Epílogo
Su nueva casa en Austin era inmensa, fiel al estilo Huster: impactante, fastuosa y digna de un multicampeón con dos niños pequeños.
Con 4 cuartos de más de 20m2 cada uno, tres baños y una sala de juegos en la que convivían un TV de plasma, un equipo de audio con sonido propio de un teatro de primer nivel, unas consolas de video y una mesa de billar, todo era simplemente ostentoso.
Habiendo transcurrido tan sólo unos pocos meses desde la despedida definitiva de Huster del circuito, completando los tres años de contrato y ajustándose a él como un buen alumno, finalmente pudo disfrutar de la plenitud del hogar conformado junto a Eva.
De los tres campeonatos disputados, los laureles quedaron para el último al coronarse campeón. Se alejó de este modo a sus recién estrenados 36 años, con el sabor de la victoria en su paladar y el reconocimiento de sus fanáticos y seguidores como gran premio.
Como un film épico, Huster llegaría al circuito valenciano Ricardo Tormo, aventajando solo por unos pocos puntos a Dallas McGregor quien se resignaría muy a su pesar y con una furia incontenible, a un tercer puesto decoroso pero no suficiente y a esperar a que Thiago cumpliese definitivamente con su promesa de retirarse definitivamente de la competición profesional.
Con el odio de recibir la desestimación del juez en la presentación de sus cargos contra el St. Davids y la doctora Züberteins dando vueltas por su cabeza, aquellos últimos años de su vida serían una tortura sin precedentes en la vida de McGregor que bajo ningún concepto ignoraba el éxito de su contrincante número uno.
Con Alba en brazos, su pequeña de casi tres años, Huster caminaba por el parque, señalando un grupo de pájaros apostados prolijamente en la rama de un frondoso cerezo. La sonrisa de ambos parecía calcada.
Perdida en sus recuerdos, recostada sobre el marco de la puerta de la cocina, Evangelina observaba a Huster y a su primogénita reírse a carcajadas ante el aleteo de las aves a su alrededor y la sorpresa de la niña al momento de emprender vuelo, cubriéndose los ojos.
─¡Cuidado!¡Súper Andy viene rumbo a nosotros! ─ dejando a la pequeña en el césped, Huster abrió sus brazos ampliamente para recibir a Andrew de catorce meses, quien repiqueteando en su andar dejaba un juguete de lado para arrojarse sobre el pecho de su padre, su ídolo.
─¡Juguemos a la moto, papi! ─ Alba, con su aguda y dulce voz jalaba del brazo a Thiago, quien obedeciendo sus deseos, se colocaba en 4 patas para subir sobre sus espaldas a sus hijos.
─¡Tengan cuidado!¡Papá ha estado lastimado antes!─ sobreprotectora, Eva gritó desde la puerta agitando un trapo de cocina, viendo a Huster en una sorpresiva pero no menos divertida maniobra, caer de costado con las dos criaturas riendo a carcajada suelta sobre su pecho.
Ladeando la cabeza, atestiguando la jovialidad de Thiago y su enorme amor hacia sus hijos, eso que alguna vez había puesto en duda y hoy por hoy quedaba atrás, estuvo a punto de desprender un par de lágrimas.
Él era un padre excelente, dedicado y paciente. Les leía cuentos e inventaba otros, era el héroe de todos los juegos que emprendían, se complotaba con ellos para desordenar los cajones de juguetes y los arropaba cada noche, entregándoles un cálido beso en su frente.
Enamorada, disfrutaba de cada instante a su lado, enorgulleciéndose de la familia que habían podido construir en tan poco tiempo, una familia que también incluía a Cindy y a Nina.
La llegada de Alba a su vida había resultado bastante más rápida de lo esperado, pero aun así, su felicidad fue inmediata. Tratándose con mucho reposo y medicamentos, el embarazo llegaría a término.
Con los miedos lógicos pero con el control necesario, Andy llegó a sus vidas entre medio de llantos, pañales sucios y un ritmo al que todavía no se habían podido acostumbrar.
─¡Deja de mirarlo de ese modo, hermana! ─ la voz de Francesca la abstrajo de sus bellas visuales ─ . Si Huster nota que estás así de embobada con él, no perderá tiempo para llevarte a la cama y dejarte nuevamente embarazada─ masticando unos nachos, Francesca apareció por detrás de ella.
Eva sonrió nerviosa, perdiendo sus ojos nuevamente en el parque, escondiendo su labio inferior bajo el filo de sus dientes. Su hermana mayor la analizó por un instante, intuyendo algo extraño.
─¡No, no y no Eva...! ¡No me digas que...!─ tapando su boca con su mano dio un grito potente que dio comienzo a un brinco inquieto e infantil─. ¿Otra vez?¿Acaso con ustedes no funciona la cuarentena?
─¡Shhh, baja la voz! No es para hagas tanto escándalo ─ Evangelina afirmó con una sonrisa de oreja a oreja─ .Todavía no se lo he dicho a Thiago. Me he hecho un test para sorprenderlo.
─¡Por Dios hermanita! Ese hombre sí que es...¡caliente! Tres años juntos y ya tres niños... ¡ustedes sí que no pierden el tiempo! ─ agitó su mano abanicándose frenéticamente.
─¡Fran, por favor! Es mi marido. Cuida tus palabras, por favor ─ con un falso enojo, Eva guiñó su ojo, silenciando. Agitado, Huster apareció con los dos niños a cuestas.
─¿Qué sucede aquí? Me aproximo y dejan de hablar... ¿qué traman ustedes dos? ─divertido, bajó a ambos niños al suelo, con un visible quejido.
─Mejor los dejo solos ─ Francesca tomó a sus sobrinos de sus manitas agachándose, para llevarlos a la sala junto a sus primos.
Thiago miró con desconfianza, pero sin preocupación.
─Tu hermana es un poco rara...─ asintió, tomando a Eva por la cintura y colocando un casto pero excitante beso en la comisura de sus labios.
─Sí...pero la quiero.
─Lo sé, se te suelen pegar bichos raros ─ sonrió ampliamente, exhibiendo su perfecta dentadura y esos ojos tan oscuros con los que Eva deliraba.
─Huster...tenemos que hablar...─ apartándose de él por un momento, dijo ella.
─La última vez que dijiste eso no fue para algo muy feliz que digamos ─ Huster rememoró su ruptura, años atrás; desde entonces jamás habrían vuelto a separarse.
─No seas dramático, Huster, no es nada de eso─ hizo un movimiento desdeñoso con su mano─. Solo quisiera que veas algo antes que el resto de los invitados─ el bullicio de la sala era fuerte. Cogiéndole la mano, fueron juntos hacia el refrigerador.
─¿Me has comprado algún vino en especial? ─ preguntó bromista.
─No, lo que es especial es la decoración que te he preparado para este pastel.
Sin deducir cuál podría ser aquel toque especial imprimido a un simple pastel de crema y fresas, siguió el andar de su bella esposa, madre de sus hijos y el amor de su vida.
─ Mira...─ tomando la gran bandeja redonda, lo exhibió sobre la encimera. Huster parpadeó, sin ningún gesto en particular. Eva roló sus ojos─. ¿No hay nada que te llame la atención? ─ ella sonrió exageradamente, subiendo sus cejas más de la cuenta.
Estudiándolo por un instante, se lo notó pensativo, hasta que algo hizo "click" en su cabeza, detonando un balbuceo obvio.
─¿Qué...qué? ─ movía sus manos.
─¿Y?¿Te has dado cuenta? ─ señalando tres figuras de cerámica, la noticia cobraba forma. Dos estatuillas, una niña y un niño, ambos de cabello negro y ojos oscuros alrededor de una moto, acompañaban una tercera figura: la de un carrito de bebé, con un niño con chupón dentro.
─¿O...otro bebé...? ─ emocionado, Huster llenaba sus ojos de creciente alegría, abrazando fuerte a su mujer, llenándola de besos por todo el rostro.
─Si y otro cuarto más para pintar ─ rió Eva, escabullendo sus palabras entre los brazos y besos de su hombre.
Huster reemplazaría sus besos gratificados por besos apasionados para luego, tomar ligera distancia y ubicar sendos mechones de su larga cabellera detrás de cada una de sus orejas, despejando el rostro rozagante de la madre de su futuro hijo. De uno más.
─¡Seremos padres otra vez! ─ gritó eufórico Huster en la cocina, a la que se unirían Francesca, (quien aplaudía exageradamente), Matthew con una sonrisa amplia, Toby que correteaba junto a su prima Alba, Janet que con ocho años y menos "seseo" abrazaba a sus dos tíos a la vez y el pequeño Andy, escurridizo entre el mar de piernas de su padre, madre y prima mayor.
El padre de Thiago no faltaría al festejo, sumamente conmovido, abrazándolo fuerte. Más lejos, el matrimonio de Willy Fox y Vera Thompson se unió a ellos junto a Peter y su reciente novia, Leila.
─ ¡Me haces tan feliz amor mío! ─ tomando a su amada de la mano, Huster le besó cada uno de sus nudillos.
─ ¡Vaya que contigo mi hermana se ha sacado la lotería! ¡Ya la has vuelto a embarazar! ─ Rió jocosamente Francesca, en dirección a Huster.
Porque he apostado al amor, Fran...y no hay modo de que las cosas salgan mal, ¿verdad cariño? ─ Enamorados, fundiéndose en la mirada del otro, ya no había nada más por temer.
FIN
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