Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 14: Pesadumbre

Imagen de Portada:  Una vista en Nagasaki, Japón, después de la detonación de la bomba atómica en 1945. Lo único que pudo quedarse en pie alrededor de los escombros fue una puerta Shinto tradicional. 

 *

Por el lugar en donde se ubicaron podía decirse que el día amaneció nublado. Eso sería una manera inocente para desviar la realidad. Hacía unos momentos atrás, hubo una fogata hecha de cadáveres.

Ash, Shorter e Ibe estaban enfrente, juntos con otros japoneses, ante una pila de cadáveres calcinados. Han muerto un número considerable de personas y el hospital improvisado no podía darse el lujo de retenerlos hasta que reclamen los cuerpos o sus familiares rendirles sepultura santa; querían evitar que el miasma se propagara.

Eiko ya se había perdido entre los otros cuerpos e Ibe no fue capaz de encontrarla antes del fuego consumiera su ser.

Ahora solo quedaban cenizas y llantos de los testigos presentes.

Hagan una fila. — gritó uno de los encargados de quemar los cuerpos.

Obedientes se formó una línea vertical de personas. Ibe fue uno de los primeros en hacerla. Ash y Shorter se quedaron de pie, observando todo. El chino estaba tenso y nervioso; no pudo dormir esa noche y tampoco Ash. Convivir en ese ambiente deprimía. Asimismo, desde que Eiko murió, Ibe no tocó su cámara para nada.

— Hoy nos iremos, Shorter. — susurró Ash mientras desviaba su mirada al aludido. El pobre se denotaba que estaba mal psicológicamente. — Ya no hay nada más que hacer aquí.

El chino asintió. — Ya perdí la cuenta de cuántos días han pasado.

"Veintiún" contestó Ash en sus pensamientos. Aunque él tampoco estaba del todo seguro en virtud de estar rodeado de la miseria, era plausible perder la noción del tiempo.

La corta conversación murió tras aparecer Ibe, emanando un gran azoramiento en su caminar; en su manos llevaba una pequeña urna.

Ash se preocupó en un santiamén tras ver el rostro atribulado del japonés. — ¿Ibe, se encuentra bien?

Él asintió, mecánicamente. — Me dieron las cenizas de Eiko... pero... con toda esa gente que quemaron junta... no sé restos de quién tengo en mis manos...

Shorter suspiró, no evadiendo su angustia. Ash lo observó compungido y al mismo tiempo posicionó una mano en el hombro del japonés, tratando de ignorar sus palabras para no volverse loco.

— Debemos irnos, Ibe. Ya hemos estado muy lejos de los demás.

Nuevamente, Ibe asintió, no mostrando sentimiento alguno.

Casi que arrastrado debieron sacar a Ibe de ahí, estaba tan anonadado que sus piernas prácticamente dejaron de funcionar pero nunca soltó la urna de sus manos.

Ash, consciente del estado de ánimo de ambos asiáticos, procuró en no hablar más de lo necesario cuando salieron del lugar. Recordando su vida difícil en su niñez y en la milicia, Ash aplacó sus sentimientos y mantuvo su corazón como roca. No quería que todos se desmoronaran emocionalmente por lo que vivieron en Hiroshima.

La meta era otra: regresar a Izumo.

La gran desventaja que tuvieron es que no hubo nadie que les diera el aventón. Caminaron y caminaron hasta el cansancio, teniendo pausas en solo dormir en la noche y en comer lo poco que tenían.

Ash miraba de reojo de vez en cuando a Shorter y a Ibe y el panorama no era muy alentadora. Shorter pudo recuperarse poco a poco pero su rostro aún estaba apagada, pero Ibe estaba destrozado, pero intentaba no exteriorizarlo.

Tomaron una ruta diferente debido a unas indicaciones de un transeúnte que los vio desamparados. Les comentó que existía una estación de tren que los podía llevar más rápido a Izumo.

Los tres tomaron su consejo. Ya les valía que los japoneses del lugar observaran a Ash. La guerra había acabado y Ash pensó que debían acostumbrarse a la presencia extranjera que eminentemente iba a ocurrir. El rubio se quitó su kasa y los jadeos exasperados se hicieron llegar. Muchos cubrían los ojos de sus hijos y se apartaron de él.

Ash, Shorter e Ibe estaban hartos del viaje y solamente se sentaron e ignoraron las miradas turbias de la gente. Estaban emocionalmente desgastados como para hacer algo al respecto.

No obstante, Shorter llegó a su límite cuando empezó a escuchar a personas comentar groserías acerca de Ash.

— Los voy a golpear.

Ibe giró su cabeza, cansadamente. — No hagas problemas... oídos sordos, Shorter.

Ash arqueó una ceja. — ¿Qué sucede?

Ibe forzó una sonrisa. — Nada. — tocó el hombro del rubio y le susurró al oído. — Hey, Ash... mira fijamente a esas personas, pon cara seria.

El rubio parpadeó rápidamente y alzó su cara en dirección que Ibe le dijo. Su ojos decayeron y luego se elevaron a los japoneses que los molestaron, habiendo reputado con su mirada por insolentes.

En un santiamén, esos japoneses les dio un respingo por la mirada estoica de Ash y ladearon sus cabezas a otro lado.

Ibe casi rió. Conocía perfectamente a su gente; ante la confrontación directa, son unos cobardes.

Shorter observó a Ash y dio un ligero codazo en su brazo, en señal de exaltación. Ash curvó sus labios hacia arriba. Hacía mucho que no apreciaba sosiego genuino en las facciones del chino.

Cuando llegaron ante la frontera de Izumo, habían pasado mes y medio desde que se fueron.

*

Eiji suspiró, sintiendo pesadez en su pecho. No tenía la menor idea que hora era, pero a juzgar por los rayos de sol que se colaban por la ventana, aún era temprano. Estaba solo en la habitación, de seguro los demás ya se habían levantado.

Otro día se sumaba tras la separación. Otro día en donde su amigo, mentor y pareja no estaban con él. Realmente les hacían falta. No estaba acostumbrado a estar sin ellos.

Nuevamente, Eiji exhaló sin sentirse mejor. Buscó su bastón y por fin se levantó del futón.

Notó que Nadia y Lao estaban en la cocina. Se dirigió hacia el pórtico de la casa, sabiendo que encontraría a Sing y Akira ahí. Todos los días ellos se ponían en ese lugar, estudiando a la gente pasar y esperar que los demás regresaran. Han estado haciendo eso desde el primer día que se fueron, con la esperanza de que ellos hubieran tenido una muestra de arrepentimiento por sus acciones.

Cuando abrió la puerta principal, Eiji encontró a Sing recostado sobre la pared y a Akira acostada boca arriba, con sus brazos en su rostro haciendo soporte.

Una oleada de tristeza pura sintió Eiji en sus adentros. Después del mes acordado, nadie de la casa de Ibe creía que habían muerto. Absolutamente nadie. A pesar que les llegó noticias de asaltos violentos en casas para robar alimentos o los suicidios que hubo en algunas zonas por parte de algunos pueblerinos o soldados y sus familiares por la rendición de Japón ante la guerra para prevalecer el honor.

Ellos estaban más que preparados, durmiendo siempre en una sola habitación, con las pistolas a mano.

Hoy el día es muy gris. — murmuró Akira, viendo pasar a la gente. — Me pregunto si algún día vendrán.

Eiji reposó su cuerpo en el marco de la puerta. — Lo harán, Akira... — le recordaba todos los días a los niños, alejando sus ganas de llorar cada vez que pensaba en ellos.

Hiroshima está putísimamente lejos... ¿en qué pensaban para que en menos de un mes van a estar ahí? ¿Verdad? — Sing intentó ocultar su miedo. — ¿Verdad, Eiji?

Eiji quedó desconcertado por un momento. No tenía certeza sobre eso, jamás había viajado a Hiroshima.

Sí... apuesto que no hay servicio de transporte público...

¿Entonces se fueron todo el camino caminado? ¡Así pueden morir fácilmente! ¡Mi tío tiene pésima condición física! ¡Se cansa solo con subir gradas!

Akira... ten un poco de fe en...

Eiji se le trabó la lengua tras levantar la mirada y distinguir una cabeza calva y brillosa por el sudor que resaltaba entre los demás peatones.

¿Eiji? — preguntó Sing. Akira y él lo vieron por su falta de palabras tan repentinas, sin darse cuenta lo que ocurría enfrente de sus narices.

El aludido tembló y jadeó fuertemente. Sin importar por sus limitaciones, Eiji corrió como pudo con su bastón. — ¡¡Shorter!!

