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De la mano por la W. Franklin Av Thiago y Eva firmaron la paz caminaron en dirección hacia "El Charro Café", un restaurant con comida mexicana de muy buena reputación en la zona. Era un lugar acogedor, con sombreros típicos por doquier colgados en una de las paredes el cual daba la sensación de ser una gran casa adecuada como sitio de comidas.
Por fortuna para Huster era escasa la gente presente; solo dos parejas más y los camareros quienes parecían desconocer al astro del motociclismo. Respiró aliviado por el anonimato.
─Mmm...me intriga el combo número 5 ─ dijo Eva señalando la carta de menú.
─Es muy solicitado ─ asintió el camarero sin mayor precisión.
─Lo pediré con una cerveza de la casa ─ sonrió devolviendo la cartulina.
─Acompañaré a la dama con lo mismo ─ agregó Huster.
─Siéntete liberado, aquí no están desesperados por tu visita, campeón ─ aplicó la doctora, en clara alusión a lo experimentado el fin de semana anterior.
─Doc, yo soy lo que soy porque la gente es así conmigo; si no fuese por ellos, sería un corredor más del montón ─ admitió resignado pero comprendiendo que el éxito de su carrera sentaba sus bases en la aceptación del público ─ .Sé que es difícil separar la vida privada de la pública y que en muchas oportunidades deseé que me tragase la tierra y no me viese ni un solo reportero, pero ellos viven de eso y comprendí que estas son las reglas del juego.
─Lo dices muy pasivamente. Debe ser muy difícil seguirte el ritmo ─ implicando cierta duda personal, Eva clavó sus ojos en los de Huster, notando una alteración en su modo de respirar.
─Supongo que sí ─ él asintió elevando sus hombros y agradeciendo las botellas de cerveza que el camarero le pondría frente a ellos ─.Tanto como seguírtelo a tí ─ sus ojos duros, opacos, exponían la misma fórmula que ella.
En un duelo abierto de miradas, pensamientos sin ver la luz y sorbos largos de bebida porque tanto Eva como Huster no daban el brazo a torcer; para cada uno de ellos, la vida del otro era complicada, diametralmente opuesta a la propia y envuelta en una halo de imprevisibilidad que pondría en riesgo cualquier atisbo de romance duradero.
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Acobardados sin saber por qué, el tema sobre su futuro se disipaba con conversaciones banales, bromas al estilo Huster y alguna que otra anécdota divertida del hospital.
Llegaron al apartamento hablándose al oído, dándose arrumacos como dos adolescentes despreocupados y acosándose mediante cosquillas. Riendo, chillando y divertidos, ambos consideraban que el otro era quien tendría que ceder.
Una vez en la cama, observándose dedicadamente, Huster quitó un mechón de cabello del rostro de su doctora para colocárselo por detrás de la oreja, como siempre que estaba dispuesto a explorarla. Espejados en las pupilas del otro, latiendo a través del corazón impropio, se tenían frente a frente, canturreando canciones románticas.
En esa ceremonia de estudio mutuo, Thiago dibujaba trazos sensibles sobre los labios de Eva, hinchados por los besos robados en mitad de la calle.
─¿De qué van tus pesadillas? ─ dicho en un susurro, era deseo de Eva el abrir una puerta cerrada hasta entonces.
─¿Por qué lo preguntas? ─ continuó él perfilándole la boca con la yema de su dedo pulgar.
─Tras la operación, Dorothy, la enfermera, mencionó que sufrías de pesadillas. No fue solo una noche, sino varias. Hablabas molesto pero no por el dolor del cuerpo...sino del alma ─ besando los dedos de Huster, Eva se recostó ubicándose sobre su lateral, como un ovillo de lana. Él replicó su postura.
─Es algo repetitivo, siempre sucede lo mismo ─ el astro deportivo resopló con tranquilidad y agregó ─: se trata de un viaje que me arrastra hacia el último momento en que vi a Molly con vida─ su voz quejumbrosa y sus ojos brillosos reflejaban el peso de sus dichos─. En la pesadilla revivo con sus últimas palabras.
Evangelina lo observaba sin perder su rastro, por el contrario, aprovechó su turno para acariciarle el cabello oscuro en torno a la oreja que no se apoyaba en la almohada.
─Molly me era infiel, Eva ─ resumió de un suspiro ─ y no deseé verlo hasta poco antes del accidente. Siempre supe que ella no era una chica de carácter fácil y su reputación no era la mejor. Algo en el fondo de mi ser pretendía cambiarla, pensé que lo lograría.
─De seguro todos aquellos que te querían te decían que debías dejarla por tu bien; deseaban abrirte los ojos... ─ reflexionando en voz alta, retrotrayéndose a experiencias vividas en carne propia, ella acompañó el discurso de Huster.
─Exacto. Uno se enceguece, pierde el juicio y cree que todo el mundo se equivoca. Además, el hecho de tener una niña lo hacía todo más complicado. No estaba en mis planes separarme de Molly.
─¿Y por qué te sientes culpable de lo ocurrido? Ella conducía alcoholizada, la niña no tenía puesto su cinto de seguridad...
─ Soy culpable por no haberla detenido, por no haber impedido que se llevase a Cindy a la fuerza. Yo también estaba alcoholizado Eva y dije cosas horribles ─ la doctora inspiró profundo para cuando una lágrima surcó el rostro de Huster, rodando por su nariz hasta morir en la almohada─. Le eché en cara que era una maldita puta drogadicta.
Imaginar la situación, la triste escena montada por Huster y su esposa con la niña en medio, llenó de un amargo sabor la boca de Evangelina. Sin embargo, se compadeció de él secando su lágrima con el dedo.
─¿Supones que tus palabras fueron las que lo detonaron todo?
─Algo así, Doc ─ una frase muy acertada, sin dudas.
─Huster ─ Eva recompuso su posición, sentándose con una pierna por debajo de la otra, invitando a que su aún paciente actuara de igual modo ─ : Molly ha sido muy irresponsable y desconsiderada, nunca lo olvides. Podrás arrepentirte de tus palabras, ofensivas, sí, pero no puedes estar toda tu vida llevando sobre tus hombros una carga que no te corresponde. No sostenías el volante, no conducías ebrio, no cargaste a la rastra a tu hija...
─Cindy no era mi hija biológica, Evangelina ─ un golpe seco y certero en la boca del estómago silenció a la doctora incapaz de procesar lo que oía ─. Esa misma noche Molly confesó que Cindy no era mía, desatando mi furia tomé una botella llena de whisky de mi armario y comencé a beber sin control. Fue vergonzoso oír el llanto de la niña pidiéndome que abandonara la bebida ─ sus ojos oscuros, emocionados y adoloridos, miraron hacia el techo conteniendo la ira; Huster presionaba su mandíbula con fuerza, ocultando sus emociones subyacentes.
─Libérate, lo necesitas ─ ella acariciaba sus pómulos, animándolo a que hiciese su propio duelo.
─¿Para qué? ¡Ya no tengo a Cindy conmigo! La perdí. Hace exactamente un año intento olvidarlo, fingir que todo está bien, ¡pero no puedo! ─ desatándose como una tempestad, Huster lloró fuerte, conmoviéndola.
─¡No cariño, ella siempre estará contigo! ─ tomándolo de sus rígidos antebrazos, presionando sus músculos duros, Eva buscaba su mirada obligándolo a direccionarla hacia la suya─ .Nunca te dejará solo y siempre serás su padre; la has criado como tu hija, la has amado como tal. Ella no ha tenido la culpa de lo que hizo su madre. Los recuerdos te abrumarán eternamente mientras permanezcas con vida Thiago, incluso algunos días sentirás que no vale la pena seguir adelante ─ fue turno de Eva de traer a su mente sus propios recuerdos, crudos, intensos ─ pero debes ser fuerte y continuar, se lo debes...tú eres su padre y ella está orgullosa de todo lo que estás haciendo para resarcirte del daño que creíste ocasionar. Quién te dice que ella no te ha guiado hasta mí de algún modo─ confirmando lo que él mismo había supuesto, le tomó las manos a su doctora para besarle sus palmas.
─Somos tal para cual ─ murmuró él a sus nudillos.
─Perder a Nina ha sido una mierda Huster; he vivido atada durante casi tres años a su fantasma, a la estúpida posibilidad de imaginar qué hubiese sido de nosotras si ella vivía.
─¿Y a qué conclusión has llegado?
Eva levantó su barbilla posando sus ojos en él, hambriento de respuestas.
─Que ninguna de las dos estábamos listas para la otra; Nina se fue de mí antes de lo pensado, es cierto pero no era el momento de estar juntas. Yo estaba inmersa en una penumbra densa y agobiante y el embarazo había sido un rayo de luz en el medio de las tinieblas...sin embargo, su partida prematura me ha dejado la esperanza de que se puede ser feliz si uno lo desea fervientemente.
─¿Cómo puedes estar segura de ello?
─Porque ahora mismo yo soy feliz a tu lado, Huster.
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Extenuados por la tristeza y la sofocación de una intensa charla cargada de sentimientos y confesiones, amanecieron con sus cuerpos entrelazados; él por detrás de ella, abrazándola asfixiantemente por delante, con su mejilla rozando la suave espalda de Eva acolchonada por el manto de su cabello.
Inspirando su aroma a cerezas, Huster despertó dando una gran bocanada de aire, tocando suavemente sus senos desnudos a merced de sus manos inquietas.
─Mmm ¿juguetón? ─ ronroneó ella despertándose por el contacto.
─Si sigo me temo que no llegaremos a tiempo ─ la voz de trueno del corredor rompería el hechizo.
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Tras poco más de siete horas de viaje, Huster aparcó en Marina del Rey, un complejo de apartamentos con vista hacia una pequeña bahía privada, el cual albergaba varios condominios del mismo estilo.
─¡Uau, uau y uau! ─ Evangelina descendió del BMW azul asombrada y boquiabierta por la extravagancia y el lujo de aquel sitio─. Ahora comprendo por qué Fox insistía en que regresaras a tu casa ─ agregó irónicamente.
Los bloques blancos y vidriados no superaban las dos plantas de altura y todas las vistas convergían hacia un patio común con un césped milimétricamente cortado y conservado; sumada a una piscina de grandes dimensiones y juegos de mesas y sillas modernas, Marina del Rey gritaba confort, sofisticación y mucho pero mucho dinero.
Con el cielo de fondo, el sol poniéndose en su caprichoso juego de ocres y dorados, Evangelina avanzó dos pasos por detrás de Huster, quien la guiaba en el camino hacia su casa. Hacia su guarida.
─Aguarda ─ colocándose entre la puerta de ingreso a la vivienda y el cuerpo emocionado y estupefacto de Eva, Huster detuvo su marcha ─ debo cerciorarme de algo ─ con su dedo en alto y un tanto nervioso, giró y abrió la puerta de su propiedad sin permitir que Eva viese nada─. No temas, te cubriré los ojos por un instante ─ ya por detrás de ella, le posó su mano derecha sobre los párpados.
¿Qué se tendría entre manos? Ella ni lo imaginaba pero viniendo de Huster, todo era una sorpresa.
Dando paso hacia el interior, manteniendo su mano en Eva, entraron.
─ No abras los ojos─ Thiago se apartó de ella, con la promesa implícita de parte de su amante.
Al trote, Thiago cogió un diminuto artefacto con tres pequeños botones para luego, pulsar play. Las notas de un piano se adueñaban del silencioso apartamento hasta darle paso a la voz de Richard Marx entonando "Hold on to the Nights".
https://youtu.be/Yr-LkA4R_hI
Amante de la música funcional, era la segunda vez que acudía a los acordes de una balada romántica para hacer de un momento cualquiera, uno más que especial.
─ Es como si hubiese sido compuesto en mi nombre ─ susurrándole al oído, divertido, animó a que Evangelina abriese sus ojos.
Un cúmulo de pétalos de rosas rojas trazaba un sendero perfecto.
La tenue luz del atardecer combinaba con cada centímetro del bello y pulcro apartamento, de mobiliario moderno y en apariencia confortable. Sintiéndose abrumada por las vistas, por la música embriagadora y el gesto por demás cursi de Huster, Eva estalló en risas, sin poder contenerse.
─¿Qué sucede? ─ preguntó Huster desconcertado. ¿Habría hecho algo malo?
─¡Nada! ─ replicó ella, pasando sus dedos por el respaldo del sofá, alumbrado por el ocaso ─ .Es todo tan romántico, tan perfecto...
Era cierto, lo conocía lo suficiente como para saber que él no era un hombre de cursilerías bajo el brazo, pero aun así se estaba esforzando. Por ella. ¿Pero con qué propósito si en menos de veinte días todo sería parte de un hermoso sueño?
Evangelina le acarició su cabello azabache y brilloso teñido de los dorados del día que se marchaba para deslizar sus nudillos sobre sus pómulos, fuertes, varoniles.
─ Huster, todo esto me ha encantado. Tu casa luce preciosa, la elección de la música es grandiosa y el detalle de los pétalos ha sido precioso ─ Richard Marx finalizó su hit ─ , pero eres tú el que me importa. Lo que eres por dentro y por fuera. Lo que me ocultas y me dices─ dulce, aniñada y con un leve sentimiento de culpa, Eva le besó la punta de tu nariz─. Aun sin esta bienvenida sentiría eso.
─ Sostengo que te mereces alguien digno de tí, un hombre que esté contigo en todo momento, en todo lugar...esto...esto es nuevo para mí ─ levantó los hombros, con un leve sonrojo de vergüenza en sus pómulos─. Comenzar de cero y enamorar a alguien es una tarea difícil doc ─ su sonrisa amplia derretiría a la mismísima Alaska ─ ,pero un corazón desgarrado, cursilería sobreactuada y mi alma en ruinas es todo lo que tengo para ofrecerte ─ confesando con debilidad interna y externa, apoyó su cabeza en el pecho de quien lo inspiraba a continuar con su vida en penumbras.
─ Huster, tengo miedo ─ ella expresó en un murmullo tímido, refugiando su dolor en el oído del dueño de casa.
─ Yo también, porque no sé qué es lo que nos espera.
Eva largó su aire pesadamente.
─¿Eres consciente que en dos semanas terminas tu tratamiento en St. Davids?
Sí, era consciente de ello como también de que un contrato millonario esperaba por su rúbrica. Un acuerdo que solucionaba gran parte de sus problemas, el cual, no la tenía en cuenta a su amada Evangelina.
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