
Capítulo 12: Alegría
Imagen de portada: el Emperador Hirohito y la emperatriz consorte Kogun, cuyo reinado fue durante la Segunda Guerra Mundial.
*
Ibe concibió una conclusión en su mente al momento de ver todos los amigos de Eiji juntos; estuvo pendiente de las intenciones y tratos de lo que restó del día. Después de varias lágrimas y desatar los sentimientos a flor de piel, el ambiente dentro de su hogar emanaba sosiego.
El japonés nunca ha vivido en holgura, pero el bienestar que se respiraba en su casa se sentía muchísimo más seguro que poseer riquezas. Se sentía el ser más rico del mundo, no de dinero, sino que ahora Eiji estaba con él, incluso su "familia" creció aún más.
Era increíble que su forma de pensar cambió por completo en menos de un día. No era una transición menor para pasar por alto, en especial con respecto a sus sentimientos. Esa abrumadora experiencia del día de hoy pudo cuajar perfectamente en su mente, corazón y alma. Incluso el mismo Ibe no sabía que él era capaz de aceptar rápidamente a desconocidos en su casa.
Había anochecido y todos estaban exhaustos. Él también lo estaba pero no podía dormir plácidamente como las otras personas que estaban dentro de una habitación ajena a la suya. Así que se levantó de su futón y caminó hacia el cuarto que invadió sus pensamientos hace unos segundos atrás.
Cuando estaba cerca, se percató que la puerta estaba media abierta. Asomó su mirada para adentro y se encontró con una enternecedora escena. Acostados en fila horizontal, estaban los susodichos, comenzando con Akira, quien se coló a dormir en esa habitación, y a su lado estaba Eiji abrazado firmemente con Ash. Ambos tenían un rostro relajado que Ibe no había visto ese aspecto en Eiji desde hace mucho tiempo, incluso con Ash se veía extraño con esa expresión de calma tras convivir con él, a penas unas cuantas horas, siempre se mostraba ceñudo. Al lado de Ash, estaba ese adolescente chino, no tenía certeza si estaba dormido o no, pero estaba dándole la espalda al otro chino calvo, como si lo estuviera protegiendo a Ash de él, ya que Shorter dormía desplayado en el tatami y roncaba a viva voz. Además Nadia y Lao también estaban amodorrados.
Ibe dio una risita suave antes de desviar su mirada e irse a otro camino. Todos estaban fatigados por su viaje hasta aquí. No sabía muy bien los detalles, pero de lo poco que conoce sobre los martirios que tuvieron que atravesar, lo más justo era dejarlos descansar hasta que se hartaran de hacerlo.
Realmente Eiji consiguió muy buenos amigos, en especial en Ash. Esos dos cuadran muy bien juntos, algo nunca antes visto en los ojos de Ibe. Se entendían perfectamente y el cariño que se tenían era envidiable, casi como si se hubieran conocido de años. Ibe mantenía un ojo sobre ellos.
Asimismo, otra cuestión que alegraba a Ibe era que ellos tenían la convicción suficiente en estar reposando de esa manera tan despreocupada. Eso significa confianza en su persona, y lo mejor era que era mutua.
— Buenas noches. — Ibe sonrió solemnemente.
Sabía que este era el comienzo de una nueva vida.
*
La mañana pasó rápida como el agua dentro de una corriente en el río. Todos habían despertado hace poco, no por su voluntad, sino que llegó el doctor que solicitó Ibe para que examinara el tobillo de Eiji.
Ibe, Eiji y el doctor estaban solos en la pequeña sala de estar mientras que los demás se ubicaban en la recamara que durmieron anoche, espiando como podían la cita médica.
Eiji suspiró por medio de la nariz e intentó regularizar su respiración. Los nervios se hacían presentes al momento que el doctor le pidió que se acostara para luego alzar su pierna a la altura de su vistal. Quitó los harapos de su tobillo y lo examinó detenidamente, frunciendo y ladeando sus ojos con lentitud.
El pelo azabache apretó los dientes y suprimió sisear en virtud que el doctor empezó a hacer movimientos circulares en su tobillo. Rápidamente se entumeció y los giros que daba el doctor se tornaron dificultosos de lograr.
El doctor habló entre dientes para sí mismo. No le dirigió la palabra a ninguno de los japoneses, ocasionando temeridad en ellos.
— ¿Doctor, cuál es su diagnosis? ¿Ei-chan estará bien? — preguntó Ibe, despacio.
El aludido exhaló y con una mirada exhausta la dirigió hacia Eiji.
— Dime, muchacho, ¿No es la primera vez que te lesionas en ese tobillo?
— No...
— Ya veo. — el doctor se acomodó entre sus rodillas para estar en posición seiza. — Tengo entendido que practicabas salto con pértiga en tu adolescencia.
Eiji sintió un leve dolor en su pecho porque el profesional médico recalcó su pasado. Aunque el japonés no lo quisiera admitir, todavía estaba sensible al respecto cuando tuvo que dejar dicho deporte drásticamente.
— Sí.
— ¿Tu primer esguince fue por un salto mal logrado?
Eiji tragó saliva. Esos cuestionamientos eran una tortura.
— Sí. — Eiji bajó la mirada.
— Entiendo. — El doctor cerró sus ojos antes de hablar. Al igual que Eiji se le denotaba el cansancio. — Has pasado por mucho. Lo puedo asegurar. Este nuevo esguince no fue un mero accidente, ¿Estoy en lo cierto?
La mirada de Eiji se endureció considerablemente que tanto que el propio Ibe y el doctor notaron.
— ¿Ei-chan? — susurró Ibe, confundido ante el extraño comportamiento del japonés.
El doctor suspiró. — No importa en cómo te hayas lesionado realmente. Quienquiera haya sido el sujeto que rodeó tu tobillo con esos harapos sabía lo que hacía. Gracias a esos amarres, tus tendones y tus músculos lastimados comenzaron a sanar paulatinamente.
Los ojos de Ibe brillaron y las mejillas de Eiji se tiñeron rojizas tras pensar en Ash y las veces que atendió con delicadeza su esguince.
— Entonces Ei-chan está bien... — dijo más animadamente Ibe.
— Vivirá. — recalcó el doctor. — Sin embargo, su esguince es de grado III y su peroné se rompió. Ha pesar que el hueso sanó casi en su totalidad, todavía es preocupante su estado y no hay que tomarlo a la ligera. Con una lesión de esa magnitud, en especial en él que ha tenido esguinces antes y no han podido sanar correctamente, es mi mayor pena.
— ¿Qué quiere decir? — preguntó Eiji rápidamente.
— Me refiero que tu lesión sanará si tomas descanso y sigues las instrucciones que te indique. No obstante no está garantizado que vuelvas a caminar correctamente otra vez.
Los ojos de Eiji se abrieron miserablemente mientras que Ibe jadeó y observó de reojo a la reacción de espanto de Eiji y luego volvió a ver al doctor.
— ¿Quedará parapléjico, Doctor? — las manos de Ibe empezaron a sudar.
— No. Solamente le costará mucho caminar. Aunque, claro, puede haber mejoras considerables si realiza terapias pero hablar de eso está fuera de lugar ahora.
—Por qué, Doctor? — preguntó Ibe.
El doctor suspiró nuevamente y pensó que perdió la cuenta de cuántos suspiros ha dado este día. — Estamos en guerra. Razón suficiente para percatarse que nadie lo va a atender a su dolencia. — desvió su mirada para ver a Eiji, quién no ha hablado. — Posiblemente cuando la guerra acabe, busquen un lugar donde lo puedan atender. Lo ayudará mucho si toma terapias.
Eiji ya no quiso escuchar más. Se enfrascó en sus propios pensamientos mientras oía las voces de los dos japoneses muy lejanas. No era la primera vez que le daban una noticia como esta, así que él no tenía la certeza del por qué estaba afligido. Desvió la mirada hacia la ventana y se le quedó viendo a los pájaros cantar, volando con tal libertad que en un parpadeo desaparecen de su vista. La ansiedad de aquellos años gloriosos como atleta le vinieron a la mente. Aún podía recordar los gritos de apoyo del público, las miradas llena de alegría de su familia y de sus compañeros cuando era su turno en saltar.
Rápidamente, los ojos de Eiji carecieron de ese brillo característico que lo identificaban. Nuevamente experimentó la sensación de algo que le carcomía el alma, todavía no sabía cómo bautizar dicho sentimiento. Lo único que sabía era que se sentía podrido por dentro.
*
Más tarde ese día, Ibe suspiró pesadamente mientras cerró la puerta shoji y se dirigió hacia la recámara en donde se ubicaban los demás. La casa no era muy grande. Solamente tenía tres habitaciones, en las cuales estaban casi vacías, la cocina y sala que era el mismo espacio y un pequeño baño sin ninguna pileta para poder bañarse, debían de ir a las aguas termales para hacerlo. Sin embargo, para Ash, él podía bañarse en la cocina cuando nadie más había en la casa.
Así que el área era lo suficientemente estrecha para saber que pasaba alrededor. Sería inútil para Ibe ocultar el estado de ánimo de Eiji. Los otros ya tenían total conocimiento del diagnóstico del doctor y de la reacción de Eiji. Todos estaban pendientes de él.
Cuando Ibe entró al cuarto comunitario, prácticamente Akira, Shorter, Sing y Ash se le abalanzaron.
— ¿Cómo está? — preguntó aturdido Ash.
— ¿Ya quiere hablar? — Shorter agregó mientras que Sing lo observó.
Ibe negó con su cabeza. Caminó más adentro de la habitación y se sentó, sintiéndose cansado.
— No quiere hablar, ni comer ni nada... solo que lo dejen solo.
—Pero si ha estado así todo el día. — Sing tragó saliva. — Él todavía está débil, esa actitud suya le hará mal.
— No entender por qué actúa así...— Akira clavó su mirada al suelo.
— Entiendo...— corrigió Sing rápidamente.
— Entiendo. — dijo rápidamente Akira. — No entiendo por qué actúa así.
Nadia torció sus labios. — Es verdad. Yo nunca lo he visto tan abatido.
Lao solamente escuchaba a los demás hablar.
— Cuando le prohibieron hacer cualquier tipo de exigencia física, Ei-chan se deprimió, al punto que su familia no sabía que hacer por él. — Ibe alzó la mirada. — ¿Él les ha contado que estuvo conmigo por un tiempo?
— Sí... — susurró Nadia. — Y de lo que pasó después también...
Ibe asintió solemnemente tras cerrar sus ojos con pesadez. Su cerebro le estaba jugando en su contra en ese momento, tras intentar escarbar esos recuerdos tan dolorosos sobre el bombardeo de hace casi un año.
— Iré a hablar con él.
El japonés abrió con lentitud sus párpados, sin sorprenderse de la voz emitida que inundó la habitación por su delicadeza. Rápidamente la reconoció. Ese tal Ash, el mismo que lo ha llenado de curiosidad por sus acciones.
Sin mediar palabra alguna, el rubio se paró y se encaminó hacia el cuarto en donde se asentaba Eiji.
— ¿Siempre ha sido así?
Ibe preguntó al azar, aún con la curiosidad latente en sus sentidos.
— Diría que sí. — contestó Shorter con voz suave. — Ellos se entienden mejor que nadie, me atrevo a decir. — el chino podía sentir la mirada intensa de Sing sobre él.
El japonés asintió. No tuvo tiempo en divagar sus pensamientos nuevamente porque Lao, luego de un largo silencio de su parte, se puso de pie y se dirigió hacia la puerta.
— ¡H-hey... tú...! — se le fue el alma a Ibe tras percatarse que Lao abrió la puerta.
— ¡Lao! — gritaron al unísono Shorter y Sing. Nadia y Akira se quedaron crispadas en donde estaban.
El aludido, al escuchar la conmoción que provocó, paró en seco y giró su cabeza hacia los demás. Todos estaban pálidos.
— ¡¿Se puede saber que mierda haces?! — exhaló incrédulo su hermano en mandarín mientras alzaba sus brazos en señal de desesperación y tensión.
— Voy por algo de madera.
— ¿¡Qué?!
Lao se tomó unos segundos en calmarse mientras ordenaba sus pensamientos. Observó los rostros confundidos de todos sin darles mayor importancia. — Eras muy pequeño para recordarlo, Sing, pero cuando nuestro padre vivía en sus últimos años, le dio polio.
— ¿Eh? — suspiró Sing, cambiando su estado frenético en ciento sesenta grados. Su hermano jamás habla sobre la familia. Es un tema que él no prefiere tocar. Por eso mismo, Sing trata de mantener la calma.
— Su pierna izquierda ya no reaccionó y gradualmente tampoco ambas piernas.
— Lao... — se quedó sin aliento Shorter.
— Durante ese tiempo, tuve que aprender, por falta de dinero, a hacer bastones para nuestro padre, luego muletas para que pudiera desplazarse. — frunció el ceño. — No obstante, el polio es una enfermedad muy corrosiva. Tuve que presenciar como nuestro padre se desvanecía al punto de estar inmóvil.
— Pero... — Sing sintió un nudo en la garganta pero era suelto, lo suficientemente para que pudiera hablar quebrantado. — Padre nos abandonó... así decían en el pueblo... ¿Cómo...?
Lao desvió la mirada e interrumpió a su hermano en aras de calmar su ansiedad sobre su pasado. No era propio de él en dar detalles a viva voz acerca de su pasado con otros, así que no se extrañaba por las miradas perplejas de los otros chinos, mas eso no lo detuvo en continuar. Quería que su presente mensaje fuera claro. No lo iba a repetir otra vez. — Sí lo hizo... pidió a unos del pueblo en que lo arrojaran al río y lo dejaran morir.
Sing jadeó fuertemente. Rápidamente conectó los recuerdos de aquel suicidio de la madre de Kotarou y como ese día Lao lloró tras su muerte y lo abrazaba como si su vida dependía de un hilo. ¿Acaso en ese momento su hermano lo relacionó con su propio padre? Sing siempre creyó que Lao era un ser sin sentimientos puros con nadie pero, ahora, tras presenciar las facciones de él que reflejaban angustia ya no estaba tan seguro. Era un ser roto que ocultó su dolor y lo reemplazó por ira y desconfianza.
— ¿Por qué? — Sing sentía que iba a estallar en llanto, algo muy impropio de él. No estaban en peligro o bajo estrés. ¿Entonces por qué lloraba? Nunca conoció a su padre. No lo recuerda. La figura paterna que visualiza es Lao.
— Éramos muy pobres... sólo yo trabajaba con lo que podía y me hacía cargo de ti y de él. Supongo que él se sentía una carga y decidió que era la mejor opción para sus hijos... — Lao inspiró por la nariz y apretó sus puños. — Nadie nos ayudó en salir de la pobreza pero sí en asesinar a nuestro padre... como si nos estuvieran haciendo un favor... al final... tampoco nadie nos tendió una mano luego de su muerte...
Shorter y Nadia bajaron su mirada. Ahora comprenden el actuar de Lao en el pasado. Tanto sufrimiento silenciado por años por personas que les dieron la espalda a niños indefensos y huérfanos. ¡Durante ese tiempo, Sing era un infante y posiblemente Lao estaba entrando a la adolescencia!
— Lao, nosotros no sabíamos qué... — Nadia intentó hablar pero el aludido negó con la cabeza.
— Haré un bastón para él solo porque sé lo difícil que es para el afectado caminar con su pierna atrofiada. Nada más.
Shorter suavizó sus facciones. A pesar que Lao tenía una "excusa" en ayudar a Eiji, él consideraba sus acciones muy nobles. Simplemente Lao no pudo mantener su boca cerrada y dejar que Eiji sufriera más.
— Lao... ¿Es en serio? — Sing empezó a temblar levemente por lo abrumado que estaba. Akira, a pesar que no sabía que estaba pasando, tomó la mano de Sing para intentar calmarlo.
Lao suspiró y abrió la puerta nuevamente. —Si ese japonés no se da cuenta de lo suertudo que es en recibir el apoyo que tiene y decide perecer... entonces es un completo idiota. Una escoria...
Sin más, Lao salió a paso lento, esperando que lo siguieran.
— Yo también voy. — dijo Shorter tras ponerse de pie.
Sing esnifó y sonrió levemente a Akira. — Gracias. — le agradeció en japonés. — Iré con ellos...
Ibe estaba con la boca abierta. ¿Realmente qué estaba pasando en esta casa?
— Señor Ibe... le explicaré todo. No se preocupe.— dijo Nadia velozmente, como si leyó los pensamientos del japonés.
Ibe resopló y relajó sus músculos. Creyó que era mejor dejarse guiar con las intenciones de sus nuevos huéspedes a que quebrarse la cabeza en entenderlos. Total, tarde o temprano sabrá cómo tratarlos mejor, así como las intenciones armoniosas de Eiji hacia ellos.
*
Ash no se molestó en tocar la puerta shoji o solicitar permiso para entrar a la habitación. Solamente la abrió con lentitud y asomó su mirada inmediatamente en el japonés.
— ¿Eiji?
Lo encontró observando fijamente hacia la ventana, que estaba abierta casi por completo. Habían pájaros que cantaban cerca de la casa. Pronto iba a anochecer.
No obstante, Eiji en ningún momento giró su cabeza para verlo. Asimismo, su pierna estaba alzada con ayuda de varias sábanas abultadas y la comida que le habían servido estaba sin ser tocada.
La imagen presentada ante sus ojos hizo su corazón estrujar. El semblante de Eiji y el aura que emitía era pesado y triste. Ash, sin saber que hacer o cómo acercarse, estuvo parado por unos minutos, apreciando el canto de los pájaros.
Sin embargo, ese silencio autoimpuesto se rajó cuando Ash se percató que Eiji estaba temblando.
— ¿Ei-?
— Cállalos.
Ash se anonado de inmediato. — ¿Qué?
El rubio tuvo que parpadear varias veces para asegurarse de que lo que estaba viendo no era un engaño. Eiji seguía temblando pero de enojo, empuñó sus manos con mucha fuerza hasta el punto que sus nudillos se tornaron blancos y rechinaba levemente sus dientes.
— La ventana... — exhaló Eiji, tratando de regular su respiración. — ¡Cierrala! ¡No quiero escucharlos más!
Ash le recorrió escalofríos en su espalda. Corrió hacia los lados para no arriesgarse a ser visto. Velozmente cerró la ventana sin delicadeza. El estruendo de la madera chocar no calmó en nada a Eiji. La habitación no estaba completamente a oscuras, algunos rayos de sol se colaban a través de las rajaduras de la madera, permitiendo a Ash tener el panorama aún claro.
— ¿Eiji? — empezó a decir Ash, vacilante. — ¿Quieres que me quede?
Ash abrió grandemente sus ojos tras escuchar a Eiji bufar.
— Patético, ¿no lo crees?
Ash frunció el ceño, preocupado. — No entiendo...
— Yo, yo soy patético... postrado en cama sin poder hacer una simple tarea como en cerrar una estúpida ventana...
Eso fue una señal de alerta para Ash. Esa tristeza oculta bajo estallidos de frustración en el estado de ánimo de Eiji provocó que Ash olvidará toda inseguridad y se acercó al japonés.
Con la poca luz que iluminaba la habitación, Ash pudo distinguir que Eiji volteó su rostro al lado contrario, tratando de evitar ver al rubio a los ojos.
— Yo tampoco pude por mucho tiempo. — dijo Ash, rompiendo el hielo. — Cuando me encontraste estaba moribundo, Eiji... me tomó meses en apenas sentar sin ayuda; y otros en no sentir dolor al caminar...
Eiji cerró los ojos. — Pero ahora lo haces... haz vuelto a la normalidad como si nada. — dijo con voz opaca.
Ash resopló. — Igual tú lo harás... podrás ponerte de pie, Eiji. Solo es cuestión de tiempo.
Eiji resolló, causando a Ash que se le pusieran los nervios de punta. — Caíste de un avión en llamas, Ash...— tomando valor, el japonés se atrevió a verlo a los ojos. Por su parte, Ash suprimió un jadeo al percatarse que los ojos rasgados que tanto amaba, carecían de vida. — Fue un milagro que sigas con vida y sin ninguna aparente secuela. En cambio yo...
Eiji suspiró profundamente, sintiéndose derrotado. Ash no hallaba las palabras correctas en cómo animar al japonés. Él se había enfrascado en su propia depresión. Sin embargo, Eiji ya había tocado fondo, si no lograba sacarlo de ahí, posiblemente no lo hará nunca.
Luego de unos tortuosos minutos, Ash habló.
— No, Eiji... el milagro lo hiciste tú...
El aludido se sobresaltó e inmediatamente conectó sus ojos con los de Ash.
— ¿Qué...?
— Yo no estuviera aquí si no fuera por ti. Tampoco Shorter, Nadia, Sing o Lao... recuerda eso...
— Pero yo no soy nadie... — la voz de Eiji se tornó quebradiza.
Ash negó con la cabeza. — No es cierto... eres quien da esperanza y cobijo a todos...
— P-pero yo no siento lo mismo... me siento roto... inútil... débil...
El soldado se tensó. — ¿A qué te refieres?
Para Ash, Eiji era de sentimientos duros. Jamás sacaba a la luz lo que realmente pensaba o sentía. Era un egoísta en ese aspecto. Preferiría ver a su prójimo en paz y con bien que él sentirse de la misma manera. Son pocas las veces que Eiji ha podido liberar un poco sus penas, pero Ash sabía que ocultaba muchísimas más. Nunca lo presionó ha desahogarse completamente y nunca pensó en que Eiji no lo hacía porque no le tenía confianza. Ash iba a esperar a que ese día llegara, pero, al parecer, ese día tan deseado estaba a punto de cumplirse.
Eiji desvió su mirada y la dirigió hacia el suelo, sintiéndose vulnerable. — Cuando practicaba salto con pértiga tenía un apodo: Fly boy... porque era bajo en comparación de mis compañeros pero, al momento de saltar, decían que parecía que volaba...
Ash notó que la expresión de Eiji cambió. Sus facciones se relajaron y recuperó cierto brillo en sus ojos, como si estuviese recordando algo agradable.
— Durante ese tiempo, creí que podía hacer todo... que el mundo estaba en mi alcance, cada vez que saltaba y llegaba a lo más alto, el tiempo se detenía frente a mis ojos... miraba el panorama tan hermoso... pensé... que mi vida iba a ascender como un ave que abre sus alas y se desplaza sin temor. Mi familia prosperaba, estaba preparándome para ser el sucesor de mi padre y mi entrenamiento era tan bueno que me ofrecieron ir a las Olimpiadas. Todo era perfecto —Eiji se mordió el labio inferior. — ... pero me di cuenta que mientras más alto vuelas, más fuerte es la caída...
Ash se entristeció. El japonés tenía una visión positiva del mundo pero fue marcada por lo cruel que puede ser la vida. — Eiji...
— Todo se derrumbó en poco tiempo: mi futura carrera como atleta, los negocios aunados a mi apellido, mi familia, todo... me sentía tan perdido... como un ave que le arrancaron sus alas... su esperanza de volver a volar con dignidad... — suspiró pesadamente. Los deseos de llorar eran cercanos. — pero los encontré a ustedes y reencontré con Ibe-san y Aki-chan... — Eiji sonrió tristemente. — a pesar de toda adversidad, logramos salir con vida... pero... pero...
Ash se sorprendió al ver que Eiji se preparaba para llorar. — Eiji...
— ¿Es en serio? — se molestó Eiji consigo mismo tras sentir sus ojos quemarse por las lágrimas. — Quiero llorar por pequeñeces... solo mirame... no me voy a morir. Todos ustedes han sufrido muchísimo más que yo... soy un bueno para nada...
— No es cierto, Eiji.
— Claro que sí. Yo solo soy el niño rico que lo mimaron toda su vida. ¿Qué aporte en la cabaña? No tengo aptitudes que destacar si los comparo con los demás. Jamás pude hacer algo útil, siempre me sentí inferior a ustedes...
Ash endureció su rostro. — Basta, no te menosprecies así. Nada de eso es cierto...
Sin embargo, con oídos sordos, Eiji continuó. — Soy un inútil, Ash... ¿Qué es de un ave si no puede volar? Fácil, muere. Si me deprimo por cosas que tienen solución entonces significa que soy un debilucho... los veo a todos crecer y desarrollarse en mente, cuerpo y alma... mientras que yo estoy estancado.
— Bueno, a decir verdad existen aves que no vuelan, Eiji. — interrumpió Ash con una voz de inocencia. — ¿Has oído de los avestruces, pingüinos o gallinas? Se les considera aves pero éstas no vuelan y no están extintas por no hacerlo. — Ash tragó saliva. — Bueno, el pájaro dodo sí, pero ese no es el tema...
Eiji quedó perplejo por unos segundos, procesando las inesperadas palabras de Ash. Luego estalló de la risa, coloreando su rostro de color corinto mientras cerraba sus ojos. Algunas lágrimas que aguantó por su previa flaqueza fueron derramadas tras la felicidad asedia su corazón.
Era increíble como el estadounidense pudo ser capaz de sacarlo de sus pensamientos turbios en un santiamén. Era una cualidad que sólo él podía lograr.
Ash se le suavizó la mirada tras ver a Eiji cambiar de semblante. Esa sonrisa tan contagiosa que iluminaba el camino a cualquiera.
— Eiji.
Sin que el aludido lo esperase, Ash lo rodeó firmemente entre sus brazos, sin darle vía de escape, casi obligándolo a que lo abrace de regreso.
— ¿Ash? — pronunció ahogadamente Eiji entre las ropas del rubio.
— Te equivocas, Eiji. No se debe de comparar el sufrimiento propio por el ajeno. Alguien siempre va a sufrir más o va a sufrir menos. — Ash cerró los ojos fuertemente e, inconscientemente, también apretó su abrazo con Eiji. — Pero este no es el caso, Eiji. Es válido sentirse decaído, no importando lo que tuviste que atravesar. Si afecta tu corazón, eminentemente es como una herida que debe ser cuidada y curada. — Ash apretó sus dientes tras llegar a la conclusión que, durante el lapso que ha compartido con Eiji, sus traumas y penas del pasado han sido paulatinamente sanadas. No estaba aún bien del todo, pero ahora Ash ha desarrollado un sentido de liberación con respecto a su dolor. Se siente más a gusto consigo mismo, todo gracias a Eiji.
Eiji tragó saliva. Las ganas de llorar volvieron. — Es que Ash...
— Escuchame Eiji. — Ash deshizo su abrazo pero no con el contacto físico en virtud que deslizó sus manos hacia los hombros del japonés. — La guerra ha afectado a todos. Me atrevo a decir que los demás y yo nos dañó grandemente nuestros sentimientos. Sin embargo, a ti en especial, conservaste y fomentaste una fortaleza muy poderosa que está por encima de todos nosotros y nos enterneciste por ello: tu corazón de oro.
— A-Ash... — los labios de Eiji temblaron y le dio escalofríos. Con sus manos agarró, como si su vida dependiera de ello, la yukata del rubio.
— Sé que te lo han dicho antes, no solo por mi parte, que eres generoso, altruista y compasivo. No obstante, no sé realmente si tú mismo te lo crees... pero está bien... — Ash besó la mejilla cálida de Eiji y le susurró en el oído. — Me encargaré que algún día creas que eres valioso e importante... así como lo intentas conmigo. Yo tampoco me rendiré, Eiji...
Eiji no pudo articular sus palabras nuevamente. Se mordía su labio inferior y su vista se nublaba por las próximas lágrimas que se avecinaba.
— Dudo que hayas tenido la oportunidad de hacerlo, así que, Eiji, te pido que te desahogues. Llora. Saca tus tristezas y angustias que se han acumulado todo este tiempo. — Ash exhaló, aguantando sus lágrimas. — Enluta los años perdidos y los sueños no alcanzados. Está bien. Estás a salvo conmigo. — el rubio recordó la primera vez que vio a Eiji llorar en sus sueños y murmurar que estaba sólo. Era verdad, ambos eran dos personas rotas, pero juntas iban hallar la manera en cómo enmendar sus vidas. — Aún si un ave ya no es capaz de volar, con la ayuda necesaria de otros, puede vivir una vida plena. Recuerda que me tienes a mí.
Los ojos de Eiji ardían al igual que su garganta por la abrumadora consolación por parte de Ash. La asimilación de la cruda verdad que nunca quiso aceptar en su totalidad chocaba fuertemente en su mente. Ahora su pierna no era lo único que dolía. Eiji no paró la pesadumbre sobre su pecho, provocando desesperación en gimotear.
Él sollozó sin percatarse que podían escucharlo en las afueras de la casa. Ash se compadeció del japonés y le acompañó en su pesar.
*
6 de agosto de 1945
— No... no puede ser...
— ¡Se ve tan tierno!
— ¿Ese es Eiji? Pero si todavía tiene la misma cara de cuando era un bebé.
El aludido gruñó desde la esquina. Él estaba sentado sobre su futón, con su pierna alzada levemente con sábanas debajo. Asimismo, tenía en su lado izquierdo a Ash y de otro a Akira, quienes siempre estaban atentos si él necesitaba algo. Asimismo, los otros se ubican enfrente de Eiji, sentados y disfrutando el buen rato.
— No es cierto. He cambiado.
— Pfff, no tienes vello facial. ¿Dónde está la barba? — se burló Shorter, a carcajadas.
Todos se rieron a excepción de Ash. Él tenía la mirada fija en todas las fotografías posibles que sus ojos podían apreciar, admirando a la persona que más amaba en el mundo. Trataba de grabar en su mente todas las diferentes expresiones de Eiji en su mente, desde cuando era bebé hasta la adolescencia.
Todo aquello empezó cuando Eiji le pidió auxilio a Ibe sobre si las fotografías que estaban en la cabaña, en especial las manchadas de sangre, tenían enmendadura. Lamentablemente, el fotógrafo tuvo que darle una mala noticia sobre la misma. Esas fotografías se perdieron para siempre. Eiji inmediatamente se le bajaron los ánimos, situación que Ibe no pasó desapercibido y se dio la tarea de enseñar a todos las fotografías que aún conservaba.
Ibe jamás cuestionó sobre el estado de esas fotografías. Sentía que no era de su incumbencia en hacerlo.
— Eiji tenía la razón en una cosa — Nadia sostuvo una fotografía en donde aparecía Eiji, con su uniforme de entrenamiento, y sus demás compañeros, sonriendo ampliamente. — , eres un gran fotógrafo.
Ibe se sonrojó y negó con su cabeza débilmente. — No, no, creo que exageran. — rió suavemente. — Aunque he de admitir que fue un buen trabajo. Trató de conservar estas fotografías para recordarme lo que pude lograr en el pasado.
Sing frunció el ceño. Rápidamente entendió lo que quería decir Ibe. Gracias a la guerra, su profesión como fotógrafo murió. — ¿Aún conserva la cámara fotográfica?
— Sí, lo hago. — hizo una mueca. — Espero que todavía funcione. Desde hace más de un año que no la uso y, por escapar de los bombardeos, no estoy si se dañó.
De repente, la habitación se inundó de silencio. Siempre cuando tocaban el tema de la guerra, el ambiente se tornaba rígido.
Luego de unos momentos, Ash se atrevió a hablar. — Ibe, se sincero conmigo. — el rubio se percató que el aludido se puso tenso. — ¿Qué ha sucedido con respecto a la guerra durante todo este tiempo?
Desde que Ash naufragó, su prioridad era sobrevivir junto con los otros. Él no tenía absolutamente ninguna noción de cómo estaban las cosas allá afuera. Bien podría la guerra haber terminado desde hace poco y nadie estaba enterado. Ash aún tenía la espinita sobre aquellos militares, los kenpeitai, que nunca les siguieron el rastro. Él aún no bajaba la guardia pero las cosas en esa ciudad parecían tranquilas, a excepción de la falta de comida y el aumento de la pobreza.
Todos los ojos estaban situados en Ibe. El japonés suspiró y pasó su mano en sus cabellos. — He escuchado rumores... Japón está flaqueando con Estados Unidos pero siguen luchando. Detalles no sé... no tengo dinero para comprar el periódico y, aunque lo tuviera, no redactarán el conflicto a profundidad. Es más, es casi seguro que no publicarían nada sobre la guerra, solamente de los logros militares que ha tenido Japón respecto a la misma.
Ash asintió. Realmente necesitaba más información al respecto. Si ganaba Japón la guerra, él estaba eminentemente en peligro, pero si fuera lo contrario, era obvio que Estados Unidos invadiera el pueblo nipón y los que corren peligro son los demás.
De cualquier manera, debía estar preparado.
— Ya veo. — dijo Ash casi susurrando. Le preocupaba que aún no estaban a tiempo de idear un plan.
Sing se levantó de repente y después le siguió Akira. No ha pasado mucho tiempo desde que llegaron y esos dos ya eran muy unidos, aunque a veces Sing le irritaba que Akira lo siguiera como si fuera su sombra.
— ¡Mejor pensemos qué hacer en esta guerra después de desayunar! — el adolescente señaló el reloj que estaba colgado en la pared. — ¡Son las 8:15 de la mañana! ¡Hay que desayunar!
Ash dirigió su mirada hacia el reloj. El segundero marcaba el número cuarenta y cinco; rápidamente le siguió el número cuarenta y seis, cuarenta y siete y al número cuarenta y ocho el rubio despegó sus ojos del objeto y observó a Eiji con una sonrisa.
— Yo iré atrás. — mencionó Lao sin preámbulos, confundiendo a Eiji y Ash, mas no a los demás quienes sabían que el chino trabajaba en el bastón de Eiji.
— ¿Otra pescado? — frunció el ceño Akira. Ya le estaba hartando comer lo mismo casi todos los días.
— ¡No, no, no! ¡Akira! Ya repasé esa frase antes contigo! — dijo Sing en japones con frustración evidente. — Di: otra vez pescado. Así, repite.
— ¡Eres malo!
Nadia rió entre dientes. Desde que Sing ha estado juntándose con Akira, él se ha estado comportando como un adolescente normal.
*
Eiji se sorprendió cuando abrió los ojos de golpe. La habitación estaba media a oscuras por lo que significaba que iba a anochecer pronto.
Estaba solo, podía escuchar voces lejanas del cuarto, hablando cosas triviales mientras esperaban la hora de dormir. Él suspiró relajado y, por inercia, observó su tobillo. Estaba menos inflamado por los vendajes, el ungüento y los masajes que Ash le administraba. Eiji frunció el ceño mientras intentaba moverlo, ya no dolía tanto al hacerlo pero al japonés le preocupó que su tobillo ya no respondía como antes, tenía límite de movimiento. Intentó nuevamente en hacer movimientos circulares y lineales mas obtuvo el mismo resultado. Él tragó saliva tras recordar las palabras del doctor.
— ¿Entonces a eso se refería...?
Fue luego que Eiji se sentó de golpe y recorrió el lugar con sus ojos. No había objetos alrededor en el suelo o colgados a la pared. Prácticamente era un cuarto vacío.
Eiji suspiró. El doctor dijo que no quedaría lisiado pero se le dificultará caminar.
— No lo sabré si no lo intento. — susurró para a sí mismo.
Eiji agradeció que lo hayan acostado cerca de la pared. Con la fuerza de sus brazos y su pierna sana se levantó y dejó en el aire su tobillo lastimado. Era incómodo para Eiji estar en esa posición ya que la pared estaba a su derecha y su esguince estaba en su tobillo derecho. Además, por estar tanto tiempo postrado en cama, Su pierna izquierda estaba débil. A penas se puso de pie y ya estaba temblando.
Eiji inspiró y exhaló profundamente. La distancia entre donde estaba hacia la puerta posiblemente de dos metros y medio. Cerró los ojos y se dio ánimos en su mente. Podía hacerlo. Aún si le tomaba toda la noche, debía intentarlo.
Se columpió levemente como si quisiera agarrar aviada. Se sentía como un ave que abría las alas para poder volar después de mucho tiempo. Él tenía que conocer hasta cuanto eran sus límites. Con sumo cuidado bajó su pierna derecha y se apoyó sobre su talón. Intentó recargar casi todo el peso en su pierna izquierda. Aún con los delicados movimientos, Eiji siseaba por los inesperados calambres que entumecen sus extremidades. Cuando juntó el suficiente valor, Eiji se esforzó a dar el primer paso. Él se tambaleó y recargó sus manos sobre la pared mientras jadeaba. Le empezó a doler su tobillo pero lo ignoró. Eiji quería conocer lo que podía hacer.
Los siguientes pasos fueron muy lentos y laboriosos. Se estaba exigiendo física y mentalmente, al punto que empezó a sudar y su respiración se tornó entrecortada. Eiji no llevó la cuenta de cuántos pasos dio, solamente estaba mentalizando en no parar; la puerta cada vez se acercaba más y más.
De repente, Eiji se asustó al percatarse que su mirada cambió de perspectiva en un santiamén de la puerta hacia el suelo. Emitió un leve grito tras caer. El golpe fue estrepitoso que gobernó la atención de los demás al momento de percatarse del mismo.
— ¿Qué fue ese ruido?
Eiji logró escuchar voces lejanas a la habitación y que cada vez se acercaban. El japonés trató de incorporarse lo más rápido que pudo; sus brazos temblaban y sentía dolor en su mentón por haber recibido el somaton en esa área.
Él cerró los ojos fuertemente al momento que la puerta shoji se abrió de golpe y pasos apresurados se dirigieron hacia él.
— ¡Eiji! — fue la voz de Shorter en que el aludido pudo distinguir. En un abrir y cerrar de ojos, estaba a su lado.
— ¡¿Eiji, por qué estás en el suelo?! — Nadia lo intentó levantar.
Cuando Eiji sintió que intentaron ponerlo de pie, se hizo para atrás y abrió sus ojos.
— ¡No, déjeme! — fue ahí que se percató que el marco de la puerta shoji ahora estaba congestionada, todos observando sus acciones con sorpresa. Los hermanos Wong eran los únicos que estaban dentro. — ¡Tengo que poder!
— ¡Ei-chan! ¡Necesitas descansar como el doctor te dijo!
Ibe iba a correr para socorrer a Eiji hasta que la mano de Ash se asentó en su pecho.
— No... — Ash susurró sin despegar su vista en Eiji. El rubio estaba ensimismado en captar brillo en los ojos de Eiji. Hacía meses que el japonés había perdido la fuerza en su mirada. Ahora era testigo de verlos nuevamente. — Eiji... — para Ash, era como ver el regreso de un ser querido que se perdió.
— ¿Qué intenta hacer? — preguntó Akira, juntando sus brazos en señal de angustia.
Sing se quedó sin aliento al observar que Eiji se levantaba sin querer la ayuda de nadie. — Quiere caminar...
Lao tragó saliva mientras que los demás miraban expectantes al japonés.
Eiji sintió las gotas de sudor formarse en su frente. Todo su cuerpo temblaba por el sobreesfuerzo pero no impidió a dar otros escuetos pasos. Nadia y Shorter estaban siempre cerca. El japonés estaba mentalizado en llegar a la puerta. Era su meta. Caminar sin ayuda de nadie, como siempre debió de ser, como debería de ser.
El pelo azabache estaba tan concentrado en lo que hacía que perdió la noción del tiempo y del espacio, sus ojos estaban clavados en la puerta de entrada. Poco después le faltó el aliento pero estaba tan cerca. Casi era palpable.
Luego, Eiji se resbaló y casi cae boca abajo si no hubiese sido por Shorter y Nadia. El japonés gritó suavemente por la impresión e inmediatamente tenía a sus otros amigos restantes cerca de él.
— No, aún puede continuar... — susurró Eiji, viendo que la puerta shoji no estaba tan lejos.
Shorter frunció sus labios y desvió la mirada. — Eiji, tus piernas están temblando mucho...
Al japonés le dio escalofríos. — ¿Qué?
Por sus tercas acciones, Eiji no notó que su cuerpo completo lloraba. No solamente sus piernas sufrían en agonía, sino que también sus brazos estaban entumecidos y su vista estaba un poco nublada. El estrés tomó ventaja sobre su débil cuerpo. Ahora Eiji siente que le había drenado su energía. Además, su tobillo derecho palpitaba de dolor.
— Eiji. — el aludido jadeó al escuchar la voz de Ash a su derecha. Las facciones del rubio denotaban tristeza y empatía. — Es suficiente...
— ¡P-pero!
— Te harás daño. — posó su mano en su hombro. — Ya llegaste a tu límite... podrás intentarlo nuevamente en otra ocasión.
Eiji sintió un nudo en la garganta formarse. Hasta en ese momento, se percató que estaba preocupando a los demás por sus egoístas acciones. No quería eso. Simplemente no quería lastimar a nadie.
— Ei-chan, ven. Debes acostarte.— dijo Ibe, suprimiendo su aflicción.
Lao observó desde lejos como Eiji era cargado por Ash y depositado en el futón. Vio además como Ash, Ibe, Nadia y Shorter lo rodearon para primero regañarlo por lo que hizo y luego admirar que dio sus primeros pasos después de varios meses.
Sing y Akira se acercaron luego para unirse a la conversación. Durante todo el rato, Eiji se mostraba compungido.
Lao suspiró y se fue de la habitación. Debía de darse prisa antes que algo así suceda de nuevo.
*
9 de agosto de 1945
— ¿Qué haces, Ibe-san? — preguntó Eiji, echándole un ojo desde su futón. Ash giró su cabeza y observó al aludido con curiosidad.
Eiji estaba sentado en su típica cama japonesa. Desde aquél inédito día que caminó por sí mismo, ocasionó que su esguince se había inflamado un poco más. Ash ha estado a su lado durante todo ese tiempo, incluso dormía con él para vigilarlo.
Por su parte, Ash arqueó una ceja al identificar una radio vieja que era sacada del ropero asentado en la habitación en donde descansaba Eiji usualmente. Jamás se imaginó que Ibe tuviese una radio.
— ¡A-ah...! Es un radio que lo he tenido guardado. Recuerdo que no funcionaba muy bien del todo pero nos mantendrá informados de la situación actual de Japón.
— Es bueno saber que al menos tendremos un medio para saberlo. — comentó Eiji, con una sonrisa.
Ibe suspiró mientras intentaba encenderlo. — Muchas personas de por aquí están al pendiente de lo que sucede.— Ibe no les dirigió su mirada. — Hay un rumor que ha estado latente durante estos días...
Ash frunció el ceño. — ¿Estados Unidos atacó?
Ibe detuvo sus movimientos y alzó su preocupada mirada. — Dicen que desvaneció casi toda Hiroshima con un ataque...
El rubio se palideció de inmediato. Por su parte, Eiji parpadeó.
— No creo que sea posible, Ibe-san... Japón hubiera contraatacado, dudo mucho que hayan dejado que Hiroshima desapareciera.
Ibe concentró su mirada en Ash. Al principio se le veía preocupado como Eiji y él, pero había algo en sus ojos que delataban que sabía algo.
Sin embargo, Ibe lo dejó pasar. Simplemente pensó que estaba exagerando.
— Eiji tiene razón... — agregó Ash luego de unos momentos. — Si así hubiese sido, Japón ya hubiera declarado su derrota.
Antes de que Ibe pudiese decir algo más, Shorter y Nadia entraron con un poco de comida. La china había cocinado un poco de arroz y pescado para la única del día. A pesar que había un río cerca, no querían abusar de la buena voluntad de la gente en permitirles pescar más de cuatro pescados. El río era del pueblo, con la inminente escasez de comida debían de racionar los alimentos.
Shorter pasó una porción pequeña a cada uno. Ash notó que aún faltaban personas a quien entregar la comida.
— ¿Sing y Akira?
Shorter se percató que su hermana estaba curioseando el radio junto con Ibe. Él también tenía ganas de ir a ver pero la intensa mirada de Ash lo hizo retroceder.
— Están con Lao.
Ash hizo una mueca. — ¿Lao?
Eiji tampoco entendía por qué ellos estarían junto con el otro chino y por qué Shorter lo comentó tan natural.