Sing se paró de golpe al igual que Akira. — ¡¡¿Qué?!! — gritaron al unísono.

Eiji rió entrecortadamente y empujó a las personas para obtener acceso a lo que vió. No quería pensar que sus ojos lo estaban engañando.

— ¡¡Eiji!! — pudo escuchar el susodicho desde lejos.

Era la voz de Ash.

De inmediato, los ojos de Eiji se humedecieron.

¡¡Eiji!! — gritó Sing, corriendo junto con Akira. A pesar que la distancia que recorrió el pelo azabache fue corta, no podían alcanzarlo. — ¡¡No puede ser!! — las cuerdas vocales se desgañitaron tras ver lo que estaba a poco metros de él.

Eiji se detuvo cuando los pudo ver claramente. El mundo se desvaneció de inmediato y aún si eran tres los viajeros de Hiroshima, el japonés solamente se concentró en Ash. Ni siquiera se dio cuenta cuando Akira y Sing lo dejaron atrás y acortaron el trecho tras abalanzarse a ellos.

Sing se colgó de Shorter, escondiendo su rostro en su pecho, no quería que la persona que más admiraba lo viera sollozar.

Akira en cambio abrazó a su tío pero él no rodeó de regreso en virtud que aún tenía la urna en sus manos. La niña todavía no se percató de ello, solamente se dedicó a alegarle a todo pulmón y golpeándolo suavemente con sus puños en su espalda. — ¡¿Por qué tardaron tanto?! ¡Lentos! ¡¡Son unos lentos!!

Ash los ignoró, teniendo en mente que los podía dar la bienvenida luego. A pesar que su kasa le tapaba cierto foco de visión, pudo observar a Eiji esperándolo; su corazón se constriñó y experimentó una gran nostalgia.

— Eiji... ¡Eiji!

Ash desenvolvió sus pies del suelo, dando zancadas para ir tras Eiji. La adrenalina recorrió por sus venas y sus ojos se abrieron grandemente cuando Eiji le sonrió dulcemente.

— ¡Ash!

El último tranco de Ash hizo impulsar sus brazos a rodear el cuerpo del japonés y levantarlo, para refugiarlo con el calor de su cuerpo.

Durante el suceso, Eiji dejó caer su bastón y también sus aflicciones con un sutil lloriqueo. Rápidamente, el pelo azabache envolvió sus brazos en el cuello del rubio. Ahí notó que Ash estaba más delgado.

No obstante, la gente observaba con curiosidad.

Ash soltó una risita y alzó levemente su cabeza, para que así la kasa no estorbara. — Te dije que regresaría... — murmuró mientras su nariz acariciaba la mejilla de Eiji.

El aludido hipó y adornó su rostro con una amplia sonrisa. — Sí...

¡¡¿Tío, qué tienes?!!

El momento armonioso fue interrumpido por la voz ruidosa de Akira. Cuando ambos giraron sus rostros hacia atrás, Ibe tenía dificultad de seguir manteniéndose de pie. Shorter y Sing estaban con ellos de inmediato, intentando de sostener al japonés. Sing tomó la urna de las manos del japonés, sin llegar a tomar en cuenta realmente que estaba agarrando en ese momento.

Por el bullicio que se provocó, Nadia y Lao salieron, despepitados, a la puerta de la casa.

¡¡Sing, Akira!! — gritó Lao, ocultando el arma entre su yukata.

¡¡¿Qué pasó?!! — Nadia jadeó, histérica. Al percatarse de la presencia de los tres hombres pródigos, ella exhaló exaltadamente. — ¡¡¿Qué?!! ¡¡¿Cuándo?!!

Lao y la china estaban pálidos.

¡Nadia... los saludos para después! — exclamó Shorter, aguantando el peso de Ibe sobre él. — ¡Hay que llevarlo adentro!

Nadia quedó un tiempo ensimismada después de asentir con su cabeza con frenesí. — ¡Sí! ¡¡Sí!! ¡¡Entren!! ¡Lao, ayúdalos! ¡Lao!

Los sucesos por venir fueron un tremendo caos. Lao corrió hacia Shorter para poder auxiliar a Ibe; entre los dos lo sujetaron, Shorter lo tomó por hombros mientras que Lao por las piernas y fueron a paso rápido a adentrarse a la casa. Sing lo siguió por detrás. No fue hasta que entró a la morada que notó lo que tenía una urna en sus manos.

¡Un muerto! — pegó un fuerte gritó y lo avienta en una mesa cercana, ocasionando que Ibe se despertara de golpe dentro de su hogar.

¡¡¿Qué?!! ¡¿Qué?! — habló el japonés, desorientado.

Shorter y Lao estaban estupefactos.

Por su parte, Nadia inspiró ante el bullicio detrás de ella y luego ladeó su cabeza para observar a toda la gente susurrar. Dicha situación le dio escalofríos. Le pidió de inmediato a Akira que entrara, tal y como una madre desesperada.

¡Akira! ¡Ven acá!

No obstante, Nadia se percató que Ash y Eiji estaban quietos y todavía abrazados, intentado mezclarse con la multitud para no pasar vergüenza.

La china se enfureció un poco. Por las acciones de esos dos, solamente se exhiben para un irresistible futuro cotilleo entre los vecinos.

¡Ustedes dos también!

Como niños regañados, Akira corrió de manera rígida hacia la casa, abandonando a los otros. Ash, como pudo, agarró el bastón con una de sus manos y acomodó a Eiji para llevarlo a cuestas.

Cuando Nadia vio que todos estaban a salvo dentro de la casa, cerró la puerta de un porrazo, dando más intriga y dudas a la gente por la escena.

Aún así, Nadia inspiró y suspiró profundamente después de haberse recostado sobre la pared. Dicha acción la ayudó a calmarse y de cuajar todo lo que había ocurrido: por fin, los tres viajeros volvieron a su hogar. Tardó varios minutos en comprender el hecho. En un instante su cólera se disipó y fue sustituido por lágrimas.

Todos se encontraban en una habitación, así que ella se encaminó hacia allá. Le dio miedo debido a que su vista se nubló por sus propias lágrimas y daba la posibilidad que era un sueño. Al momento de estar aún en el pasillo, pudo observar que todos, salvo Lao, estaban llorando por el regreso de Ash, Shorter e Ibe.

Ella no impidió sollozar también. — Shorter...

Todo el público presente fijaron sus ojos en ella. De inmediato, Shorter se acercó a ella y la abrazó fuertemente.

*

El resto del día no se habló sobre lo ocurrido en Hiroshima. Todos aprovecharon en compartir el tiempo perdido desde aquella partida. Lloraron, platicaron e incluso rieron de las situaciones chistosas que pasaron durante el mes y medio de ausencia de los tres hombres. Fue un disfrute ameno para los demás, pensó Ibe en virtud que él fue el único que no estaba con ellos.

El japonés se excusó luego de haber lagrimeado con el resto y luego se encerró en su habitación. La urna aún permanecía sobre aquel mueble que Sing la dejó e Ibe no tenía el valor de tomarla de nuevo en sus manos. La culpabilidad no se aligeró, es más creció hasta el punto que Ibe ya no podía respirar por su propia desgracia.

Cuando se halló solo, Ibe cayó al suelo y volvió a plañir.

Finalmente tenía el espacio para lamentarse y vivir su duelo a su manera. No se permitió liberar su pesar durante el viaje o con los demás. Lo que vivió con Eiko en las calles de Hiroshima antes de la bomba formó parte de su vida. Ahora esa ciudad ya no existía, ni ella tampoco.

Recordó los últimos momentos que compartió con Eiko y su alma se hizo añicos. Todo le dolía, que ni siquiera se podía mover de donde estaba.

Ibe lloró hasta que ya no le quedaban lágrimas, estaban tan deshidratado que empezó a hiperventilarse.

Eiko está muerta... — dijo entre sollozos. — Ya no volverá...

Tienes a Akira.

Ibe se sobresaltó al escuchar una voz femenina dentro del habitación pero la puerta estaba cerrada y no había nadie más que él. Abrió desmesuradamente sus ojos al oír de nuevo la voz, mas se percató que las dulces palabras de aquella fémina provenían de su mente.

Estaba recordando las últimas palabras de Eiko.

Ella te necesita... más que yo a ti... promete que la cuidarás...

Eiko... — gimoteó Ibe, ya más tranquilo. Lo menos que Eiko quería era verlo de esa manera tan patética.

Ibe secó sus lágrimas. No solo tenía en su cuidado a ella, sino que también Eiji, Ash, Shorter, Sing, Nadia, y Lao. Debía ser fuerte por ellos.

En un momento de lucidez, Ibe buscó entre sus papeles y miscelánea fotografías de Eiko. Posiblemente los restos de ella no se encuentran dentro de la urna, pero al menos tendría una foto para honrar su nombre.

Paulatinamente, Ibe empezó a frustrarse hasta llegar a pánico tras no localizar ninguna imagen de ella. El japonés se negaba que su suerte fuese tan aciaga.

Imposible... — pronunció de forma ahogada Ibe. Nuevamente las lágrimas se hicieron presentes.

Al final, no apareció ninguna fotografía de ella. Todos sus fotografías, incluyendo a los de Hiroshima, se perdieron junto con el fuego provocado por los bombardeos en la ciudad de Ibe, cuando Eiji huyó de él. Las fotografías que albergaba en la casa era propias de su empleo como fotógrafo.

Ibe permaneció encerrado en su habitación por otros dos días más.

*

Shorter exhaló grandes bocanadas de aire antes de sentarse de repente en altas horas de la noche. Desde que regresaron de su viaje, él no ha podido conciliar muy bien su sueño. Agregado a ello, escuchó suspiros llenos de angustia dentro de la habitación.

— ¿Shorter...?

El chino giró hacia la voz de su preocupada hermana. Por sus movimientos erráticos la despertó. Los demás aún estaban amodorrados pero no una pequeña japonesa. Akira se movía de un lado a otro, siendo prisionera de las sábanas que se habían entrelazado en sus piernas. — Detentengase... n-no...

Hey... — dijo Shorter, vacilante, sin molestarse en limpiar su sudor de su rostro. Levemente tocó el hombro de la japonesa.

Entonces, Akira empezó a gritar.

¡¡NO!!

Los presentes sobresaltaron sobre sus futones y abrieron sus ojos de golpe. Ash se puso de pie y sacó la pistola que tenía bajo su yukata, ansioso ante cualquier amenaza y en ademán de ataque. Ellos tardaron un tiempo en asimilar lo que ocurría.

Por su parte, Eiji y Sing, quienes estaban en ambos de lados de Akira, la sacudieron debido a que ella no se despertaba.

¡Akira! ¡Despierta! — dijo desesperado Eiji.

¡¡Es un sueño!! ¡¡No es real!! — exclamó Sing al mismo tiempo que desenredaba las fundas.

Ibe, Shorter y Ash estaban inmersos en los gimoteos de la japonesa. Pasó un momento hasta que ella pudo despabilarse.

Ibe estaba en shock. — ¿Qué ocurre? — musitó a la vez que observó a Akira ser consolada por Eiji.

Sing se mordió el labio inferior, sintiendo un ligero dolor. — Desde que se fueron... Akira ha padecido de fuertes pesadillas...

— ¿Cómo? — Shorter estaba anonadado.

Nadia torció sus labios y alzó la mirada. — Dice que alguien la está hostigando y maltratando en sus sueños... y no puede quitárselo de encima.

Ibe de inmediato se preocupó. — ¿Alguien? ¿Quién?

— No lo sabemos, simplemente cuando hemos querido ahondar sobre eso, Akira se cierra.

Por inercia, Ash buscó a Lao; la mirada del chino era el epítome del entendimiento.

Ash acortó la distancia que había entre Eiji, Akira y él. Con sumo cuidado se hincó detrás de ellos, procurando en no alterar más a la japonesa. Ambos penetraban con expectativa con sus ojos al rubio.

— Akira, ¿quieres hablar conmigo en otra habitación? — preguntó Ash, manoteando hacía la puerta.

La niña lo observó con ojos aún llorosos. Aún con el estado emocional tan frágil, Akira pudo apreciar la voz enternecedora y mirada dulce de Ash. De inmediato, ella se conmovió.

Akira tenía hipo, así que asintió a Ash y sostuvo su mano cuando él se la ofreció.

Tras no tener rastro de ellos, en la mente de Eiji pasaba muchas cosas. Por alguna razón, solamente por la presencia de Ash, Akira se pudo calmar. Anteriormente ellos no lograban que fuera así de fácil cuando Ash, Ibe y Shorter estaban ausentes. ¿Acaso había algo que no tenía conocimiento?

Mierda... todos estamos jodidos... — Shorter se rió sarcásticamente.

Eiji parpadeó. Estaba hablando en mandarín.

Nadia frunció el ceño, alertándola por dicha actitud. — Shorter, no digas eso. Mientras estemos con juntos, todo estará bien. — ella tragó saliva. Hacía días que volvieron de Hiroshima y no han osado en hablar de lo que descubrieron allá. Nadia no presionaba, tampoco los demás. Lo que impedía en exigir respuestas eran los semblantes que portaban cada día: pánico puro. Ese aspecto se hacía presente con frecuencia que era casi palpable.

Además, aún estaba el misterio sobre esa urna.

Sí... — dijo Shorter, desganado y no haciendo contacto visual con nadie.

Nadia suspiró. Conocía perfectamente a su hermano y lo que estaba atravesando era una pena que ya no soportaba. Ha suprimido tanto sus propios sentimientos que a veces Shorter era irreconocible, la jovial actitud fue reemplazada por una seria.

Entonces, ella se le acercó sin hacer movimientos erráticos que pudieran empeorar el ambiente. Shorter no se inmutó a verla, espero a que Nadia hiciera algo antes de actuar.

Shorter, te quiero mucho; me alegro que estés a salvo.

El aludido asintió; torció sus labios tras sentir que sus ojos ardían. Llegó a su punto de quiebre cuando Nadia lo abrazó protectoramente.

Nadia... — escondió su rostro sobre el pecho de ella y sollozó.

La china empezó a menear suavemente a su hermano en sus brazos. Recordó en los momentos que hacía eso cuando eran niños y Shorter tenía miedo de las tormentas. Él buscaba su consuelo. Siempre lo hacía. Nadia no se molestaba por ello. Shorter era siempre bienvenido en su cobijo, aún si ella debe de forzarlo.

Lao y Sing los miraban fijamente con estima. Eiji no podía compartir el mismo sentimiento tras percatarse que Ibe estaba ido en sus propios pensamientos.

Eiji tomó el silencio del japonés como una llamada de auxilio.

*

Aunque Akira intentaba suprimirlos, sus sollozos se escucharon durante todo el trayecto.

El rubio sintió un leve escalofríos por lo agónico que era ser testigo del llanto ahogado de la niña, y más por saber el origen de las pesadillas.

En eso momentos, Akira era un reflejo de su "yo" pequeño cuando el trauma se avivaba en el presente.

Ash frunció el ceño y comenzó a palpar la mano de Akira con su pulgar. Por lo suave de sus toques, ayudó un poco a la niña en tranquilizarse.

Lo primero que hizo Ash para optar por una habitación perfecta fue asomarse en la entrada y vislumbrar que las ventanas estuvieran cerradas. Solamente lo hizo una vez, y se convenció de inmediato con una.

— Aquí podemos estar. — indicó Ash, esbozando una sonrisa débil.

Akira asintió. Cuando ella se halló segura y a solas con Ash, lo rodeó con sus brazos como pudo mientras cerraba firmemente sus ojos.

Ash dejó escapar un leve soplido y la llevó cuidadosamente al cuarto. Cerró la puerta y ambos se sentaron enfrente de la ventana cerrada.

Hubo un momento de silencio. Ash, por inercia, la vio de reojo y denotó que la respiración de la japonesa se había regulado considerablemente pero era evidente que ella no hablaría tan fácilmente.

Así que Ash intentó comenzar a hablar con un tema banal. — Las noches han sido muy cálidas últimamente.

Akira bajó la mirada mientras deshacía el abrazo con Ash. Ella tenía estrictamente prohibido preguntar o cuestionar sobre su viaje a Hiroshima. — Yo las he sentido frías... — musitó.

Ash arqueó una ceja.— ¿Cómo? — vaciló por unos segundos. — ¿Has estado enferma?

Ella negó. — Pero Sing se le hinchó su estómago y vomitó hace una semana. Nadia-san dijo que pudo ser algo que comió.

— Posiblemente...

Luego, Akira infló sus cachetes. — Sólo él se enfermó ese día. Le dije que puede ser que estaba embarazado... ¡me quería pegar por eso hasta que Okumura-san lo regaño!

Ash resopló con ganas; mantener una conversación seria con Akira eran nulas. Los labios de Ash temblaron, definitivamente hubo mucho drama ese día.

— Akira... — dijo Ash entre risas sofocadas.

— ¿¡Tú también no me crees!? ¡Nadie cree lo que digo! — sus ojos se llenaron de lágrimas. — ¡Nadie!

Pronto, Ash se tensó por el cambio de actitud tan brusco; ella creía fervientemente el hecho y su frustración explotó. Sus lloriqueos no eran una simple rabieta, Akira estaba llorando amargamente, reflejando su zozobra. Lo más triste del caso es que no era la primera vez que no lo experimentaba, tomando en cuenta en la seriedad de sus palabras. La silueta del hombre que encontró en el bosque junto con Akira invadió sus pensamientos.

El rubio se sintió abrumado al momento que Akira empezó a llorar nuevamente. Ella siempre había sido muy carismática y amable, a veces algo insolente, pero por lo general era una niña ejemplar. He ahí el problema, todo era muy "perfecto" en ella, sin secuelas de su abuso.

¿Había algo que nadie estaba notando en Akira?

— Perdón, Akira... fue mi error... — eso no cesó sus llantos. — Aunque no han habido datos registrados hombres embarazarse, Sing puede ser el primero...

— ¿Lo crees? — dijo entre sollozos.

— Tiene que comprobarse científicamente, Akira. — sonrió. — Pero todo cabe en lo posible, así que te creo.

La susodicha estaba impactada al punto que su boca estaba sutilmente abierta. Nuevamente ella empezó a llorar. — Eres el primero que cree en mí... en todo lo que digo...

Ash sin mediar palabra la abrazó con delicadeza y sobó sus cabellos. — ¿Quién no te ha creído, Akira?

Ella habló, entrecortado. — Todo el pueblo...

El rubio se perdió un poco por lo último. Ahora Akira era una maraña de emociones que Ash se dispuso a descifrar.

— ¿Los demás dentro de la casa?

La japonesa negó con la cabeza. — Sobre... él... nadie... creer que me miraba... — pausó. — Siempre me seguía... todo el tiempo... les conté a los otros niños... adultos... tío Shunichi... ocupado...

El estado mental de Akira estaba tan frágil que le era difícil articular oraciones congruentes en inglés; buscó su zona de confort, sintiéndose segura hablando en su idioma materna.

— Akira, shhh... cálmate... — le dio palmadas en su espalda. — Respira... — ella se limpió las lágrimas al mismo tiempo que sollozaba; sus lloriqueos bajaron su volumen en virtud de ver el rostro cálido de Ash. — ¿Te parece si empiezo a preguntar algunas cosas y tú me respondes con un sí o no?

La niña asintió, no confiando que su propia voz pudiera emitir ninguna palabra.

— Bien — dijo Ash — . ¿Alguien te vio feo, verdad?

Compungida, asintió.

— ¿Lo conocías?

Ella negó.

— ¿El pueblo lo conocía?

Akira alzó sus hombros en señal de duda.

— ¿Tu tío sabía lo que pasaba?

Suspiró. — No pude decirle... me daba vergüenza...

— ¿Vergüenza?

— Las niñas... del pueblo dijeron que le gustaba... por eso me miraba así...

Ash palideció. — ¿Ese hombre...?

Akira ocultó su rostro en el pecho de Ash. Ella asintió débilmente. — Dijo que me amaba... amaba mi cuerpo...

El rubio dejó escapar un suspiro lleno de miedo. Ese hombre pudo haber tenido unos treinta años; Akira apenas alcanzaba los siete años de edad.

— ¿Le... creíste...?

— Me sentí bonita... — ella enfatizó con tristeza. — y me llevó al bosque... y... y...

Akira rompió en llanto y se colgó de las ropas del rubio. Ash por su parte, intentó consolarla dándole suaves caricias en su espalda. Incluso el propio Ash aguantaba sus propias lágrimas.

— Ya no podrá lastimarte nunca más, Akira... — susurró en su oído, temblando levemente.

— Sí lo hace... — respiró profundamente. — En mis sueños...

Un dolor muy familiar se esparció en los sentidos de Ash; su corazón palpitó con más fuerza. — Akira... ¿Desde cuándo?

El fulgor de la inocencia infantil no se manifestaba en la mirada de Akira, sus ojos humedecieron derivado ante la aversión de sus pesadillas. — Siempre. — dijo sin vacilar.

Ash se le fueron las palabras. Ella estaba en la misma posición que él. Ni siquiera el propio Ash sabía cómo manejarlo.

No obstante, Akira no se detuvo ahí. — Pero cuando despierto, tú estás ahí en la habitación... y recuerdo que pasó después.

Como si lo hubieran dicho un secreto, las palabras de Akira lo había tocado. Ella lo ve como su héroe. — ¿Por eso no has podido dormir bien desde que nos fuimos?

La niña asintió, sintiendo calidez en sus mejillas. — Lynx-san, me siento sucia siempre desde ese día...— siguió confesándose, titubeante y encogiendo sus hombros en señal de vergüenza. — No importa cuantas veces me restriegue, aún me siento sucia...

La sensación de repulsión caló entre sus entrañas como si un arma cortopunzante lo dañara y cortara su ligamentos. El dolor era tan conocido que era innegable no sentir compasión por ella; estaba llegando a su punto de quiebre.

Akira exactamente estaba describiendo repugnante experiencias de la infancia.

— Te comprendo...

Una oleada de espanto tomó como rehén los pensamientos de Akira. Solamente sus ojos se movieron ante el tembloroso cuerpo de Ash, siendo palpable el pavor que estaba atravesando.

Akira siempre ha admirado al estadounidense. Él ha proyectado vigor y un brío de autoridad, propias cualidades de un líder nato. No obstante, la figura que estaba vislumbrando era lo contrario: un hombre desamparado que estaba a punto de perder la cordura.

— ¿Lynx-san? — ella experimentó un vuelco en su estómago, al punto de querer llorar otra vez.

Ash tomó una bocanada de aire pero sintió que su paladar secarse. Procuró buscar palabras de aliento ideales para nutrir la plática y no muriera tan abruptamente, mas lo que logró fue haber dejando en el aire un auge de quebranto entre ellos.

Aún con sus memorias colmadas de desencanto, Ash abrió su corazón a la niña de seis años a su lado. — A mí me pasó lo mismo que a ti, Akira... cuando era niño... varias veces...

Akira sintió sus extremidades entumecerse y su mente se infestó de preguntas. No obstante, su voz se rajó con una sola sílaba que pudo pronunciar. —No...— luego, su cerebro reaccionó después de su momento de deliz. — ¡¿Cómo?! ¡¿Lynx-san?! ¿Cómo sanaste? — aún permanecía en su corazón la imagen del Ash perfecto.

— Akira, esto te dolerá pero presta mucha atención a lo que voy a decir... — dijo Ash cuando notó que la japonesa lloró en silencio. — Todo eso que te pasó, jamás se olvida... es una marca que nunca se va...

Con delicadeza, Ash limpió las perlas transparentes provenientes de los ojos de Akira, hechas de su propia aflicción. El rubio se sentía compungido pero aguantó las ganas de llorar.

— ¿Nunca...? — susurró Akira ahogadamente.

Ash negó. — Pero... puedes llegar a calmar ese dolor tras rodearte con las personas que te aman... — la imagen de Eiji, con una sonrisa cálida, apareció en su mente. — Habrán veces que el recuerdo te domará, sentirás que no podrás salir, y otras que estarás bien... ni yo mismo lo he superado después de varios años pero, Akira... esto es una constante lucha para poder sobrellevarlo...

Akira no lo entendía del todo. ¿Cómo Ash puede hablarle de esa manera sin mostrar temor o duda, y todavía ser una persona fuerte?

Ella definitivamente no era así.

— Pero tengo miedo... — crujió sus dientes. — ¿Eso me hace una cobarde?

Ash exhaló, dibujando una sonrisa en su rostro. — Por supuesto que no. Todos tenemos miedo, incluyéndome.— la abrazó fuertemente. — Compartir tus penas es cosa de valientes, Akira.

La japonesa, de inmediato, envolvió sus brazos en el torso de Ash. Sus pequeñas manos que descansaban en la espalda de Ash, jalaron su yukata con fuerza hasta temblar.

Akira aguantó la respiración en virtud que las dulces palabras de Ash calaban por su ser. Después de mantener su alma dependiendo de un hilo, su corazón se estrujó y estalló en llanto nuevamente.

Ash, conmovido por haber compartido ligeramente las tribulaciones entre ellos, permitió que algunas lágrimas fueran derramadas de sus ojos.

Aunque fue efímero, Ash y Akira tuvieron su momento de catarsis, sintiendo un alivio en sus caóticas almas.

*

Eiji soportaba el peso del estadounidense y la japonesa en cada lado de su cuerpo. Él estaba acariciando las hebras negras y rubias en cada mano mientras oía como ellos dormían sonoramente.

Ash y Akira no regresaron a la habitación la noche anterior. Los demás no quisieron inmiscuirse en donde se encontraban debido a los llantos que eran audibles, tanto por parte de Akira como los de Ash, inclusive más que los propios sollozos de Shorter.

Eiji tampoco pudo dormir. Así que a la mañana siguiente, consideró que solo una noche fue suficiente para darles su espacio y nada más amaneció, él se dirigió hacia ellos y lo que encontró lo tomó por sorpresa: Ash y Akira seguían despiertos y con ojos llorosos. Cuando lo vieron, le rogaron su cariño con la mirada.

Eiji suspiró profundamente y sin pronunciar palabra alguna se metió en medio de ellos. Por inercia, Ash y Akira se acurrucaron, sintiendo el aura amena de Eiji hasta por fin dormirse placenteros.

Era tanta la paz que se respiraba que Eiji comenzaba a amodorrarse.

— ¡Oh, Eiji, con que aquí estás!

El japonés dio un respingo y alzó su rostro hacia esa voz animada. Era Sing, luciendo sus pronunciadas ojeras debajo de sus ojos. Él tampoco durmió a gusto.

De inmediato, Ash se despertó de golpe tras sentir el sobresalto de Eiji. — ¿Qué pasó? — habló entre dientes; se percató que Akira todavía dormía.

— ¡Ah...! Pues, nada Ash... — contestó Sing, no estando acostumbrado aún de lo vulnerable que puede ser Ash en algunas ocasiones. — Shorter quería estar seguro si están listos para hablar... sobre ya sabes que...

Eiji desvió la mirada para luego enfocarla en Ash. El rubio estaba ligeramente irritado. — ¿Por qué él no lo preguntó en persona?

— Sigue somnoliento. — Sing se rascó la nuca en señal de nerviosismo.

Ash rodó sus ojos. Todos eran un desastre.

— Dile que sí; ya es hora de conversar lo que pasó, lo hemos desplazado demasiado. — dijo con cierto pesar en su timbre de voz. — Que lleguen aquí. Eiji ya se asentó y Akira está dormida...

Sing asintió y se fue sin antes darle un último vistazo a Akira. Ella realmente estaba dormida. El rubio logró que ellos no pudieron conseguir cuando estuvieron fuera.

Cuando Eiji estuvo a solas con el soldado, su rostro iluminaba solemnidad. — ¿Te encuentras bien, Ash? — aún permanecía su brazo alrededor de él.

Ash se desligó de su faceta serena y dejó al descubierto una cara abatida. — Me siento cansado.

Eiji lo observó intensamente. Ash se ha exigido mucho últimamente, y el agotamiento ya le estaba cobrando factura, realmente solo ver a Ash se podía notar que sus energías han sido drenadas. No se ha recuperado del todo.

— No te sobre esfuerces, Ash. Más que ahora debes descansar.

Ash cerró sus ojos, sintiendo que estaba mitigando su fatiga brevemente. — No puedo... he dormido pero siento que no descanso lo suficiente. — su mente se sentía pesada por los horrores visto días atrás.

Por dicha confesión, en vez de calmar los nervios de Eiji, los alteró más. Fue muy tarde su reacción para contestar la relevación del rubio en virtud que las fuertes pisadas de los demás tomaron protagonismo en acaparar la atención de sus sentidos. Giró su cabeza y pronto todos estaban reunidos en ese cuarto.

Tal y como lo esperaba Eiji, los demás reflejaban fatiga.

— Buenos días, Eiji, Ash. — murmuró sutilmente Nadia antes de entrar.

El japonés asintió mientras que Ash se incorporó, rompiendo con la tibieza del abrazo.

Akira rápidamente su sueño fue interrumpido por la bulla. Le costó un poco en abrir sus ojos debido a que sentía sus párpados pesados como las piedras. Aún con los ojos entrecerrados pudo vislumbrar las siluetas borrosas de Ash y Eiji. Ella sonrió débilmente tras recordar las anécdotas de la noche anterior y como su corazón aún seguía cálido por todo que compartió con ellos.

¿Akira? ¿Dormiste?

La aludida parpadeó y luego observó al dueño de la voz infantil varonil detrás de ella. — Hmn, sí. — curvó sus labios hacia arriba. — Dormí bien.

Sing se le tiñeron sus mejillas de color rosa. Hacía mucho que no veía una expresión sincera en ella.

Por su parte, Lao arqueó una ceja ante las raras interacciones de su hermano y la sobrina de Ibe.

Ash y Shorter se vieron por un instante cuando se percataron que estaban sentados uno enfrente del otro. El chino se fascinó tras apreciar los ojos verdes de Ash y de lo fácil le resultó a él leerlos. Simplemente, con una mirada, Ash le estaba diciendo a Shorter su apoyo, tal y como él se ha ofrecido en el pasado.

No importaba que tan cansado estaba, Shorter le sonrió de lado. — Te ves terrible.

Ash bufó. — Mira quien habla...

Ambos compartieron una callada risa.

Nuevamente las respiraciones de todos reinó en el lugar. Todos se veían las caras como si fuesen desconocidos, sin saber cómo romper el hielo.

Lao torció los labios. El silencio era incómodo: tres personas traumadas luego de su viaje y los restantes estaban al tope con la ansiedad.

— ¿Están seguros de querer hablar? — preguntó Lao, tanteando el terreno.

Ash y Shorter obsevaron a Ibe. Él fue el más afectado en todo eso.

— No estoy listo en... contar lo que vivimos en Hiroshima...— Nadia y Lao asintieron. Eiji, Sing y Akira se preocuparon. — ... quisiera discutir en qué vamos hacer de ahora en adelante...

Nadia inhaló. — Solo contesten esto, y prometo por mi parte no ahondar más sobre el tema. — toda la atención se centró en ella. — ¿Cómo está la situación en ese lugar?

Ibe le dio escalofríos y palideció. Sus acciones no pasaron desapercibidas por nadie. Ash y Shorter tragaron saliva con nerviosismo.

— Mal — Shorter susurró mientras se limpiaba su sudor de su frente — . Muy mal...

Ash ni siquiera quería imaginar cuáles serían las secuelas de dichas bombas. Por eso, permaneció callado.

Eiji le temblaron sus labios. — ¿Entonces... debemos irnos de Japón?

Shorter e Ibe posaron su mirada en el rubio. Luego, los demás hicieron lo mismo.

— ¿Ash? — llamó Sing, sintiendo el correr de la adrenalina en sus venas.

El susodicho parpadeó y vio a cada uno de los presentes por unos segundos. — Fue una decisión tomada entre Ibe y Shorter. Aunque lo crean o no, estamos a salvo dentro de Japón.

— ¡¿Qué?! — bramó Sing y Eiji al unísono. El rostro del japonés se iluminó.

Ash casi se le dibuja una risita en sus facciones por la cómica expresión de ambos asiáticos.

Ibe aún sentía pesadez en su alma, mesuró su tristeza no ganara su sobre su mente. — Ash fue sabio en recalcar que eventualmente, Japón será sometido a un yugo extranjero. La situación cambiará: ver presencia forastera, la forma de pensar de las personas y el estilo de vida... — suspiró.

— Pero en otros países no será así... — terminó de decir Shorter debido a que Ibe se quedó en medio camino. — Aquí por lo menos tenemos un techo sobre nuestras cabezas y, aunque sea escasa, nunca nos ha faltado los alimentos.

Ash no pudo evitar pensar en varias situaciones hipotéticas. La primera era que no tenían el suficiente dinero para emprender otro viaje con más de siete personas. Asimismo, si tuvieran la posibilidad económica, ¿a dónde irían? Empezarían desde cero y ningún otro país sería factible en asentarse.

— Además, si vamos a China o Estados Unidos, no sería capaz de lidiar con la discriminación que se apuntaría a Ibe, Eiji y Akira... — dijo Ash con voz suave. La misma suerte corrían los otros dos países de las Potencias del Eje. — Aquí pienso que no tendríamos problema con esto.

Akira y Eiji abrieron ligeramente sus ojos, sintiendo un temblor interno en sus cuerpos.

— Japón lo menos que quiere causar es más problemas con extranjeros..— agregó Ibe, con voz ronca. — En eso le doy la razón a Ash.

Eiji tuvo un brillo en sus ojos, no ocultando su alegría. La angustia de la inminente separación le estaba carcomiendo desde hacía meses se estaba disipando. — ¿Entonces ustedes se quedan aquí?

Los chinos y el estadounidense se contagiaron del entusiasmo del japonés.

— Aquí me tienes aún si no quieres, Eiji. — sonrió de oreja a oreja Shorter.

Eiji le devolvió el gesto con una amplia sonrisa.

— ¡Shorter! — el rostro de Akira se dibujó felicidad pura. Corrió hacia el chino y le brindó un fuerte abrazo.

El aludido le correspondió de inmediato y empezó a reír junto con ella.

Nadia se agachó cerca de ellos y tocó los cabellos de la japonesa. — Yo también me quedo, Akira.

La niña nuevamente sintió tibieza en su alma. Como pudo, rodeó sus brazos entre Shorter y Nadia, para que ninguno de los dos se sintieran desplazados por su amor.

Por su lado, Lao giró sus ojos hacia su hermano. — ¿Supongo que estás de acuerdo en decidir por los dos en que nos quedaremos también?

Sing todavía se sorprende de lo mucho que ha cambiado Lao. Era casi como si fuese otra persona. Incluso estaba hablando en inglés para que los demás entendieran su postura. — Idiota, obviamente es un sí.

Akira gorjeó tras escuchar esas palabras. Eiji aún seguía sonriendo.

— Yo ya no tengo nada ni nadie que me ate a Estados Unidos... — Ash tomó la mano de Eiji. Ambos rápidamente unieron sus miradas. — Aquí es mi hogar ahora.

Eiji dejó de respirar por un segundo y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. — Ash... — calmó su emoción para que su voz no se quebrara otra vez.

— Cuando todo se estabilice, tendremos que encontrar a alguien para que te ayude con tus terapias. — susurró Ash, apretando levemente sus dedos entrelazados.

Eiji sonrió débilmente. — Si es así, debes de aprender japonés, Ash.

— Pues al parecer ya tengo un maestro...

Akira infló sus mejillas. — Yo también puedo enseñarle.

Sing la regañó. — Akira, no seas metida. Apenas sabes escribir.

— ¡No es cierto!

Shorter contempló las interacciones de Ash y Eiji con plena satisfacción. Lo dulce de sus palabras y el cariño que no ocultan el uno por el otro ha hecho que su corazón se ablande. Además, sabía que no era el único que experimentaba dichas emociones; Nadia empezó a poner más atención al momento que ellos hablaban, Sing sonreía ligeramente, Lao solamente arqueó una ceja y Akira los veía con curiosidad.

No obstante, el rostro de Ibe persistía la melancolía desde que llegaron, y no podía compartir el mismo regocijo que todos.

Todos, a excepción de Akira, pretendían de no afligirse tanto por él. Aún si solamente Ash y Shorter sabían la verdad detrás de la tristeza de Ibe, los otros no querían presionar a Ibe en su tiempo de duelo.

La alegría permaneció todo el día dentro de la casa de Ibe hasta que todos se fueron a dormir gozosos.

*

Más tarde en esa noche, Eiji levantó con desgano sus párpados al escuchar leves quejidos en su lado izquierdo. Ladeó su cabeza hacia los miserables chillidos pero tristemente familiares.

— ¿Ash?

Aparentemente, solo a él lo habían despertados las sofocadas llamadas de socorro. Ash tiritaba en el futón y sus ojos se movían entre sus párpados de manera errática mientras sus lágrimas fluían libremente en sus mejillas.

Eiji, ya estando más despejado de la bruma de su propia somnolencia, parpadeó asustado. Se asomó al rostro de Ash y le susurró en su oído, evitando tocarlo.

— Ash...

El aliento del japonés acarició la oreja del rubio, no teniendo la intención de causar conmoción.

Ash rompió el lazo que tenía entre su estado de inconsciencia y sus traumas, dando un respingo tras percatarse en dónde en realidad estaba. No gritó ni se inmutó, solo respiró entrecortadamente y vio fijamente a Eiji.

— Eiji... — sudó frío.

El susodicho esbozó una angustiosa sonrisa. — Aquí, Ash... — vaciló en tomar la mano de Ash. Al final, su mano quedó quieta. — Respira... estás a salvo...

Ash permaneció taciturno, no despegando sus ojos en Eiji.

La falta de gestos por parte de Ash, alarmó a Eiji. No obstante, sus preocupaciones no tuvo un lapso considerablemente extenso. Antes que Eiji pudiera decir o hacer algo al, respecto, Ash se puso de pie y examinó sus alrededores: todos seguían dormidos. Teniendo eso en mente, él tomó en brazos a Eiji y se lo llevó lejos de la habitación hasta un lugar lejos del pasillo de las recámaras, la cocina.

Eiji durante el trayecto no espetó, sino todo lo contrario, contempló con curiosidad las intenciones de Ash, esperando una pista para hallar sus motivaciones.

Cuando llegaron a su destino, Ash cerró la puerta con seguro. Colocó a Eiji sobre el suelo con sumo cuidado pero él dejó caer sus rodillas sin importar lastimarse.

— ¡Ash! — exclamó Eiji. Al momento que Ash tenía sus pesadillas, casi siempre él, de una u otra manera, buscaba la forma de auto-lesionarse. El japonés debía de cuidarlo más cuando Ash estaba pasando esas fases.

El rubio lo miraba intensamente, era una expresión que no concordaba con la situación. Después de una pesadilla, Eiji denotaba aflicción y miedo en el semblante de Ash, e intentaba calmarlo con su abrigo. Sin embargo, ahora era totalmente diferente, el rubio lo veía con ojos desesperados.

— ¿Ash...?

— Eiji... — susurró Ash, desviando la mirada. — Perdóname...

El japonés estaba ligeramente sorprendido tras ver el rostro de Ash compungido. — No entiendo...

Ash chasqueó su lengua y todavía no se atrevía a alzar sus ojos. Su entrecejo estaba fruncido, sus mejillas teñidas de rojizo y su rostro reflejaba vergüenza y frustración.

Eiji tuvo que esperar varios minutos hasta obtener su respuesta.

— Yo... soñé contigo... — murmuró Ash, cerrando fuertemente sus ojos.

Eiji intentó en seguir el hilo de la conservación. — ¿Conmigo?

Los labios de Ash temblaron. — Mierda... — empuñó una de sus manos y golpeó la pared.

Eiji estaba desesperanzado por la actitud de Ash. Era tan impropia de él. — ¿Ash?

El aludido empezó a respirar con irregularidad. Luego, sus ojos dilatados, se conectaron con los del japonés. — Eiji... te soñé como en aquella vez en el río... — el nerviosismo tomó lo mejor de Ash. — Te deseé...

Eiji se sobresaltó, sintiendo tibieza en sus adentros. — Ash... — no pudo evitar sonrojarse.

Ash exhaló con pesar mientras se cubría su boca con su mano. Sintió nuevas lágrimas se avecinarse. — Pero... ellos opacaron mis sueños...

De inmediato el pelo azabache captó el contexto. El rostro de Eiji se suavizó y sintió compasión de Ash.

— Ash... ellos no están aquí para lastimarte.

Él tragó saliva, olvidando completamente la charla que tuvo con Akira. Estaba aún en un estado de shock. — Sí lo están... viven en mi mente... — Ash llevó sus manos a su cuero cabelludo, su voz se quebró. — Oh Eiji...

— Ash, no debes...

De repente, Ash lo calló de golpe. La apetencia envuelto de egoísmo plagó su buen juicio. — Eiji, bésame.

Como un lince que seleccionó a su presa, Ash se abalanzó a Eiji, sin vacilación. Apresó al japonés al rodear con sus brazos en su cuello. Luego invadió la privacidad de cavidad tras partir sus labios con su lengua. Eiji suspiró con su nariz y emitió un ahogado jadeo.

El ósculo era rápido, duro y agitado, que Ash no dejaba a Eiji respirar. Era un vaivén entre sus lenguas y amalgama de sus salivas; los dulces gemidos de ambos ocasionó que la temperatura gradualmente se elevara.

El japonés no podía imaginar como Ash enfrentaba sus traumas, pero podía sentir que él se estaba reprimiendo mucho en su raciocinio y estaba dejando brotar sus deseos sexuales. Hasta sintió que estaba siendo asaltado por el rubio.

Todo ello estaba alterando a Eiji. Le confiaba la vida a Ash pero no ha su estado mental en ese momento. No quería que Ash hiciera algo que después se arrepintiera.

— Ash... — dijo Eiji entre besos pero la lengua de Ash se entrelazó contra la de él. — Detente... — se quejó Eiji con voz baja.

Los quejidos de Eiji fueron como una bofetada para Ash. Rápidamente se separó de él, dejando una liga de saliva durante el proceso.

— E-Eiji... Dios... Eiji, ¡yo no quise...!

— ¡¡Ash!! — gritó Eiji con el objetivo de sacar de ese estado al rubio. Despertar a los otros era el menor de sus preocupaciones. Primero era Ash, luego todo lo demás. — ¡¡Tienes que calmarte!! — exhaló con fuerza. — ¡Háblame!

— ¡Eiji! No es que...

El japonés suspiró.

— ¿Qué es lo quieres, Ash? Dímelo. — contestó Eiji, ya más calmado.

Ash quedó mudo. Estaba tan apenado por haber abrumado a Eiji que sintió repulsión en su ser. Prácticamente forzó a su amado al mismo trato que él tuvo que pasar cuando fue víctima de abuso.

Eiji percibió un mal augurio en el ambiente. Todas estas interacciones no iban a llevar a ninguna parte.

— No quise asustarte...— se sincera Ash ante Eiji. Se dejó llevar por sus impulsos que al final terminaron mal. Él estaba consciente que Eiji también quería hacerlo, estaba dispuesto entregarse. Sin embargo, siempre estaba ese bloqueo entre ellos: sus traumas. — No quiero dañarte.

— No lo hiciste, Ash. — explicó Eiji, analizando a Ash con sus ojos. — ¿Pero por qué actuaste así?

Ash sintió su boca seca. — Quiero olvidarlo... ¡Realmente quiero borrar eso de mi memoria!

Quería usarte para mi beneficio debido a que no te negarias; pensó Ash en sus adentros.

Eiji relajó su rostro.

— Yo también quiero. Yo también te he deseado, Ash... como esa vez en el río... — Eiji se ruborizó. Nunca tuvo la oportunidad de confesarle de forma clara y directa en su primer momento íntimo.

Ash dejó caer su quijada y sus ojos se abrieron en par en par.

— ¿Qué?

Eiji lo vio con amor. — Lo que quieras hacer... yo también quiero hacerlo contigo. — sonrió débilmente.

Ash lo vio incrédulo. — No, Eiji... no debes sacrificarte así por mí; es impuro lo que quiero. — jadeó. — Lo lamento tanto, Eiji... quise sustituir toda la mierda de mi mente y hacerlo contigo...

Eiji lo meditó. Ash tenía sentimientos encontrados. — ¿Recuerdas lo que te dije aquella vez, Ash? Cuando estés listo... me entregaré a ti...

— Eiji. — Ash estaba sin aliento. Hubo un momento de lucidez en sus recuerdos.

Eiji suspiró. — Tú sabes hacerlo con otras personas. — dijo con delicadeza mientras se acercaba a Ash, arrastrándose. — Yo no sé que es tener... — tragó saliva. — sexo... pero si eso ayuda en que reemplaces tus malos recuerdos en unos agradables, está bien...

— Eiji...

El aludido tomó la mano de Ash y besó su palma. Luego, la llevó a su mejilla, sintiendo la calidez que desprendía. No pudo evitar sonrojarse más fuerte. — Al menos, podemos intentarlo... pero despacio, solo si tú quieres...

Momentos como ese hacían cuestionar Ash sobre su propia suerte. ¿Cómo era posible que alguien de su talla pudiera merecer a Eiji? Era como si la mera existencia del japonés aligerara su colección de aflicciones. Fue así, como si fuera los efectos de una droga, todos sus sentidos de Ash retumbaban el nombre del pelo azabache. Lo amaba tanto que su corazón rebasó de devoción hacia él, al punto que, momentáneamente, arrinconó sus traumas de sus pensamientos.

Ash entonces acortó la distancia entre ellos y posó su frente en el hombro de Eiji. — ¿Estás seguro?

Eiji asintió. — Solo si seguimos conforme a tu voluntad... — susurró entre los cabellos de Ash. — Si es mucho para ti, dilo.

— El sentimiento es mutuo. — la voz de Ash era suave. — Eiji, realmente no te quiero lastimar...

Eiji levantó el rostro de Ash con delicadeza, como si estuviera apreciando un diamante precioso. — No lo harás. Si pasa algo que me incomoda, te lo diré...

Ash suspiró ligeramente mientras sentía que relajaba cada fibra de sus músculos. Había un enigma mágico en la presencia de Eiji que polariza los complejos de Ash.

Ya más a gusto por haber asentado sus sentimientos, Ash regaló a Eiji una amplia sonrisa, sin darse cuenta que derramó unas cuantas lágrimas de la emoción.

— Eres especial.

Eiji palpó sus mejillas con sus pulgares, secando sus gotas. Su mirada desprendía cariño total hacia Ash. — Tú eres mi todo...

Ash sonrió, aguantando más lágrimas. — ¿Por siempre?

Eiji apartó los mechones de cabello de la frente del rubio y lo besó. — Siempre.

Recuerdos del río volaron en su mente. Las ropas de ambos fueron despojadas, casi rasgadas por el frenesí de sentir la piel del otro. Eiji estaba bien atento ante los gestos y movimientos de Ash, para no causarle malestar o si sus demonios internos cegaran sus sentidos. No obstante, el rubio estaba bastante relajado, con su boca entrecerrada, admirando la desnudez del japonés.

Ash de igual manera analizaba al japonés para ver alguna inconformidad durante su momento íntimo, pero en aquellos ojos cafés no había ninguna pizca de miedo.

— Eiji. — susurró Ash mientras se inclinaba para besarlo.

Los suaves y esponjosos labios del pelo negro eran acariciados por la lengua sedienta de placer de Ash. Eiji gimió suavemente y el rubio rápidamente lo besó con más profundidad, aplacando sus sonidos.

Fue entonces que ambos miembros se calentaron.

El soldado dejó de besarlo y lo observó. De inmediato, Eiji lo vio por unos segundos y asintió. Luego, Ash posicionó a Eiji sobre su regazo, procurando en no lastimar su tobillo. Para mejor comodidad, Eiji abrió las piernas y se sentó en él.

Hubo algo durante ese momento que hizo que ambos se detuvieran. No era la primera vez que se veían sin ropa, pero aún así, se sentía que ellos jamás se habían visto el cuerpo del otro detenidamente.

Las manos de Ash recorrieron el cuello, hombros y pecho de Eiji; el japonés instintivamente cerró los ojos y arqueó su espalda. Cuando Ash vislumbró los pezones del otro hombre, no pudo evitar pellizcarlos suavemente. Eiji dio un sobresalto y ocultó su rostro en el cuero cabelludo de Ash.

El rubio notó tensó al pelo negro. — Puedes tocarme...

Eiji giró su cabeza para ver el rostro de Ash. Estaban tan cerca que el japonés se percató de las pequeñas pecas que adornaban la tez blanquecina de su amado. — Ash...

— Está bien. — besó sus labios. — Solo mirame a los ojos...

Él asintió. Con una curiosidad genuina, Eiji palpó los marcados músculos de Ash, sus pectorales y abdominales, con una delicadeza que casi pensó que estaba tocando seda. Ash era muy hermoso pero no se atrevió a decirlo en voz alta porque no sabía si en momentos tan sexuales como ese, sus abusadores le habían dicho lo mismo.

No obstante, lo que no sabía realmente Eiji es que casi hace llorar a Ash de alegría. Si él cerraba sus ojos y se dejaba llevar por los toques de Eiji, no venía en su mente las acaricias libidinosos del pasado. Esas singulares manos no se comparaban con ningún otro hombre o mujer que Ash estuvo. Eran las de Eiji, su persona amada.

Ash entrecerró sus ojos mientras suspiraba deleitado debido a que Eiji estaba observando fascinado su vello púbico.

— ¿Puedo tocar? — preguntó Eiji, con ansiedad en sus ojos.

Ash se ruborizó y asintió sin confiar en que su voz saliera un gemido.

Eiji curvó sus labios hacia arriba y besó suavemente a Ash en su mejilla.

Como si lo llamaran, Eiji estaba ensimismado en las partes íntimas de Ash. Bajó su mano y la metió entre el vello púbico del estadounidense; estaba tan fascinado que enroscó los pelos rubios entre sus dedos dándole mimos a esa zona.

— E-Eiji...

El aludido estaba ligeramente sorprendido. Líquido pre seminal salía sobre él.

El pene de Ash se erectó.

— ¿Ash, puedo...? — preguntó vacilante. Ash asintió para que continuara. — ¿Puedo... besar tu miembro?

El rubio dio un respingo y su corazón se enterneció tras ver el rostro inocente del japonés.

Ash se inclinó y posó sus labios en la nariz de Eiji. — Por supuesto. — sonrió con picardía. — Puedes lamerlo también...

El rostro de Eiji alumbró. No había pensado eso antes. — Sí sobrepaso tu límite, detenme...

Ash se estremeció en sus adentros. Pensó que Eiji iba a morirse de la pena por tal sugerencia sugestiva. — Sí... — murmuró entre dientes.

Eiji lo vio varias veces antes de decidirse en acurrucarse en los vellos rubios de Ash, aspirando su olor. El soldado gimió débilmente mientras sus labios temblaban. Tanto fue la electricidad de puro placer que pasó por su cuerpo que Ash tuvo que acostarse en el suelo, retorciéndose ante los finos toques de las yema de los dedos de Eiji a través de su largo.

— E-Eiji... Eiji... — Ash inhalaba y exhalaba ahogadamente, con un tono apacible como si rezara. — ¡A-Ah...! Eiji...

El japonés sudó ante los suaves gemidos de Ash, ocasionando que su miembro doliera. Sin embargo, Eiji se ha mentalizado en aguantar hasta satisfacer a su amado. Él podía esperar. Siempre y cuando Ash estuviera cómodo, él también lo estaba.

— Ash, lo voy a besar, ¿estás listo?

Ash sintió una burbuja de felicidad explotar en su alma. La ingenuidad de Eiji era tan tierna. — Sí... hazlo.

Ash abrió grandemente sus ojos cuando Eiji juntó sus labios en la punta de su miembro. El rubio gimió y trató de mantener sus ojos abiertos para presenciar la imagen lasciva de Eiji explorando su pene.

Llegó un momento que Eiji lo empezó a lamer y, con un acto de valentía, lo metió a su boca. — A-Ah, Ash... — suspiró tras tener parte del miembro dentro de él.

Los movimientos de la lengua eran torpes y succionaba escuetamente pero para Ash esas administraciones en su pene eran una delicia.

— Lo estás haciendo... perfecto... — aguantó un gemido. Ash ladeó su cabeza y suspiró entrecortado. — Dios... Ei-Eiji...

Ash no pudo evitar embestir en la cavidad del japonés, sentía que iba a explotar en cualquier momento.

Eiji abrió más su boca para mejor acceso a Ash. El vaivén del rubio era lento y disfrutable, más tras ver el rostro de Ash, lleno de erotismo.

Sin embargo, Eiji ya no podía soportar más. Su miembro le pedía a gritos para poder liberarse y los gemidos de Ash no estaban ayudando a calmarse.

— Eiji... déjame... —El aludido percibió que Ash sacó su pene de su boca.

El japonés lo vio con confusión. — ¿Ash?

La mirada de Ash era lujuriosa. — Eiji, expulsemos juntos...

Antes de que Eiji pudiera reconvenir, el rubio agarró ligeramente su miembro y pasó su pulgar por su glande y con la otra mano estrujó su escroto.

— ¡¡Ash!!

El estadounidense calló sus gemidos con un beso, sin parar de tocar el largo de Eiji.

El pelo negro sentía mil y un emociones difíciles de describir. Sentía que estaba en un paraíso durante su éxtasis. Ash no pudo resistir más. Sostuvo ambos miembros con sus manos y los rozó insistentemente hasta eyacular.

Ash y Eiji gritaron de manera sofocada, permaneciendo aún la unión entre sus labios. Los dos torcieron sus ojos y sus mentes se nubló durante el lapso que duró la abrumadora masturbación.

El piso, parte de un mueble de la cocina y sus estómagos estaban salpicados de semen. Las respiraciones de ellos eran sonoras y se acariciaban para poder calmarse.

— Estuvo... maravilloso... — murmuró Eiji. Besó la comisura de los labios de Ash.

La cabeza de Ash le daba vueltas. Los eventos de hoy y los traumas del ayer se estaban mezclando entre sí. — Perdona, Eiji... hoy tampoco pude hacerte mío... — se sonrojó mientras cerraba sus ojos.

Eiji contempló su rostro compungido. Ash no merecía sufrir de esa manera.

— No te preocupes... — lamió su cuello. — Cuando estés listo, lo haremos...

El gesto de Ash cambió radicalmente. Eiji le estaba dando la esperanza que habrá más momentos íntimos con él. Eiji jamás le mostró asco hacia él, un prostituto repugnante. Él lo amaba.

— Yo... — Ash deslizó sus manos entre el cuerpo de Eiji hasta detenerse en sus nalgas. Las palpó con delicadeza. — También quiero que llegue ese día... — apretó sus glúteos.

Eiji sonrió y descansó su rostro sobre el pecho de Ash. — Tendremos tiempo... ya que estás en tu hogar...

Ash depositó un ósculo en la coronilla de Eiji. Si seguían intentándolo, debían de buscar un lugar con más privacidad. — Te amo.

Eiji se estremeció y levantó su rostro. No pudo creer lo que escuchó.

— Te amo, Ash...

Nuevamente, Ash y Eiji juntaron sus labios, con la esperanza de un futuro mejor para ellos.

*

(Ubicación desconocida) Septiembre 1945.

Se ha sumado un nuevo peso en sus hombros. Había surgido un nuevo terror tras recibir el dichoso telegrama que yacía en la mesa. No había modo de zafarse ni trasladar su deber.

A pesar de vivir hace unos meses lejos de la guerra, los momentos de armonía que ha tenido en ese lugar ya parecían una utopía. No vivían en dos mundos alternas, la guerra y la paz se estaban entrecruzando, lo quería o no.

No se inmutó cuando escuchó unos pies ligeros en el pasillo ni se molestó en abrir la puerta cerrada cuando fue objeto de dos suaves golpes.

— ¿Puedo pasar?

Suspiró ante la voz de la fémina. — Sí.

Una esbelta figura de una mujer se hizo presente. Su rostro denotaba preocupación tras percatarse el aura pesado de aquel hombre dentro de la habitación.

— ¿Qué dice ese papel?

Sin mediar palabra le entregó el mismo, sus movimientos eran tensos.

La mujer la cogió rápidamente y lo devoró con su respectiva lectura. Paulatinamente, su rostro se cambió de gesto.

— ¿Te vas? — murmuró la mujer, casi inaudible.

El hombre asintió, derrotado. — No puedo negarme. La ocupación de Japón ya es una realidad.

La mujer nuevamente le echó un vistazo al telegrama mientras su corazón se rompió. Pudo distinguir un nombre extraño para su acervo cultural e inmediatamente se le grabó en su mente.

— I-Izumo... ¿Dónde queda eso?

El hombre masculló. — Lejos, donde detonaron las bombas. Eso es lo único que me interesa.

La mujer lo observó, aterrada. — ¿Por cuánto tiempo?

Él bajó la mirada. — Ni idea... pero me voy en una semana.

Ella suspiró y pudo relajar un poco sus músculos. Se acercó aún más a aquel hombre y palpó su rostro. — Ve. Yo estaré bien.

— Puedo contratar a alguien para que te ayude. — sugirió, sin poder deshacer el sentimiento de culpa en su alma.

Ella bufó. — Soy perfectamente capaz de cuidarme sola.

— Pero con él...

— Sin ofender, pero hacerse cargo de alguien que solamente balbucea es fácil para mí. — sonrió de oreja a oreja. — Sólo debo de alejarlo de la bebida y de ese panzon de mierda.

El hombre rió. — Hey...

De inmediato, sus ojos reflejaban fuego. — ¡Si se vuelve a aparecer, le doy con el rifle!

Él sintió escalofríos. Incluso el sheriff del condado tenía miedo de ella cuando se ponía violenta.

— Es una misión sencilla. — tomó una de sus manos y la jaló hacia su cuerpo. — Te lo prometo, volveré, te ayudaré con todo y nos casamos.

La mujer asintió, intentando que no le afecte la noticia. La guerra ha terminado, él no iba a luchar con los otros hombres.

Después de unos breves segundos, se besaron, sellando su promesa. 

DATOS A CONSIDERAR

Existe una gran diferencia entre el accidente de Chernóbil con las bombas atómicas explotadas en Japón. 

La primera es sobre los elementos radiactivos expuestos al ambiente. En Chernóbil fueron  dioxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito, altamente tóxicos; mientras que en Hiroshima fue detonada una bomba de uranio y en Nagasaki una de plutonio. 

Otra gran diferencia fue la exposición de los elementos radiactivos. Las bombas atómicas en Japón estallaron en el aire, y la radiación se disipó en el aire. Sin embargo, en Chernóbil fue en tierra, estando todavía impregnada en el ambiente. 

Aún así, ninguna de los tres acontecimientos deja de ser terrible. 

NOTAS DE LA AUTORA: Uffff, ¡lo logré! pude terminar el capítulo en el tiempo que estimé jlkfalkdds. 

Sé que esta parte es de transición pero en los próximos capítulos ya llegaremos al clímax y al eminente final de la historia. Calculo como 4 capítulos más. 

PD. ya se viene lo chido >:)  ¿Están listos para el drama?


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro