó y sin dudar siguió a Shorter antes que su hermano le reclamará.: —¡Espera!

Ash estiró sus manos un poco alejado de las aguas tenues.: —Aquí hay que cavar por lo menos un metro. —metió sus manos sobre la arena junto con Eiji y Nadia. —Luego hay que envolver las telas alrededor del jarrón grande para evitar que se rompa y meterlo dentro del agujero, sin cubrir el boquete que Nadia hizo en el costado. —explicó Ash. —Una vez hecho eso, hay que colocar el otro jarrón más pequeño, tratando que case en el orificio del jarrón que metimos de primero, de manera horizontal; con la canasta hay que dejarla sobre el agua y tratar de amarrarla con los pedazos de tela sobre la boquilla del jarrón que esta acostado.

—De acuerdo. —dijo Nadia.

—Hay que tratar que el agua llegue a la canasta y al jarrón pequeño...—dijo Ash.

—¿Así que la carnada que se conseguirá se pondrá alrededor de la canasta y dentro del jarrón pequeño? ¿Y los peces que entren no podrán regresar al mar pero se deslizaran al jarrón grande intentando escapar? —completó Eiji inseguro.

—Correcto. —sonrió ampliamente Ash.

Eiji quedó maravillado con el plan. Nadia por su parte estaba convencida.

—Puede funcionar...—Nadia giró su cabeza.

—Nadia. —dijo Ash y la chica lo observó con los ojos abiertos. Era la primera vez que él se dirigía a ella. —¿Puedes darnos los peces que quedan en la cabaña?

Jadeó: —¿Por qué?

—Me temo que no serán suficiente solo los insectos como cebo. Algunos peces prefieren comer otros peces.—informó Ash.

—Ya veo...—dijo Nadia. Si Ash quería ganarse su confianza, esta era la oportunidad perfecta. —Está bien. Espero que esto funcione. —se paró. —¿Lao, no vienes a ayudarnos?

Lao solamente los observó con el ceño fruncido. Regreso su mirada al mar y siguió pescando con el arpón.

  *

Durante todo el día nadie comió nada. Los peces que pescó Lao eran pequeños como para repartirlos entre seis pedazos. Decidieron guardarlos para poseer una reserva, aunque sea mínima.

Todos estaban desanimados y con hambre. Ash les dijo que la trampa para peces debe de estar al menos un día en el mar.

Ya había anochecido y casi todos estaban dormidos, a excepción de Ash y Eiji, quienes estaban viendo el mar desde la cabaña.

Ash notó que el japonés casi no había hablado y sus ánimos estaban por los suelos. Ash, quien estaba acostado momentos atrás, se dio cuenta que Eiji estaba ausente en la habitación junto con Shorter y Sing (quien escapó de su cuarto compartido con Lao), decidió buscarlo y, cuando lo encontró, decidió hacerle compañía.

Eiji no le dijo nada y Ash tampoco. Solamente observaban el horizonte pacíficamente.

Ash exhaló profundamente. Decidió que era momento de emitir palabra.: —Eiji, tengo algo que entregarte.

—¿Eh? ¿Qué es? —preguntó confundido.

Los ojos de Eiji se abrieron grandemente al percatarse que el rubio sacó dentro de su yukata un pequeño kimono rosado con flores.: —Intente salvar al menos uno. —el japonés lo recibió apresuradamente. —Sé que significa mucho para ti. —trató de buscar las palabras correctas para seguir hablando pero no las halló.

Ash sintió que su corazón se achicó al ver como Eiji abrazó el kimono y hundió su rostro sobre la prenda.

—Gra...gracias Ash. —tartamudeó. —Sé...que no se debe atenerse a las cosas materiales...pero...a parte de las fotos...es lo único que me queda de mi hermana menor.

Ash lo escuchó atentamente.

—Ella...falleció...—el rubio pudo observar el horror en los ojos de Eiji. Intuyó que el pelinegro estaba recordando esos últimos momentos de la muerte de su hermana y como lo impactaron de gran manera. Sabía que todos dentro de la cabaña deducen que su familia está muerta. Sin embargo, Ash podía asegurar que esta es la primera vez que Eiji le confiesa en voz alta a alguien sobre el verdadero paradero de un miembro de su familia.

—Yo tengo un hermano mayor llamado Griffin. —Eiji jadeó ligeramente porque Ash empezó a hablar, saliéndose de sus atemorizantes pensamientos. —Él me crío. —pausó. —Cuando yo tenía siete años entró en la milicia. —cerró sus ojos. —Le asignaron en una misión para bombardear una ciudad en Japón el año pasado. Ya no tuve noticias sobre él. Está perdido en acción...

—Lo siento...—murmuró Eiji.

Ash negó con la cabeza.: —Yo también lo siento.

Ambos ya no hablaron más.

*

—¡Con cuidado! ¡Despacio! —gritó Shorter mientras sacaban el jarrón. —¡Se puede deslizar!

—¡Para eso tiene la tela! ¡Agarró de ahí! ¡No del jarrón! —refutó Ash.

Ash, Shorter y Eiji sacaron el jarrón con sumo cuidado. El mismo era pesado pero con el agua que tenía adentro lo hacía pesar más. Sin estaba listo con una canasta mientras que Nadia y Lao observaban curiosamente.

—¡Esta cosa pesa! —protestó Shorter—¿No le entraron piedras?

—¡Deja de alegar y jala! —gritó Ash.

Cuando lo lograron sacar, los tres voltearon el jarrón sobre la arena y cayeron varios peces y cangrejos.

Todos jadearon de asombro y Shorter derramó algunas lágrimas de felicidad.

Eiji emitió una risita señaló a los peces con emoción.: —¡Buri! ¡Son buris! —dijo haciendo alusión a la especie del pez.

Sing echó los peces en la canasta con entusiasmo.: —¡Son muchos! ¡Necesitaré otra canasta más grande! —gritó de la conmoción.

Nadia se tambaleó un poco.: —No lo puedo creer...esto nos va a durar días...

Ash sonrió levemente sintiéndose incrédulo. Simplemente la suerte estaba de su lado.

—¿Pero cómo? —pregunto Sing a Ash con los ojos bien abiertos. —¿Cómo ideaste esta trampa?

El rubio secó el sudor de su frente con su brazo y levantó levemente kasa.: —Crecí en la parte costera de Estados Unidos, cerca del mar. —dijo. —Aunque quería pescar con caña, también se algunos trucos de pesca. No tenía todo lo que necesitaba para hacer una trampa pero tuve que improvisar un poco con lo que había. —sonrió.

—¡ASH! —chilló Shorter tras lanzarse al rubio. Por el sorpresivo impulso, ambos cayeron en la arena. El aludido gritó tras ser derrumbado y aplastado por Shorter. —¡Sabía que eras más que músculos! — abrazó como pudo al soldado—¡Tienes cerebro, hermano!

—¡Shorter! —dijo Eiji sonriendo—¡No lo aplastes sin mí!

—¡¿Qué?! —bramó Ash. —¡NO! ¡Sigo débil...! ¡Ahhh! —Ash se hundió más en la arena mientras él y Shorter gritaron por la zambullida de Eiji.

—¡Falto yo! —dijo Sing tras dar unos pasos hacia atrás para tomar impulso.

—¡NO! —gritaron al unísono Ash y Shorter. Eiji sonrió entre dientes esperando el peso extra de Sing encima.

Nadia rió hasta que su estómago le doliera. Nadie se dio cuenta que Lao desapareció del lugar.

NOTAS: ¡Hasta aquí les he puesto al día con los otros sitio en que he publicado esta historia! A pesar que este capítulo fue "alegre" el próximo no lo será tanto (están advertidos).

Espero publicar el siguiente pronto. Aún no lo sé con certeza. Espero que les haya gustado hasta el momento.

¡Gracias por leer!




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