— Últimamente se han llevado bien con él. — agregó Nadia luego de darle un golpe al radio para que funcionara. — Creo que es por la presencia de Akira se han calmado las aguas entre Sing y Lao.
Ash y Eiji aún no asimilaron las palabras de ambos hermanos debido a que el radio empezó a funcionar por la tunda que le propició Nadia.
— ¡Funciona! — gritó Ibe a todo pulmón.
Ash notó lo concentrado que estaba Ibe en buscar noticias sobre Hiroshima que dejó a un lado la idea en decirles sobre sus planes en qué deberían hacer durante y después de la guerra.
— ¿Ash, sucede algo?
El rubio salió de sus propios pensamientos y clavó sus ojos en los de Eiji. No se había dado cuenta que se había quedado ido.
— No, no pasa nada. — sonríe mientras da un bocado a la comida. — Comamos y agradezcamos que no es natto lo que estamos saboreando.
— ¡Ash! — Eiji hizo un puchero.
Shorter rió a carcajadas. Nadia e Ibe no les hicieron caso.
*
Akira saltaba de felicidad mientras corría hacia los pasillos de la casa. Su sonrisa ya no cabía en su rostro.
— ¡Akira, no corras! — Sing intentó deternarla sin éxito.
Ya había anochecido y Lao, Sing y Akira no se habían aparecido durante todo el día. Lo más extraño es que nadie los había buscado o preguntado por ellos.
Cerca de las cuatro de la tarde, en el pueblo circuló otro rumor que en Nagasaki corrió con la misma suerte que Hiroshima. Nadie estaba seguro de nada. El relato era llevado como teléfono descompuesto a tal punto que Ibe no sabía en cuál versión creer.
Por eso mismo, el japonés se quedó enraizado junto con los otros en la radio para saber el informe oficial. Sin embargo, durante el resto del día, no se transmitió información sobre Hiroshima o relativo al acontecer actual de Japón.
— No creo que nadie salga a esta hora. — dijo Lao sosteniendo el bastón para Eiji recién terminado. El acabado era simple, la empuñadura tenía forma de una L invertida, el cuerpo estaba hecho completamente de madera y la contera no contaba con ningún soporte de caucho o algo parecido. Ese era un pequeño temor en Lao ya que ese punto de apoyo se iría desgastando conforme al uso. Trató de no quebrarse la cabeza con ellos y esperaba que el regatón no se deslizara contra el suelo.
— ¡Vamos! ¿Qué esperan?
Cuando la japonesa estuvo enfrente de la puerta de la recámara, inspiró y suspiró profundamente. Todo lo que Lao había trabajado se definía hoy. Con Sing, estuvieron cubriéndolo estos días pero al fin llegó el día. Ella estaba ansiosa sobre cuál sería la reacción de todos, en especial el de Eiji. ¿Por qué Lao y él eran amigos, cierto? Si no lo fueran, Lao no se hubiera esforzado tanto.
— Akira... — trató de pararla Sing cuando ella, violentamente abrió la puerta corrediza. El cuarto estaba oscuro, lo que significaba que todos estaban ya dormidos. Era una mala señal.
Sin embargo, eso no detuvo a Akira en correr adentro y gritar alegremente.
— ¡¡Okumura-san!!
Rápidamente, fue interceptada por Ash. Él se despertó de golpe y llevaba consigo una pistola.
— ¡¡¿Akira, qué sucede?!!
Ash estaba pálido, compungido y en alerta.
Sing suspiró. — Me lo temía.
Lao frunció el ceño. No quería causar conmoción. Es más, solamente quería dejarle el bastón cerca de donde dormía Eiji y ya. Akira se emocionó demasiado en darle una "gran sorpresa."
Por otro lado, Akira quedó estática. Con sus ojos bien abiertos observó el arma. Ella se había paralizado del miedo.
Ash buscó a su alrededor entre la oscuridad, llevándose la sorpresa que solamente estaban Lao, Sing y Akira haciendo escándalo. Con un gruñido, guardó el arma y observó con descontento a los asiáticos.
— ¿Ash, qué pasó?
El aludido pudo escuchar el susurro proveniente de Shorter. Los demás también se habían despertado.
— Falsa alarma. — dijo con evidente frustración. — Akira, no vuelvas hacer eso. Pensé que ustedes estaban en peligro. — frunció su ceño. — Es más, ¿qué estuvieron haciendo todo el día? — suspiró para liberar un poco de estrés. — Olvidalo, no es de mi incumbencia.
— Yo... — Akira se le quebró la voz.
— Fue mi culpa. — intervino Sing. — No me imaginé que las cosas se iban a poner así de feas... si tienes que culpar a alguien, será a mí.
La pequeña japonesa lo observó anonadada.
De repente, Ibe se asomó al marco de la puerta, sintiéndose confundido. — Akira, tú no eres así de insolente. ¿Qué sucede?
La pequeña se acercó a su tío, tratando de ignorar como Ash la analizaba con la mirada. — Tenemos una sorpresa para Okumura-san...
Lao se quedó crispado.
Ibe pudo escuchar a Eiji murmurando un dudativo "para mí" y Shorter le contesta un "no sé" muy poco convincente. El japonés ya sabía a dónde iba todo esto, así que lo único que pudo hacer es suspirar.
— ¿Aki-chan? — Eiji alzó la voz, para llamar la atención de la niña.
Ibe lo ignoró y siguió hablando con ella.
— ¿No puede esperar hasta mañana, Akira?
Ash arqueó una ceja. Los observó nuevamente a los asiáticos para tratar de descubrir el bullicio hasta que se le quedó viendo a Lao. Los ojos de Ash se dilataron cuando vio el bastón en sus manos. Todo el enojo que lo consumió desapareció.
— No, no se puede. — intervino nuevamente Sing, sorprendido de sus propias acciones. — Ya todos están despiertos, Ibe. ¿Por qué dilatarlo más?
Ibe exhaló. Sus ojos se clavaron en un conmovido Ash. Estaba tan desconcertado en solo ver el bastón.
— De acuerdo.
Ibe los invitó a pasar. Antes de moverse, Akira aún sobrecogida, le agradeció a Sing por defenderla. El adolescente rodó los ojos para emular desinterés.
— ¿Aki-chan? — preguntó nuevamente Eiji. Esta vez, Nadia encendió la vela para iluminar el cuarto.
Ya no había vuelta atrás. Akira juntó sus manos y caminó vacilante a la habitación. Sing y Lao la siguieron.
Lo primero que vio la pequeña japonesa fue a Eiji sentado junto con Shorter y Nadia, con ojos llenos de expectativas.
Lo que creyó Akira es que vería a un Eiji enojado y malhumorado por haberlos despertado tan descaradamente. Sin embargo, la realidad fue otra. Para su asombro, Eiji la invitó a que se sentara cerca de él, con una sonrisa afable que jamás se borró de su rostro en ningún momento. Shorter y Nadia también sonreían, pero la de Eiji los aplacaban por mucho.
— Okumura-san... — Akira bajó su mirada y rápidamente se sintió avergonzada. — Perdón por haberlos despertado.
Eiji negó con la cabeza. — Quieres decirnos algo importante para ti, algo que no podía esperar. Así que no te disculpes. Todo está bien.
— No nos despertaste, Akira. — mintió Shorter. Cuando ella abrió la puerta de golpe, sintió que se le salió el alma. — Nadie de aquí estaba durmiendo realmente.
Nadia rodó los ojos. Shorter era malo mintiendo pero al parecer la niña se lo tragó.
— ¿De verdad?
Shorter rió. — ¡Claro! ¡Además, nosotros ya estamos viejos! ¡Conciliamos el sueño muy rápido!
Akira dio una risita. Sing bufó y quería echarse para atrás en señal de vergüenza. Lao solamente estaba ahí parado, con el bastón oculto por detrás.
— Akira. — Nadia llamó su atención. — Vamos, dile.
La japonesa asintió, ladeó su cabeza y le dio señales a los hermanos chinos a que se acercaran.
Lao tragó saliva y rápidamente se acercó a Eiji y dejó el bastón sobre su regazo. Los nervios se apoderaron de él.
Eiji jadeó extrañado y vio fijamente a Lao.
— ¿Qué? — el japonés buscó asombro en los rostros de los demás pero solamente lo halló en la de Ash. Los otros ya lo sabían. — ¿Por qué?
— Fue idea de Lao. — dijo Sing en inglés para que Ash también entendiera. — Él en China fue artesano. Digamos que quería ayudar esta vez...
Akira asintió. — Sing y yo ayudamos pero Lao hacer todo.
— Hizo. — corrigió Sing.
— ¡Pero Lao hizo todo!
Ibe sonrió. — Creo que con el bastón te será más fácil caminar de ahora en adelante, Ei-chan.
Lao no se sentía bien. Toda la atención estaba fija en su persona. Él quería sentirse desapercibido y estar lejos de crear un lazo emocional con Eiji. Así que antes de que el japonés o alguien más pudiera profundizar y exteriorizar sus sentimientos sobre esta situación, Lao caminó hacia la puerta sin dirigir la mirada a nadie.
— ¡¡¡Lao!!!
El aludido paró en seco. Él no se esperaba que lo veneraran o que lo consideren como un amigo más. Él solamente quería sobrevivir junto con Sing. Siempre utilizaba palabras crudas a su prójimo en forma de defensa. No necesitaba de nadie. Ha podido salir adelante solo con sus medios.
Sin embargo, sin saber exactamente qué fue lo que le impulsó, Lao lentamente giró su cabeza hacia una de las personas que más aborrecía en el pasado. Él se deslumbró tras el reflejo de la gratitud pura en el rostro de Eiji, con sus ojos cristalinos y sosteniendo el bastón entre sus manos como si estuviera cargando un gran tesoro.
— Gracias... — las palabras de Eiji estaban cargadas de sentimientos encontrados. No sabía que le impulsó a Lao en ayudarlo pero Eiji creía en las segundas oportunidades, siempre y cuando sean bien merecidas.
Lao bajó su mirada. Por un momento pensó en su padre.
— No lo arruines. — murmuró Lao. Ese dichoso mensaje era muy abierto. Lao no solamente se refería al bastón, de igual manera a la vida de Eiji. Era palabras que no quería explicar su doble sentido. Le otorgó la oportunidad a los presentes para interpretarlas.
Cuando Akira se percató que Lao se fue sin decir más, estaba muy confundida. Creyó que la entrega del bastón iba ser más emocional y lleno de gritos de alegría. En vez de eso, tuvo una interacción con toques turbios. No sabía porque los demás tenían dibujado una cara de conmovidos, hasta su tío Ibe tenía la misma reacción. ¿Qué estaba pasando realmente?
— Aki-chan...
La voz de Eiji la sacó de sus pensamientos. Estaba tan ensimismada que no se dio cuenta que todo el mundo estaba sentado alrededor de Eiji. Ni siquiera se había percatado que Ash tenía rodeado a Eiji entre sus brazos.
Nadia le regaló una sonrisa. — De verdad, eres una niña imparable...
Las mejillas de la japonesa se tiñeron de rojo. Aún no sabía por qué tan repentino el cambio en el ambiente pero al parecer todo estaba bien ahora. Incluso Sing lloraba en silencio en una esquina, murmurando que Lao había cambiado, Akira esperaba para bien.
— ¡Oh, Aki-chan! — algunas lágrimas brotaron de los ojos de Eiji. — Me encantó la sorpresa.
A la niña se le iluminaron los ojos y por poco iba a acompañar a Eiji en su mar de lágrimas hasta que notó la forma en como Ash observaba a Eiji. Su semblante era relajado, su mirada bondadosa resaltaba la belleza que Akira podía jurar que así debía verse el alma del rubio. Jamás lo había visto así. Podía jurar que estaba viendo a un ángel, uno que estaba cuidando a Eiji. Como si Eiji fuera su todo.
Akira en ese momento supo que Ash realmente era una persona hermosa, física y espiritualmente.
*
12 de agosto de 1945
Ash se despertó de golpe al escuchar suave bullicio dentro de la casa. Por inercia se sentó pero no encontró a nadie dormido dentro de la habitación. El rubio sintió que se le fue el alma en ese instante.
— ¡Eiji! — exclamó Ash casi sin aliento.
Pateó las sábanas y se dio impulso para salir corriendo con el objetivo de buscar a los demás. Su corazón palpitaba velozmente en su caja torácica y sus músculos se entumecieron del miedo. No pudo evitar pensar en los sucesos del Ejército Japonés cuando descubrieron la cabaña. Las pistolas las tenía Ibe en la habitación contigua porque él les daba miedo. Solamente por eso, Ash decidió esconderlas para no causar un paro cardíaco al japonés.
No obstante, el que se le va a detener el corazón iba ser a él.
Al momento de abrir la puerta, se sobresaltó cuando Shorter, Sing, Nadia y Akira casi se les abalanzaron encima.
— ¡¡¡Ash, feliz cumpleaños!!! — gritaron al unísono.
La respuesta de Ash fue parpadear.
— ¿Qué?
El rubio no reaccionó a tiempo cuando Shorter lo rodeó con su brazo su cuello. Él se quejó mientras que el chino rió entre dientes.
— Eiji nos contó todo, hombre. ¡Ya estás más viejo!
Ibe dio una pequeña carcajada. — ¿Cuántos años cumples, Ash?
El aludido buscó con la mirada a Eiji. No tuvo que esperar mucho para ubicarlo ya que el japonés estaba sentado en el pasillo, con una dulce sonrisa en su rostro mientras veía como los demás derrochaban felicidad por su cumpleaños.
Se sonrojó levemente y desvió su mirada. — Dieciocho.
Ibe se atragantó con su propia saliva y Akira dio un jadeo.
— ¡¿Dieci- qué?!
Shorter estalló de la risa. — Ya eres legal. — dirigió sus ojos ante un Eiji levemente sonrojado.
— Shorter. — Nadia lo regañó enseguida. Luego su voz se tornó tierna. — Lo lamento, Ash. No podremos celebrarlo adecuadamente como se debe...
Ash sonrió. No recordaba la última vez que alguien lo felicitó por su cumpleaños. Es más, nunca tenía presente su fecha y nunca le había importado hasta que Eiji le preguntó una vez. Jamás pensó que él estuviera pendiente.
— No, fue un lindo detalle. — Ash le regaló una sonrisa sincera, ocasionando que todos sintieran un vuelco en sus corazones. Era un gesto sincero y llena de inocencia. Ese tipo de facciones solamente le mostraba a Eiji. — Gracias.
Shorter gimió y no aguantó las ganas de abrazar a Ash con todas sus fuerzas.
Por su parte, Ash gritó de indignado.
— ¡¡No seas así, gringo!! ¡¡Abrazame!!
Ash intentó empujarlo con irritación. — S-shorter...
— ¡Abrazo grupal! — alzó la voz Akira. Ash se maldecía en sus adentros que la pequeña mejoró su inglés muy rápido. Ahora ella podía molestarlo más.
— ¡No!
Fue muy tarde. Ash solamente vio la luz por unos segundos y luego estuvo en tinieblas. Ibe fue el único que se quedó atrás, riendo con Eiji.
Estuvieron varios minutos así, hasta que Ash se quejaba que no podía respirar. Deshicieron el abrazo y el estadounidense exhaló de forma exagerada.
— ¡Listo! Ahora los besos... — dijo Shorter, juntando sus labios. — ¡¿Eiji, te apuntas?!
Ash gruñó. — ¿Quieres morir hoy, cierto? — le dio un tic en el ojo. Él se sentía adolorido y su cabello estaba alborotado.
— ¡Waaaa! — Akira se echó para atrás. No quería ser parte del pleito. Sing solamente arqueó una ceja.
Eiji solamente los veía con pena.
— Nah, nah... creo es suficiente molestadera por hoy. — Ibe intervino. Luego se acercó a Ash y le dio una palmada en su espalda. — Feliz cumpleaños, Ash. Te deseo lo mejor.
El rubio cerró sus ojos y curvó con sus labios. — Te lo agradezco, Ibe. Gracias por dejarnos quedarnos aquí.
El japonés negó con la cabeza. — Estoy en deuda con ustedes. — dio un vistazo al otro japonés. — Ve con él; ha estado ansioso por tu cumpleaños por días.
El mundo se disipó cuando las miradas de Ash y Eiji se entrelazaron. El corazón de Ash se estrujó al ver a Eiji sentado, con su pierna alzada, alejado de todos para poder reposar. Ash acortó la distancia entre ellos y se apoyó con sus rodillas para estar a la misma altura que Eiji.
Eiji le sonrió y suavizó sus facciones. — Felicidades, Ash.
Ash amplió su sonrisa tras escuchar a Eiji hablar japonés. — Espero que no me hayas dicho nada malo...
— Por supuesto que no. — Eiji negó con la cabeza.
— Una vez dijiste que huelo a mierda...
Shorter suprimió reirse. Luego de darse cuenta que esa conversación iba a tornarse personal, invitó a los demás a retirarse y dejarlos solos.
No tuvo problemas de antemano, los otros entendieron perfectamente a excepción de Akira que quería estar de metida con ellos.
Ni Ash ni Eiji se percataron que solo ellos estaban en la habitación.
— ¡¿Sigues sentido por eso?!
Ash ladeó su rostro y lo cubrió con una de sus manos. — ¿Cómo no olvidarlo, onni-chan? Lastimaste mis sentimientos. — el soldado notó la creciente irritación en el rostro de Eiji. — Necesito una compensación.
Eiji resopló. — ¿Qué tienes en mente?
Fue ahí que Ash notó que ambos estaban solos. El deseo creciente de estar más cerca de Eiji cegaron sus sentidos.
— A ti... — susurró Ash, con sus ojos entrecerrados.
Ash escuchó el sorpresivo jadeo por parte de Eiji después de juntar sus labios contra los de él. El rubio suspiró cuando fue correspondido con la misma intensidad del ósculo: lento, húmedo y sintiendo lo suave que eran sus labios.
Atrayente como un imán, Ash se acercó más a Eiji y palpó con ambas manos las mejillas de seda del japonés. Las respiraciones de ambos chocaban en sus rostros, elevándose la temperatura al instante. Algo en ellos despertó nuevamente como aquella vez en el río.
Ash se separó un poco y susurró entre los labios de Eiji. — ¿Puedo entrar? — como una lenta y gustosa tortura, Ash, con la punta de su lengua, inició en contornear las comisuras de sus labios, el arco de cupido y su labio inferior.
Eiji sobresaltó y agarró la ropa de Ash con fuerza mientras gemía con suavidad. Sus respiraciones se tornaron fragorosos e irregulares cuando Ash ingresó su lengua con delicadeza en la cavidad de Eiji, explorando sus adentros con finos trazos y dándole la debida atención cada parte que tuvo la oportunidad de tener acceso. Los músculos de ambos se relajaron al momento que las lenguas se encontraron y comenzó el baile entre ellas. No había dominante y dominado, era un vaivén bien sincronizado y cada uno les dio chance de succionar la lengua del otro a su antojo.
— A-Ash... — Eiji suspiró cuando las manos del rubio decidieron rozar su cuello para que traviesamente meterse bajo la yukuta.
Rompieron el beso pero Ash deseaba más. Deseaba palpar más la piel de Eiji con sus afanosos labios. Aún con la mente en las nubes, Ash descendió hacia el cuello de Eiji, besando y lamiendo cada rincón. Eiji dio un respingo y después exhaló mientras sus manos se entrelazaron con el cuero cabelludo del rubio.
El primer toque con las yemas de sus dedos fue intenso para Eiji. Un ser vivo ajeno le estaba dando placer por recorrer lentamente toda su espalda hasta llegar lo más bajo posible.
Ash con miedo de atravesar la zona peligrosa, guió sus dedos hacia los abdominales de Eiji y se estableció ahí por unos momentos, gozando los bajos gemidos del japonés.
— Eiji... — Ash lamió el mentón del aludido y sin previo anuncio besó de nuevo al japonés profundamente sin darle tregua a que reaccionara.
Eiji le correspondió de la misma manera y tras abrir un poco sus labios, invitó a Ash a que entrara de nuevo.
Ash sonrió durante el beso. Mientras se preparaba a partir de nuevo los suaves labios del japonés, sus manos ascendieron hacia su pecho y encontraron los duros pezones de Eiji.
— ¡Ah...! — el gemido de Eiji iba a ser estridente pero Ash lo calló entre sus besos.
Justo cuando la situación se prestó al erotismo, Ash se abrumó. Por las ataduras de su espantoso pasado, Ash tuvo que parar. Su propia mente era una maraña de emociones al punto que su mirada era desenfocada y no estaba pensando del todo bien.
De repente, la mano cálida de Eiji sobre su mejilla apartó los malos pensamientos. Ash observó el rostro sonrojado del japonés, que portaba una tierna sonrisa. Ash sintió el afecto en los movimientos en Eiji. Durante los intensos besos, Eiji jamás lo tocó, sabiendo su trauma.
— Ash... — perfiló Eiji con su dedo pulgar los labios del rubio.
El soldado cerró los ojos y acarició la otra mano desocupada de Eiji. — Gracias...
— Ash... quiero regalarte algo en tu día...
El aludido sonrió levemente. — No, está bien, Eiji. Estoy conforme solo por la felicitación.
— No, Ash. Es en serio, quiero regalarte algo. Ya lo decidí.
— ¿Qué cosa...?
En ese momento, Eiji sacó el bastón que estaba dentro de las sábanas. Ash jadeó, observando al japonés con una ligera sorpresa.
— Voy a caminar por mi cuenta junto con el bastón. — la mirada de Eiji se endureció pero en sus ojos había determinación. — Nadie me ayudará. Tú solamente me verás hasta que llegue hacia ti.
Ash estaba anonadado. Sintió que el propio Eiji tenía su corazón en la mano cuando pronunció dichas palabras.
*
Ese característico nerviosismo era familiar para Eiji; antes de reunirse con gente importante para negocios, cuando se presentaba a un examen y también cuando se preparaba para saltar con la pértiga. La tensión y concentración sobre situaciones venideras lo sabía muy bien.
El corazón de Eiji latía rápidamente. Estaba al fondo de la habitación mientras que todos estaban reunidos en el otro extremo, cerca de entrada. Sus amigos estaban esperándolo ansiosos. El japonés les pidió que no lo auxiliaran, aún si se tropezaba o caía. Caminar era algo que debía hacer por su cuenta. Era su responsabilidad. Eiji sentía si lograba caminar era como nacer de nuevo, como aquel ave que intenta romper el cascarón de su huevo para poder salir, si alguien le brinda auxilio entonces el polluelo será débil y morirá.
Debía ser fuerte para poder aguantar, así podrá volar otra vez.
Eiji suspiró para dar el primer paso con su pie derecho y fue escueto. Con cierto temor, el japonés arrastró su pie izquierdo pero, esta vez, todo su peso recayó en el bastón.
El pelo azabache pensó que iba ser más difícil pero fue todo lo contrario. A pesar que sus piernas todavía temblaban por no haber caminado durante hace mucho tiempo, no le estaba costando gracias al bastón. Lo cierto era que cojeaba mientras avanzaba pero Eiji renovó su fortaleza tras percatarse que estaba acercándose.
Estaba rompiendo el cascarón él mismo. Ya podía ver la luz de la esperanza nuevamente.
— Eiji...— Nadia tenía la boca abierta y sus ojos brillaban por sus lágrimas.
Shorter exhaló felizmente. — ¡Vamos Eiji!
Sing asintió fervientemente. — ¡Sí, Eiji! ¡Ya casi estás cerca!
— ¡Okumura-san! ¡Da lo mejor de ti! — Akira dio un salto y agitó su mano.
La quijada de Ash tembló ligeramente. Todo el apoyo que recibía Eiji le tocó el alma, y más cuando se percató que el rostro de Eiji se iluminó por los ánimos recibidos.
— ¡Eiji, tú puedes! — Ash sintió que su voz se había rajado por lo susceptible que estaba ante la buena vibra que se desbordaba en el ambiente.
Ibe se estremeció por la escena, al punto que se puso a llorar. En cambio Lao, solamente se limitó a ver, con la expectativa de que Eiji lo lograra.
Por cada paso que el japonés daba, era un logro para él. Sus brazos temblaban y sus ojos se humedecen por la alegría que sentía. Por un momento creyó que estaba en salto con pértiga por los ánimos que sus amigos gritaban. Jamás se le borró la sonrisa en su rostro.
Ash caminó hacia adelante cuando Eiji estaba centímetros de ellos. Con audacia, agarró a Eiji en sus brazos al momento que el japonés ya no pudo más y se dejó caer.
— ¿Eiji? — preguntó Sing, preocupado en virtud que el aludido estaba escondido en el pecho del estadounidense y su respiración era profunda.
De repente, Eiji alzó su rostro. Aún conservaba ese brillo vitalizador en sus facciones y sonreía de oreja a oreja.
— ¡¡Ash!! ¡Lo hice! — le brotan algunas lágrimas en sus ojos.
A Ash le dio un vuelco en su corazón. Realmente estaba orgulloso de Eiji.
— Sí... — susurró Ash con ternura. — Es el mejor regalo que me han dado. — lo abrazó con fuerza y luego Eiji rodeó su cuello con sus brazos, dejando caer el bastón al suelo. Lao se ofendió un poco por dicha acción.
Ibe aún estaba pensativo ante la situación. De verdad Ash hacía maravillas en la vida de Eiji y viceversa. No cabía duda que ambos se completaban.
Se quedaron un buen tiempo así, sintiendo el calor mutuo y el amor que se tenían.
— ¡Hey, ya mucho! ¡Yo también quiero abrazar a Okumura-san!
Shorter, Nadia, Sing e Ibe se limitaron a sonreír. Esos dos eran un desastre andante.
*
15 de agosto de 1945
Ibe y Akira corrieron con todas sus fuerzas hacia su hogar. Llevaban consigo un poco de alimento que pudieron comprar para la semana y trataban de no tirarlo en el camino.
Cuando observaron que estaban cada vez más cerca, se dieron cuenta que varias personas se juntaban en casas que tenían radio, con la expectativa y el deseo de saber que pasaba.
El japonés gruñó ante cualquier persona que lo saludaba y rápidamente contestaba un furioso "no" a aquellos que le preguntaban si podían escuchar la radio junto con él y su sobrina.
Al momento de ver la puerta de la casa, abrió la abruptamente, dejando caer los alimentos que traía.
— ¿Ibe-san? — se asomó Eiji con su bastón hacia la entrada. Junto con él, estaba Shorter y Sing.
Akira de igual manera tiró la comida al suelo y corrió hacia cada ventana y las cerraba.
— ¡H-hey! — exclamó Sing, confundido.
Ibe buscó objetos que tenía cerca y las apiló a la puerta. — ¡Shorter! ¡No te quedes ahí parado! ¡Ayúdame!
El aludido parpadeó y vio de reojo a los otros, quienes estaban muy perdidos como él. Se movilizó rápidamente hacia Ibe y le ayudó a bloquear la entrada.
Por el alboroto, llamó la atención de Ash y de Nadia, quienes estaban en la cocina mientras que Lao limpiaba un poco la casa. Además, no solamente era el ruido que estaba haciendo el tío y sobrina, afuera se escuchaban ajetreos.
Ellos se acercaron vacilantes. Nunca habían visto a Ibe tan abrumado.
— ¿Ibe? — llamó Ash, compungido.
El japonés giró su cabeza violentamente. El sudor cubrió gran parte de su rostro y estaba rojo por nerviosismo.
— ¡¡Ash, Nadia, cualquiera, enciendan el radio!! ¡¡Ahora!! — gritó Ibe sin respirar.
— ¿Qué...?
Ibe interrumpió de inmediato. Pasó su lengua en sus labios secos y tragó saliva estruendosamente. — El Emperador dará un discurso sobre la guerra.
Con esas palabras fueron suficientes para sentenciar el silencio de todos. Nadia se acercó al radio, lo encendió y se sentó sin esperar a los demás. No obstante, los otros llegaron luego, a excepción de Ash y de Eiji que aparecieron momentos después. El rubio sostenía el brazo de Eiji mientras que el japonés intentaba caminar lo más rápido que podía con el bastón. Una vez dentro, Ash acomodó a Eiji en el futón de Shorter, que no había sido guardado desde la mañana, y después se sentó él a su lado.
Akira fue corriendo hacia donde estaban todos conglomerados luego de asegurarse que las ventanas estaban perfectamente cerradas. Se puso al lado de Ash con sus ojos llenos de ansiedad. El estadounidense, por su parte, le tomó la mano a la niña para tranquilizarla.
El radio solamente emitía estética. Todos esperaban entumecidos por el discurso que se avecinaba.
En breve, se escuchó una voz ronca, pesada y cansada de una persona mayor. Ash se percató que los japoneses les recorrió una especie de escalofríos en sus cuerpos entumecidos. Estaba hablando el Emperador.
"Yo, el Emperador, después de reflexionar profundamente sobre la situación mundial y el estado actual del Imperio japonés, he decidido adoptar como solución a la presente situación el recurso a una medida extraordinaria. Con la intención de comunicároslo me dirijo a vosotros, mis buenos y leales súbditos."
Ambas nacionalidades, chinas y japonesas, se vieron a los ojos. Se crisparon ante la introducción del discurso, sus respiraciones se detuvieron y no sabían cómo reaccionar.
— Japón dará una solución ante la guerra. — Eiji susurró casi inaudible a Ash; iba a intentar que el soldado estuviese al tanto.
Ash arqueó su espalda y se puso en alerta.
"He ordenado al Gobierno del Imperio que comunique a los países de EEUU, Gran Bretaña, China y la Unión Soviética la aceptación de su Declaración conjunta."
— ¡¿A qué se refiere?! — preguntó Ibe, exaltado. — ¡¿Declaración conjunta?!
Akira mordió su labio inferior y lo empezó a masticar. — ¿Japón perdió?
Ash jadeó de sorpresa. Luego sintió que Eiji le agarró la mano con fuerza. El pobre estaba pálido, viendo a Ash con ojos llenos de miedo. Tras presenciar eso, el rubio entrelazó sus dedos con los de Eiji y le regaló una mirada confortable.
Los chinos estaban anonadados como para replicar.
"Ahora bien, conseguir la paz y el bienestar de los súbditos japoneses y disfrutar de la mutua prosperidad y felicidad con todas las naciones ha sido la solemne obligación que me legaron, como modelo a seguir, los antepasados imperiales y de la cual no he pretendido apartarme, llevándola siempre presente en mi corazón."
Lao realmente se ofendió ante esa parte. No ocultó su apatía y maldijo en voz alta en mandarín.
— Púdrete, mentiroso de mierda.
Shorter lo calló con su rostro estoico.
Así como de espontáneo surgió esa charla, así de igual manera terminó en virtud que el Emperador empezó ha hablar sin pausas.
"Por consiguiente, aunque en un principio se declarase la guerra a los países de EEUU y Gran Bretaña, la verdadera razón fue el sincero deseo de la autoconservación del imperio y la seguridad de Asia Oriental, no siendo en ningún caso mi intención el interferir en la soberanía de otras naciones ni la invasión expansiva de otros territorios."
Sing se llevó sus manos en su rostro y suspiró incrédulo. Eiji trataba la manera de traducirle a Ash lo más breve del discurso. Cada vez que Eiji le decía con sus propias palabras lo que sucedía, Ash se sorprendía más.
"Sin embargo, la guerra tiene ya cuatro años de duración. Y a pesar de que los generales y los soldados del ejército de tierra y marina han luchado en cada lugar valientemente, los funcionarios han trabajado en sus puestos realizando todos los esfuerzos posibles y todos los habitantes han servido con devota dedicación, poniendo cuanto estaba en sus manos; la trayectoria de la guerra no ha evolucionado necesariamente en beneficio de Japón y la situación internacional tampoco ha sido ventajosa. Además, el enemigo ha lanzado una nueva y cruel bomba, que ha matado a muchos ciudadanos inocentes y cuya capacidad de perjuicio es realmente incalculable."
Su mayor miedo, la peor pesadilla que había estado carcomiendo a Ibe durante días era verdad.
El japonés casi se va de espaldas por la impresión. Su corazón palpitaba errantemente y su quijada empezó a temblar al igual que sus manos. No pudo evitar que le salieran un par de lágrimas.
— Una bomba los mató... — suspiró. Sentía su corazón estrujarse.
Akira estaba en shock. Podía escuchar los gritos de desesperación de la gente allá afuera. Los chinos estaban muertos del miedo también.
Asimismo, tras Eiji, con voz temblorosa, le explicó qué pasó en realidad, Ash jadeó levemente. Su rostro se había dibujado el horror puro y se llevó su mano en su boca.
— El Proyecto Manhattan... — murmuró para sí mismo el estadounidense. Ahora todo cobraba sentido para él. Desde que Ibe comentó preocupado acerca del rumor que Hiroshima y Nagasaki fueron pulverizadas, consideró el hecho como obra de esa investigación a cargo de Estados Unidos.
Sin embargo, Ash jamás creyó que lo iban a lograr. Con un arma así, su nación era imparable. Una utopía hecha realidad.
Por suerte, nadie lo escuchó hablar. Todavía se encontraban concentrados y consternados por el discurso.
"Por eso, si continuamos esta situación la guerra al final no sólo supondrá la aniquilación de la nación japonesa sino también, la destrucción total de la propia civilización humana. Y si esto fuese así, cómo podría proteger a mis súbditos, mis hijos, y cómo podría solicitar el perdón ante los sagrados espíritus de mis antepasados imperiales. Esta es la razón por la que he hecho al gobierno del Imperio aceptar la Declaración Conjunta de las Potencias."
Eiji no pudo seguir traduciendo. Sus palabras se esfumaron mientras escuchaba más. Ash lo comprendió. Japón perdió la guerra y estaba en manos de Estados Unidos. A pesar de ser soldado, luchó por su nación y mató a varias personas por su libertad, su corazón no estaba gozoso por ello. Es más, sentía que sangraba por dentro solo por ver los rostros derrotados de sus amigos.
Lo único que pudo hacer era tomarle la mano a Akira fuertemente. El rubio sentía la pesadez del ambiente y solamente se mentalizo en la manera de auxiliar a cualquiera de ese cuarto si sentían que iban a desfallecer.
"Me siento obligado a expresar mi más profundo sentimiento de pesar con las naciones aliadas que han colaborado permanentemente junto con el Imperio Japonés para la emancipación de Asia Oriental. Asimismo, pensar en aquellos de mis súbditos que han muerto en el campo de batalla, así como en aquellos que dieron su vida ocupando sus puestos de trabajo, cumpliendo con su deber, o aquellos que fueron víctimas de una muerte desafortunada y en sus familias destrozadas es un sufrimiento presente en mi corazón noche y día. Del mismo modo, el bienestar de los heridos y de las víctimas de guerra, de aquellos que han perdido sus hogares y sus medios de vida constituye el objeto de mi más honda preocupación. "
En ese momento, Akira empezó a llorar. De inmediato, Ash la jaló suavemente hacia él y la colocó en medio, entre Eiji y él. Juntos intentaron consolarla.
"Soy consciente de que los sacrificios y sufrimientos que tendrá que soportar el Imperio a partir de ahora son, sin duda, de una magnitud indescriptible. Y comprendo bien el sentimiento de mortificación de todos vosotros, mis súbditos. Sin embargo, en consonancia con los dictados del tiempo y del destino quiero, aun soportando lo insoportable y padeciendo lo insufrible, abrir un camino hacia la paz duradera para todas las generaciones futuras."
Ash pudo notar que Nadia lloraba en silencio. Lo peor no era eso, sino que todos los presentes estaban perdiendo el brillo en sus ojos.
"Confirmo vuestra lealtad al defender la estructura del Imperio y me siento unido a vosotros, mis buenos y leales súbditos. Por eso, os exijo que evitéis cualquier explosión de emociones que pueda desencadenar complicaciones innecesarias, o enfrentamientos que puedan desuniros, causando desorden y conduciéndoos por un camino equivocado que haría al mundo perder la confianza en vosotros."
Sing casi bufa ante dicha declaración. Era seguro que ocurrirían disturbios por una invasión. Él no creía que los demás países se mantendrían con los brazos cruzados.
"Continuad adelante como una sola familia, de generación en generación, confiando firmemente en la inmortalidad del Japón divino, conscientes del peso de las responsabilidades y del largo camino que os queda por delante. Dedicad todos vuestros esfuerzos para la construcción del futuro. Manteneos fieles a una firme moral, seguros de vuestro propósito, y trabajad duro aprovechando al máximo vuestras virtudes sin retrasaros de la línea del progreso del mundo.
Ahora los que lloraban desconsolados era los japoneses. Los chinos giraron sus cabezas para verlos con lastima y pena.
"Poned en práctica, según lo he dicho, mi voluntad."
No había palabras, acciones o detalles que pudiese calmar los nervios de Akira, Ibe y Eiji.
Aún así, decidieron intentar.
Shorter acercó a Ibe hacia dónde estaba su sobrina y Eiji. Estando todos juntos acurrucados, Shorter, desde su puesto, abrazó de frente a los tres japoneses. En seguida, se le unieron Nadia y Sing. Lao, por su parte, acarició los cabellos de Akira.
Una vez más, el silencio reinó la habitación, solo que esta vez el ambiente era de consolación, en comparación de lo que pasaba allá afuera. Los pueblerinos se lamentaban a gritos por la derrota de Japón. Esos agobiados duraron varias horas en cesar.
*
Shorter no pudo dormir muy bien. Durante el resto de día y toda la noche estuvo en vela con los demás. Con buena voluntad, confortaron a los japoneses como pudieron. La primera en quedarse dormida fue Akira por el puro cansancio a las dos de la mañana y luego le siguió Eiji dos horas después. Con Ibe fue más complicado ya que durmió hace una hora atrás.
Ahora ya estaba amaneciendo y Shorter fue el primero en levantarse, o eso creyó hasta que se percató que el puesto donde dormía Ash estaba vacío.
El chino decidió buscarlo en silencio. Con la relativa paz que emanaba dentro del lugar, Shorter intentó mantener sus pasos lo más callados posibles.
Afortunadamente, Shorter no tuvo que buscar mucho, halló a Ash en la cocina, esperando a que hirviera el agua con té en la fogata. La mirada de Ash era perdida pero fue capaz de girar la cabeza cuando se percató de la presencia de Shorter.
— Esto sí que es raro. — dijo Shorter, forzando una sonrisa. — Verte levantado tan temprano es porque sí es el fin del mundo.
— Tal vez lo sea. — respondió Ash monótonamente.
Shorter ya no se hizo el gracioso. Estaban atravesando un momento delicado.
— ¿Tienes un plan? — preguntó Shorter con seriedad.
Ash suspiró. Desde hace mucho, ha trabajado arduamente en opciones, en salidas y soluciones no tan drásticas para sobrellevar la situación de la guerra, no importando si Japón ganará o no.
— Sí, tengo varios planes en mente. — el ceño de Ash estaba muy fruncido y su rostro mostraba confianza.
Esta vez, Shorter sonrió genuinamente. Siempre sabía que podía depender del estadounidense. Ash siempre ha probado ser de fiar.
— No importa que tan descabellada o si es muy mierda tu plan, — estiró su brazo y extendió su mano en el rostro de Ash. — cuentas con mi apoyo, Ash.
Ash sintió un ligero escalofríos. Shorter hablaba en serio.
— Sí.
Ambos dieron una palmada y se sonrieron mutuamente, sintiendo el compañerismo.
— ¿Cuándo piensas decirle a los demás?
Ash suspiró pesadamente. — Luego, deja que descansen un poco...
Shorter dio una pausa antes de hablar. — ¿Es por eso que estás haciendo té?
— Hay poco... pero podrá calmar los nervios de todos.
— Eres muy considerado Ash... — susurró Shorter. De igual manera, Ash era digno de respeto y era una cualidad que Shorter más admiraba.
Pasado unos cuantos segundos, ambos notaron que alguien se acercaba a la cocina con pasos lentos. Sin tener temor de quien fuese, esperaron a que la persona se acercara o tomara un rumbo diferente.
Entonces, sucedió la primera opción. Ibe se asomó a la cocina con leve sorpresa como si no esperaba toparse con nadie.
El rostro de Ibe era fatal; con sus ojos hinchados, rojos y cansados y su aspecto deplorable lo delataba que no tuvo una buena noche. Llevaba consigo una cámara en sus manos, lo cual llamó la atención de Shorter y de Ash.
— Oh, conque aquí están... — dijo Ibe con una alegría deleble.
— Ibe, debería acostarse. Ash y yo nos encargaremos de todo. — se ofreció Shorter con amabilidad. — ¿Necesita algo?
El japonés estaba distraído. Le tomó un tiempo en responder secamente. — No... no...
Ash, consciente del estado mental de Ibe, intentó elevar un poco el ánimo, sin tocar el tema de la guerra ahora.
— Esa cámara no la había visto. ¿Piensa retomar la fotografía nuevamente, Ibe?
Ibe se quedó mudo. Observó a los muchachos fijamente sin decir ninguna palabra. Ellos, incómodos por la situación, empezaron a sudar frío.
— ¿Ibe, se encuentra bien? — se acercó Shorter con sigilo. Había algo fuera de lugar en el japonés.
El aludido tragó saliva y bajó su mirada hacia la cámara. Juntando el suficiente valor para enfrentar a Shorter y a Ash, Ibe suspiró cansado mientras elevó sus ojos hacia ellos.
— Iré a Hiroshima.
Ash y Shorter dejaron de respirar por unos instantes.
DATOS A CONSIDERAR:
- "El proyecto Manhattan" fue creado principalmente para la elaboración y desarrollo de armas nucleares en la Segunda Guerra Mudial, liderado por Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. La investigación fase y fundamental para la creación de las bombas "Little boy (detonada en Hiroshima) y "Fat man" (detonado en Nagasaki) fue gracias a la teoría de la relatividad de Albert Einstein, sobre la que se asienta la base de la bomba atómica. Einstein, por su parte, firmó una carta para pedir al presidente Roosevelt que crease el Proyecto Manhattan, pero no participó. Al final, Einstein se arrepintió de sus actos pero fue muy tarde.
- Las bombas atómicas fueron lanzadas primero en Hiroshima, el 6 de agosto de 1945 a las 8:15 con 45 segundos en la mañana. El blanco inicial nunca fue Hiroshima sino el puente Aioi pero por los fuertes vientos de ese día cayó en un lugar no planeado, y detonando encima en la Clínica quirúrgica de Shima.
- La segunda bomba atómica fue detonada en Nagasaki, el 9 de agosto de 1945 a las 11:01 de la mañana, ante la negativa del Imperio Japonés en rendirse. Nagasaki, en esa época, era un lugar industrial que producía artillería pesada para la guerra. Sin embargo, en contraste con el área productiva, los habitantes de la ciudad de Nagasaki era humildes y antiguas.
- Alrededor de 105 000 y 120 000 personas murieron al instante.
- El discurso del emperador Hirohito se hizo público una vez que fue grabado por él. Fue retransmitido días después por la emisora NHK el 15 de agosto de 1945. Dentro de este capítulo, se transcribió el discurso original en español.
NOTAS
Este capítulo se llama "Alegría" por una razón. Cuando ocurren tragedias cerca de donde estamos o donde vivimos, muchas veces le damos la vista gorda. Así fue el caso de ellos en este capítulo. Querían saber más sobre la guerra pero no podían, así que lo que hicieron fue disfrutar la estadía en la casa de Ibe sin saber que la catástrofe estaba tan cerca.
A veces, la desgracia esta a la vuelta de la esquina y casi nunca estamos preparados para enfrentarla.
¿Por qué Ibe quiere ir a Hiroshima? Lo sabrán en el siguiente capítulo. Para ampliar un poco el panorama, los hechos de "Extranjeros" pasaban en Izumo.
Espero no haberlos traumado tanto xD. El próximo capítulo será fuerte (o eso intetaré hacerlo xD) y se titulará "Einstein."
Espero tener ese capítulo pronto. Nos vemos y se me cuidan.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro