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Gran parte del camino que los separaba hasta llegar a Tucson transcurrió en silencio contrariamente a lo sucedido en su viaje de ida a Brownwood; la música escogida por Huster ocuparía el lugar de la plática dentro de la atmósfera cargada por nubes de la inseguridad.

─¿Cómo la has pasado? De seguro no te imaginabas semejante exposición ─ Eva preguntó sin mirarlo, paseando distraídamente su dedo índice en la gaveta delantera del BMW.

─No, en absoluto ─ él sonrió de lado sin apartar sus ojos de la carretera ─, pero ha sido reconfortante ayudar. Me gustaría hacerlo más a menudo, de hecho ─ admitió ladeando su cabeza, mirándola por el rabillo del ojo.

─Has sido muy generoso ─ ella puso débilmente su palma sobre el muslo de Huster, tenso al mínimo contacto.

Una mirada fuerte y potente de su parte desnudó a Eva, que también sintió la quemazón de aquel roce inocente.

─No me distraigas, ¡o tendré que apartarme de la carretera! ─ curvó sus labios en una sonrisa maliciosa.

─¡Huster...!─ sonrojada, sin haber deseado provocar esa reacción, Eva llevó las manos a su rostro.

─¡Era una broma, Eva! ─ intentó disuadirla, evidentemente su tono no habría sido bien interpretado ─. Es que surtes un efecto muy especial sobre mi ─guiñó su ojo.

"Pues no debe de ser suficiente, no puedes siquiera definir lo que sientes por mí."

___

La Entrada era un complejo de apartamentos muy bonito ubicado casi a mitad de camino de Los Ángeles y Brownwood en el que primaba la tranquilidad, los colores cremas y rosados y una preciosa fuente de concreto en el acceso delimitado por una profusa y alta vegetación.

Demasiado tamaño, pensó Eva, considerando que sólo pasarían una noche allí. Sacando el equipaje de la cajuela fueron rumbo a la reserva.

─¡Uauu! ─ Eva silbó al ingresar al apartamento, era exageradamente amplio y se lo veía muy confortable

─¿Te agrada? Creo que Willy ha hecho una buena elección ─ dejando las maletas en la sala, vio a Eva caminar observándolo todo, cada mínimo detalle.

─Ni qué decirlo... ¡es muy grande! ─ sonrió Eva dirigiéndose al cuarto ─ . Pero...¿dos dormitorios? ─ volteó, desconcertada.

─ He considerado la posibilidad de que quisieras dormir sola ─ Huster elevó sus hombros recostándose en el marco de la puerta de una de las habitaciones.

Eva contuvo su respuesta, porque realmente no esperaba que él tomara aquella decisión sin siquiera consultarle.

─Por lo pronto deseo ducharme ─ deslizó ella, cambiando de tema sin admitir lo mucho que le dolía aquella inexplicable elección.

─Pues bien, yo haré algunas llamadas y después podemos a cenar, si te apetece. En la recepción me han recomendado un sitio que suena bien.

─Me parece estupendo ─ abriendo su bolso en la cama, desplegando su posible vestuario, recogió lo que se pondría por la noche.

─¿Te encuentras bien? ─ Huster avanzó adentrándose en el dormitorio, notando, otra vez, el extraño clima entre ellos. La tensión se palpaba porque a pesar de la conversación con su hermana, Eva no podría ignorar que ella simplemente no formaba parte de los planes futuros de Huster.

"Tal vez sea lo mejor", pensó.

─ Estoy agotada. Muchas horas de viaje, la intensidad de los niños de mi hermana...deseo relajarme ─ sin dar mayor margen de sospechas, ella le besó la comisura. Sin embargo, Huster fue rápido en sus movimientos: sujetándole una de sus muñecas, la arrinconó contra su propio cuerpo.

─No me ignores, Eva... ─ con voz ardiente, dijo.

Sin responder, ella bajó la vista después de aquel contacto tan íntimo y necesitado, marchando hacia el cuarto de baño. Era innegable que estaba perdiendo el juicio por él y que cada instante que pasaba a su lado, era un paso más hacia la despedida.

Dejando el agua tibia correr por su espalda, arrastrando la frustración de ir camino a un final indeseado pero predecible, por un instante pensó qué sería de su vida ahora mismo de no haber conocido a Huster.

Hurgueteando en los rincones más profundos de su mente, reconoció que jamás había sido tan feliz en su vida; amaba oírlo cantar en el coche aun siendo muy desafinado en los acordes; amaba su sonrisa, la capacidad de hacerla reír incluso cuando contaba bromas absurdas; sus ojos oscuros en la mañana, su tacto rabioso y febril cuando hacían el amor...

No se arrepentía en absoluto de aquellos días tempestuosos y apasionados que habrían vivido desde el momento que se saludaron en el St. Davids, rodeados de lo prohibido, del extraño morbo del vínculo que los unía.

Pero ahora, extramuros, diez días de intensidad física y mental bastaban para desequilibrar sus emociones y pensar en las heridas que Huster dejaría en su corazón al momento de la despedida.

Sumergida en aquellos pensamientos repetitivos, la cortina de la ducha se abrió de golpe, dándole paso al culpable de sus lamentos y sueños eróticos.

─Yo también necesitaba una ducha ─ él susurró a su oído apoderándose de cada célula de su cuerpo mojado.

─¡No te he invitado! ─ dándole la espalda, ella disparó risueña, estupefacta por la intromisión de Huster.

Thiago avanzó, pegándose contra su espalda, rozando su creciente erección en la línea de sus glúteos de Eva, quien respiraba con dificultad.

El plato de ducha se encontraba en la mitad del cielorraso, por lo que Eva se vio desplazada ante la urgencia de Huster, quien hábilmente le presionó contra los fríos azulejos de la pared, tomando sus muñecas por detrás y colocándola con los brazos en alto como en una inspección policial.

─Separa las piernas, doc. Hoy nos toca requisa─ la voz gruesa e impaciente del astro deportivo era acatada a regañadientes por una poco obediente Eva. Ella aun permanecía ofuscada.

Con el torso levemente inclinado hacia adelante, Eva tenía sus palmas de lleno en la pared resbalosa tanto como su ardiente mejilla derecha. Tragando fuerte, soportó el pellizco de Huster en sus pezones y la intrusión de dos de sus dedos en su sexo demandante.

Gimiendo, con los nervios rotos y la voz turbada, Eva era un canto al inmediato orgasmo.

─Vamos nena, entrégate a mí, plena y conscientemente.

Como un disparador hormonal, aquellas palabras retumbaron en sus sienes, dándole a su amante, a aquel hombre que amaba pero que pronto se iría de su vida, el más potente y devastador grito.

Aflojando sus rodillas y sus manos en alto, Huster las capturó, dispuesto a no dar tregua.

─Déjalas ahí mismo ─ él masculló colocando la cortina de cabello de Eva por delante, descubriendo su nuca, en la que posaría un cálido beso.

Sin abandonar la posición de brazos extendidos y piernas formando una V invertida, Eva permaneció de pie, con la poca fuerza que aun reservaba en su cuerpo, aceptando la fricción del henchido y preservado miembro de Huster dentro de sí.

Una vez dentro de ella, como si fueran una sola pieza, Huster entrelazó sus dedos en los de Eva desgarrando la pared, empujándola hacia el vacío, dispuesto a arrojarse junto a ella.

Acelerando el ritmo, Thiago disfrutó la extrema sensación de la chispa desnuda, mientras que el agua rodaba entre sus cuerpos, incapaces de separarse.

Eva sostenía los ojos en blancos, sin retener un segundo orgasmo.

─¡Stinger! ─ exhalando su apodo como una palabra mágica, Huster también se vendría, alentado por escucharla.

Casi desplomándose en el piso, Eva perdió su entereza física; cada pedacito de su cuerpo permanecía abrumado pero contenido por Huster, quien la tomaba por detrás posesivamente, adueñándose de su cuerpo y de cada una de sus sensaciones.

Dominándola como una marioneta la giró contra él y se abrazó a ella como un salvavidas.

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