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28


Era tarde y la excitación de Huster aun no culminaba. Hacer algo por los demás lo alegraba y esa emoción parecía no tener fin.

Mirando un punto fijo hacia el techo, con Eva respirándole sobre el pecho, él le acariciaba su cabello.

─Lo haces por ella, ¿verdad? ─ el susurro caló hondo en los oídos de Huster.

─También lo hago por mí.

─Eres un gran hombre ─ Eva levantó su cabeza, para sostenerse con sus antebrazos. Unos pocos centímetros separaban su boca de la de su corredor favorito ─, pero Huster, deja ya de culparte ─ Thiago continuaba acariciándole el cabello ─ . ¿Te agrada hacer esto, verdad? Esto de tocar suavemente mi cabello...

─Sí, entre otras tantas cosas que me gustan hacerte ─ su voz sonó oscura.

─Gracias por venir, por acompañarme. No es una isla paradisíaca este sitio precisamente.

─Eva, estas semanas a tu lado han sido las mejores de mi vida. He podido conocerte como profesional de la medicina, como tía, como hermana, como cuñada ... ─ Huster le rozó la nariz, simpático─. Has cambiado mi mundo, has llenado cada espacio vacío de mi corazón; duermo horrible si no estoy contigo, me despierto triste si no estás a mi lado...me he vuelto un estúpido cursi ─ largó una sonrisa perversamente sexy ─ . Te he dicho que te quiero. Y no me arrepiento.

Eva le besó los pómulos.

─Yo también te quiero y debo reconocer lo mucho que me agradó que me dijeras cariño frente a mi Matt y mi hermana ¡tendrías que haberle visto el rostro a Francesca!

─ Su mandíbula casi cae al piso, ¿cierto?─ remarcó, atrayendo con su brazo el cuerpo de Eva hacia su pecho ─ .También puedo ver en ella una gran mujer que ha enfrentado a su propios padres para ser feliz; eso es a lo que le llamo agallas ─ la doctora posó su palma sobre el corazón de Huster, absorbiendo cada uno de sus latidos.

─Francesca ha dejado todo por ser feliz junto a su verdadero amor; supongo que la clave es no dejarlo ir cuando reconoces que lo tienes cerca.

─¿Y cómo haces para reconocerlo? ─ preguntó Huster, aguardando por una respuesta de su parte.

─El corazón lo sabe, Huster. Él te dirá quién es la correcta.

Ella era la correcta para él ¿pero cómo pedirle que abandonase todo como su hermana para acompañarlo en su intranquila vida como corredor?

El dolor del adiós se sentía cada vez más hondo. Más cerca.

___


─¡Oh, Jesucristo! ¿qué haces aquí? ─ sobresaltada, cubriéndose exageradamente con el edredón, Evangelina vio a Janet de pie a los pies de la cama con sus ojitos fijos en la pareja.

─Mamá me ha dicho que venga a dezpertarloz ─ la niña elevó sus hombros, sin culpa alguna.

─Recuérdame echar llave ─ deslizó con sutileza Eva al oído de Huster, quien refregaba sus ojos sin entender qué sucedía.

─¡Janet!¿qué rayos haces aquí dentro? ─ Francesca gritaba a su hija desde la puerta, agitando un trapo ─ . ¡Cielos! Chicos, sólo le he dicho que golpeara fuerte no que se metiera en la habitación...

─Tranquila hermana...no ha visto nada...por fortuna ─ admitió Eva, vestida con una gran sudadera de Harvard.

─El desayuno está listo, pero por favor, tómense su tiempo ─ cogiendo a su hija por la cintura, la colocó en sus caderas y se marchó, cerrándoles la puerta para darle intimidad.

___

─ La motocicleta estará lista a las cinco de la tarde en la dirección indicada ─ Huster aceptó la botella de cerveza negra que el marido de Francesca le ofreció. Las chocaron, tintineando el vidrio.

─No tengo palabras de agradecimiento, Huster. Lo que has hecho...¡te has pasado, hermano!

─La vida me ha enseñado a ser desprendido con las cosas materiales, no sirven de nada si no tienes a alguien con quienes compartirlas. ¿No lo crees?

Sentados en la escalera del cobertizo del patio trasero de la casa de los Eldridge, ambos hombres observaban a Janet corretear a Pip el viejo perro de la familia. Los rizos dorados de la niña bailaban de un lado al otro, sus aullidos agudos y su imaginación para inventarse entretenimiento minuto tras minuto, encendían una llama de esperanza en el pecho de Huster.

─De solo imaginarme perder a Fran o alguno de los niños, moriría ─ admitió tristemente Matt, bebiendo otro sorbo de cerveza.

─Pues yo sé lo que es sentirse muerto en vida, Matthew─ mirando a la sobrina de Eva, musitó el corredor─. Con Molly las cosas nunca fueron un lecho de rosas, pero perderla me afectó mucho. Era la madre de mi hija, después de todo─ reflexionó.

─No quisiera estar en tus zapatos...

─Desde que la he conocido a Eva, ella intenta convencerme que el dolor se supera, que el pasado es necesario pero no imprescindible para encarar un nuevo futuro.

─Sin dudas, Huster. Evangelina es una gran luchadora y merece ser feliz. El imbécil que tenía como esposo era un arrogante incapaz de hacerla sonreír siquiera; una sola vez vinieron aquí y no dejó de maldecir mi casa, mi hogar. Terminaron en un hotel del centro, rodeados de lujo y de confort.

─Lo que se llama, un completo idiota ─ Huster rebuznó indignado.

─Más allá de sus horribles modos de tratarnos a mi casa y a mi familia, ni siquiera trataba bien a Eva. La denigraba como mujer e incluso... ─ inspiró profundo, dilatando su comentario, dejándolo suspendido en el aire por un momento.

─Incluso ¿qué? 

─Incluso de no ser porque le rompí la nariz al muy imbécil, no sé si Eva no hubiera terminado en un sanatorio local gracias a sus zamarreos y bofetadas innecesarias.

Huster clavó sus ojos oscuros en la mueca desagradable de Matt, quien bebió quizás con el afán de dejar atrás aquel mal recuerdo.

─Christian ha sido una pesadilla en su vida, un mal sueño que sus padres se empeñaron en ocultar; ellos no deseaban el escándalo, protegiendo a su yerno en lugar de hacerlo con su propia hija. Le dieron la espalda absurdamente.

─Como lo hicieron con Francesca.

─Si...─ bebió hasta culminar con la botella ─. Yo la amo más que a nada en el mundo, no concibo ni un solo día de mi vida sin ella; y créeme que cuando eligió seguirme a mí, el corazón me rebozó de felicidad ─ Matthew hablaba sin perder de vista a su pequeña hija, la cual hostigaba a la mascota que ni se resistía a recibir las asfixiantes caricias de la niña ─ .Verás, yo no tenía más que esta casa, que era de mi abuela Sue y unos pocos dólares en el bolsillo. Trabajo en unos campos, administro un pequeño negocio familiar...no tenía mucho para ofrecer. Ella se entrego a mí, dejando su patrimonio familiar de lado, su riqueza, su bienestar, su profesión, sus amigos...

─Todo porque te ama.

─Y porque sabe que yo también la amo.

Thiago observó los rasgos duros de aquel hombre entregado al amor por su mujer, un amor que se engrandecía no por los números de su cuenta bancaria sino por los latidos de sus corazones.

─ Sin ánimos de incomodarte, pero ¿tú que sientes por Eva? Ella es una persona muy especial para nosotros y no deseo que sufra más...

─Es una pregunta muy formal ─ sonrió Huster mirando al césped pero dispuesto a responder.

─Discúlpame, no me hagas caso ─ el vikingo se deshizo en disculpas.

─Relájate Matt, comprendo tu interés por Evangelina. Supongo que para tí es como tu pequeña hermana.

─ Exacto...y la pérdida de Nina ha sido un golpe muy fuerte.

El rostro de Huster se transformó de golpe, incomprensivo. Inconscientemente, como si acabase de recibir una fuerte patada en el pecho rigidizó su torso y miró fijamente a Matt, sin entender quién era "Nina".

─¡Dime que te lo ha dicho! ─ rogó el pelirrojo, deseando que la tierra lo tragase. Estrelló su puño en uno de los tablones del cobertizo.

─¿Decirme qué...?─ el tono de Huster era tan sereno como repleto de incertidumbre.

Matt tomó su rostro entre sus manos, escogiendo qué y cómo confesar algo que ni la misma protagonista de la historia había hecho. Rascó su nuca, mordió su labio y maldijo en palabras imaginarias y recién inventadas.

─ No soy quien debe hablar de este tema ─ ladeó la cabeza, maldiciendo nuevamente─. ¡Pensé que ella te lo había dicho! He metido la pata hasta el fondo...Francesca me regañará como a un niño.

─ Matt, esto quedará entre nosotros, te lo aseguro. Dime, ¿qué es lo que Eva tendría que haberme dicho?

Matt miró hacia ambos lados, corroborando que no había moros en la costa y los alaridos de Janet se mezclaban con los del perro.

─Eva estuvo viviendo aquí, por un tiempo, antes de mudarse a Austin. A poco de separarse del idiota de su esposo, supo que estaba embarazada.

Huster empalideció de golpe, con la respiración agolpándose en medio de su pecho comprimiéndole los pulmones.

─ Pasó casi todo el embarazo en reposo, pero un problema en su sangre hizo que la tragedia golpeara su puerta: la niña no vivió.

─¿Nina?

─ Nina.

Las manos de Thiago se aflojaron, dejando caer la botella. Rodando por las escaleras, el poco líquido en su interior se vertió en el césped.

─ Por favor, no le digas que te he contado esta historia. ¡Me matará! Ella es muy reservada...pero ustedes están juntos y yo pensé que bueno...tú sabes...─ quiso justificar la omisión, grave, de su cuñada.

─¡Matt! ¡Ya estamos listas! ─ la chillona voz de Francesca quebró aquel instante de confesiones. Desde dentro, con el niño en brazos, llamó a su esposo.

Huster inspiró profundo ante la desesperada mirada de Matthew. El corredor guiñó su ojo, con complicidad y profundo agradecimiento. Mil pensamientos abordaron la mente confundida de Huster. ¿Por qué ella se lo habría ocultado? ¿Por qué no confesárselo? ¿Acaso no confiaba plenamente en él?

─¿Vamos Huster?─ Eva apareció por detrás, posando las manos en sus hombros, gesto que Thiago no respondió de la mejor manera. Algo brusco se puso de pie y pasó al lado de Eva, sorprendida por el desprecio. ─ ¿Sucede algo?─ ella parpadeó, ignorando lo que acababa de pasar.

─Nada Doc, nada. 

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